Summary: La regeneración precede y te prepara para la conversión.

Una mujer casada que en su infancia y juventud había crecido con la influencia del evangelio, pero que había estado lejos de la iglesia de Cristo por un tiempo largo, un día tuvo la inquietud de acercarse a la iglesia de nuevo y pensó acudir a donde asistía uno de sus parientes. Evitó decirle a su esposo a donde iría ese domingo en la mañana, pues, en el pasado, él se había mostrado muy reacio a que ella acudiera a una iglesia como esa.

A partir de ese día, ella comenzó a asistir regularmente y a retomar su relación con Dios. Con el tiempo, le comunicó a su esposo lo que estaba haciendo y el esposo, un día se animó a asistir con ella. Quizá nada más para evaluar a donde iba su esposa cada domingo.

Aunque comenzó a acompañar a su esposa con una actitud de sospecha al principio, poco a poco, empezó a escuchar y ver todo lo que pasaba con una atención creciente. De hecho, comenzó a participar cantando e incluso, tomaba notas en el sermón.

Permaneció constante en asistir con su esposa y su vida empezó a dar cambios cada vez más notorios en todos los aspectos. Incluso a travesó una crisis laboral muy fuerte y pidió consejo y dirección de Dios para afrontarla.

Hace un tiempo platicando con él, me dijo: “¡Estoy muy agradecido con Dios! Cada vez que asisto a la iglesia y escucho su Palabra, salgo animado y con muchos desafíos para aplicarlos a mi vida. Mi vida ha dado un cambio muy grande desde que tengo esta relación con Cristo”.

He escuchado muchísimas historias como esta a lo largo de todos estos años de pastorado, y una de las cosas que más disfruto del ministerio es estar en primera fila para escuchar las historias de la gracia de Dios en la vida de las personas.

¿Cómo es posible que una persona reacia u opuesta al evangelio pueda dar ese cambio tan radical llegando a tener un corazón de fe y gratitud en Cristo? ¿Cómo es posible que alguien opuesto a la fe en Cristo se vuelva un creyente en él?

Quizá nosotros podríamos pensar que es porque las personas deciden acercarse al Señor al considerar profundamente sus opciones y alternativas, y deciden venir a Cristo.

Por supuesto, todo el que se acerca a Cristo genuinamente, no lo hace a la fuerza o yendo en contra de su voluntad, pero nosotros como iglesia reformada, vemos en la Escritura, que para que esa respuesta de conversión pueda ocurrir, se requiere que preceda una acción divina y que es procedente enteramente de Dios. Es decir, que el ser humano no tiene ninguna participación activa en ella. Y esta acción divina y soberana en el ser humano se conoce como la regeneración.

En este mes, en nuestra serie: Una salvación tan grande, estamos considerando varios aspectos bíblicos de lo que incluye y abarca la doctrina de la salvación en Cristo. Y en este punto que estamos tratando hoy estamos considerando qué se requiere para que una persona pueda responder con arrepentimiento y fe al evangelio.

Como iglesia Presbiteriana y reformada, encontramos que la Biblia enseña que la regeneración o el nuevo nacimiento precede a la conversión, es decir, que la regeneración precede al hecho de que la persona pueda arrepentirse y creer en Jesucristo para salvación.

Esto quizá lo oyes raro, porque estamos muy acostumbrados a poner primero la conversión (arrepentimiento y fe), para luego, como resultado de esa conversión, experimentar el nuevo nacimiento, o tener vida nueva en Cristo.

Es decir, estamos acostumbrados a escuchar que la conversión a Cristo produce en ti la regeneración. Pero la fe reformada, explorando las Escrituras, nos enseña que esto es al revés. Para que haya conversión genuina al Señor, tiene que haber ocurrido en la persona, la regeneración. La regeneración precede a la conversión y te prepara para la conversión.

No es posible convertirte genuinamente sin haber sido regenerado por el Espíritu Santo primero. Y si te has convertido genuinamente es porque el Espíritu Santo te dio nueva vida previamente para que pudieras responder libre y voluntariamente al Evangelio de Cristo.

Entonces, ¿qué es la regeneración o nuevo nacimiento que nos prepara para la conversión y para nuestra nueva vida en unión a Cristo?

Podríamos decir que “la Regeneración es un cambio radical de estar muertos a tener nueva vida en Cristo, que es producido unilateralmente en nosotros por el Espíritu Santo. Este cambio implica la renovación de nuestra naturaleza, es fruto de la gracia soberana y ocurre en nuestra unión con Cristo”.

En pocas palabras, la regeneración es una acción de la gracia soberana de Dios por la que nos da nueva vida a los que sin Cristo estamos muertos y con ello habilita y dispone nuestros corazones para arrepentirnos y creer en el evangelio para salvación.

Sin la regeneración precedente, no pudiéramos arrepentirnos y creer, pues somos incapaces de ver, creer y recibir las maravillas del evangelio que anuncian a Jesucristo como el Salvador. Es necesario nacer de nuevo para poder creer en el evangelio. Es necesario ser regenerados por el Espíritu Santo, para poder ver por primera vez cuán precioso es Jesucristo.

Para profundizar un poco más sobre esta doctrina, consideraremos un pasaje en la Epístola a los Efesios en su capítulo 2, versículos 1 al 10. En este pasaje subrayaremos tres verdades acerca de la regeneración que hacen posible que hoy creamos y vivamos en Cristo Jesús.

La primera verdad es que La regeneración transforma nuestra condición caída

Dice Efesios 2:1-3, En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, 2 en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna los aires, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. 3 En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza merecedores de la ira de Dios.

Este pasaje nos da una radiografía de cómo es la persona sin la gracia de Dios en su vida. El pasaje aclara que esto no es cosa de algunos, sino que todos los seres humanos están en esta condición. Lo único que ha marcado la diferencia en algunos es la gracia de Dios. Todos los seres humanos venimos así, como decimos: “Por default” o “de fábrica”.

Consideremos estas descripciones contundentes. Primero, nos dice que la persona está muerta en sus transgresiones y pecados. ¿Qué tan muerto está un muerto? Bien Muerto. La muerte no se puede considerar en grados, no está casi muerto, o medio muerto, o tres cuartos de muerto. Un muerto está bien muerto. Es una condición absoluta.

Las personas en una funeraria no pueden ir junto al féretro y hacer una pregunta a la persona que yace ahí, esperando que le conteste. Un muerto no te responde. Un muerto no tiene posibilidad de acción. Esa es la descripción de la persona sin Cristo.

Entonces, si la persona está muerta en sus pecados y transgresiones, ¿Qué posibilidad hay de que responda al evangelio? ¿Qué posibilidad hay de que anhele buscar a Dios por sí mismo? ¿Qué posibilidad tiene de voluntariamente acercarse y responder a Cristo? Ninguna. Está muerto. Así está la persona sin Cristo y esto hace necesario que se le de vida primero, para luego poder responder al evangelio.

Por si esto no fuera poco, el pasaje sigue describiendo la patética condición de las personas sin Cristo. Se nos dice en el versículo 2 que dichas personas actúan bajo el poder y gobierno del príncipe de la potestad del aire y que hacen lo que hacen bajo el poder de este ser de las tinieblas. En pocas palabras, aunque no parezca están esclavizados bajo la voluntad de Satanás. ¿Cuán libre entonces puede ser un muerto y además esclavo del diablo para poder arrepentirse y creer por la fe en Jesucristo? Para nada es libre y es totalmente incapaz.

Y como dijera aquel presentador… “aún hay más”. El versículo 3 nos sigue diciendo que además de muertos y esclavos, las personas sin cristo son rebeldes, pues viven movidos por sus deseos pecaminosos, siguiendo sus deseos rebeldes y contrarios a Dios, buscando no la voluntad de Dios, sino su propia voluntad.

¿Qué posibilidad tienen estos muertos, esclavos, rebeldes de cambiarse por sí mismos en personas vivas, libres y obedientes al y en el evangelio? Ninguna. Tiene que pasar algo extraordinario y divinamente orquestado para que ese cambio pueda ser una realidad.

El mismo versículo 3, agrega un ingrediente más a esta deplorable condición del ser humano sin Cristo. Dice que tales personas son merecedoras de la ira justa de Dios o son hijos de ira, personas destinadas a recibir la justa ira de Dios por su pecado. ¿Qué posibilidad tiene un condenado a la ira de Dios a salir librado de ella? Ninguna.

Como vemos la condición del ser humano sin Cristo es tal que lo inhabilita para responder al evangelio por sí mismo. Por más anuncios que se la hagan no oye, no ve, no responde porque está muerto, es esclavo del diablo, es rebelde siguiendo sus propios deseos y está destinado a recibir merecidamente la ira de Dios.

Pero notemos que en el pasaje el apóstol Pablo es cuidadoso en remarcar que esta era la condición pasada de su audiencia original. “Esto eran ustedes” les dice. Esto eran ustedes, lo mismo que los demás. Ocurrió algo que cambió la condición de estos cristianos de estar muertos, esclavos, rebeldes y condenados a estar en una condición muy distinta a la de aquellos que aún no están en Cristo.

La gran diferencia la marcó la acción soberana de Dios de darles vida (regenerarlos, hacerlos nacer de nuevo) como explicará un poco más adelante, cuando aun estaban esta condición. Esta acción, como veremos, no fue una obra de las personas, sino sólo de Dios.

El nos dio vida aun cuando estábamos muertos, esclavos, rebeldes y condenados. Esa nueva vida fue necesaria para todo lo demás. Esa regeneración es lo que nos ha pasado de muerte a vida, solo por la obra y gracia del Señor.

Cuando piensas en tu vida como cristiano, puedes reconocer cómo el Señor hizo su obra en el momento y tiempo que él soberanamente había previsto.

En mi caso, yo crecí en la iglesia desde la niñez y en una familia cristiana muy comprometida. Pero aunque viví rodeado de la enseñanza bíblica, no todo tenía sentido para mí, sino fue entre los trece o catorce años que, hubo una especie de despertar en mí. Las cosas comenzaron a tener sentido: leer mi Biblia, asistir a las reuniones, compartir mi fe, vivir para agradar a Dios, etc.

Todo lo que antes me parecía tedioso, aburrido e incluso algo de lo cual avergonzarse ante mis amigos no cristianos, comenzó a tener un sentido renovado y creciente, hasta el punto de que llegué a confesar a Jesucristo como mi Señor y Salvador, no sólo porque era lo que mis padres me habían enseñado, sino porque era una convicción muy personal, como hasta la fecha.

Así es la regeneración, en el momento que Dios decide, en las circunstancias que Dios elije, fuera del control humano, el Espíritu Santo hace su obra de regeneración en la persona, y entonces, todo comienza a cobrar sentido para la persona y lo prepara para poder responder con arrepentimiento y fe al evangelio.

Por eso dice la Escritura que los que son nacidos de Dios no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino son engendrados por voluntad de Dios (Juan 1:13).

Mis hermanos, la regeneración es una obra soberana de Dios que el Espíritu Santo realiza cuando él ha dispuesto en los escogidos y experimentar ese cambio de condición, al tener nueva vida, la persona responde voluntaria y libremente al evangelio porque Cristo es por primera vez visto tal y como es, majestuoso, precioso e irresistible.

Pero hay una segunda verdad en este pasaje que queremos subrayar acerca de la regeneración y esta es La regeneración confirma que la salvación es por gracia

Dice efesios 2:4-9: 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, 5 nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! 6 Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, 7 para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús. 8 Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe. Esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios y 9 no por obras, para que nadie se jacte.

El apóstol Pablo en el libro de Efesios explica de manera más clara la enseñanza bíblica de que la salvación es por gracia (Solo por gracia).

Dice la Biblia en el versículo 5 de efesios 2, “Por gracia ustedes han sido salvados”. ¿Cómo se muestra esa gracia? ¿Cómo se muestra esa bendición o favor inmerecido que Dios nos ha concedido?

En el pasaje se nos indica que estábamos muertos en nuestros pecados y delitos. Así estábamos sin Cristo. Separados de Dios, siguiendo la corriente de este mundo, siendo esclavos de nuestras pasiones y deseos.

Entonces, aun estando en esta condición, siendo despreciables, nada atractivos, nada especiales, entra en escena un elemento fabuloso. Dice el versículo 5, “Pero Dios que es rico en misericordia…”

Entra en escena este Dios de misericordia que se apiada de estos muertos, de estos huesos secos y decide, por pura gracia, darles vida y resucitarlos juntamente con Cristo y sentarlos en los lugares celestiales como parte de la familia de Dios.

Ese versículo 5 recalca que la misericordia de Dios se mostró en que aun cuando nuestra condición era esa de estar muerto, aun estando muertos, nos dio vida. ¿Te das cuenta?

No es que mostraste un poco de vida por ti mismo y entonces, Dios te echó la mano para que alcances algo. Nada de eso. Aun estando muertos, aun siendo incapaces, aun estando ciegos y sordos al evangelio, Dios mostró su gracia en que nos dio vida en esa condición. Y este hecho, de darnos vida que desemboca en una relación salvífica con Dios, confirma que todo, de principio a fin, es por gracia.

Por eso el versículo 5 termina recalcando ese hecho: “Ustedes han sido salvados por gracia”. La regeneración, el hecho de habernos dado vida el Señor cuando estábamos muertos, confirma y muestra que todo ha sido por gracia. No hubo ni hay mérito alguno en nosotros en la salvación, pues todo ha sido obra de Dios.

¿En dónde está el mérito nuestro si esto es lo que Dios hizo para salvarnos? ¿Cómo es que podríamos ganarnos la salvación por esfuerzo personal? Por eso el apóstol dice, dada nuestra condición extrema de pecado y el extraordinario gran amor demostrado por Dios en Cristo que nos dio vida aun cuando estábamos muertos, no podemos más que concluir que hemos sido salvados por gracia.

Como podemos ver, categóricamente se enseña aquí en la Escritura que la única manera en la que hemos de ser salvos es sólo por gracia. Cristo murió por el pecado en nuestro lugar y los que por medio de la fe se acogen al sacrificio de Cristo, son salvados por gracia. Son salvados sin merecerlo. Son salvados como un regalo que procede de Dios.

Es contundente…no es por obras. Nadie será salvo por sus obras personales. Nadie le dará una “ayudadita” a Dios para entrar a la eternidad con Cristo. Nadie podrá decir, yo estoy en esta relación con Dios porque soy bueno, lo merezco o lo gané. Antes bien, como dice el pasaje, nadie podrá gloriarse, jactarse, presumir de su salvación.

Al final de cuentas, de lo único de lo que eres responsable en tu salvación, es por los pecados cometidos que nos procuraron un salvador tan grande. Así es de radical la gracia. Si tienes una pizquita de mérito en tu salvación, inmediatamente deja de ser gracia.

Y la Biblia es tajante sobre este punto: “Ustedes han sido salvados por gracia”. Y la regeneración soberana y que precede a la conversión es una confirmación de esa gracia de Dios en nuestras vidas.

Pero hay una tercera y última verdad en este pasaje y esta es La regeneración nos encauza a una vida para Dios.

Efesios 2:10 dice: 10 Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.

Así concluye el pasaje de Efesios que estamos considerando. Y aquí nos aclara que esa regeneración, ese haber sido hechos en Dios y haber sido creados en una nueva vida en Cristo pone nuestras vidas en un nuevo cauce. Antes estábamos muertos, éramos esclavos de satanás y de nuestras pasiones y estábamos destinados a la ira, pero ahora, por haber sido creados o regenerados en Cristo Jesús hemos sido puestos en el cauce de las obras que se hacen para la gloria de Dios.

Ser salvos por gracia y no por obras, no quiere decir que las buenas obras no importan o no tienen un lugar notorio. La salvación sólo por gracia, no anula o cancela la importancia de las buenas obras. Lo que sí hace es ubicar a las buenas obras en el lugar que les corresponde. No como la causa de la salvación, sino como el efecto o consecuencia de la salvación. Una persona salva por gracia, vivirá para hacer buenas obras para la gloria de Dios.

La regeneración nos encauza en un tipo de vida que es para y por Dios. Los que han sido salvados por gracia son hechura de Dios creados PARA buenas obras. No las obras causaron su salvación, pero su salvación desemboca en buenas obras. Y esto es muy especial porque esas buenas obras producto de la salvación han sido dispuestas de antemano por Dios para que los salvos las pongamos en práctica.

Una vida estéril de buenas obras, es una vida que está mostrando que muy probablemente no haya conocido la salvación sólo por gracia.

No nos engañemos. Si yo digo que soy salvo, pero vivo como me da la gana. El Señor en verdad no es el punto central en mi vida, decisiones y relaciones. No me interesa en realidad glorificar a Dios con mi vida. En realidad, no tengo razón evidente para pensar que en verdad he sido regenerado y soy salvo. Ciertamente, las obras no me salvan, pero si son evidencia de mi salvación.

La Biblia, entonces, es contundente en enseñar que nadie será salvo por sus propias buenas obras sino sólo por la fe en la obra y persona de Jesucristo. No obstante, es importante entender que al decir que la salvación no es por las obras de la persona no se está implicando que las buenas obras sean sin importancia. Aunque no son la razón por la que somos salvos, las buenas obras son la evidencia y fruto de que hemos sido creados en Cristo Jesús y hemos sido salvados por gracia. La regeneración desemboca en el cauce de las buenas obras que vienen por la salvación por gracia.

Como vemos hermanos, la doctrina bíblica de la regeneración precedente a la conversión recalca por un lado la deplorable condición en la que está el ser humano sin Cristo y al mismo tiempo resalta la maravillosa gracia de Dios hacia aquellos que amó antes de la fundación del mundo.

La regeneración nos confirma que si estamos aquí en Cristo no es porque nosotros seamos muy inteligentes, sabios, buenos chicos, sino porque Dios tuvo misericordia de nosotros y llegado su momento nos dio nueva vida y al fin pudimos ver por primera vez cuán precioso es Cristo. No hay nada de qué jactarnos por nuestra fe en Cristo, sino sólo tener profunda humildad y gratitud al Dios que nos amó primero.

La regeneración también nos muestra cuán dependientes somos de la obra del Espíritu Santo para la conversión de las personas. Nosotros no podemos convencer ni convertir a nadie. Esa es obra del Espíritu de Dios. Por supuesto, nosotros debemos compartir el evangelio que es poder de Dios para salvación, pero el resultado no depende de nosotros o de nuestra inteligencia o estrategia, sino es obra del Espíritu.

La regeneración también nos anima a esperar en esa obra del Señor en la vida de personas que a veces consideramos “casos perdidos”. No hay una persona tan perdida que la obra poderosa del Espíritu Santo no pueda transformar. El lleva a los muertos a la nueva vida en Cristo. Así que roguemos por esas personas para que el tenga misericordia como la ha tenido con nosotros.

Nuestra salvación es una salvación tan grande y al considerar sus varios aspectos bíblicos debemos seguir asombrándonos de nuestro gran Dios que nos ha amado en Cristo más de lo que podemos imaginar y nos ha puesto por su gracia para que vivamos para su gloria.