Me parece que fue en un libro de texto de la primaria donde leí por primera vez la historia del Abuelo y el plato de madera.
Resulta que un hombre ya anciano quedó viudo y su hijo lo llevó a su casa a vivir con su familia. El hijo, juntamente con su esposa, tenían un hijo pequeño en el hogar familiar.
La convivencia con el abuelo fue un poco complicada porque el anciano ya había perdido algunas habilidades motrices y cuando comía, por ejemplo, tiraba un poco de su comida por falta de precisión en sus movimientos. Por lo mismo también se le había caído alguna vez su plato y se había roto.
El hijo se enojaba con impaciencia por la lentitud y aletargamiento de su padre al tomar sus alimentos y le respondía irritadamente. Una vez, cansado de que su padre, rompiera la vajilla, le compró un plato de madera y se lo dio con desdén.
Así pasó el tiempo, el abuelo, de hecho, ya comía a solas en su plato de madera, porque el hijo no soportaba ver cómo se le caía a veces la comida de la boca.
Un día, el hijo vio a su pequeño jugando con un pedazo de madera. El pequeño hacía los movimientos como si estuviera tallando algo en el pedazo de madera. Intrigado el padre le preguntó a su hijo: “Hijito, ¿qué estás haciendo con ese pedazo de madera?”. El pequeño sin titubeos le dijo: “Estoy haciendo tu plato para darte tu comida cuando estés viejo”.
No recuerdo si la historia después de esta respuesta del hijo, terminaba de otra manera, pero al menos para mí, me quedó muy clara la lección desde entonces. Con nuestro trato en la familia estamos estableciendo precedentes, modelos, ejemplos, desafíos a la siguiente generación. Por eso, es importante poner atención a la vida familiar y en particular, en nuestra serie de este mes, al amor familiar.
Hemos hablado del amor a Dios en la familia, del amor a los padres y a los hijos, y hoy nos toca cerrar nuestra serie hablando del amor a los mayores, a los ancianos, a los miembros honorables con mayor experiencia en la vida en nuestras familias.
Los adultos mayores van disminuyendo paulatinamente sus habilidades motrices, salud general, productividad económica y contacto social. Sin duda, puede ser una de las etapas más complejas para las personas. De hecho, el predicador en Eclesiastés dice: que generalmente decimos que en esos años no hallamos mucho contentamiento.
A esta etapa de la vida que ya de por sí es compleja, a veces le agregamos un trato por parte de las generaciones más jóvenes que puede ser una carga adicional para los mayores. Un trato que pudiera caracterizarse por privación social, interacción irritable e impaciente, menosprecio y tristemente, en algunos casos, incluso maltrato físico.
Por todo esto y más, la vejez no es una etapa muy popular de la vida, ni de muchos likes. No obstante, la Escritura nos presenta una visión distinta de la vejez y del trato que debemos tener hacia los mayores. Si tan solo hiciéramos caso a la Palabra de Dios, nuestros ancianos tendrían mejor calidad de vida y las generaciones más jóvenes tendríamos larga y mejor vida también, según la promesa divina.
Desde la ley de Moisés estaba claro que los ancianos deben recibir de nuestra parte un trato de honra muy especial.
Levítico 19:32 dice: »Ponte de pie en presencia de los mayores. »Respeta a los ancianos. »Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.
Otras versiones dicen que nos pongamos de pie, que honremos, ante las personas que ya peinan canas.
En nuestros días se hace más difícil hacerlo porque ya casi no vez canas porque se las pintan para esconderlas.
Pero la Escritura pone un fuerte peso de honra hacia los que por su edad tienen el pelo cano.
En la Escritura las canas no son señal de vergüenza, sino de honor y honra. Se les debe un respeto y honra especial. Se les debe tener en un lugar de prioridad y honor. Y este versículo de la ley, liga la honra a los ancianos como una manera de mostrar respeto, honra y temor a Dios mismo.
Es decir, que el que deshonra a los ancianos, está actuando temeraria e insensatamente en rebeldía hacia Dios.
El libro de Proverbios, con sus maravillosos y constantes consejos para las generaciones más jóvenes, también menciona lo honrosa que debe ser la vejez y el trato preferencial a los ancianos.
Proverbios 16:31 dice: Las canas son una honrosa corona que se obtiene en el camino de la justicia.
Y Proverbios 20:29 también recalca: La gloria de los jóvenes radica en su fuerza; la honra de los ancianos, en sus canas.
Hay un gran valor en la vida y experiencia de los mayores que no se compara con toda la fuerza que las generaciones más jóvenes puedan tener. El ímpetu juvenil sin el balance de la sabiduría de la vejez, es como un caballo desbocado. Es muy peligroso tener la fuerza sin la sabiduría.
Los ancianos, entonces, son ese cúmulo de sabiduría que debe ser valorada como una corona blanca sobre sus cabezas.
En fin, la perspectiva que debemos tener de los mayores no es como el mundo la tiene, es decir, como si fueran una carga, un estorbo, un problema o un fastidio, sino la Escritura nos insta a tenerlos en alta estima, a servirles, a honrarles, a aprender de su experiencia y sabiduría. Es decir, si tienes a una persona mayor en tu vida debes sentirte muy bendecido y privilegiado.
Pero sabemos que, aunque esta es la perspectiva bíblica que debe guiar nuestro amor hacia los mayores, todavía no estamos viviendo en el siglo venidero. Todavía la renovación de todas las cosas no es una realidad consumada, por lo tanto, todavía tenemos que ser recordados, advertidos, corregidos y animados a dar este trato especial y preferencial a los mayores.
En 1Timoteo 5, el apóstol Pablo, al hablar acerca de la repartición de manutención a las viudas en la iglesia de Éfeso, nos deja varios recordatorios importantes que tienen que ver con el trato a los mayores. Por eso consideraremos parte de este pasaje en 1 Timoteo 5:1-8.
La epístola a Timoteo es una carta llena de consejos de un pastor experimentado a un joven pastor. El apóstol Pablo le da muchas indicaciones, exhortaciones y ánimo al joven pastor Timoteo que estaba ministrando en la iglesia en Éfeso.
Entre todos estos temas relevantes para el ministerio pastoral de Timoteo, el apóstol llega al punto del trato a las viudas de la comunidad por parte de la iglesia y es ahí donde se subrayan por lo menos cuatro verdades importantes para aplicar en nuestro trato a los mayores.
El capítulo 5 de Timoteo comienza dando una instrucción general del trato a personas de todas las edades.
1 Timoteo 5:1-2 dice: No reprendas con dureza al anciano, sino, más bien, exhórtalo como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos, 2 a las ancianas, como a madres; a las más jóvenes, como a hermanas, con toda pureza.
Aquí vemos que la iglesia está compuesta por varios grupos de personas y que Timoteo debía aprender a relacionarse ordenada y santamente con cada uno de ellos.
Hay personas mayores que uno, hay personas menores que uno. Hay personas del sexo opuesto a uno. Hay personas del mismo sexo que uno. En fin, hay una gran variedad de posibilidades. Pero no importa de quién se trate, no podemos relacionarnos con ellos como se nos antoje, sino que hay un orden específico para cada relación.
A los que son ancianos, (y aquí no se está refiriendo a los oficiales, sino a personas mayores que uno) hay que mostrarles respeto. El orden en la relación con alguien mayor que uno es que lo tratemos con respeto.
Aquí a Timoteo le dicen que, aunque tenga algún señalamiento de corrección para decirle a un anciano, aunque el tema sea uno de exhortación, aunque la persona mayor haya fallado o haya cometido una falta, no por esto podemos descargar sin consideración alguna e impaciencia nuestro enojo sobre ellos.
Sino aun la exhortación a una persona mayor que nosotros se hace con respeto, como si se tratara de tu padre o de tu madre.
En la comunidad de los discípulos debemos mostrar respeto por los que son mayores que nosotros. Esta debe ser una característica de los creyentes en Cristo.
Esta lección tristemente se ha estado perdiendo en nuestra sociedad contemporánea. Y esta es una oportunidad de testimonio cristiano en el mundo.
Es muy raro hoy día el joven que sea intencional en dar un trato marcadamente respetuoso a los mayores que él y sobre todo, el reconocimiento de que la experiencia de una persona mayor a nosotros es muy valiosa y algo que debemos tomar en cuenta.
Así que todos los que somos de una generación más joven que nuestros mayores, seamos intencionales en considerar esta oportunidad de marcar la diferencia siendo una comunidad diferente al mundo que muestra profundo respeto por sus mayores.
Donde el mundo mira carga, nosotros vemos privilegio. Donde el mundo actúa con impaciencia, nosotros actuamos con consideración. Donde el mundo ve inutilidad, nosotros vemos sabiduría incomparable.
Consideremos nuestras relaciones actuales con personas mayores. ¿Qué dirección estamos siguiendo? La del mundo o la de la Santa Palabra del Señor. Si aún en momentos de exhortación debemos mostrar respeto por los mayores, cuánto más en los momentos normales y cotidianos de la vida con ellos deben ser un testimonio vivo de que nos ponemos de pie delante de las canas y así mostramos nuestra gran devoción al Señor.
Después de esta instrucción inicial el apóstol sigue el tema del trato a los mayores, pero considerando ahora el contexto del apoyo que la iglesia brindaba a las viudas de la comunidad cristiana.
Sabemos que las viudas en los tiempos bíblicos eran uno de los grupos de personas más desprotegidas de la sociedad. De hecho, en la Biblia casi se usa como un sinónimo de la palabra necesitados, la frase: “las viudas y los huérfanos”. Las viudas representan a las personas en una situación muy vulnerable.
La iglesia de Éfeso estaba llena de buenas intenciones y con gozo estaba atendiendo las necesidades, en particular de las viudas. Pero al no ser sabios y cuidadosos con sus decisiones estaban provocando involuntariamente situaciones que era necesario corregir. Tal parece que tenían una lista de las mujeres a las que atendían en sus necesidades de sustento, y el requisito en automático para estar en esa lista era que su esposo hubiera fallecido.
Y aunque el apoyo a las viudas era algo muy bueno y debía seguir siendo fomentado, no obstante, había que hacer algunas precisiones finas, porque era necesario, al mismo tiempo, enseñar y fomentar la honra de los mayores que las generaciones más jóvenes debían mostrar.
El apóstol, por lo tanto, dice en 1 Timoteo 5:3-4 NBLA: Honra a las viudas que en verdad son viudas. Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, que aprendan estos primero a mostrar piedad para con su propia familia y a recompensar a sus padres, porque esto es agradable delante de Dios.
La iglesia de Éfeso, con su buen y generoso corazón, comenzó a suplir las necesidades de todas las viudas de la comunidad. Sin tomar en cuenta otras consideraciones, sólo por haber perdido a su esposo, eran incluidas en la lista de los necesitados y recibían su sustento de los recursos que Dios proveía a través de su iglesia. Ahora bien, el apóstol quiere matizar este asunto con esta indicación.
Algo importante a considerar era saber si la persona estaba totalmente desamparada o tenía hijos o nietos. En tal caso, había personas responsables de velar por estas mujeres, antes que la iglesia misma.
La iglesia no debía usurpar la responsabilidad que le correspondía a los familiares directos de la persona en necesidad. Más aún, si esos familiares eran parte de la comunidad cristiana.
Al dar esta indicación, la Escritura nos señala cuatro realidades que ocurren cuando los hijos o nietos honran a los mayores en su familia.
Recordemos que honrar a nuestros padres tiene promesa y bendición y al velar por nuestros mayores en nuestras familias subrayamos cuatro realidades que ocurren con esta acción cristiana.
Al honrar a los mayores en nuestras familias, en primer lugar, estamos Practicando la Piedad. (5:4a)
Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, que aprendan estos primero a mostrar piedad para con su propia familia.
En la Biblia, la piedad se entiende como reverencia, temor y amor a Dios que se manifiesta en una vida devota y obediencia a sus mandamientos. Se refiere a una vida religiosa que incluye obediencia y temor a Dios.
Era muy importante que la devoción, reverencia, obediencia a Dios por parte de un hijo o nieto de alguien mayor se mostrara primeramente en su propia casa. Es interesante el énfasis que pone Pablo cuando dice que aprendan los hijos y nietos “primero” a mostrar su devoción a Dios practicándola en casa hacia sus propias viudas en la familia.
La iglesia debía ayudar y sostener a las viudas o mujeres mayores solas que no tenían a nadie más, pero las que tenían hijos o nietos, era el primer deber cristiano de éstos, el atenderlas en sus necesidades. Al velar por sus familiares mayores estaban mostrando una profunda y gran devoción a Dios. Estaban haciendo lo más piadoso que pudieran hacer.
Es interesante esto, porque algunos de nosotros pensaríamos que participar en cuanta actividad se organice en la iglesia, en involucrarnos en cuanto proyecto de misericordia se proponga, en cuanta clase o estudio bíblico se nos ofrezca, serían las muestras más grandes de nuestra devoción a Dios, de nuestra vida piadosa.
Pero, aquí se nos está aclarando, que, si bien son muy buenas estas cosas y oportunidades de practicar nuestra devoción a Dios, lo primero que debemos hacer para practicar la piedad, la devoción a Dios, el temor al Señor, es velar como hijos o nietos por los mayores que tenemos en casa.
En pocas palabras, la piedad, la devoción a Dios se practica primero en casa, con nuestra propia familia. No hacemos mucho si nos conocen como piadosos en otros lugares, pero en casa no conocen a esa persona que tantos admiran y elogian.
No hacemos mucho si personas mayores en otros lugares nos conocen por nuestra vida piadosa, pero en casa tenemos personas mayores casi en el abandono y descuido.
Al honrar a nuestros mayores en nuestras familias estamos practicando la piedad, como debe ser, primero en casa.
Pero suceden más realidades cuando honramos a los mayores. Al honrar a los mayores en nuestras familias, en segundo lugar, estamos Retribuyendo su aportación.
(4b) dice que aprendan estos primero a mostrar piedad para con su propia familia y a recompensar a sus padres…
Cuando piensas bien las cosas te das cuenta que esos mayores en tu familia han hecho muchísimo por las generaciones más jóvenes. Quizá no fueron las personas más cariñosas del mundo como hubieras deseado o bien, no fueron tan involucrados en los detalles de tu vida como quizá debieron o pudieron haberlo hecho.
Pero en un nivel muy básico, te cuidaron, te dieron un techo, se levantaron temprano todos los días para ir a trabajar y poner pan sobre la mesa. Y en los mejores escenarios, se involucraron en tu vida, te aconsejaron, lloraron y rieron contigo, han sido parte de tu historia y han forjado un legado en ti. Mucho de lo que eres ahora es una realidad porque pudiste pararte sobre sus hombros.
Y ahora, ya son lentos, ya se olvidan de las cosas más sencillas y básicas. Les cuesta mucho moverse con la agilidad que quisieras. Sus movimientos ya no tienen la precisión que se requiere para muchas tareas.
En fin, ahora necesitan tanto de ti como tú necesitaste tanto de ellos cuando eras un pequeño indefenso. Ahora dependen de ti, como tú dependiste de ellos en la etapa de tu vida de mayor vulnerabilidad e indefensión.
La Escritura nos recuerda entonces, que ahora es el tiempo de recompensar, retribuir, corresponder a nuestros padres y abuelos por todo lo que invirtieron en nosotros.
Los padres no hacemos todo esto por nuestros hijos para que nos retribuyan, o como una especie de inversión que esperamos cobrar con intereses en nuestra vejez, pero los hijos que corresponden a sus padres y abuelos, los hijos que retribuyen la aportación de sus padres en sus vidas, están haciendo algo que es de bendición para ellos y para las generaciones que vienen detrás.
¿Cómo consideras el legado que te han dejado tus padres y tus abuelos? ¿De qué maneras estas actuando en correspondencia al amor que te prodigaron en tu crecimiento? Es un privilegio honrar a aquellos que nos dieron tanto y por tanto tiempo.
Pero aun encontramos otra realidad que ocurre al obedecer al Señor en este respecto. Al honrar a los mayores en nuestras familias, en tercer lugar, estamos Agradando a Dios.
5:4c dice: que aprendan estos primero a mostrar piedad para con su propia familia y a recompensar a sus padres, porque esto es agradable delante de Dios.
Los creyentes en Cristo siempre estamos muy interesados en agradar a Dios con nuestras acciones y palabras. Esta debe ser la meta de todo lo que hagamos.
Pues aquí ya la tenemos clara y directa. No tenemos que ir al seminario para poder entender qué debemos hacer. La Escritura es clara y directa y dice que hay algo que agrada a Dios.
Lo que agrada a Dios siempre es que los hijos y nietos honren a los mayores en su familia. Que los hijos y los nietos velen por los mayores en su familia. Que los hijos y los nietos se interesen por los mayores en su familia.
Cuando honramos a nuestros mayores estamos agradando a Dios. Esto es muy importante tenerlo siempre en cuenta. A veces, honrar los mayores en nuestras familias no siempre será fácil, cómodo, ágil, ni agradable desde la perspectiva humana. Pero honrar a tus mayores siempre será algo que agrade a Dios.
A veces, consideraremos que nuestros mayores no siempre merecerán ser honrados o que velemos por ellos, quizá porque no fueron los todo lo que debieron ser como padres o abuelos. Pero, a pesar de esto, hónralos, porque quizá ellos no merecen ser honrados por tu parte, pero Dios siempre merece ser obedecido. Cuando los honras, por supuesto, usando sabiduría de lo alto, estás haciendo algo que agrada a aquel que es digno de todo honor, gloria y honra por siempre.
Pero hay una realidad más que podemos remarcar en estos versículos. Al honrar a los mayores en nuestras familias, en cuarto lugar, estamos Acreditando nuestra fe.
Dice 1 Timoteo 5:8: El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.
En el contexto del cuidado de los hijos y los nietos a sus mayores en sus familias, el apóstol establece con toda claridad una manera de acreditar o autenticar la fe de alguien que profesa ser creyente en Cristo.
Los verdaderos creyentes en Cristo se ocupan en proveer para los de su casa. Decir que soy creyente y no ocuparme de las necesidades de los que están bajo mi cuidado en mi familia, incluyendo a mis padres y abuelos mayores, es algo completamente incongruente, al punto de ser mutuamente excluyente.
Una persona que pudiendo hacerlo, que teniendo las fuerzas y los recursos para hacerlo, se niega obstinadamente a proveer para los de su familia está negando con sus acciones lo que dice creer con sus palabras.
Y no solo ha negado la fe, sino es considerado peor que un pagano o un incrédulo, porque aún las personas que no temen a Dios, suelen mostrar consideración y responsabilidad hacia las personas de su casa.
La pregunta es dura, pero hay que hacérnosla, ¿Estoy acreditando mi fe con base en las acciones y actitudes hacia los mayores de mi familia? ¿Mi fe saldría aprobada ante la prueba del trato que doy a mis padres y abuelos?
Dios nos ayude a considerar todo esto en nuestras familias hoy. Tenemos la gran oportunidad como comunidad de Cristo de dar un tremendo testimonio del reino de Dios en la tierra con el trato respetuoso y de honra que demos a nuestros mayores, practicando la piedad primero en casa, retribuyendo su gran aportación a nuestras vidas, haciendo aquello que agrada claramente a Dios y confirmando que somos creyentes verdaderos en el Señor Jesucristo.
Mis hermanos, si tenemos mayores en casa, bajo nuestra responsabilidad o bajo el radio de nuestro cuidado, como hijos, sobrinos, nietos, familiares de tales personas no dejemos de honrarlos.
Por ejemplo, se intencional en visitarlos y planea actividades con ellos. Recuerdo que una de las primeras cosas que quería hacer cuando tuviera mi licencia de conducir era salir con mis abuelos maternos a pasear por la ciudad. Lamento haberlo hecho solo una vez. Pero recuerdo la alegría de los dos ancianitos de pasar un tiempo a solas conmigo y cenar juntos fuera, recorrer la ciudad que casi ya no veían por estar confinados en su casa.
Se mejor nieto de lo que fui, planea tiempos especiales frecuentes con tus padres o abuelos ancianos
También, escúchalos con paciencia cuando te cuenten la misma historia o anécdota varias veces durante la semana. Ríete del chiste ya desgastado que te están contando con entusiasmo como si fuera la primera vez en tu vida.
Se intencional en preguntarles para aprender de su sabiduría. Podrán haber vivido en otro tiempo, pero vivieron, y sus experiencias con Dios, son invaluables para tu presente y tu futuro.
Sírveles con paciencia en sus necesidades. A veces, no será fácil ni cómodo. A veces tendrás que asearlos y no siempre será agradable. Pero recuerda, que muchos años atrás ellos también tuvieron que velar por tus necesidades e incluso desvelarse cuando no podías valerte por ti mismo.
Recuerda también que un legado muy valioso que puedes dejar a la siguiente generación es modelarles cómo se honra a los padres y a los abuelos. Hay varios pares de ojos observando y aprendiendo sin palabras ni pizarrones.
Provee para aquellos que te sostuvieron y que ahora necesitan de ti. Es lo más congruente que puede hacer un hijo de Dios cuando sus padres y abuelos están en necesidad de sustento. Como aquel hijo que cuando su padre mayor salió de una cirugía urgente de corazón y le dijo que él le iba a pagar todo lo que había invertido para su costosa cirugía y el hijo le contestó: “¿Qué me vas a pagar papá? Aun con lo que pagué por la cirugía, Aun te sigo debiendo por todo lo que has hecho por mí”.
Hijos y nietos cristianos, tenemos un gran llamado de parte del Señor, en virtud de la obra completada por el Señor Jesucristo, de honrar a nuestros padres y abuelos mayores. Amar a nuestros mayores, es amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas. Amar a nuestros mayores es vivir para la gloria de Dios.