Soy aficionado de los documentales de investigación policiaca. Y siempre me llama la atención cómo cada caso de la vida real es como una radiografía de cómo los deseos a los que se aferran las personas los llevan a cometer toda clase de delitos y pecados.
Recuerdo el caso de un pastor que tenía un ministerio aparentemente fructífero en una iglesia y de pronto, su esposa murió de una manera supuestamente accidental ahogada en la tina del baño.
Comenzaron las investigaciones y se fue encontrando evidencia de que el pastor estaba en una relación adúltera y que un divorcio arruinaría su permanencia en el ministerio, por lo que había preferido asesinar a su esposa, para que así, como viudo, pudiera quedarse con la otra mujer y continuar con su ministerio que no quería dejar por nada del mundo.
Un corazón que quedó clavado, cautivo de un deseo pecaminoso por una mujer que no le correspondía y también por la idolatría de un ministerio que tampoco le correspondía. Un corazón errante que abandonó al Dios santo, vivo y verdadero y se entregó a dioses falsos que no sirven para nada.
Este caso podría parecer lejano a nosotros, pero está mucho más cercano de lo que pudiéramos pensar. Nosotros también tenemos corazones activos, corazones que desean, corazones que deciden, corazones que pueden volverse errantes tratando de buscar su llenura en otro lugar que no sea la fuente de vida y abundancia que es sólo nuestro Dios.
Hasta donde sé, nadie aquí ha asesinado a su cónyuge, pero sí hemos gritado, sí hemos ofendido, sí hemos mentido, sí hemos fingido con tal de buscar satisfacer algún deseo.
También nosotros, hemos tenido un corazón errante que deja en algún asunto a aquel que es la fuente de agua viva y va en busca de cisternas rotas que no retienen agua.
También nosotros, necesitamos ser recordados, corregidos, advertidos, exhortados, animados a regresar de nuestro extravío o a permanecer anclados en la verdad del único Dios vivo y verdadero. También nosotros debemos tener cuidado para no tener un corazón errante.
Por eso en esta nueva serie que iniciamos hoy: “corazones errantes”, basada en el libro de Jueces en el Antiguo Testamento, vamos a estar considerando uno de los períodos más oscuros de la historia del pueblo de Dios, para considerar las advertencias, orientación y dirección que nos da la Palabra para que tengamos corazones fijos, firmes, clavados sólo en la verdad de aquel que nos ha hecho su pueblo.
Somos vulnerables a tener un corazón errante, pero Dios sigue siendo fiel y misericordioso con su Pueblo, y continúa trayéndonos hacia él por su gracia. Por eso, oramos para que al considerar lo que pasó con el pueblo de Israel en el tiempo de los jueces, nosotros corramos cada día al Dios de gracia para seguir asidos y sostenidos en la fe y verdad del único para el cual debemos vivir.
El libro de Jueces es uno de los más crudos y fuertes de la Biblia. Encontramos mucha sangre, mucha idolatría, mucha perversión, muchas decisiones torcidas, en fin, uno hasta podría preguntarse qué hace un libro así en la Biblia.
Pero este libro está para mostrarnos y advertirnos cómo los corazones se vuelven errantes cuando se apartan del Dios del pacto y cómo la vida personal y comunitaria va de mal en peor, va en debacle, cuando estamos lejos del Dios vivo y verdadero, yendo de dios falso en dios faso, y yendo de decisión mala a decisión peor. Y todo esto por no sujetarnos al Señorío del único que nos puede guiar en verdad a una vida plena y de bendición.
El libro inicia haciendo la acotación de que esto aconteció después de la muerte de Josué.
¿Quién fue Josué? Josué fue el que Dios escogió para guiar al pueblo a la tierra prometida como el sucesor de Moisés. Lo que Moisés había iniciado, Josué debía seguirlo y completarlo.
Pero al llegar al libro de los jueces, Moisés hacía mucho que había muerto y ahora también Josué había muerto. Y es ese contexto y tiempo de la historia del pueblo de Dios que se describe en el libro.
Y lo que veremos es que a lo largo del libro vamos de mal en peor. Comenzamos bastante bien, pero al final del libro vemos que están pasando cosas en Israel que sólo se habían escuchado en ciudades que recibieron el juicio de Dios como Sodoma y Gomorra. Vemos en el libro la descripción de los corazones errantes como una advertencia para no ir en esa dirección, sino en una dirección contraria que nos lleve y afiance en el Dios vivo y verdadero.
En los dos primeros capítulos de Jueces encontraremos tres rasgos de los corazones errantes como si fuera un diagnóstico para analizar el nuestro. Como si fuera una advertencia para mantener a raya a nuestro corazón. Y al mismo tiempo, veremos el corazón del Dios de gracia que no renuncia a su pueblo, que es fiel, que persevera con su pueblo, que no tira la toalla con su pueblo a pesar de todo.
Al considerar estas dos realidades que seamos impulsados a buscar, anclarnos y permanecer en aquel que nos ha amado y ha dado todo para que nosotros estemos con él para siempre.
Veamos entonces, tres características de un corazón errante.
En primer lugar, Un corazón errante Desobedece la instrucción.
El libro de Jueces inicia hablando del momento exacto cuando comienza la ocupación de la tierra prometida por cada tribu conforme les había sido repartida. Y aunque en el capítulo 1 comienzan a verse ciertos avances y ciertas victorias muy pronto empieza a ser evidente que la conquista de la tierra no estaba saliendo como se suponía que debía pasar.
En teoría, los israelitas debían expulsar por completo a los pueblos que habitaban esas tierras, pues serían los ejecutores del juicio de Dios sobre estos pueblos por su perversión. Pero resulta que sólo lo estaban logrando en parte.
Por ejemplo, en Jueces 1 NBLA vemos:
(27) Pero Manasés no tomó posesión de Bet Seán y sus aldeas…porque los cananeos persistían en habitar en aquella tierra.
(29) Tampoco Efraín expulsó a los cananeos que habitaban en Gezer…
(30) Zabulón no expulsó a los habitantes de Quitrón, ni a los habitantes de Naalal; de manera que los cananeos habitaron en medio de ellos…
(31-32) Aser no expulsó a los habitantes de Aco….Así que los de Aser habitaron entre los cananeos…porque no los pudieron expulsar.
(33) Neftalí no expulsó a los habitantes de Bet Semes…sino que habitó entre los cananeos…
Algo no estaba saliendo bien. ¿Qué estaba fallando? ¿Qué es lo que estaba ocurriendo para que el pueblo de la promesa no estuviera viviendo la realidad de la conquista plena de la tierra prometida?
Para encontrar la falla debemos ir al libro de Josué, capítulo 1, cuando recién había muerto Moisés y a su sucesor en el liderazgo, a Josué se le dicen estas palabras en Josué 1:6-8:
6 »Sé fuerte y valiente, porque tú darás a este pueblo posesión de la tierra que juré a sus padres que les daría. 7 Solamente sé fuerte y muy valiente. Cuídate de cumplir toda la ley que Moisés Mi siervo te mandó. No te desvíes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que tengas éxito dondequiera que vayas.
8 »Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito. Porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito.
En ese primer capítulo del libro de Josué se describe toda la extensión de tierra que Dios había previsto entregar a su pueblo y abarcaba todas esas tierras y lugares que en tiempos de la conquista no habían podido ocupar. ¿Por qué no se estaba cumpliendo la promesa?
A Josué se le dijo claramente que no debían desviarse de la ley y Palabra de Dios ni a la derecha ni la izquierda. La manera de lograr la vitoria sobre los pueblos cananeos era permaneciendo anclados en la Palabra del Señor, era fijando sus corazones en la ley de aquel que los había sacado de Egipto para llevarlos a la tierra prometida.
Iba a ser una batalla real y física, pero que ganaría siendo obedientes al Dios que peleaba sus batallas.
Pero en el camino, sus corazones se fueron volviendo errantes y fueron abandonando la ley de Dios y comenzaron a emplear medios meramente humanos para conquistar la tierra, llegando incluso a hacer alianzas con los pueblos cananeos, llegando a acuerdos para dejarlos en la tierra, estando así en contra de la instrucción que habían recibido desde el principio.
Los corazones errantes se caracterizan por desobedecer la instrucción. La obediencia al Señor era su victoria, pero ellos prefirieron medios humanos para intentar hacer lo que sólo Dios era capaz de hacer. Al desobedecer, estaban mostrando que su corazón errante no confiaba en el Dios del pacto.
En el capítulo 2 de Jueces, este hecho queda bien claro en las palabras del Señor en los versículos 1 al 3: El ángel del Señor subió de Gilgal a Boquim y dijo a los israelitas: «Yo los saqué a ustedes de Egipto y los conduje a la tierra que había prometido a sus padres y les dije: “Jamás quebrantaré Mi pacto con ustedes, 2 y en cuanto a ustedes, no harán pacto con los habitantes de esta tierra; sus altares derribarán”. Pero no me han obedecido. ¿Qué es esto que han hecho? 3 Por lo cual también dije: “No los echaré de delante de ustedes, sino que serán como espinas en su costado, y sus dioses les serán lazo para ustedes”».
Todo comienza siempre con la gracia, misericordia y fidelidad de Dios para con su pueblo. Él los había sacado de la esclavitud de Egipto y había hecho promesas que estaba listo para cumplir. Había jurado jamás quebrantar el pacto que había hecho con su pueblo.
En su misericordia, Dios ha hecho un pacto que jamás será quebrantado de su parte. Él permaneció fiel en las buenas y las malas. Por amor a su nombre empeñado en su pacto, seguía bendiciendo y sosteniendo a su pueblo.
Ellos debían seguir las instrucciones dadas. La idolatría de esa tierra debía ser acabada. Ellos no debían vivir en medio de idolatrías. Pero, ¿Qué hicieron? Desobedecieron. Confiaron más en razonamientos humanos que en la Palabra de Dios. Temieron más a las naciones paganas, que al Dios del pacto. Hicieron alianzas con los que debían ser expulsados y se quedaron a vivir entre ellos y en medio de su influencia contraria a la ley de Dios.
De esta manera los corazones errantes dejaron de obedecer la ley de Dios y entregaron su corazón a la voz del hombre. Dios entonces, a manera de disciplina para los corazones errantes de su pueblo, permitió que las naciones que se suponía que debían ser expulsadas, permanecieran para que fueran un constante tropezadero, dolor de cabeza y trampa para su pueblo. Israel sería constantemente probado y acosado por estas naciones que por su desobediencia no pudo expulsar de la tierra.
Eso pasó con Israel en el tiempo de los jueces. ¿Y nosotros? ¿Será que somos muy distintos? ¿Será que nosotros no somos tentados a dejar la ley del Señor por pensamientos humanos? ¿Será que nosotros no somos tentados a pensar que ciertas cosas de la voluntad revelada de Dios en la Escritura no son tan sofisticadas, tan elegantes, tan atrayentes como nos parecen algunas teorías o propuestas humanas?
Detrás de nuestra desobediencia a Dios en algo en nuestras vidas, siempre está un corazón que dejó de confiar en el carácter y santidad del Señor y confió más en alguna propuesta de los cananeos que viven entre nosotros.
Detrás de una desobediencia de inmoralidad sexual está un corazón que dejó de confiar en la santidad y belleza con la que el Señor ha creado el sexo.
Detrás de una desobediencia en el uso de nuestras palabras está un corazón que dejó de confiar en el propósito santo de edificación que Dios ha dado al lenguaje humano.
Niño, joven, detrás de una desobediencia a la autoridad de tus padres está un corazón que dejó de confiar en la estructura de autoridad que sabiamente Dios ha puesto sobre ti como una bendición para tu vida.
En fin, detrás de la desobediencia está un corazón errante que ha emigrado en su confianza de la ley y palabra del Señor y la ha depositado en algo o en alguien más que no es Dios. También nosotros podemos tener un corazón errante. Un corazón errante desobedece la instrucción.
Pero hay una segunda característica que encontramos en estos pasajes. En segundo lugar, un corazón errante Descuida su deber hacia la siguiente generación.
El pacto de Dios con su pueblo es intergeneracional. Abarca a la generación adulta, pero incluye a sus descendientes. Así, todas las generaciones son importantes en el pacto. Por lo mismo, las generaciones mayores deben tender un cuidado especial en ser los perpetuadores del pacto en las generaciones más jóvenes.
Es por eso, que los padres deben ser muy intencionales en discipular a sus hijos y enseñarles con toda diligencia en casa acerca del Señor del pacto.
Es por eso, también que la iglesia en general tiene que ser muy intencional en ministrar y servir como comunidad para que la siguiente generación reciba el testimonio del Dios del pacto, siendo primeramente apoyo idóneo para los padres en su tarea y proveyendo los contextos y las condiciones para que la siguiente generación sea expuesta a las verdades del evangelio.
Esta labor importantísima fue descuidada en el tiempo de los Jueces con consecuencias catastróficas.
Dice Jueces 2:8-10: 8 Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de 110 años. 9 Y lo sepultaron en el territorio de su heredad, en Timnat Sera, en la región montañosa de Efraín, al norte del monte Gaas. 10 También toda aquella generación fue reunida a sus padres. Y se levantó otra generación después de ellos que no conocía al Señor, ni la obra que Él había hecho por Israel.
Esto es trágico para una generación. Murió toda una generación, pero los que les siguieron no habían sido crecidos en el pacto debidamente y las generaciones que vinieron después de éstas, fueron empeorando cada vez más.
Esas generaciones no conocían al Señor y ni la obra que él había hecho. ¿Qué había pasado? Las generaciones mayores habían descuidado uno de sus deberes más sagrados, más importantes, perpetuar el pacto en los más jóvenes.
Quizá estuvieron muy ocupados en la conquista de la tierra, quizá estuvieron muy distraídos construyendo ciudades, quizá estuvieron muy influidos por las posturas de las culturas paganas cananeas, pero el hecho es que la siguiente generación tuvo una especie de teléfono descompuesto. Cada generación que iba surgiendo estaba menos preparada en el temor del Señor que la anterior. Los corazones errantes descuidan este deber prioritario.
Hermanos, si la siguiente generación es más inteligente, más tecnificada, más refinada, más próspera económicamente, pero abandona la fe en nuestro Dios, y se vuelve tras los ídolos de su corazón y de la cultura, habremos fracasado como generación cristiana.
Por eso tenemos una gran responsabilidad y privilegio: dejar un legado de fe a la siguiente generación.
Los padres tenemos esta bendita oportunidad directamente porque los tenemos con nosotros 24/7 por un tiempo limitado. Pero, aunque no seamos padres, como comunidad en realidad, no importa si somos casados o solteros, si tenemos hijos o no los tenemos, si hemos vivido 20 o 60 años, si tenemos 30 o 2 años de cristianos, no importa, de igual manera tenemos la responsabilidad y privilegio de dejar un legado de fe a la siguiente generación. La mejor inversión de nuestras vidas como generación es discipular a la siguiente.
Si conocemos a Dios como soberano, fiel, santo, amoroso, lleno de gracia y misericordia, justo, que todo lo sabe, que todo lo puede, entonces la siguiente generación debe conocer a ese mismo Dios como se revela en las Escrituras.
Por eso es muy importante que invirtamos nuestro tiempo, vida y recursos para formación de la siguiente generación. Aprovechemos todas las oportunidades cotidianas y también las formales para instruir en el carácter de Dios.
Pero también es importante modelar el carácter de Dios. Tú y yo somos una “ayuda visual” del carácter de Dios para la siguiente generación.
Al considerar lo que ocurrió con los corazones errantes en el libro de jueces, corramos al Señor dispuestos a ser transformados por su gracia para ser esa generación que deje huellas del evangelio claras y nítidas en las generaciones que nos siguen.
Los corazones errantes descuidan su deber hacia la siguiente generación, pero hay aún, una tercera característica del corazón errante y esta es, El corazón errante Desvía su vida hacia los ídolos.
Dice Jueces 2:11-13: 11 Entonces los israelitas hicieron lo malo ante los ojos del Señor y sirvieron a los Baales. 12 Abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y siguieron a otros dioses de entre los dioses de los pueblos que estaban a su derredor; se postraron ante ellos y provocaron a ira al Señor. 13 Dejaron al Señor y sirvieron a Baal y a Astarot.
El pueblo de Dios al tener su corazón errante dejó de considerar al Señor como el Dios vivo y verdadero y comenzó a intentar sustituirlo con las propuestas que recibía de los pueblos que los rodeaban. Llegó al punto de abandonar al Señor, Dios de sus padres, a aquel que en verdad es Dios y los había sacado de la esclavitud de Egipto, y comenzaron a postrarse, seguir, amar y a obedecer a los dioses falsos de los cananeos, tales como Baal y Astarot.
Un ídolo parece que te puede responder, pero en verdad para nada sirve. La adoración a los ídolos es la esclavitud más vana en la que alguien pueda estar.
Fuimos hechos para adorar solo al Señor, pero cuando desviamos nuestro corazón hacia algún aspecto de la creación y lo tomamos como nuestro Dios, ese sustituto de Dios se vuelve el ídolo de nuestro corazón y comienza a controlar todo lo que hacemos, pensamos y decimos. La idolatría es una esclavitud.
Hoy día no nos arrodillamos ante Baal y Astarot. La mayoría de nosotros hasta nos burlaríamos de alguien que su sano juicio doblara la rodilla ante estos dioses falsos. Pero también estamos rodeados de ídolos de la cultura en la que estamos viviendo. Esos aspectos de la cultura que nos rodea que llegamos a considerarlos nuestros dioses funcionales, aquellas cosas sin las cuales pensamos que no podemos vivir.
Los corazones errantes pueden desviar sus vidas hacia los ídolos de la cultura, como por ejemplo, la comodidad, el placer instantáneo, la apariencia externa, el poder e influencia sobre otros, el éxito, la felicidad entendida en nuestros términos, la autocomplacencia, y la lista puede seguir y seguir.
Los corazones errantes son propensos a tomar estos aspectos de la cultura y divinizarlos, hacerlos indispensables para la existencia, buscarlos con toda intencionalidad, y al hacerlo lo único que hacemos es enredar más y más nuestras vidas. Por seguir la adoración de un ídolo somos capaces de destruir nuestra familia, de traicionar, de mentir, de pisotear a alguien, incluso deshacernos de alguien. En fin, un corazón errante idólatra es una bomba de tiempo que explota en cualquier momento trayendo destrucción y daños a todos los que lo rodean.
Y todo por abandonar al único Dios vivo y verdadero que vez tras vez ha mostrado su incansable amor hacia su pueblo.
Y aun en el libro de Jueces, nuestro Dios muestra su misericordia y paciencia hacia estos corazones errantes. Cuando se desviaban hacia los ídolos, cuando descuidaban a la siguiente generación, cuando desobedecían su instrucción, el enviaba medidas correctivas y disciplinarias para regresarlos a él. Y en este período lo hizo a través de unos personajes que en el libro son llamados jueces.
Estos jueces fueron hombres e incluso mujeres, que lideraron al pueblo en estos tiempos oscuros y los liberaban de los pueblos que los oprimían. Mientras el juez, caudillo o líder vivía el pueblo regresaba al Dios verdadero, pero tan pronto moría, comenzaban de nuevo los corazones errantes a manifestarse en un espiral descendente de alejamiento y abandono del Señor del pacto. Y el ciclo se repetía y se repetía.
Aunque los jueces tuvieron una función positiva temporal, no fueron la solución al problema de los corazones errantes. La institución de los jueces fue en decadencia y se muestra a lo largo del libro. Comenzó bastante bien y terminó en decadencia total con un juez muy conocido llamado Sansón.
Los jueces, aunque tuvieron un papel importante, no lograron traer lo que el pueblo necesitaba. El mismo libro nos da la pista de aquello que vendría a traer orden a los corazones errantes del pueblo de Dios.
En Jueces 21:25, en el último versículo del libro de jueces, dice: En esos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus propios ojos.
El libro nos enseña que este tipo de debacle espiritual y social sucede cuando no hay un rey. Lo que necesitamos en nuestras vidas es un rey que gobierne y ponga orden a nuestros corazones.
El libro de Jueces, entonces, apunta hacia el rey que el Nuevo Testamento atestigua que es el Señor Jesucristo. Nuestro rey que vino a afianzar nuestros corazones en Dios para que le amemos con todo nuestro ser, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente.
Es el rey que entregó su vida por su pueblo y al tercer día resucitó para ser el rey de reyes y Señor de Señores. Este es rey que necesitamos para nuestros corazones dejen de ser errantes y dejemos de hacer lo que bien nos parezca ante nuestros propios ojos.
Es por su obra completada de redención que podemos este día darnos cuenta de nuestra necesidad de arrepentirnos de nuestro corazón errante y regresar a la obediencia al rey maravilloso que pone orden a nuestras vidas.
Es por su gracia inefable que podemos ponernos alerta de nuestros propios corazones al escuchar las advertencias amorosas que nos hace la palabra del peligro que corremos si descuidamos a la siguiente generación y no somos intencionales en discipular a los que vienen detrás de nosotros.
Es por su misericordia que podemos poner al descubierto a los ídolos de nuestro corazón que intentan esconderse para no ser desechados y abandonados en nuestro regreso a la adoración del único Dios vivo y verdadero.
El libro de Jueces nos advierte de lo que pasa cuando no tenemos al verdadero rey reinando en nuestras vidas.
Regresemos al Rey, Sometámonos al Rey, obedezcamos al rey y vivamos para el único rey de reyes y Señor de señores. Amén.