Summary: Tengamos un corazón que busque posición con convicción, fervor con verdad y victoria con virtud.

Te pasó alguna vez que tuviste un tiempo o temporada de tu historia personal en la que no fuiste nada sabio con tus decisiones y tuviste consecuencias nada agradables, quizá en la adolescencia o la juventud temprana, y cuando te toca relatar o compartir tu historia, como que te saltas todo ese tramo del camino por vergüenza o pena.

Es un tiempo de tu historia que tratas de guardar como tu secreto más cuidado. Pero luego, resulta que un día, tu mamá en una plática con tus tías o con parte de la familia, haciendo remembranzas del pasado, se le ocurre revisitar ese tiempo y esos episodios de tu vida dando “santo y seña” de lo que hiciste y de lo que pasaste por esas malas decisiones.

Si te pasó algo así, quiero decirte que tenemos un libro en la Biblia que es comparativamente como si fuera tu mamá recordando esos episodios oscuros de tu vida para recalcar las lecciones aprendidas de las consecuencias sufridas en esos tiempos. Ese libro es el libro de Jueces que hemos estado considerando en nuestra serie de sermones de este mes.

El libro de Jueces narra un tramo de la historia del pueblo de Dios que podríamos calificar como uno de los más oscuros. Esos episodios que más bien no quisiéramos recordar ni sacar a la luz.

Los eventos incluidos en Jueces nos proveen muy pocos buenos ejemplos a seguir. Más bien, nos muestran lo terrible que pueden llegar a estar las cosas y los corazones cuando nos alejamos del Dios verdadero.

De hecho, si estás leyendo la Biblia con tus hijos pequeños, te recomiendo que tengas la precaución de leer con anticipación los pasajes para ser selectivo con la lectura porque quizá haya algunas cosas que no son apropiadas para ciertas edades.

Pero el libro de Jueces está ahí para mostrar qué es lo que pasa cuando nuestros corazones se alejan del Señor y vivimos como mejor nos parece. Cuando damos rienda suelta a nuestros corazones errantes y vamos tras nuestros deseos idólatras. Cuando no tenemos al verdadero rey reinando sobre nuestras vidas y corazones.

Al mismo tiempo, el libro de Jueces nos muestra el corazón fiel y misericordioso de nuestro Dios que, aunque disciplina a su pueblo, no por eso lo abandona y aún viene a su rescate cuando está extraviado. Y a la vez, el libro apunta a un rey que era necesario para guiar y pastorear a su pueblo. Un rey libertador que no fallara, que no se corrompiera, que no se envaneciera, sino que fijara el corazón de su pueblo solo en la voluntad del Señor.

El libro de Jueces apunta hacia Jesús de Nazaret, el rey que necesitaba Israel para dejar de ser un pueblo con un corazón errante. El libro de Jueces nos guía también a nosotros hacia Jesús, nuestro rey, aquel ante quien debemos doblar nuestra rodilla y confesar con nuestra lengua que él es Señor, viviendo sometidos a su maravillosa voluntad y no viviendo como mejor nos parezca.

Como hemos visto, en el libro de Jueces se nos ha presentado un ciclo de debacle descendente que pasaba con los corazones errantes del pueblo de Dios.

Ellos comenzaban con abandonar al Señor y comenzaban a adorar ídolos falsos de los pueblos circunvecinos; luego, el Señor los disciplinaba enviando a pueblos paganos que los oprimieran y los sometieran a todo tipo de penurias; entonces, ellos reaccionaban al estar en lo peor de sus sufrimientos, clamando al Señor por misericordia, y Dios enviaba unos caudillos, líderes o libertadores llamados jueces que organizaban al pueblo para enfrentar a sus enemigos.

A través de estos jueces, Dios liberaba a su pueblo y había un tiempo de tranquilidad, pero luego el pueblo se volvía a apartar del camino recto del Señor y comenzaba un nuevo ciclo que podía durar años.

Este ciclo marca básicamente la estructura de todo el libro. Y así hemos visto el ciclo cumplido con Otoniel, Aod, Débora y Barac, Gedeón y hoy consideraremos uno más de estos ciclos, pero como hemos dicho, la cosa va de mal en peor.

Cada vez es más enredado y turbio el asunto, cada vez más, estos jueces van siendo menos servidores de Dios y más servidores de sí mismos. Eso veremos en la vida de Jefté, el juez cuyo ciclo consideramos hoy.

El capítulo 10:6-8 comienza diciendo: Una vez más los israelitas hicieron lo malo ante los ojos del Señor. Adoraron a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté; a los dioses de Aram, Sidón y Moab, y a los de los amonitas y los filisteos. Y, como los israelitas abandonaron al Señor y dejaron de rendirle culto, 7 el Señor se enfureció contra ellos. Los entregó en manos de los filisteos y a los amonitas, 8 los cuales desde entonces y durante dieciocho años destrozaron y agobiaron a todos los israelitas que vivían en Galaad, un territorio amorreo, al otro lado del Jordán.

Comienza con la frase que ya parece cliché: Una vez más los israelitas hicieron lo malo ante los ojos del Señor. Lo hemos escuchado vez tras vez. Pero en esta ocasión el asunto viene recargado.

Como siempre lo malo en Jueces es definido como el abandono del Señor y la entrega del corazón a un ídolo. Estos corazones errantes adoraron a Baal y Astarté. Hasta aquí nada nuevo. Pero inmediatamente agrega que además de estas deidades ya mencionadas con anterioridad, ahora se añadían los dioses de Aram, Sidón, Moab, los de los Amonitas y los de los filisteos. O sea, estos corazones errantes ya se volvieron un condominio de dioses paganos.

Así funciona la idolatría de nuestros corazones. Comienzas con un ídolo, pero puesto que ninguno puede realmente llenar nuestras vidas, comienzas a agregar más y más ídolos similares que podrían complementar lo que el otro pudiera carecer. Los ídolos nunca satisfacen, nunca entregan, sólo exigen y esclavizan.

Por ejemplo, si vuelves al dinero tu ídolo, si el dinero comienza a sustituir a Dios en tu corazón, pronto te darás cuenta que el dinero es nada sin la comodidad, y luego le seguirá el poder, y de pronto se le añadirá el reconocimiento, y sin esperar mucho, llegará el placer y cuando te das cuenta, aunque empezaste con un solo ídolo, ya eres esclavo o siervo de todo un condominio de ídolos a quien sirves abandonando al único Dios vivo y verdadero.

Israel en el tiempo de los jueces, se encontraba así. Totalmente sumergido en la idolatría que era patrocinada y fomentada por los pueblos que los rodeaban y que estaban siendo de influencia sobre ellos. Israel se había adaptado a estas naciones y a sus dioses. Su mentalidad era bastante a fin a la de ellos.

Esto trajo sobre ellos el justo juicio del Señor y, en esta ocasión, lo hizo a través de los amonitas y los filisteos y los oprimieron por dieciocho años en varias regios de Israel.

Y siguiendo con el ciclo tan conocido en Jueces, el pueblo comenzó a clamar al Señor, aunque en esta ocasión podemos escuchar su clamor y decían: Nosotros hemos pecado porque hemos dejado a nuestro Dios y servido a los baales.

Parecía haber un atisbo de reconocimiento de su pecado en este clamor. Pero Dios, siendo el Señor justo de toda la tierra, los confronta aun más con la realidad de sus corazones y les dice en Jueces 10:11-14, 11 El Señor respondió: —Cuando los egipcios, los amorreos, los amonitas, los filisteos, 12 los sidonios, los amalecitas y los maonitas los oprimían y ustedes clamaron a mí para que los ayudara, ¿acaso no los libré de su dominio? 13 Pero ustedes me han abandonado y han adorado a otros dioses; por lo tanto, no los volveré a salvar. 14 Vayan y clamen a los dioses que han escogido. ¡Que ellos los libren en tiempo de angustia!

El Señor ante estas incipientes muestras de reconocimiento que acompañaban al clamor del pueblo les recuerda cuántas veces los ha librado de manos enemigas en los años pasados cuando habían clamado a él en sus sufrimientos por la opresión de tantos pueblos y ¿Qué habían hecho ellos? Lo volvían a abandonar e iban tras la adoración de dioses falsos.

Y luego hace un señalamiento muy justo: Si tanto aman a esos dioses que han escogido, ¿Por qué no van a ellos en este tiempo de angustia para que los liberen?

El Señor les señala lo inútiles que son los ídolos. Los ídolos no sirven para nada en el tiempo de angustia. No pueden salvar, no pueden liberar, no pueden llenar. Nada son.

Y así es, piénsalo, ya que tanto confías en el dinero como tu dios, ¿por qué no vas a clamarle a él cuando te dicen que tienes cáncer terminal y no hay nada que se pueda hacer médicamente? Si tanto has idolatrado la aprobación de ciertas personas, ¿Por qué no vas a buscar el aplauso de esa gente cuando tu familia está cayéndose en pedazos por haberlos descuidado al desvivirte por agradar antes a otras personas?

En fin, cuando abandonamos al Señor y nuestro corazón va tras ídolos, estamos cavando nuestra propia tumba, porque los ídolos por los que sustituimos supuestamente al Señor, no podrán librarnos en el tiempo de angustia. La idolatría es la decisión más inútil de nuestros corazones.

Pero los israelitas volvieron a clamar al Señor diciendo que reconocían su pecado y aceptaban lo que el Señor quisiera hacer con ellos, pero le reiteraron su petición de intervención en su angustia y acompañaron su clamor con ciertos frutos prácticos como ir quitando a los ídolos que tenían entre ellos y fueron regresando a la adoración al Señor.

Definitivamente, esto es algo que se debe hacer cuando nos damos cuenta que hemos tocado fondo. La idolatría de nuestro corazón errante nos aparta del Señor. Entonces, lo que tenemos que hacer es identificar esos ídolos que hemos puesto en nuestros corazones pretendiendo que sustituyan a Dios e ir abandonándolos en arrepentimiento, para regresar al Señor, como hizo el pueblo en esa ocasión.

Y la Biblia hace una declaración impresionante en el versículo 16 al final: Y el Señor no pudo soportar más el sufrimiento de Israel.

¡Qué maravilloso es nuestro Dios! Era totalmente cierto que el pueblo lo había abandonado vez tras vez en todos estos ciclos y cuando clamaban él los liberaba a través de los jueces. Era totalmente cierto que ellos regresaban luego a sus ídolos y totalmente razonable la indicación de que si tanto apreciaban a sus ídolos pues que acudieran a ellos. Con toda justicia, Dios podía dejar así al pueblo cosechando el fruto de su desvío.

Pero el Señor, que es lento para la ira y grande en misericordia, no pudo soportar más el sufrimiento que atravesaba su pueblo y es entonces que una vez más iba a liberar a su pueblo de la opresión de los amonitas, aunque al principio les había dicho que no lo haría.

Así que todo lo que va a pasar en los siguientes capítulos en términos de la liberación de la opresión amonita sucede, entonces, sólo por la misericordia de Dios. No dependió en realidad del actuar humano, pues como veremos los instrumentos de liberación no fueron intachables, sino Dios cumplió sus propósitos a través de instrumentos imperfectos sólo porque tuvo misericordia una vez más de su pueblo de corazón errante.

En el libro de Jueces vemos mucho esto repetirse. Los instrumentos humanos no son intachables y cada vez van empeorando en su calidad conforme avanza el libro, no obstante, a través de ellos, el Señor cumple sus propósitos redentivos para liberar a su pueblo de la opresión. Entonces, queda claro, que si algo sucede es sólo por la misericordia y gracia del Señor que no pudo soportar más el sufrimiento de su pueblo.

Y si lo pensamos un poco, así es también en nuestras vidas. Si Dios se basara en nuestra fidelidad y desempeño como criterio único para bendecirnos, usarnos para su reino, cumplir sus propósitos, ya estaríamos acabados. Pero es sólo porque el actúa de acuerdo con su fidelidad al pacto con su pueblo y de acuerdo con la misericordia y gracia que lo caracteriza, es que hoy estamos tu y yo de pie este día.

Nunca nos gloriemos en nuestros supuestos logros espirituales. Si nos vamos a gloriar de algo que sea solo del Señor…de su gracia, de su misericordia, de su amor y fidelidad hacia su pueblo.

El capítulo 10 que hemos considerado es el punto de partida para entrar ahora a la vida del juez que nos toca considerar este día y que es, como ya dijimos, Jefté. Ya desde Gedeón comenzamos a ver que no todo era muy claro con estos jueces. En Jefté vemos ya más evidentemente de cómo son personajes con claroscuros. Tienen cosas positivas y son usados por Dios para liberar al pueblo, pero al mismo tiempo tienen actitudes y acciones influenciadas por el paganismo de los pueblos circunvecinos y sus religiones.

Al considerar la historia de Jefté consideremos tres rasgos que debemos buscar para servir al Señor con corazones que no sean errantes, sino fieles y entregados al Señor.

Notaremos que estos rasgos estuvieron parcialmente presentes en la vida de Jefté, pero no deben estar ausentes de la nuestra. Al final, al considerar las historias que están en el libro de Jueces el fin último no es que queramos ser como Jefté, pues queda corto, sino más bien, que busquemos con todo nuestro corazón ser como el verdadero libertador de nuestras vidas, como Jesús de Nazaret.

Veremos estos tres rasgos de corazones afianzados en Cristo. Hermanos, para tener esos corazones fieles y entregados al Señor, corazones que no sean errantes, busquemos tener, ante todo:

1. Posición con convicción

El capítulo 10 termina planteando el escenario de tensión que ocasionaba el hecho de que los Amonitas se habían juntado y habían acampando en Galaad y los Israelitas en Mizpa. Se estaban preparando para la guerra.

Pero el problema era que los Israelitas no tenían quien los comandara para la guerra. No tenían quien liderara en una estrategia bélica que les procurara la victoria sobre sus enemigos.

Y aquí es donde las cosas empiezan a ser un tanto distintas comparativamente con lo que había pasado antes en el libro. En esta ocasión no hay mención específica y explícita, como había pasado antes, de que el Señor levantó a un libertador y que hizo esto y aquello. En esta ocasión, los eventos suceden y como que en el camino vamos viendo que el Señor tiene a bien conceder la victoria a su pueblo.

El capítulo 10 termina con la necesidad de un comandante del ejército y el capítulo 11 comienza presentándonos a un personaje llamado Jefté.

Esta es su presentación en Jueces 11:1-3, Jefté el galaadita era un guerrero valiente, hijo de Galaad y de una prostituta. 2 Galaad también tuvo hijos con su esposa, quienes cuando crecieron echaron a Jefté. «No tendrás parte en la herencia de nuestra familia —dijeron—, porque eres hijo de otra mujer». 3 Entonces Jefté huyó de sus hermanos y se fue a vivir en la región de Tob, donde se le juntaron unos hombres sin escrúpulos, que salían con él a cometer fechorías.

Encontramos a un personaje que tenía ciertas habilidades de liderazgo por lo visto, era considerado un guerrero valiente (lo mismo que se dijo de Gedeón), aunque traía un pasado doloroso a cuestas. Había sido el hijo ilegítimo de Galaad, fruto de una relación inmoral y fue despreciado y despojado por sus medios hermanos. Con el tiempo se había abierto paso en el mundo aliándose con personas con habilidades de dudosa reputación pero que lograban objetivos, quizá eran algo así como el cártel de Tob.

Pero tal parece que la fama de Jefté era conocida, pues los ancianos de Galaad fueron a buscarlo para pedirle que fuera el comandante de Israel. Pero él estaba resentido con ellos. De hecho, les echa en cara que fueron ellos los que lo expulsaron en el pasado y ahora que lo necesitaban porque estaban en apuros venían a verlo. Algo muy parecido a lo que Dios le había dicho al pueblo en el capítulo 10 de que solo venían a él cuando estaban en apuros y aflicción.

Pero los ancianos le respondieron en Jueces 11:8, Los jefes de Galaad dijeron: —Por eso ahora venimos a verte. Ven con nosotros a luchar contra los amonitas y serás el líder de todos los que vivimos en Galaad.

Le estaban ofreciendo no solo ser el comandante sino el gobernador o una especie de rey de los de Galaad. Esto hizo que Jefté considerara si valía la pena seguir en su postura de ofendido, y preguntó: ¿En verdad sería yo su líder si acepto ir como su comandante y el Señor me da la victoria?

Los ancianos confirmaron y hasta poniendo a Dios como testigo de que cumplirían tal cual el ofrecimiento. Y pues, Jefté acepta ir con ellos. Así Jefté llega a ser el líder de los israelitas que vivían en Galaad.

Al principio del libro los jueces, se solía declarar que era el Señor quien levantaba a los libertadores. En el caso de Gedeón hasta el ángel del Señor se hizo presente para hacerle su llamamiento. En el caso de Jefté, la Biblia no hace la declaración de su llamamiento, sino llega oficialmente al puesto por un acuerdo de conveniencia tanto para los ancianos de Galaad como para Jefté. Llega al puesto aparentemente por medios meramente humanos.

Jefté sin duda tenía muchas habilidades y dirigió con éxito el ejército en la batalla contra los amalecitas, pero llegó al puesto no por una convicción, sino más bien por conveniencia.

Tengamos cuidado de nuestros corazones de hacer las cosas para Señor con una convicción del llamado de Dios. Si somos invitados a tomar alguna posición de servicio en el reino no nos vayamos por la conveniencia, sino por la convicción de que Dios nos quiere usar para su gloria en esa posición estratégica en el Reino.

El llamado de Dios para servirle en algún lugar de su reino, ciertamente puede venir a través de la invitación de personas, pero tengamos cuidado de no dejarnos llevar por lo atractivo que se oiga en términos humanos, sino pongamos nuestra mira en la gloria de Dios. Busquemos posiciones para servir en el reino por convicción del llamado de Dios, no por mera conveniencia humana.

Jefté era habilidoso, osado y también buen estratega y líder para la tarea para la que Dios lo usó. Y aunque tuvo mucho valor y fervor por realizar lo que se le había encargado hacer, le faltó sabiduría que viene por conocer la Palabra del Señor.

Para tener esos corazones fieles y entregados al Señor, corazones que no sean errantes, busquemos tener posiciones por convicción, pero también en segundo lugar, busquemos tener…

2. Fervor con verdad.

En su deseo de completar la misión que se le había encomendado, Jefté manifiesta su fervor haciendo un voto delante de Dios cuando ya estaba a punto de entrar a la guerra.

Dice Jueces 11:30-31, 30 Y Jefté hizo una promesa solemne al Señor: «Si verdaderamente entregas a los amonitas en mis manos, 31 quien salga primero de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva de haber vencido a los amonitas, será del Señor y lo ofreceré en holocausto».

Un voto era considerado algo serio. La ley de Moisés tenía normas bastante firmes al respecto. Jefté hace este voto con mucho fervor, pero con poco conocimiento de la verdad. Queriendo garantizar, según él, la victoria, estaba dispuesto a hacer un voto serio muy a la ligera, sin considerar lo que estaba prometiendo y sobre todo, tomando decisiones sobre la vida de alguien más.

Saber con toda certeza qué es lo que estaba prometiendo ha sido controversial. Algunos ven aquí la promesa de un sacrificio real, un holocausto sea de quien sea que saliera a recibirlo después de la victoria, fuera una persona o un animal. Otros piensan que se refería a mantener en consagración perpetua para el servicio del Señor a la persona que saliera a recibirlo.

Por todo lo grave que se pone después todo esto y dado el contexto del libro que nos muestra un período de gran decadencia en Israel, yo me inclino a pensar de que se trataba un sacrificio literal, lo cual sería de mucha gravedad puesto que tal cosa, un sacrificio humano, estaba prohibidísimo en la ley de Moisés, pero era algo que se practicaba en las religiones paganas que los israelitas en su extravío habían adoptado.

Jefté no era ningún purista de la Ley, ni siquiera un amplio conocedor de ella, por eso no me extrañaría que se le hubiera ocurrido algo semejante con tal de asegurar la victoria. Esto hubiera sido algo bastante normal en la cultura circundante de Jefté.

Es importante notar, sin embargo, que la Biblia no conecta el voto de Jefté con la victoria contundente que tuvo sobre los amalecitas. O sea, la victoria no vino porque Jefté hizo su voto, sino, como ya hemos visto, la victoria vino porque Dios tuvo misericordia de su pueblo y decidió liberarlo de los amonitas.

El gozo de la victoria no duró mucho porque quien salió al encuentro de Jefté después de la victoria fue su única hija. Al verla se acordó de su voto y se rasgó las vestiduras por el inmenso dolor por sentir el deber de cumplir su voto tratándose de su hija.

Al final, la Biblia dice que el cumplió su voto. Es muy triste y dramático este episodio, y si estamos en lo correcto de interpretar el voto cumplido como el sacrificio humano de su hija, lo hace todavía más abominable que ocurriera en Israel y tanto más, cuando en la misma ley se preveía la manera de redimir a alguien que hubiera hecho un voto. O sea, que la hija hubiera podido haber sido dispensada de cumplir el voto si se hubieran aplicado las leyes de Levítico 27.

Esto nos muestra lo trágico que es el fervor sin la verdad. Es importante que nuestro fervor por Dios, por su reino esté regido y dirigido por la verdad de la Palabra. No podemos prometer cosas que Dios no pide ni desea. No debemos hacer cosas que Dios no requiere ni demanda. Por mucho fervor religioso que tengamos, lo que hagamos es nada, si no está basado en la verdad de la Santa Palabra de Dios.

La cultura nos puede sugerir que a Dios se le sirve de cierta manera, pero lo que debe guiar nuestro fervor por el Señor, es solo su Palabra. Su palabra es la verdad. Necesitamos fervor con Verdad. Por eso hay que estudiar y escudriñar las escrituras para no pecar contra Dios.

Pero hay un tercer rasgo que deben mostrar nuestros corazones. Para tener esos corazones fieles y entregados al Señor, corazones que no sean errantes, busquemos tener posiciones con convicción, Fervor con verdad, pero también en tercer lugar, busquemos tener…

3. Victoria con virtud

Jefté vence a los amonitas, nación pagana y enemiga, pero ahora en el capítulo 12 de Jueces, tiene un desencuentro con los de la tribu de Efraín. O sea, ya el problema no era con un pueblo extranjero y pagano, sino era un problema entre hermanos, parte del mismo pueblo de Dios. Éstos le reclaman que por qué no los convocó para ir con él a la guerra contra los amonitas.

Estos de Efraín parece que eran bastante peleoneros porque también a Gedeón se le plantaron con reclamos semejantes, no obstante Gedeón sí los supo aplacar y pacificar sin sangre.

Pero Jefté, en vez de pacificar con sus hermanos de Efraín y evitar derramar sangre de entre el mismo Israel, les contesta envalentado y se desata la guerra.

Dice Jueces 12:4, Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y lucharon contra los de la tribu de Efraín. Los de Galaad derrotaron a los de Efraín porque estos les habían dicho: «Ustedes los galaaditas son renegados de Efraín y Manasés».

Sangre israelita derramada por otros israelitas. Este tipo de barbaridades se escuchaban en el tiempo de los jueces. Pero no quedó ahí la cosa, sino que a los que quedaron vivos les ponían una prueba cuando querían cruzar por ciertos puntos el jordán para escaparse. Les pedían que pronunciaran cierta palabra cuyo acento particular era característico de los de Efraín y así por su acento se delataban a sí mismos como efraimitas. Y sin misericordia, ahí mismo los degollaban por ser de la tribu de Efraín y según el dato bíblico mataron a cuarenta y dos mil hombres de la tribu de Efraín.

Jefté tuvo victoria sobre los amalecitas. Dios lo usó para mostrar su misericordia hacia Israel, pero Jefté no tuvo misericordia hacia sus propios hermanos del pueblo. Arrasó con ellos. Esto es una victoria sin virtud.

Hermanos, nuestro corazón debe buscar siempre lograr las misiones encomendadas por Dios en donde nos haya colocado, pero hay que lograrlas con virtud, reflejando el carácter santo y piadoso de nuestro Señor. Los medios y los fines son igualmente importantes. El logro completado para la gloria de Dios trae consigo bendición generalizada porque se consigue a través de medios santos y tiene resultados santos. En Cristo, no solo importa el resultado, sino el medio y la virtud de los que lo hacen.

Así que cuidemos nuestros corazones porque pueden estar tan enfocados en lograr cosas para Dios, que nos olvidemos de reflejar el carácter de Dios a través de lo que hacemos. Que nuestras victorias sean siempre con virtud.

La historia de Jefté termina de esta manera en Jueces 12:7, Jefté lideró a Israel durante seis años. Cuando murió Jefté el galaadita, fue sepultado en su pueblo de Galaad.

Al principio del libro cuando se reportaba la duración del período de un juez, primero, eran mucho más largos (no solo 6 años, un sexenio), y segundo siempre se agregaba que en ese tiempo el pueblo tuvo paz. Pero como vemos, ya no se agrega ese calificativo de los tiempos, pues ya no se hallaba verdadero reposo a través de los jueces. Era necesario que viniera alguien más.

Y sabemos que ese alguien más, el mismo libro lo sugiere mencionando que en aquellos días no había rey en Israel y cada quien hacía lo que bien le parecía.

Lo que el pueblo de Dios necesitaba, como nos enseña el libro de Jueces, es un rey que reinase sobre sus corazones y que les hiciera permanecer fieles al pacto del Señor.

Ese rey, sabemos que vino finalmente y logró todo lo que los jueces y los reyes previos no pudieron lograr. Él fue un rey diferente. Un rey siervo que vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. El sí nos rescató de la opresión del pecado. El nunca dudó del carácter del Señor del pacto, él nunca dudó del

Propósito del Señor de salvación a través de él, él nunca dudó del poder de Dios manifestado en la cruz y al tercer día en su resurrección de entre los muertos.

Este rey ocupó la posición que Dios le dio con convicción, mostró su gran fervor lleno de la verdad de la Palabra de Dios y salió victorioso sobre todos sus enemigos con virtud intachable. Donde Jefté falló, Jesús de Nazareth lo logró. Su nombre es Jesús, y él es el Rey de reyes y Señor de señores.

Jefté tuvo una breve mención entre los personajes de fe mencionados en Hebreos 11. A través de él, aun con sus imperfecciones, Dios quiso mostrar su misericordia por su pueblo. Pero en ese mismo contexto bíblico, tanto Jefté como nosotros, somos llamados a poner nuestros ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. Nuestro gran campeón, jefe y Señor.

Por eso hermanos, vayamos a Jesús en nuestras luchas, aferrémonos a sus enseñanzas en medio de la cultura circunvecina que quiere llevarnos lejos de él, hagamos más discípulos que sean hechos a semejanza de él, luchemos por mantener nuestra mirada fija en Jesús, pues sólo así viviremos para la gloria de Dios.