Summary: Dios es el único Justo

La semana pasada el pastor Andrés y un servidor tuvimos la oportunidad de viajar a Villahermosa para servir a un Presbiterio de Tabasco. Salimos un día antes, con tiempo, para poder estar listos y preparados para cumplir la encomienda.

El autobús salió a las 11 de la mañana y todo iba conforme a lo programado. Hizo su escala correspondiente en Campeche y continuó después de una breve parada. Casi llegando a la altura de Champotón nos detuvimos y después de unos diez minutos detenidos ya nos empezamos a inquietar.

Con el paso del tiempo nos enteramos que los cañeros de esa región habían puesto un bloqueo en la carretera para exigir justicia en algún asunto relativo a ese ramo. Ahí permanecimos y el tiempo pasaba y pasaba. Al final, estuvimos como 6 horas detenidos en ese lugar.

Este viaje del que debimos haber llegado a las 8 de la noche de ese día, resultó en que llegamos a las 5 de la mañana del siguiente día. Y lo peor es que debíamos estar listos para dar conferencias a las 9am. Gracias a Dios todo fue con mucha bendición de nuestro Dios.

Espero que los cañero hayan hallado algo de justicia, aunque a mí me pareció injusto llegar cansado a la labor que teníamos para realizar. Así nos parecen las cosas de esta vida…justas, injustas. Cada uno tiene, sin duda, su opinión.

Vivimos en un mundo donde la palabra “justicia” está desgastada. Todos hablamos de justicia, pero cada quien tiende a definirla a su manera. Desde el hijo que piensa que su papá está siendo injusto cuando le pide que esté en su casa a las 10 de la noche hasta los cañeros bloqueando carreteras, todos tenemos un sentido y anhelo de justicia.

El problema es que, a veces, lo que para unos es justo, para otros es opresión; lo que para unos es libertad, para otros es exceso, y lo justo o lo recto tiende a verse como algo relativo.

Por eso, es muy importante, que en medio de tanta confusión, lucha por justicia, tanto dolor, tanto caos social y familiar, recordemos este día lo que la Biblia enseña. Y lo primero que la Biblia nos enseña al respecto es esta verdad fundamental: Dios es el único verdaderamente justo.

Estamos ya casi cerrando nuestra serie: “Castillo Fuerte” en la que hemos estado considerando los atributos de Dios. Es decir, esas perfecciones que lo hacen ser quien es. Y en este mes en particular, hemos estado considerando algunos de los llamados “Atributos comunicables”, porque estas cualidades el Señor las comparte en alguna medida parcial con sus hijos, por supuesto, en medida humana.

Hoy nos toca explorar el atributo de la justicia de Dios. Dios es justo. Y es importante subrayar, que cuando hablamos de la justicia de Dios, no estamos diciendo solo que Él realiza actos de justicia; sino que su ser es justicia.

Él es el estándar. Él es la medida. Él es la garantía de que todo lo correcto, lo recto y lo verdadero existe y prevalecerá.

Juan Calvino, en sus Instituciones, define así lo que es la Justicia de Dios: La justicia de Dios es aquella rectitud según la cual Él, siendo juez recto, gobierna todas las cosas con integridad perfecta, recompensando lo bueno y castigando lo malo sin desviarse jamás de la equidad. (Institución III.20.45; I.17.2)

La justicia de Dios es básicamente su santidad en acción. Todo lo que es y hace refleja esa rectitud intachable, no puede ser manipulado, chantajeado o sobornado. Es incorruptible en todos sus juicios y decisiones.

Porque es justo, solo lo bueno es recompensado y lo malo recibe su consecuencia. El culpable no es tomado por inocente, sino es condenado. Dios es justo y eso tiene implicaciones para nosotros. Esta verdad no es abstracta, sino toca nuestra vida diaria, nuestro sufrimiento, y nuestra esperanza eterna.

Este día veremos tres implicaciones del hecho de que Dios es el único verdaderamente justo. Tres realidades que vienen porque nuestro Dios es justo.

Primero: Porque Dios es justo, tenemos un estándar de vida.

La justicia no es una idea humana que Dios adoptó. No es un bloque de leyes externo a Dios que Él decidió seguir. Dios es el estándar. Dios es la justicia. Su carácter norma y manifiesta lo que es recto, verdadero y bueno.

Deuteronomio 32:3-4 dice: Proclamaré el nombre del Señor. ¡Alaben la grandeza de nuestro Dios! Él es la Roca, sus obras son perfectas, y todos sus caminos son justos. Dios es fiel; no practica la injusticia. Él es recto y justo.

En un mundo donde lo que se considera correcto cambia de año en año, donde lo que ayer era malo hoy es aprobado y aplaudido, y mañana será obligatorio… el pueblo del Señor tenemos un fundamento firme e inconmovible.

Nuestro estándar de vida, no depende de modas, encuestas de popularidad, vistas, likes o quién legisla las leyes. No vivimos según tendencias, o corrientes. Sino, nuestro estándar es el carácter Santo y Justo de Dios. Si él no fuera justo, estaríamos huérfanos y errantes en cuanto cómo vivir en este mundo. Pero nuestro estándar no cambia, porque él no cambia. Es y será siempre justicia y rectitud.

El Salmo 119:137 declara: “Señor, tú eres justo y tus leyes son justas. Es decir: lo que Dios dice, es lo correcto. Lo que Dios manda, es lo bueno. Lo que él ordena es lo recto.

Por eso es tan importante e imprescindible que conozcamos su Palabra. Cuando no sabemos cómo responder o cómo actuar ante los desafíos diarios en este mundo, tenemos la dirección segura en la Escritura.

Puesto que él es justo, todo lo que dice, ordena y manda en la escritura es justo, es recto, es bueno. Desconfiar de la enseñanza de la Escritura, es desconfiar de que Dios es justo.

Cuando pongo en duda en mi vida si debo honrar o no a mis padres, estoy poniendo en duda la justica de Dios quien es el que marca el estándar de lo justo.

Cuando pongo en duda en mi vida si debo amar a mi esposa como Cristo amó a la iglesia, pongo en duda la justicia de Dios que establece el estándar de lo justo.

Cuando pongo en duda en mi vida cuán justo es que ore o bendiga a mis enemigos, pongo en duda la justicia de aquel que me dice que al hacerlo me pareceré al Padre celestial que hace salir su sol sobre justos e injustos.

En fin, mis hermanos, es porque Dios es justo que tenemos en verdad un estándar para poder vivir en este mundo. Nuestro estándar de vida no depende de nadie más, sino del carácter justo de tu Dios.

En nuestras decisiones no debemos simplemente seguir nuestro corazón, sino la dirección firme, segura y recta de Su Palabra.

Si Dios es justo, entonces sus hijos debemos practicar justicia: amar lo bueno, rechazar lo malo, actuar rectamente incluso cuando aparentemente nadie nos ve. Porque Dios es justo, podemos saber cómo vivir en este mundo. Él es la norma perfecta de vida recta.

Dios es justo y tenemos un estándar de vida. Pero hay una segunda implicación de la justicia de Dios.

Porque Dios es justo, tenemos esperanza, aunque suframos injusticias.

Si hay algo que es común en este mundo es la vivencia de la injusticia. Es algo inevitable de experimentar en esta tierra.

Injusticia en sistemas, en tribunales, en familias, en empleos, en relaciones… incluso en iglesias.

Todos hemos sido víctimas de algo injusto: algún abuso, alguna traición, alguna mentira, alguna discriminación, alguna corrupción.

En lo personal, hay por ahí un ingeniero, que no cumplió a cabalidad el trabajo que se comprometió a concluir con el recurso entregado de mi crédito Infonavit y tuve que pagar para que se concluyera, a parte de pagar la totalidad de mi deuda. Quizá tú también pudieras dar ejemplos de injusticias vividas en tu vida.

Lo más triste, es que, si somos sinceros, tendríamos que reconocer que no sólo hemos sido víctimas de injusticias, sino también hemos sido, en alguna medida, perpetradores de injusticias sobre otros. No siempre hemos tratado justamente a las personas a nuestro alrededor.

No siempre fuimos totalmente honestos en un asunto para sacar algún provecho personal. No siempre hicimos lo que era lo correcto en una situación, traicionando la confianza de alguien más. En fin, la injusticia es algo que forma parte de nuestra experiencia de una u otra forma.

Y cuando somos víctimas de alguna injusticia, nos quedamos con un sentido de insatisfacción ante la situación, aun cuando se atiende y los perpetradores reciben ciertas consecuencias por sus acciones malvadas. Como que no hay justicia, aunque se haya recurrido a las instancias pertinentes. Peor aun cuando a pesar de haberlo atendido, los malhechores salen impunes. La frustración es inimaginable.

Pero aun en esas circunstancias el cristiano puede tener una esperanza certera. La verdadera justicia no depende de la tierra, sino del cielo. Aun cuando en la tierra no encontremos justicia, la encontraremos proveniente del cielo, al final de cuentas.

El Salmo 9:7-8 dice: Pero el Señor reina por siempre; para emitir juicio ha establecido su trono. Juzgará al mundo con justicia; gobernará a los pueblos con equidad.

El es el juez justo de toda la tierra y juzgara al mundo con verdadera justicia. Esto no es una sugerencia o una posibilidad. Es una certeza.

Porque él es Señor Justo que reina por siempre y su trono de juicio está establecido, él hará verdadera justicia en el mundo.

A esto necesitamos aferrarnos los que hemos sido víctimas de injusticias. Quizá en la tierra no has visto justica. Hoy quizás tu caso fue ignorado. Hoy quizás tus lágrimas no tuvieron respuesta humana. Pero escucha la voz del Dios justo en Romanos 12:19:

No tomen venganza, queridos hermanos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor.

Porque Dios es absolutamente justo podemos tener la certeza de que ninguna injusticia quedará eternamente impune. El juez justo sobre la tierra se encargará de pagar justamente a cada quien. Él es el único que juzga justamente y quien paga justamente.

No hay necesidad que vivamos eternamente con una sed de venganza. Él tomara todo asunto en sus manos.

Ninguna injusticia quedará sin ser enderezada. Toda lágrima será contada. Toda herida será atendida. Todo abuso será juzgado. Todo mal será corregido. Todo sufrimiento será sanado.

Y esta esperanza culmina gloriosa y eternamente como declara Apocalipsis 21:3b-4: Él habitará en medio de ellos y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte ni llanto, tampoco lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir».

Todos los hijos de Dios que hemos sufrido injusticias que, aunque atendidas en la tierra no lograron traer justicia verdadera en la tierra, tenemos una gran esperanza real y eterna que nos hace vivir de manera diferente a pesar de cohabitar temporalmente con injusticias pendientes.

Porque Dios es justo y tenemos esta esperanza verdadera en que él se hará cargo de traer verdadera justicia a la tierra en todo asunto, podemos vivir sin tomar la “justicia” en nuestras propias manos.

Cuántas personas, ante la frustración de no hallar la justa retribución al malhechor al acudir a instancias en la tierra, toman acciones personales punitivas en represalia al que cometió la injusticia. Los cristianos somos llamados a usar sólo las armas del bien para batallar contra el mal.

Ten cuidado de no caer presa de la impaciencia de tal forma que tomes decisiones que te lleven a reflejar al mundo y cómo atiende estos asuntos, en vez de reflejar a Cristo. Porque Dios es justo y el vengará con justicia, tiene sentido entonces, obedecer su palabra de pagar con bien al que te hace mal, de que si tu enemigo tiene hambre, le des de comer, y si tiene sed, le des de beber.

Puesto que Dios es justo y el vengará con justicia, no tienes que vivir amargado por lo que te hicieron. Ese coraje por la injusticia impune es un cáncer espiritual que afecta todo tu ser. No tienes que vivir así.

Puedes descansar en el hecho, de que el ejecutor de la venganza, dice: La venganza es mía, yo pagaré. Y caer en manos de un Dios vivo es algo horrendo y que no puede ser comparado con el castigo que cualquier tribunal terrenal pudiera ejecutar.

Así que hermano, si estás cargando esa amargura por la injusticia impune en tu vida, si el culpable no recibió su justa consecuencia y esto ha atormentado tu vida por años, hoy puedes tener esperanza verdadera en el Dios justo que no toma por inocente al culpable y que vengará, hasta sus últimas consecuencias, todo lo que deba ser vengado, porque él es un Dios justo y es contrario a su naturaleza dejar impune a algún culpable.

En vez de desgastar tu vida en una venganza, inviértala en buscar la gloria del Dios justo. Entrega tu causa al juez justo, él hará lo correcto y tú vive para él y para su gloria.

El atributo de la justicia de Dios establece un estándar y garantiza una esperanza ante las injusticias, pero hay una tercera implicación de este atributo de Dios.

En tercer lugar, Porque Dios es justo, tenemos un gran Salvador.

La justicia de Dios también explica por qué necesitamos un Salvador. La justicia perfecta de Dios exige que el pecado sea castigado. Él no puede simplemente “perdonar” sin más al culpable, como si dijera: —“Bueno, no pasa nada, olvidémoslo.”

Si Dios hiciera eso, dejaría de ser justo.

La Biblia enseña claramente que la justicia de Dios demanda que el pecador muera irremisiblemente.

Romanos 6:23 dice: Porque la paga del pecado es muerte, mientras que el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Lo que es justo para el que peca es la muerte. Esa es la paga, es lo que corresponde, es lo justo. Ya desde Adán estábamos advertidos, “El día que de él comas, ciertamente morirás”.

Dios dejaría de ser justo si hubiera algún pecador que siguiera viviendo así no más porque sí. El pecador que muere está recibiendo el justo juicio de parte de Dios.

Pero Dios hizo algo maravilloso para no comprometer ni un milímetro su justicia: Envió a un salvador. A un substituto del pecador. A alguien que tomara el lugar del pecador culpable para que su justicia fuera cumplida, al mismo tiempo que mostraba su grande amor, misericordia y gracia.

Por eso dice que, aunque la paga del pecado es la muerte, hay un regalo maravilloso de vida eterna en Cristo. La salvación del pecador perdonado es un acto de pura gracia, es un regalo de principio a fin.

Pero no es un regalo que no costó. Para que ese regalo pudiera otorgarse, tuvo que cumplirse con toda justicia de Dios. Los que están en Cristo reciben gracia, pero Dios asumió el costo de que su justicia permaneciese intacta.

En nuestra salvación, la justicia de Dios no fue anulada, al contrario, fue totalmente cumplida en Jesucristo.

En la cruz, Dios castigó el pecado del justamente culpable, del condenado, del que merecía todo el peso de la ley, del que no podía quedar impune. Pero lo castigó en Cristo. La justicia se cumplió plenamente, la sentencia justa se cumplió: Alguien murió. La paga del pecado se completó sin titubeos.

Pero fue el justo quien murió por los injustos. Fue el que no tenía pecado quien cargó sobre sí sustitutivamente con nuestros pecados. El que debía condenarnos se convirtió en nuestro sustituto.

Como dice 1 Corintios 5:21: Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios.

Dios es justo y el culpable tenía que recibir su merecido, por eso, en su gracia, proveyó a un salvador, a alguien que tomara el lugar del culpable

Puesto que Dios es justo nos dio un gran salvador. De esta manera su justicia perfecta y su amor perfecto se conjuntan en una persona: Jesucristo.

Como dice Romanos 3:25-26 de una manera gloriosa:

Dios lo ofreció [a Jesús]como un sacrificio para obtener el perdón de pecados, el cual se recibe por la fe en su sangre. Así demostró su justicia, porque a causa de su paciencia, había pasado por alto los pecados pasados. Lo hizo para demostrar en el tiempo presente su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús.

La evidencia más grande de que Dios es verdaderamente justo la tenemos en la cruz del calvario. No podríamos ser perdonados sin que la justicia fuera cumplida. El costo de nuestra salvación fue la muerte de Cristo.

Cada vez que consideres el sacrificio sustitutivo de Cristo por el pecador, recuerda que toda justicia fue cumplida en la cruz. La Cruz no solo es la evidencia de la sublime gracia de Dios, sino al mismo tiempo es una evidencia irrefutable de que Dios es justo.

¡Qué maravilloso es nuestro Dios que nos ha dado un majestuoso y tan grande Salvador en Jesucristo! ¡Qué proclamación más contundente de su justicia tenemos en la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo!

Hermanos, al contemplar la justicia de Dios —esta perfección gloriosa que lo define, lo caracteriza y lo exalta por encima de toda criatura— no podemos salir de este lugar indiferentes. Este atributo no es simplemente una buena enseñanza para considerar, sino una verdad firme para sostener nuestra vida entera.

Porque Dios es justo, tenemos un estándar. No necesitamos caminar a ciegas, ni dejarnos arrastrar por opiniones, modas o emociones. El Dios justo nos ha dado su Palabra para mostrar qué es bueno, qué es recto y qué es verdadero de acuerdo con su carácter santo.

A la luz de su Palabra, quizá hoy tengas que revisar decisiones, actitudes o hábitos. Tal vez debas corregir un trato injusto hacia alguien. Tal vez debas pedir perdón. Pero hazlo con la confianza de que es lo que corresponde de acuerdo con nuestro Dios que es justo.

Porque Dios es justo, también tenemos esperanza, aun cuando las injusticias de esta vida nos abruman, nos hieren y nos marcan. Nada de lo que has vivido está escondido de los ojos del Juez perfecto y justo.

Quizá hoy llegas con heridas abiertas, con frustraciones profundas, con lágrimas viejas que todavía duelen. Pero mi hermano, El Dios justo ve, conoce, recuerda. Él juzgará con rectitud en toda la tierra. Puedes soltar la amargura. Puedes descansar.

En Cristo, ninguna injusticia quedará sin ser atendida. Ningún dolor quedará sin consuelo. Ningún abuso quedará sin sentencia. Aun si hoy no ves justicia, la verás. Aun si en esta vida no hay reparación, la habrá en la venidera. No tomes en tus manos lo que sólo Dios puede enderezar. Camina en paz. Perdona. Haz el bien. Sigue a Cristo. El Juez justo hará lo suyo.

Y finalmente, porque Dios es justo, tenemos un Salvador.

El mayor acto de justicia divina no ocurrió en un tribunal humano, sino en una cruz. Allí Dios castigó el pecado… pero no sobre ti ni sobre mí. Allí la santidad de Dios se encontró con su amor perfecto en la persona del Hijo.

Si hoy estás en Cristo, puedes estar seguro: No hay condenación. No hay deuda pendiente. No hay sentencia en espera. Todo fue pagado.

Y si aún no has venido a Cristo, si aún estás lejos, escucha:

El Dios justo te llama. No puedes enfrentar su justicia por ti mismo. Ven arrepentido a Jesucristo. Confía en el único que puede justificar al pecador sin dejar de ser perfectamente justo.

Hermanos, en un mundo donde la injusticia aún persiste, donde las verdades cambian, donde los corazones se cansan, el pueblo de Dios puede afirmar con firmeza: Nuestro estándar no cambia, nuestra esperanza no muere y nuestro Salvador vive.

Por eso hoy podemos decir: Nuestro Dios es justo, el único verdaderamente justo y a Él sea la gloria.