Jesús: El Verbo
Juan 1
Intro: Yo tengo un hermano y la gente dice que me parezco mucho a él, y hasta me confunden con él. Él es médico y en varias ocasiones personas se acercan a saludarme refiriéndose a mí como doctor y hasta me han pedido una opinión médica.
Hace un tiempo, mi esposa y yo fuimos a tomar un sabroso caldo de pavo en un local en el rumbo de Chuburná y el mesero se me quedó viendo muy sonriente y me saludó diciendo: “Buenas noches, doctor”. Yo respondí amablemente y no lo saqué de su confusión.
Tiempo después, mi esposa y mi hija regresaron a ese mismo establecimiento y el mesero se acercó y le preguntó si ella era la esposa del doctor Madera. Mi esposa le aclaró el punto, y él con alivio dijo: “Con razón cuando llevé a mi esposa a consultar con su cuñado, él aparece con otra familia en la foto que tiene sobre su escritorio”. Su esposo y su hermano parecen gemelos.
Cuando no conoces bien a una persona, puedes confundirlo con alguien semejante o que se le parezca. Para no confundir a una persona con otra que es muy parecida la única manera es conociéndola cercanamente, reconocer sus rasgos característicos que lo hacen único, identificable e inconfundible.
En el plano de nuestra relación con Cristo las cosas no son muy diferentes. Si queremos reconocer o identificar al Cristo revelado en las Escrituras necesitamos conocerlo cercanamente, reconocer sus rasgos característicos, lo que lo hacen único, identificable e inconfundible.
Por eso este mes, en la serie de sermones: “Jesús”, en preparación para la celebración de la Semana Santa, estaremos conociendo más cercanamente quién es Jesucristo a través de diferentes descripciones o imágenes que nos provee el evangelio de Juan que nos ayudarán a conocer a mayor profundidad a nuestro gran Salvador y Rey. Para nunca confundirlo con alguien más y siempre sujetarnos a su señorío.
En la cultura a nuestro alrededor puede haber muchas opiniones acerca de quién es Jesucristo. Incluso, en la época cuando el Señor Jesucristo estuvo en la tierra, la gente tenía distintas opiniones, y ante la pregunta del mismo Jesús, “¿Quién dice la gente que soy yo?” sus discípulos recolectaron varias respuestas, tales como que era Juan el Bautista u otro de los profetas. Pero la respuesta más importante es quién decimos nosotros sus discípulos que es Jesús.
Los de fuera, pueden tener opiniones diversas acerca de Jesús, pero nosotros que decimos conocerlo, debemos cerciorarnos de conocer verdaderamente quién es él.
Y en ese sentido, el evangelio de Juan nos presenta varias imágenes y descripciones que nos permiten ir delineando nuestro concepto acerca de Jesús de Nazaret, para que no lo veamos simplemente como un buen hombre, un buen filósofo, un maestro notable, sino como se nos ha revelado en la Escritura de acuerdo con el testimonio apostólico, como el Rey de reyes y el Señor de señores.
Y la primera descripción que exploraremos y encontramos en el evangelio de Juan será la de Jesucristo como el Verbo o la Palabra: Jesucristo es el Verbo de Dios o la Palabra de Dios. Para eso miraremos el primer capítulo del evangelio de Juan.
En estos versículos del primero capítulo de Juan abordaremos esta descripción de Jesucristo como el Verbo o la Palabra y notaremos cómo nos indica que Jesús es una persona con dos naturalezas. Él es verdadero Dios y verdadero hombre.
Este es un gran misterio revelado en la Escritura y que es fundamental para nuestra fe cristiana. Jesús no sólo es Dios, sino también es un verdadero ser humano. No hay nadie más como él.
Así que primero consideraremos LA IDENTIDAD DIVINA DE JESUCRISTO. Jesucristo es Dios.
Dice San Juan 1:1-3. En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir.
Lo primero que tenemos que entender es el trasfondo de la palabra que aquí se traduce como “Verbo” o “Palabra” en otras traducciones. También se puede leer entonces, En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.
¿Cómo es que Juan escoge este término para referirse a Jesucristo?
El término que usa era muy conocido en su época en el mundo greco-romano. Ese término es “Logos” y que se traduce como Palabra. En el sentido con que usaban en la filosofía griega pagana ese término, era para referirse a una fuerza abstracta impersonal que trajo orden y armonía al universo. Los griegos contemporáneos de Juan estaban familiarizados con el término entonces, pensaban que el logos, o sea la Palabra o el Verbo, era esta fuerza impersonal que traía orden a todo.
Pero Juan muestra en su evangelio quién es el verdadero logos, quién es el que en verdad trae orden y armonía al universo. Y aunque usa un término conocido por su audiencia, le da el sentido y trasfondo del Antiguo Testamento judío.
En todo el Antiguo Testamento se habla de la Palabra. Por ejemplo, el Salmo 33:4-9 dice, La palabra del SEÑOR es justa; fieles son todas sus obras. El SEÑOR ama la justicia y el derecho; llena está la tierra de su gran amor. Por la palabra del SEÑOR fueron hechos los cielos y por el soplo de su boca, todo lo que en ellos hay. Él recoge en cántaros las aguas del mar
y junta en depósitos las profundidades del océano. Que toda la tierra tema al SEÑOR; que lo honren todos los pueblos del mundo; porque él habló, todo fue hecho; dio una orden y todo quedó firme.
Así como este salmo, muchas porciones del Antiguo Testamento, establecen que la Palabra de Dios es creadora, hace que las cosas sucedan y gobierna el universo.
Juan, entonces, en su evangelio, al usar el término “logos” o Verbo o palabra, está corrigiendo a su audiencia griega en su falsa perspectiva de quién es la Palabra, para aclararles que el Verbo, la Palabra de quién dependen todas las cosas es precisamente, Jesucristo.
Y así comienza su evangelio, refiriéndose a Jesucristo como el Verbo o la Palabra y de esta manera, muestra que Jesucristo es Dios declarando que ya existía antes de que el mundo fuese.
Con la frase: “En el principio ya existía el Verbo” está haciendo referencia al libro de Génesis, el primer libro de la Biblia, y a la primera frase de la Biblia donde dice: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”.
Juan dice que en ese principio de todo el universo, Jesucristo ya existía y que estaba con Dios, y es más, que era Dios. Jesucristo es Dios, aquí declarado con todas sus letras.
La divinidad de Jesucristo es fundamental en el cristianismo. El hecho de que Jesús sea Dios, nos da una perspectiva muy diferente de él que la que pudiera tener cualquier persona. Si él es Dios, entonces, sus enseñanzas y mandamientos no son opcionales o sugerencias, sino son Palabras que deben ser obedecidas. Si él es Dios, entonces, tiene toda la autoridad sobre nuestras vidas. Y no podemos tomarlo a la ligera. Su divinidad tiene implicaciones muy importantes para nuestras vidas.
Pero Juan sigue diciendo que el Verbo es Dios no sólo haciendo alusión a su prexistencia, sino también afirmando que él creó todas las cosas: Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir.
Este Verbo, este logos, esta Palabra, que se puede distinguir del Padre, que estaba con el Padre, es creador. Génesis 1:1 dice que en el Principio Dios creó los cielos y la tierra, atribuyendo a Dios toda la obra de creación. Pero ahora Juan 1 nos dice que por medio de Jesucristo fue creado todo y que nada existiría si no fuera por él. Esta es una declaración tremenda acerca del Verbo. En pocas palabras, Jesucristo es Dios porque creó todas las cosas.
Su preexistencia, su obra de creación lo avalan, lo identifican como Dios, pero también Juan dice algo más en los versículos 4 y 5 que afirman la divinidad de Jesucristo: En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla.
Según la enseñanza de toda la Escritura ¿Quién es la fuente de la vida? ¿En quién está la vida sino sólo en Dios?
Como afirma Nehemías 9:6, ¡Solo tú eres el SEÑOR! Tú has hecho los cielos, los cielos de los cielos y todo lo que hay en ellos. Tú hiciste la tierra y el mar con todo lo que en ellos hay. Tú das vida a todo lo creado. ¡Por eso te adora todo lo que hay en los cielos!
Como vemos, solo Dios es la fuente de vida para todo lo creado. Entonces, cuando Juan afirma que en el verbo estaba la vida, es otra manera de recalcar la identidad divina de Jesucristo.
Que no nos quepa duda, en la Escritura, Jesucristo es presentado como Dios y en estos versículos queda recalcado por su preexistencia, su obra creadora y por ser fuente de la vida de todas las cosas. No nos confundamos Jesucristo es verdadero Dios. Así que una marca de la enseñanza ortodoxa cristiana es afirmar la divinidad de Jesucristo. ¿Quién es Jesús? Jesús es Dios.
Ahora bien, este mismo capítulo de la Biblia nos aclara algo muy importante acerca de Jesucristo. Él no sólo es verdadero Dios sino también es verdadero hombre. Consideremos ahora la IDENTIDAD HUMANA DE JESUCRISTO.
Dice Juan en el capítulo 1 acerca de aquella Palabra eterna, creadora y dadora de vida, lo siguiente en el versículo 14: Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
¡El Verbo se hizo hombre! Esto es impresionante pues nos acaba de demostrar que Jesucristo es Dios y ahora nos revela el gran misterio de la encarnación. Aquel verbo prexistente, creador y dador de vida se hizo humano.
¡Cómo es posible que el Creador eterno, de quién depende toda vida, se haya vuelto un frágil y vulnerable ser humano! Pues esta es la realidad de la humanidad de Cristo. Sin duda algo que no alcanzamos a entender en toda su profundidad, pero es también una enseñanza fundamental del cristianismo. Jesús no sólo es verdadero Dios, sino también es verdadero hombre.
Lo más maravilloso es que este Verbo eterno que se hizo hombre habitó entre nosotros. No vino de visita, sino hizo su habitación entre nosotros los seres humanos.
Una traducción literal sería, puso su tienda o tabernáculo entre nosotros. Una clara alusión al tabernáculo, que era una especie de tienda portátil que representaba la presencia de Dios con su pueblo cuando estaban yendo a la tierra prometida. Así como Dios en el AT puso su tabernáculo o su habitación con su pueblo, ahora Juan explica que Jesucristo, El verbo que se hizo hombre, puso su habitación con nosotros.
No es casualidad que los profetas llamaran al Mesías, “Emanuel”, Dios con nosotros, porque el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Y al caminar y vivir en esta tierra fueron notorias tres cosas: Su gloria, su gracia y su verdad. Jesucristo es verdadero hombre, lleno de gloria, gracia y verdad.
Estas son realmente buenas noticias. El Verbo se hizo carne. La segunda persona de la trinidad, el Hijo, tomó para sí una naturaleza humana. Y en realidad, pudo haber escogido encarnarse para ser el juez y el brazo ejecutor de la justa ira de Dios.
Si ese hubiera sido el caso, justamente todos hubiéramos sido hallados culpables delante de él y sentenciados al castigo eterno. Pero no se hizo carne de esa manera para condenar al mundo, sino para que el mundo fuese salvo por medio de él. El verbo, el hijo, aquel que es Dios, se hizo carne para revelar la gloria divina que está llena de “gracia y de verdad”.
De lo que estaba lleno el verbo, el hijo, la luz, la vida, era precisamente, de gracia y de verdad. Esto era lo que rebozaba de su interior…gracia y verdad.
Por eso, el evangelio rebosa de la gracia de Dios. Son las buenas noticias de la gracia de Dios en Jesucristo. El verbo se hizo carne para traer la realidad de la gracia de Dios a nosotros. La palabra encarnó lleno de la gracia. Esa gracia lo llevó directo a la cruz. Se hizo carne para morir.
Tenía que ser un verdadero humano para que su sacrificio fuera realmente sustitutivo. La cruz es donde la plenitud de la gracia se muestra con mayor claridad. Lo que llenaba al hijo cuando se encarnó era la gracia de Dios.
Juan sigue diciendo en el versículo 16 del capítulo 1: Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia.
Todos hemos recibido algo de la plenitud del verbo encarnado. Todos hemos recibido algo de lo que lo llenaba al encarnarse. ¿Qué es eso que hemos recibido? GRACIA.
Hemos recibido amor inmenso, inmensurable; bendición indescriptible totalmente inmerecida. Hemos recibido en Jesucristo aquello que rebozaba de su interior hacia afuera…Su gracia.
Pero Juan nos aclara algo más. Esa gracia que recibimos de Su plenitud, es gracia sobre gracia. ¿A qué se refiere?
En el siguiente versículo, Juan 1:17 nos lo aclara: Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo.
Juan menciona a Moisés y su mediación para traernos la ley de Dios. Esa es la primera gracia. Algunos pensamos que la ley de Dios y la gracia se contraponen, pero no es la enseñanza de la Biblia. La ley fue traída como una muestra de la gracia de Dios. Sin merecerlo, nos dio sus estatutos para que vivamos bien, para que gocemos de paz y bendición. La ley fue traída por gracia.
Pero el problema está en que somos pecadores. Y en vez de usar la ley para deleitarnos en ella y en Dios, la comenzamos a usar como medio para “merecer” o “comprar” el favor de Dios. Empezamos a usar la ley de Dios para condenar al prójimo, para autojustificarnos y ser inmisericordes con los demás. La ley en manos de corazones pecaminosos se vuelve un arma de condenación y autojusticia, en vez de las buenas noticias que debieron ser.
Moisés trajo la primera gracia, la ley. Pero Juan nos aclara, sobre esa gracia, Dios nos trajo en el verbo encarnado, nos trajo la plenitud de su gracia. Nos trajo “gracia sobre gracia”, y agrega: la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo.
Jesucristo es buenas noticias de la gracia de Dios. Jesucristo es gracia sobre gracia. Esa gracia que busca y transforma. Esa gracia que convierte a pecadores condenados en hijos de Dios que vivirán para siempre. Esa gracia que toma a los esclavos del pecado y rompe sus cadenas para que adoren libremente al Dios eterno. Esa gracia que convierte matrimonios divididos en matrimonios florecientes. Esa gracia que reconcilia a los enemigos para llegar a ser hermanos para siempre. Este es Jesucristo, la plenitud de la gracia de Dios.
Lo que nos separa de Dios es el pecado que entró a la humanidad cuando el primer hombre y representante de toda la humanidad cayó en pecado y con él todos caímos. Por lo tanto, tenía que ser otro hombre que viviera perfectamente en obediencia a Dios, reflejando la gloria, gracia y verdad de Dios y se ofreciera como un sacrificio sustitutivo por nuestro pecado, el que pudiera ser nuestro redentor.
Y fue precisamente el Verbo que se hizo hombre y habitó entre nosotros.
Conozcamos, entonces, al inconfundible Jesucristo que es verdadero Dios y verdadero hombre. Una sola persona con dos naturalezas.
Al estar cara a cara con esta verdad acerca de Jesucristo no puede uno ser indiferente. De hecho el pasaje nos confronta con esta realidad. En los versículos 11-13 nos dice:
Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.
Ante la venida del Verbo divino hecho hombre sólo hay dos reacciones: Una es rechazarlo en incredulidad y otra es rendirte a él con fe, creer en él.
Vino a lo suyo, y hubo quienes no creen en él Pero hay otros que responden a él con fe. Estos son llamados Hijos de Dios, quienes son lo que son, no por voluntad personal, sino por la voluntad de Dios. Y esto de ser hijo de Dios no es algo que se merece, se logra con esfuerzo, o se compra. Sino es una obra de la gracia de Dios en Jesucristo.
No es del que lo logra por esfuerzo o por empeño, o por obras personales, sino este nacimiento como hijo de Dios es por la pura decisión y voluntad de Dios. Una decisión de gracia divina en tu vida y en mi vida.
¿En qué grupo estás? ¿Estás entre los que rechazan? ¿O estás entre los que creen? Tenemos que tener una respuesta. No se puede ser indiferente.
Hoy hay buenas noticias porque si estás entre los que lo han rechazado, hoy hay oportunidad para el arrepentimiento y el cambio de rumbo o grupo. El está lleno de gracia y de verdad. No tienes que seguir rechazando. El es verdadero Dios, es verdadero hombre y puedes arrepentirte y creer en él.
Hoy hay buenas noticias, también, si estás entre los que creen porque dice que crees porque por su gracia te dio el privilegio de ser llamado hijo de Dios. Eres hijo, no eres huérfano. Has visto la gloria del unigénito hijo de Dios. Has recibido la vida. Has recibido la luz. Has conocido al Dios hecho hombre que verdaderamente pone orden y armonía a todo el universo.
El verbo divino se hizo carne y vimos su gloria, lleno de gracia y de verdad. Esta es la realidad que pueden experimentar los que conocen a Jesucristo. Si estás en Jesús, sigue disfrutando de la gracia de Dios que te impulsa a vivir para su gloria para siempre.