Summary: La renovación comienza con el arrepentimiento.

En el año 1994, fue expedido el primer billete con la imagen de Don Benito Juárez en los billetes de 20 pesos. Por mucho tiempo ha sido un billete usado y estamos bastante familiarizados con él, siendo una buena opción cuando no quieres cargar monedas.

Pero a partir del año 2018, encontramos la misma imagen clásica de Don Benito, sólo que un poco más estilizada y en un billete de mucho más valor, ahora en los billetes de 500 pesos. Este sí fue un buen brinco.

Don Benito experimentó una renovación y mejora tanto en imagen como en valor monetario en nuestros billetes expedidos por el Banco de México.

Las renovaciones son importantes en todos los aspectos de nuestras vidas. Las actualizaciones y mejoras son algo que siempre deseamos. Pero hay una renovación que es la más importante y vital para todos y es la renovación de nuestro corazón que sólo una relación con Cristo puede producir.

Hoy comenzamos una nueva serie de sermones que hemos llamado: “Renovados” y que estará basada en el libro profético de Zacarías. Y el primer desafío será encontrar este libro del Antiguo Testamento con el que casi no estamos familiarizados.

Una buena idea será leer todo el libro durante este mes. Aunque si haces tu “A solas con Dios” (el devocional que proporcionamos como iglesia) estarás leyendo una buena porción de este libro.

Zacarías ministró casi simultáneamente con el profeta Hageo (Ya hemos hecho una serie en el libro de Hageo). De hecho, el libro de Esdras 5:1-2 nos los presenta así: Los profetas Hageo y Zacarías, hijo de Idó, profetizaron a los judíos que estaban en Judá y Jerusalén, en el nombre del Dios de Israel, que velaba por ellos. Entonces Zorobabel, hijo de Salatiel, y Jesúa, hijo de Josadac, se dispusieron a continuar la reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén. Y los profetas estaban con ellos ayudándolos.

Estos nombres los vamos a escuchar otras veces en el libro de Zacarías (Zorobabel y Jesúa (o Josué), así como escucharemos hablar también de la reconstrucción del templo.

En fin, Zacarías ministró en una época de la historia de Israel con la que no estamos muy familiarizados, que es el período postexílico.

Entonces, para poder entender el mensaje de este libro profético en su contexto original es necesario dar un poco de contexto histórico del tiempo postexílico del pueblo de Israel.

¿Qué tan lejos en la historia tenemos que comenzar para ir entendiendo el texto? Pues creo que, si comenzamos con la monarquía en Israel, puede ser un buen punto de partida.

Recordemos que la monarquía unida de Israel tuvo tres reyes consecutivos. El primer rey fue Saúl, el segundo fue David y el tercero y último fue Salomón. Este último construyó por indicación y provisión de su padre David, el majestuoso templo en Jerusalén. El tiempo de Salomón fue un tiempo del esplendor de Israel.

Al morir Salomón, su hijo Roboam no supo manejar bien la situación y el reino se dividió en dos grandes territorios. El reino del Norte, llamado Israel con capital en Samaria y el Reino del Sur, llamado Judá con capital en Jerusalén.

En cada reino pasaron varias generaciones de reyes y este fue tiempo de mucha actividad profética porque venían advertencias de un exilio si el pueblo no cambiaba sus malos caminos. Por fin, el juicio llegó tanto para el reino del norte y años después, para el reino del sur.

El norte fue expulsado de su tierra por los asirios con la caída de Samaria en el 722 antes de Cristo. Y el sur, el reino de Judá, con capital en Jerusalén donde estaba el templo, cayó finalmente en el año 587 antes de Cristo a manos de los babilonios. El templo que había construido Salomón quedó en ruinas y el pueblo fue exiliado a Babilonia.

A este período se le llama el exilio que duró como unos setenta años, hasta que los Persas conquistaron a los Babilonios y en el año 538 aC. como resultado de un decreto de Ciro el Persa, se le permitió a Israel regresar de Babilonia a su tierra bajo el liderazgo de Zorobabel y la guía espiritual del sumo sacerdote Josué. Así comienza el postexilio que es la época en la que están ubicados los ministerios de Hageo y Zacarías.

La comunidad judía del posexilio que regresó a Jerusalén, en el año 536 a C. comenzaron a reconstruir el templo, pero la oposición de los vecinos y la indiferencia de los judíos causó que la obra fuera abandonada. Comenzaron con mucho ánimo, pero pasado un tiempo, dejaron la construcción. El templo continuaba en ruinas.

Dieciséis años más tarde, los profetas Hageo y Zacarías fueron comisionados por el Señor para alentar al pueblo no solo a reconstruir el templo, sino a reordenar sus prioridades espirituales. Es muy probable que estos profetas hayan regresado a Jerusalén del exilio juntamente con esa comunidad que regresó con Zorobabel.

Hageo tuvo mucho más que ver con la reconstrucción de templo y el ministerio de Zacarías tuvo un énfasis especial en la renovación del corazón del pueblo de Dios. Una renovación espiritual que debía acompañar a la renovación material de la comunidad del postexilio. Zacarías tiene un mensaje de renovación espiritual para el pueblo de Dios.

Y así es como empezamos este día con la renovación del corazón del pueblo de Dios y aunque nosotros no estamos regresando del posexilio ni estamos reconstruyendo templos, nosotros también, como la iglesia de Cristo, sí necesitamos experimentar esa renovación espiritual de nuestros corazones. Todos necesitamos un corazón renovado.

Y lo que vamos a considerar este día es que La renovación comienza con el arrepentimiento.

El pueblo del posexilio estaba en una reconstrucción y renovación del templo, pero sobre todo necesitaba una renovación espiritual urgentemente y ésta solo podía comenzar si se arrepentían de todo corazón delante del Señor.

Para experimentar nosotros también esa renovación espiritual que tanto anhelamos en nuestras iglesias, familias y comunidades necesitamos partir del mismo punto: el arrepentimiento. Porque la renovación comienza con el arrepentimiento.

En el capítulo 1 de Zacarías, que hemos leído, al mero principio del libro, encontramos un llamado al arrepentimiento que es muy pertinente para nosotros también.

El pueblo del posexilio había regresado a la tierra y aunque hubo un entusiasmo inicial por restaurar todas las cosas, la oposición, las dificultades y las circunstancias difíciles fueron apagando esa flama espiritual y fueron alejándose de nueva cuenta del Señor.

Esto también nos puede ir pasando. Quizá inicias un acercamiento al Señor en lo personal o en tu familia, asistes a todas las actividades que te son posibles, empiezas tu lectura de la Biblia en un año, empiezas tu participación en un grupo pequeño, en fin, hay un entusiasmo espiritual en ti.

Pero como que la gasolina se va acabando en el camino cuando empiezan a venir dificultades, oposición, pruebas, enfermedades y otras cosas que te van desanimando, te van enfriando y empiezas a abandonar tus disciplinas espirituales, y cuando menos lo piensas, ya estás involucrado nuevamente en pautas pecaminosas en tus relaciones, en tus interacciones y en tus labores cotidianas. Y la vida sigue transcurriendo así.

El libro de Zacarías nos va a sacar de nuestra cómoda apatía espiritual y nos va a confrontar para anhelar una renovación espiritual que comience desde el corazón de las cosas. No basta renovaciones de fachada, sino una transformación de dentro para afuera.

Ese tipo de transformación es una obra de la gracia de Dios que comienza con un arrepentimiento genuino en nuestros corazones. Un arrepentimiento en el que dejamos de poner excusas, poner pretextos, poner racionalizaciones de nuestros pecados y corremos a Cristo buscando en verdad una transformación de nuestro ser.

Por eso en esta mañana, el Señor nos llama a hacer un alto y repensar las cosas. Nos llama al arrepentimiento y lo hace a través de tres llamados de lo que implica el arrepentimiento en estos versículos del capítulo 1 de Zacarías.

En estos versículos encontraremos que ese llamado implica por lo menos tres acciones para tener esa renovación, pues la renovación comienza con el arrepentimiento.

En primer lugar, el arrepentimiento es un llamado a volver a Dios.

Zacarías 1:2-3 «El Señor está ardiendo en ira contra los antepasados de ustedes. 3 Por lo tanto, advierte al pueblo que así dice el Señor de los Ejércitos: »“Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes”, afirma el Señor de los Ejércitos.

Es de llamar la atención que el libro comience con estas palabras. Después de todo hacía unos pocos años que habían regresado de la cautividad y estaban en un proceso de reconstrucción y renovación.

Se pone de manifiesto, sin embargo, que lo que había causado el exilio que generaciones anteriores habían experimentado fue por el pecado cínico y descarado que se había vuelto algo normal para el pueblo.

Así que este pueblo que había regresado del exilio si quería comenzar bien, tenía que dar un paso decidido de arrepentimiento que aquí se describe como volver al Señor.

Este es nuestro Dios maravilloso y lleno de gracia. Por un lado, se resalta cuánto afecta el pecado la relación con Dios. Dice que su ira está ardiendo por causa del pecado. Y él es el Señor de los ejércitos, el varón de guerra y listo para traer juicio. No obstante, a pesar de que el pecado causa su ira santa, le advierte a su pueblo y le da una oportunidad de vida: “vuélvanse a mí”.

Piénsalo, cuando tú y yo, estamos airados por el comportamiento de alguien, lo menos que queremos es tenerlo cerca. Pensamos, “que bueno que se componga, pero lejos de mí”.

Pero aquí vemos al Señor, dando una oportunidad a su pueblo y le dice una vez más, lo que es mejor para su pueblo, que es estar cerca de su Señor. Vuélvanse a mí y yo me volveré a ustedes. Promete estar con los que, arrepentidos de sus graves y serios pecados, regresen al Señor. Y les dará lo que tanto necesitan: su presencia en sus vidas.

Para la renovación espiritual de la comunidad del exilio era importante que iniciaran con un arrepentimiento que se mostrara volviéndose al Señor.

Hermanos, no solemos hablar mucho de arrepentimiento. Quizá pensamos que sólo lo necesitamos cuando creímos por primera vez en el Señor Jesucristo. Pero la verdad de las cosas es que el arrepentimiento es una marca de vivir en el reino de Dios.

Recordemos que cuando vino el Señor Jesucristo y predicaba el evangelio, lo primero que se decía era: “arrepiéntanse porque el reino de los cielos se ha acercado”. El arrepentimiento es parte del estilo de vida del que está en el reino.

La primera tesis de las famosas 95 de Martín Lutero, precisamente dice “Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: "Haced penitencia...(entiéndase arrepiéntanse), ha querido que toda la vida de los creyentes fuera penitencia (arrepentimiento).

El arrepentimiento nos mantiene volviendo y volviendo al Señor una y otra vez cuando nos vamos desviando del camino. Cuando nuestro corazón empieza a ser seducido por las mentiras, el arrepentimiento nos hace volver al amor del Señor.

Así que el arrepentimiento es una gran dicha. Dichoso el que se arrepiente, porque está volviendo al Señor y la promesa es que el que se vuelve al Señor, el Señor se volverá a él.

Este es el llamado de Dios para nosotros, que nos volvamos a él. ¿En qué cosas el Señor te está llamando al arrepentimiento? ¿En dónde está su llamado a que vuelvas a él? Quizá es en alguna relación, o en alguna actitud que has tomado recientemente, o en algún descuido de barreras de protección que no has tomado en serio. Quizá es de alguna negligencia o bajar la guardia en algún aspecto importante para mantenerse firme en la fe.

O de plano, has estado en rebelión contra el Señor en tu vida y hoy el Señor te está diciendo: vuélvete a mí y yo me volveré a ti. Este es una llamado de gracia. Es un llamado de dicha. Porque la renovación comienza con el arrepentimiento. Dichoso el que hace caso al llamado del Señor este día.

Arrepentimiento es un llamado a volver a Dios, pero también,

En segundo lugar, el arrepentimiento es un llamado a abandonar pautas del pasado.

Zacarías 1:4 dice: »“No sean como sus antepasados, a quienes les proclamaron los antiguos profetas que así dice el Señor de los Ejércitos: ‘Vuélvanse de sus malos caminos y de sus malas prácticas’. Porque ellos no me obedecieron ni me prestaron atención”, afirma el Señor.

Nuevamente, la comunidad del posexilio es recordada que la causa de haber recibido la corrección máxima de parte de Dios que fue el haber sido expulsados de la tierra se debió al pecado sin arrepentimiento que practicaron las generaciones anteriores.

Dios en su amor, les enviaba advertencias por medio de sus profetas, pero ellos no hacían caso. Así da testimonio, por ejemplo el libro de crónicas en 2 Crónicas 36:15-16 donde dice:

15 Por amor a su pueblo y al lugar donde habita, el Señor, Dios de sus antepasados, con frecuencia les enviaba advertencias por medio de sus mensajeros. Pero ellos se burlaban de los mensajeros de Dios, tenían en poco sus palabras, y se mofaban de sus profetas. Por fin, el Señor desató su ira contra el pueblo y ya no hubo remedio.

Dios fue paciente, lento para la ira y grande en misericordia y aunque bien hubiera podido traer su justo juicio sobre su pueblo pecador, vez tras vez, les daba oportunidades enviándoles advertencias y ellos simplemente no hacían caso y seguían en su pecado.

Y aquí, a la generación del posexilio, los que alcanzaron a regresar les advierten nuevamente, no sean como sus antepasados, no repitan las pautas del pasado, dejen atrás todo eso que les perjudica y les impide entregarse totalmente al Señor para ser renovados.

El arrepentimiento es un llamado, precisamente, a romper con las pautas pecaminosas del pasado. Es un llamado a abandonar todo aquello que ofende al Señor y que con facilidad podemos seguirlo practicando, casi casi por la inercia que llevamos.

¿Qué pautas pecaminosas del pasado nos está llamando el Señor a abandonar este día? ¿Qué cosas ya se volvieron prácticas en nuestras vidas con las que quizá hasta cómodos nos sentimos, pero que sabemos que son contrarias a su voluntad? Y quizá cada vez que escuchamos o leemos su palabra nos incomodamos un poco, pero no damos ningún paso más.

¿En dónde en tu vida su llamado de amor te está advirtiendo y te está diciendo: “No seas como tus antepasados” o “No te aferres a tus pautas del pasado”? El arrepentimiento es un llamado a romper con todas esas pautas del pasado que arrastramos y que sabemos que deshonran al Señor que amorosamente nos está diciendo este día: Vuélvete a mí y yo me volveré a ti.

El arrepentimiento, mis hermanos, es el punto de partida de una renovación en nuestras vidas.

Pero no solo debemos volver al Señor y romper con las pautas pecaminosas del pasado, sino también En tercer lugar, el arrepentimiento es Un llamado a confiar en la Palabra de Dios.

Zacarías 1:5-6a dice: »“¿Dónde están los antepasados de ustedes? ¿Acaso los profetas vivirán para siempre? ¿No se cumplieron en sus antepasados las palabras y los estatutos

que a mis siervos los profetas ordené comunicarles?

Zacarías presenta este mensaje a la comunidad del posexilio haciéndoles ver que todas las advertencias y palabras enviadas por los profetas a sus antepasados resultaron ciertas. Dios cumple lo que promete.

En su momento, prometió juicio sobre su pueblo y lo cumplió. Pero así igualmente, si promete restauración y renovación para los arrepentidos, también podemos confiar que lo cumplirá.

Es un Dios que es confiable en su palabra y sus promesas. El pueblo era llamado a confiar en su palabra como parte de ese corazón arrepentido y renovado.

Mis hermanos, también nosotros podemos y debemos confiar en todas las promesas, advertencias y exhortaciones de nuestro Señor. Somos llamados a no seguir poniendo nuestra opinión, nuestros razonamientos como la dirección de nuestras vidas, sino poner en ese lugar a Su Palabra Santa.

El corazón arrepentido y renovado es un corazón que confía en la Palabra de Dios en vez de confiar en sus propios pensamientos que por seguirlos enredaron tanto su vida.

Somos llamados a confiar en Su Palabra que nos indica que vivamos de una manera que a veces es causa de burla por el mundo, que es causa de que te señalen o discriminen, que es causa que te traten injustamente, pero que al final, es lo que traerá a tu vida la paz y la bendición de Dios por estar haciendo su voluntad.

¿Qué será aquello en lo que Dios te está llamando a confiar en su palabra? Quizá el consejo humano que has recibido es contrario a ello. O bien, quizá el ejemplo humano que has visto, va en contra de ello. Pero Dios, en su llamado al arrepentimiento, nos está llamando hoy a confiar en su Palabra, pase lo que pase. Ese es el camino de la renovación. Porque el arrepentimiento que se muestra en volver a Dios, en abandonar las pautas pecaminosas del pasado y en confiar la dirección de nuestras vidas en su palabra, es donde comienza la renovación espiritual que tanto necesitamos.

Vemos el final del versículo 6 de Zacarías 1 donde dice:

»”Entonces ellos se volvieron al Señor y dijeron: ‘El Señor de los Ejércitos nos ha tratado tal y como había decidido hacerlo: conforme a lo que merecen nuestros caminos y nuestras acciones’ ”».

En respuesta a este llamado de Zacarías, esta generación del postexilio, entendió el punto de partida de la renovación. Reconocieron su necesidad de arrepentirse y volver al Señor, reconociendo su trato justo debido a sus caminos y acciones. Para dar pasos diferentes con relación a su Dios.

Nosotros también debemos hacer hoy lo mismo hermanos. Si el Señor nos está mostrando algo en nuestras vidas donde necesitamos renovación, no endurezcamos soberbiamente nuestro corazón, sino acudamos presurosos a la dicha del arrepentimiento.

El evangelio nos trae buenas noticias porque Dios cumple sus promesas de renovación a todos aquellos que se arrepienten porque un día Jesucristo vino, vivió perfectamente, murió en nuestro lugar y resucitó para ser el Señor y todos los que se acogen a él por la fe reciben el perdón y reconciliación con nuestro Dios.

Así que los que están Cristo, podemos ver el arrepentimiento como lo veía Lutero, como una manera de vivir, en la que volvemos a Dios cuando nos desviamos, abandonamos las pautas pecaminosas que ofenden al Señor y renovamos nuestra obediencia confiando en su palabra. Y los que tienen la dicha del arrepentimiento, reciben, por su gracia, el gozo del perdón y la renovación espiritual necesaria día en día para poder para la gloria de Dios.