Había una vez un hombre que se llamaba Pepe, y bueno, Pepe era como tú y yo, o sea, un hombre normal. Tenía cuatro hijos y una hija y trabajaba en una fábrica haciendo partes para carros. Y, bueno, Pepe era muy simpático y se llevaba muy bien con sus compañeros en el trabajo. Siempre estaba bromeando con todos. Tenía una sonrisa pero bien grande, y cuando se rió podrías ver todos sus dientes. Pues, un día mientras que su esposa llevaba a sus hijos a un juego de futbol, un carro desvió de su carril y chocó con ellos, y murieron todos. Después del funeral la casa que solo unos días antes estuvo llena de risas y gritos por los niños, ahora estaba sola y tranquila. A los compañeros de Pepe les dio pena y no querían ni hablar con él porque no sabían que decirle, pero al llegar en el trabajo unos días después del funeral, Pepe fue para hablar con ellos. Ahora no estaba bromeando ni riéndose, pero tampoco se veía muy triste, hasta que se veía más o menos contento. Se quedaban soprendidos sus amigos. ¿Cómo que no esta triste ante esta tragedia? "Por la esperanza que tengo," les respondió Pepe, "que los volveré a ver un día." Y con estas palabras, Pepe comenzó a compartir con ellos la esperanza segura que tenía en Jesucristo. Y ahora, pensando en lo que pasó con Pepe, escuchen bien las palabras del texto para esta mañana. Se encuentra en I Pedro 3:15-22…
Al escuchar este texto, una frase inmediatamente nos agarra la atención: Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en Ustedes. Y entonces, te pregunto: ¿Estás preparado para responder cuando te pidan la razón de la esperanza que tienes? Pues hoy vamos a meditar sobre el siguiente tema: Qué testifiquemos a la esperanza que tenemos 1) con nuestras palabras y acciones 2) porque tenemos una esperanza segura en nuestro Salvador exaltado.
I. Con nuestras palabras y acciones
Pues, en los versículos que preceden el texto para esta mañana, Pedro nos anima a vivir en armonía con todos, aún cuando nos tratan mal. Dice el versículo nueve de este mismo capítulo: No devuelvan mal por mal, ni insulto por insulto. Según el mundo, este modo de pensar no tiene sentido, porque uno tiene que defenderse. Según nuestra sociedad, hay que ser fuerte para que nadie se aproveche de nosotros. Pero Pedro nos anima a tener la misma actitud como Jesucristo, el cual no se quejó cuando fue maltratado, el cual no respondió cuando le golpearon, el cual no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Y entonces, Pedro nos anima en el texto a honrar en nuestro corazón a Cristo como Señor. Y gracias a Dios, por medio de la fe que el Espíritu Santo obra en nuestros corazones, Cristo va a tener el primer lugar en nuestros corazones y vidas.
Y entonces, ya que Cristo reina en nuestros corazones, Pedro nos anima a también estar preparados para responder a todo el que nos pida razón de la esperanza que hay en nosotros. Porque, cuando Cristo reina en la vida de uno, el mundo se va a dar cuenta, y cuando uno no devuelve insulto por insulto, el mundo quiere saber por qué. Por lo tanto, qué siempre estémos listos para decirles por qué. Y bueno, no es porque somos buena gente, ni porque somos tan pacientes, sino es por la esperanza que tenemos, o sea, la esperanza de la vida eterna que Cristo ganó por nosotros en la cruz.
Creo que todos aquí están de acuerdo que siempre debemos estar listos para decirles a todos la razón que nosotros vivimos diferente y la razón que tenemos tal esperanza. Pero, lo difícil es saber qué decir y cómo responder a sus preguntas ¿verdad? Aún nosotros los pastores a veces batallamos para saber qué decir. Y la verdad es que si no pensamos en lo que vamos a decir hasta el mero momento en que la oportunidad se presente, es cierto, va a ser muy difícil hablar de nuestra fe. Y es por eso que Pedro nos anima a estar preparados.
Y ¿cómo nos preparamos? Pues, ahora mismo Dios nos está preparando, porque al escuchar la Santa Palabra de Dios, el Espíritu Santo nos fortalece en la fe y nos da un entendimiento más amplio. Pero, los cultos cada domingo solamente son una oportunidad para capacitarnos con la Palabra de Dios. Jesús nos dice que su Palabra es nuestro alimento espiritual. Y, bueno, sabemos que al no comer nada más un día quedamos sin fuerza. Pero por algún motivo muchos piensan que el escuchar la Palabra de Dios una vez cada semana es suficiente para tener suficiente fuerza en nuestra lucha contra el diablo y el pecado. Si no sabes como estudiar la Biblia, pregúntanos a nosotros los pastores, les podemos enseñar. Si quieres aprender como hacer devociones con sus niños, estamos aquí. Lo importante es que siempre estemos en la Palabra, porque es la única cosa que nos prepara. Y después, hay que pensar en que vamos a decir, hay que practicar, y otra vez, nosotros los pastores estamos aquí para ayudar. Y finalmente siempre es una buena idea pedir la ayuda de Dios en oración, porque no podemos sin su ayuda.
Pero fíjense que nadie nos va a preguntar de nuestra esperanza, si no testificamos primeramente con nuestras acciones. Mi papá, el cual es pastor, una vez me contó de uno de sus miembros. En un estudio bíblico mi papá les dijo a los miembros que muchas veces nuestros amigos y compañeros de trabajo nos van a tratar diferente porque somos cristianos, y uno de los miembros levantó su mano y le dijo a mi papá que a él no le tratan diferente porque es cristiano. Pero al decir esto, esperaba un momento y luego seguía, "Pero, no creo que saben que soy cristiano."
En el sermón del monte Cristo dijo a sus discípulos: Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconders. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de Ustedes y alaben al Padre que está en el cielo. ¿Siempre pueden ver todos la esperanza que tenemos por medio de nuestras acciones? Mis hermanos, qué seamos luces, reflejando el amor de Cristo a todo el mundo para que nos pidan la razón. Y cuando nos preguntan, qué les contestemos con confianza y con amor. Sí, tal vez no nos van a escuchar o tal vez se enojen y se burlen de nosotros. Pero ni modo, qué testifiquemos a la verdad con paciencia y amor, porque como dice el texto, es preferible sufrir por hacer el bien que por hacer el mal.
Me imagino que todos aquí quieren testificar bien a la esperanza que tenemos ¿verdad? Pero es difícil, porque no sabemos como va a responder la gente ante nuestro testimonio. Tenemos miedo. Es difícil soltar la lengua. Y entonces, el diablo nos tienta a pensar, "Mejor si no diga nada." Pero al tener estas dudas, hay que volver a la esperanza que tenemos porque es una esperanza segura en nuestro Salvador exaltado.
II. Porque tenemos una esperanza segura en nuestro Salvador exaltado.
Pues muchas veces al enfocar tanto en la humillación, o sea, en los sufrimientos y muerte de Cristo, casi se nos olvida que ahora está exaltado. Podemos ver esto en las cruces que usamos. A muchos les gusta usar el crucifijo, o sea, una cruz en que Cristo está colgado. Pues, tenemos uno aquí en la iglesia, y no es algo malo, porque nos recuerda lo que Cristo sufrió para ganar la salvación por nosotros. Pero personalmente, yo prefiero la cruz vacía, porque Cristo ya no está muerto, resucitó de entre los muertos. Murió una vez para siempre y ahora la muerte no tiene dominio sobre él. Como dice el texto en el versículo 18: El sufrió la muerte en su cuerpo, pero volvió a la vida en su espíritu, y luego en el versículo 21: [Nuestra] salvación es posible por la resurrección de Jesucristo. Nuestra esperanza no se basa en un cadaver, sino en un Rey victorioso.
Y tenemos la seguridad que su victoria es completa porque descendió al infierno. Dice el versículo 19 que fue y predicó a los espíritus encarcelados. Pues, muchos no entienden el descenso de Cristo al infierno. Unos piensan que Cristo fue para sufrir el infierno por nosotros, pero no puede ser, porque Cristo ya había pagado todo en la cruz al clamar: consumado es. Y entonces, otros dicen que fue para dar una segunda oportunidad a los condenados en el infierno visto que el texto dice que Cristo predicó a ellos. Pero esta palabra no quiere decir predicar como predicar el evangelio, sino es la palabra para proclamar o anunciar. Cristo descendió al infierno como un general victorioso que entra en la ciudad de su enemigo para que vean todos que su victoria es completa. Cristo fue para darnos tal seguridad.
Y, así como vamos celebraremos el jueves, Cristo también ascendió al cielo gloriosamente, otra vez para darnos confianza. Tenemos la confianza que Cristo ahora está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso, o sea, que tiene todo poder y autoridad como el hijo de Dios. Y dado que antes de ascender nos prometió: les aseguro que estaré con Ustedes siempre, hasta el fin del mundo, no tenemos que tener miedo cuando tengamos la oportunidad para testificar de Cristo y de la esperanza que tenemos en él. ¿Qué puede hacer el mundo contra nosotros?
Y tenemos la seguridad también que esta victoria es nuestra por medio de nuestro bautismo. Es por eso que siempre la fuente del bautismo está aquí en frente, en plena vista, para recordarnos que somos hijos queridos de Dios. El bautismo no solamente es un símbolo. Por medio del agua y Espíritu, Dios nos limpia de nuestros pecados y obra la fe salvadora en nuestros corazones. Por medio del bautismo tenemos la seguridad que ni el diablo ni aún nuestra propia consciencia nos puede acusar. Entonces, cuando sintamos la carga y culpa de nuestros pecados, podemos regresar al hecho que hemos sido lavados en el agua del bautismo. Nuestros pecados están perdonados.
Mis hermanos, esta es la esperanza segura que tenemos. Y entonces, qué testifiquemos a esta esperanza sin temor y qué seamos luces reflejando el amor de Cristo a todo el mundo. Pero esto quiere decir que hay que estar preparados para responder a los que ven esa luz. Entonces, también qué sigamos en la Palabra de Dios cada día y qué pidamos la ayuda de Dios en oración. Con su ayuda podemos ser fieles testigos, siempre preparados para responder a todo el que nos pida razón de la esperanza que hay en nosotros. Ayúdanos, Señor, a ser buenas luces. Amén.