Summary: Cada señalamiento divino de nuestro pecado es un ofrecimiento de Su perdón.

Esta semana seguramente muchos de nosotros en nuestras redes sociales nos enteramos, porque se hizo viral, que un hombre de negocios muy próspero fue acompañado a un concierto de una banda famosa.

En este tipo de eventos, como parte del entretenimiento, las cámaras de manera aleatoria proyectan en pantallas gigantes, a parejas de entre el público para que se den un beso ante la vista de todos. En un momento dado, el camarógrafo enfocó a este hombre, quien tenía a una dama entre sus brazos, el único problema fue que esa dama no era su esposa, sino una mujer, casada también, que trabajaba en su empresa.

Cuando se vieron a sí mismos en la pantalla gigante ante miles de espectadores, inmediatamente se separaron; la mujer se cubrió la cara con sus manos y dio la espalda y el hombre se escondió fuera del alcance de la cámara.

Pero fue demasiado tarde. Ya alguien había tomado ese video y su infidelidad fue compartida en las redes sociales ya con nombres y apellidos, con santo y seña.

En unos cuantos momentos sus vidas y las vidas de sus matrimonios y familias fue hecha pedazos. Pero notemos algo, aunque las pantallas gigantes y los reels virales hicieron notorio su pecado y al salir a la luz, las consecuencias se precipitaron sobre ellos, su destrucción no fue el haber sido descubiertos, sino su final comenzó cuando iniciaron esta relación desordenada.

Y aunque creo que a todos nos aterrorizaría la idea de que nuestro pecado sea proyectado públicamente en pantallas gigantes, mucho más nos debe aterrorizar la verdad de que cuando pecamos lo hacemos directamente ante el rostro del Señor.

Así de engañoso es el pecado en nosotros; nos hace creer que no tenemos problema alguno si no nos descubren o nadie se entera, pero la realidad es que desde el mismo momento que tomamos esa primera decisión pecaminosa comenzamos a cavar nuestra propia tumba. Es cuestión de tiempo.

Nuestro más grande problema es el pecado. El pecado tiene el potencial de destruir lo más precioso que tengas en tu vida. Y lo peor de todo es que nos ciega y nos hace sordos a lo que es evidente, a lo que es sensato, a lo que no tiene sentido hacer. Nos hace ignorar cómo estamos destruyendo todo lo hermoso a nuestro alrededor y con nuestras propias manos.

Por eso, cuando Dios señala nuestro pecado o cuando Dios trae su santo juicio sobre nuestro pecado y nos permite enfrentar las consecuencias obvias del mismo, no es para nuestro mal, al final de cuentas, sino para nuestro bien.

Para que, viendo nuestro pecado, corramos arrepentidos a aquel que puede perdonar y puede transformar nuestras vidas. Para que regresemos a aquel que, porque ama, disciplina; porque le interesamos, nos corrige; porque perdona, llama al arrepentimiento.

Estamos en nuestra serie: Mi pecado, Su gracia y estamos considerando el libro profético de Oseas en el Antiguo Testamento.

Cuando lees los libros proféticos normalmente encontramos muchos señalamientos de pecado y anuncios de juicios porque el pueblo ha quebrantado el pacto y han sido infieles al Señor.

Oseas no es la excepción. Gran parte del libro, me atrevo a pensar, un 90 por ciento del libro, es como estar en una corte judicial y escuchamos al fiscal señalar los delitos y faltas condenatorias del pueblo culpable por pecados abominables.

Así que, si has tenido la impresión de que puro señalar pecados hemos hecho este mes, no es solo tu impresión, es la realidad. Hemos estado siguiendo el justo juicio de Dios contra un pueblo culpable de todo tipo de pecados que les hacen merecedores del exilio. En el caso de Oseas, fue respecto al reino del Norte, es decir Israel, con capital en Samaria, quienes recibieron la justa consecuencia del exilio a manos de los Asirios.

Ahora bien, queremos que notes algo característico de la actividad profética en la Biblia. Estos anuncios proféticos que hablaban de juicios inminentes sobre el pueblo infiel, no eran dados simplemente para que se pusieran a esperar pasivamente el cumplimiento anunciado, sino que eran dados para que al ser confrontados con lo que venía, se arrepintieran de corazón, retomaran el camino del Señor y ese juicio anunciado sufriera ajustes, modificaciones e incluso cancelaciones, porque Dios es un Dios misericordioso.

El mismo hecho de anunciar el juicio venidero era una muestra más de su misericordia. Al leer las acusaciones y sentencias en el libro de Oseas podemos pensar que Dios estaba siendo muy severo con su pueblo, pero en realidad el profeta estaba mostrando, con sus anuncios, la misericordia de Dios, pues les estaban dando la oportunidad del arrepentimiento.

Piénsalo, ¿para qué anunciarte que te voy a destruir si todos sabemos que lo mereces y es totalmente justo hacerlo? Recuerda a Jonás que anunció que Nínive sería destruida en cuarenta días. ¿Por qué avisar la destrucción cuarenta días antes de que suceda? ¿Por qué no simplemente ejecutar la justa sentencia? Porque Dios es misericordioso y lleno de gracia y nos da oportunidad de arrepentirnos. A los ninivitas se les concedió cuarenta días de gracia para arrepentirse.

El justo juicio de Dios sí llega al final de cuentas, pero por su misericordia, nos lo anuncia con antelación para que nos arrepintamos y no enfrentemos las consecuencias justas por nuestros pecados.

Por eso hermanos hoy recalcamos esta verdad: Cada señalamiento divino de nuestro pecado es un ofrecimiento de Su perdón.

Si el Señor denuncia, señala, revela, hace evidente nuestro pecado, es una muestra más de su misericordia, para que arrepentidos volvamos a él y recibamos por gracia su perdón y su restauración.

Esto encontramos en Oseas, un Dios que señala el pecado, que denuncia fuertemente lo que su pueblo ha hecho, que anuncia la sentencia justa dictada para su ejecución próxima, pero no simplemente para que los pecadores sepan qué les espera, sino para que se arrepientan de corazón y regresen a él, que es un Dios lleno de gracia y misericordia.

Y esto sigue siendo una realidad para nosotros también. Como pueblo de Dios, cada señalamiento divino de nuestro pecado es un ofrecimiento de gracia, es un ofrecimiento de misericordia, es un ofrecimiento de su perdón. Por lo tanto, no tardemos en entender el mensaje y vengamos arrepentidos a nuestro Dios.

En los capítulos 6 al 10 de Oseas, vamos a encontrar estos señalamientos del pecado del pueblo y quizá, a través de ellos, podamos vernos reflejados también. Te recomiendo que leas en casa todos estos capítulos para encontrar los justos juicios, acusaciones y sanciones de Dios para con su pueblo.

Las dimensiones y circunstancias tal vez sean distintas, pero la esencia de los pecados es muy semejante a los nuestros. Quizá podamos escuchar en estos juicios y señalamientos contra el reino de Norte dados antes del 722 antes de Cristo, rastros de nuestros propios pecados que necesitan ser rendidos ante la gracia de nuestro Señor Jesucristo.

El reino del norte, Israel, a veces era referido en los libros proféticos como “Efraín” que era una de las tribus principales que componían dicho reino. Y veremos tres, pecados señalados en estos capítulos. Hay más, pero veremos estos tres que, quizá también podrían ser señalamientos de Dios para con su pueblo en el siglo veintiuno.

Recordemos que estos señalamientos de juicio tienen el propósito de que, reconociendo nuestro pecado, podamos regresar al Dios vivo y verdadero. Porque Cada señalamiento divino de nuestro pecado es un ofrecimiento de Su perdón.

Primero, Confiaron en su sabiduría, no en la ley de Dios.

Oseas 8:1-3 dice: »¡Pon la trompeta sobre tus labios! ¡Un águila se cierne sobre la casa del Señor! Han quebrantado mi pacto y se han rebelado contra mi Ley, Israel clama a mí: “¡Dios nuestro, te conocemos!”. Pero Israel ha rechazado el bien, así que un enemigo lo perseguirá.

Dios había establecido su pacto con su pueblo y había dado su ley para regular su relación. En la ley, Israel encontraba el conocimiento del Señor y su gran sabiduría. La ley los hacía un pueblo distinto, más sabio, más organizado, más civilizado que las demás naciones. La ley era una lámpara a sus pies y una luz en su camino.

Pero, poco a poco, Israel fue olvidándose de la ley. Israel fue rebelándose a la ley de Dios. Y quebrantaron el pacto. Hicieron a un lado los estatutos del Señor. Rechazaron lo que era para su bien, rechazaron la sabiduría de Dios y establecieron su propia sabiduría y pensamientos como la norma para vivir.

¿Y qué pasa cuando abandonas la Palabra y ley del Señor? ¿Qué pasa cuando pones tus meros pensamientos humanos como la guía de tu vida, en vez de la santa Palabra de nuestro Dios?

La vida se vuelve un caos. La corrupción moral no tarda en agravarse. Las instituciones se corrompen. Las personas se degradan.

Tal era la situación de Israel, como atestigua el capítulo 6: 8-10, Galaad es una ciudad de malhechores; sus pisadas dejan huellas de sangre. Una pandilla de sacerdotes está al acecho en el camino a Siquén y, como banda de salteadores, comete toda clase de infamias. En el reino de Israel he visto algo horrible: se ha prostituido a Efraín e Israel se ha contaminado.

Sangre, contaminación, sacerdocio comparado con el crimen organizado, prostitución del corazón. No hay duda, el abandonar la ley y confiar en nuestra propia prudencia no nos lleva a ningún lugar, sino al caos.

Cuando lo pensamos un poco, con todas estas palabras somos advertidos. Al ver el juicio sobre Israel, podemos abrir los ojos a nuestras propias pautas. Nosotros también podemos estar yendo en un camino según nuestra propia opinión, en vez de estar tomando la Palabra del Señor como nuestra dirección infalible.

¿Qué es lo que guía mi vida? ¿Qué criterio estoy usando para evaluar y decidir en mi vida? ¿Qué es lo que determina lo bueno y lo malo para mí? ¿Dónde encuentra la dirección para atender mis relaciones y circunstancias?

Si tomo como criterio o guía mis emociones, mi intuición, mis pensamientos, mis gustos, mis influencias y cosas semejantes, no debo extrañarme si mi vida se va desviando del camino y se va enredando cada vez más.

Pero como Israel, lo que debemos hacer es regresar a la sabiduría de lo alto. A lo que es para nuestro bien. A la Palabra de Dios como nuestra única regla de fe y práctica, como la autoridad suprema e incuestionable en la vida.

Israel decía que conocían al Señor, pero abandonaron su ley. No se puede conocer verdaderamente a Dios a parte de su Palabra. Nuestra relación con Dios está basada en lo que él ha revelado acerca de sí mismo y de nosotros. Por eso necesitamos su Palabra.

Pero, ¿Cómo conoceremos a Dios si no nos acercamos a su Palabra? No hay otra manera, ni hay atajos. Necesitamos volver a su Palabra a través de los medios más básicos como lo son la lectura, meditación, memorización, reflexión, estudio y sobre todo obediencia de su palabra santa.

Esto implicará que demos prioridad a acercarnos a la Escritura de manera intencional, ya sea individualmente y también familiarmente.

Nuestros hijos deben ser enseñados a hacer lo mismo. Pero por supuesto, tiene que empezar con nosotros como padres. Por eso, en nuestras casas la Biblia no debe ser un libro de consulta, sino el pan de vida que diariamente alimenta nuestra alma.

Que no nos tardemos en salir de casa los domingos, porque no encontramos donde pusimos la Biblia que no se abrió ningún día de la semana, sino al contrario, que sabemos perfectamente donde está porque tuvimos un encuentro diario con el Dios de la Palabra que guía nuestras vidas y nuestras familias.

Por eso también hermanos, enfatizamos los grupos pequeños de discipulado en nuestra iglesia (los hay de primer contacto, de conexión, de comunidad y del camino). Porque a través de estar en grupo alrededor de la Palabra de Dios hallamos crecimiento en nuestra relación con él, avanzando en nuestro camino como discípulos del Señor. Si aun no estás en un grupo pequeño de discipulado te estás perdiendo de una gran parte de lo que esta iglesia local tiene para ofrecer para tu crecimiento en Cristo. Por eso acércate al módulo que está en la entrada para pedir más información.

Pero no solo el abandono de la ley del Señor fue el pecado de Israel, sino también se señala un segundo pecado del pueblo y que bien podría estarse dando también en nuestros corazones.

En segundo lugar, Confiaron en sus recursos humanos y no en el Dios del pacto.

Oseas 7:8-13 dice: »Efraín se mezcla con las naciones; parece una torta cocida de un solo lado. Los extranjeros minan sus fuerzas, pero él ni cuenta se da. Su pelo se ha encanecido, pero él ni cuenta se da. La arrogancia de Israel testifica en su contra, pero él no se vuelve al Señor su Dios; a pesar de todo esto, no lo busca. »Efraín es como una paloma torpe y sin entendimiento, que unas veces pide ayuda a Egipto y otras, recurre a Asiria. Cuando vayan, lanzaré mi red sobre ellos; los derribaré como a las aves del cielo y cuando escuche que están juntos, los atraparé. ¡Ay de ellos, que de mí se alejaron! ¡Destrucción vendrá sobre ellos por rebelarse contra mí! Yo bien podría redimirlos, pero ellos mienten sobre mí.

Al verse en problemas o debilitados, en vez de recurrir arrepentidos al Dios del pacto que es fiel, miraron por ayuda y apoyo económico y militar en las naciones a su alrededor. Confiaron en sus alianzas en vez de confiar en el Señor.

En pocas palabras, no pensaban que Dios era suficiente para sostenerlos y llevarlos por caminos de bienestar, sino creyeron más dignos de confianza a Egipto y a Asiria, quienes terminaron por dominarlos, explotarlos y dejarlos como una torta cocida de un solo lado, media cruda o como alguien que envejece prematuramente porque le succionan su vigor sin que se diera cuenta. Dios era la respuesta para sus problemas, pero ellos prefirieron confiar en sus meros recursos humanos, en sus alianzas, en sus carros y caballos, en cosas que solo podían ver con los ojos.

Estas actitudes mostraban su corazón alejado del Señor y rebelde a él, y nos les iba a ir bien. Ayes son los que les esperaban por haberse alejado del Señor su Dios.

¿Y nosotros? ¿Cómo está nuestro corazón confiando en la suficiencia del Señor para nuestras vidas? ¿En verdad estamos creciendo en confianza en el Señor o tenemos nuestro “as” bajo la manga en caso de que “esto de Dios” no resulte?

¿Dónde ponemos nuestra confianza y nuestro corazón? ¿Dónde encontramos nuestra seguridad? ¿Qué es lo que da paz a nuestras vidas? Ese lugar le pertenece solo al Señor, pero nosotros podemos estar rebeldemente poniendo nuestra confianza en una relación, en una conexión, en una posición, en un plan, en una inversión, en una póliza.

Estas cosas como recursos no necesariamente son algo malo, pero como el fundamento de nuestra seguridad en la vida son un fracaso. Todo esto es pasajero, frágil y vulnerable. No tenemos en realidad algo en este ámbito meramente humano que pueda darnos certeza y seguridad.

Nuestra confianza no debe estar en nuestros recursos humanos, sino solo en nuestro Dios del pacto que ha prometido estar con su pueblo pase lo que pase. Nuestro Dios que ha sellado su amor hacia nosotros por la obra de su Hijo Jesucristo y por quien aun enfrentando la muerte podemos estar seguros de que nada ni nadie nos puede separar de su amor.

Si hemos puesto nuestra seguridad y confianza en alguien o algo más que no sea nuestro Dios, estamos haciendo algo semejante a Israel con sus alianzas funestas con otras naciones y que pensaban que habían encontrado su salvación.

Nosotros solo tenemos a nuestro Dios, él es suficiente, y nos provee de recursos que podemos usar pero que apuntan a él como la fuente de seguridad. Regresemos nuestro corazón y confianza solo al Señor.

Confiar en tu sabiduría y en tus recursos a expensas de nuestra dependencia en el Señor son faltas graves que nos alejan de él, pero hubo un tercer pecado gravísimo del pueblo de Israel, que bien podría estar ocurriendo también en nuestros corazones.

En tercer lugar, Confiaron en ídolos de su corazón, no en el Dios vivo y verdadero.

Oseas 8:4-6 dice: Establecen reyes sin mi consentimiento y escogen príncipes sin mi aprobación. Con su plata y con su oro se hacen ídolos para su propia destrucción. Samaria, ¡arroja el becerro que tienes por ídolo! Contra ustedes se ha encendido mi ira. ¿Hasta cuándo serán incapaces de purificarse? ¡Ese becerro procede de Israel! Es obra de un escultor, no es Dios. Ese becerro de Samaria será hecho pedazos.

Un tema siempre presente entre las denuncias y anuncios de juicio en los libros proféticos era la idolatría rampante que había en el pueblo.

La idolatría en Israel era toda una institución. Uno de sus reyes había establecido la adoración a unos becerros hechos de metales preciosos y les había adjudicado la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto. Esta adoración pagana a estas deidades falsas se había hecho común en Israel.

Oseas es claro en denunciar la abominable práctica de la idolatría en Israel y lo inútil que es la misma porque esas supuestas deidades son obra de un escultor. Para nada son Dios. Esa idolatría del becerro de Samaria sería hecha pedazos.

Aunque nosotros no doblamos la rodilla ante un becerro de oro ni le decimos “eres mi Dios” a una estatua, no por eso estamos exentos de idolatría en nuestro corazón.

Cuando ponemos algo o a alguien como un sustituto de Dios en nuestras vidas estamos cayendo en idolatría, y aunque parezca que todo está bien, en realidad, todo está requeté mal.

Un ídolo parece que te escucha, parece que te puede responder, parece que te puede llenar, pero es solo una estatua obra de escultor. Al final, solo te está dirigiendo hacia tu ruina.

No hay manera ni camino de que entregar nuestro corazón a algo o alguien con lo cual queramos sustituir a Dios en nuestras vidas nos pueda proveer la plenitud de vida. Es pura ilusión engañosa. Vas tras él, lo buscas, lo persigues, pero nunca lo encuentras, nunca lo alcanzas, dejando tu vida, al final, vacía e insatisfecha.

No hay algo o alguien que pueda llenar nuestras almas, sino solo el Dios vivo y verdadero.

¿Habrá algo o alguien que esté ocupando el lugar que solo le corresponde a Dios en mi vida? ¿Habrá algo o alguien a quien esté considerando mi Dios? Si el Señor nos muestra nuestra idolatría, no seamos como Israel, que fue terco en su necedad idolátrica. Al contrario, regresemos arrepentidos al Dios vivo y verdadero.

Hermanos, hemos visto tan solo tres de los pecados denunciados y sentenciados por parte de Dios a través de su profeta para un pueblo rebelde y terco. Pero, ¿Qué hay de nosotros? ¿Acaso estos señalamientos han puesto en pantallas gigantes también los nuestros?

Si es así, hoy hay buenas noticias, porque recordemos que, Cada señalamiento divino de nuestro pecado es un ofrecimiento de Su perdón.

Escucha lo que dice Oseas capítulo 6:1-3, ¡Vengan, volvámonos al Señor! Él nos ha despedazado, pero nos sanará;

nos ha herido, pero nos vendará. Después de dos días nos dará vida nuevamente; al tercer día nos levantará, y así viviremos en su presencia. Conozcamos al Señor; esforcémonos por conocerlo. Tan cierto como que sale el sol, él habrá de manifestarse; vendrá a nosotros como la lluvia de invierno, como la lluvia de primavera que riega la tierra.

El pecado crudo y cruel es señalado en justo juicio, pero la finalidad es la restauración del pecador arrepentido. Dios nos despedaza para sanarnos. El pecado nos aleja, pero Dios nos recibe de vuelta. Nuestro pecado es grande, pero en su gracia es perdonado. Por eso, vengan, volvámonos al Señor.

No se qué tan lejos estás o has estado. Quizá reconoces que has confiado más en tu sabiduría que en la ley del Señor, que has confiado en tus recursos humanos en vez de en la fidelidad del Dios del pacto, que has confiado más en ídolos falsos e inútiles que en el único Dios vivo y verdadero. Pero hoy es día de volvernos al Señor arrepentidos. Él se ha hecho cercano por la obra y persona de Jesucristo.

Las denuncias de Oseas nos acusan y nos condenan, y nos hacen reconocer que necesitamos a alguien que nos salve de tan grande problema en que estamos. Pero Dios, trajo en Jesús, lo que por nosotros mismos nunca podremos lograr.

Jesús vivió, murió y resucitó para que la deuda que nuestro pecado causó fuera pagada plenamente para que podamos acercarnos a Dios y vivir en su presencia.

No tenemos que experimentar el exilio como Israel lo experimentó por no escuchar la voz profética. Escuchemos la voz del profeta de profetas Jesús de Nazaret que nos dice: vengan a mi todos los que están trabajados y cargados y yo os haré descansar. ¡Vengan, volvámonos al Señor! Él nos ha despedazado, pero nos sanará; nos ha herido, pero nos vendará. Porque si Dios nos ha señalado hoy nuestro pecado, es porque también aun hoy nos está ofreciendo su perdón por su infinita gracia y para la honra de su glorioso nombre.