Summary: Si es posible y depende de ti, ¡Busca la paz!

Don Jacinto estaba en el hospital. Los médicos dijeron que habían hecho todo lo que podían. Estuvo reflexionando en su propia vida, en sus 85 años. Vino a su mente el pleito que había tenido con su hermano Canuto hacía ya muchos años y que desde entonces se dejaron hablar. Así que, en preparación para su hora final, hizo traer a su hermano Canuto.

Al llegar el otro ancianito, le dijo: “Canuto, hermano mío, sé que en el pasado hice cosas en tu contra, pero ahora quiero pedirte perdón y estar en paz contigo” – los dos ancianos se abrazaron y Canuto se empezó a dirigir hacia la puerta, y cuando estaba a punto de salir. Don Jacinto, lo llamó y le dijo: “Ah Canuto una cosa más: Si salgo de esta, nada de lo que te dije vale”

“Pacificación” es nuestra serie del mes y estamos considerando principios de la Escritura para poder vivir en paz. La semana pasada hablamos del conflicto y su origen y hoy seguimos abordando el asunto de la pacificación, pero específicamente cuando has sido tú el que ha roto la paz con tus acciones, palabras o actitudes.

Qué acciones y actitudes tener para buscar la paz cuando hemos sido nosotros los principales ofensores que iniciaron o agravaron un conflicto.

Don canuto, por supuesto, es un claro ejemplo de lo que no debemos hacer cuando estamos buscando la paz y hemos sido los ofensores, sino debemos seguir la enseñanza de la Escritura para poder restablecer y reparar las relaciones rotas por nuestro pecado.

La pacificación es algo hermoso. ¡Qué hermoso es escuchar que se salvó una relación! Qué edificante es escuchar las historias de personas que se estaban separando o desuniendo y dieron marcha atrás en sus deseos, trabajando juntos para buscar una reconciliación.

Y es que, para apartarnos, desunirnos, dividirnos no se requiere mucho. No necesitas ser intencional para lograrlo. Estoy seguro que la mayoría de la gente no se sienta a planear como destruir su matrimonio, su familia, su relación con los amigos, hermanos, vecinos. Pero aún así, es tan fácil que nuestras acciones, palabras y actitudes hagan pedazos una relación.

Quizá ahora mismo en casa estás viviendo en medio de relaciones dañadas o rotas. Tal vez se trata de la relación con tu cónyuge, o tus padres, de algún hermano o hermana, tíos, primos, sobrinos, o alguien en tu familia cercana o extendida.

Quizá hace años que no hay ese acercamiento por un conflicto del pasado, por algo que hiciste o te hicieron. Y a veces ha pasado por tu mente la idea de ir en busca de la reconciliación, pero piensas “no va a funcionar”, “no vale la pena”, “me van a rechazar”, “no creo que me perdonen”, “no creo que se pueda lograr”, “es inútil, no será de ningún provecho”.

La Biblia nos enseña que la reconciliación sí vale la pena y sobre todo cuando tu estás o deseas una relación creciente con Cristo. Ya sea que hayas sido tú el ofendido, y más aún si fuiste el ofensor, la Biblia nos anima a levantar ese teléfono y marcar, escribir esa carta que hemos postergado por tanto tiempo, hacer esa visita que tanto tiempo has pensado y no has reunido el valor para hacerla.

La Biblia nos insta a buscar intencionalmente la reconciliación. Como nos dice Romanos 12:18, Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. Estas son las buenas noticias que pueden transformar nuestras relaciones: “Si es posible y depende de ti, ¡busca la paz!”

Hoy estaremos considerando la reconciliación de dos hermanos que estuvieron distanciados como por 30 años y cómo el que había ofendido llevo a cabo su acercamiento para la reconciliación. Esta historia se encuentra en el libro de Génesis de los capítulos 32 y 33.

1. Como ustedes recordarán Dios le prometió a Abraham una gran descendencia y le dio un hijo llamado “Isaac”. Isaac fue el hijo de la promesa y Abraham y Sara vieron cumplida en él la fidelidad del Señor.

2. Isaac se casó con Rebeca y tuvieron unos mellizos que se llamaron Esaú (el primogénito) y Jacob (el menor)

3. Rebeca tuvo un embarazo muy movido. Desde el vientre de la madre parecía haber una gran conmoción; se llegó a decir que había una lucha de dos pueblos dentro de ella.

4. Esaú era cazador, hombre del campo, pero Jacob era muy tranquilo que le gustaba estar en la sombra y estar en casa. Esaú era el orgullo de su padre y Jacob, el de su madre. (Ya desde allí empezaba la división en esa familia).

5. Esaú era el primogénito, esto quería decir que debía recibir una doble porción de la herencia paterna, tenía el derecho de ser la autoridad en la casa cuando el padre muriera. Esaú en un arranque impetuoso renuncia y menosprecia su primogenitura por un plato de potaje.

6. Pasaron varios años e Isaac era un ancianito que había perdido la visión y ya vislumbrando la inminencia de su muerte, llamó a su hijo Esaú para que le diera la bendición antes de morir. La bendición del padre en esa época era como una especie de profecía de lo que habría de pasar con la persona. Era algo sumamente importante, un privilegio reservado para los hijos primogénitos.

7. La cosa era todo un ritual, Esaú debía ir al campo, cazar y venir y cocinar el guisado favorito de su padre y luego recibiría la bendición.

8. Rebeca escuchó todas las instrucciones y llamó a Jacob, su preferido y le dijo “Escúchame y tu recibirás la bendición” Jacob siguiendo las instrucciones de su madre, engañó a su padre para que le diera la bendición. Aunque con un poco de duda, Isaac finalmente sella la bendición definitiva para Jacob, aunque pensaba que se la estaba dando a Esaú.

9. En la bendición le dijeron a Jacob: “Sírvante pueblos y naciones se inclinen a ti; sé señor de tus hermanos y se inclinen ante ti los hijos de tu madre”.

10. Esaú llegó luego ilusionado de que ese sería su gran día pero descubrió la amarga realidad, ya le habían ganado la bendición. Por eso, desde ese momento Esaú odió a su hermano y dijo en su corazón: “llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob”. Esaú iba a encontrar el momento para vengarse de su hermano.

11. Rebeca cuando escucha esto envía lejos a Jacob para que salvarlo de la ira de su hermano Esaú.

Una relación rota. Por el engaño, por la mentira, por la astucia mal encaminada. Jacob, sin duda, había cometido una gran falta u ofensa en contra de su hermano y por ello se había roto la paz.

¿Te suena esto familiar? el pecado pone de cabeza nuestros hogares y nuestras relaciones. Las dinámicas de pecado destruyen lo más preciado en la familia. No hay que menoscabar la importancia de esto. Si estás teniendo problemas en tu familia y relaciones, el pecado está haciendo de las suyas.

Y como veíamos la semana pasada, esos conflictos nacen de dentro de nosotros mismos y somos responsables de todo lo que decimos y hacemos en medio de un conflicto. Jacob, sin duda, era responsable de sus acciones y ofensas en contra de su hermano.

A Jacob le ocurren muchas cosas en su vida, hay muchos episodios muy interesantes en su vida. También a él, a lo largo de su vida, le toca estar del otro lado del conflicto, no siendo el ofensor, sino el ofendido. Y tiene muchas aventuras y aprendizajes que lo van forjando y preparando para lo que vendría más adelante para él

Sin embargo, un día llegó el momento que más temía, después de cómo 30 años. Cuando él ya tenía riquezas e hijos y había pasado por muchas peripecias, le llegó una de las pruebas más importantes de su vida, llegó el momento de enfrentar a su hermano Esaú.

Sabiendo que pasaría por su territorio, envió unos mensajeros para indicar a su hermano que él estaba viniendo. En Génesis 32:6 no dice que los mensajeros regresaron y le dijeron: “Fuimos a hablar con su hermano Esaú, y ahora viene al encuentro de usted, acompañado de cuatrocientos hombres”.

La Biblia nos dice que Jacob tuvo gran temor. No se como estarías tú, sabiendo que defraudaste a tu hermano, que lo ofendiste en su honor, en su dignidad. ¿Cómo estarías si te dicen que vienen con cuatrocientos hombres a recibirte?

Esos 400 hombres no eran precisamente un comité de bienvenida cordial para Jacob y su familia. Él sabía que la cosa se iba a poner fea si no hacía algo pronto.

Es aquí donde las acciones de Jacob, nos pueden ayudar para los que queremos buscar la reconciliación. Para nosotros que sabemos que la reconciliación es posible y la “pelotita” ha quedado de nuestro lado, para nosotros que sabemos que hemos sido los ofensores y que si es posible y depende de nosotros, debemos buscar la paz.

Lo primero que podemos aplicar al querer buscar la paz cuando hemos sido los ofensores es:

1. Depender de Dios.

En Génesis 32: 9-12, leemos una oración que Jacob elevó al Señor su Dios cuando se enteró que su hermano venía a su encuentro: “SEÑOR, Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac… realmente yo, tu siervo, no soy digno de la bondad y fidelidad con que me has privilegiado… ¡Líbrame del poder de mi hermano Esaú, pues tengo miedo… Tú mismo afirmaste que me harías prosperar, y que mis descendientes serían tan numerosos como la arena del mar, que no se puede contar.”

Las acciones encaminadas a la reconciliación debemos hacerlas en dependencia total de Dios. Jacob inmediatamente acudió al único que podía librarlo del poder de Esaú, al único que podía cambiar los corazones.

En nuestra búsqueda de reconciliación debemos depender en Dios. Lo que ocurra está fuera de tu control. El resultado de los esfuerzos tienes que confiarlo en Dios.

Si vas a buscar la paz, ora, ora, ora. No puedes controlar cómo va a reaccionar la otra persona. Esa sensación no es nada agradable, pero es una realidad en la que debemos poner toda nuestra confianza en aquel que sí tiene todo bajo su control y que puede hacer que las cosas sucedan que humanamente son imposibles de producir.

Por lo tanto, no se trata de sagacidad o de astucia, se trata de confiar en el poder de Dios para cambiar corazones. Todo esfuerzo intencional hay que hacerlo sabiendo que sólo Dios puede hacer que las cosas pasen.

El éxito está en la fidelidad, no en el resultado. Si es posible y depende de ti, busca la paz dependiendo en Dios.

Lo segundo que podemos aplicar al buscar la paz cuando hemos sido el ofensor es:

2. Lubricar el ambiente.

El capítulo 32 de Génesis, nos dice que Jacob en preparación para su encuentro con su hermano, trató de suavizar el ambiente con muestras de buena voluntad para con su hermano.

Le envió un regalo a su hermano: 200 cabras, veinte machos cabríos, 200 ovejas y veinte carneros, además de cierto número de vacas y asnos. Y los fue enviando por oleadas. Así que Esaú iba recibiendo poco a poco estos regalos de parte de su hermano.

La mentalidad de Jacob era 32:20 “Apaciguaré su ira con el presente que va delante de mí, y después veré su rostro; quizá le seré acepto”. Estaba tratando de lubricar el ambiente, de apaciguar la ira, de suavizar la tensión.

Estaba tratando de mostrar que no era el mismo ofensor de hacía 30 años, estaba tratando de mostrar consideración y responsabilidad por lo que había hecho en el pasado.

Nosotros también, al estar buscando la paz cuando hemos ofendido debemos preguntarnos ¿cómo podría ir apaciguando el ambiente con la persona con quien quiero reconciliarme? ¿Cómo podría ir mostrando a la otra persona que reconozco que hice mal? ¿Cómo puedo dar señales de que estoy en otra actitud respecto a lo ocurrido en el pasado?

Hay que encontrar maneras de congraciarnos con aquella persona con quien tenemos el alejamiento. Quizá enviarle un regalo para su cumpleaños o buscar maneras evidentes de favorecerlo en algún asunto. Cosas que muestren tu cambio de actitud y tu disposición para reconciliarte.

Jacob dependió de Dios y suavizó el ambiente con regalos para su hermano. Pero hizo algo más que podemos aplicar.

Lo tercero que podemos aplicar al buscar la reconciliación es:

3. Mostrar profunda humildad.

El capítulo 33 nos relata el momento justo del reencuentro y nos señala cómo en todo este tiempo Jacob mostró profunda humildad. El lenguaje que siempre usó fue el de un siervo hacia su señor. Siempre se dirigió a su hermano con profunda humildad llamándose: “Tu siervo” y a su hermano: “mi Señor”.

Cuando por fin llega el momento del encuentro organiza su campamento: el va delante, después sus hijos por grupos y por último Raquel y José (su hijo menor). Y en el trayecto para encontrarse con su hermano, se inclinó a tierra siete veces hasta que estuvo cerca de su hermano.

Aquel usurpador, aquel arribista, aquel ladrón de primogenituras, ahora se inclinaba hasta la tierra mostrando su corazón y dando honor a aquel a quien en el pasado había humillado. Mostraba un corazón arrepentido y humilde.

Cuando buscas reconciliación tienes que mostrar humildad.

Reconocer tus faltas honestamente, sin excusas, sin racionalizaciones. Mostrar el arrepentimiento que tienes por tus acciones o palabras del pasado. La otra persona debe entender que tú te humillas hasta lo más profundo porque estás arrepentido de lo que hiciste en el pasado.

Y lo que ocurrió después de todas estas acciones por parte de Jacob es una de las escenas más emotivas de la Escritura.

Miren lo que pasó Gen. 33:4 “Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, se echo sobre su cuello, y le besó y lloraron”. Más de 30 años de amargura, rencor, resentimiento, deseo de venganza, separación, y todo lo que conlleva un conflicto que nos se ha resuelto, acabaron en ese momento dramático de reconciliación.

Sin duda es un hermoso cuadro de reconciliación. Y quizá nos anima leer historias así, pero cuál será la fuente o fundamento sobre el cual podemos basarnos para lograr dar ese primer paso tan difícil de dar.

En nuestras fuerzas es imposible. ¡Cómo obedecer a este llamado a la reconciliación que nos hace la Biblia!

La única manera de poder dar ese primer paso es porque Dios lo dio hace mucho tiempo. Cuando éramos sus enemigos, cuando no queríamos nada con él, cuando lo despreciábamos y nos alejábamos de él, Él tomó la iniciativa de reconciliarnos con él.

Y lo que hizo asumiendo un altísimo costo. Lo hizo por medio de Cristo. La vida, muerte y resurrección de Jesucristo tuvo el propósito de reunir lo que estaba separado, de buscar y salvar lo que se había perdido.

Esa obra perfecta de Jesucristo anunciada en el evangelio no sólo nos reconcilió por gracia con el Padre, sino nos habilita para que, confiando en esa gracia, podamos dar pasos de obediencia que nos lleven a resolver los conflictos, a perdonar, a confesar nuestras faltas y restaurar relaciones rotas por el pecado nuestro o de otros.

Podemos reconciliarnos porque hemos sido reconciliados con Dios. Por eso decimos este día: “Si es posible y depende de ti, ¡busca la paz!”

Ciertamente, no todas las historias terminan así de bellas como la de Jacob y Esaú. Pero que esto no nos desanime.

No te quedes paralizado pensando: “no va a funcionar”, “no tiene caso”, “para qué intentarlo”. Quizá no se restaure la relación pero te aseguro que en el proceso crecerás tremendamente e impactarás a la siguiente generación.

Es curioso que, en estos capítulos de la reconciliación entre Esaú y Jacob, el único nombre que se menciona de los hijos de Jacob es el de José. Como queriéndonos acentuar que José estuvo presenciando estos acontecimientos.

José, años después, tuvo él mismo que reconciliarse con sus hermanos. Y estoy seguro que el ejemplo dado por su padre y su tío, impactó de gran manera sus decisiones.

Así también nosotros al buscar la reconciliación podemos impactar positivamente la vida de nuestros hijos y las personas que nos rodean. Por eso, nunca se pierde y siempre tiene todo el caso del mundo, el buscar la reconciliación.

Estoy seguro que durante todo este tiempo que hemos estado hablando, ha venido el nombre de una persona a tu mente. No esperes más. ¡Estás a tiempo! ¡Estás a tiempo de escribir una nueva página de paz en tu vida . Por la gracia de Dios que obra en ti, Si es posible y depende de ti, ¡busca la paz!