Cuando estás conduciendo tu automóvil en línea recta y de pronto dejas de apoyar tus manos en el volante por unos segundos y el carro comienza a irse levemente hacia la izquierda o la derecha ¿Qué quiere decir?
Generalmente, esto es un indicador de que hay algún desajuste en las llantas de tu carro. Puede ser que están mal calibradas o tienes un problema más complejo de alineación y balanceo. Sea como sea, es una señal de que tienes que atender el sistema neumático de tu carro.
Comparando esta situación mecánica de nuestros carros con la nueva serie de sermones de este mes, “Corazones errantes”, podríamos decir que cuando vemos ciertas pautas de nuestros corazones respecto a nuestra relación con Dios, cuando vemos cuán fácil nuestros corazones comienzan a salirse del camino, cuán fácilmente comienzan a desviarse del camino recto, y cuán reincidentes somos en estas pautas, todo esto nos indica que tenemos un problema de corazón. Nos indica que tenemos que poner atención a nuestros corazones. Porque con mucha facilidad se vuelven corazones errantes.
Esto es lo que vemos en el libro de Jueces. El libro de jueces nos narra uno de los períodos más oscuros de la historia del pueblo de Dios. Encontramos en el libro todo tipo de cosa: sangre, perversión, idolatría, apostasía, juicio y cosas semejantes.
Y estas cosas van empeorando conforme avanza el tiempo. Comenzamos bastante bien, pero luego se va viendo en el libro un deterioro paulatino que cada vez es más grave, hasta el punto de escuchar que en Israel están pasando cosas como las que solo se habían escuchado en ciudades como Sodoma y Gomorra que fueron destruidas por su perversión.
El cuadro que nos pinta el libro es uno de caos, sufrimiento y sin sentidos que vienen porque el pueblo seguía su corazón errante hacia los deseos pecaminosos e idolatrías de sus corazones, lejos del único y verdadero Dios del pacto.
El libro nos ofrece una especie de radiografía de nuestros propios corazones para que nos sirva como advertencia y nos pongamos en guardia, manteniendo nuestro corazón alerta al desvío que sutilmente puede irse dando en nuestro alejamiento del Señor.
Al mismo tiempo, aun en el período más oscuro de la historia del pueblo de Dios, podemos ver al Dios fiel del pacto que no abandona a su pueblo, al Dios del pacto que es misericordioso, al Dios del pacto que da nuevas oportunidades, al Dios del pacto que trae bendición aún sobre personas que no las merecen.
Y ahí estamos tú y yo, ante esta historia y ante esta realidad de nuestros corazones y ante el mismo Dios del pacto que nos ha mostrado su gracia a través del Señor Jesucristo.
Por eso hoy, al estar considerando los capítulos 3 y 4 del libro de Jueces, veremos cómo, a pesar de la rebelión de su pueblo, el Dios del pacto sigue siendo fiel a sus promesas y aun muestra su misericordia a los corazones errantes.
En estos dos capítulos del libro de Jueces, básicamente, hay tres historias diferentes pero que al mismo tiempo son muy semejantes. Aunque los personajes involucrados son diferentes, las pautas que siguen tanto el pueblo como Dios, son las mismas.
Así que tratemos de considerar la enseñanza de estas tres historias, aunque sólo veremos concentradamente una de ellas.
Primero, presentemos a los personajes principales de las tres historias en estos capítulos. En primer lugar, tenemos a Otoniel (capítulo 3:7-11), en segundo lugar está Aod (capítulo 3:12-30) y por último están Débora y Barac en el capítulo 4.
Repito, sólo nos concentraremos en la historia de Otoniel en el capítulo 3, pero haremos referencias breves a las pautas que se repiten en las otras historias en estos capítulos.
Debemos partir del hecho de que Josué, el sucesor de Moisés había muerto y toda esa generación también murió. Las nuevas generaciones no conocían al Señor al mismo nivel de como lo habían hecho las anteriores. Aunado a esto, estaba el hecho de que no lograron la conquista total de la tierra prometida y en lugar de desplazar a todos los pueblos que habitaban allá, hicieron alianzas con algunos de ellos y vivieron entre ellos. Recibieron la influencia de su cultura y de sus dioses.
Así nos dice el capítulo 3:5-6: 5 Los israelitas vivían entre cananeos, hititas, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. 6 Se casaron con las hijas de esos pueblos, y a sus propias hijas las casaron con ellos y adoraron a sus dioses.
Justamente lo que se les había advertido e instruido que no hicieran, eso es lo que hicieron. Se acomodaron a la vida y cultura de los pueblos de Canaan. Hicieron alianzas a través de los matrimonios y adoptaron sus religiones paganas. Precisamente, la perversidad de esas culturas paganas y las atrocidades que cometían adorando a sus dioses falsos, había sido la causa por la que Dios había traído juicio sobre ellos por medio de Israel; pero el mismo pueblo de Dios, se había mezclado y acomodado a estos pueblos.
No es de extrañar entonces, el inicio de la historia de Otoniel, el primero de los jueces, en el capítulo 3:7: Los israelitas hicieron lo malo ante los ojos del Señor; se olvidaron del Señor su Dios y adoraron a las imágenes de Baal y de Aserá.
Aquí empieza la pauta de los corazones errantes presentada en el libro de jueces. El primer paso: El corazón errante se rebela.
Lo que estamos viendo aquí es el resultado de un movimiento sutil de desviación del corazón, pero que se va agravando hasta convertirse en una manera de vivir. Vemos que se olvidaron o abandonaron al Señor. No es que no lo conocieran, sino a pesar de saber quién es el Señor, decidieron ignorarlo. Decidieron hacer a un lado su ley y su palabra. Decidieron dejar de confiar en sus promesas de pacto.
Y no solo se olvidaron o hicieron a un lado al Señor en sus corazones, sino que entregaron su corazón a alguien más. Entregaron su lealtad, su energía, su amor, su intencionalidad, su adoración a dioses falsos, a los ídolos de su corazón.
Este es el cuadro del corazón errante en rebeldía. No estamos hablando de un mero enfriamiento o desánimo temporal, sino estamos hablando de un abandono total de su fe y una entrega total de su corazón a un dios que no es verdadero Dios. A un ídolo que no puede responder, hablar, llenar, transformar ni perdonar.
Un corazón errante deja a Dios en rebeldía y necedad y se entrega a algo o alguien más como si fuera su todo, su plenitud, su felicidad, su Dios.
Y esta primera pauta se repite en las otras historias de estos capítulos en el libro de jueces:
En la historia de Aod, dice: Jueces 3:12ª: 12 Una vez más los israelitas hicieron lo malo ante los ojos del Señor.
Y en la historia de Débora y Barac en Jueces 4:1 también inicia diciendo: Después de la muerte de Aod, los israelitas volvieron a hacer lo malo ante los ojos del Señor.
Y en qué consiste hacer lo malo: Olvidarse del Señor su Dios y entregar sus corazones a dioses que no son dioses.
Puede parecernos irracional, pero así de irracional es el corazón errante en pecado. Cuando abandonamos al Dios verdadero y nos entregamos a la adoración de algún ídolo de nuestro corazón somos capaces de lo inimaginable.
Por abandonar al Dios verdadero y entregar nuestra vida a un ídolo de nuestro corazón somos capaces de:
• Mentir para no quedar mal ante los demás.
• Endeudarnos insensatamente para sostener una apariencia o estatus.
• Participar en actos inmorales con tal de encajar o ser parte de un grupo que anhelamos.
• Abandonar nuestra pureza sexual por conseguir un poco de atención.
• Fingir obediencia a nuestros padres durante la semana, para que el fin de semana nos dejen ir a ese evento donde sabemos que los desobedeceremos.
• Humillar, burlar y lastimar a otros para mantener un estatus de poder sobre los demás.
• Robar, engañar, traicionar o cualquier cosa que fuera necesario hacer para lograr el placer que buscamos.
• Manipular con nuestras palabras o acciones a los demás, con chantajes sentimentales, quejas, lágrimas o amenazas, con tal de lograr lo que hagan lo que anhelamos.
El corazón errante se rebela, olvidándose del Dios del pacto y entregándose a la vana adoración de ídolos que nada son. Necesitamos tanta ayuda por la propensión a la rebelión que tienen nuestros corazones.
Pero en Jueces, cuando los corazones errantes se rebelaban, nuestro Dios del pacto también responde con fidelidad al pacto.
El corazón errante se rebela y El Dios fiel, disciplina
Dice Jueces 3:8, El Señor se enfureció contra Israel a tal grado que los entregó en manos de Cusán Risatayin, rey de Aram Najarayin, a quien estuvieron sometidos durante ocho años.
Ante la rebelión descarada de su pueblo, Dios no puede dejarlos así nada más. En su fidelidad al pacto, tiene que ejercer disciplina sobre su pueblo. Dios no los abandona, sino aun esta medida disciplinaria sobre ellos es para lograr objetivos importantes en sus corazones.
Dice que Dios entregó al pueblo en las manos de Cusán Risatayin quien los sometió u oprimió por ocho años. No fue un ratito, no fue una llamadita de atención, sino fue la consecuencia seria que ameritaba la magnitud de su extravío.
Ellos necesitaban enfrentar las consecuencias de sus malas decisiones para que valoraran qué era mejor…servir al Dios del pacto o servir a estos reyes humanos impíos.
Lo mismo vemos en las otras dos historias que estamos considerando:
En el caso de Aod, dice en jueces 3:12b: “Entonces, por causa del mal que hicieron, el Señor le dio poder sobre ellos a Eglón, rey de Moab”.
En el caso de Débora y Barac dice en Jueces 4:2ª dice: Así que el Señor los entregó en manos de Jabín, un rey cananeo que reinaba en Jazor.
El Dios fiel, fiel a su pacto, fiel a sus promesas, fiel a su santidad, disciplina a su pueblo por amor. Disciplina y amor no son palabras contrarias, sino compatibles. El padre que ama su hijo desde temprano lo disciplina y lo corrige. Así trata Dios a sus hijos.
Su pueblo se había descarriado y necesitaba disciplina para entrar en razón. Así también nosotros, hermanos, si somos hijos y nuestro corazón está siendo rebelde a su palabra, si en nuestro corazón estamos adorando ídolos de nuestra cultura, podemos esperar la disciplina amorosa del Señor.
Esa disciplina vendrá en formas que causarán sufrimiento, incomodidad, tensión, tristeza, frustración y muchas otras cosas no tan agradables, pero no nos confundamos. Si somos hijos y sabemos que estamos recibiendo disciplina de su parte, no pensemos que Dios está cobrando lo que se le debe y con esa disciplina estaremos pagando de algún modo para tener las cuentas balanceadas con Dios.
No es así. Nadie puede hacer lo suficiente o sufrir lo suficiente como para poder reparar el daño que nuestro pecado causa en nuestra relación con Dios. Es sólo por lo que Jesús hizo en la cruz que las cuentas quedan en números negros.
Por eso, cuando estamos siendo disciplinados por el Señor, no estamos pagando nuestros pecados, sino estamos experimentando su amor. Su amor que está dispuesto a llevarnos al límite con tal de llevarnos a la gracia del arrepentimiento y a la transformación que hay para el que humildemente reconoce su necesidad absoluta del perdón de nuestro Dios.
Nuestro corazón idólatra requiere disciplina de parte del Dios fiel. Si nos disciplina, nos está mostrando que le importamos y que somos sus hijos.
En el libro de jueces, el corazón errante se rebela y el Dios fiel disciplina.
Pero la pauta que encontramos en este libro, continúa y vemos que, ante la disciplina del Señor sobre su pueblo a través de la opresión de los pueblos circundantes, ocurre entonces que
El corazón errante clama
Dice Jueces 3:9ª: Pero clamaron al Señor. El pueblo que había apartado su corazón del Señor y habían recibido la justa disciplina de su parte, ahora en sus angustias y penurias, alzaban sus voces clamando al Señor por misericordia para ellos.
Cusán Risatayin estaba siendo cruel y despiadado con ellos y los tenía en opresión ya por ocho años seguidos. Eran insoportables sus sufrimientos y rogaban al Señor con todo su corazón que los liberara.
En el caso de Aod dice la Escritura en Jueces 3:15ª: Los israelitas volvieron a clamar al Señor.
Y de Débora y Barac dice en Jueces 4:3, Los israelitas clamaron al Señor porque Jabín tenía novecientos carros de hierro y durante veinte años había oprimido cruelmente a los israelitas.
Es algo tan común, que parece normal, que cuando estamos en sufrimientos sean los tiempos cuando más intensamente buscamos al Señor. Piensa en la última vez que tuviste un tiempo intenso de oración y búsqueda de su rostro, lo más probable es que estabas pasando una situación agobiante, angustiante, que no sabías cómo iba a resultar. Y orabas y orabas, y leías la Biblia y buscabas consejo intensamente.
¿Por qué esperar momentos de angustia para buscar con todo nuestro corazón al Señor cuando podemos hacerlo todo el tiempo?
Pero aquí vemos al pueblo clamando y clamando. Por qué clamar al Dios que habían abandonado. Porque quizá sabían que es un Dios misericordioso, lento para la ira y grande en misericordia.
Este es nuestro Dios, a quien podemos clamar todo el tiempo, no importa nuestra situación. Si ahora mismo estás lejos de él y estás cosechando las consecuencias de tus malas decisiones puedes clamar al Dios de misericordia para que pueda transformar, primeramente, tu corazón errante, para no desviarte de nuevo del camino, sino para fijar tu vida en él que es nuestra luz y nuestra salvación.
No esperemos estar en aprietos para clamar a nuestro Dios, mejor ahora que estamos bien, busquémoslo con la misma o mayor intensidad que si estuviéramos en un tiempo de angustia, porque él se ha hecho cercano en Cristo Jesús.
Entonces, en la pauta de jueces, el corazón errante clama en su angustia y El Dios fiel tiene misericordia, libera y bendice.
Dice Jueces 3:9-11, Pero clamaron al Señor y él hizo que surgiera un libertador, Otoniel, hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb. Y Otoniel liberó a los israelitas. 10 El Espíritu del Señor vino sobre él, y así se convirtió en líder de Israel y salió a la guerra. El Señor entregó a Cusán Risatayin, rey de Aram, en manos de Otoniel, quien prevaleció sobre él. 11 El país tuvo paz durante cuarenta años, hasta que murió Otoniel, hijo de Quenaz.
Aquí vemos nuevamente al Dios misericordioso y fiel a su pacto. En respuesta al clamor de su pueblo y honor a su pacto con ellos, nuestro Dios levantó a un libertador, en este caso llamado Otoniel, proveniente de la tribu de Judá, pues era sobrino de Caleb.
El libro de Jueces lleva su nombre por este tipo de personaje que aparecen en este período, que en nuestras versiones en español se les traduce como jueces. Pero no eran jueces en el sentido estricto con el que tomamos la palabra hoy día relacionándolo exclusivamente con la impartición de justicia, sino más bien eran como unos líderes, unos caudillos que guiaban, orientaban, protegían al pueblo de sus opresores.
Aquí vemos a Otoniel realizando esta tarea de guiar a Israel como su líder en la guerra contra Cusán Risatayin, venciéndolo y liberando al pueblo de la opresión. En las otras historias este lugar lo ocupo Aod y Débora e incluso Barac de una manera imperfecta.
Esta fue la respuesta de Dios ante el clamor de su pueblo. Les proveyó un libertador. El resultado de su labor fue restaurar la paz y libertad en el país, que en el caso de Otoniel duró por cuarenta años. Eso es un montón de tiempo.
Fueron 8 años de opresión, contrastados con cuarenta de paz. Así es nuestro Dios fiel al pacto. En su misericordia libera y bendice a su pueblo oprimido. Podemos contar con ello. Y su bendición es maravillosa. Podemos siempre tener esperanza en nuestro gran Dios del pacto.
Entonces, repasando, El corazón errante se rebela y el Dios fiel, disciplina.
El corazón errante clama y el Dios fiel tiene misericordia, libera y bendice.
Esta pauta nos muestra la grandeza de nuestro Dios y la realidad de nuestros corazones. Pero para terminar de completar el triste cuadro de nuestros corazones mira lo que dice la Biblia que ocurrió después de la muerte de Otoniel y de esos cuarenta años de paz.
Dice Jueces 3:12, Una vez más los israelitas hicieron lo malo ante los ojos del Señor.
Por cuarenta años, mientras vivió Otoniel, ellos permanecieron leales al Señor, pero cuando murió, su corazón comenzó de nuevo el ciclo mostrado en jueces. Como vemos,
El corazón errante vuelve a rebelarse.
Y esta pauta la vemos también en la historia de Aod y de Débora. La paz duraba mientras los jueces vivían. Pero cuando moría y su influencia directa también, el corazón del pueblo comenzaba a volverse errante de nuevo.
¡Qué problema! ¿Cómo podría resolverse este problema del corazón del pueblo? ¿Qué podemos hacer nosotros también que podemos identificarnos con estas pautas del libro de jueces? ¿Qué podemos hacer con nuestra tendencia a tener corazones errantes?
Estos jueces fueron hombres e incluso mujeres, que lideraron al pueblo en estos tiempos oscuros y los liberaban de los pueblos que los oprimían. Aunque los jueces tuvieron una función positiva temporal, no fueron la solución al problema de los corazones errantes.
La institución de los jueces fue en decadencia y se muestra a lo largo del libro. Comenzó bastante bien con estas tres historias que hemos comentado y terminó en decadencia total con un juez muy conocido llamado Sansón.
Los jueces, aunque tuvieron un papel importante, no lograron traer lo que el pueblo necesitaba. El mismo libro nos da la pista de aquello que vendría a traer orden a los corazones errantes del pueblo de Dios. Y esta también es la respuesta para nosotros.
En Jueces 21:25, en el último versículo del libro de jueces, dice: En esos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus propios ojos.
El libro nos enseña que este tipo de debacle espiritual y social sucede cuando no hay un rey. Lo que necesitamos en nuestras vidas es un rey que gobierne y ponga orden a nuestros corazones.
El libro de Jueces, entonces, apunta hacia la necesidad de un rey en la vida del pueblo. El rey al que hace referencia jueces es el rey que el Nuevo Testamento atestigua que es el Señor Jesucristo. Nuestro rey que vino a afianzar nuestros corazones en Dios para que le amemos con todo nuestro ser, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente.
Jesús es el rey que viene a tomar nuestros corazones errantes y los regresa de manera definitiva a Dios. Jesús es el rey que disciplina aquellos que ha reconciliado con Dios. Jesús es el rey que acude a nosotros en nuestro clamor y angustia.
Jesús es el rey que vino de parte de Dios para liberarnos, mostrándonos su misericordia y asegurándonos el perdón de Dios.
Jesús es el rey que entregó su vida por su pueblo y al tercer día resucitó para ser el rey de reyes y Señor de Señores. Este es el rey que necesitamos para nuestros corazones dejen de ser errantes y dejemos de hacer lo que bien nos parezca ante nuestros propios ojos.
Es por su obra completada de redención que podemos este día darnos cuenta de nuestra necesidad de arrepentirnos de nuestro corazón errante y regresar a la obediencia al rey maravilloso que pone orden a nuestras vidas.
Es por su gracia inefable que podemos ponernos alerta de nuestros propios corazones al escuchar las advertencias amorosas que nos hace la palabra para buscar al Señor con todo nuestro ser aunque no estemos en tiempos de angustia.
Es por su misericordia que podemos poner al descubierto a los ídolos de nuestro corazón que intentan esconderse para no ser desechados y abandonados en nuestro regreso a la adoración del único Dios vivo y verdadero.
Es por su gracia que podemos renunciar a esas cosas a las que hemos visto como nuestros dioses funcionales, para que arrepentidos sometamos nuestras vidas al único que merece nuestra adoración total.
El libro de Jueces nos advierte de lo que pasa cuando no tenemos al verdadero rey reinando en nuestras vidas.
Ante el pueblo con un corazón errante y reincidente, el Dios fiel ha establecido a su rey.
Regresemos al Rey, Sometámonos al Rey, obedezcamos al rey y vivamos para el único rey de reyes y Señor de señores. Amén.