Summary: Aférrate a tu esperanza en Cristo hasta el cumplimiento pleno de las promesas de Dios.

¿No sé si les ha pasado alguna vez que cuando van en un viaje por carretera a un destino al que nunca han ido con anterioridad, como que el viaje de ida se les hace más largo que el viaje de regreso?

No sé si es la expectativa del viaje, lo desconocido del camino o las ansias por llegar, pero las horas no parecen ser de 60 minutos cuando estamos yendo a ese lugar, sobre todo cuando nos hemos comprometido a llegar a cierta hora.

Sentimos que los minutos pasan volando y no en la proporción que habíamos calculado. En fin, aunque objetivamente el viaje de ida y de regreso sean idénticos con cronómetro en mano, el viaje de ida parece tardar más que el de regreso.

De ida nos preguntamos ¿Cuánto falta? Y de vuelta nos preguntamos ¿ya llegamos tan rápidamente?

Esta percepción del tiempo y el espacio se asemeja mucho a cuando en nuestras vidas estamos pasando por sufrimiento, complicaciones o situaciones difíciles. Cuando todo va bien, la vida parece irse rápidamente. De evento alegre en evento alegre, la vida parece ir a ritmo vertiginoso.

Así es que dices, ¿Ya tan pronto se acabaron las vacaciones en este hotel “todo incluido” con la familia? ¿O ya tan rápidamente se fue este evento o momento que tanto esperaba?

¿Niños qué tan rápidamente pasa su fiesta de cumpleaños o algo que estén disfrutando mucho?

¿Pero qué tal cuando no la estamos pasando bien en nuestras vidas? Como que todo se pone en cámara lenta. Las horas no parecen de 60 minutos, sino como del triple de minutos. Miras tu reloj y dices, todavía son tal o cual hora, ¿cuándo se acabará este día? Es semejante a ese viaje a ese lugar desconocido al que te diriges por primera vez y la impaciencia aflora cada vez más.

El sufrimiento y las complicaciones parecen alentar el ritmo de nuestras vidas. Cuando estamos sufriendo quisiéramos tener un control remoto en el que pudiéramos poner la tecla de “adelantar” rápidamente para pasar cuanto antes ese episodio de nuestras vidas.

Pero no es así y cuando estamos sufriendo nos parecemos a ese niño en el asiento trasero del carro en ese viaje familiar, preguntando casi cada 3 minutos, “¿Falta mucho para que lleguemos?” “¿Cuánto falta para que lleguemos?”

El asunto es que, si somos creyentes, entonces, ¿cómo podemos a travesar esos tiempos de complicaciones, sufrimientos y problemas cuando llegan a nuestras vidas? ¿Qué nos enseña la escritura en cuanto a cómo soportar hasta llegar a nuestro destino? ¿Cómo enfrentar los sufrimientos por Cristo en nuestro peregrinaje en esta vida en tanto vemos todos los propósitos de Dios cumplidos en el cielo y en la tierra?

Ese lugar es el que ocupa la esperanza. La esperanza en la Escritura no es un deseo optimista de que las sucedan de cierta manera. Sino la esperanza en la Escritura es la certeza de que las cosas van a ocurrir y que solo es cuestión de tiempo; es la espera activa, paciente y confiada de que las promesas de Dios se cumplirán.

La esperanza no dice: “ojalá pase esto o aquello”, sino “confío y estoy seguro de que esto ocurrirá en los tiempos de Dios”. La Biblia dice que tres cosas acompañan al cristiano en su peregrinaje hacia la consumación: La fe, la esperanza y el amor. Aunque el mayor de todos es el amor, la esperanza no es algo accesorio u opcional en el crecimiento cristiano.

Por eso es muy importante renovar o fortalecer nuestra esperanza. Por eso decimos, Aférrate a tu esperanza en Cristo hasta el cumplimiento pleno de las promesas de Dios.

La esperanza tiene que ver con el proceso en el que estamos entre la primera y la segunda venida del Señor. Cuando llegue el cumplimiento pleno de las promesas del evangelio, ya no será necesaria la esperanza, porque tendremos todas las realidades presentes.

En la consumación, la espera habrá acabado y todo lo que sabías que llegaría, será una realidad histórica y cronológica en nuestras vidas. Pero mientras tanto, cual niños en el asiento de atrás del carro, lo único que te puede sostener para enfrentar, soportar, perseverar en el viaje, es la esperanza certera de que Dios cumplirá todas sus promesas proclamadas en el evangelio de Jesucristo.

Hoy día tenemos anticipos, pero un día viviremos realidades. Por eso, mientras llega ese día, aférrate a tu esperanza en Cristo hasta el cumplimiento pleno de las promesas de Dios.

En nuestra serie de sermones hemos estado explorando el libro profético de Zacarías y hemos visto su desafiante mensaje dirigido originalmente a la comunidad judía del posexilio de Babilonia.

Hemos hablado de cómo esta comunidad regreso a Jerusalén para encontrar una ciudad y un templo en ruinas y tenían la misión de reconstruir su vida como pueblo. Pero no solo se trataba de piedras y muros, sino también sus vidas debían experimentar una renovación espiritual como pueblo de Dios.

Y hemos visto cómo comenzaron la reconstrucción con ánimo, pero se enfrentaron a problemas, oposición, escasez y un sinfín de situaciones que los desanimaron y dejaron la obra. Pero el Señor levantó a los profetas Hageo y Zacarías para impulsar la obra hasta su conclusión. Pero no solo en la reconstrucción de edificios, sino en la edificación de una relación con su Dios para ser su pueblo santo.

La tarea no era fácil, los problemas eran muchos. Por eso necesitaban un gran impulso para continuar la obra en medio de tanta dificultad. Fue así que el profeta Zacarías trae para ese pueblo temeroso, desanimado y desenfocado su mensaje oportuno. Les trae de parte de Dios, un mensaje de gran esperanza. Las recuerda lo que Dios ha prometido hacer y que lo cumplirá sin lugar a dudas.

Les recuerda las buenas noticias de los planes de Dios para con su pueblo, para que ellos sean impulsados en sus corazones para seguir obedeciendo a Dios, aunque fuera difícil, aunque fuera complicado. El mensaje de Zacarías que les recordaba la esperanza que podían tener en el Señor, era lo que necesitaban para seguir adelante con la encomienda dada.

Nosotros, aunque no estamos regresando de un exilio, tampoco estamos viviendo en una realidad ideal. Nosotros también, como pueblo de Dios, necesitamos renovar nuestros corazones con la esperanza del evangelio. Nosotros también necesitamos recordar nuestra esperanza para enfrentar los desafíos que representa ser discípulos de Cristo en un mundo que se opone al Señor.

Nosotros también debemos seguir edificando y extendiendo el reino de los cielos en la tierra a través de hacer discípulos de todas las naciones, pero enfrentamos desafíos y dificultades. ¿Dónde vamos a tomar fuerzas para enfrentar esos desafíos a nivel personal y como pueblo del Señor en la tierra?

El mismo mensaje de esperanza que fue el impulso para la comunidad de posexilio es el mismo mensaje de esperanza que encontramos en el evangelio y por eso debemos aferrarnos a esa esperanza en Cristo hasta el pleno cumplimiento de las promesas de Dios.

En los capítulos 8 y 9 de Zacarías, encontraremos tres cosas que produce nuestra esperanza en Cristo para enfrentar los desafíos de vivir como pueblo de Dios hasta que el cumplimiento pleno de las promesas del Señor.

Los que estamos en la batalla de ser pueblo del Señor en este tiempo complejo y desafiante necesitamos renovar nuestra esperanza en el evangelio, porque nuestra esperanza renueva tres cosas.

Primero, Nuestra esperanza renueva la visión

Dice Zacarías 8:1-6

8 Otra vez vino a mí la palabra del Señor de los Ejércitos y me dijo: 2 «Así dice el Señor de los Ejércitos: “Siento grandes celos por Sión. Son tantos mis celos por ella que ardo de pasión”.

3 »Así dice el Señor: “Regresaré a Sión y habitaré en Jerusalén. Y Jerusalén será conocida como la Ciudad de la Verdad y el monte del Señor de los Ejércitos, como el Monte de la Santidad”.

4 »Así dice el Señor de los Ejércitos: “Los ancianos y las ancianas volverán a sentarse en las calles de Jerusalén, cada uno con su bastón en la mano debido a su avanzada edad. 5 Los niños y las niñas llenarán las calles de la ciudad y jugarán en ellas”. 6 »Así dice el Señor de los Ejércitos: “Al remanente de este pueblo podrá parecerle maravilloso en aquellos días, ¿pero también a mí me parecerá maravilloso?”, afirma el Señor de los Ejércitos.

Imagínate a este pueblo que había abandonado la obra porque no le veía caso. Estar removiendo escombros, estar tratando de levantar muros con pocos recursos y en medio de oposición de los pueblos circundantes, sería muy fácil estar pensando: “¿Qué caso tiene hacer esto? ¡Es en vano! Es utópico pensar que vamos a lograr levantar esta ciudad. Somos tan pocos y enfrentamos tantos problemas. No vamos a poder. Esa ciudad y templo reconstruidos no los vamos a ver”.

Humanamente era imposible cumplir lo que Dios les había encomendado. Esa era la visión que tenían de las cosas. Lo único que alcanzaban a visualizar eran edificios en ruinas y un pueblo carente de cohesión y calidad de vida. El panorama no se veía muy optimista.

En ese contexto viene el mensaje de esperanza de Zacarías. Este mensaje de esperanza les llama a renovar su visión que tenían de las cosas.

Zacarías les recuerda que el Señor ama a su pueblo y es tanto lo que desea estar con ellos que promete regresar y habitar en medio de ellos, como se supone que siempre debió ser.

Será esto tan así, que esa ciudad y templo que ellos veían en ruinas, volverían a ser conocidos como Ciudad de la verdad y monte de Santidad porque nuestro Dios estaría en medio de ella.

El Señor prometía convertir esas condiciones infrahumanas en las que vivían en condiciones favorables para la vida y la prosperidad. Las personas llegarían a ancianas y en las calles se volvería a escuchar las risas de niños jugando.

Cuando hay ancianos y hay niños viviendo felices, este es un cuadro de vida, prosperidad, bienestar y felicidad.

Este cuadro era el que debían tener como visión renovada. Debían dejar de ver lo que simplemente sus ojos podían ver (piedras regadas y polvaredas) y debían comenzar a ver la visión de esperanza del futuro que les aguardaba por la presencia y amor del Señor para con su pueblo.

Pero esto debió ser algo muy increíble o muy difícil de creer para esas personas. Claro estaba que en sus fuerzas no iban a poder lograr nada de esto, pero el Señor mismo les dice que, aunque para ellos como el remanente del pueblo que había regresado de la cautividad les parecería increíble, esto para nuestro Dios sería “pan comido”, cosa fácil. Les dice: A esto que llaman “increíble” o “maravilloso”, ¿Qué tiene de maravilloso o asombroso para mí? Lo que llamas imposible, para mí es “cosa de niños”, dice el Señor.

El mensaje de esperanza les debía llevar a renovar la visión que estaban teniendo para tener la visión que Dios tiene las cosas.

Hermanos, nosotros también, en nuestras luchas, en nuestros desafíos quizá estamos viendo nada más “piedras y escombros” y cuando escuchamos las promesas del evangelio para la vida de los hijos de Dios, (tales como que “todas las cosas ayudan para bien a los que aman al Señor” o que “nada nos puede separar de su amor” o que “Si alguno está en Cristo es una nueva creación y las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”), como que nos parecen poco creíbles y pensamos que quien sabe si van a cumplirse después de todo.

Pero este día el Señor nos está diciendo que la esperanza que provee el evangelio es cosa certera. Las promesas de Dios describen una realidad que será histórica y cronológica en nuestras vidas, que es cuestión de tiempo. Y ese mismo mensaje nos está diciendo que renovemos nuestra visión.

Deja de ver solo “edificios derrumbados” en tu vida y comienza a visualizar las cosas como Dios las visualiza. Aun ese problema tan grande que estás enfrentando y que parece imposible de enfrentar, Dios dice: Eso que llamas imposible, es cosa de niños para mí. Confía, cambia tu visión.

Ese sufrimiento que parece insoportable y que parece no tener sentido, si eres hijo de Dios, tu Señor que te ama te dice: “comienza a verlo como yo lo veo”. Todo tiene un propósito y todo logra grandes cosas en los planes del Señor para la gloria de su nombre y el avance de su reino. Nuestra esperanza nos hace ver las cosas de una manera muy distinta a como las ve una persona sin la esperanza del evangelio.

En estas dos semanas pasadas estuve en tres funerales. Las personas conocidas directamente relacionadas con los fallecidos son personas creyentes en Cristo. Es maravilloso ver cómo enfrentan esos momentos tan difíciles para cualquier persona. Había lágrimas por supuesto, pero al mismo tiempo había gratitud, paz y consuelo de lo alto porque los sostiene la esperanza del evangelio.

La esperanza renueva nuestra visión de la vida y de todas las cosas. Nos hace ver las cosas como Dios las ve y como son en realidad. Por eso, Aférrate a tu esperanza en Cristo hasta el cumplimiento pleno de las promesas de Dios.

Pero la esperanza no solo renueva nuestra visión, sino también en segundo lugar, Nuestra esperanza renueva el ánimo.

Dice Zacarías 8:7-13

7 »Así dice el Señor de los Ejércitos: “Salvaré a mi pueblo de los países de oriente y de occidente. 8 Los haré volver para que vivan en Jerusalén; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, en la verdad y en la justicia”. 9 »Así dice el Señor de los Ejércitos: “¡Cobren ánimo, ustedes, los que en estos días han escuchado las palabras de los profetas, mientras se echan los cimientos para la reconstrucción del Templo del Señor de los Ejércitos! 10 Porque antes de estos días ni los hombres recibían su salario ni los animales su alimento. Por culpa del enemigo tampoco los viajeros tenían seguridad, pues yo puse a cada uno contra su prójimo. 11 Pero ya no trataré al remanente de este pueblo como lo hice en el pasado”, afirma el Señor de los Ejércitos. 12 »“Habrá paz cuando se siembre y las vides darán su fruto; la tierra producirá sus cosechas y el cielo enviará su rocío. Todo esto se lo daré como herencia al remanente de este pueblo. 13 Judá e Israel, ¡no teman! Ustedes han sido entre las naciones objeto de maldición, pero yo los salvaré y serán una bendición. ¡Cobren ánimo!”.

Son clásicas las escenas en las películas en las que el protagonista está en algún tipo de competencia o batalla que ha demandado mucho esfuerzo y está exhausto, a punto de claudicar. Pero de pronto, ve algo o a alguien, o escucha la voz de alguien importante para él, su amada, su hijo, algún tipo de símbolo y entonces, recobra el ánimo y saca fuerzas de donde ya no había y en un último esfuerzo sobrehumano logra vencer al enemigo o al opositor.

Este mensaje de esperanza de Zacarías para el pueblo de Dios del posexilio, fue aquello que le levantó y renovó el ánimo para continuar con la obra.

Les dicen varias veces, “cobren ánimo”, ¿Por qué será? Porque estaban desanimados. Porque el desaliento era el estado de ánimo generalizado. Estaban descorazonados para seguir la encomienda que el Señor les había dado.

¿Y como los animan? Con la promesa de que Dios iba a cumplir su pacto y él sería su Dios y ellos su pueblo. Aunque ellos no lograban ver las realidades de que Dios estaba con ellos a juzgar por sus circunstancias, era una certeza que Dios estaba interesado en su pueblo y estaría de nuevo en medio de ellos.

Su experiencia pasada no debía ser su referente inmediato, sino debían aferrarse a las promesas de que Dios los había traído para cumplir sus propósitos. Al estar escuchando a los profetas Hageo y Zacarías no debían cerrar sus corazones, sino al contrario, abrazar sus anuncios de bendición que traían para que siguieran obedeciendo, sometiéndose al Señor y siendo su pueblo fiel del pacto.

El pueblo había sido conocido en el pasado por haber estado bajo la maldición por haber quebrantado el pacto, pero ahora Dios se encargaría de que fueran conocidos por las bendiciones que había para el pueblo del pacto.

Les dicen hermosas palabras: “No teman”. ¡Qué importante es escuchar esas palabras cuando estás pasando circunstancias difíciles! Y esto es lo que Dios le dice a su pueblo: No teman…habrá paz, habrá cosecha, habrá estabilidad porque yo estaré en medio de ustedes. Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo.

Hermanos, también a nosotros que estamos batallando en circunstancias complejas entre la primera y la segunda venida del Señor, se nos está diciendo este día: “Cobre ánimo” y “No teman”.

En medio de esas dificultades que nos abaten, que nos desaniman, el Señor nos dice: yo estaré en medio de ustedes y yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo.

El camino es difícil, el proceso nos parece largo, pero no estamos solos, nos han prometido estar con nosotros, todos los días hasta el fin del mundo.

Por eso, aun en medio de dificultades somos animados a seguir la tarea encomendada por el Señor cuando nos dijo: Vayan y hagan discípulos. No nos envían a nuestras expensas, sino el Señor va con nosotros. Por eso cobremos ánimo en las luchas y la tarea pues la construcción sí va a llegar a su fin, pues el Señor está con nosotros.

Si te encuentras desanimado este día, el Señor te dice: no temas, cobra ánimo. Aférrate a tu esperanza en Cristo hasta el cumplimiento pleno de las promesas de Dios.

Pero la esperanza no solo renueva nuestra visión y nuestro ánimo, sino también en tercer lugar, Nuestra esperanza renueva el gozo.

Dice Zacarías 9:9-10

Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, victorioso y humilde. Viene montado en un burro, en un burrito, cría de asna. 10 Destruirá los carros de guerra de Efraín y los caballos de Jerusalén. Quebrará el arco de combate y proclamará paz a las naciones. Su dominio se extenderá de mar a mar; desde el río Éufrates hasta los confines de la tierra.

Zacarías le trae un mensaje de esperanza a la comunidad del posexilio que comienza con una exhortación a estar alegre, gozoso, a gritar de alegría.

Así como la tristeza, desánimo y desolación en la que la comunidad estaba cayendo tenía un origen, también esta alegría y gozo tendrían un origen. ¿Por qué habrían de estar alegres? ¿Qué iba a cambiar su tristeza en gozo?

La llegada de un rey. Zacarías hace alusión a un episodio verídico de la historia de Israel y que tenía que ver con el día en que entró un rey a Jerusalén habiendo sido ungido como el legítimo sucesor del trono de David.

En 1 Reyes 1, encontramos que el rey David estaba ya en los momentos finales de su vida. El heredero al trono debía ser establecido pronto, porque de un día a otro, la vida de David se extinguiría. Y recordemos que David había tenido muchos hijos (varios candidatos al trono).

Aprovechando esta coyuntura y vacío de poder, Adonías, uno de sus hijos, se autoproclamó rey, a espaldas de su padre. Por su parte, Betsabé, la madre de Salomón, le recordó a David que había prometido que Salomón sería su sucesor.

David, entonces, cumpliendo su promesa, mandó llamar al Sacerdote Sadoc y al profeta Natán y les dijo que montaran a su hijo Salomón en la mula del rey y lo llevaran Gihón para que ser ungido como rey por el sacerdote Sadoc y el profeta Natán.

Lo hicieron como David lo indicó. Sadoc ungió a Salomón como Rey, luego tocaron la trompeta y todo el pueblo se reunió. La gente tocaba flautas y se regocijaba con tal regocijo que la tierra se partía con el estruendo de ellos y decían: “Viva el rey Salomón”.

El cuadro que vemos entonces es el del heredero legítimo del trono de David viniendo sobre un animal de carga y la gente recibiéndolo como el rey legítimo. Como el único y legítimo rey sobre Israel.

Zacarías en su mensaje para la comunidad del exilio, hace alusión y remembranza de ese gran día, y les dice que así como Salomón, aquel que años atrás había construido ese templo que estaban ellos reconstruyendo, entró un día a Jerusalén montado en animal de carga, también un día entraría a Jerusalén un rey, un Mesías, un ungido, montado en un burrito, un animal de carga y su reino sería un reino que traería la paz a toda la tierra.

Este era el motivo de alegría. Esta esperanza debía traer gozo a sus vidas, de saber, a ciencia cierta que un día el Mesías se sentaría en su trono y traería paz a toda la tierra.

Este mensaje profético de Zacarías es citado en los evangelios como la referencia directa a la entrada del rey Jesucristo a Jerusalén, en lo que conocemos hoy como la entrada triunfal.

Jesús es el rey anunciado por Zacarías que es el descendiente legítimo al trono de David, que entró a Jerusalén montado en un burrito, y es quien ha traído en verdad la paz a la tierra.

Así como el pueblo del posexilio pudo encontrar alegría en la esperanza de la venida del rey, así nosotros podemos tener gozo este día en medio de nuestras tristezas entre la primera y la segunda venida de Cristo.

El gozo de saber que un día se cumplió en Jesús la profecía de Zacarías, señalándolo como el rey esperado que trae la paz, pero también el gozo de saber que él está sentado en el trono de David y de ahí vendrá al fin del mundo a juzgar a vivos y muertos.

El gozo de saber que esperamos su regreso certero y que traerá consigo la consumación de todas las cosas y las promesas de nuestro Dios. Los que murieron en Cristo regresaran juntamente con él y los que hayamos quedado en su regreso seremos transformados en un abrir y cerrar de ojos.

El gozo de ver saber que un día veremos al rey venir en las nubes, ya no en un burrito, sino como nos dice apocalipsis 19, en un gran caballo blanco y tendrá la inscripción en su muslo que dirá: Rey de reyes y Señor de Señores.

Este es el gozo que trae nuestra esperanza. La esperanza no es un ojalá suceda, sino es la certeza y confianza de que Dios cumplirá sus promesas. Hoy lloramos, pero ese día toda lágrima se enjugará de nuestros ojos. Hoy morimos, pero ese día podremos ser testigos de que los muertos en Cristo resucitarán primero.

Hoy luchamos con el pecado, pero ese día resplandecerán nuestras vestiduras con las ropas blanqueadas por la sangre del cordero. Hoy nos esforzamos por hacer discípulos aun en medio de gran oposición, pero ese día habrá una gran multitud que nadie podrá contar, de todas lenguas, pueblos y naciones de la tierra que dirán: Al que nos amó y nos salvó sea el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos Amén.

Hermanos, nuestra esperanza renueva el gozo porque somos súbditos de nuestro gran rey Jesucristo.

Por eso, Aférrate a tu esperanza en Cristo hasta el cumplimiento pleno de las promesas de Dios, pues esta esperanza renovará tu visión, renovará tu ánimo y renovará tu gozo, a medida que sigues viviendo, discipulando, cumpliendo la misión para la gloria de Dios.