Summary: Sólo en Jesucristo está nuestra esperanza segura que consuela el corazón.

Hace algunos años, estábamos en la tarde-noche en la oficina de la iglesia y vino una lluvia que no tardó mucho, pero causó que se quedara sin energía eléctrica un buen sector de la colonia.

En seguida, se encendieron las luces de emergencia y como sabemos, normalmente no tarda mucho en restablecerse la energía. (No como era antes cuando era niño que tardaba hasta más de 3 o 4 horas en regresar y teníamos en nuestras casas quinqués preparados para terminar las labores).

Así que sencillamente, nos sentamos a esperar… y extrañamente, esperamos y esperamos. Después de una hora, la batería de las luces de emergencia se agotó y fue quedando todo el edificio en oscuridad.

La verdad no sé a qué hora se reestableció la energía porque me fui a cumplir un compromiso en otra parte, pero este evento me hizo reflexionar en el asunto de la espera y de la esperanza que es muy necesaria en la vida.

Es muy importante tener esperanza porque es lo que nos ayuda principalmente para consolar nuestros corazones ante las dificultades, obstáculos, sufrimientos y desafíos de la vida. Sin esperanza, simplemente quedamos desconsolados.

La esperanza trae consuelo al corazón. La esperanza de sanidad hace que la enfermedad sea más llevadera. La esperanza de volver a ver al ser amado que ha partido, consuela nuestro corazón dolido. La esperanza del cambio de alguien por quien estamos preocupados, nos consuela para seguir insistiendo en apoyarlo. En fin, para experimentar consuelo en nuestros corazones, es importante tener una esperanza segura.

Ahora bien, cuando tienes una esperanza se deben cumplir cuando menos tres elementos: 1. Hay una expectativa basada en un compromiso o promesa. (En el caso que comenté al principio, la expectativa de tener energía eléctrica reestablecida después de un apagón. Estamos acostumbrados a esto, es lo que se supone debe ocurrir).

2. Hay alguien que puede cumplir lo prometido y que tiene el compromiso de hacerlo. (En este caso la CFE, empresa de clase mundial).

3. Entre la promesa y el cumplimiento de la misma existe una espera. Hay que esperar, y no siempre es rápido como en este caso que les comento.

De manera semejante, nuestra esperanza segura que trae consuelo al corazón tiene estos tres elementos: 1. La promesa. 2. Nuestro Dios que cumple y 3. La espera.

Y para hablar de la esperanza segura que trae consuelo al corazón nos referiremos a un pasaje en el evangelio de Lucas capítulo 2. Y con esto estaremos cerrando nuestra serie: Testigos de la Navidad, en la que hemos considerado el testimonio de aquellos que vieron, escucharon y tocaron al Hijo de Dios en su entrada a la tierra.

Hoy reafirmaremos la verdad de que Sólo en Jesucristo está nuestra esperanza segura que trae consuelo al corazón.

En este pasaje de Lucas 2 en adelante encontraremos tres elementos incluidos en nuestra esperanza segura en Jesucristo que trae consuelo a nuestro corazón.

Aquí se nos habla de un hombre que sólo tiene esta mención en toda la Biblia, sin embargo, tuvo un gran privilegio en la vida: Pudo ver cumplida su esperanza y su corazón fue consolado.

Dice Lucas 2:25-26 Ahora bien, en Jerusalén había un hombre llamado Simeón, que era justo y devoto, y aguardaba con esperanza la redención de Israel. El Espíritu Santo estaba con él y le había revelado que no moriría sin antes ver al Cristo del Señor.

Sabemos que un hecho de nuestra existencia como seres humanos es que, a menos que el Señor regrese antes, algún día vamos a morir. Si se cumpliera el deseo de tu corazón, ¿Qué cosas te gustarían ver antes de morir? ¿Que tus hijos se casen? ¿Ver a tus nietos? ¿La boda de tus nietos? ¿Terminar de pagar tu casa? ¿Concluir el proyecto de vida que has iniciado? ¿Ver el fruto de tu esfuerzo hoy?

Este hombre llamado Simeón, mencionado en Lucas 2, que era justo y piadoso tenía una sola esperanza: la redención, salvación, consolación de Israel. Es decir, que tenía la esperanza que Dios cumpliría sus promesas de enviar un redentor para consolar a su pueblo.

A él, Dios le había dicho que no moría sin antes ver el cumplimiento de su promesa de la llegada del Mesías, del Cristo, del Ungido de Dios. Y esta era la esperanza de Simeón.

Nos dice el pasaje de Lucas 2 que aquel día tuvo el deseo de ir al Templo (por supuesto movido por el Espíritu Santo). Ese día también José y María iban a presentar a su hijo primogénito conforme a la ley de Moisés. Y llevaron siguiendo la pauta mosaica, dos tórtolas o dos palominos.

Aquí es importante subrayar que la ley indicaba que el sacrificio por los primogénitos debía ser un cordero de un año y un palomino o tórtola, y se concedía, en caso de no tener suficientes recursos como para poder ofrecer un cordero, que se sustituyera con dos palominos o dos tórtolas.

Es decir, que la familia del Rey de los cielos, en su nacimiento humilde ofreció la ofrenda que los más pobres daban en cumplimiento de la ley.

Así que José y María y el niño estaban en el templo y allí se dio este encuentro programado por Dios, y Simeón lleno de gozo, tomando al niño en sus brazos, elevó una oración que tiene la forma de canto que nos habla de que Dios cumple lo que promete y nos enseña qué implica vivir con una esperanza verdadera y segura. Porque sólo en Jesucristo está nuestra esperanza segura que trae consuelo al corazón.

Dice Lucas 2:29-32:

«Según tu palabra, Soberano Señor, ya puedes despedir a tu siervo en paz. Porque han visto mis ojos tu salvación, que has preparado a la vista de todos los pueblos: luz que ilumina a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».

Este pasaje nos muestra que nuestra esperanza segura y verdadera que consuela el corazón implica una promesa de Dios.

¿En qué cosas pensaste cuando te pregunté qué te gustaría ver antes de morir? Si eres como yo, quizá habrás contestado cosas relacionada con tus hijos, tus proyectos, tus metas y cosas semejantes en las que eres el personaje protagónico. Por supuesto, no está mal. Pero no es suficiente. Nuestra visión no llega lo suficientemente lejos.

Pero mira que Simeón no se siente satisfecho porque vio a su nieto, o porque ya es dueño de su casa o porque vio los XV años de su nieta. El está satisfecho porque ha visto a Dios cumplir su promesa de Salvación. El dice: Mis ojos han visto tu salvación.

¿Qué es lo que vio? Vio a un niño. El primogénito de una pareja muy pobre nacido en un pueblito insignificante llamado Belén y que venían de otro pueblito llamado Nazaret. Pero Simeón sabía que este niño no era otro niño más en el mundo, sino era el cumplimiento de la promesa de Dios. Dios había enviado a su ungido, su Mesías para redimir a su pueblo de sus pecados. Esto consolaba su corazón.

Hace alrededor de dos mil años, el silencio de la noche fue roto por un ángel que traía este anuncio registrado en Lucas 2:10-11: “Os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.

Este anuncio fue dado a unos simples pastores que vigilaban sus rebaños en la noche. ¿En qué consistían las buenas noticias?

“Os ha nacido un Salvador” – lo que más necesitamos como humanidad nos fue dado en la forma de un pequeño recién nacido. Puede haber alegría y gozo, pues nos ha nacido un salvador. Ese salvador es el Cristo (El Mesías), el ungido; ese Niño es El Señor. Su nombre es Jesús, que significa Salvador, y el vino para salvarnos de la exclusión de la gloria, de la condenación eterna y de la ira venidera. Jesús es buenas noticias para los que necesitamos a un salvador, porque Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Su misión era salvar al condenado, al perdido, al que inhabilitado y lo hizo tomando nuestro lugar. El vivió la vida perfecta que nosotros no podemos vivir, y a pesar de ser justo y santo, llevó a cuestas una cruz hasta el calvario, una cruz que no merecía, una cruz que él eligió cargar. Y allí extendió sus brazos y derramó su sangre preciosa. El recibió la exclusión de la gloria, él recibió la ira de Dios, él recibió la condenación en lugar de los verdaderos culpables, de los verdaderos pecadores.

Y todo esto fue porque Dios nos amó….y envió a su hijo para que fuera ofrecido como un sacrificio para el perdón de nuestros pecados. Esto es lo que recibimos y celebramos en Navidad…el regalo del amor de Dios en Cristo Jesús, nuestro Salvador.

Simeón dice también que este niño es luz para los gentiles o las naciones. ¿Quiénes son los gentiles? Todas las naciones o pueblos que no son judíos. Es decir, aquí está hablando de nosotros. Este niño es la luz para ti y para mí. Nosotros estamos en oscuridad plena sin él. Simeón vio la promesa de salvación cumplida que tanto esperaba al tener a este niño en sus brazos.

Y también este niño es la gloria de Israel. Este niño nació judío para redimir tanto a judíos como a gentiles. Es el Mesías de judíos y gentiles y de ambos pueblos hace uno solo.

Esto implica nuestra esperanza que consuela. La promesa de Salvación ha sido cumplida en la persona y obra de Jesucristo el Mesías. Sólo en Jesucristo está nuestra esperanza segura que trae consuelo al corazón.

Nuestra esperanza implica una promesa cumplida, pero hay una segunda verdad importante. Nuestra esperanza que trae consuelo también implica un Dios que cumple las promesas.

¿Cuándo caes en desesperanza? ¿Cuándo caes en desconsuelo? Cuando sabes que no hay nada ni nadie más allá de la situación que enfrentas que pueda atender tu necesidad, cuando sabes que no hay nada ni nadie que pueda cambiar las cosas. Entonces, sí caes en desesperanza. Sí caes en desconsuelo.

En una ocasión fuimos a visitar a una persona en su casa. Siguiendo la dirección llegamos a su domicilio. Al llegar había luces encendidas y se escuchaba el ruido de la televisión, así que tocamos la puerta y esperamos.

Después de un momento, insistimos en tocar la puerta y nadie salía. Llamamos por el nombre de la persona saludándola y nada. Estuvimos, así como unos 20 minutos y por fin, frustrados, nos retiramos.

A los pocos días al comentar el evento que esta persona me dijo que esa noche no había nadie en casa. Que acostumbraba dejar prendidas las luces y la televisión como medida anti-ladrones.

Si hubiéramos sabido que no había nadie que nos pudiera abrir ¿Qué caso habría tenido insistir en tocar y llamar para que se nos abriera la puerta? No tiene caso tocar la puerta y esperar que te abran en una casa donde no hay nadie que responda.

Así es la vida, si no hay nadie que pueda y quiera cumplir las promesas, ¿Cómo tener esperanza? ¿Cómo poder consolar tu corazón en tal situación?

Pero lo que nos hace tener esperanza es que Sí hay alguien más allá de toda situación o condición que puede y va a cumplir su palabra, su promesa, su compromiso: y ese es Dios.

Simeón dice: Soberano Señor…Mis ojos han visto tu salvación que has preparado a la vista de todos los pueblos.

Para Simeón esto no ocurrió por casualidad o accidente. Sino esto obedece al plan eterno de un Dios que quiere, puede y siempre cumple su palabra empeñada.

A lo largo de la historia bíblica vemos a este Dios cuidando providencialmente cada evento y situación para que llegara el momento justo y exacto para la venida de Su hijo. Cada detalle de la historia bíblica encaja en todo un plan maestro de salvación que sólo puede ser el fruto de la infinita y sabia mente del Creador y Señor del Universo.

En esto radica la esencia de la esperanza bíblica, en que Dios está tan empeñado en cumplir su palabra que puedes contar con ello como un hecho, aun antes de que esto haya ocurrido en la historia.

La esperanza bíblica no es un anhelo o deseo que algo ocurra. No es un “Ojalá” pase esto o aquello, sino la esperanza bíblica está fundamentada en el carácter fiel de Dios, este Dios que siempre cumple su palabra. Así que, si decimos que tenemos esperanza, estamos dando por sentado que esto va a ocurrir en el espacio y en el tiempo porque hay alguien que verdaderamente puede y quiere cumplir su promesa.

El Dios del pacto, cumplió su promesa y la seguirá cumpliendo en Cristo Jesús. No hay duda alguna. Todo lo que Dios ha prometido darnos en Cristo, puedes darlo por sentado. Sólo en Jesucristo está nuestra esperanza segura que trae consuelo al corazón.

Si el ha prometido que tenemos vida eterna en Cristo. Esto es algo seguro.

Si ha prometido que estará con nosotros hasta el fin del mundo, él está ahora mismo en medio de su pueblo.

Si ha prometido que nos reuniremos de nuevo con los que han partido al hogar celestial, con seguridad ocurrirá.

Si ha prometido que le veremos cara a cara viniendo en la nubes como el Rey de Reyes y Señor de Señores, dalo por un hecho que ese día glorioso llegará.

Hay un Dios que cumple su Palabra y lo hizo todo en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

Sólo en Jesucristo está nuestra esperanza segura que trae consuelo al corazón.

Nuestra esperanza implica una promesa cumplida, implica un Dios que cumple su palabra, pero hay una tercera cosa incluida en nuestra esperanza que trae consuelo al corazón. Nuestra esperanza implica esperar.

Y aquí tenemos un problema como generación. Estamos muy acostumbrados a las cosas instantáneas, no nos gusta esperar…comunicación instantánea, comida instantánea, placer instantáneo. Aquellas cosas que duren más de unos cuantos segundos ya comienzan a impacientarnos.

¡Acaso no te impacientas cuando tu computadora tarda unos cuántos segundos más de lo que acostumbra! Dices: ¡Qué lenta está esta máquina! ¿Te acuerdas cuando lo hacías todo a mano?

¿Te acuerdas cuando tomabas tus fotos y las llevabas a revelar y tardaban una semana en entregártelas y luego sólo salían como tres buenas del rollo completo? Hoy día al instante estás viendo cómo saliste y hasta te das el lujo de volverte a tomar la foto hasta tu entera satisfacción.

El problema es que nos acostumbramos a conseguir las cosas rápidamente, pero la Biblia nos enseña que no todo es instantáneo. Hay cosas para las cuales tenemos que tener paciencia, perseverancia, constancia y fortaleza. No todo se consigue oprimiendo un botón.

El plan de Dios para la salvación de la humanidad es un plan milenario y que implica paciencia en la espera del cumplimiento. Podemos dar por sentado su cumplimiento, pero tenemos que esperar.

Simeón esperó toda su vida y tuvo el privilegio maravilloso de poder decir: “ya puedes despedir a tu siervo en paz. Porque han visto mis ojos tu salvación”.

Simeón ese día ya no tuvo que esperar más lo que había esperado toda su vida. Pero muchos murieron sin haber tenido el privilegio de ver cumplida la promesa de Dios, pero esto no los desanimó en la carrera o en su constancia porque sabían en quién habían creído.

También nosotros como creyentes, somos exhortados y animados a mantener la vista puesta en Jesucristo el autor y consumador de la fe. El reino ha sido inaugurado, estamos en la continuación del reino, pero aguardamos la consumación del Reino con la segunda venida del Mesías, del Ungido, del Cristo a la tierra.

El Saber que nuestro maestro regresará para poner fin a los tiempos y establecer de manera plena el reino de Dios en la tierra, debe animarnos, edificarnos, fortalecernos, consolarnos, hacernos estar más atentos, más fervorosos, servir con más ahínco, soportar las tribulaciones, compartir el evangelio con más dedicación, vivir para la gloria de Dios.

Renueva tu visión de la vida. Ya vivimos en los últimos tiempos desde la primera venida de Cristo. Ya el siglo venidero y sus realidades están presentes por la obra de Jesucristo.

Vive de acuerdo con los valores del siglo venidero al que perteneces y en el que vivirás para siempre. Ya no vivamos más en la oscuridad, sino en la luz de Cristo. Recuerda que los sufrimientos actuales en nada se comparan con la gloria venidera. Vivamos anhelantes de verle cara a cara en los cielos nuevos y la tierra nueva.

Pero mientras tanto, nuestra esperanza nos lleva a esperar. Y esa espera paciente, no es pasiva. Es una espera con los ojos en el cielo, pero con los pies sobre el suelo.

Todavía tenemos mucho qué hacer como iglesia. Todavía tenemos muchos lugares a donde llegar con el evangelio de Jesucristo. Todavía tenemos que seguir llevando la esperanza de Jesucristo que consuela los corazones hasta los confines de la tierra. Que este sea nuestro ruego y acción constante, que nuestras vidas cuenten para el avance del Reino de Dios en la tierra, en tanto esperamos el cumplimiento final de la promesa del Señor.

La esperanza segura que consuela el corazón implica una promesa, un Dios que cumple y una espera activa. Y todo esto lo tenemos en Jesucristo que es nuestra esperanza verdadera y segura.

Por eso, salgamos de este lugar con el consuelo que viene de nuestra esperanza en Jesucristo. Sigamos caminando de la mano de aquel que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Sigamos constantes en la paz, el gozo, el amor y el consuelo que sólo encontramos en nuestro Mesías, en nuestro Rey, Jesucristo para la gloria de Dios.