Hoy llegamos al final de nuestra serie: “Llamados a ser santos” en la que hemos estado considerando la identidad y llamado a la santidad, basándonos en pasajes seleccionados de la primera epístola a los Corintios. Espero que hayas podido leer esta hermosa epístola durante este mes.
Desde los primeros versículos, el apóstol Pablo declaró lo siguiente 1 Corintios 1:1-2 NBLA Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos…
En esta frase encontramos la identidad de los que están en Cristo, son nombrados como santos (los santificados en Cristo Jesús). Esa es nuestra identidad.
Pero a los que tienen esta identidad, inmediatamente se les hace un llamado puntual: Llamados a ser santos. Este es nuestro llamado: la santidad. Es decir, aborrecer y abandonar cada día más el pecado, y abrazar cada día más nuestra identidad en Cristo, para ser cada día más como Jesús.
Es decir, la santidad es una identidad y es un llamado al mismo tiempo. Es una posición y es un proceso. Es algo que podemos dar por sentado y algo en lo cual debemos accionar con intencionalidad.
Y como hemos visto, el resto de la epístola, el apóstol aborda varios temas pertinentes a esa identidad y llamado a la santidad que debían vivirse por la iglesia en Corinto. No obstante, aunque nosotros no vivimos en el Corinto del primer siglo, tenemos mucho en común con estos cristianos y estas enseñanzas tienen relevancia para nosotros también.
También nosotros, los que hemos creído en el evangelio de Jesucristo, hemos sido colocados en esa posición de santidad por la obra de Cristo, y somos llamados a este proceso de santificación, que durará toda la vida, y para el cual debemos poner toda intencionalidad y dedicación, sabiendo que el que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará para el día de Jesucristo.
Como dice nuestra serie, somos llamados no solo tener la posición o identidad de santos, sino somo “llamados a ser santos”.
Y uno de los temas que se abordan hacia la mitad de la epístola es el tema de la idolatría y la interacción del cristiano en una cultura humana llena de ídolos del corazón.
Corinto del primer siglo era una ciudad cosmopolita y como tal atraía a personas de distintas culturas dentro del imperio romano. Donde hay muchas culturas juntas, suele haber mucha confusión sobre todo en lo moral, por la influencia que tienen los diversos estilos de vida.
Aunado a esto, Corinto era una ciudad llena de templos y prácticas religiosas provenientes de Roma y de Grecia. El culto a la diosa Afrodita era especialmente prominente, y su templo, el Afrodisión, albergaba la práctica de la prostitución sagrada.
Este era el entorno en el que la iglesia incipiente empezó a desarrollarse en Corinto, habiendo sido pablo el plantador.
Puedes imaginar los problemas que se podían estar dando en esa comunidad cristiana si la cultura preponderante en corinto era una donde las prácticas del paganismo y la idolatría eran lo más cotidiano y natural.
Lo más normal del mundo para una persona en esa ciudad era ir a los templos y hacer uso de la prostitución sagrada. Lo más normal del mundo en corinto era participar comiendo en los rituales paganos en adoración a sus ídolos favoritos.
Cosas, tan comunes, como comprar carne en el mercado, de alguna manera tenía sus nexos con algún ritual religioso ofrecido a alguna deidad pagana en algún templo de la ciudad. O sea, la idolatría era algo con lo que los corintios tenían que lidiar todos los días.
Podemos pensar, pobres esos corintios que vivían en esas circunstancias. Pero la verdad hermanos, nosotros no nos damos cuenta, pero vivimos en un mundo muy similar. Ciertamente, muy poco tenemos que lidiar con idolatría pagana donde se adore a los astros o alguna deidad del ocultismo, o se hagan rituales extraños o que comprometan la moralidad.
Pero vivimos en una cultura donde la idolatría (es decir, la sustitución de Dios por algún aspecto de la creación; o tratar algún aspecto de la creación como nuestro Dios funcional) es algo de todos los días. Es tan cotidiano que casi ni nos damos cuenta y tenemos que ser alertados para descubrir los ídolos de nuestros corazones que se han hecho imperceptibles porque están en, con y debajo de todo lo que hacemos en la cultura circundante.
Estos ídolos no se adoran en templos, pero influyen en nuestras decisiones, en la manera en que vivimos, en lo que preferimos, en lo que rechazamos, en la educación que damos a nuestros hijos, en fin, los ídolos culturales son muy peligrosos porque no tienen una representación física, no son una escultura o una estatua, pero son objeto de nuestra devoción y su adoración controla nuestras vidas.
Cualquier cosa puede ser un ídolo promovido en la cultura, incluso, cosas no necesariamente malas en sí mismas, pero que nuestros corazones ponen en lugar de Dios como el centro de nuestras vidas: Comodidad, prestigio personal, éxito económico, aceptación de los demás, placer, la imagen personal, la perfección en todo, control, posición social, logros académicos y la lista puede seguir y seguir. Cosas, no necesariamente malas en sí mismas, pero cuando ocupan el lugar de Dios en nuestras vidas, se vuelven ídolos de nuestro corazón.
Entonces, nosotros también necesitamos saber cómo vivir en una cultura infestada de ídolos. Nosotros también necesitamos la dirección de la Palabra para saber mucho más allá de si puedo comer pib o no, este 1 de noviembre.
Los cristianos corintios preguntaron al apóstol acerca de si debían o no comer carne que era ofrecida en sacrificio a los ídolos en los templos paganos. En corinto había algunos cristianos que se negaban totalmente a hacerlo. Otros, la comían sin pensarlo mucho y pensaban que a los que no comían les faltaba madurez y conocimiento y por eso se abstenían.
Había, sin embargo, otros, que no sólo comían la carne, sino que iban y participaban en los rituales idólatras y confundían su fe en una especie de sincretismo. Había otros, indecisos que al ver todo esto, no sabían qué hacer y solo imitaban al que tuvieran enfrente, sin estar convencidos en realidad de lo que hacían, llevados de aquí para allá en sus débiles convicciones. Todo esto causaba dificultades y conflictos entre los mismos miembros de la iglesia de Corinto.
Ante todos estos escenarios, el apóstol dedica aproximadamente tres capítulos del 8 al 10 para hablar del tema. De este rico pasaje en enseñanza, derivaremos tres acciones intencionales para vivir ante una cultura donde la idolatría está presente. Tres acciones del cristiano ante la idolatría.
Primero, Afirma tu convicción ante la idolatría.
Pablo, abre esta discusión, hablando principalmente al grupo de aquellos que no tenían problema con comer de lo sacrificado a los ídolos. Estos conocían bastante bien muchas de las verdades bíblicas acerca de la idolatría y tenían convicciones firmes al respecto. Pero, aunque sabían mucho, les faltaba un ingrediente importante, el amor hacia los demás. No estaban siendo ni pacientes ni muy amables con los que tenían algún tipo de problema con esto. Por eso Pablo les dice que el conocimiento envanece o hace que te vuelvas orgulloso, mientras que el amor edifica a los demás.
Pero después de poner en su lugar a los que con su conocimiento se estaban volviendo orgullosos, el apóstol afirma verdades muy importantes y básicas de nuestras convicciones como cristianos.
1 Corintios 8:4-6 NVI dice: 4 De modo que, en cuanto a comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que un ídolo no tiene ningún valor en este mundo y que hay un solo Dios. 5 Aunque haya los así llamados dioses, en el cielo o en la tierra (y por cierto que hay muchos «dioses» y muchos «señores»), 6 para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y para el cual vivimos; y no hay más que un solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe y por medio del cual vivimos.
Ante la idolatría, los cristianos debemos afirmar nuestra convicción fundada en la verdad de la Palabra.
Este es el punto de partida, del apóstol. Básicamente, si estamos hablando de dioses y de adoración debida a los mismos, nuestra convicción fundada en la Palabra es que No hay más que un solo Dios.
Esta afirmación, excluye y descarta, cualquier posibilidad de que algo o alguien sea considerado como un dios o deidad. Por lo tanto, esos que llamamos o tratamos como dioses, fuera de nuestro Dios, no tienen ningún valor real. En otras versiones dice: Un ídolo nada es. Los ídolos no son verdaderas deidades y no deben ser tratados con la superstición del paganismo.
La biblia, de hecho, señala como los hombres cortan un pedazo de madera, lo tallan y luego se postran delante de él y le dicen: “Mi Dios”. Lo mismo podemos decir del hombre moderno que quizá no se postra delante de un pedazo de madera, pero sí se postra ante su ídolo del dinero, de la comida, del sexo, del status, de la comodidad, de una relación indebida, de un deporte, de un videojuego, de un celular y le dice: “Tú eres mi Dios, si no te tengo, no vale nada mi vida”.
Pero aquí se afirma que nuestra convicción ante un mundo de idolatría es que hay un solo Dios, de quien todo procede y para el cual vivimos y hay un solo Señor, por quien todo existe y por medio del cual vivimos.
Este único Dios, no le dejó lugar a nadie más. Todo procede de él y por medio de él todo existe. Para él y por medio de él vivimos.
Por lo tanto, pensar en algo que si quiera huela a idolatría es un absurdo. ¿Para qué dedicar tu tiempo, devoción, energía, vida a algo o alguien que nada es? Fuimos hechos sólo para adorar, amar, confiar, servir y vivir sólo para aquel de quien todo procede y por medio de quien todo existe. De él, por él y para él somos para siempre. La idolatría no tiene lugar alguno en la vida del creyente. Esta es nuestra convicción que debemos afirmar en una cultura plagada de idolatría rampante.
Hermanos, nuestra convicción de la adoración al único Dios vivo y verdadero debe guiar nuestras vidas a considerar donde he estado siguiendo la cultura de idolatría en lugar de seguir la Palabra de Dios. Dónde he estado guardando ídolos en mi corazón y están controlando mis decisiones, pensamientos, actitudes y acciones en vez de la voluntad del único por el que soy y existo.
Los ídolos nada son y su adoración es vana. Afirmar esta verdad, tener esta convicción debe llevar mi vida y corazón a la adoración del único Dios que existe en el cielo y en la tierra. Ante la idolatría, afirmemos nuestra convicción de la verdad.
Pero en este pasaje hay otra acción importante para los que estamos viviendo en un mundo donde la idolatría es lo más cotidiano de la vida.
En segundo lugar, Admite tu vulnerabilidad ante la idolatría.
En Corinto había algunos cristianos que porque tenían el conocimiento de la verdad acerca de los ídolos y sabían que un ídolo nada es, comían sin problema de lo sacrificado a los ídolos, y Pablo les dice, está bien, no hay problema. Ciertamente, no te va hacer ningún daño espiritual comer esa carne. Esa carne no tiene ni un poder mágico para afectarte espiritualmente.
Es como comer pib el primero de noviembre, comer ese tamal sabroso, en sí mismo, no te va a hacer ningún mal espiritual, quizá si físicamente en términos de salud y nutrición, pero no espiritualmente. Es un tamal y punto. Porque los ídolos nada son.
Pero en Corinto, algunos cristianos no solo comían la carne sacrificada a los ídolos, sino perdiendo un poco el sentido de las cosas, comenzaron a participar en los rituales paganos e idolátricos y comían como participantes activos en estas fiestas, bajo el mismo argumento de que nada les iba a pasar porque los ídolos nada son.
Pensaban que eran intocables e invulnerables a los efectos de la idolatría. Pensaban que podían navegar en el mar de la idolatría en la que vivían sin mojarse o naufragar en sus aguas. Pero sabemos que una cosa es comer un pedazo de carne que fue parte de un ritual y otra cosa muy distinta es confiarme tanto, envanecerme tanto, como para pensar que soy tan fuerte y maduro que puedo vivir sumergido en un mar de idolatría sin sucumbir a su influencia.
Pablo advierte con palabras nada suaves contra esta actitud. Ante la idolatría debemos admitir que somos vulnerables para tomar las precauciones pertinentes.
Dice 1 Corintios 10:1-6 NVI No quiero que desconozcan, hermanos, que nuestros antepasados estuvieron todos bajo la nube y que todos atravesaron el mar. 2 Todos ellos fueron bautizados en la nube y en el mar para unirse a Moisés. 3 Todos también comieron el mismo alimento espiritual 4 y tomaron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los acompañaba, y la roca era Cristo. 5 Sin embargo, la mayoría de ellos no agradaron a Dios y sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.6 Todo eso sucedió para servirnos de ejemplo, a fin de que no nos apasionemos por lo malo, como lo hicieron ellos.
Pablo hace una conexión entre el Israel del desierto con los corintios cristianos que vivían en una cultura de idolatría, y aunque en su mayoría eran gentiles (es decir, no judíos), Pablo les dice que los israelitas del éxodo de Egipto fueron también, en ese sentido de conexión como un solo pueblo de Dios, también sus antepasados.
Esos antepasados, todos pasaron el mar rojo guiados por la nube unidos como un solo pueblo bajo la dirección de Moisés, todos comieron el mismo maná y todos bebieron del agua de la misma roca, y para traerlo a casa, todo lo aterriza en términos cristianos. Pero la mayoría de ellos no pasó más allá del desierto. ¿Qué sucedió? Se apasionaron por lo malo. Idolatraron lo malo. Codiciaron lo malo. Lo que era contrario al Señor.
Y nos dice la Escritura que esto es un ejemplo para nosotros; para que no nos confiemos en nuestra supuesta madurez, nuestra supuesta fortaleza, en nuestro supuesto conocimiento, para pensar que podemos por nosotros mismos enfrentar la idolatría que hay a nuestro alrededor.
Los versículos 11 y 12 de 1 Corintios 10 NVI siguen diciendo: 11 Todo eso les sucedió para servir de ejemplo y quedó escrito para advertencia nuestra, pues a nosotros nos ha llegado el fin de los tiempos. 12 Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer.
La exhortación es clara para nosotros también. No hay nadie que esté tan firme y maduro, lleno de conocimiento, que pueda decir, yo soy invulnerable a la idolatría. Yo puedo estar en el medio más idólatra y salir intacto. Yo no tengo que cuidarme ni estar analizando las cosas, porque estoy más que seguro de que nunca voy a caer. ¡Soy suficiente en mí mismo!
La Escritura nos esta mostrando que ante la idolatría en la cultura tenemos que estar alertas. Somos advertidos de cómo han caído en el pasado personas que participaron de los beneficios y bendiciones del pueblo de Dios.
Necesitamos abrir nuestro corazón a esta realidad. Puede ser que estamos tan confiados en medio de la cultura del mundo que ya dejamos de estar alertas y velando en todo tiempo y nuestros corazones han abrazado ídolos de la cultura que nos están llevando a la ruina y ni siquiera nos hemos dado cuenta. Y nos molestamos con aquellos hermanos que a veces quieren animarnos y exhortarnos.
Quizá no nos damos cuenta de nuestra idolatría reflejada en nuestras publicaciones en redes sociales. El Facebook y el Instagram son medios donde proclamamos lo que adoramos.
Quizá no nos damos cuenta de nuestra idolatría reflejada en la manera en la que estamos educando a nuestros hijos o en la que estamos llevando nuestro matrimonio.
Quizá no nos damos cuenta de nuestra idolatría reflejada en nuestras finanzas personales, en nuestra forma de alimentarnos, en nuestras prácticas dominicales, en nuestra administración del tiempo.
En fin, el que crea estar firme, mire que no caiga. Somos advertidos de los peligros de la idolatría y nuestra vulnerabilidad ante ella. Si no la consideramos un peligro o una posibilidad en nuestras vidas, no hay razón para estar alertas. Por eso, es muy importante admitir que somos vulnerables a la idolatría en nuestro corazón. Hagamos caso a las advertencias.
Pero hay algo más en este pasaje que mueve nuestros corazones ante la cultura de idolatría en la que vivimos.
En tercer lugar, Acciona tu corazón ante la idolatría.
O sea, muévete. Manos a la obra. Finalmente, Pablo va aterrizando toda su discusión sobre el tema, dando instrucciones particulares de aplicación de lo que ha venido diciendo. Así nosotros también somos llamados a la santidad accionando nuestro corazón al practicar los principios bíblicos.
Resiste la tentación.
1 Corintios 10:13: Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.
En el contexto de caer presa de la idolatría, es decir, de sustituir a Dios en tu corazón con algo o alguien más. La Escritura nos está diciendo tres cosas importantes: 1. La tentación aunque se sienta inhumanamente fuerte, no sobrepasa el rango o nivel de lo que los seres humanos podemos resistir.
2. La tentación podrá parecerte que supera tu capacidad de resistir, pero debes saber que Dios es fiel y él no permite que seas tentado más de lo que puedes resistir. Es decir, Dios es tan fiel que en un sentido, las tentaciones son de acuerdo a tu capacidad de resistir.
Y 3. Cuando llegue la tentación, debes inmediatamente buscar la salida. Hay un letrero grandote y con todas sus luces que dice: “Salida” en cada tentación que enfrentamos. Así que apúrate sin pensarlo mucho hacia la salida en el tiempo de tentación.
Ante la fuerte influencia para que idolatres algún aspecto de la creación, dando la espalda al Dios vivo y verdadero, acciona tu corazón resistiendo la tentación.
Aléjate de la idolatría
Dice 1 Corintios 10:14 y 20-22. Por tanto, mis queridos hermanos, huyan de la idolatría […] No, sino que cuando ellos ofrecen sacrificios, lo hacen para los demonios, no para Dios; y no quiero que ustedes entren en comunión con los demonios. No pueden beber de la copa del Señor y también de la copa de los demonios; no pueden participar de la mesa del Señor y también de la mesa de los demonios. ¿O vamos a provocar celos al Señor? ¿Somos acaso más fuertes que él?
Pablo ya le habla de esta manera a los que estaban participando en los festines que se realizaban en los rituales paganos en los templos a los ídolos. Ya no se trataba solo de comer la carne que se vendía posteriormente en el mercado, sino de una participación total, casi en un sincretismo, pensando que no había problema alguno con su fe y testimonio cristiano.
Pero como creyentes no podemos compaginar, participar, compartir el corazón con algún tipo de idolatría. Al contrario, debemos alejarnos, huir de ese escenario en el que nos sentamos como otro adorador más de un ídolo.
Analicemos nuestras vidas, ¿Dónde en mi vida estoy actuando como si mi fe en Cristo fuera compatible o sea lo mismo que la adoración a algún ídolo de la cultura?
¿Si analizara más de cerca el entretenimiento que escojo sería como que estoy participando de la mesa del Señor y de los demonios al mismo tiempo?
¿Será que mis prácticas de la cultura de la esfera donde me muevo podrían más bien verse como estar compartiendo la copa del Señor y al mismo tiempo la copa de los demonios?
¿Será que la idolatría está tan camuflajeada en la vida diaria que ya ni me doy cuenta de cuando debo alejarme de alguna práctica o situaciones en mi vida?
Dios nos de sabiduría para buscar la santidad huyendo de todo lo que huela a idolatría.
Busca glorificar a Dios
1 Corintios 10:31 dice: En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios.
Los corintios habían desviado la mirada de lo más importante: que la gloria del Señor sea lo que ocupe y consuma sus vidas. Estaban más preocupados por juzgarse unos a otros o condenarse unos a otros, que dejaron de pensar que esta vida se trata de glorificar a Dios.
No mis intereses, ni mis preferencias van primero, sino lo primero de lo primero es la gloria de Dios. Con mucha facilidad podemos olvidar que este es el propósito de nuestras vidas.
Ante las dudas y situaciones que trae los ídolos en la cultura, recordemos que ya no vivimos para nosotros mismos, sino para aquel que entregó su vida por nosotros. Nuestro propósito en la vida es glorificar a Dios. Comer o beber o cualquier otra cosa ya no se trata de algo irrelevante, sino se trata principalmente de que Dios sea glorificado.
Esa es entonces una pregunta importante ante la duda que traiga la idolatría en la cultura: ¿Esto que quiero hacer o me propongo decir, glorifica a Dios?
Que la gloria de Dios sea para nosotros asunto de vida o muerte. Que sea nuestro no negociable, nuestro fin último en la vida.
Ama a tu prójimo
1 Corintios 10:32-33 No hagan tropezar a nadie, ni a judíos, ni a los que no son judíos, ni a la iglesia de Dios. Hagan como yo, que procuro agradar a todos en todo. No busco mis propios intereses, sino los de los demás, para que sean salvos.
Antes de hacer algo relacionado con la cultura donde la idolatría está presente, recuerda pensar en los demás antes que en ti. Quizá para ti, no vaya a representar algo que afecte tu fe, tu confianza en el evangelio o la gloria de Dios. Pero quizá haya personas que serán testigos de tu proceder y ellos serán desanimados en su fe, entenderán equivocadamente el evangelio o serán animados a hacer algo que deshonra al Señor.
En esos casos de duda entre qué hacer y qué no hacer, el amor al prójimo nos va a orientar para bien. Si voy a ser piedra de tropiezo para alguien, por amor, entonces, limitaré mi libertad para que ese hermano no sea afectado.
¿Qué es lo que debemos tener en mente como lo más importante en esos casos? ¿El uso de mi libertad en Cristo? ¿O la edificación o salvación de alguien más? Por sobre mi libertad, está la salvación. A veces, nuestra libertad será limitada, para que alguien más se acerque a Cristo, y por eso, vale la pena todo.
Nuestro llamado a ser santos incluye tener un corazón exclusivamente entregado a Cristo nuestro Señor, por quien somos, vivimos y existimos.
Que el Señor nos ayude siempre a afirmar nuestras convicciones que emanan de la Palabra Santa, a admitir nuestra vulnerabilidad ante la tentación de la idolatría y a accionar nuestros vidas y corazones para batallar contra esa fuerte influencia de la cultura del mundo que quiere ofrecernos a dioses que no son dioses, y hacer que abandonemos o suplantemos al único que es el Dios vivo y verdadero, que reina para siempre y para quien es todo el honor, el imperio y la gloria eternamente, amén.