"A long time ago in a galaxy far, far away…" ¿Cómo se llama la película que empieza así? Pues, es la guerra de las galaxias (Star Wars), ¿verdad? Tiene un principio muy memorable ¿no? Y bueno, muchas de las películas y novelas más famosas tienen principios así que son muy memorables. Y así es también con la historia de nuestra salvación, tiene un principio muy memorable… Pues, hoy celebramos el tercer domingo de la cuaresma, y tradicionalmente, en la estación de la cuaresma la iglesia medita en la jornada que Cristo emprendió hacia la cruz. Pero el camino hacia la cruz tiene sus principios aún antes de que nació Jesucristo. La historia de nuestra salvación empezó en un huerto, con dos personas, las primeras personas Adán y Eva, y llegó a su punto culminante en la muerte y resurrección de Jesús. Y entonces, hoy vamos a repasar la historia de nuestra salvación: de su principio trágico hasta su fin feliz.
I. El principio trágico
El texto para esta mañana realmente ocurió un poco después del principio del mundo. Génesis 1:1 nos dice, "En el principio creó Dios los cielos y la tierra." Bueno, es un principio muy memorable, ¿verdad? Vemos en Génesis uno que Dios creó todo lo que hay en seis días normales con el mero poder de su Palabra…y Moisés nos dice que vio Dios que toda su creación era buena. Pues, había creado un mundo perfecto, y en ese mundo perfecto ocurrieron los eventos que se encuentran en el texto para esta mañana…
La primera cosa que vemos en el texto es que Dios creó al hombre en una manera distinta del resto de la creación, o sea, que lo formó del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida. El hombre y la mujer eran distintos de las demás criaturas porque Dios los hizo en su imagen, o sea, que los primeros seres humanos no tenían pecado, sino que eran santos, perfectos así como Dios. Además a toda la humanidad Dios le dio la creación para utilizar y cuidar, y a Adán y Eva les dios un regalo bien especial: un huerto, el, el huerto de Edén. Les permitió vivir en este huerto y podían comer de cualquier árbol en el huerto, excepto del árbol de la ciencia del bien y del mal.
Dios les dijo, "Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieras, ciertamente morirás." Por toda la historia el hombre se ha preguntado, ¿por qué Dios le dio una oportunidad para pecar? Pues, la verdad es que no estaba tentando al hombre, sino que le dio una oportunidad para servirle. Pues, parece que Dios no quería un robot el cual no tenía opción, sino le dio al hombre el libre albedrío, para que le sirviera de su buena voluntad. Pues el hombre podía comer de cualquier árbol, ir a donde sea, hacer lo que sea…y entonces, Dios puso este árbol en medio del huerto, para que ellos, al usar su libre albedrío, pudieran servir a Dios de su buena voluntad. Martín Lutero una vez escribió que, "este árbol de la ciencia del bien y del mal fue para Adán su templo, su altar, su púlpito…" Este árbol servía como una buena oportunidad para agradecer y adorar a Dios.
Pero en este paraíso, un tragedia ocurrió…el diablo, un ángel que había rebelado contra Dios, en su intento a destruir la creación perfecta de Dios, asumió la forma de la serpiente. Y vemos la sutileza del diablo aquí—preguntó a la mujer, "¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?" Y, bueno, al principio Eva respondió correctamente. Le dijo, "Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él ni le tocaréis, para que no muráis." Y entonces, el diablo respondió con una mentira, "No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal." Al oír esta mentira, Eva comenzó a dudar todo lo que Dios había hecho por ellos. Dudaba la voluntad amorosa de Dios para con ellos y pensaba que Dios realmente les estaba negando algo buneo. Y entonces ella extendió su mano, tomó de esta fruta, y la comió, y dio también a su marido, Adán, el cual comió así como ella…
Y fueron abiertos los ojos de ellos, y vieron…vieron que la mentira del diablo realmente contenía una chispa de la verdad, porque en el instante en que comieron del fruto, verdaderamente conocieron el bien y el mal: Conocían el bien, o sea, la perfección y el gozo que ya habían perdido, y conocían muy personalmente el mal, porque ahora se sentían la carga del pecado y la culpa. Y con esta caída trágica la muerte entró en el mundo. El apóstol Pablo nos dice muy claramente, "La paga del pecado es la muerte." Dios les había avisado, "el día que de él comieres, ciertamente morirás." Por causa de su duda y su desobediencia, ellos murieron así como Dios les había dicho. Y podemos decir que murieron en tres maneras. Primeramente murieron espiritualmente—o sea, que su voluntad que antes concordaba completamente con la voluntad de Dios, ya estaba separada completamente de Dios. El hombre por naturaleza ya no puede hacer lo bueno. En el segundo lugar el hombre iba a morir fisicamente—o sea, que iban a cansarse, enfermarse, y eventualmente su vida aquí en este mundo llegaría a su fin. Y aun más importante es la tercera: que por causa de su pecado, el hombre merecía la muerte eterna. Verdaderamente era una tragedia. La corona de la creación, el hombre y la mujer, estaban condenados al infierno para la eternidad por causa de su pecado.
Y ellos lo sabían. Sabían que habían pecado contra Dios y sentían la vergüenza. Se dieron cuenta que estaban desnudos. Vieron el mundo por ojos manchados con el pecado y trataban de esconderse. La creación perfecta de Dios ya tenía la mancha del pecado.
Y al ver por nuestro alrededor, nos damos cuenta que nada ha cambiado, o sea, la evidencia del pecado está por todos lados—hay enfermedad, guerra, crimen, huracanes, que matan a miles de personas, etc. Además vemos la evidencia del pecado dentro de nostros mismos, porque nosotros tenemos la mancha del pecado que heredamos de nuestros papás. Entonces, por naturaleza, cada uno de nosotros está muerto espiritualmente y enemigos de Dios, incapaces de hacer lo bueno. También cada uno de nosotros va a morir fisicamente un día—aun con la medecina moderna, la cirujía plástica, buen ejercicio y nutrición, vamos a morir. Y al morir, nos vamos a enfrentar con la justicia de Dios. "La paga del pecado es la muerte." Por causa de nuestros pecados merecemos la muerte eterna en el infierno.
Y fíjanse, que diariamente seguimos pecando. Escuchamos las mentiras del diablo cuando él nos dice que tan divertida va a ser la vida si lo seguimos. Nos dice que Dios no quiere que nos divertamos. El dinero y los placeres de este mundo deben de ser nuestro propósito. ¡PERO ES UNA MENTIRA!!!!!! Pregúntanles a los que han ido por el camino del sexo ilícito…ya están enfermos. Pregúntanles a los que han ido por el camino de las drogas y el alcohol…son esclavos. ¡El fin de todos los pecados es la muerte! Y lo sabemos. Así como Adán y Eva, sentimos la culpa, la vergüenza, y el temor…Si sabemos que tenemos un problema…
Sí, tenemos un problema bien grande. Así como Adán y Eva, nosotros somos pecaminosos. Merecemos la muerte eterna en el infierno y no hay nada que podemos hacer. Y entonces, si nuestra historia hubiera terminado aquí, verdaderamente habría de ser una tragedia. Pero nuestra historia tiene un fin feliz, porque, bueno, es la historia de nuestra salvación…
II. El fin feliz
Y el fin feliz empezó en el mismo día en que Adán y Eva cayeron en el pecado. En Génesis capítulo tres vemos que Dios les prometió a Adán y Eva a un Salvador. Y no sólo a ellos, sino a muchos por todo el Antiguo Testamento. Mientras que el tiempo se acercaba, Dios profetizaba en cuanto al Salvador: de su nacimiento, su vida, su muerte, y aún su resurrección. Y Dios controló todo para lograr su plan. Y entonces, en el momento justo, Jesús, el segundo Adán vino a este mundo. Sí, Cristo es el segundo Adán, así como San Pablo escribió a los Romanos, "Así como por la transgresión de uno (Adán) vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno (Cristo) vino a todos los hombres la justificación de vida." Y vemos en los evangelios esta obediencia de Cristo. Aunque fue tentado así como nosotros, y como Adán y Eva, Cristo nunca pecó. Llevó la vida perfecta en nuestro lugar como nuestro sustituto.
Pero Cristo hizo mucho más que llevar una vida perfecta, porque vino también para sufrir y para morir en la cruz. Cristo fue a la cruz voluntariamente para sufrir el castigo que nosotros merecemos. Sufrió la muerte, o sea, la separación completa del amor de Dios. Y por eso gritó, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has deamparado?" Pero esta tragedia pronto llegó a ser un triunfo, porque Cristo resucitó de entre lo muertos, y entonces también ganó la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo. El fin.
Pero, momentito, no es el fin, porque la historia de nuestra salvación no tiene fin…Por la victoria que Cristo ganó en la cruz, vamos el cielo. La muerte no tiene poder sobre nosotros. Bueno, sí, vamos a morir fisicamente un día, pero vamos a ir inmediatamente al cielo donde todo está mejor. Vamos al paraíso, donde todo va a ser perfecto como en el principio—y no va a haber enfermedad, ni tristeza, ni lágrima. El fin feliz no terminará…
Entonces, qué siempre nos acordemos de la historia de nuestra salvación…especialmente cuando el diablo nos ataca con sus mentiras, porque sí, nos va atacar diariamente. Y él sabe nuestras debilidades. Entonces, qué usemos nuestra espada que es la Palabra de Dios para luchar cada día contra él y contra nuestra naturaleza pecaminosa. Y cuando estemos tristes y nos sentamos débiles, bueno, qué nos acordemos de la historia de nuestra salvación. Cuando caigamos en el pecado y escuchemos las mentiras del diablo, qué nos acordemos de la historia de nuestra salvación. Porque Cristo nos perdona cada uno de estos pecados. Ya no existen ante los ojos de Dios, porque nuestro Señor y Salvador Jesucristo ha ganado la victoria por nosotros. La muerte no tiene poder sobre nosotros. Qué nos acordemos de la historia de nuestra salvación, porque aunque tiene un principio muy trágico, el fin es verdaderamente feliz. ¡La salvación es tuya sin fin! Amén.