Perdón. Es muy fácil pedir perdón ¿verdad? Pero no es tan fácil perdonar a otros. Pues imagínate si un hombre secuestra a tu hija, la viola violentamente y la deja para morir, o si un hombre entra en tu casa y brutalmente asesina a tus papás. Sería muy difícil perdonar a una persona tan malvada ¿verdad? Bueno, hoy vamos a ver que para Dios no es tan difícil, porque nosotros tenemos un Dios misericordioso. Y según el texto, tenemos dos razones para dar gracias a nuestro Dios misericordioso: porque nos perdonó todos nuestros pecados, y porque nos considera dignos de su ministerio.
I. Porque nos perdonó todos nuestros pecados
Pues San Pablo escribió las palabras del texto al joven pastor Timoteo. Y bueno al pensar en San Pablo, uno piensa en un muy buen hombre ¿verdad? Pues se considera San Pablo el misionero más famoso en la historia de la cristiandad porque literalmente predicó el evangelio en casí todo el mundo conocido. Además escribió trece libros de la Biblia, más que cualquier otro autor en al Biblia. También sufrió mucho por el evangelio, fue apedreado, azotado y perseguido por el nombre de Cristo, y según la tradición el gobierno de los romanos lo mató porque predicó el evangelio. Pues, era muy buen hombre ¿verdad? Pero vemos en Hechos que antes Pablo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. Pablo era perseguidor de la iglesia, mató y echó a cristianos en la cárcel. Sería muy difícil perdonar a una persona que eche a tus papás en la cárcel nada más porque eran cristianos ¿verdad? Pues, Pablo era un hombre malvado el cual odió a Jesucristo.
Pero el texto dice que fue recibido a misericordia, pero no porque era bueno como hemos visto. Pues el mismo San Pablo confiesa que era “Blasfemo, perseguidor e injuriador, y que hizo todo en incredulidad por ignorancia.” Fíjanse que Pablo no echa excusas aquí. Nos dice que lo que él hizo, lo hizo en incredulidad, o sea que rechazó a Jesucristo no creyó en él. Y en su incredulidad hizo todo por ignorancia, sin entendimiento. Y así es con todos los que no creen, realmente no entienden ¿verdad? No entienden lo que creemos porque el verdadero entendimiento, la verdadera sabiduria, viene solamente por medio de la fe. Al mundo pecaminoso lo que creemos es locura, así como San Pablo escribió a los Corintios, “la palabra de la cruz es locura a los que se pierden.”
Pero como dice el versículo 14, la gracia de Dios es abundante. La gracia de Dios que es el amor inmerecido de Dios es abundante, y como hemos visto, Pablo no merecía el amor de Dios. Pero Dios apareció a Pablo mientras que estaba en camino a la ciudad Damasco para perseguir los cristianos que moraban en aquella ciudad, y Dios lo llamó a la fe y lo aceptó como hijo porque Jesús murió en la cruz especificamente por los pecados de Pablo. Y fíjanse que Pablo reconoció este amor y por eso en versículo 15 confesó, “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.” Al decir primero, Pablo no quiere decir que fue el primero pecar (obviamente Adán y Eva eran los primeros), sino la palabra griega significa “el principal o el líder.” Entonces Pablo está confesando que es el principal, o sea, el peor de los pecadores. Y por eso Pablo dio gracias a Dios, porque reconoció qué milagro era su salvación.
Y bueno, nosotros no somos asesinos, ni echamos a cristianos inocentes en la cárcel ¿verdad? Asistimos a la iglesia fielmente, tratamos de hacer lo correcto. Pues no somos tan malos ¿verdad? No, porque nosotros sí somos asesinos. Jesús nos dice en Mateo 5, “Oísteis que fue dicho a los antiguos, “No matarás”; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano será culpable de juicio; y cualquiera que diga “necio” a su hermano será culpable ante el concilio, y cualquiera que le diga “Fatuo” quedará expuesto al infierno de fuego.” Y si dices, “nunca he cometido adulterio”, Cristo nos dice, “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” Pues, hay muchos pecados que cada uno de nosotros tiene que el resto del mundo no ve, pero Dios sí, los ve. Cada uno de nosotros tiene que decir con Pablo que de los pecadores yo soy el primero, o sea, el peor.
Pero nosotros hemos recibido misericordia también, no porque somos buenos. Nosotros nacimos en pecado, incredulidad, e ignorancia. La Biblia nos dice que estamos muertos en el pecado. Pero la gracia, el amor inmerecido de Dios, es abundante. Dios en su misericordia nos llamó a la fe en Jesucristo en nuestro bautismo y nos fortalece en esta misma fe por su Palabra. Y por medio de esta fe recibimos la salvación y somos hijos de Dios así como Pablo, porque Cristo murió en la cruz especificamente por nuestros pecados. Nuestro Dios misericordioso nos perdona por enojarnos, nos perdona por tener pensamientos lujuriosos, nos perdona todos los pecados secretos, o sea, los pecados que nadie ve excepto que tú y Dios. Y ya podemos decir con San Pablo, “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores de los cuales yo soy el primero.” Y por eso damos gracias a Dios como Pablo. Al ver qué malos somos y la gracia abundante que Dios nos concede que nos da la salvación como un regalo, pues vamos a responder con alabanza y agradecimiento…
Sí, al ver la misericordia de Dios, al ver que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores de los cuales, yo soy el primero, pues quiero agradecerle a Dios. Me cambió de un hombre malvado a un hijo de Dios el cual recibiré la vida eterna. Entonces quiero agradecerle, y Dios nos da la oportundidad para agradecerle porque nos considera dignos de su ministerio…
I. Nos considera dignos de su ministerio
En la últimas semanas muchos han dicho que Presidente Clinton ya no es digno de su oficio por causa de las mentiras que contó al tribuanl ¿verdad? La gente no considera a Clinton digno de ser presidente porque rompió la ley. Pues vemos en el texto que Pablo tampoco era digno de su oficio. Pero vemos que Dios lo tuvo por fiel y lo puso en el ministerio. Y como hemos visto, no es que Pablo era digno de este oficio dado que rompió la ley de Dios. Pero en su misericordia, Dios le consideró fiel y digno de su ministerio.
Y para Pablo era un privilegio servir a Dios. Al ver el amor que Dios le mostró, quería anunciar este amor a todo el mundo. Pues, Pablo quería ser un ministro y la palabra ministro literalmente quiere decir “siervo.” Pablo consideró que era un privilegio sufrir por el nombre de Cristo. Pues escribió a los Filipenses, “Para mi el vivir es Cristo,” o sea que para Pablo su vida en este mundo fue una vida de servicio a Cristo.
Y versículo 14 nos dice que Pablo sirve como buen ejemplo para nosotros, porque nosotros no somos dignos de ser ministros—somos los principales entre los pecadores así como Pablo. Además somos débiles y nos sentimos incapaces de ser ministros de Dios. Entonces el Diablo nos tienta a decir que es mejor si otro lo hace y aún mejor si el Pastor hace todo en el ministerio. Pero Dios nos llama a todos nosotros al servicio. Pablo nos recuerda muchas veces en sus cartas que Dios nos ha llamado de la esclavitud del pecado a la libertad, para poder servirle a él.
Y nos da muchas oportunidades: Pues, Dios nos llama al servicio a decir, “Id y haced discípulos de todas las naciones.” Para nosotros es un privilegio anunciar el amor de Dios a todo el mundo. Y NO SOLAMENTE ES EL TRABAJO DE LOS PASTORES. San Pablo nos dice en Efesios que el trabajo del pastor es “perfeccionar a los santos (o sea, los creyentes) para la obra de ministerio. Sí, es cierto que la mayoría de Ustedes nunca va a predicar un sermón en la iglesia, pero pueden compartir las promesas de Dios con otros, pueden ayudar cuando vamos a tocar puertas, pueden ayudar con el altar guild, aún pueden estudiar para ser maestros de la escuela dominical. ¡Qué gran privilegio tenemos! Y no hay excusas porque Dios nos considera dignos, y nos promete ayudar.
Sí, por la gracia que es el amor inmerecido de Dios, Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores de los cuales yo soy el primero. Y ya recibimos misericordia de Dios, perdón por nuestros muchos pecados. Cristo nos salvó de los tormentos y sufrimientos que esperan al mundo incrédulo en el infierno. Y ya nos considera dignos para su ministerio, o sea, para servirle. Entonces demos gracias a nuestro Dios misericordioso con toda nuestra vida. Sirvamos a él en su iglesia, en nuestras casas, y en la calle. Como dijo San Pablo, “Para mi el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” Amén.