Hechos del Espíritu: Capacita a la Iglesia
Hechos 13
Estaba en Secundaria y se acercaba un campamento juvenil que organizaba la iglesia donde crecí. El propósito principal de ese campamento era compartir el evangelio con personas que aún no lo hubieran escuchado, así que se nos animaba a invitar a nuestros amigos no creyentes.
Animado por esta oportunidad, invité a mi grupo de amigos con los que me llevaba que eran los jóvenes que nos sentábamos al frente del salón, donde estaban los que se portaban bien y eran estudiosos. Al principio, todos me dijeron que sí irían y se mostraron muy entusiasmados.
Unos cuántos días antes del campamento, todos mis amigos me fueron cancelando uno por uno. Recuerdo que el último de ellos me estaba diciendo que no podría asistir, cuando pasó junto a nosotros uno de los jóvenes que siempre se metía en problemas, no le iba muy bien en la escuela y se sentaba con los de atrás del salón.
De pasada escuchó nuestra conversación y se detuvo y me preguntó más acerca de ese campamento. Casi al vuelo, me dijo: “¿Yo podría ir?” Me quedé sin palabras, porque nunca hubiera pensando que le interesaría asistir a un campamento donde nos iban a hablar de Dios.
Con mucha incredulidad, le di la información y pensé, que al final, en esa ocasión no llevaría ningún invitado. Para mi sorpresa, al día siguiente, me confirmó y me trajo el importe de su inscripción. Y en un par de días más nos fuimos al campamento.
En esa ocasión, ese joven que yo no había tenido ni el plan ni la iniciativa de invitar, tuvo su encuentro con Cristo y rindió su vida a él. A partir de ese momento, se volvió un discípulo de Jesús, empezó a asistir a la iglesia y el Señor lo guío a lo largo de su vida al punto de que hoy día es pastor en una iglesia evangélica en nuestra ciudad.
En esa ocasión entendí que, por encima de mis intentos y proyectos, había alguien operando a un nivel que me sobrepasaba en todo sentido. Alguien estaba haciendo una obra que mis ojos no alcanzaban a ver, pero no por eso es menos real. En la relación de las personas con Dios hay alguien más que meros seres humanos obrando.
El Señor Jesús nos dejó la misión de hacer discípulos y es una tarea grande y desafiante, pero debemos estar conscientes de que no es algo para lo que nos han enviado solos y desprovistos, dejados a nuestros recursos precarios. Nada de eso.
Nunca pensemos que el cumplir la misión implica mero esfuerzo e inteligencia humana. Ciertamente, debemos ser sabios y entendidos de lo que hacemos, pero hay en, con, por encima, por debajo, a un lado y al otro, de todo lo que hacemos, alguien que está llevando las riendas de la misión de hacer discípulos hasta los confines de la tierra.
El Señor Jesucristo al ascender al cielo, juntamente con el Padre, nos envió al Espíritu Santo para que esté con y en la iglesia del Señor Jesús para siempre. El Espíritu Santo, la tercera persona de la trinidad, habita en el creyente, preserva a la iglesia y la capacita para cumplir la misión.
En esta serie “Hechos del Espíritu” estamos considerando la obra invisible, pero real del Espíritu Santo en el cumplimiento de la misión de hacer discípulos, según atestigua el libro de los Hechos en el Nuevo Testamento.
Hoy queremos salir de este lugar convencidos de que, como deja evidencia el libro de Hechos, La iglesia seguirá haciendo discípulos porque el Espíritu Santo está a cargo de llevar adelante la misión.
La misión de hacer discípulos no descansa en nuestras frágiles y débiles manos, sino está bajo la dirección, poder y autoridad del Espíritu Santo de Dios.
Si este fuera un asunto que dependiera de simples seres humanos, este sería un proyecto fallido. Pero podemos tener la confianza de que la misión será cumplida por la iglesia en la tierra porque todo descansa en la dirección, habilitación y autoridad del Espíritu Santo.
Esto es precisamente lo que podemos leer y entender en el libro de Hechos, conocido como Hechos de los apóstoles, pero que mejor sería llamado: Hechos del Espíritu Santo.
¿Qué hace el Espíritu Santo como el encargado de llevar adelante la misión de la iglesia de hacer discípulos?
Hay muchas respuestas bíblicas a esta pregunta, pero hoy subrayaremos sólo tres acciones del Espíritu Santo basándonos en algunos capítulos del libro de Hechos. En particular el capítulo 11 y el capítulo 13.
El Espíritu Santo en su calidad de encargado de llevar adelante la misión, en primer lugar, Orquesta los planes.
El Espíritu santo es invisible, pero se hace presente en sus acciones y efectos en la iglesia. Uno al ver a la iglesia avanzar en la tarea de hacer discípulos pudiera pensar que sólo se trata de personas muy sabias y sagaces que con sus estrategias y planes logran resultados.
Ciertamente hay esfuerzo y trabajo humano involucrados, pero nunca pensemos que es solo eso. Por encima y a través de todo, está la obra del Espíritu orquestando los planes que avanzan el reino de Dios en la tierra.
Así nos muestra el capítulo 11 del libro de Hechos.
El capítulo 11 inicia con Pedro dando una explicación a la iglesia judía de Jerusalén porqué había entrado a casa de un hombre no judío (un gentil) romano llamado Cornelio y le había compartido el mensaje del evangelio.
Tenemos que entender que, hasta ese momento, la iglesia judía, no había entendido que el evangelio es universal y pensaban que era solo para los judíos. Para ellos era impensable que una persona no judía (o sea la mayoría del resto del mundo) pudiera ser parte de la iglesia.
Pedro narra cómo el Espíritu Santo lo dirigió tanto a él como a Cornelio, el centurión romano, para que tuvieran este encuentro providencial y también describe cómo el Espíritu Santo confirmó que este era el plan desde el principio.
En Hechos 11:15-18 dice: »Cuando comencé a hablarles, el Espíritu Santo descendió sobre ellos tal como al principio descendió sobre nosotros. Entonces recordé lo que había dicho el Señor: “Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”. Por tanto, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros al creer en el Señor Jesucristo, ¿quién soy yo para pensar que puedo estorbar a Dios? Al oír esto, se apaciguaron y alabaron a Dios diciendo: —¡Así que también a los no judíos ha concedido Dios el arrepentimiento para vida!
El Espíritu Santo estaba armando el rompecabezas para que la iglesia siguiera avanzando el reino. A la iglesia judía renuente a avanzar más allá de sus fronteras étnicas y religiosas, los fue llevando de la mano para convencerlos de la dirección que el plan divino tenía para el reino.
Estaba, como decimos, comenzando a caerles el veinte de que los no judíos también estaban incluidos en el llamado del evangelio al arrepentimiento para vida eterna.
La experiencia de Pedro y Cornelio fue la primera vez que la frontera de los gentiles se atravesaba, pero el reino continuaría en esa dirección de acuerdo con el plan orquestado por el Espíritu Santo.
El capítulo 11 continúa narrando que debido a una persecución religiosa que se desencadenó en Jerusalén, muchos fueron dispersados y desplazados a otras regiones llegando a Fenicia, Chipre y Antioquía.
Estos discípulos judíos, siguiendo la inercia que tenían, comenzaron a compartir el evangelio a los judíos que se encontraban en esas regiones, no obstante, algunos saliéndose de la tradición, se aventuraron a hablar del evangelio a los no judíos. (O sea comenzaron a hablarles de Cristo a los que se sentaban atrás del salón, y no sólo a los bien portados).
Y para la sorpresa de todos, estos paganotes se arrepintieron y creyeron el evangelio, confirmando esto, la obra del Espíritu Santo.
Dice Hechos 11:22-26: La noticia de estos sucesos llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén y mandaron a Bernabé a Antioquía. Cuando él llegó y vio las evidencias de la gracia de Dios, se alegró y animó a todos a hacerse el firme propósito de permanecer fieles al Señor, pues era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe. Un gran número de personas aceptó al Señor. Después partió Bernabé para Tarso en busca de Saulo y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Durante todo un año se reunieron los dos con la iglesia y enseñaron a mucha gente. Fue en Antioquía donde a los discípulos se les llamó «cristianos» por primera vez.
Recordemos que la iglesia judía a penas estaba despertando a la realidad de la universalidad de la iglesia y necesitaban más confirmaciones de este fenómeno que estaba ocurriendo de que los no judíos se estaban convirtiendo al evangelio.
Para certificar el hecho, enviaron a Bernabé a Antioquía. ¿Te acuerdas de Bernabé? Era aquel hombre que vendió una propiedad y trajo el importe total de la venta para ser repartido entre los necesitados de la iglesia del que hablamos la semana pasada.
Este Bernabé, siendo un hombre piadoso y sensible al Espíritu Santo, entendió el plan del Señor y se gozó grandemente al ver las evidencias indubitables de la gracia de Dios.
Y se tomaron tan en serio el plan de avance del reino, que Bernabé fue en busca de refuerzos. Se fue hasta Tarso en busca de un hombre que sabía que podía ser de gran bendición en Antioquía: un hombre llamado Saulo, conocido luego como Pablo. Notemos que se quedaron en Antioquía todo un año con la iglesia enseñando el evangelio a muchos.
Y fue tal la labor del Espíritu en la iglesia en Antioquía que ésta tiene el record Guinness de ser el primer lugar donde a los discípulos de Jesús se les llamó: cristianos.
Como podemos ver en todo esto, más allá de las acciones e intenciones humanas, se está desarrollando un plan orquestado por aquel que está a cargo del avance del evangelio.
No es casualidad que a algunos creyentes judíos se les haya salido predicar el evangelio a los no judíos de Antioquía. No es casualidad que Bernabé haya ido a Antioquía como la comisión investigadora. No es casualidad de que Bernabé haya pensado en Pablo como el refuerzo para la predicación a los no judíos. Todo es un plan perfecto que está siendo orquestado por aquel que está a cargo de la misión.
Estamos convencidos de esto. Nada es casualidad. Todo forma parte de un plan. No es casualidad de que hoy estés aquí escuchando esto. No es casualidad que mañana vayas a platicar con quienes vas a platicar. Hay alguien que está vivo y activo en la iglesia armando un rompecabezas imposible de armar por meros seres humanos, pero que está siendo conformado magistralmente por el Santo Espíritu de Dios.
Esto nos debe dejar con sentido de asombro porque sobrepasa nuestro entendimiento y a la vez nos debe dejar con un sentido profundo de estar todo el tiempo en la misión del Espíritu. El Espíritu no pierde el tiempo. Todo movimiento en la vida de la iglesia forma parte de algo más.
¿Cuál será el propósito que tiene el Espíritu para las citas que ya preparó para ti para esta semana? ¿Qué parte del rompecabezas está armando el Espíritu por medio de las circunstancias que enfrentaremos como iglesia en los próximos meses?
Pase lo que pase, podemos estar seguros de que la iglesia seguirá haciendo discípulos porque el Espíritu Santo está a cargo de llevar adelante la misión al orquestar los planes.
Pero hay una segunda acción del Espíritu que encontramos en estos capítulos. El Espíritu Santo en su calidad de encargado de llevar adelante la misión, en segundo lugar, Hace que las cosas sucedan.
Hechos 13:1-5 dice: En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros: Bernabé, Simeón, apodado el Negro, Lucio de Cirene, Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca, y Saulo. Mientras participaban en el culto al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado». Así que después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron. Bernabé y Saulo, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí navegaron a Chipre. Al llegar a Salamina, predicaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan como ayudante.
En el capítulo 11 dejamos a Bernabé y a Saulo en Antioquía enseñando por todo un año. En el capítulo 13, los encontramos como personas de gran edificación para la iglesia, juntamente con otros hermanos. Eran reconocidos por la iglesia como profetas y maestros.
En ese contexto, notamos que el Espíritu Santo puso en marcha un nuevo proyecto, el cual es conocido como el primer viaje misionero del Pablo.
El ir al mundo gentil con el evangelio había sido algo incidental antes de este punto, pero ahora el Espíritu Santo estaba poniendo en marcha algo que ya no sería incidental sino intencional.
El Espíritu Santo dejó claro que había escogido a dos de esos maestros para enviarlos a predicar al mundo gentil. Tenían una misión especial. La iglesia reconoció ese llamado y lo confirmó orando por ellos e imponiéndoles las manos en señal de una encomienda especial.
Notemos nuevamente como recalca el versículo 4, que Bernabé y Pablo fueron enviados por el Espíritu Santo. No dice, enviados por los otros profetas y maestros, o por la iglesia de Antioquía, o por una agencia misionera, sino es muy cuidados en enfatizar que fue el Espíritu Santo. Porque aunque las decisiones y acciones humanas estén involucradas, en el Reino de Dios es el Espíritu Santo el que hace que las cosas sucedan.
Pablo y Bernabé debieron salir convencidos de que el Espíritu Santo los enviaba y la iglesia lo había confirmado, y esto debía animarlos en los momentos difíciles, pero también en los momentos de avance y éxito, para no jactarse o autoexaltarse, pues era el Espíritu el que hacía que las cosas pasaran.
En el mismo capítulo 13 vemos como Pablo comienza a experimentar en su vida y ministerio esa obra del Espíritu. Por ejemplo al llegar a un lugar llamado Pafos, estaban queriendo hablar del evangelio al gobernador romano Sergio Paulo, pero éste tenía como consejero a un tal barjesús también conocido como Elimas que estaba estorbando y contradiciendo el mensaje que se quería compartir.
Pablo lo reprendió con gran poder y autoridad que le daba el Espíritu Santo, luego le predijo el juicio de Dios sobre él y era que quedaría ciego por un tiempo. Al instante, así ocurrió y el gobernador al ver estos acontecimientos, creyó el mensaje que le estaban comunicando.
Todo esto es realizado por el Espíritu Santo. Él hace que las cosas pasen y así avance el Reino.
Pablo y Bernabé siguen su viaje y llegan a otro lugar llamado Antioquía. Esta era la Antioquía de Pisidia. Allí, siguiendo su estrategia misionera de primero ir a los judíos de un lugar para luego ir a los gentiles, asistieron a la reunión de la sinagoga.
Allá les dieron oportunidad de compartir y Pablo hace una presentación magistral del evangelio, como se puede apreciar en los versículos 38-39: »Por tanto, hermanos, sepan que por medio de Jesús se les anuncia el perdón de los pecados. Ustedes no pudieron ser justificados de esos pecados por la Ley de Moisés, pero todo el que cree es justificado por medio de Jesús.
Este era un mensaje duro, pero directo para los judíos que estaban escuchando, en el que se anunciaba a Jesús como el único medio para el perdón de los pecados y la justificación. Este mensaje halló cabida en el corazón de varias personas y los invitaron a continuar con estas explicaciones en el siguiente día de reposo.
Esa claridad del mensaje y esa apertura en algunos corazones no era simplemente el fruto de la pericia del apóstol Pablo, sino era sin duda, la obra del Espíritu Santo, pues él es el que hace que las cosas sucedan y el reino avance.
El Espíritu elige, habilita, capacita, envía, acompaña, fortalece, guía, y pudiéramos seguir describiendo su obra real en la iglesia al estar cumpliendo la misión.
Él es el que hace que las cosas sucedan y el reino avance. No podemos llevarnos el crédito. No podemos saludar con sombrero ajeno. Si algo estamos haciendo que es eficaz en el reino de Dios, es sin duda, por la obra del Espíritu Santo.
Hermanos, esta iglesia es un ejemplo, como todas las iglesias, de la obra del Espíritu. Por la gracia del Señor he sido uno de los pastores de esta iglesia por 27 años, pero les puedo dar testimonio de que al principio de todo, aunque estábamos entusiasmados por la idea de empezar algo nuevo y se tenía una idea general de lo que se quería, no podíamos ni imaginar todo lo que el Espíritu Santo habría de hacer en esta comunidad.
Hoy al mirar hasta donde nos ha traído el Señor, no podemos más que estar agradecidos y con profunda humildad reconocer que ha sido solo su gracia la que nos ha guiados y sostenido, y poder tener la certeza de que aquel que desde el principio ha hecho que las cosas sucedan, lo continuara haciendo para la gloria del Padre.
Más que nunca queremos seguir siendo una comunidad que glorifica a Dios, guiando a las personas a una relación creciente con Cristo. Queremos ser una comunidad de discípulos que hagan más discípulos de Jesús.
El Espíritu Santo orquesta los planes y hace que las cosas sucedan, pero hay una tercera y última acción que vamos a observar en este pasaje que realiza el Espíritu en su calidad de encargado del avance de la misión en la tierra y esta es: El Espíritu Consolida los frutos.
Pablo y Bernabé aparentemente estaban teniendo buena acogida en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, pero como era de esperarse, algunos judíos comenzaron a oponerse frontalmente al evangelio predicado. Pablo les dijo que era importante que ellos como judíos escucharan primero el mensaje del evangelio, pero como no querían escucharlo, se enfocarían ahora en los que no eran judíos.
Entonces ocurrió algo muy hermoso. Dice Hechos 13:48-49: Al oír esto, los que no eran judíos se alegraron y celebraron la palabra del Señor; y creyeron todos los que estaban destinados a la vida eterna. La palabra del Señor se difundía por toda la región.
Qué reacción tan distinta la que tuvieron los no judíos. Allí, hermanos, estábamos representados. Lo que fue motivo de desprecio y rechazo, para otros fue motivo de alegría y celebración. Esa respuesta tan especial que tuvieron muchos de los no judíos ante el evangelio, también fue obra del Espíritu.
Hubo una respuesta de fe al evangelio porque alguien ya estaba obrando en esos corazones, habilitándolos para creer. Aquellos que creyeron y se alegraron con la Palabra del Señor fueron aquellos para quienes por la soberana gracia de Dios les había sido destinada la vida eterna.
El fruto del evangelio está seguro porque el Espíritu Santo aplica la Palabra a aquellos corazones que celebran y se alegran en recibirlo. Y lo reciben con alegría porque el Espíritu Santo los habilita para hacerlo.
En pocas palabras, el fruto está seguro porque el Espíritu Santo está a cargo de llevar adelante la misión.
La oposición contra Pablo y Bernabé siguió creciendo al punto de una persecución que resultó en la expulsión de ambos de aquella región. Ellos se tuvieron que ir. ¿Y qué pasaría con todos aquellos que habían celebrado el evangelio y habían creído por haber estado destinados para vida eterna?
Dice Hechos 13:52: Y los discípulos quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.
Pablo y Bernabé tuvieron que marcharse, pero los discípulos no quedaron en el abandono total. Ciertamente, no la tendrían fácil al no tener a los que les habían enseñado el evangelio, pero tenían muchísimo más que a Pablo y Bernabé, tenían al Espíritu Santo. Y con él, el fruto estaba seguro, porque él es quien consolida el fruto del evangelio en la vida de las personas.
Ciertamente, Dios usa providencialmente a personas para edificar nuestras vidas y para enseñarnos la Palabra, pero en el análisis final, todo creyente tiene todo lo que necesita para crecer y madurar, en la obra y persona del Espíritu Santo que usa la Palabra como su espada para transformar nuestros corazones.
Esto debe animarnos a servir con alegría dirigidos por el Espíritu para hacer discípulos, pero al mismo tiempo, esto debe mantenernos humildes, porque no somos nosotros la clave para el crecimiento de las personas, ni son nuestras estrategias humanas la clave, sino sólo la obra y persona del Espíritu Santo. Él y sólo él es el que consolida el fruto del evangelio en las personas.
Hermanos, no sé cual es su respuesta a todo esto. Pero una respuesta debería ser redoblar nuestro empeño e intencionalidad en la tarea de hacer discípulos, dejando atrás todas nuestras excusas, nuestros temores y prejuicios. No son los pastores, los líderes, las estructuras de autoridad, las denominaciones eclesiásticas las que están a cargo del avance del reino. Es el mismísimo Espíritu Santo de Dios y por ese sencillo hecho, podemos estar seguros de que la iglesia seguirá haciendo discípulos hasta que el Señor regrese en gloria.
Ánimo hermano, no estamos solos en la tarea. Con toda pasión y entrega sigamos haciendo discípulos dirigidos por el Espíritu para que el Señor encuentre a su regreso una comunidad de discípulos de todo tipo de personas, judíos y no judíos, alegres y celebrando el maravilloso evangelio de Jesucristo que es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree para la gloria de Dios.