Summary: El poder envanece, es efímero y descepciona

Esta semana fue noticia nacional y fenómeno viral una lamentable trifulca en el senado de la República entre dos personajes muy conocidos de la escena política del país.

Todos podemos tener nuestra opinión al respecto, quizá apoyando a uno o a otro bando, y la intención aquí no es despertar ningún tipo de debate. Sino simplemente notar la realidad de que el poder es ejercido por frágiles y falibles seres humanos que pueden llegar con facilidad a dejar de usar las palabras adecuadamente para construir y pasar a conductas violentas que solo destruyen y polarizan.

Quizá podemos ser muy severos en nuestro juicio contra uno u otro personaje involucrado, pero cuando hacemos un análisis más sincero de nuestros propios corazones, tenemos que reconocer que muchas veces nosotros no somos mejores.

También nosotros, en las posiciones de poder que Dios nos ha dado, nosotros también en esas posiciones en las que influimos o dirigimos el comportamiento de otros, no siempre tendemos a dar un uso santo y edificante al poder que Dios nos ha otorgado, sino somos negligentes o abusamos de él.

Todos en alguna forma o circunstancia hemos sido dotados de poder para influir en el comportamiento de alguien más. Por ejemplo, muchos somos cónyuges, otros somos padres, somos hermanos mayores, somos dueños de mascotas. Varios somos jefes, supervisores, encargados, responsables de área, otros más somos servidores públicos en alguna dependencia gubernamental, otros somos oficiales eclesiásticos, líderes de grupo pequeño o ministerio y bueno, la lista puede seguir y seguir.

A todos de alguna forma o manera se nos ha otorgado cierto poder, es decir, la capacidad de influir o dirigir el comportamiento de alguien más. Esta es una realidad de la vida humana.

Ahora bien, el problema no está en el hecho mismo del poder, sino en nuestros propios corazones. Porque cuando sacamos a Dios del cuadro, el poder se puede volver algo muy peligroso y destructivo.

Precisamente, en nuestra serie de sermones de este mes, la cual terminamos este día, hemos estado explorando cómo es la vida sin incluir a Dios en el cuadro. Justamente de eso nos habla el libro del Antiguo Testamento llamado Eclesiastés, que hemos estado considerando este mes.

Hoy cerramos nuestra serie: “Vanidad de Vanidades” y hemos visto el enfoque que tiene el libro de Eclesiastés de presentarnos de una manera cruda y sin anestesia, la realidad de la vida debajo del sol.

Esta frase “bajo del sol” tiene ese sentido técnico de referirse a nuestra realidad de la vida humana cuando tratamos de ver y vivir la vida sin considerar a Dios dentro del cuadro. Cuando vemos la vida humana bajo del sol sin tomar en cuenta a aquel que le da sentido y propósito a todo, encontramos que todo es fútil, pasajero, sin sentido, sin propósito, sin gozo verdadero, en resumidas cuentas, te pasas todo el tiempo queriendo atrapar el viento; por eso, esa vida bajo el sol es simplemente “vanidad de vanidades”, es la mayor de las vanidades.

Y el tema del Poder, por su pertinencia diaria, pudiera ser considerado un candidato “bajo el sol” para hallar sentido a la vida misma. Y de hecho, es posible que lo estemos viendo ahora mismo de esa manera.

Entonces, Eclesiastés, muy a su estilo y forma, nos va mostrar que, aunque parezca ser lo más importante en la vida, el poder tiene su justo lugar y no es el de dar sentido a nuestras vidas. El poder al igual que todo lo demás debajo del sol, es temporal, limitado, fútil, frágil, inseguro. No puede ser nuestro todo y nuestro propósito de vida.

Por eso, este día hablaremos del poder, como esa capacidad que tenemos de influir o dirigir la vida de alguien más, primero describiendo su realidad bajo el sol de acuerdo con Eclesiastés y luego, miraremos cómo nos indica la Escritura que ejerzamos y vivamos en Cristo ese poder otorgado con respecto a los demás, siguiendo por supuesto las pisadas de Jesús. Entonces, primero consideraremos un pasaje en Eclesiastés en el capítulo 4 y luego iremos al Nuevo Testamento a la Epístola a los Filipenses capítulo 2.

Ten, entonces, preparada tu Biblia en estos dos libros de la Biblia.

Primero consideremos el pasaje de Eclesiastés 4 para encontrar tres realidades acerca del poder bajo el sol.

Primero, bajo el sol, El poder es envanecedor.

Dice Eclesiastés 4:13: Mejor es un joven pobre, pero sabio, que un rey viejo, pero necio, que ya no sabe recibir consejos.

Lo primero que hace notar el predicador, el Eclesiastés, es que algo que es indispensable para el ejercicio del poder es la sabiduría. Cualquiera podría pensar que las personas conforme crecen y tienen más experiencias en la vida, crecerían al mismo tiempo en sabiduría. O sea, mientras más avanzado en edad, más sabio. Si así fuera, muchos de nosotros ya casi alcanzaríamos a Salomón, por el número de años que tenemos.

Pero, aunque ciertamente las experiencias en la vida, son oportunidades para crecer en sabiduría, no siempre sabemos aprovecharlas. Entonces, podemos ser personas que ya tenemos cierto número de años y experiencias, pero seguimos siendo necios e insensatos, en vez de ser sabios.

Por eso, Eclesiastés dice que es mejor un joven pobre (es decir alguien que no haya vivido tanto y por pobre no haya tenido tantas oportunidades en la vida) pero que es sabio, que un rey viejo necio. La edad no es sinónimo automático de sabiduría.

¿Y cómo se nota la necedad de este rey, de esta persona en poder? Ya no sabe recibir consejos.

Si algo hay que muestra la necedad de una persona, es cuando está envanecida. Cuando ha llenado su corazón de orgullo, soberbia o vanidad, generalmente porque piensa tener mucho conocimiento, porque ha tenido muchos logros en la vida o por ciertas cualidades propias que lo hacen destacar, y cree que se las sabe de todas, todas.

Actúa como si no pudiera aprender algo más, como si no pudiera equivocarse, como si no hubiera alguien en el mundo que fuera digno de darle un consejo para mejorar.

El poder, ese estatus que podemos tener de influencia sobre otros, si no cuidamos nuestro corazón, puede llegar a envanecernos. Puede llevarnos a que con soberbia y orgullo tratemos a los demás y sobre todo, a las personas que están bajo nuestro cuidado.

Bajo el sol, el poder envanece. Por la gracia de Dios he sido uno de los pastores de esta iglesia por 28 años, y uno de los peligros de tener esta posición por tanto tiempo es que puede ser el escenario perfecto para envanecer un corazón. Al escuchar los buenos comentarios, las buenas palabras de ánimo de parte de la iglesia y su tan amable consideración y aprecio, que son hermosas bendiciones para un ministerio pastoral, tengo que cuidar mi corazón de no tergiversar las cosas. Para no llenarme orgullo y soberbia al pensar que estoy donde estoy porque soy maravilloso e inigualable. Y que “bendición” tiene la iglesia shalom de que yo me digne a ser su pastor. El poder puede envanecer y hay que estar atento de nuestros corazones.

Pero Dios es muy bueno, porque aparte de permitir que enfrente constantes golpes de realidad donde puede darme cuenta cuán necesitado estoy de su gracia cada día para poder ministrar, también, en su gracia, me ha dado una esposa maravillosa, que me ama inmerecidamente, pero que no se deja impresionar por “Wilbur Madera” y me echa porras, pero también me exhorta y me aconseja, manteniendo mi corazón a raya y constantemente evaluado.

Bajo el sol, nuestro corazón debe ser constantemente revisado a la luz de la Palabra Santa porque con mucha facilidad en posiciones de poder podemos envanecernos.

Así que cuida tu corazón de envanecimiento como Padre o madre; hay que ser sabios, no necios, de tal forma que nos cerremos al consejo de la Palabra.

Cuida tu corazón como líder, como jefe, como oficial, como responsable de algo y que tengas personas bajo tu cuidado, no somos infalibles, no lo sabemos todo. Una buena dosis diaria de humildad puede marcar la diferencia en los contextos donde Dios te ha puesto.

En fin, bajo el sol, el poder puede envanecer con mucha facilidad el corazón.

Pero hay otra realidad acerca del poder señalada por Eclesiastés en este pasaje y esta es, en segundo lugar, bajo el sol,

El poder es Efímero

Eclesiastés 4:14-15 Aunque de la cárcel haya ascendido al trono o haya nacido pobre en ese reino, 15 he visto que la gente que vive bajo el sol apoya al joven que sucede al rey.

Ahora el Predicador, reflexiona en la realidad de que el poder y el status, renombre y fama que pudiera darte, no dura para siempre.

Un día nos llegará el tiempo de partir y alguien más estará en nuestro lugar. Un día alguien más joven nos sucederá y nosotros iremos quedando en las páginas de la historia y quizá hasta nuestro nombre podrá llegar a ser la nomenclatura de un edificio, una calle o una escuela, pero cada vez menos personas nos conocerán o extrañarán.

El predicador dice que, bajo el sol, estar en poder no implica inmortalidad y fama perpetua, por muy buen desempeño que hayamos tenido, alguien más joven vendrá y nos sustituirá y la gente lo apoyará como en su momento nos apoyó y vivirá su historia que al fin, terminará igual que la nuestra.

Un día eras un hombre muy poderoso, otro día serás un recuerdo vago en la mente de unos pocos. El poder y todo lo que conlleva bajo el sol, es efímero.

Sabiendo que un día ya no serás ese que eres ahora, ¿Para qué aferrarte al poder como muchos lo hacen? Es vanidad de vanidades. Aquellos que se aferran al poder queriendo forjar un nombre para sí mismos, están persiguiendo el viento. Un día quizá verán las obras que hiciste, pero casi nadie sabrá quién las realizó.

Por eso, el poder en sí mismo no puede ser la razón o motor de nuestra existencia. Esas posiciones con que Dios nos ha privilegiado no nos fueron dadas para que las idolatremos, sino para que las empleemos para Su gloria.

Dios nos ha puesto en lugares donde influimos en otros, no para que nos hagamos un nombre inmortal para nosotros mismos, sino para que lo hagamos más famoso a él. Esto es vivir para la gloria de Dios, vivir cada momento usando toda mi influencia para que otros le conozcan, le amen y le sirvan.

Dios te ha puesto como padre y madre para que influyas en tus hijos para que la siguiente generación le ame y le sirva. El discipulado de tus hijos es tu gran privilegio y oportunidad. Usa todo el poder depositado en tus manos sabiamente para este fin.

Igualmente, Dios te ha hecho, líder, responsable de área, oficial, jefe, supervisor, para que a través de tu influencia su nombre sea glorificado en los que están bajo tu cuidado.

En donde estés no sirvas al poder, sino a través del poder sirve a Dios. El poder bajo el sol es efímero, pero el poder bajo el Señor tiene efectos eternos para la gloria de Dios.

Es envanecedor, es efímero, pero hay una tercera realidad sobre el poder en este pasaje y esta es que bajo el sol, en tercer lugar,

El poder es Decepcionante

Dice Eclesiastés 4:16 Y aunque es incontable la gente que sigue a los reyes, muchos de los que vienen después tampoco quedan contentos con el sucesor. Y también esto es vanidad; ¡es querer alcanzar el viento!

Ahora el predicador, el Eclesiastés, reflexiona en otra realidad relacionada con el poder. Hay quienes anhelan un cambio en las personas que están en poder en sus diferentes contextos. Un nuevo jefe, un nuevo líder, un nuevo pastor, o hasta un hijo podría pensar: “otro papá, no el que me tocó”.

Y cuando esos cambios se dan piensan que ahora sí las cosas serán las cosas son diferentes y están entusiasmados con la nueva persona por un tiempo. Hasta que se acaba, como decimos, la luna de miel y la realidad de esta nueva persona comienza a surgir con más claridad.

Ya no nos sentimos contentos con el sucesor que pensamos que iba, ahora sí, a dar sentido a nuestras vidas. Se nos olvidó que el poder es decepcionante. Cuando lo pones como tu esperanza, cuando lo haces el centro de tu vida, cuando piensas que es tu salvación, un día abres los ojos y te das cuenta que, aunque quizá no todo sea malo, no llegó a ser lo que esperabas al final de cuentas. Y te sientes decepcionado.

Nada en la creación está destinado a llenar nuestra alma. Todo lo que pongamos como sustitutos de Dios está destinado a fracasar y a decepcionar. Todo lo que perseguimos como nuestro todo en esta creación se vuelve un ejercicio de perseguir el viento. ¡Es vanidad! Al final acabas decepcionado. Y el poder en sí mismo como sustituto de Dios es vanidad.

Así es el poder bajo el sol, según el predicador, según Eclesiastés, es envanecedor, es efímero, es decepcionante. Entonces, ¿Cómo podemos relacionarnos correctamente con el poder? ¿Cómo acceder al poder sin caer por sus pasadizos resbalosos?

En nosotros mismos no podemos. Bajo el sol es imposible saber cómo manejar el poder sin llegar a ser manejado por él. Pero hay buenas noticias, porque lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Y él ha hecho todo para suplir lo que por nosotros mismos no podemos.

Y esto lo ha hecho a través de su hijo unigénito Jesucristo. Es a través de la vida, obra y persona de Jesús de Nazaret que hoy podemos crecer en sabiduría, en humildad y en perseverancia para poder poner el poder otorgado al servicio exclusivo del que tiene el poder en el cielo y en la tierra.

Por eso, es solo en Jesús que accedemos al verdadero poder para la gloria de Dios. Siguiendo a Jesús y lo que hizo con el poder es que podemos glorificar a Dios.

Mira lo que nos dice la Epístola a los filipenses en su capítulo 2:5-8 La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!

Al final de esta porción en los versículos 9 y10 se habla de Cristo exaltado en gran gloria y delante de quien se doblará toda rodilla y toda lengua va a confesar que él es el Señor para gloria de Dios. Es decir, se presenta a Cristo en gran poder y autoridad.

Ahora bien, ¿Cuál fue el camino de Cristo hacia ese trono de poder? ¿Qué actitud fue la que llevó a Cristo a su exaltación por el Padre? ¿Cuál es esa actitud que Pablo dice que debemos tener para poder llevar nuestras vidas para la gloria de Dios?

Jesús supo manejar el poder correctamente para la gloria de Dios. ¿Cómo lo hizo?

El camino que recorrió Cristo para llegar a su trono exaltado de poder fue el camino de la humildad, del servicio, del sacrificio, de la negación de sí mismo. Fue el camino de anteponer las necesidades e intereses de los demás a los suyos.

Siendo Dios, no se aferró a ello envanecido. Sino se despojó de sí mismo y se hizo obediente. No fue soberbio pensando que él sabía mejor las cosas, sino se sometió al padre en el gran plan de la salvación y por ello experimentó la muerte más vergonzosa de todas, la muerte de cruz. El poder no lo cegó ni lo dominó, sino que con gran humildad manejo el poder para completar la gran obra de redención de su iglesia.

Jesús no se exaltó a sí mismo, sino espero a que el Padre lo exaltara como el Rey de Reyes y el Señor de Señores, pues esto glorifica a Dios.

El camino que Cristo recorrió fue uno de primero, humillación y luego, gloria. Y todos los que seguimos a Jesús como el Señor somos llamados a moldear nuestras vidas siguiendo la misma pauta que Cristo siguió.

Somos llamados a tener la misma actitud que Cristo tuvo ante el poder. Es la pauta que nos ha dejado. La vida que Cristo nos llama a vivir es una vida de primeramente humildad, servicio, sacrificio y negación de uno mismo. Y luego, siguiendo el esquema de la vida de Cristo, gozaremos, por su gracia, las bendiciones plenas ganadas por su muerte en la cruz a favor de todo aquel que creen en Él. Pero, primero es humillación y luego, por la obra de Cristo, gloria.

Ante el poder, como Cristo, no debemos aferrarnos a él o buscarlo idólatramente, queriéndonos exaltarnos nosotros mismos, queriendo buscar un nombre para nosotros mismos, queriendo destacar por nosotros mismos. Sino al contrario, primero debemos ir por el camino de la humildad y el servicio, y ese poder y gloria de Dios se manifestará grandemente en nuestras vidas, aun en medio de nuestra fragilidad y debilidad.

Somos llamados a no aferrarnos al poder, sino a seguir la actitud de Cristo ante el poder, de descansar en el Señor y esperar que Dios sea quien nos exalte y no nosotros a nosotros mismos.

Se nos dice que sigamos las pisadas de Cristo y tengamos ese mismo sentir o actitud que tuve Jesús, por la cual hoy podemos, como hijos de Dios, emplear el poder que nos ha otorgado para servirle y amarle para su gloria.

Hermano, bajo el sol, el poder es vanidad. No te enamores del poder bajo el sol, no vivas para el poder bajo el sol, lo único que haremos es destruir lo que nos rodea y a nosotros mismos.

Por el contrario, vivamos el poder bajo Cristo. En Cristo, el poder se vive en humildad, en sabiduría, en servicio. El poder bajo Cristo no nos envanece, sino nos hace pensar en otros primero, nos hace poner los intereses de otros antes que los nuestros, nos hace reflejar el carácter de Cristo.

El poder que glorifica a Dios se vive bajo el Señorío de Cristo, ante quien toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que es el Señor para gloria de Dios el Padre.