Con consternación leí esta semana esta noticia en medios digitales: “Se llamaba Yuritzia y, junto a su familia, habían escapado de la violencia en Frontera Comalapa.
Yuritzia, una joven de 16 años, originaria de Frontera Comalapa, perdió la vida el día de ayer en un tiroteo ocurrido sobre el Boulevard Belisario Domínguez, en Tuxtla Gutiérrez.
Junto con su familia, había huido de la violencia que azota su municipio natal, buscando refugio en la capital chiapaneca.
Yuritzia formaba parte del coro de alabanza de la iglesia Presbiteriana Getsemaní en Tuxtla Gutiérrez, donde era conocida por su dedicación y amor por la música para Dios.
Hoy, familiares y amigos de la congregación despiden con profundo dolor a Yuritzia, quien será trasladada a su municipio de origen, Frontera Comalapa, para recibir cristiana sepultura. En medio de este trágico suceso, la comunidad lamenta la pérdida de una joven cuya vida se vio truncada por la violencia que persiste en la entidad”.
Conozco esa iglesia Presbiteriana en Tuxtla, conozco varios creyentes en Cristo en Frontera Comalapa. Son personas cristianas y presbiterianas como tú y como yo. Y aun así, Yuritzia sin tener nada que ver, tuvo una muerte trágica, un fuego cruzado de personas malas viviendo de acuerdo con sus deseos malvados.
Hermanos, entre la primera y segunda venida de Cristo, esto puede pasarnos también a nosotros. Ser creyentes en Cristo no nos cubre de un manto de invulnerabilidad a los sufrimientos de este mundo. No nos exime de la posibilidad de encontrar enfermedad y dolor físico inimaginables. No nos libera de embates y ataques de personas malvadas que pueden lastimarnos e incluso matarnos. Ser cristiano no es un seguro que garantice una vida en esta tierra libre de sufrimiento, de sinsabores, de frustraciones, de vulnerabilidades, de debilidades, de fracasos.
Ciertamente, los creyentes en Cristo al igual que todas las personas que no lo son, tenemos todo esto en común. ¿Cuál es la diferencia entonces? ¿Cuál es la diferencia entre la vida y muerte de nuestra hermana Yaritzia y la de cualquier otra persona que no cree en Jesucristo?
La gran diferencia es la certeza y la seguridad que un creyente en Jesucristo puede tener de esta salvación tan grande que rebasa los límites de lo temporal. Los últimos dos meses hemos estado hablando de las grandes enseñanzas bíblicas implicadas en la aplicación de la salvación lograda por Jesucristo a favor de los creyentes verdaderos.
Hemos hablado de las doctrinas de la predestinación, regeneración, conversión, justificación, adopción, santificación, perseverancia, todo lo logrado por Jesucristo en nuestra salvación tan grande, pero resta en nuestra serie hablar el día de hoy de una enseñanza bíblica que nos hace vivir y proseguir con esta esperanza certera de que todo tiene sentido en Cristo Jesús.
La enseñanza bíblica de este día trae consuelo a nuestros corazones cuando enfrentamos realidades crudas como el deceso de nuestra hermana Yaritzia. La enseñanza de hoy nos incentiva a seguir viviendo por y para la gloria del reino de Cristo hasta el último momento de nuestro tiempo en este siglo, aunque sea difícil y enfrentemos oposición.
La enseñanza de hoy hace que veamos las cosas temporales de esta vida en su justa medida y no sobrevalorando aquello que los ladrones pueden robar y la polilla, destruir. La enseñanza de hoy nos ayuda a ubicar nuestros corazones en donde deben estar en tanto aguardamos la realidad total de nuestra gran salvación en Cristo.
Hoy estaremos abordando la enseñanza bíblica de la glorificación. La idea básica es que el creyente en Cristo experimentará la realidad total de su salvación en Cristo, de manera plena y para siempre.
Es decir, que en cuerpo y alma el creyente llega a ser todo aquello para lo cual el Señor lo predestinó y lo amó antes de la fundación del mundo.
El creyente ya no sólo habrá recibido la declaración de ser justo, sino será justo a semejanza de Jesucristo.
La glorificación es la terminación de la obra de redención en el creyente, realizada por aquel que la comenzó y que no la dejó a medias, sino que la concluirá en el día de Jesucristo.
La glorificación es la finalización histórica de la obra de redención lograda por Jesucristo aplicada en el creyente verdadero.
Como lo dice Romanos 8:30: A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. Como hemos visto en semanas anteriores, aquí hay una cadena ininterrumpida en la que aquellos que fueron predestinados continúan todo el camino hasta acabar en la glorificación. Los predestinados acaban glorificados. Ninguno se queda en el camino, sino todos los que comenzaron en este plan inalterable de Dios acaban siendo trofeos de la gloria de la salvación en Cristo Jesús.
También el apóstol Juan habla de la glorificación con estas palabras alentadoras en 1 Juan 3:2, Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es.
La realidad de ser hijo de Dios por la justificación y adopción en Cristo es algo presente. Ya somos hijos de Dios, pero Juan agrega que hay todavía una realidad como hijos que no hemos experimentado en su manera plena. Esto es algo que será una realidad cuando el Señor regrese y básicamente será que ya seremos semejantes a Jesús porque le veremos tal y como es.
La glorificación es entonces esa realidad histórica y objetiva de ya ser de manera plena semejantes a Jesús. Es decir, todo lo que estábamos buscando en nuestro proceso de santificación, será ya por fin una realidad objetiva y eterna.
En la glorificación ya no tendremos más nada que ver con el pecado, sino sólo con nuestra nueva identidad y la nueva creación en Cristo Jesús. Esto es algo que todavía no conocemos ni hemos experimentado. Hasta hoy de alguna manera todavía vemos la vida y la realidad con este filtro del pecado, pero ¿cómo será esa vida donde el pecado ya no tenga absolutamente nada que ver con nosotros?
Si hoy como hijos de Dios experimentamos tanta bendición, imagina lo que espera y aguarda en Cristo para cuando todo haya sido cumplido y hayamos sido glorificados, experimentando la plenitud de Cristo sin restricciones.
El anhelo por ese día debe conducir nuestras vidas hoy. Por eso estaremos reflexionando acerca de la glorificación tomando un capítulo en la primera epístola a los corintios y es el capítulo famoso que nos habla de la resurrección: 1 Corintios 15.
La Iglesia de Corinto fue fundada por el Apóstol Pablo. Según nos relata Hechos 18, el apóstol pasó de Macedonia a Grecia, y fue de Atenas a Corinto. Habiendo dejado a Silas y a Timoteo en Macedonia, Pablo estaba solo. Estaba llegando de Atenas donde su proclamación había hallado poca acogida, pero el Señor le animó diciéndole que allí, en Corinto, tenía un pueblo numeroso; y en efecto, el Apóstol se quedó allí por un espacio aproximado de 18 meses.
Pablo vio levantarse a su alrededor una iglesia numerosa, compuesta en gran parte de gentiles, pero que contenía también judíos; Pero el apóstol se ausentó y se estableció en Éfeso, donde residió por tres años y durante los cuales escribió la epístola a los Corintios.
¿Qué sucedió durante su ausencia? La Epístola nos describe los tipos de problemas que se habían desarrollado en la Iglesia de Corinto. Entre otras cosas, había división, desorden moral, confusión en cuanto al matrimonio, a lo ofrecido a los ídolos, a los dones espirituales, a la cena del Señor y a la resurrección.
Y así es que dedica todo el capítulo 15 de su epístola para aclarar y enseñar la sana doctrina acerca de la realidad y esperanza de la resurrección.
Al hablar de la resurrección nos está hablando, al mismo tiempo, de la realidad histórica de la glorificación del creyente, porque cuando el Señor Jesús regrese traerá consigo la consumación de todas las cosas y una de las gloriosas realidades que sucederán será la plena, total y absoluta aplicación de la salvación tan grande en la glorificación del creyente en cuerpo y alma para siempre.
La glorificación es un requisito para vivir plenamente la eternidad. Como dice el apóstol en 1 Corintios 15:50: Pero una cosa les digo, hermanos: ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios, y tampoco la corrupción puede heredar la incorrupción.
Este cuerpo ligado todavía a la humanidad caída, no está preparado para la eternidad, por eso el cuerpo de la resurrección que vendrá con la glorificación del creyente tendrá todos los atributos necesarios para vivir para siempre en la gloriosa presencia de Dios.
Así que al escuchar de la resurrección en esta epístola estamos escuchando hablar de nuestra glorificación, cuando ya los creyentes estemos listos, preparados y plenos para vivir la eternidad con Dios de manea integral y corporal, sin ningún remanente ni conexión con el pecado y sus efectos.
Por eso, en este capítulo 15 de primera a los corintios encontraremos, por lo menos, cuatro verdades acerca de la glorificación.
Primero, La glorificación es futura.
Dice 1 Corintios 15:20-26: 20 pero el hecho es que Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que murieron; 21 porque así como la muerte vino por medio de un solo hombre, también por medio de un solo hombre vino la resurrección de los muertos. 22 Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno en su debido orden: en primer lugar, Cristo; y después, cuando Cristo venga, los que son de él. 24 Entonces vendrá el fin, cuando él entregue el reino al Dios y Padre, y haya puesto fin a todo dominio, autoridad y poder. 25 Porque es necesario que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies, 26 y el último enemigo que será destruido es la muerte.
Tal parecía que en Corinto había ciertas personas en la iglesia que no creían en la resurrección y Pablo en este capítulo 15 presenta argumentos bíblicos, lógicos y testimoniales de lo fundamental que es la resurrección para la fe cristiana, comenzando por supuesto, con la seguridad de la resurrección de Cristo mismo.
Y en ese contexto en estos versículos plantea la enseñanza directa de la realidad de la resurrección de Cristo y su relación con la de los creyentes.
Hay una conexión entre la humanidad y adán como representante. En Adán todos murieron con su caída, Pero en el segunda Adán, o sea, Cristo, todos los que están en él serán vivificados. De adán heredamos la muerte, pero de Cristo tenemos la vida eterna.
En ese sentido, la resurrección de Jesucristo fue la primicia de una gran cosecha de resurrección. Él resucitó y su resurrección es una garantía, prenda o anticipo de que viene con él toda una cosecha de personas que también serán resucitadas de entre los muertos. Esa es la promesa de la glorificación final.
Pero se establece un orden, la resurrección de Cristo fue primero, y la de sus representados o los suyos será ¿Cuándo? El texto, dice que será cuando él regrese. Es decir, esto de la glorificación es un aspecto de nuestra salvación que está todavía en nuestro futuro. En la santificación tenemos atisbos presentes, pero nada en realidad como será en la glorificación.
La glorificación es algo futuro. ¿Por qué es importante resaltar este hecho de que aún no se ha realizado sino está conectada con la segunda venida de Cristo? Porque aun día hoy hay enseñanzas por ahí que nos quieren confundir con la idea de que es algo ya presente, como si ya reináramos plenamente con Cristo y como que todo en nuestras vidas, si somos cristianos, nos va ir de prosperidad en prosperidad.
En tal enseñanza los cristianos verdaderos no sufren, no son pobres, no se enferman, no fracasan, no son abatidos, sino viven en prosperidad, salud, riqueza, sin sufrimientos en esta tierra.
Muchos son atraídos con estas ideas y sus expectativas de sus vidas entre la primera y la segunda venida son muy distintas a las bíblicas. Luego se decepcionan cuando ven la realidad de que los cristianos no necesariamente viven en prosperidad y riqueza económica, que muchas veces se enferman y mueren incluso trágicamente, que experimentan la fragilidad y debilidad humanas comunes.
Hermanos, esto es una realidad porque todavía no hemos sido glorificados. Llegará un día en el futuro en el que la muerte ya no será relevante ni tema de conversación. Cuando el poder del Espíritu Santo se experimentará en cada pensamiento, palabra y acción. Cuando ya no habrá medicamentos, medicinas, hospitales ni unidades de terapia intensiva.
La glorificación es una esperanza futura y esperamos con paciencia pues, como dice el texto, es necesario que él reine hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies y el último enemigo que será vencido es la muerte.
Quizá todos los que estamos aquí experimentaremos la muerte, pero con ella no terminará nuestra esperanza futura de un día vivir en cuerpo y alma glorificados por la obra completa y plena del Señor Jesucristo a nuestro favor. Pero por lo pronto, recuerda esto está aún en nuestro futuro.
Pero hay una segunda verdad acerca de la glorificación y esta es que La glorificación es transformación total.
Dice 1 Corintios 15:51-53:51 Presten atención, que les voy a contar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados 52 en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final. Pues la trompeta sonará, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 53 Porque es necesario que lo corruptible se vista de incorrupción, y lo mortal se vista de inmortalidad.
Había un misterio que no había sido revelado a la iglesia sino hasta este momento en que el apóstol lo da a conocer. ¿Cuál es este misterio? Entre la primera y la segunda venida de Cristo muchos cristianos van a experimentar la muerte. No parece nada nuevo, porque estamos muy acostumbrados a la idea de que si nuestra vida sigue su curso normal un día, todos los que estamos aquí vamos a morir. Algunos más pronto que otros, pero al final de cuentas, todos vamos a morir.
Pero aquí Pablo está matizando el asunto al decirnos que habrá una generación de personas que no experimentaran la muerte. Esa generación es la que esté aun en este siglo cuando el Señor venga por segunda vez. ¿Será nuestra generación? No lo sabemos, pero será un privilegio muy especial.
No obstante, todos los creyentes en Cristo, seamos de las generaciones que sí experimentarán la muerte o seamos de la última generación previa a la segunda venida, todos por igual, será necesario que seamos transformados.
A la segunda venida de Cristo, en medio de sonido de trompetas celestiales, los muertos en Cristo resucitarán, pero ya incorruptibles y listos para la eternidad y los de esa última generación privilegiada que no habría muerto aún, será también transformada revestida de incorruptibilidad e inmortalidad. Esta es la transformación necesaria que ocurrirá en la glorificación.
No importa si estabas muerto o estabas vivo, igual serás glorificado sin duda alguna por la obra del Señor Jesucristo. Esto es necesario, como dice el texto, pues nada corruptible o mortal puede heredar el reino eterno de Dios. Y gracias sean a nuestro Señor que este será el caso en nuestra glorificación.
¡Qué maravilloso estado de glorificación! Aterrizar finalmente a ese estado al cual fuimos predestinados antes de la fundación del mundo. Los creyentes seremos totalmente transformados y esa será una bendición inimaginable. La glorificación es transformación total.
Pero la glorificación no sólo es futura y transformación total, sino, en tercer lugar, La glorificación es Final.
Dice 1 Corintios 15:54-57: 54 Y cuando esto, que es corruptible, se haya vestido de incorrupción, y esto, que es mortal, se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «Devorada será la muerte por la victoria». 55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56 Porque el pecado es el aguijón de la muerte, y la ley es la que da poder al pecado. 57 ¡Pero gracias sean dadas a Dios, de que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!
La glorificación es el estado final del creyente en el que ya no hay más corrupción y muerte. Es el fin del pecado y de la muerte. La Biblia dice la paga del pecado es la muerte. El pecado y la muerte han estado presentes desde la caída en la vida del ser humano.
Pero ahora en Cristo, en la glorificación podremos celebrar la victoria que es nuestra en Cristo y podremos burlarnos de la muerte al verla destruida para siempre. Podremos celebrar la victoria de Cristo sobre el pecado porque ya no tendremos nada más que ver con él. En Cristo somos más que vencedores para siempre.
Imagínate esa vida cuando ya no habrá pecado alguno que sea separación u obstáculo para estar en la presencia bendita del Señor por siempre.
Esa experiencia de sentir algún vacío, carencia, soledad, separación o alienación, dejará de ser parte de nuestra experiencia humana, porque Dios hará su morada entre los hombres y eso es precisamente el cielo: vivir en comunión perfecta con el Señor para siempre, y gracias a la obra de redención completada por el Señor Jesucristo.
Un día ya no tendremos que estar cerrando con candados nuestras casas y puertas, ni estarnos cuidando de malvadas personas, ni de abusos ni de fraudes. No habrá fuegos cruzados que acaben con la vida de jóvenes de 16 años y traigan sufrimiento a familias enteras.
Un día ya no habrá más policías ni jueces. Un día las naciones caminarán en la luz de Dios en aquella ciudad cuyas puertas nunca más se cerrarán por protección o defensa de alguna amenaza.
Hermanos, las palabras humanas no alcanzan a describir ese estado final de la glorificación; lo que queda claro es que no hemos conocido nada igual, que nunca hemos experimentado algo así. Que es algo maravilloso y nunca antes visto.
Nuestra esperanza no es sólo la bendición de morir y estar inmediatamente en la presencia de Dios hasta la venida de Cristo. Sino nuestra esperanza es sobre todo vivir, caminar, jugar, trabajar, disfrutar en el cielo nuevo y la tierra nueva, que será esa unión final y eterna del trono celestial y la tierra, y del pueblo de Dios totalmente glorificado con su Señor. Donde el mal, tanto moral como situacional, será expatriado para siempre y viviremos en la bondad eterna de Dios.
La glorificación es futura, transformación total y final, pero tenemos una cuarta y última verdad y esta es La glorificación es ánimo presente.
Dice 1 Corintios 15:58: Así que, amados hermanos míos, manténganse firmes y constantes, y siempre creciendo en la obra del Señor, seguros de que el trabajo de ustedes en el Señor no carece de sentido.
¿Cuál es el efecto que debe tener en nosotros en conocer más acerca de nuestra glorificación futura, total y final del creyente que ha sido predestinado, regenerado, convertido, justificado, adoptado, santificado y preservado?
El pasaje nos insta a responder ante estas verdades manteniéndonos firmes y constantes, ocupados en crecer la obra del Señor, sabiendo que nada en el reino del Señor es en vano.
A veces las circunstancias presentes pueden ser tales que causen en nosotros desánimo. Y te preguntas: ¿Vale la pena algo? ¿Vale la pena hacerle caso a Dios? ¿Vale la pena mantenerme obediente a su palabra? ¿Vale la pena seguir su camino?
La enseñanza de la glorificación nos está diciendo que al final, todo tiene sentido, que al final todo vale la pena, que al final, lo que te desanima en este momento es parte de un rompecabezas que un Dios soberano está usando para llevarte hacia tu destino, que al final, toda lágrima derramada y toda situación frustrante serán nada, comparadas con el tremendo peso de gloria de la vida que tendremos en Cristo para siempre.
Cuando te sientas desanimado, piensa en el día de la glorificación. Cuando pierdas algo temporal en esta vida que cause sufrimiento, piensa en lo eterno de la gloria que habrá con Cristo.
La glorificación es colocada ahí para animarnos unos a otros ahora mismo a seguir firmes y constantes, sabiendo que nada en el reino de Dios es en vano. Sigue adelante, sabiendo que la glorificación está segura en Cristo.
Hermanos, tenemos una salvación tan grande en Cristo. Una salvación que nada ni nadie nos puede quitar. Una salvación que un fuego cruzado no puede frustrar. Una salvación en la que a los que predestinó, también los llamó, a los que llamó también justificó y a los que justificó también los glorificó.
¡Bendito sea nuestro gran Salvador Jesucristo por quien vivimos de gloria en gloria!