Summary: Puesto que Él vino para servir, nosotros debemos vivir para servir.

Unas horas antes de que Jesús fuera entregado para iniciar sus sufrimientos en nuestro lugar, tuvo un tiempo muy íntimo y especial con sus discípulos. Fue en el contexto de la celebración de la pascua, cuando él se sentó con sus discípulos y tuvieron esa primera cena que ha quedado a perpetuidad para la iglesia, como un acto que debemos celebrar en memoria de Cristo hasta que él regrese en gloria.

Hoy conmemoramos esa primera santa cena que nos muestra el evangelio a través de señales, sellos y emblemas materiales: el pan y la copa que apuntan a su cuerpo partido y su sangre derramada por nosotros.

En el contexto de aquella cena, según lo reportado en el evangelio de Juan, Jesús muestra ante sus discípulos, uno de sus rasgos por el cual será conocido por siempre. En evangelio de Juan hemos visto a Jesús como el Verbo o la Palabra, como el Pan de Vida, como el buen pastor, como el rey y hoy nos muestra a Jesús como el siervo.

Jesús se mostró a sus discípulos como el siervo y al hacerlo, dejó la encomienda de que todo aquel que se considere a sí mismo como uno de sus discípulos debe seguir sus pisadas como siervo también.

La lección que Jesús dejó a sus discípulos allá en Juan 13, es de vital importancia para todo creyente. Sigue siendo pertinente e importante para todos los que confesamos ser seguidores del Señor Jesús. Porque si algo caracterizó la vida de Jesucristo fue el servicio. De hecho, él mismo declaró allá en Mateo 20:28 que para esto había venido: Así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.

Podemos decir, entonces, con toda firmeza, que nuestro gran Señor Jesucristo vino a servir y él quiere que vivamos de esa misma manera.

Juan 13 es uno de los pasajes en el que vemos esta verdad en su máxima expresión. Se muestra a Jesús siendo intencional en dar una lección modelando la verdad con acciones y no sólo con palabras.

En este pasaje encontramos tres realidades acerca de la grandeza del servicio vivido y modelado por Jesús y nos presenta también el desafío para vivir de esa manera, nosotros que somos sus discípulos. Puesto que Él vino para servir, nosotros debemos vivir para servir.

Jesús enseñó a sus discípulos acerca del servicio una noche como la que recordamos hoy, estando a punto de ser entregado para sus sufrimientos y sacrificio por nuestro pecado.

Dice Juan 13:1. Se acercaba la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de abandonar este mundo para volver al Padre. Y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.

Se nos presenta el escenario de estos eventos. Eran las horas finales de Cristo antes de la crucifixión. Jesús estaba consciente de que su hora se acercaba, y en lugar de estar pensando en sí mismo y en el sufrimiento que estaba a punto de enfrentar, pensó en sus discípulos. Pensó en las últimas lecciones que quería dejarles y fue precisamente una clara lección acerca del servicio la que tomó prioridad. Esto nos habla de lo vital que es vivir para servir como discípulos de Cristo.

Y dice la Escritura que los amó hasta el fin. Es decir, que todo lo que hizo para mostrarles estas verdades fue motivado por el amor que tenía hacia los suyos. Aun en la víspera del sufrimiento más atroz, Jesús estaba pensando en el bien de los suyos. Esta es la introducción a, por lo menos, tres enseñanzas que quedaron en los corazones de los discípulos y en los nuestros al contemplar las acciones de Jesús.

¿Qué modeló Jesús acerca del servicio ante sus discípulos por medio de sus acciones y palabras?

En primer lugar, Jesús modeló la humildad del servicio. Dice Juan 13:3-5: Sabía Jesús que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía; así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.

Notemos cuál era la posición de Jesús. Dice la Escritura que Jesús sabía que el padre había puesto TODAS las cosas bajo su dominio. ¿Sabes qué es todas las cosas? TODAS. Todo poder, honor, gloria. Toda nación, pueblo. Todo el reinado del universo. Él estaba sobre todo y todos. No hay alguien superior a Cristo. Estaba en la cima del universo.

¿Qué haríamos tú y yo con una posición así? ¿Te imaginas que de pronto te nombran jefe de tu departamento? ¿O director de tu escuela? ¿O el capitán del equipo? ¿O el gerente de la división en tu empresa? ¿O anciano de Iglesia? ¿O cualquier posición en la que hay personas bajo tu autoridad?

¿Cuál es una posible expectativa que podemos tener en tal posición? Algunos pueden pensar, “ahora tendré una vida de privilegio”. “Ahora las personas me harán reverencias y me tendrán respeto”. “Ahora es mi momento de dar órdenes y que otros obedezcan”. “Ahora tendré un prestigio enorme y me encargaré que los demás lo reconozcan”.

Pero en el caso de Jesús, vemos que precisamente porque entendía perfectamente su posición (que todas las cosas habían sido puestas a sus pies), porque entendía quién era él y a donde iba, entonces, emprendió una acción que nadie hubiera podido imaginar ni anticipar.

Dice la Escritura que tomó una toalla y un recipiente de agua y comenzó a lavar los pies de sus discípulos. Este es la mayor exposición de humildad que pudieras imaginar. El servicio proviene de un corazón humilde. ¿Cómo es posible que aquel a cuyos pies estaban todas las cosas estaba haciendo el acto de servicio reservado para el menor de los sirvientes de una casa?

En esa cultura, la tarea más denigrante de todas era lavar los pies de los huéspedes. Era el trabajo hecho por los sirvientes del más bajo nivel. Esto era necesario porque en aquellos días no había coches o aviones, o transporte público. Las personas iban a todas partes a pie y llevaban sandalias. Caminaban por senderos que no sólo eran sucios y polvorientos, sino que también estaban cubiertos con heces de camellos y asnos. Así que te podrás imaginar lo sucio que quedaban esos pies después de algún recorrido relativamente largo.

Ante eso, cuando llegaban a su destino, la cortesía común para el huésped era que un esclavo lavara los pies de los huéspedes al entrar en la casa. Pero esto era una tarea tan denigrante, que sirvientes judíos no estaban obligados a hacerlo. Generalmente eran sirvientes extranjeros los se utilizaban para lavar los pies de la gente.

Imagina la escena conmigo, Jesús y sus discípulos entran en la habitación, ellos ven la toalla y depósito de agua en la esquina, pero no hay esclavo para lavar sus pies. ¡Qué gran sorpresa debió ser para ellos ver a Su Maestro quitarse su manto y ponerse una toalla a la cintura para comenzar a lavar sus pies!

¿Qué estaban haciendo los discípulos en ese momento? ¡Discutiendo sobre quién de ellos era el más grande! Y en medio de todo este pensamiento y diálogo sobre la grandeza y el poder y el prestigio de quién iba a ser el mayor en el Reino - Jesús se levanta, y sin decir una palabra, se quita la capa, toma una vasija y la toalla y se pone a lavarles los pies.

Aquel que tenía todo bajo sus pies, lavó los pies mugrientos y hediondos de sus discípulos, modelando la humildad que debía practicar, sirviendo, todo aquel que se llama seguidor de Cristo. Ser discípulo de Cristo, no se trata de privilegio, de posición y de prestigio, sino se trata de una vida humilde que refleje la grandeza de Cristo que no necesita humillar a nadie, denigrar a nadie, violentar a nadie para demostrar su posición. Sino que, a través del servicio humilde, se demuestra la grandeza del maestro a quien seguimos. Puesto que Él vino para servir, nosotros debemos vivir para servir.

Pero Jesús no sólo modelo la humildad del servicio en este evento, sino también modelo la prioridad del servicio.

Dice Juan 13:12-17 Cuando terminó de lavarles los pies, se puso el manto y volvió a su lugar. Entonces les dijo: —¿Entienden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues, si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes. Ciertamente les aseguro que ningún siervo es más que su amo, y ningún mensajero es más que el que lo envió. ¿Entienden esto? Dichosos serán si lo ponen en práctica.

Dos veces les pregunta: ¿Entienden esto? Los discípulos debían haber estado sumamente impactados por estas acciones de Jesús. Era impensable lo que acababan de experimentar. En su mundo y en su cultura, algo así no se había visto nunca antes.

Que un maestro hiciera tal acción de servicio hacia sus discípulos. Y Jesús les aclara: Les he puesto el ejemplo para que hagan lo mismo los unos a los otros.

Es decir, esta acción de servicio modelado ante ustedes es algo que debe caracterizarles como mis discípulos. El servicio debe ser el modo normal con el que operen cada día como mis discípulos.

Y debemos darnos cuenta qué tipo de servicio espera que hagamos: Primero, un servicio que se ofrece aunque se salga de mi área de responsabilidad. Aunque se salga de lo que se espera normalmente de mí. Si Jesús no hubiera lavado los pies, nadie se iba extrañar de eso, no se esperaba que el Señor y Maestro hiciera esa tarea. Pero Jesús nos dejó ejemplo que el servicio cristiano nos va a llevar a hacer cosas que nadie tiene la expectativa o la exigencia que las hagamos.

Pero también el servicio que Jesús espera de sus discípulos y que modeló magistralmente es un servicio que se ofrece a personas que no lo merecen. Allá en la mesa estaban el discípulo que lo iba a traicionar infamemente, también estaba el discípulo que supuestamente iría hasta la muerte con él, pero que lo iba a negar cobardemente antes de que cantara el gallo; y también estaban los discípulos que tan pronto aprehendieran a Jesús correrían por salvar sus vidas y lo dejarían solo.

Estas flamantes personas estaban a la mesa y Jesús les sirvió lavándoles los pies. El Servicio que Jesús nos modeló es un servicio que va más allá de lo esperado y un servicio que se ofrece hasta al más inesperado.

Jesús les dice dos veces: ¿Ya lo entendieron? Les he enseñado que el que quiera ser el mayor debe ser el que sirva a todos. Y ahora se los he modelado con estas acciones.

El servicio es lo que debe caracterizar a los discípulos de Cristo. Si Cristo, nuestro Señor y maestro, sirvió en estas condiciones y a estas personas, ¿quiénes somos nosotros para pensar que somos llamados a una vida de privilegio en la que exigimos que los demás nos sirvan?

Si Cristo no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos, ¿quiénes somos nosotros para enojarnos cuando no nos sirven como creemos merecer por nuestra posición o por el rango que creemos tener?

Jesús dice, si en verdad lo entienden y en verdad lo practican, serán verdaderamente dichosos, felices, bienaventurados. Como discípulos de Cristo somos llamados a una vida de servicio constante para la gloria de Dios y esto es lo que Jesús nos enseñó modelándolo contundentemente. Puesto que Él vino para servir, nosotros debemos vivir para servir. Pero en este pasaje hay una tercera verdad acerca del servicio que debemos notar que Jesús modelo. Jesús modeló la motivación del servicio.

Dice Juan 13:33-35 »Mis queridos hijos, poco tiempo me queda para estar con ustedes. Me buscarán, y lo que antes les dije a los judíos, ahora se lo digo a ustedes: Adonde yo voy, ustedes no pueden ir. »Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros».

Recordemos que estamos en los últimos momentos de Jesús con sus discípulos previos a su crucifixión. Jesús les dice, a donde yo voy, ustedes no pueden ir. ¿A dónde estaba yendo Jesús? Estaba por ir al monte calvario. Estaba yendo a realizar la muestra más grande de amor que jamás se haya hecho.

Y en ese contexto donde el amor sería modelado en su máxima expresión, Jesús les dice: Tengo un mandamiento nuevo para ustedes, que se amen unos a otros. Todo lo que he hecho y voy a hacer está siendo movido por el amor. Y esto es lo que también debe mover todo lo que ustedes hagan unos hacia los otros.

Un momento. Este no era un mandamiento nuevo, en el sentido de que no se hubiera dado antes. En la ley de Moisés estaba escrito que debían amar a su prójimo como a sí mismos. Incluso Jesús había repetido dichos mandamientos previamente cuando le preguntaron cuál era el más grande mandamiento y el respondió que eran amar a Dios y al prójimo.

Entonces, ¿Por qué dijo Jesús que era nuevo? Esto es lo nuevo: Lo nuevo era la medida para este tipo de amor. Debemos amarnos unos a otros, y el modelo para este amor es el amor de Jesús por nosotros. Lo que debe mover nuestro servicio unos a otros, es el amor que Jesús nos ha tenido primero.

Aquel amor que lo estaba llevando a aquel lugar al cual sus discípulos no podían ir con él. El amor que lo llevó a extender sus brazos y como cordero que es llevado al matadero, entregar su vida en rescate por muchos. Esta medida de amor, este estándar para el amor, no tenía precedente. Este es el amor que Jesús modeló ante nosotros.

Si me pregunto cuánto debo amar a cada uno de ustedes, la norma solía ser que tengo que amarlos como me amo a mí mismo. Ese es un estándar bastante alto, porque la mayoría de nosotros no tenemos ningún problema en amarnos a nosotros mismos. Solíamos ser llamados a amarnos tanto como a nuestras vidas.

Pero Jesús eleva la medida. El nuevo estándar es que estamos llamados a amarnos unos a otros en la medida en que Jesús nos ama. Que debemos servirnos unos a otros, teniendo como impulsor el amor que Jesús nos ha tenido. ¿Cuánto nos ama Jesús? Tanto que dio su vida por nosotros. El nuevo estándar, el nuevo mandamiento, es que nos amemos mutuamente de manera tan radical que estemos dispuestos a dar nuestras vidas el uno por el otro.

Así es como sabemos que estamos amando verdaderamente: ¿estás dispuesto a morir por otro cristiano? Echa un vistazo a tu alrededor hoy. ¿Estaría dispuesto a renunciar a tu vida por el bien de cualquier seguidor de Jesucristo que ves a tu alrededor?

Si muchas veces, ni siquiera estamos dispuestos a renunciar a nuestra comodidad, a ceder el mejor lugar donde el ventilador llega con mayor fuerza o donde no nos da mucho el sol, si ni siquiera estoy dispuesto a dar preferencia a otras personas, cuánto menos estaría dispuesto a dar mi vida.

Pues mis hermanos, como discípulos de Cristo, se nos ha modelado este tipo de amor que impulsa el servicio. Esta es la medida de amor. Jesús nos dice: aménse unos a otros como Yo les he amado. Sirvanse unos a otros, impulsados por el amor que han recibido. Esa es la medida.

¿Nos parece esto difícil? No es difícil hermanos, es imposible en nuestras fuerzas. Pero Cristo Jesús completó su obra de redención, y en virtud de su vida, muerte y resurrección, todas las cosas fueron entregadas debajo de sus pies. Así que los que son de él, han recibido el Espíritu Santo de Dios para que esté con ellos y habite en ellos.

De tal forma que no tenemos que simplemente lamentarnos de lo difíciles que son estas cosas, sino alegrarnos porque el Espíritu Santo da su fruto en nosotros de tal forma que podemos ir creciendo en aquellas cosas que Jesús nos modeló.

Aquella noche, parecida a esta que conmemoramos hoy, Jesús dio a sus discípulos una lección que no olvidaron el resto de sus vidas, sino llegó a ser una característica permanente de todo discípulo de Cristo.

Así que hermanos, como discípulos de Cristo, somos desafiados a confiar en su gracia y somos animados a dar pasos de obediencia y dependencia en él, para también nosotros modelar para la gloria de Dios la verdad del evangelio cada día. Somos llamados a hacer discípulos, modelando la humildad del servicio, la prioridad del servicio y la motivación del servicio para la gloria de Dios. Puesto que Él vino para servir, nosotros debemos vivir para servir.