“Consumado es.” Las últimas palabras de nuestro Señor Jesucristo antes de que entregó su espíritu. “Consumado es.” Pues, nosotros no usamos mucho estas palabras hoy en día, ¿verdad? Tal vez hablamos de un matrimonio siendo consumado... Pero, bueno, es otra cosa, ¿no? No, aquí cuando Cristo dice “consumado es,” nos está anunciando algo muy importante. En griego, el idioma original del Nuevo Testamento, esta frase es nada más una palabra, y es la palabra que se usaba en las cuentas (en las deudas) cuando estaban canceladas. Cristo con su última respiración, nos anunció la victoria que tenemos. “Consumado es; todo está pagado; la deuda de sus pecados está cancelada.” Pues, hoy en nuestra meditación vamos a hablar de estas palabras consoladoras de Cristo y vamos a ver cómo pagó la deuda de nuestros pecados: 1) que la pagó con su vida y 2) que la pagó con su muerte.
I. La pagó con su vida
Cuando llega el recibo de mi tarjeta de crédito cada mes, me pongo un poco nervioso. ¿Cómo acumulamos tanta deuda? Quiero saber exactamente de dónde vinieron los cargos. Entonces, reviso el recibo, checando cada gasto para ver a dónde fue nuestro dinero. Pues, en este viernes santo en que recordamos cómo Cristo pagó nuestra deuda, pienso que vale la pena revisar nuestro recibo para recordarnos de dónde viene nuestra deuda. Veamos...
En parte la heredamos de nuestros padres...es decir que nacemos con pecado, con el pecado original. Como dice el salmista que desde el momento de concepción hemos sido pecadores. Pero antes de que culpemos a nuestros papás por la deuda que tenemos, veamos cuáles cargos hemos agregado a este recibo: Nada más este mes mentí en más que una ocasión; deshonré al gobierno, el representante de Dios; he sido flojo, he chismeado, he tenido pensamientos lujuriosos. Pues después de 26 años en este mundo, he acumulado una deuda bastante grande. Y ahora pregunto a cada uno de Ustedes, ¿qué dice el recibo tuyo?
Y bueno, la Biblia nos dice muy claramente lo que debemos, qué tan grande es nuestra deuda. “La paga del pecado es muerte.” Y no sólo está hablando de la muerte física, sino de la muerte eterna en el infierno. Cuando empezamos de pensar que nuestros pecados no son tan grandes, que son mentiras piadosas, palabras ligeras, que no hemos matado a nadie ni hecho cosas tan malas...qué miremos a la cruz, porque allí vemos el costo de nuestros pecados.
Pero la verdad es que Cristo empezó de pagar nuestros pecados mucho antes de ser clavado a la cruz, porque nació y vivió como nuestro substituto bajo la ley. Llevó la vida perfecta la que, cómo hemos visto, nosotros no llevamos. Pues, vimos hace unas semanas cómo se resume toda la ley de Dios. ¿Se acuerdan? Con una palabra...amor. Y Cristo mostró el amor perfecto hasta lo último. Cuando los soldados clavaron sus manos y sus pies a la madera, ¿qué dijo? “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Y cuando el ladrón le pidió que se acordara de él cuando entrara en su paraíso, Cristo en su amor le dio la esperanza bendita que en ese mismo día iba a estar con él en el paraíso. Y aquí en el texto para esta tarde, vemos que hasta lo último, honraba y amaba a su querida madre María, encargando a su discípulo Juan cuidarla.
Además, cumplió con todas las profecías del Antiguo Testamento para asegurarnos de
que él es el verdadero Mesías, el Salvador prometido. Cumplió con todo lo que escuchabamos de Isaías en la primera lectura para hoy: que fue despreciado y sufrió las burlas de la gente; que fue crucificado “con los impíos”, o sea, entre ladrones; que fue sepultado por un rico. Cumplió con el Salmo del día, vemos en el texto como los soldados repartieron su ropa, como gritó “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Como no rompieron ni un hueso de su cuerpo.
No hay duda de quién es Jesús. Y con su vida perfecta, llegó a ser nuestro substituto bajo la ley, haciendo lo que nosotros no podemos. Mostró el amor perfecto cada minuto, cada segundo de su vida en este mundo. Y con su muerte nos enseña lo que es el amor verdadero, porque con su muerte pagó la deuda de nuestros pecados.
II. La pagó con su muerte.
Tengo una pregunta. ¿A quién aquí le gustan las películas de horror? Como las de Freddy o las de Jason. O tal vez algo como Scream. Pues, una cosa que es constante en todas esas películas es la violencia, ¿verdad? que hay mucha muerte y muchísima sangre. Hasta que muchos que las ven, llegan a ser inmunes a la violencia. No los afecta para nada la sangre ni los gritos. Fíjense que fue más o menos así con los judíos del Antiguo Testamento. Ofrecían sacrificios todos lo días en el templo. La parte en frente del templo en donde llevaban a cabo los sacrificios siempre estaba llena de sangre y olía a muerte. Pues, Dios había mandado sacrificios continuos para recordar a la gente el costo de sus pecados, como una ilustración vívida, que “la paga del pecado es muerte,” o sea, que es necesario derramar sangre para quitar el pecado. Pero como los que ven películas de horror, los judíos dejaron de ser movidos por los sacrificios y los llevaron a cabo sin pensar en su significado.
Y, ahora veamos a esta cruz. ¿Es igual? Después de escuchar cada año la historia de la crucifixión de Jesucristo, después de ver los mini-series que están en la televisión, después de ver tantas cruces, ¿todavía nos impacta el costo de nuestros pecados? Pues, veamos de nuevo lo que sufrió Cristo: No había dormido en más que 36 horas...pusieron sobre su cabeza una corona de espinas...sufrió azotes y burlas...con un martillo clavaron sus manos y sus pies a madera... Y eso no es nada en comparación con lo que sufrió mientras estaba colgado en la cruz. Porque en la cruz, sufrió lo que es la muerte eterna, el castigo de Dios, el infierno de todas las personas de todos tiempos. Hasta que el mismo Hijo de Dios gritó, “Dios mío, Dios mío porque me has desamparado.” Esto es el costo de nuestros pecados.
Y esto es el amor de Dios por nosotros pecadores: que él sufrió el castigo que merecemos nosotros. Y después de sufrir todo, gritó en victoria, “Consumado es.” “Todo está pagado.” Y murió. Hemos escuchado esta historia mil veces. ¿Nos ha dejado de impactar? Fue mi deuda que Cristo pagó en esa cruz y fue la tuya.
Pues, ¿cómo reaccionarías si alguien pagara todas las deudas de tu tarjeta del crédito por el resto de tu vida? Estarías pero muy agradecido, ¿verdad? Pues, ¿cuánto más ha pagado Cristo? Tomó la deuda de nuestros pecados y la selló en sangre “cancelada.”
Entonces, al ver esta cruz, al ver el costo de nuestros pecados y el amor inefable de Dios, qué le agradezcamos con nuestras vidas, mostrando amor en vez de enojo, con palabras dignas de Hijos de Dios en vez de chismes y maldiciones, siendo diligentes y trabajadores para la gloria de Dios. Y más que nada, qué seamos testigos a este amor de Dios. Compartamos con los demás lo que significan las palabras “Consumado es” para ellos. Porque hay muchos que no saben. Hay muchos que han dejado de ver la importancia de la muerte de Cristo para ellos. Qué los invitemos a los cultos. Qué hablemos con ellos del amor de Dios, porque si no, allí van a estar ante Dios en el juicio final con su recibo en mano y sin forma de pagar.
Pues, hemos dicho ya varias veces que el viernes santo es un día de tristeza y alegría a la vez. Y es cierto. Al ver el inmenso costo de nuestros pecados, nos da tristeza porque nosotros somos los que merecemos lo que Cristo sufrió. Pero a la vez nos alegramos porque Cristo hizo todo esto voluntariamente en su amor. “Consumado es.” La deuda de nuestros pecados está pagada. Aprecien lo que significan estas palabras. Agradezcan a Dios con toda su vida. Oremos a Dios como dice el himno:
Tu sublime sacrificio, consumado en dura cruz
Nos liberta de la muerte, y nos trae a plena luz
Los loores te daremos y por siempre cantaremos
Gracias mil ofrezco a ti, pues moriste tú por mí. Amén.