Summary: Volvamos al Señor, pues su amor sobrepasa nuestro pecado.

¿Qué tan lejos puede llegar el amor de un padre por su hijo?

Dick Hoyt fue un padre ejemplar que dedicó su vida a demostrarle a su hijo Rick —quien nació con parálisis cerebral— cuánto lo amaba. Al nacer, los médicos sugirieron internar a su hijo y básicamente, seguir con sus vidas, pero Dick y su esposa decidieron criarlo en casa y darle una vida lo más plena posible.

En una ocasión su hijo le pidió participar en una carrera de beneficencia, y el Señor Hoyt lo empujó en una silla de ruedas durante todo el recorrido, al terminar, el hijo le dijo a su padre que cuando estaban corriendo no se sentía discapacitado.

Eso bastó para que el padre dedicara el resto de su vida a competir en cientos de eventos, incluyendo 32 maratones de Boston y seis Ironman, llevando a su hijo con parálisis cerebral en una silla de ruedas adaptada o en un bote durante la parte de natación.

Dick Hoyt murió en 2021 a los 80 años, dejando un legado inspirador, sobre todo para los que somos padres.

Padres, que son héroes sin capa, que hacen grandes hazañas por amor a sus hijos. Y aunque sin duda, podríamos mencionar muchos ejemplos más de padres que amaron a sus hijos profundamente, nada ni nadie se compara con el amor demostrado por el Padre celestial hacia su pueblo que no siempre es fiel.

Hoy cerramos nuestra serie “Mi pecado, Su gracia” basada en el libro de Oseas, y aunque el libro casi entero es un señalamiento contundente del pecado del reino de Norte, Israel, previo a su exilio en el 722 antes de Cristo a manos de los Asirios, no deja de asombrarnos la demostración de amor perseverante de Dios para con su pueblo, aun en medio de su rebelión cínica.

Si leemos los catorce capítulos del libro de Oseas, lo que sobresale es el justo juicio de Dios sobre un pueblo rebelde, pero lo que muchas veces no podemos leer entre líneas es que lo que Dios está haciendo al anunciar sus sentencias justas por el pecado, es precisamente, mostrar su amor.

Dios ama tanto a su pueblo que no lo va a dejar a expensas de sus corazones rebeldes y pecaminosos, sino los llama al arrepentimiento para que no perezcan. Porque ama, disciplina, porque se interesa por nosotros, corrige; por que perdona, llama al arrepentimiento.

Este es el mensaje que debemos llevarnos para finalizar esta serie en el libro de Oseas: Volvamos al Señor, pues su amor sobrepasa nuestro pecado.

Oseas nos enseña que el juicio justo de Dios sobre el pecado es una realidad y que los corazones rebeldes y empedernidos encuentran la justicia divina. Pero, sobre todo, nos llama a regresar al Señor arrepentidos no solo para evitar el juicio, sino porque Dios ha amado, ama y amará a sus hijos con una amor inquebrantable, incansable e invencible, al cual regresamos cuando abandonamos el pecado y volvemos al Señor.

Arrepentirse es regresar y reencontrar el amor de Dios. Donde el pecado abunda, el amor de Dios persiste y llama. Cuando huimos, él busca, cuando volvemos, él abraza. El primer aliciente para el arrepentimiento, entonces, no debe ser la advertencia del juicio, sino el ofrecimiento de su amor.

Por tanto, volvamos al Señor, pues su amor sobrepasa nuestro pecado.

Con base en los capítulos 11 al 14 de Oseas, este día consideraremos cómo el pueblo de Israel, a través del mensaje profético, fue confrontado con el amor de Dios en el pasado, en su presente y en su futuro, y ese amor fue el aliciente para volver al Señor cuando estaban lejos. Así también nosotros, al considerar su amor en el pasado, el presente y el futuro, debemos ser llamados a regresar a él, abandonando el pecado.

Primero, consideremos el amor de Dios en el pasado.

Oseas 11:1-4 NVI, dice: «Desde que Israel era niño, yo lo amé. De Egipto llamé a mi hijo, 2 pero cuanto más lo llamaba, más se alejaba de mí. Sacrificaban a los baales y quemaban incienso a los ídolos.3 Fui quien enseñó a caminar a Efraín, tomándolo de los brazos. Pero él no quiso reconocer que era yo quien lo sanaba.4 Lo atraje con cuerdas de ternura, lo atraje con lazos de amor. Le quité de la cerviz el yugo y con cariño me acerqué para alimentarlo.

El tema del amor de Dios para con su pueblo es importante en Oseas. Al principio del libro, en los primeros capítulos, se nos presentó la imagen de un matrimonio, donde el esposo ama a su esposa a pesar de ser infiel. Así el Señor es para con su pueblo. Él los ha amado, a pesar de sus múltiples infidelidades e idolatrías.

Ahora, ya para el final del libro, se nos vuelve a presentar otra imagen proveniente de las relaciones familiares. Ahora se trata de un padre con su hijo. Se compara en esta imagen a Dios como el Padre de un hijo rebelde, que es Israel.

En estos versículos podemos escuchar el corazón de amor de nuestro Dios que dice que cuando Israel era un niño, lo amó y actuó conforme a ese amor. Israel, su hijo, estaba cautivo en Egipto y a través de grandes portentos los liberó del faraón y se dio ese éxodo maravilloso del pueblo de Dios hacia la tierra prometida. Dios amó a su hijo y lo llamó de Egipto.

La imagen está llena de ternura. Pareciera como que estamos viendo un álbum de fotos y recordando el pasado de nuestros hijos. Recordando esos momentos hermosos cuando dieron sus primeros pasos o dijeron sus primeras palabras, momentos que quedan en nuestros recuerdos más apreciados para siempre.

Dios dice que él enseñó a caminar a su hijo y lo tomaba en sus brazos, con ternura le hablaba y lo alimentaba. ¡Qué hermoso cuadro de amor de Dios para con su pueblo! Como quizá hemos vivido algo así como padres o hemos visto a padres vivir así con sus hijos, podemos conectarnos con la imagen. En verdad Israel, en su formación, fue amado por Dios en el pasado.

Pero este hijo amado, fue un hijo rebelde. A pesar de tener un padre amoroso, lo abandonó entregando su lealtad a alguien más. Llenó su corazón de ídolos falsos y huecos. Desobedeció sus palabras que eran para su bien. Confió en naciones poderosas en vez de confiar en el Dios amoroso del pacto. En fin, dejaron a la fuente de vida y se cavaron para sí cisternas rotas que no retienen agua.

En el éxodo de egipto, Dios había mostrado su amor para con su pueblo en el pasado, pero su pueblo respondió con un corazón rebelde.

Al escuchar estos discursos proféticos de Oseas, ¿Cuál debería ser la respuesta al considerar el pasado con Dios? Debería ser volverse al Señor porque su amor sobrepasa aun el pecado.

Su amor ha sido demostrado en el pasado, una y otra vez, Y ese Dios del pasado sigue siendo el mismo hoy y por siempre.

Al considerar lo que Dios ha hecho en nuestro pasado, debemos considerar cuánto nos ha amado, cuánto nos ha bendecido, cuánto nos ha protegido, cuánto ha guiado nuestras vidas por amor.

Su amor demostrado totalmente en el pasado, debe ser el aliciente principal para que hoy reconozcamos dónde hemos entregado nuestro corazón a ídolos falsos; dónde hemos intentado sustituir al insustituible en nuestras vidas; dónde hemos intentado encontrar sentido fuera de su amor. Para que arrepentidos, reconociendo nuestra rebelión y necedad, volvamos a él para reencontrarnos con su amor.

No tiene que llegar el juicio para que reaccionemos; no tenemos que esperar a estar recogiendo los pedazos rotos de relaciones y situaciones para arrepentirnos, baste su gran amor en el pasado para que, aborreciendo el pecado, corramos hacia los brazos amorosos del Padre que nos ha amado verdaderamente.

Volvamos al Señor, pues su amor sobrepasa nuestro pecado.

Pero Dios no sólo ha amado a su pueblo en el pasado, sino también, aún en el presente de ese Israel al que Oseas hablaba en su momento, estaba mostrando su gran amor.

En segundo lugar, consideremos el amor de Dios en el presente.

Dice Oseas 11:5-7 NVI, »No volverá a tierra de Egipto y Asiria reinará sobre ellos, porque no quisieron volverse a mí. En sus ciudades se blandirán espadas, que destrozarán los barrotes de sus puertas y acabarán con sus planes.7 Mi pueblo está decidido a rebelarse contra mí. Aunque me invocan como el Altísimo, no los exaltaré.

Y Oseas 13:16 NVI, El pueblo de Samaria cargará con su culpa por haberse rebelado contra su Dios. Caerán a filo de espada; a los niños los lanzarán contra el suelo y a las embarazadas les abrirán el vientre»

Encontramos ahora en estos pasajes, sentencias de juicio justo de parte de Dios para su pueblo infiel y rebelde que buscaba refugio en Egipto y Asiria en vez de en el Señor del pacto y que al final, acabó Samaria, la capital del reino, destruida por los Asirios en el 722 antes de Cristo.

Cuando lees los libros proféticos como este, normalmente encontramos muchos señalamientos de pecado y anuncios de juicios porque el pueblo ha quebrantado el pacto y han sido infieles al Señor.

Oseas, como vemos, no es la excepción. Gran parte del libro, me atrevo a pensar, un 90 por ciento del libro, es como estar en una corte judicial y escuchamos al fiscal señalar los delitos y faltas condenatorias del pueblo culpable por pecados abominables.

Así que, si has tenido la impresión de que puro señalar pecados hemos hecho este mes, no es solo tu impresión, es la realidad. Hemos estado siguiendo el justo juicio de Dios contra un pueblo culpable de todo tipo de pecados que les hacen merecedores del exilio.

En el caso de Oseas, fue respecto al reino del Norte, es decir Israel, con capital en Samaria, quienes recibieron la justa consecuencia del exilio a manos de los Asirios.

Ahora bien, queremos que notes algo característico de la actividad profética en la Biblia. Estos anuncios proféticos que hablaban de juicios inminentes sobre el pueblo infiel (como los que acabamos de leer respecto a Israel y Samaria), no eran dados simplemente para que se pusieran a esperar pasivamente el cumplimiento anunciado, sino que eran dados para que al ser confrontados con lo que venía en su futuro, se arrepintieran de corazón, retomaran el camino del Señor en su presente y ese juicio anunciado sufriera ajustes, modificaciones e incluso cancelaciones, porque Dios ama y es un Dios misericordioso.

Dios ama a su pueblo infiel aun en su presente. El mismo hecho de anunciar el juicio venidero era una muestra más de su amor y misericordia en el presente de su pueblo. Estos anuncios proféticos tenían relevancia inigualable para su presente, más que para su futuro.

Al leer las acusaciones y sentencias en el libro de Oseas podemos pensar que Dios estaba siendo muy severo con su pueblo, pero en realidad el profeta estaba mostrando, con sus anuncios, el amor y la misericordia de Dios, pues les estaban dando la oportunidad del arrepentimiento.

Piénsalo, ¿para qué anunciarte que te voy a destruir si todos sabemos que lo mereces y es totalmente justo hacerlo? Recuerda a Jonás que anunció que Nínive sería destruida en cuarenta días. ¿Por qué avisar la destrucción cuarenta días antes de que suceda? ¿Por qué no simplemente ejecutar la justa sentencia?

Porque Dios ama a su pueblo, es misericordioso y lleno de gracia y nos da oportunidad de arrepentirnos en nuestro presente. A los ninivitas se les concedió cuarenta días de gracia para arrepentirse. (Y ellos, sí lo aprovecharon).

El justo juicio de Dios sí llega al final de cuentas, cuando hacemos caso omiso a sus anuncios y advertencias de amor; pero por su misericordia, nos lo anuncia con antelación para que nos arrepintamos y no enfrentemos las consecuencias justas por nuestros pecados.

Por eso hermanos, es una realidad que cada señalamiento divino de nuestro pecado es un ofrecimiento de Su perdón en nuestro presente.

Si el Señor denuncia, señala, revela, hace evidente nuestro pecado, es una muestra más de su amor y misericordia, para que arrepentidos volvamos a él y recibamos por gracia su perdón y su restauración.

Esto encontramos en Oseas, un Dios que señala el pecado, que denuncia fuertemente lo que su pueblo ha hecho, que anuncia la sentencia justa dictada para su ejecución próxima, pero no simplemente para que los pecadores sepan qué les espera, sino para que, en su presente, se arrepientan de corazón y regresen a él, que es un Dios lleno de gracia y misericordia.

Y esto sigue siendo una realidad para nosotros también. Como pueblo de Dios, cada señalamiento divino de nuestro pecado y de su justo juicio, es un ofrecimiento de gracia, es un ofrecimiento de misericordia, es un ofrecimiento de su perdón.

Por lo tanto, en nuestro presente, ¿Qué será que el Señor está confrontando en mi vida para que abandonando el pecado regrese a Él? ¿Qué es lo que, en su amor, Dios me está señalando que abandone porque no hay nada como vivir de acuerdo con su voluntad? ¿Qué serán aquellas cosas que han sustituido al Señor en mi vida y he amado más que a aquel que en verdad me ama desde el pasado y en el presente?

Que no sea el temor al juicio el que me haga volver, sino la realidad de Su amor presente e inquebrantable en mi vida. Por tanto, Volvamos al Señor, pues su amor sobrepasa nuestro pecado.

Pero Dios, no sólo ha amado a su pueblo en el pasado y en el presente, sino también su amor es inquebrantable e incansable en el futuro.

En tercer lugar, consideremos el amor de Dios en el futuro.

Dice Oseas 14:4-7 NVI, «Yo sanaré su rebeldía y los amaré de pura gracia, porque mi ira contra ellos se ha calmado. Yo seré para Israel como el rocío, y lo haré florecer como lirio. Hundirá sus raíces como cedro del Líbano.6 Sus vástagos crecerán, tendrán el esplendor del olivo y la fragancia del cedro del Líbano.7 Volverán a habitar bajo su sombra, y crecerán como el trigo. Echarán renuevos, como la vid, y serán tan famosos como el vino del Líbano.

El amor de Dios no sólo se ha manifestado en el pasado y en el presente, sino su amor alcanza también para el futuro.

En medio de tanta declaración de juicio y sentencia justa por el pecado, encontramos estas declaraciones maravillosas. Dios reitera su promesa de amor por pura gracia para con su pueblo.

Esa es la naturaleza del amor de Dios. Él no ama porque lo merecemos. Sino su amor siempre es por gracia. Es para personas, aunque no lo merezcan.

La Biblia es clara en decirnos que si es que amamos a Dios es porque él nos amó primero. Nuestro amor a Dios nunca es una obra de iniciativa humana, sino es la respuesta impulsada por el amor de Dios en nuestros corazones derramado por pura gracia.

Y su amor certero, redime, prospera y transforma nuestras vidas. Aquello que el juicio dejó devastado, su amor incansable y gracia maravillosa, lo restaura y da nueva vida, donde se echan raíces profundas y hay una descendencia santa para el Señor.

Ese amor prometido para su pueblo en el futuro, también nos debe mover hoy a abandonar el pecado. Conociendo que él nos amará en el futuro con ese amor fundado en el pasado, corroborado en el presente y prometido para siempre, con mucha más razón debemos aborrecer el pecado y volvernos a nuestro Dios que nos ama. Volvamos al Señor, pues su amor sobrepasa nuestro pecado.

Y ese fue el llamado de Oseas y es también nuestro llamado. Mira lo que dice Oseas 4:1-3 Vuélvete, Israel, al Señor tu Dios. ¡Tu maldad te ha hecho caer! 2 Piensen bien lo que dirán y vuélvanse al Señor con este ruego: «Perdónanos nuestras maldades y recíbenos con benevolencia, pues queremos ofrecerte el fruto de nuestros labios.3 Asiria no podrá salvarnos; no montaremos caballos de guerra. Nunca más llamaremos “dios nuestro” a cosas hechas por nuestras manos, pues en ti el huérfano halla compasión».

A la luz del gran amor de Dios, somos llamados a volvernos al Señor, a arrepentirnos de corazón. A clamar al Señor por su perdón por haber confiado en nuestros propios recursos humanos reconociendo que nada son sin su bendición (Asiria no puede salvarnos, ni sus caballos de guerra pueden liberarnos). Reconociendo también que nuestros ídolos nada son, sino cosas vanas hechas por nuestras propias manos. No son Dios, ni pueden sustituirlo ni merecen nuestra adoración.

Reconociendo que los huérfanos por el pecado, solo pueden encontrar compasión y amor verdadero en el Padre que ama en el pasado, presente y futuro.

Ese Padre que nos amó tanto que envió a su hijo unigénito para que todo aquel que en el cree no se pierda más tenga vida eterna. Es en el hijo del Padre que nos ama que podemos encontrar todo lo que necesitamos.

Ese hijo es Jesús de Nazaret. Ese hijo de Dios, no fue como Israel, que fue rebelde, desleal e idólatra desde que fue llamado de Egipto, sino este hijo que también fue llamado de Egipto, fue todo lo contrario, como dice Mateo 2:14-15, 4 Así que se levantó cuando todavía era de noche, tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, 15 donde permaneció hasta la muerte de Herodes. De este modo se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».

Jesús fue llevado a Egipto, también como Israel, la casa de Jacob, fue llevado a Egipto. Jesús, el hijo, fue llamado de Egipto una vez que el peligro de muerte había pasado, así también como Israel fue sacado de Egipto por Dios.

Pero este hijo, no fue como Israel. Este hijo fue obediente a su Padre. El vino a cumplir la voluntad del Padre y a terminar toda la obra que le había encomendado.

El cumplió toda la ley y no se postró ante ningún ídolo, sino vivió perfectamente.

El fue obediente hasta la muerte y muerte de Cruz. Mas al tercer día resucitó para ser el Rey de reyes y el Señor de señores, ante quien toda rodilla se doblará y toda lengua confesará para la gloria de Dios el padre.

Dios nos ha amado en Jesús en el pasado, Dios ama en Jesús en el presente y Dios nos amara en Jesús en el futuro, por lo que, en Cristo, nada ni nadie nos puede separar de su amor.

Por eso mis hermanos, ¿Qué caso tiene seguir viviendo para el pecado? ¿Qué sentido tiene seguir rebelándonos ante aquel que lo único que ha hecho es amarnos verdaderamente? ¿Qué propósito podría tener nuestras vidas, sino vivir en Cristo para la gloria del Dios que nos amó, ama y amará?

Por eso, hermanos, Oseas termina diciendo estas palabras en el último versículo del libro, en Oseas 14:9, ¿Quién es sabio?, el que entiende estas cosas; ¿quién tiene discernimiento?, el que las comprende. Ciertamente son rectos los caminos del Señor: en ellos caminan los justos, mientras que allí tropiezan los rebeldes.

Rebelarse ante el Dios que nos ama no tiene ningún sentido ni propósito. El que entiende estas cosas es sabio y tiene discernimiento de lo alto.

No hay mayor sabiduría y justicia, que vivir por la gracia y amor de Dios creyendo, confiando, siguiendo y viendo en Cristo Jesús para la gloria del Padre y en comunión con su Santo Espíritu.

Por tanto, Volvamos al Señor, pues su amor sobrepasa nuestro pecado.