Iglesia Fiel: Sirve con orden
Imagina que un amigo te invita a su casa para que conozcas a su familia. Estando en la mesa uno de los hermanos de tu amigo empieza a discutir con su papá, de una manera grosera, sin importar que haya extraños en la mesa.
Luego, su hermana, al terminar su comida, sin decir nada a nadie, simplemente se levanta de la mesa y se retira, dejando su plato sucio sobre la mesa.
El sobrinito de tu amigo, ha estado corriendo alrededor de la mesa y cada vez que pasa junto a ti te pica el brazo con su dedo y aunque ha repetido esto como diez veces, nadie le dice nada.
Cuando ya no puedes creer que pueda pasar algo más, el gato se sube a la mesa y empieza a oler la comida que está en el centro y nadie lo baja ni le dice nada.
Tu quieres despertar de esta pesadilla, pero parece que no es un sueño, sino es una realidad. ¿Cuál sería tu impresión de la familia de tu amigo?
Por supuesto, que es un caos…que es un desorden. Las familias necesitan orden en sus relaciones y acciones, y las estructuras de autoridad deben estar claras y ordenadas en su actuar para que todo funcione bien.
En la familia y cualquier otra esfera, el orden es algo indispensable. Y por lo mismo, en la vida de la iglesia, de la comunidad de discípulos, el orden tampoco puede faltar.
Este mes hemos estado explorando las características de una iglesia fiel, para que no sólo aspiremos a ser una comunidad fiel de discípulos del Señor, sino sobre todo para que conociendo cómo espera nuestro Dios que seamos, seamos intencionales en dar pasos decididos en esa dirección.
Basándonos en las epístolas pastorales del apóstol Pablo a Timoteo, hemos dicho que la iglesia fiel enseña con pureza el evangelio, practica con constancia los medios de gracia, impulsa y capacita un liderazgo piadoso y hoy cerramos nuestra serie, considerando que una iglesia fiel sirve con orden al Señor.
Una iglesia fiel no puede ser como la familia de pesadilla de tu amigo. Una iglesia fiel debe aspirar a mostrar orden en todas sus relaciones, acciones y en el actuar de sus autoridades. La iglesia es una comunidad de discípulos y ser discípulos implica seguir el orden establecido por Cristo. La iglesia muestra la belleza de Cristo sirviendo ordenadamente en todas sus áreas y aspectos.
En las epístolas a Timoteo, el apóstol Pablo está guiando a este joven pastor que había dejado como encargado de la iglesia en Asia menor. Con todas sus indicaciones está dando herramientas a Timoteo para que vaya ordenando varios aspectos de la vida de la comunidad de discípulos.
En particular, al llegar al capítulo 5 de la primera epístola, encontramos varias instrucciones que tienen la intención de poner orden en las relaciones, en el ejercicio de la misericordia por parte de la iglesia y en el desempeño del liderazgo dentro de la iglesia.
Entonces, este día seguiremos este pasaje para subrayar aspectos de ese orden con el que debemos servir al Señor como iglesia fiel de Cristo. Aunque entre nosotros y la iglesia local en la que ministraba Timoteo hay una gran distancia en términos de cultura y circunstancias, no obstante, estos principios de la palabra del Señor siguen siendo pertinentes para que nosotros aprendamos a ser una iglesia fiel que sirve con orden al Señor.
Veremos, entonces, tres aspectos donde el orden santo de Cristo debe mostrarse en el ser y actuar de la iglesia fiel.
Primero, hablemos del orden en las relaciones.
1 Timoteo 5:1-2 dice: No reprendas con dureza al anciano, sino aconséjalo como si fuera tu padre. Trata a los jóvenes como a hermanos; 2 a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza.
Aquí vemos que la iglesia está compuesta por varios grupos de personas y que Timoteo debía aprender a relacionarse ordenada y santamente con cada uno de ellos.
Hay personas mayores que uno, hay personas menores que uno. Hay personas del sexo opuesto a uno. Hay personas del mismo sexo que uno. En fin, hay una gran variedad de posibilidades. Pero no importa de quién se trate, no podemos relacionarnos con ellos como se nos antoje, sino que hay un orden específico para cada relación.
A los que son ancianos, (y aquí no se está refiriendo a los oficiales, sino a personas mayores que uno) hay que mostrarles respeto. El orden en la relación con alguien mayor que uno es que lo tratemos con respeto. Aunque tengamos algún señalamiento de corrección para decirle, debemos hacerlo con respeto como si fuera tu padre o tu madre.
En la comunidad de los discípulos debemos mostrar respeto por los que son mayores que nosotros. Esta lección tristemente se ha estado perdiendo en nuestra sociedad contemporánea. Es muy raro hoy día el joven que sea intencional en dar un trato marcadamente respetuoso a los mayores que él y sobre todo, el reconocimiento de que la experiencia de una persona mayor a nosotros es muy valiosa y algo que debemos tomar en cuenta.
A Timoteo le dicen que trate a los mayores que él como a Padres o madres. Pero no queda ahí la cosa, también en el orden en las relaciones, debemos tratar a los menores que nosotros como hermanos o hermanas. Estas imágenes de familia nos ayudan a entender el tipo de consideración, respeto y amor que deben caracterizar nuestras relaciones con los más jóvenes que nosotros. Y el apóstol remarca que esas relaciones deben estar caracterizadas por la pureza: pureza en las motivaciones y acciones.
Cuando nos acerquemos a una persona de nuestra edad o menor, tengamos en cuenta que nos estamos acercando a un hermano o una hermana, y el trato que daría a mis hermanos de sangre, así debo referirme y tratar a mis hermanos en Cristo.
Cuantos problemas nos ahorraríamos en nuestras iglesias si aplicáramos con fidelidad estas pautas. No hay nada como las relaciones puras y respetuosas en una comunidad. Se hace una realidad lo que dice el Salmo 133:1, Mirad cuán bueno y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía.
Hermanos, una iglesia fiel lucha por servir con el orden que Cristo ha puesto en las relaciones entre nosotros. Evaluemos nuestras motivaciones, actitudes y acciones hacia nuestros hermanos y vivamos intencionalmente relaciones cristocéntricas que glorifiquen a Dios.
La iglesia fiel sirve al Señor con orden en sus relaciones. Pero hay un segundo aspecto importante en este pasaje. Hablemos del orden en la Misericordia.
1 Timoteo 5:3-4 dice: Reconoce debidamente a las viudas que de veras están desamparadas. 4 Pero si una viuda tiene hijos o nietos, que estos aprendan primero a poner en práctica su religión, cumpliendo sus obligaciones con su propia familia y correspondan así a sus padres y abuelos, porque eso agrada a Dios.
El apóstol cambia del orden en las relaciones al orden en la forma en que la iglesia ejerce la misericordia.
La iglesia de Éfeso estaba llena de buenas intenciones y con gozo estaba atendiendo las necesidades, en particular de las viudas. Pero al no ser sabios y cuidadosos con sus decisiones estaban provocando involuntariamente situaciones que era necesario corregir. Tal parece que tenían una lista de las mujeres a las que atendían en sus necesidades de sustento, y el requisito en automático para estar en esa lista era que su esposo hubiera fallecido.
Sabemos que las viudas en los tiempos bíblicos eran uno de los grupos de personas más desprotegidas de la sociedad. De hecho, en la Biblia casi se usa como un sinónimo de la palabra necesitados, la frase: “las viudas y los huérfanos”. Las viudas representan a las personas en una situación muy vulnerable.
Por eso es interesante notar que el apóstol da la indicación de que se honre (es decir, se apoye, se supla sus necesidades) a las que son viudas en verdad o en verdad están desamparadas. No por el simple hecho de haber perdido a su esposo, automáticamente debía entrar a la lista de las viudas a quiénes la iglesia suplía sus necesidades.
Para estar en la lista debían tener otras condiciones a parte de haber perdido a su esposo. Entre otras cosas, que estuvieran totalmente desamparadas e imposibilitadas de sostenerse a sí mismas. Básicamente, el principio de sabiduría es que no todas las personas tienen la misma necesidad, aunque estén en condiciones similares. Debemos, por lo tanto, de entrada, ser cuidadosos al momento de decidir a quién ayudar, y mucho más, en el cómo ayudar.
Las personas somos muy rápidas en usar la palabra necesidad cuando hablamos de nuestras vidas. La palabra necesidad ha sido muy tergiversada en nuestras mentes. Por eso, necesitamos mucha sabiduría para determinar quién tiene necesidad y si lo que se alega como necesidad, en verdad lo es.
No hay otra manera de hacer esto, más que conociendo a las personas e interesándonos por ellas. Sólo así podremos tener suficiente información para poder determinar si hay o no una necesidad que debamos suplir con los recursos que Dios ha dado con ese fin.
A veces, la persona misma no se da cuenta de cuál es su verdadera necesidad. A veces, no es dinero lo que necesita, sino asesoría para organizarse mejor y afrontar sus desafíos con sabiduría. O bien, necesita ánimo y alguien con quien hablar de su situación.
Los recursos económicos son instrumentales para suplir necesidades, pero no todas las necesidades se suplen con dinero. Por eso, la relación con las personas que queremos apoyar es importante en todo este proceso.
Pero hay algo más también a considerar en el orden en la misericordia.
La iglesia de Éfeso, con su buen y generoso corazón, comenzó a suplir las necesidades de todas las viudas de la comunidad. Sin tomar en cuenta otras consideraciones, sólo por haber perdido a su esposo, eran incluidas en la lista de los necesitados y recibían su sustento de los recursos que Dios proveía a través de su iglesia. Ahora bien, el apóstol quiere matizar este asunto con esta indicación.
Algo importante a considerar era saber si la persona estaba totalmente desamparada o tenía hijos o nietos. En tal caso, había personas responsables de velar por estas mujeres, antes que la iglesia misma. La iglesia no debía usurpar la responsabilidad que le correspondía a los familiares directos de la persona en necesidad. Más aún, si esos familiares eran parte de la comunidad cristiana.
De hecho, el cumplir la responsabilidad hacia los necesitados de mi propia familia es una señal de tener una verdadera fe en Cristo Jesús. Pues, como dice 1 Timoteo 5:8, El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.
Pablo dice que es responsabilidad de esos hijos o esos nietos hacerse cargo de suplir sus necesidades porque esto es una práctica piadosa y es la manera en la que honran a sus padres, mandamiento muy importante en la ley. El apóstol recalca la importancia de asumir esta responsabilidad por parte de los familiares diciendo que esto, es algo “bueno y agradable delante de Dios”. Es decir, esta es la voluntad de Dios y lo que lo glorifica.
Entonces, debemos cerciorarnos de no estar usurpando la responsabilidad de alguien más al suplir necesidades. Hacerlo sería entorpecer el orden con que Dios ha colocado todo.
Los cónyuges, hijos, nietos, hermanos deben asumir su responsabilidad. Esto no sólo beneficia a la persona en necesidad, sino también a los responsables mismos, porque estarán haciendo lo que es bueno y agradable delante de Dios.
Nuestro papel, entonces, en algunos casos será no usurpar esa responsabilidad, sino exhortar, guiar e incluso apoyar a la persona responsable para que cumpla lo que Dios pide de ella o él.
La pregunta siempre será en estos casos, ¿Cuál es la manera de suplir esta necesidad sin usurpar la responsabilidad de alguien? ¿Hasta dónde termina nuestro accionar y dónde empieza el de los responsables de atender esta necesidad? Preguntas que no siempre son fáciles de contestar con sabiduría.
Las buenas intenciones de suplir necesidades si no se llevan a cabo con orden y sabiduría, pueden perjudicar más de lo que ayudan. Por eso, al momento de decidir, no podemos ni debemos pasar por alto las particularidades de cada caso.
No puedes poner en la misma casilla a una persona sana y fuerte y a un anciano solo y enfermo. No puedes poner a una mujer soltera joven en la misma casilla con una mujer con hijos, que ha sido abandonada. El punto es que cada caso tiene particularidades que tienen que ser tomadas en cuenta cuando estamos ante una decisión de la práctica de la misericordia con el orden que Dios ha establecido en su iglesia.
La iglesia fiel sirve con orden en las relaciones y la misericordia, pero hay un tercer aspecto importante y este es el
Orden en el liderazgo.
1 Timoteo 5:17-20 dice: Los líderes que dirigen bien los asuntos de la iglesia son dignos de doble honor, especialmente los que dedican sus esfuerzos a la predicación y a la enseñanza. Pues la Escritura dice: «No pongas bozal al buey mientras esté sacando el grano» y «El trabajador tiene derecho a su salario». No admitas ninguna acusación contra un líder de la iglesia, a no ser que esté respaldada por dos o tres testigos. A los que pecan, repréndelos en público para que sirva de escarmiento.
Un aspecto muy importante y crucial en el servicio cristiano es la calidad y piedad de los líderes, es decir, de aquellas personas que Dios ha puesto para cuidar, dirigir y enseñar al pueblo del Señor. Un liderazgo que se desarrolla en orden es un servicio muy valioso para la iglesia.
Es tan valioso que Pablo le indica a Timoteo que los ancianos que sirven bien a la iglesia y son de gran bendición para la misma, pueden recibir de parte de la iglesia su sustento para que puedan dedicarse completamente a esa labor, sin tener que hacer otra actividad para sostener a sus familias.
Pablo provee como sustento para esta idea de que la iglesia sostenga a aquellos que la bendicen con su labor enfocada y eficaz, usando una cita de la ley de Moisés, referente al proceso de trillar o sacar el grano del trigo, en la que prohíbe poner un bozal a los bueyes que estaban trabajando en este proceso, pues cuando el buey estaba empujando el molino, podía comer de aquello que caía y que era fruto de su esfuerzo. (Aunque nos parezca un poco curiosa la comparación de los bueyes con los ancianos).
También se menciona una frase de Jesús en el evangelio de Lucas donde dijo que “el obrero es digno de su salario”.
En fin, en el orden de Dios, los líderes que hacen su trabajo bien, pueden recibir honor especial de parte de la iglesia. Incluso, al momento de una acusación de no estar haciendo algo bien, dicha acusación debe ser sustentada sólidamente con dos o tres testigos.
Pero tengamos cuidado de entender las cosas bien. En el orden de Cristo para su iglesia, los ancianos o líderes pueden tener ciertas bendiciones especiales sea en términos de honor, respeto, consideración o salario, pero no pensemos que los líderes son intocables, incuestionables o que no deben rendir cuentas claras y transparentes.
El orden en la balanza de las cosas debe estar muy presente, pues cuando alguien tiene mayor influencia, tiene a su vez mayor responsabilidad. Por eso, vemos que cuando un líder o anciano está actuando mal o persiste en ser necio en pecados ante la iglesia, la instrucción es que, dado su posición e influencia pública, así también de pública debe ser su corrección y represión.
Ese es el costo del liderazgo. A mayor influencia mayor responsabilidad. Así como para juzgar a un líder se requieren dos o tres testigos, en contra peso, cuando el líder está siendo necio su escarmiento es más severo por la posición que requiere.
Por algo Santiago exhorta en su epístola que no estemos desesperados por ocupar posiciones de enseñanza por los privilegios percibidos en ella, pues los que enseñan recibirán mayor condenación en caso de hacer mal las cosas.
Una iglesia fiel será cuidadosa y ordenada en su liderazgo. Esta es una de las bendiciones que presente el presbiterianismo, todos los líderes y ancianos deben estar bajo la autoridad, supervisión y evaluación de alguien más. Así como nosotros los pastores, tenemos la bendición de poder dedicarnos al servicio de la iglesia porque la iglesia nos sostiene a través del salario que nos provee, también tenemos la bendición de estar bajo autoridad y supervisión de un cuerpo superior que es el Presbiterio.
Es una gran bendición el orden que puede haber en la iglesia cuando los líderes no son emperadores o reyes, sino hay un sistema de contrapesos que proveen bendiciones y también mantienen las responsabilidades y la rendición de cuentas constantes.
Así como podemos honrar con gozo a nuestros líderes, también podemos saber y debemos saber, que ningún líder es intocable. Sino por el bien y orden de la iglesia, todos estamos sujetos a orden, supervisión, rendición de cuentas y transparencia. La iglesia fiel mantiene un liderazgo que muestra orden en su servicio y acción.
Este orden en el liderazgo debe mostrarse también en cómo se ejerce en el día a día y en la elección de las personas a quienes confiamos esas posiciones.
Pablo agrega en1 Timoteo 5:21-22, Te insto delante de Dios, de Cristo Jesús y de los elegidos ángeles a que sigas estas instrucciones sin dejarte llevar por prejuicios ni favoritismos. No te apresures a imponerle las manos a nadie, no sea que te hagas cómplice de pecados ajenos. Consérvate puro.
Llama la atención los testigos a los que apela el apóstol para dar esta instrucción sobre el liderazgo. Dice que estas palabras las pronuncia delante de Dios, de Cristo Jesús y de las huestes celestiales de ángeles. Es decir, ante el mismísimo trono y corte celestial. Son palabras de solemne gravedad y seriedad.
Y la instrucción es que todo esto que acaba de decir del liderazgo y demás medidas de orden, se deben ejecutar sin prejuicios ni favoritismos. El orden en la iglesia debe llevarnos a manejarnos sin compadrazgos ni prebendas, ni parcialidades, sino con toda justicia, rectitud y temor del Señor. No debemos dar un trato a uno, y a otro, un trato distinto en igualdad de circunstancias.
Cosas como la afinidad, el estatus económico, los favores recibidos o cualquier otro criterio humano, no deben tener parte en el análisis, evaluación y contra peso en el liderazgo. Somos llamados solemnemente a ejercer un liderazgo imparcial y sin prejuicios.
Además, como iglesia fiel debemos tener sumo cuidado a quien ponemos en esas posiciones de liderazgo. La imposición de manos que es el sello de la delegación de autoridad no debe ser algo que tomemos a la ligera. Si lo hacemos así, corremos el riesgo de estar poniendo a alguien que lo único que hará es traer perjuicio y pecado a la iglesia del Señor, y nosotros al haberlo colocado a sabiendas de ello, nos estamos haciendo cómplices de sus pecados.
El mes pasado dedicamos mucho tiempo en hablar de las cualidades de los oficiales de la iglesia. Recordemos que no están de relleno en la Biblia, sino deben ser criterios reales para nosotros al momento de estar ante esa decisión de imponer las manos a algún nuevo líder u oficial de la iglesia.
Pablo termina esa instrucción con un “Consérvate puro”. Ese es un llamado para todos. Cuidemos nuestros corazones de corromperse con motivaciones y acciones ajenas al evangelio. Que nada nos desvíe. Que la codicia de poder, la avaricia de ganancias, la soberbia o el orgullo nunca manchen la pureza con la que debemos ejercer y actuar en el liderazgo de la iglesia. Consérvate puro en tus motivaciones y acciones.
Anhelamos ser una comunidad que glorifique a Dios guiando a las personas a una relación creciente con Cristo. Queremos ser una iglesia fiel. Este mes hemos, sencillamente, descrito algunos de sus rasgos encontrados en las epístolas a Timoteo. Por supuesto, que no ha sido algo exhaustivo.
Una iglesia fiel enseña con pureza el evangelio, practica con constancia los medios de gracia, desarrolla e impulsa un liderazgo piadoso y sirve con orden al Señor.
Sigamos estudiando la Escritura para entender qué quiere el Señor de su iglesia, pero que no se quede en meras ideas, sino que se vuelva pensamiento, actitud, palabra y acción cotidiana de tal forma que seamos una comunidad de discípulos que vive por y para Cristo en este mundo para la gloria de Dios.