Summary: Tenemos una mesa de recuerdo, mesa de reconciliación y mesa de regocijo.

A lo largo de nuestra vida hay objetos que se van volviendo significativos para nosotros porque vamos albergando recuerdos y vivencias relacionados con ellos. No necesariamente tienen mucho valor económico algunos de ellos, pero sí lo tienen sentimentalmente hablando.

Para mí, uno de esos objetos muy valiosos, es una mesa grande de madera que está en el comedor de mi casa. Esta mesa especial pertenecía a mis suegros y caben sentados cómodamente hasta 12 personas. Pero esa mesa no es especial sólo por su tamaño o por la calidad de la madera, sino por todas las cosas para las que ha servido. ¡Hay tantos recuerdos escondidos entre sus rendijas!

?Por ejemplo, las cenas navideñas en casa de mis suegros. En esa mesa solía ayudar a Delia a hacer sus trabajos de la escuela cuando era mi novia. En esa mesa cenamos cuando fui con mis padres a pedir la mano de Delia.

En esa mesa celebramos el nacimiento de mi primogénito rodeados de familia y amigos. En fin, esa mesa ha sido y es muy significativa para nosotros; sobre todo ahora, que está en el comedor de mi casa, ya como parte de la herencia familiar, y se siguen tejiendo recuerdos y vivencias alrededor de ella ahora que mis suegros también viven con nosotros y ser reúne toda la familia.

?Pero, aunque esa mesa es muy especial para mí, no se compara con otra mesa. Aquella mesa a la cual Jesús se sentó con sus discípulos en un día como el que conmemoramos hoy. De esa mesa, incomparable es su importancia, nos habla el evangelio de Lucas en su capítulo 22.

?El evangelio de Lucas en su capítulo 22:7-13 nos dice: Cuando llegó el día de la fiesta de los Panes sin levadura, en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua, Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: —Vayan a hacer los preparativos para que comamos la Pascua. —¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron. —Miren —contestó él—, al entrar ustedes en la ciudad les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa en que entre y díganle al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿dónde está la sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Él les mostrará en la planta alta una sala amplia y amueblada. Preparen allí la cena. Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua.

?La celebración de la pascua es el contexto en que se da esta cena en esta mesa especial. Y Lucas es muy intencional en colocar este evento en el contexto del sacrificio del cordero de la pascua. Los otros evangelios mencionan la pascua, por supuesto, pero no hacen mención específica que en la pascua se sacrificaba un cordero.

?Es decir, Lucas nos está preparando el camino para que entendamos el sacrificio que iba a acontecer de un cordero, como pasaba en la pascua, pero este sacrificio, sería realizado por Jesús una vez y para siempre. Entregaría su cuerpo para ser sacrificado, como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

?Recordemos que en la pascua se celebraba la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto. Y en ese evento histórico, los hebreos debían preparar una cena en la que sacrificarían un cordero y pondrían la sangre en el dintel de la puerta para que el ángel exterminador pasara por alto esa casa y no matara al hijo primogénito, como lo hizo con todos los primogénitos de Egipto que no habían sido librados por la sangre del cordero sacrificado.

?El pueblo comió de prisa la carne y hierbas amargas, preparándose para partir al día siguiente de la esclavitud de Egipto hacia la tierra prometida.

?Esta fiesta era celebrada año con año por los judíos y un cordero era sacrificado para que comieran las familias celebrando estos acontecimientos redentores de Dios para con su pueblo.

?Jesús iba a celebrar esta fiesta con sus discípulos, pero no tenían un lugar propio para realizarla. Como tampoco tuvo un burrito propio para entrar a Jerusalén como rey. No obstante, Jesús en medio de la escasez y la necesidad, siempre cumplía los propósitos de Dios.

?Entonces, envió a sus discípulos a preparar la cena de la pascua en un lugar prestado. Los discípulos siguieron las indicaciones específicas y todo pasó tal cual Jesús les había dicho que sucedería.

?Siempre me asombra la transparencia de los evangelios con respecto de la realidad del ministerio de Jesús. Si me hubieran preguntado a mí, yo hubiera omitido ciertos detalles como que Jesús no tenía un burrito para entrar a Jerusalén o que Jesús tuvo que pedir prestado un aposento alto para celebrar la última cena con sus discípulos. En ambas ocasiones, los evangelios muestran la necesidad, pero al mismo tiempo declaran la manera sorprendente en la que Jesús provee lo que es necesario para cumplir con todo lo que estaba escrito acerca de él.

?Pero, por fin, ya había llegado el momento para el que se habían preparado.?Era la celebración de la Pascua. En todo Jerusalén se estaba celebrando en las casas esta fiesta tan importante para los judíos.

Y en ese contexto, nos dice el Lucas 22:14: “Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa”. Esta es la mesa de la que estamos hablando esta noche. Esta es la mesa que supera a todas en importancia. Esa mesa de la pascua, se convirtió en la mesa del Redentor.

?¿Por qué es tan importante esta mesa? ¿Qué significado tiene esta mesa que la hace tan importante y relevante para todos los que están en una relación con Cristo?

?Siguiendo el mismo pasaje de Lucas 22, podemos ver que esta mesa, es en primer lugar, una Mesa de Recuerdo. El versículo 19, dice: También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: —Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.

?Esta mesa es un símbolo, señal o sello que Cristo nos dejó para recordar o conmemorar lo que hizo por nosotros y comunicar los efectos espirituales que se desprenden de su obra.

?La pascua se realizaba para conmemorar eventos redentores del pasado de parte de Dios, la mesa del Señor se estableció en ese contexto, para ser una mesa en la que se recuerde de manera recurrente la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo. Al ver el pan y la copa se está anunciando la muerte del Señor hasta su regreso.

?A lo largo de la historia ha habido discusiones teológicas respecto al significado o sentido en el que Cristo pronunció estas palabras: “esto es mi cuerpo” o este pan es mi cuerpo. Algunos lo toman en sentido literal, asumiendo que en esta mesa está físicamente el cuerpo de Cristo. Pero nosotros creemos que Jesús dijo esto en sentido figurado. Es decir, Jesús estaba diciendo: Este pan representa o es un símbolo o señal de mi cuerpo.

?El mismo Cristo habló en otras ocasiones de esta manera diciendo, “Yo soy el pan de vida, o yo soy la puerta, o yo soy el camino. Todos estos son ejemplos de que Jesús usaba cotidianamente el lenguaje figurado para hablar de realidades espirituales.

?Además, de que se trata de un símbolo nos queda claro por la frase “haced esto en memoria de mí”. Estando presente en la escena en ese momento, hizo una distinción entre el pan y él mismo, al decir que, este pan serviría para que los discípulos lo recordasen. El pan es un símbolo que apunta hacia Cristo y sirve para conmemorar a Cristo.

?Entonces, la mesa que tenemos al frente es una mesa de recuerdo. Jesús nos dejó su mesa para que lo recordemos. Pero este recordatorio es muy distinto a todos los demás recordatorios.

Cuando hacemos conmemoraciones generalmente pensamos en personas que ya no están con nosotros. Recordamos lo que hicieron, lo que dijeron, como nos trataron y cosas semejantes. Pero la mesa del redentor es una conmemoración diferente porque no estamos recordando meramente a alguien que ya no existe, sino a una persona que vive y reina para siempre.

?Y no sólo eso, sino que es en una conmemoración en la que el conmemorado está presente, no físicamente, pero sí espiritualmente. Él está presente espiritualmente por medio del Espíritu Santo en nuestros corazones.

A través de este sacramento, el creyente tiene verdadera comunión espiritual con el Cristo Resucitado por medio del Espíritu Santo y nuestra alma es nutrida, alimentada y fortalecida por la gracia de Dios.

?Así que en la mesa experimentamos la presencia real y espiritual de Jesús en nuestros corazones al conmemorar este sacramento del pacto de gracia. Es una mesa de recuerdo.

?Pero el versículo 20, nos señala otro rasgo que hace importante esta mesa. El versículo 20 de Lucas 22 dice: De la misma manera tomó la copa después de la cena, y dijo: —Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes.

?Esta mesa es una mesa de Reconciliación. Que hermosa es una reconciliación. Dos partes que estaban divididas o enemistadas, finalmente se unen y viven de nuevo en armonía. La Biblia nos habla de reconciliaciones famosas como la de Jacob y Esaú quienes después de años de estar separados, quizá odiándose o deseando venganza por las faltas del pasado, al final, se reencuentran, se perdonan, lloran y se abrazan. La reconciliación es algo maravilloso.

?Pero no hay reconciliación más dramática que la de Dios con el ser humano. Esta mesa representa el costo que Dios asumió para reconciliar todas las cosas consigo mismo. Esta mesa nos habla del sacrificio de reconciliación.

?Los pactos en la Biblia se sellaban con sangre. Alguien moría para que el pacto fuera sellado. En el nuevo pacto o el pacto renovado, no fue un cordero o un animal el que selló el pacto, sino fue la sangre del hijo de Dios que fue derramada por nosotros. Esa sangre derramada sellaba el nuevo pacto de reconciliación de Dios con el ser humano.

?Esta mesa nos señala que Cristo se presentó una vez y para siempre como un sacrificio para quitar de en medio el pecado. Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos.

?El sistema sacrificial del Antiguo Testamento con toda su complejidad no podía solucionar nuestro más grande problema. Seguíamos en necesidad de un redentor que hiciera el sacrificio definitivo y permanente para el perdón de nuestros pecados.

?Y dice la Escritura que Cristo se presentó como nuestro Sumo Sacerdote, aquel que entraba una vez al año al tabernáculo, pero se presentó a un tabernáculo que no es de esta creación, es decir, en los cielos, ante la mismísima presencia de Dios, y presentó la sangre del sacrificio para el perdón de los pecados.

?Pero esta sangre no fue de animales, de machos cabríos ni becerros, sino fue su propia sangre. Y fue tan eficaz su sacrificio que bastó realizarlo una sola vez y para siempre. Es decir, este sacrificio único e irrepetible de redención tiene efectos eternos.

?En esta mesa está representado ese sacrificio eficaz. Se muestra en sello y símbolo el cuerpo partido de Cristo y su sangre derramada como un sacrificio de reconciliación, cuando él se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

Y a través de ese sacrificio, Dios estaba en Cristo reconciliando consigo mismo al mundo. En esta mesa se representa el drama de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, quien es nuestra reconciliación con el Padre.

?Y en virtud de esa sangre derramada, representada por la copa del nuevo pacto, podemos ahora acercarnos, no como arrimados o advenedizos, no como huérfanos, sino como hijos. Ya no a recoger las migajas que caen de la mesa, sino con un lugar en la mesa como coherederos con Cristo.

?Estas son las bendiciones de la reconciliación con Dios por medio de la gracia del Señor Jesucristo. Por eso hoy celebramos esta mesa, la mesa de la reconciliación.

?Pero los versículos 15 al 18 de Lucas 22 nos dicen algo más sobre esta mesa tan importante. Entonces les dijo: —He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, pues les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios. Luego tomó la copa, dio gracias y dijo: —Tomen esto y repártanlo entre ustedes. Les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.

?Esta mesa no sólo es una mesa de recuerdo y de reconciliación, sino también es una mesa de regocijo. Esa noche que comió esta cena con sus discípulos expresó su gozo de por fin tener ese tiempo especial con ellos.

Tuvo este momento de intimidad con ellos que tanto anhelaba, según sus propias palabras, antes de enfrentarse a la recta final de su misión en la tierra. Les dijo bien claro que no volvería a comer de esta cena sino hasta que el reino de Dios sea establecido en su plenitud en la tierra.

Así que esta mesa apunta al regocijo final que tendremos cuando Cristo coma de nuevo con su iglesia esta cena porque significará que el Reino de los cielos se ha establecido en su plenitud en la tierra. Y cuando esto suceda, y cuando Él regrese, el regocijo será inefable, como nos indican atisbos de ese día que nos dejan entrever pasajes como Apocalipsis 19:6-9:

?Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos que decía: “¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso Reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”.

?Qué maravilloso día de regocijo, cuando por fin, el reino de Dios esté plenamente establecido en la tierra y Cristo Jesús, el Cordero de Dios, finalmente se una de manera plena y eterna con su esposa, la iglesia, en la cena de las bodas del cordero.

?La mesa de regocijo apunta a esa realidad segura en nuestro futuro. Pablo nos recuerda que cada vez que comemos de este pan y bebemos esta copa, la muerte del Señor estamos anunciando hasta que él venga.

Cada vez que participamos de la mesa, estamos anticipando, anhelando e incrementando nuestra esperanza en la llegada de ese día de regocijo cuando el Señor venga por segunda vez y el Reino de Dios se establezca final y plenamente en la tierra.

?Estamos ante la mesa más especial de todas: La mesa del redentor. Una mesa de recuerdo, una mesa de reconciliación y una mesa de regocijo.

?Los discípulos estaban alrededor de esa mesa en un momento de especial intimidad con el maestro, Señor y redentor. Pero en medio de tan especial momento, Lucas nos reporta algo difícil de concebir. Estando en este momento tan especial, se desató un altercado o una disputa entre ellos.

?Lucas 22:24-27 nos dice lo siguiente: 24 Tuvieron además un altercado sobre cuál de ellos sería el más importante. 25 Jesús les dijo: —Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. 26 No sea así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor y el que manda como el que sirve. 27 Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como uno que sirve.

?Esto está para llorar… ¿verdad? Cuando Jesús estaba estableciendo un sacramento que sería de gran bendición para su iglesia, que apuntaba a la completa comunión unos con otros y unidad en el cuerpo de Cristo con su cabeza que es el Señor, lo único que se les ocurre a estos discípulos es estar peleando por quién sería el más importante entre ellos.

?Con toda paciencia, el maestro aun en esa última cena, les recuerda la esencia de su misión como redentor y la esencia de todo seguidor del Señor: la grandeza no está en cuántos cargos tienes, sobre cuántas personas gobiernas, cuántos privilegios ostentas, cuánta gente te sigue. La grandeza está en servir a los demás, como Jesús vino a servir y a dar su vida en rescate por muchos.

?En el contexto de la mesa del redentor, él les dice que en su reino el mayor no es el que se sienta a la mesa para ser servido, sino a aquel que es como Jesús que vino a servir.

?Esta mesa que es para conmemorar su obra y presencia; Esta mesa que es para proclamar la reconciliación lograda por medio de su sacrificio; esta mesa que apunta a la realidad inminente que un día comeremos con él en su venida, es la misma mesa que nos llama y nos desafía a ser como él en la tierra. Es la mesa que nos llama a servirnos unos a otros, a amarnos unos a otros, a considerarnos unos a otros, a ministrarnos unos a otros.

Es una mesa que nos llama no a sentarnos en ella para ser servidos, sino a ser verdaderamente grandes, siendo como Jesús que vino no para ser servido, sino para servir a los demás.

Por eso esta noche, al participar de la mesa del redentor. Gózate por lo que Cristo ha hecho por ti. Proclama su obra de amor, anuncia su muerte hasta que él venga, comprométete a servir a los que te rodean y fortalécete para vivir cada día para su gloria hasta el día que le veamos cara a cara y cenemos con él al ser llamados a la cena de las bodas del Cordero para vivir con él por los siglos de los siglos. Amén.