Summary: Dios usó a Juan el Bautista porque el pueblo tenía hambre espiritual y anhelaba algo real. Juan era severo pero esperanzado, y usó el desierto para renovar al pueblo de Dios mediante la honestidad y la humildad.

Introducción:

Nuestra lectura del Evangelio de hoy comienza con un clamor desde el desierto; no la voz de un rey ni la de alguien célebre o importante, sino la voz audaz y solitaria de Juan el Bautista que declara: "¡Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado!".

1. Una voz en el desierto

Una voz solitaria, sí, pero con un propósito. Juan era un hombre salvaje en todos los sentidos: comía langostas y miel silvestre, se envolvía en una túnica de pelo de camello, permanecía en el calor y el polvo del desierto, delirando sobre la venida del Mesías... y, por lo que parecía, debería haber sido considerado un loco. Y, sin embargo... la gente acudió. Acudieron multitudes, cientos de ellos, y no solo escucharon; se sintieron impulsados a actuar. Fueron convencidos y bautizados, por docenas... por decenas. Claramente, algo más estaba en juego. Juan era un hombre profundamente tocado por Dios, tanto que Jesús mismo lo llamaría la figura más grande del Antiguo Testamento. Personalmente, considero a Juan una de las figuras más complejas de toda la Biblia. Siendo sincero, siempre me ha costado conectar con él y, al parecer, es el tipo de persona que la mayoría evitaríamos instintivamente. Sin embargo, Dios lo usa para preparar el camino.

Juan tenía un mensaje sencillo: "¡Arrepiéntanse! ¡Conviértanse en Dios!". ¿Y qué sucede? La gente acude a él en masa desde Jerusalén, desde Judea, desde todos los confines del Jordán. Caminan kilómetros bajo el calor para escuchar a este hombre extraño en el desierto... ¿y por qué?

Porque en el fondo, tenían hambre, hambre de algo real. Algo faltaba en sus vidas, algo que hacía que todo lo demás se sintiera incompleto. Tenían hambre de Dios mismo, de una presencia que pudiera satisfacer los anhelos más profundos del corazón: saber que Él, Dios, se preocupa por ellos y que está obrando en sus vidas. Ahora bien, el mensaje de Juan puede haber sonado agudo, pero al analizarlo con atención, descubrimos que está lleno de esperanza y misericordia. En realidad, está diciendo: "¡Simplemente cambien sus vidas! ¡El reino de los cielos está cerca y los espera!".

Ahora bien, la palabra arrepentirse no significa que debieran "sentirse mal" o avergonzarse. … Simplemente significa reflexionar sobre el rumbo que está tomando su vida y admitir cuando va por mal camino. … Estas no son palabras de desesperación ni vergüenza, sino de esperanza: esperanza en un futuro nuevo y más brillante.

2. El Desierto: El Aula de Dios

Como saben, Juan predicó en el desierto… ciertamente no lo asociamos con ningún pueblo, ciudad o sinagoga… solo con el desierto, entre rocas, arena y viento… porque… el desierto siempre ha sido el aula de Dios.

Cuando Moisés conoció a Dios, fue en el desierto… Dios le habló a través de una zarza ardiente y luego en la cima de una montaña, que también es… una forma de desierto… Cuando los israelitas escaparon de Egipto, aprendieron quién era Dios… en sus 40 años de vagar por el desierto… Cuando Elías huyó del miedo, Dios lo encontró en el desierto; con una voz apacible y delicada… y hay muchos otros ejemplos de desierto en la Biblia.

Y todos conocemos esa sensación de desierto. Es esa época seca (o la época de lluvias, en nuestro caso), ese momento en el que todo parece salir mal… cuando la oración se siente vacía y la vida se siente incierta. Pero anímense, porque a menudo es en este desierto donde Dios realiza su mejor obra. Aquí es donde finalmente Él tiene toda nuestra atención.

Cuando las cosas salen mal o empiezan a desmoronarse, de repente nos damos cuenta de cuánto lo necesitamos… y escuchamos su voz… Y así, nos tomamos tiempo para buscarlo, para escuchar su guía, para discernir qué quiere que hagamos y cómo quiere que avancemos.

Si somos sabios, usamos esas experiencias en el desierto para acercarnos a Dios, confiando en que no somos olvidados ni ignorados… Es como ese conocido poema, Huellas en la arena: en los momentos en que nos sentimos más solos, Dios nos sostiene, si tan solo lo supiéramos… El desierto es donde nos sentimos decaídos, aislados e ignorados. Sin embargo, es precisamente en esos momentos que Dios obra mejor en nosotros y a través de nosotros. Y es en esos mismos momentos que nos prepara para la siguiente etapa de nuestra vida.

3. “Arrepiéntanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”

El mensaje de Juan transmitía un sentido de urgencia, o mejor dicho, un sentido de enfoque. Quería que la gente comprendiera esta simple pero profunda verdad: que «el reino de los cielos está cerca». Decía: «No está lejos… Dios mismo se acerca. El cielo viene a la tierra». Y tenía razón, porque poco después, Jesús se apareció en esa misma orilla del río.

Así que, cuando Juan dijo «arrepiéntanse», no estaba regañando a la gente. Los estaba invitando. Estaba atrayendo a la multitud con la expectativa de que «Dios se acerca… así que no se lo pierdan. Preparen sus corazones para recibirlo».

Otra forma de verlo es imaginar que un rey o una persona muy importante viniera a nuestra casa, y donde naturalmente ordenaríamos y prepararíamos, retirando todo lo que no pertenece, toda la basura… Eso, en esencia, es arrepentimiento. No se trata de cepillos ni trapeadores, sino de corazones abiertos: limpiar el desorden interior para poder recibir a nuestro Señor… El arrepentimiento no se trata de culpa; se trata de gracia. Es el acto sencillo y esperanzador de prepararnos para ser renovados.

4. La Gente Acudió

Este fue el mensaje de Juan… y la gente acudió, multitudes… todos confesando sus pecados, entrando al río Jordán y siendo bautizados, todos listos para encontrarse con el Señor.

Buscaban renovación. Y ahí es donde comienza el avivamiento: cuando las personas se sinceran con Dios. Cuando alguien dice: «Señor, no puedo seguir así. Te necesito», es cuando Dios escucha. Y cuando decimos (con un corazón sincero y humilde): «Perdóname, Señor… he hecho mal», es cuando nos encontramos con Dios… y es entonces cuando todo comienza a cambiar.

Por otro lado… Dios resiste a los orgullosos. Incluso nos resiste a nosotros cuando nos enorgullecemos, y todos lo hacemos a veces; es parte de ser humanos. … Pero para que Dios realmente tenga comunión con nosotros, a menudo tiene que ponernos de rodillas. Necesita que reconozcamos nuestras limitaciones y nuestros fracasos, para poder derramar su gracia sobre los humildes, los mansos y los humildes, sobre todos aquellos que lo reconocen como Señor… y están dispuestos a escuchar.

Sé que estoy predicando a los conversos de nuevo, pero el mensaje de John estaba dirigido a personas que se encontraban en un punto de inflexión en sus vidas; personas que necesitaban algo nuevo. Y, sin embargo, su mensaje es igual de relevante para quienes somos mayores y más maduros en el Señor. … Cuando las cosas empiezan a ir mal, también necesitamos hacer una pausa, reflexionar y estar dispuestos a admitir: «Estoy haciendo algo mal».

No tienes idea de cuántas personas no pueden, o simplemente se niegan a, dar ese simple paso y admitir que están equivocadas. …Para ellos, arrepentirse y pedir perdón es señal de debilidad, algo que jamás harán. Y nuestra sociedad, junto con gran parte de nuestros medios de comunicación, solo refuerza esta actitud endurecida. Pero Dios no. Dios agradece nuestra honestidad, porque Él puede obrar a través de nuestro arrepentimiento de maneras que difícilmente podemos imaginar.

Así pues, el bautismo en el río fue un símbolo de purificación, una señal externa de un cambio interior. Era una forma de decir: «Mi antigua vida no funciona… lo que he estado haciendo no funciona… y estoy listo para algo nuevo». Me encanta la expresión moderna de esta idea, la que dice: «La locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes». Capta a la perfección la necesidad de salir de los viejos patrones y entrar en la gracia transformadora de Dios.

5. El Hacha y el Fruto

En el versículo 10, Juan dice: «El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; todo árbol que no da buen fruto, es cortado». …De nuevo, esto suena severo, pero sigue siendo cuestión de verdad, gracia y crecimiento.

En el huerto de Dios, Él no busca árboles perfectos, sino árboles fructíferos. Todos llevamos cicatrices, grietas y una historia… sin embargo, cuando nos arrepentimos, de alguna manera somos justificados ante Dios. Pero la pregunta más profunda es esta: ¿Estamos dando fruto? ¿Estamos produciendo amor, gozo, paz, paciencia, bondad? ¿Conoces el fruto del Espíritu? … Es una pregunta difícil, una que solo podemos responder en la tranquilidad de nuestro corazón, pero cuando lo hacemos, pronto nos damos cuenta de algo importante: que es imposible dar ese tipo de fruto sin arrepentimiento y perdón en algún momento del camino. … Piensa en eso.

6. Juan señala a Jesús

Continuando, Juan dice en el versículo 11: «Yo os bautizo con agua, pero después de mí viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de llevar las sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego». Juan sabe claramente quién es Jesús, aunque nunca lo ha conocido. Entiende que Juan es solo un mensajero, alguien que señala el camino. Sabía que el agua solo podía lavar el exterior, pero Jesús traería un bautismo que purifica el interior.

Juan podía preparar el camino para Jesús, porque Jesús es el Camino, Aquel que nos llena del Espíritu Santo y de fuego, un fuego santo que quema lo viejo y nos llena de vida nueva.

7. Un mensaje de esperanza

Así que no lo olvidemos: el mensaje de Juan, aunque apasionado, estaba lleno de esperanza. Después de cuatrocientos años de silencio, el pueblo de Israel finalmente escuchó de nuevo a un verdadero profeta, y su mensaje no fue de pesimismo. Fue un mensaje de esperanza: que Dios está cerca y que debemos preparar nuestros corazones para encontrarlo.

Quizás esa preparación signifique perdonar a alguien con quien hemos luchado. Quizás signifique dejar atrás la amargura y el resentimiento. … Todos, a veces, hemos llevado algo perjudicial para nuestro bienestar, algo de lo que solo el perdón de corazón puede liberarnos… evitándonos más dolor en el futuro.

Sea lo que sea —y todos somos diferentes, todos recorremos nuestros propios caminos y enfrentamos nuestros propios desafíos—. Cada uno tiene su propio camino que debemos despejar, porque Jesús, nuestro Rey, está cerca, y con él, está la vida, la alegría y la esperanza para nuestro futuro.

Amén. 1836 palabras