Había una vez un hombre que tenía más que noventa años el cual se llamaba Pepe Hernández. Y bueno, fue un buen cristiano, y un buen luterano. El Sr. Hernández asistió cada Domingo a la iglesia sin fallar, y no le importaba el tiempo: asistió si estaba nevando, lloviendo, en calor y en frío, lo que sea, el Sr. Hernández estaba en la iglesia cada Domingo. Pero un día Pepe se enfermó, o tal vez es mejor decir, ya estaba muriendo. Y entonces su Pastor fue para visitarle, para darle una devoción y el consuelo de los cielos. Después de la devoción Pepe le dijo al Pastor, "Pastor, no te preocupes por mí. No tengo miedo. Yo puede confiar en mi fe. Voy a los cielos porque tengo la fe." Y, ¿saben lo que le dijo el Pastor? "Maldita sea tu fe." Maldita sea tu fe. No fue exactamente la respuesta que el Sr. Hernández esperaba. "¡Qué!" "Sí, maldita sea tu fe. El confiar en tu fe es confiar en ti mismo, y si confías en ti mismo no vas a los cielos. Confía en Jesucristo quien es el objeto de la fe, porque él sí, puede llevarte a los cielos." Maldita sea tu fe. Bueno, hoy vamos a hablar de esta fe que confía sólo en Jesucristo para su salvación, porque como San Pablo escribió, nosotros predicamos la palabra de la fe: 1) predicamos de la fe salvadora y 2) predicamos de la fe activa.
I. La fe salvadora
Pablo en esta sección de Romanos habla del pueblo de Israel, o sea, de los judíos, y su error bien grande: que ellos estaban buscando la salvación por cumplir la ley de Dios. Por obedecer los mandamientos pensaban que podían ganar los cielos. Pero, como Pablo explica muy claramente en esta carta a los Romanos, por causa de nuestros pecados no podemos ganar los cielos por obedecer la ley. El nos dice que somos justificados, o sea, que recibimos los cielos por medio de la fe. Y entonces Pablo nos explica en los versículos del texto para esta mañana que es esta palabra, o sea mensaje, de la fe.
Pues, primero vemos al objeto de la fe ¿verdad? al objeto quien es Jesucristo. Dice el texto que el que confiese con su boca que Jesús es el Señor y crea en su corazón que Dios le levantó de los muertos será salvo. Cristo es el objeto, la figura central de nuestra fe, de nuestra esperanza de los cielos ¿verdad? Cristo ganó la salvación por nosotros, y, bueno, todos nosotros creemos esto ¿no? Y dice el texto que se cree para justicia. La justicia: Es como un juicio--Dios es un juez justo, y entonces él castiga a cada según lo que merece, no hay diferencia entre personas como dice el texto. Por nuestros pecados merecemos el veredicto de "culpable," merecemos el castigo que es los infiernos. Dios es justo. Pero nosotros hemos recibido justicia, o sea que Dios, el juez justo, nos ha declarado "inocentes" porque Cristo sufrió el castigo de nuestros pecados en la cruz. Somos inocentes, perfectos ante los ojos de Dios por lo que hizo Cristo en su amor tan increíble. Y otra vez no hay diferencia entre personas, porque recibimos esta declaración “inocente” solamente por medio de la fe.
Pero, si esta fe es como recibimos el veredicto “inocente” y entonces también los cielos, vale la pena preguntar: ¿cómo recibimos esta fe? Pues, la verdad es que nosotros no hacemos nada. San Pablo nos dice en este mismo capítulo que la fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Dios, o sea que el Espíritu Santo obra la fe en nuestros corazones por oír las promesas de Dios. No es algo místico, no se despierta una mañana y de repente se siente la presencia de Dios en su corazón. No, el Espíritu Santo nos da la confianza de nuestra salvación por medio del Evangelio, o sea, las buenas nuevas de lo que hizo Cristo por nosotros. Y entonces esta fe es un regalo de Dios. Por causa de nuestros pecados, nosotros no tenemos la habilidad para aceptar a Dios, pero gracias a Dios que él nos amó y nos aceptó por lo que hizo Cristo. Porque el hombre solamente tiene la habilidad para rechazar a Dios, y es muy triste porque la mayoría de este mundo rechaza las promesas de Dios porque piensan que pueden ayudar en su propia salvación.
Pues, recuerdan Ustedes lo que le dijo el Pastor al Sr. Pepe, "Maldita sea tu fe." Pero Pablo nos dice aquí que él que cree, será salvo. Entonces, la fe es salvadora, o sea, que es para la salvación. El Diablo siempre nos tienta a pensar, "Si la fe es para mi salvación, bueno, entonces puedo ayudar a Dios, yo voy a creer." Pero la verdad es que la fe es el medio por lo cual recibimos esta salvación. Dios no necesita ayuda, ya ganó la salvación por nosotros en la cruz. Pues la fe es como un teléfono. Sí, nuestra fe es como un teléfono. Dios nos está llamando y su voz es la salvación, pero no podemos recibir esta llamada si no hay cable. Nosotros no hacemos nada para poner este cable, y el cable no es la fuente de la llamada, sólo es el medio. Y así es con la fe, la fe es el medio, el cable por lo cual recibimos la salvación, pero Dios hace todo, o sea, que Dios es la fuente de nuestra salvación. No confiamos en el cable, confiamos en Dios el cual nos está llamando.
Entonces, nuestra salvación depende completamente de Cristo y lo que él hizo por nosotros. Aun la fe, que es la confianza en él, es un regalo de Dios. Pero dice el texto que los que confiesan y los que invocan a Dios serán salvos. Entonces, ¿está diciendo el texto que tenemos que hacer estas cosas para ser salvos? Pues, muchos dicen, "hay que acercarse a Dios para ir a los cielos." Unos hablan así ¿verdad? Y, entonces, yo les digo a estas personas, "Maldito sea este acercamiento." ¡Maldito! Si dependemos de nuestro propio esfuerzo, vamos a caernos. Nuestro orgullo pecaminoso quiere tentarnos a decir, "sí, yo tengo que y puedo acercarme a Dios con mi propia fuerza." ¡NO! En su amor Dios se acerca a nosotros y nos da la salvación. Dios hace todo, nuestra salvación depende de él. Pero, sí, vamos a vivir como Dios quiere, vamos a confesar que Jesus es el Señor, y vamos a invocar el nombre del Señor, porque nuestra fe es una fe activa.
II. La fe activa
No vivimos como Dios quiere para ganar la salvación sino porque tenemos la salvación. Es como un árbol. Nadie dice a un árbol "tienes que producir fruto." No, un árbol naturalmente produce fruto si sus raíces están vivos. Nosotros son árboles y tenemos raíces vivos, tenemos la fe, y entonces vamos a producir fruto. Es algo natural. La fe quiere servir a Dios para agradecerle por la salvación que él ganó por nosotros. Pero hay una advertencia aquí también, si el árbol no produce fruto, muestra que sus raíces están muertos. Santiago escribió, "La fe sin obras está muerta." No podemos tener fe sin obras. Santiago dice también, "Muéstrame tu fe sin tus obras, y te muestro mi fe por mis obras." La fe va a producir fruto y va a luchar contra el diablo porque es lo que quiere hacer, para agradecer a Dios.
Y entonces, no decimos que tenemos que asistir a la iglesia cada domingo, sino que queremos asistir. No decimos, "debemos ofrecer a Dios de nuestro dinero, tiempo, y dones," sino vamos a hacerlo para darle gracias. No decimos “hay que acercarse a Dios,” sino amamos a Dios, porque el nos amó primero. Un árbol va a producir fruto. ¡Y no sólo es una cuestión de términos! Nosotros no usamos las frases: tenemos que, hay que, o debemos cuando estamos hablando de nuestras vidas según la fe, sino decimos: queremos y vamos a hacerlo para agradecerle a Dios.
Y ¿qué quiere hacer la fe? Pues, dice el texto para esta mañana que esta fe quiere invocar a Dios. Invocar: está hablando de nuestra adoración. La fe quiere adorar a Dios en sus cultos, en oración, y en todo lo que hacemos en este mundo. Y tenemos su promesa que él es rico para con todos los que le invocan. Adoramos a Dios porque él nos da todo lo que necesitamos en este mundo, y más que todo porque nos da la salvación. Y también dice el texto que esta fe confiesa. Nosotros confesamos con nuestras bocas que Jesús es el Señor. Por la fe que Dios nos regaló, queremos confesar que Jesús es el Señor cada domingo en la iglesia. Pero ¿qué pasa durante la semana? Tengan cuidado, el diablo nos tienta a tener miedo y pensar que somos incapaces de hablar de nuestra fe. Pero nuestra fe es confianza, confianza que tenemos los cielos por lo que hizo Cristo, y la confianza que Cristo está aquí ayudando y guardandonos. Y entonces, con Pablo predicamos esta palabra de fe. No es algo difícil. Invita a sus familiares y vecinos a asistir a la iglesia contigo. Díle a su mamá la que está preocupada por todos los problemas de este mundo de la confianza que Dios nos ofrece. No es difícil, pero es muy importante, porque como Pablo escribió, "¿Cómo, pues, invocar n a aquel en el cual no han cre¡do? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?"
Entonces qué prediquemos esta palabra de la fe. Y ya no es necesario decir, "maldita sea tu fe," porque no confiamos en la fe para salvarnos, sino en Cristo. Mis hermanos le digo a cada uno de Ustedes,"bendita sea tu fe,”porque es la confianza en Cristo, y sólo en Cristo, para la salvación. Sí, bendita sea tu fe porque siempre va a producir fruto para la gloria de Dios." AMEN