Soy aficionado de los documentales de investigación policiaca de casos reales. El otro día estaba viendo el caso real de una mujer policía que estando ya fuera de servicio, se encontraba caminando hacia su departamento después de una jornada larga de trabajo.
Iba muy concentrada teniendo una conversación intensa con otra persona por medio de mensajes de texto. Al llegar a la puerta de su departamento donde vivía sola y querer abrir con la llave se dio cuenta que no tenía seguro.
Enseguida desenfundó su arma y entró a la habitación que tenía poca luz para encontrar entre la penumbra a una persona desconocida que estaba viendo televisión y que al verla comenzó a incorporarse para ir hacia ella. En la confusión y la adrenalina, sin advertencia alguna, ella descargó su arma alcanzando a dar en el blanco en dos ocasiones, acabando con la vida de la persona en el acto.
Cuando ya pudo ver y razonar mejor las cosas, se dio cuenta que, por no haber prestado atención, se había confundido de departamento y había acabado con la vida de un joven veinteañero que se encontraba viendo tranquilamente la televisión en su propia casa.
El joven a quién había ultimado era un ejemplo en la comunidad de disciplina y superación personal, dirigía las alabanzas en su iglesia y era consejero para jovencitos que lo miraban como un ejemplo de vida y como alguien a quien imitar.
Ella fue enjuiciada y al ser hallada culpable del homicidio fue sentenciada a cierto número de años en prisión. En el juicio, se le dio oportunidad a la familia de la víctima de expresarse después de haberla sentenciado. Todos dejaron pasar la oportunidad, excepto un hermano menor de la víctima, un joven de unos 17 años, quien para sorpresa de toda la familia pidió hablar.
El joven miró a la sentenciada y le dijo que, aunque sentía un gran dolor por la pérdida de su hermano, que era alguien a quién él admiraba profundamente y cuyas pisadas quería seguir, él decidía en ese momento expresar palabras de perdón hacia la culpable, pues eso era lo que Cristo quería de él y es lo que su hermano fallecido hubiera hecho también.
Después de sus palabras de perdón hacia la condenada, solicitó permiso de la corte para poder acercarse a ella y darle un abrazo. Y este jovencito, acercándose a la mujer que estaba bañada en lágrimas por este acto de perdón, concluyó su participación en vivo con un fuerte y sentido abrazo hacia la mujer que había acabado con la vida de su hermano.
¡Qué escena tan fuerte! ¡Qué valiente fue este jovencito creyente en Cristo aplicando su fe a una de las situaciones más complejas que pudiera alguien enfrentar!
Este mes en nuestra serie “Pacificación”, hemos estado considerando el conflicto desde una perspectiva bíblica. Hemos visto el origen del conflicto en nuestros propios corazones y también hablamos del conflicto cuando hemos sido nosotros los ofensores. Hoy nos corresponde hablar del conflicto cuando nosotros resultamos ser los ofendidos.
¿Qué hacemos cuando hemos sido los ofendidos? ¿Qué actitudes debemos tener? ¿Qué acciones debemos emprender? ¿Cuál debe ser nuestro punto de partida cuando el conflicto llegue a nuestra puerta y nosotros nos veamos como los ofendidos?
La Biblia abunda en instrucciones al respecto, pero tomaremos como base lo que encontramos en los versículos 14-21 del capítulo 12 de la epístola a los Romanos.
Hemos leído hace un momento estos versículos y no sé cuál fue tu impresión al estarlos leyendo. Se oyen instrucciones bastante fuertes (más adelante las veremos más detenidamente). Entre otras cosas nos piden que busquemos la paz, no devolvamos mal por mal y que no nos venguemos.
Ya de entrada cuando estas en medio de un conflicto tener este tipo de actitudes se hace muy difícil. Lo primero que queremos hacer es esperar que el otro tenga la iniciativa de la reconciliación, queremos desquitarnos y queremos que el otro tenga su merecido y si se puede un poco más, mejor.
Ahora piensa en todas esas instrucciones que acabamos de leer, pero no sólo cuando estás en un conflicto x, sino en uno cuando tú has sido el ofendido o la víctima evidente del otro. Si de por sí parecían difíciles, cuando te consideras la víctima del otro en un conflicto, esas instrucciones resultan imposibles.
Y la verdad hermanos, estas instrucciones son imposibles de considerar y mucho más de realizar, si las tomamos sin su contexto o fuera de su contexto. Sin el contexto que nos da la epístola a los Romanos, estas instrucciones no tienen ninguna lógica o sentido común humanos.
Por eso, nunca debemos dejar de ver cuál es el fundamento o la base donde están cimentadas estas instrucciones que al hombre natural o sin Cristo le parecerían locura realizarlas, mientras que a los que son de Cristo, aunque difíciles, les parecen razonables y esperables de practicar en el reino de Dios.
Cuando consideramos todo el paquete completo podemos decir, creer y practicar la verdad bíblica de que: En un conflicto, aun cuando hayamos sido los ofendidos, debemos tratar al ofensor como Dios nos ha tratado en Cristo.
Para ir comprendiendo mejor las instrucciones en Romanos 12 vamos a considerar primero un poco del contexto inmediato en el capítulo 12. Por eso leamos primero
Romanos 12:1, Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.
Si leyeramos toda le epístola a los romanos, notaríamos que Romanos 12:1 marca un cambio de dirección en la epístola a los Romanos. Es una especie de bisagra.
Antes del capítulo 12, el apóstol ha desarrollado toda una presentación del evangelio de Jesús, comenzando por la culpabilidad que el ser humano tiene por el pecado, se trate de quien se trate.
No importa si eres religioso o no. No importa si conoces la Biblia o no. No importa si eres judío o pagano. Si eres ser humano, estás destituido de la gloria de Dios por cuanto has pecado. Todos somos culpables y merecedores del justo juicio de Dios por el pecado.
Pero en estos mismos capítulos del 1 al 11 de Romanos, se nos presentan las buenas noticias del evangelio. Lo que hizo Dios para remediar esta triste situación del ser humano. La Salvación no vino por cumplir la ley por esfuerzo humano, sino vino a través de la justicia de Jesucristo que es aplicada y atribuida por la fe a todo aquel que pone su confianza en Él.
Y así llegamos, después de desarrollar todo un gran argumento que presenta las maravillosas noticias del evangelio para personas que estuviéramos perdidas de no ser por Jesús, comienza a ser enfático en dar muchas instrucciones prácticas que se derivan de todo lo que ha demostrado en los capítulos previos.
A partir del 12 en adelante, se tiene un énfasis eminentemente práctico de las implicaciones de acogerte por la fe a Jesucristo.
Notemos esa bisagra, ese cambio, ese giro, cuando comienza diciendo el versículo 1: “Por tanto, hermanos”. Ese conector lógico está sirviendo de bisagra entre todo lo que nos ha dicho con anterioridad y lo que a continuación nos irá diciendo.
Es decir, que todo lo que dijo con anterioridad es la base de todo lo que dirá de este punto en adelante. Y agrega: “por tanto hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios”. Es decir, “En vista de la Misericordia de Dios de la que hemos hablado en los últimos 11 capítulos previos a este punto”.
En pocas palabras, anteriormente les hablé, expliqué y mostré la gran misericordia de Dios, que ahora, ésta será la base de toda la vida práctica que ustedes deben vivir como respuesta al evangelio.
En pocas palabras, que toda orden o mandamiento práctico del cristianismo tiene su base y fundamento en las realidades logradas y completadas históricamente por nuestro Señor Jesucristo. Ningún mandamiento u orden se instruye sin este fundamento. La práctica está basada en las verdades eternas anunciadas en el evangelio.
¿Cuáles son estas misericordias del Señor sobre las cuales se basan todas las instrucciones, mandamientos, prácticas e imperativos que deben ser evidentes en la vida del cristiano?
En Romanos encontramos muchas. Por mencionar algunas de esas misericordias de Dios para con los pecadores destituidos de su gloria y sin oportunidad de salvación por ellos mismos, notemos las siguientes:
El Amor de Dios (Ro 5:8): Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.
La gracia de Dios (Ro 3:23-24): pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó.
La justicia de Dios (Ro 5:17): Pues, si por la transgresión de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo.
La reconciliación con Dios (Ro 5:1): En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
En todas estas muestras de la misericordia de Dios anunciadas en el evangelio notemos que el patrocinador oficial de nuestra salvación es Dios y la estrella oficial de nuestra salvación es Jesucristo.
Esto nos anuncia el evangelio de nuestra salvación, que Dios por medio de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo ha mostrado su misericordia para nosotros los pecadores que no merecíamos nada de esto.
Este es el punto de partida de todo. La misericordia de Dios mostrada para ti y para mí. La vida cristiana no se trata entonces, de un mero esfuerzo humano por portarnos bien, sino es una consecuencia, una respuesta, a lo que ya hemos recibido en Cristo sin nosotros merecerlo.
Todo lo que tú y yo podamos hacer en obediencia al Señor para mostrar nuestra lealtad a Cristo, no es más que la respuesta lógica, correcta y santa a lo que el Señor ya hizo por nosotros en Cristo.
Y así lo declara el resto del versículo 1, lo lógico, lo racional es que en un acto de adoración presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable al Señor.
Usando el lenguaje del Antiguo Testamento y del sistema de sacrificios, ahora nos dice que no es un animal el que será presentado como sacrificio ante Dios, sino nosotros mismos, nuestra vida entera, nuestros sueños, expectativas, deseos, placeres, anhelos, metas, nuestro todo. Esta vida se trata de poner en el centro a Dios.
La respuesta lógica y justa al evangelio de Cristo es una vida de entrega total constantemente. No un pedazo, no un horario, no un aspecto, no un día, sino todo.
En el Antiguo Testamento, el sistema sacrificial demandaba que el sacrificio fuera hecho con un animal sin defecto alguno. Y pues el animal no medio moría; no una parte de él era sacrificada, quedando otra parte libre de compromiso. El sacrificio implicaba la totalidad de la vida del animal.
El apóstol nos está exhortando a responder como es debido al Evangelio con un compromiso de lealtad total solo a Jesucristo.
Es en todo este contexto que debemos entender las instrucciones que se nos dan al final del capítulo 12 que parecieran imposibles de realizar.
Es a la luz de lo que nuestro misericordioso Dios ha hecho por nosotros en Cristo y la respuesta de entrega total de nuestras vidas como nuestra adoración espiritual en respuesta que podemos decir y practicar la enseñanza de hoy: Debemos tratar al ofensor como Dios nos ha tratado en Cristo.
Consideremos ahora ¿qué se espera de nosotros en un conflicto, sobre todo cuando hemos sido los ofendidos? ¿Qué se espera de nosotros que hemos recibido las misericordias de Dios en Cristo, que presentamos nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios como respuesta a tanto amor hacia nosotros?
Lo resumiremos en 8 instrucciones imposibles de realizar a menos de que hayas recibido la misericordia de Dios en Cristo.
En un conflicto, sobre todo cuando hemos sido los ofendidos,
1. Bendice en vez de maldecir.
Romanos 12:14 dice: Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan.
Qué es lo primero que vino a tu mente en el último conflicto que tuviste y en el que te percibiste como la víctima de la otra parte. Seguramente, no vinieron a tu mente las mejores palabras ni mejores calificativos para la otra persona. De hecho, quizá no te quedaste en el pensamiento, sino encontraste la ocasión de hacerle saber lo que pensabas de él o ella.
El apóstol Pablo, siguiendo la enseñanza de Jesús, está diciendo algo radical, que es precisamente lo que Jesús mismo hizo cuando estaba en la cruz. En vez de maldecir a los que lo estaban crucificando, los bendijo, pidiendo al Padre que no les tomara en cuenta ese pecado que cometían.
Si ese trato hemos recibido de Jesús, ¿cómo hacer a un lado esta instrucción? Si el único que tenía el derecho de maldecir a quien quisiera maldecir, no lo hizo, sino los bendijo, ¿quiénes somos nosotros para hacer a un lado su instrucción y ejemplo?
Así que en ese conflicto que estás, tienes la oportunidad de en vez de pronunciar palabras que destruyan, eliminen y minimicen a la otra persona, pronunciar palabras que edifiquen, que sostengan, que den gracia a la otra persona, cómo Jesús lo hizo por ti y por mí.
2. Mantén sensible tu corazón.
Romanos 12:15 dice: Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran.
Cuando estamos en un conflicto, tendemos a endurecer nuestro corazón hacia la otra persona. Esta instrucción de reír con los que ríen y llorar con los que lloran, en situaciones normales nos hacen mantenernos sensibles y comprensibles con los demás.
Esa sensibilidad no debemos perderla en un conflicto. La otra persona con la que estás en conflicto también ha llorado y también ha reído. Ha tenido momentos buenos y malos como tú. También tiene debilidades y fortalezas como tú. También puede acertar o errar como tú.
Mantener sensible nuestro corazón puede ayudarnos a agilizar la pacificación porque dejamos de ver al otro como alguien muy diferente a nosotros en muchos aspectos.
3. Muestra humildad.
Romanos 12:16: Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben.
En medio de un conflicto y sobre todo cuando somos los ofendidos, somos tentados a llenar de soberbia y orgullo nuestro corazón. Cosas como “a mí no ve van a ver la cara de tonto” o “Cómo pudo pensar que se podía burlar de mí”, muestran nuestra arrogancia y orgullo.
Estamos muy ofendidos de que estas cosas quisieron hacérmelas a “Mí” y esto nos hace separarnos de otros.
En un conflicto, también tendemos a pensar que nuestra postura o nuestra exigencia para la resolución es la única y la más razonable del mundo, solemos ponernos en una postura de que sólo nosotros sabemos o que somos incuestionables en todo lo que hacemos y decimos; es decir, solemos creer que somos los únicos que sabemos, somos sabios en nuestra propia opinión.
Pero aquí se nos instruye a vivir en armonía, y para ello vamos a tener que dejar nuestro orgullo a un lado y nuestra soberbia por otro. Ser humildes como Jesús, es el camino hacia la paz.
4. Paga bien por mal.
Romanos 12:17: No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos.
Cuando estamos en un conflicto lo que sale con facilidad es devolver el mal que hayamos recibido y si es posible con creces, con su pilón. Cuando alguien nos ha afectado y estamos en un conflicto pensamos que como que tenemos permiso para interrumpir nuestra obediencia a Dios y como que tenemos derecho a portarnos mal.
Pero aquí, la Palabra nos está diciendo que no paguemos mal por el mal que hayamos recibido. Ese es un buen nivel: Me hiciste mal y yo no te lo devuelvo. Es bastante bueno.
Pero la Escritura aquí nos está pidiendo que subamos el nivel. No sólo no debo devolver el mal, sino en vez de pagarte mal, debo ser intencional en buscar hacerte el bien.
Ese es nivel Jesús. Una persona, por mero esfuerzo humano, puede abstenerse de devolver el mal. Teniendo disciplina, serenidad y paciencia quizá se pueda lograr. Pero buscar intencionalmente hacerle el bien al que me ha hecho mal. Eso es sólo con Cristo reinando en tu corazón.
Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios en Cristo Jesús.
5. Se intencional en buscar la paz.
Romanos 12:18: Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos.
No somos invulnerables al conflicto. Tarde o temprano estaremos en uno, sea porque nosotros lo iniciemos, lo sigamos o lo perpetuemos. Pero ya sea que voluntaria o involuntariamente estemos en un conflicto, hay algo que no podemos evadir: La responsabilidad de buscar la paz es nuestra.
Este versículo pone la responsabilidad de buscar activamente la paz en cada uno de nosotros. Las dos condiciones son 1. ¿Es posible? ¿La persona está viva aún? ¿Es viable una solución haciendo un poco de esfuerzo por ambas partes? Y segundo: ¿Depende de mí? ¿La pelotita está de mi lado? ¿La otra persona aun está abierta a hablarlo o se niega rotundamente?
Si estás dos condiciones se están cumpliendo, no hay razón entonces para continuar o perpetuar un conflicto sin resolución. Como vemos aquí no se pone como condición que no haya sido yo el ofendido. No puedo alegar, “él comenzó, que venga él si quiere la paz”. La responsabilidad de buscar la paz es nuestra. Por lo tanto, la iniciativa de buscar la paz es nuestra.
6. Renuncia a la venganza.
Romanos 12:19: No tomen venganza, queridos hermanos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor.
Cuando hemos sido ofendidos de alguna manera, hay un deseo interno de tomar represalias en contra de la persona o vengar nuestro honor y dignidad que fueron afectados. Ese deseo de venganza está presente en nosotros.
La verdad es que no hay acto pecaminoso que el ser humano haya cometido del que no vaya a dar cuenta y recibir la justicia requerida de parte de Dios.
La venganza en sí misma no es mala, lo único es que no nos corresponde a nosotros decidir quién la recibirá. El único que decide quién recibirá la justa venganza es el Señor. Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
Podemos contar con que toda injusticia cometida en nuestra contra será atendida por aquel que dice mía es la venganza, ya sea que haya sido pagada por Cristo en la cruz o bien, que la persona vaya a recibirla por no haberse arrepentido de sus pecados. Pero de que ninguna injusticia será pasada por alto, podemos contar con ello.
Por eso, nos dice el pasaje, confía en el Señor y renuncia a la venganza. Deja el asunto en manos del que justamente juzgará todas las cosas. No hagas “justicia” por tu propia mano.
7. Aprovecha oportunidades prácticas de bendecir al otro.
Romanos 20: Antes bien, «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta».
Aquí vemos de manera muy visual cómo tratar al que nos ha ofendido. En vez de sencillamente gozarnos cuando le está yendo mal, si vemos que podemos bendecirlo de alguna manera práctica, nos dice el Señor que lo hagamos.
A esto se refería Jesús cuando dijo que amemos a nuestros enemigos. No estaba diciendo que sintamos cosas bonitas hacia nuestro enemigo, sino que cuando tengamos alguna oportunidad de tratarlo bien o bendecirlo de manera práctica, lo hagamos.
Esta manera de actuar da oportunidades al malhechor de arrepentirse de sus pecados cuando en vez de recibir el trato que podría esperar de cualquier persona, recibe de parte de un seguidor de Jesús, un trato que sólo un hijo de Dios puede dar a sus enemigos, porque así lo ha tratado Dios en Cristo.
8. Usa armas de luz para combatir el mal.
Romanos 12:21: No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.
Cuando estamos en un conflicto y sobre todo cuando hemos sido los ofendidos, somos tentados a usar todas las artimañas y triquiñuelas del mal disponibles y que los que no temen al Señor son prontos en usar. Pero los hijos de Dios no debemos actuar así.
No debemos usar las armas del mal para luchar por la verdad y el bien. Cuando lo hacemos, perdemos, aunque hayamos “ganado” el conflicto.
Si vamos a salir victoriosos en algún asunto es siendo fieles al Señor, usando todos los recursos del bien que el Señor nos da para que batallemos por la causa de la luz de Cristo.
Así que no solo los fines cuentan, sino también los medios. Los medios deben honrar al Señor tanto como los fines. El mal se vence con el bien.
Hermanos, siendo sinceros, cuando vemos estas instrucciones fuera del contexto del evangelio, son una locura. Pero cuando las vemos a la luz de lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo, entonces, tienen todo el sentido del mundo. Por supuesto, cada caso requiere sabiduría de lo alto para aplicarlas adecuadamente cuidando todas las aristas del asunto, pero nuestro primer impulso debe ser seguir las pisadas de Cristo.
Pues recordemos que en un conflicto donde hemos sido los ofendidos, Debemos tratar al ofensor como Dios nos ha tratado en Cristo. Buscando reflejar el evangelio y dando la gloria al Señor al ser pacificadores que por la manera en la que atienden los conflictos son llamados hijos de Dios.