Una de las actividades que más disfrutaba hacer con mi papá, creciendo en la casa familiar, era ir de pesca. Mi padre conseguía que un pescador de Chuburná nos llevara y pasábamos algunas horas pescando no muy lejos de la costa.
Pero una de las cosas que más me gustaba era que al regreso, mientras el pescador estaba arreglando el pescado para llevarlo a casa, me permitía manejar el barco. Me mostraba un punto específico en la costa hacia el que debíamos dirigirnos y luego tomaba yo la palanca del motor y tomando como referencia el punto señalado, la movía a la derecha si quería ir hacia la izquierda y a la derecha si quería ir hacia la izquierda.
Aunque en el mar no hay carreteras, la manera de definir el camino a casa era ajustando constantemente la trayectoria del barco con el punto de referencia marcado hasta llegar finalmente a la playa.
En un sentido, la vida es como manejar un barco en el mar. Todos los días vas tomando decisiones que van llevando tu vida hacia la derecha o hacia la izquierda. Entonces, ¿De qué manera puedes llevar tu vida a puerto seguro en un mar donde no hay carreteras? La única manera, es alineando constantemente la trayectoria de tu vida con respecto a un punto de referencia bien marcado y fijo.
La vida se trata, entonces, de vivir alineado con tu punto de referencia fijo. Aquí empieza el problema. Si el punto de referencia que te guía en la costa es el equivocado, tu vida acabará en un puerto al que no querías ni debías ir. Y esto se agrava si no le das importancia a los ajustes necesarios que requerías para llegar al punto deseado.
Por eso, este mes, que en nuestra nueva serie estaremos hablando de la familia, queremos enfatizar esta alineación de nuestras familias con la Palabra del Señor para ser esas familias sabias que tanto anhelamos ser.
Es algo curioso cómo somos muy rápidos y prontos para hacer ajustes para alinear muchos aspectos de la vida cotidiana. Por ejemplo, si empiezas a escuchar un ruido extraño en el motor de tu carro, rápidamente haces algo al respecto llevándolo con el mecánico. O bien, si el recibo de consumo eléctrico te llegó muy alto, enseguida vas a ver cuál fue el problema para hacer los ajustes necesarios.
Pero curiosamente, cuando se trata de asuntos que tienen que ver con nuestras relaciones familiares, como que pensamos que el tiempo por sí solo resolverá los problemas y situaciones. Adoptamos, a veces, una actitud pasiva en cuanto a los desajustes en las relaciones dentro de la familia y lo único que ganamos con esto es agravar la situación.
El problema es que cuando por fin nos animamos a hacer algo al respecto, tristemente, ya las relaciones están muy laceradas y desgastadas. Por supuesto, no hay alguna relación tan destruida que Dios no pueda restaurar, pero no cabe duda que si hubiéramos hecho algo al respecto con mayor prontitud hubiera sido un poco más fácil el ajuste y nos hubiéramos evitado mucho sufrimiento personal y de los que nos rodean.
Ahora bien, para vivir como esa familia sabia, que anhelamos ser, necesitamos un punto de referencia hacia al cual dirigir todas nuestras decisiones, nuestros propósitos y esfuerzos. ¿Cuál será ese punto de referencia seguro al cual dirigir nuestra barca? De ese punto depende hacia donde arribará finalmente tu vida y tu familia.
Lo que necesitamos para hacer esos ajustes es sabiduría. Las buenas noticias es que en la Escritura hay todo un libro cuyo tema principal es precisamente la sabiduría. Ese libro es el libro de los Proverbios y en su introducción nos dice lo siguiente, Proverbios 1:1-6:
Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel. Para entender sabiduría y doctrina, Para conocer razones prudentes, Para recibir el consejo de prudencia, Justicia, juicio y equidad; Para dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura. Oirá el sabio, y aumentará el saber, Y el entendido adquirirá consejo, Para entender proverbio y declaración, Palabras de sabios, y sus dichos profundos.
El contenido de este libro de la Escritura nos prepara para entender y conocer sabiduría, razones prudentes. Para obtener consejo justo y prudente. Nos ayuda a superarnos a los que somos inexpertos y simples. A los que ya son sabios, les aumenta su saber y aun ellos, encontrarán siempre algo nuevo para aprender.
Esto es justamente lo que necesitamos. Necesitamos esta sabiduría que, en ningún otro lugar, a parte de la Palabra de Dios, podemos encontrar. Es importante notar que no estamos hablando de mera información, sino de algo mucho más profundo. Estamos hablando de perspectivas, de consejos, de directrices que nos ayudan a ver mucho más allá de lo que el ojo humano alcanza a ver.
La sabiduría de la que estamos hablando no se trata de acumular mera información, sino de ajustar nuestra perspectiva de las cosas a la perspectiva de Dios en la vida diaria. De seguir sus instrucciones, aunque la gente a nuestro alrededor nos diga que son obsoletas o imposibles de practicar. De confiar en su descripción de la realidad de los asuntos, en vez de la versión provista por mera sabiduría humana. La sabiduría no es algo que se puede comprar ni obtener con un grado académico. La sabiduría es algo muy especial que viene de Dios.
Después de darnos esta introducción, el libro nos da el primer consejo clave para la vida. Lo encontramos en el versículo 7: El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.
Este versículo es clave para todo el libro y también para nuestra vida personal y familiar. Nos está proveyendo ese punto de referencia, ese punto clave hacia donde dirigirnos para llevar nuestras vidas a puerto seguro. Y nos dice que si queremos alcanzar la sabiduría de la que estamos hablando tenemos que ir por partes.
Y el paso número uno es, en palabras bíblicas, temer a Jehová, temer al Señor. El mismo versículo muestra que los que desprecian este punto de partida son insensatos, es decir, lo más absurdo que puedes hacer en esta vida es vivir sin temer al Señor.
Eso te hace una persona necia o insensata. Por el contrario, cuando temes al Señor, te estás enfilando hacia una vida de sabiduría y bendición. Ese es el principio de todo: teme al Señor.
Ahora bien, ¿Qué es esto de temer al Señor? ¿Será que sea sentir pánico ante el Señor, qué tengas miedo abrumador ante su presencia? En la Biblia, la frase “el temor del Señor” abarca un rango amplio de significado que va desde el pánico, pasando por el miedo, el asombro, la admiración, el respeto, la confianza, la obediencia, el amor y llegando hasta la adoración.
Básicamente, el temor al Señor es un sometimiento reverente al Señor que nos lleva a la confianza, la obediencia y la adoración.
Entonces, el libro de Proverbios nos está ofreciendo la verdadera sabiduría que viene por temer al Señor, por confiar en el Señor, por obedecer al Señor, por adorar sólo al Señor.
Y aplicando esto a nuestras familias, cuando tenemos familias que temen al Señor, que aman al Señor, que confían en el Señor, entonces, estamos alineando nuestras familias con el punto de referencia correcto para llegar a ser una familia sabia. Porque Una familia que crece en temor del Señor es una familia que crece en sabiduría.
¿Cómo se vería esto en nuestras familias? ¿Cómo se ve una familia que está creciendo en el temor del Señor? ¿Cómo se ve una familia sabia?
Proverbios 3:1-12 nos da ciertas pautas que nos ayudan a alinear nuestras vidas y nuestras familias con el temor del Señor y por ende, con una vida de sabiduría. En este pasaje encontraremos 5 acciones o pautas para vivir como una familia sabia.
Primero, Una familia sabia pone en el centro la Palabra del Señor.
Proverbios 3:1-2 dice: Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán paz.
El lenguaje de familia y de cercanía llama la atención aquí. Es un padre amoroso aconsejando a su hijo querido cómo llevar su vida al bien y la paz, y lo primero que le dice es que las enseñanzas y mandamientos deben ser tenidos en cuenta, deben centrales, no hay que olvidarlos, sino guardarlos en el centro de comando de la vida, que es el corazón.
Lo que guardamos en el corazón es lo que más tomamos en cuenta, es lo que es central para nosotros, lo que rige y dirige nuestras vidas. Ese lugar es el que debe ocupar la Palabra del Señor.
La familia sabia, entonces, será muy intencional en leer, aprender, memorizar, meditar, repetir, compartir, estudiar, analizar, la Palabra del Señor de manera regular y cotidiana. Los efectos de hacer esto, con el tiempo comienzan a ser visibles: los años de prolongan y se vive en paz (shalom).
La Palabra del Señor hace sabio al sencillo y comenzarás a ver esos resultados en tu vida. Cuando antes eras rápido en entrar en disputas familiares, te vas volviendo prudente. Cuando antes eras negligente en hacer las cosas importantes, empiezas a ser intencional en atender aquello que no puede esperar para mañana. En fin, tu vida empieza a ser mejor, más ordenada, más productiva, más disfrutable, incluso aunque las circunstancias no hayan cambiado mucho.
Por guardar, atesorar, aquilatar, centralizar en el corazón la Palabra, ganamos sabiduría en nuestra vida familiar.
Por tanto, la pregunta sería ¿Cómo estamos haciendo central la palabra de Dios en nuestras familias? ¿Cuánto tiempo estamos dedicando a centrarnos como familia alrededor de la Escritura?
¿Nuestros hijos están creciendo viendo que la Palabra del Señor es nuestro fundamento como Padres?
No basta con la hora y un poco más que nuestra familia es expuesta a la Escritura cuando nos reunimos los domingos, es importante que durante la semana, la Palabra del Señor sea central en nuestras vidas, en lo personal y en lo familiar.
En fin, la dirección hacia la sabiduría es centrar nuestro corazón en la Palabra del Señor. Porque una familia que crece en el temor del Señor es una familia que crece en sabiduría.
Segundo, Una familia sabia procura vivir la enseñanza del Señor.
Proverbios 3:3-4 dice: Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en la tabla de tu corazón. Contarás con el favor de Dios y tendrás buen nombre entre la gente.
Si hay algo que nunca debe faltar en nuestra vida familiar es el amor y la verdad. Es decir, una práctica de estas virtudes en nuestras relaciones e interacciones.
Dice el texto que las llevemos como si fueran un collar en el cuello. Es lo que debe adornar nuestras vidas cotidianas. Y deben ser evidentes y visibles como una tabla escrita en el corazón. Es decir, deben verdaderamente verse en la manera en la que llevamos nuestras vidas.
El resultado de aferrarnos a vivir la enseñanza del Señor en el amor y la verdad en nuestras vidas se hace evidente en el favor o agrado que se tiene de parte de Dios y una buena reputación entre las personas que te rodean y te conocen.
Todos lo hemos experimentado: qué agradable es ser testigos de una familia que vive el amor y la verdad en su vida cotidiana. Y lo contrario, también es cierto, qué triste es presenciar escenas de pleitos, de engaños, de cizaña, entre los miembros de una familia.
Nuestras familias no tienen que ser así. Por la gracia del Señor, en Cristo, podemos reajustar el rumbo y comenzar a vivir el amor y la verdad, dos características santas de Dios, en la vida y relaciones de todos los días.
Ten una plática familiar y vayan haciendo una lista de pautas y acciones en las que no están poniendo en práctica la enseñanza sobre el amor y la verdad que aprendemos de Cristo. El reconocimiento y el arrepentimiento es el primer paso para un cambio.
De ahí, basándose en pasajes de la Escritura escriban las “reglas de este hogar” en los que plasmen algunas instrucciones bíblicas tales como “En este hogar, hablamos la verdad en amor, los unos a los otros” o “En este hogar, pensamos en el bien del otro antes que en el nuestro”. O “En este hogar nos hablamos sin gritos, burlas ni insultos”. Pongan este documento impreso en un lugar visible para que todos lo recuerden.
En pocas palabras, vayan forjando una cultura familiar renovada que esté basada en la Palabra del Señor. Una familia sabia es la que no sólo lee y estudia la palabra, sino que es intencional en ponerla en práctica en todos los detalles de la vida.
Tercero, Una familia sabia decide confiar en la sabiduría de Dios en vez de en la propia.
Proverbios 3:5-8 dice: Confía en el SEÑOR de todo corazón
y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al SEÑOR y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tus huesos.
La familia que decide confiar, pase lo que pase, en la sabiduría de Dios, en vez de en cualquier consejo meramente humano, es una familia que está enfilándose a una vida llena de sabiduría que es buena, agradable y perfecta.
Cuan contrario es esto al consejo soberbio del mundo. El mundo dice que es algo muy malo que tengas que depender en la dirección de alguien más. Ser dependiente de alguien más es visto como una señal de debilidad. Pero aquí la Escritura nos dice “confía con todo tu corazón”, no en ti, sino en el Señor.
Si de alguien vas a dudar, es de ti mismo y tus pensamientos, emociones e intenciones. Pero tu corazón debe estar clavado, firme, inconmovible en el Señor y su Palabra. Confiar con todo tu corazón.
Pero también esto se ve en personas que desean hacer la voluntad de Dios y no la suya. Dice proverbios “Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas”. Siempre estamos andando por este camino de la vida. Siempre estamos tomando decisiones y emprendemos acciones.
La persona con un corazón que va en pos de la sabiduría no buscará exaltarse a si mismo, sino buscará exaltar al Señor. No buscará su propia gloria, sino la del Señor. Su temor más grande no será ser un fracaso, sino ser un ofensor de la gloria del Señor.
¿Al tener que tomar una decisión cuál es el primer filtro por el que pasamos nuestras opciones? ¿La voluntad revelada del Señor? ¿Lo que le agrada al Señor? ¿Lo que es correcto delante del Señor? O ¿Lo que me conviene? ¿Lo que me traiga más beneficios a mí? ¿Lo que me facilite la vida?
Un corazón que busca sabiduría delante del Señor, es consumido por buscar la gloria de Dios en todos sus caminos, y el efecto de esto es que el camino de la vida se endereza y se hace llano.
Pero también un corazón que busca sabiduría se ve en una persona que No se ve a sí mismo como la respuesta para su vida, sino que ese lugar lo tiene el Señor. No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al SEÑOR y huye del mal.
Qué difícil es reconocer que nos equivocamos, que no tenemos todas las respuestas, que la solución no está dentro de nosotros mismos, que necesitamos ayuda que venga de fuera de nosotros mismos.
Tenemos grandes problemas y somos reacios a buscar ayuda. Tenemos problemas en nuestro matrimonio, por ejemplo, pero seguimos pensando que la respuesta está dentro de nosotros mismos. El Señor nos dice, no busques la respuesta en ti mismo, no seas sabio en tu propia opinión. No eres la respuesta, el Señor es la respuesta para ti.
Y Él ha provisto para sus hijos que humildemente lo reconocen, todo lo necesario para la vida y la piedad por medio del Señor Jesucristo. Así que abandonando el orgullo de creer que somos sabios en nosotros mismos, corramos a la gracia del Señor y recibamos de su parte esa dirección que nuestra vida necesita.
El temor del Señor se traduce en una confianza firme en el Señor en todo asunto de la vida y la familia que crece en el temor del Señor es una familia que crece en sabiduría.
Cuarto, Una familia sabia honra al Señor con todo lo que tiene.
Proverbios 3:9-10: Honra al SEÑOR con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas. Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo.
Una familia sabia reconoce que no somos dueños de nada de lo que Dios pone en nuestras manos, sino somos solo los administradores de todas estas bendiciones.
No somos dueños sino administradores. Y debemos ser fieles administradores ya sea que Dios nos haya encomendado poco o mucho. Piensa como esta verdad, impacta tu administración de los recursos que Dios te ha dado: ¿Qué compras? ¿Qué vendes? ¿Cómo inviertes? ¿En qué gastas? ¿Debes seguir pidiendo prestado? ¿Estás diezmando regularmente? Todo debe mostrar claramente que estás honrando al dueño.
En nuestras familias debemos enseñar a nuestros hijos, con nuestras palabras y ejemplo, que todas las bendiciones materiales de las que gozan, muchas o pocas, vienen de Dios y son de Dios. Ayúdales a desarrollar buenos hábitos de administración y un corazón generoso que ponga el reino de Dios como prioridad. Nuestros hijos aprenden ampliamente sobre todo por lo que ven y escuchan de parte de nosotros sus padres, así que es una gran oportunidad de forjar en ellos buenos hábitos de mayordomía bíblica para que en su momento ellos también honren al Señor con sus bienes y gocen de familias sabias.
Quinto, Una familia sabia recibe con apertura la disciplina del Señor.
Proverbios 3:11-12: Hijo mío, no desprecies la disciplina del SEÑOR ni te ofendas por sus reprensiones. Porque el SEÑOR disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido.
La familia sabia es la que toma en serio la disciplina que viene del Señor para corregir algo que deba rectificarse y apuntalarse. Por supuesto, la disciplina no es algo que parezca agradable a simple vista, pero detrás de ella hay mucho amor que transforma el corazón.
Amor y disciplina no nos parecen que vayan de la mano en un momento dado. Como cuando tu mamá te decía: “Esto lo hago por tu bien…esto me duele más a mí que a ti”, antes de corregirte o darte alguna consecuencia por tus faltas y no se lo creías mucho. Pero precisamente, el amor es lo que debe impulsar toda disciplina.
La Escritura nos aclara con todas sus palabras: el Señor disciplina a los que ama… ¿Te das cuenta? ¡Qué maravilloso es esto! Dios nos ama a través de disciplinarnos.
Y si hoy estamos experimentando su disciplina, estamos experimentando su amor.
¡Quizá no lo habías visto o pensado así! Pero cada vez que el Señor confronta nuestro corazón, cada vez que recibimos las consecuencias de nuestra desobediencia, cada vez que nuestro pecado queda expuesto, cada vez que somos reprendidos por la dureza de nuestro corazón, cada vez que somos alertados de las alimañas de nuestro corazón, es Cristo amándonos tanto como para no permitir que nos quedemos como estamos.
El amor de Cristo por su iglesia es más que amor incondicional. Es un amor que ciertamente nos recibe como estamos, pero nos ama tanto que no nos deja como estamos sino nos transforma para ser como él. Y usará la disciplina para forjarnos a su semejanza.
Así que hermanos, si como familia estamos recibiendo la disciplina del Señor, eso quiere decir que el Señor nos ama. Somos dichosos, somos bendecidos porque el Señor Jesús ha puesto sus ojos sobre nosotros y su corrección verdaderamente es para nuestro bien.
Por lo tanto, en vez de ver tu situación como una desgracia y se endurezca más tu corazón, mírala como el acto amoroso del Señor a quien le importas muchísimo. Y que esto nos lleve al arrepentimiento. Es decir, dejar nuestra tibieza, apatía, soberbia, falsa seguridad y corramos a los brazos del Señor Jesús que nos ama, porque sabemos y creemos que Dios ama a los que ama y se está refiriendo a ti y a mí.
Como vemos, todos estos rasgos son rasgos de una familia que teme al Señor. Porque le tememos, su palabra es importante, su palabra es practicada, su palabra es confiada, sus bendiciones son aquilatadas y su disciplina es recibida con provecho. Todas estas pautas nos llevan a ser familias sabias. Porque Una familia que crece en temor del Señor es una familia que crece en sabiduría.
Por la obra de Cristo en nosotros, pongamos atención a nuestras familias y vayamos en pos de la sabiduría, temiendo cada día más al Señor para vivir para su gloria.