Cuando recién nos hicimos novios Delia y yo, hace más de 32 años, me vi en serios aprietos. Aunque usted no lo crea, yo era bastante introvertido y tímido, y mi problema era que la plática no me salía con mucha facilidad.
Recuerdo que, al mero principio, comencé a emplear una técnica para no quedarme sin tema de conversación cuando hablaba por teléfono con Delia.
Comencé a hacer una lista escrita de temas o asuntos para conversar con ella. Así que tomaba el teléfono y a mi lado tenía mi bosquejo e iba abordando punto por punto y palomeando lo que se iba cubriendo durante la conversación. ¡Qué bueno que no había videollamadas en ese entonces, si no, me hubieran descubierto!
Por supuesto, después de un tiempo muy breve, la lista fue innecesaria porque al conocernos más y crecer en confianza, la comunicación fluía ya por banda ancha.
¿Qué pensarían de mi matrimonio si después de casi 32 años de casados todavía yo tuviera que hacer mi “listita” de temas para no quedarme sin conversación con mi esposa? Por supuesto, algo estaría radicalmente mal en nuestra relación ¿no creen? Doy gracias a Dios que, al haber crecido en comunión, la comunicación fluye ampliamente y no hay necesidad de técnicas especiales para recordar qué debo hablar con mi esposa.
La buena y fluida comunicación nutre una relación y la mejoría en la calidad y confianza de la relación nutre a su vez la comunicación entre las personas. Pero esto, no sólo es verdad en nuestras relaciones horizontales sino también en nuestra relación con Dios.
La calidad de nuestra comunicación con Dios es un reflejo de la calidad de nuestra relación con Dios. Y nuestra relación con Dios nutre nuestra comunicación con él.
Y es que Dios nos ha dado medios para que nuestra comunión y relación con él sea nutrida de manera constante y a estos canales de crecimiento y comunión con Dios se les llama los medios de gracia.
Los medios de gracia son estos canales por medio de los cuales tenemos la oportunidad de experimentar comunión con el Señor que nos hace crecer y fortalecernos en la fe y gracia de nuestro Señor Jesucristo. Entre los medios de gracia encontramos el estudio y obediencia a la Escritura, la práctica fiel de los sacramentos, la comunión con otros creyentes en Cristo y por supuesto, la oración.
Los medios de gracia son canales de crecimiento para nuestras vidas, pero requieren que la iglesia sea constante y fiel en ellos para poder ser fortalecida y bendecida a través de ellos.
Este mes en nuestra serie “Iglesia Fiel” estamos derivando algunas enseñanzas basadas en las epístolas pastorales del apóstol pablo a Timoteo para seguir comprendiendo y aplicando esas verdades que debemos buscar para ser una iglesia como Cristo quiere que seamos. Para ser una iglesia que haga discípulos y estos experimente crecimiento en sus vidas.
Queremos ser una iglesia fiel a lo que el Señor muestra en la Escritura que debemos ser como discípulos de Cristo. La semana pasada decíamos que una iglesia fiel enseña con pureza el evangelio. Y hoy basándonos en 1 Timoteo 2, decimos que una iglesia fiel practica con constancia los medios de gracia.
Aunque nuestro pasaje se estará enfocando sólo en el medio de gracia que es la oración, lo que diremos, de manera general aplica a los otros medios de gracia, en el sentido de que la iglesia fiel debe ser constante en todos ellos, y en especial, según nuestro pasaje, en la oración. La iglesia fiel practica con constancia los medios de gracia, aquí representados por la oración.
Para reflexionar sobre esta característica de la iglesia fiel vamos a considerar un pasaje tomado de la epístola paulina pastoral a Timoteo. Prepara tu Biblia en 1 Timoteo 2:1-10.
Las epístolas a Timoteo nos dejan ver el cuidado pastoral que es necesario para el rebaño del Señor. Pablo da grandes enseñanzas a este joven pastor, llamado Timoteo, que había dejado encargado de la iglesia en Asia Menor. A través de sus enseñanzas y consejos pastorales podemos ir comprendiendo lo que es importante para las iglesias en su funcionamiento, características y prácticas.
Por eso, este día, consideraremos cinco verdades acerca de la oración, como medio de gracia en una iglesia local. Para que prestemos mucha atención en la vida diaria a este aspecto que no debe faltar ni flaquear en una iglesia fiel del Señor Jesucristo.
Porque una iglesia fiel practica con constancia los medios de gracia.
Abordaremos 5 verdades respecto a la prioridad de la oración. La variedad de la oración, el enfoque de la oración, el mediador de la oración y el respaldo de la oración.
Primero, abordemos la Prioridad de la oración.
Dice 1 Timoteo 2:1 Exhorto, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias…
El apóstol comienza este capítulo externando una exhortación, pero notemos el énfasis con el que califica esta exhortación. Él dice, “ante todo”. Es decir, antes de cualquier otra cosa, antes de pasar a otro asunto, antes de darle vuelta a la página, es importante y prioritario obedecer esta exhortación.
Y ¿Cuál es la exhortación que es prioridad para los creyentes en Cristo? Ante todo, somos exhortados a hacer rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias. Es decir, la oración tiene prioridad para los discípulos de Cristo.
Muchas veces, no le damos a la oración el lugar prioritario que tiene. Pensamos que otras cosas vienen primero, por ejemplo, nuestros planes, nuestras estrategias, nuestras metas, nuestros proyectos. Nos gusta la acción y el doblar la rodilla lo vemos más como un complemento que como una prioridad.
Pero, basta considerar la vida de Jesucristo para convencernos de que la oración es prioridad. Él no era pecador como nosotros, él tenía el agrado del Padre, él era la persona más plena y segura que ha pisado la tierra. Podríamos pensar que él no necesitaba orar.
Sin embargo, los evangelios dan testimonio que, de manera regular, tomaba tiempo diariamente para estar a solas comunicándose con el Padre, mostrándonos así que la oración no se trata de ostentar una espiritualidad o de intentar manipular a Dios para que haga lo que queremos, sino de pasar tiempo en relación con el Padre celestial que tiene este íntimo encuentro con nosotros y conoce nuestras necesidades antes de que las pidamos.
Si Jesús le dio tal prioridad a la oración, quiénes somos nosotros para decir lo contrario.
La iglesia fiel es aquella que es constante en los medios de gracia, y en particular, en la oración. Como iglesia local, nos hace mucha falta dar a la oración la prioridad que tiene.
Doy gracias a Dios porque uno de los efectos que tuvo la pandemia en nosotros es que despertó un interés renovado en la oración. Hoy día, a nivel iglesia, estamos orando más que lo que hacíamos en el pasado. Pero siempre hay espacio para seguir creciendo.
Así que hermanos, cada uno de nosotros, a nivel personal, en nuestras familias, en nuestro grupo pequeño o en las reuniones convocadas por los ministerios de varones, mujeres o cualquier otra instancia, volvamos la oración una prioridad. Porque la iglesia fiel es aquella que es constante en los medios de gracia.
La oración es prioridad, pero también encontramos en nuestro pasaje, en segundo lugar, La variedad de la oración.
Dice 1 Timoteo 2:1 Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias.
El apóstol al hacer su exhortación a una vida de oración, hace cierto énfasis al respecto apilando una serie de términos que, sin duda, se traslapan en su significado. Sin embargo, cada palabra que emplea, aunque está diciendo casi lo mismo, le da un toque distintivo y el efecto final que nos da es que, aunque la vida de oración y comunicación con Dios sea algo constante, no por eso todo el tiempo tendrá el mismo tono o será monótona.
Algunas veces, nuestra comunicación con Dios será más con un tono de ruego o súplica, en otras será más una conversación pacificante y sosegada, en otras más, reflejará urgencia o intercesión intensa y muchas otras, la gratitud y la alabanza serán el énfasis notorio.
En pocas palabras, la oración es comunicación variada con Dios. Es un medio de gracia muy versátil por medio del cual podemos hablar con Dios de lo que en verdad hay en nuestro corazón.
Nuestras oraciones no tienen que ser ritualistas o acartonadas, sino tenemos a nuestra disposición varias modalidades para expresar lo que hay en nuestros corazones en nuestra comunicación con el Señor.
Recuerdo que en algunas reuniones juveniles de oración que participaba en mi época, practicábamos lo que llamaban oraciones conversacionales o lluvia de oración. Qué consiste básicamente, en que las personas en el grupo que estaba orando comenzaran a expresar, en actitud de oración, frases cortas de comunicación con Dios, según lo que estuviera en su corazón en ese momento.
Así algunos, expresaban gratitud; otros, alabanzas; otros más, peticiones; incluso, hasta confesiones de pecados, algunos llegaban a orar. En fin, era una verdadera conversación o lluvia de oración que era muy edificante para los que participábamos.
Hermanos, cuando pensemos en oración, no sólo pensemos en sacar nuestra lista de peticiones o súplicas, porque la oración es un medio por el cual podemos expresar a Dios mucho más que sólo nuestro pliego petitorio. Podemos alabar, agradecer, confesar, interceder, reconocer, admitir o simplemente contemplar la hermosura de nuestro Dios en una comunión real con nuestro padre celestial.
La oración es prioridad y tienen una gran variedad, pero también encontramos en nuestro pasaje, en tercer lugar, El enfoque de la oración.
Dice 1Timoteo 2:2c-4: por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.
Te has dado cuenta que hasta la persona más callada y reservada tiene algún tema de conversación. Es verdad. Normalmente, hablamos de lo que nos interesa, apasiona o gusta.
Seguramente puedes identificar a algunos de tus amigos y conocidos por los temas de los que hablan. Algunos hablan de futbol o algún deporte todo el tiempo, a otros los temas sociales, ambientales o políticos los cautivan, otros más su familia o sus hijos son el tema de conversación, y para muchos más, los temas laborales son los que acaparan su conversación.
Hablamos de lo que está en el centro de nuestro corazón, y aún los más calladitos, cuando nos tocan “nuestro tema”, salimos de nuestro escondite y hablamos ante el asombro de todos.
Lo mismo pasa en nuestras oraciones: hablamos de lo que está en el centro de nuestro corazón. Escúchate orando, de qué hablas con Dios, cuál es el tema constante al orar, qué es lo primero que viene a tu mente cuando te piden un motivo de oración.
Tenemos que reconocer que nuestras oraciones parecen más bien listas de supermercado. Listas de lo que pensamos son nuestras necesidades. Listas de cosas y situaciones en las que nosotros somos el centro y la prioridad. Nuestras oraciones parecen más bien exposiciones de nuestros planes y sueños, centrados en nuestro bienestar y prosperidad en todo aspecto.
Nuestras oraciones tienden a parecerse a la expresión de los tres deseos concedidos por el genio de la lámpara maravillosa en la que tenemos la expectativa de que Dios cumpla nuestros requerimientos.
Pero nuestro pasaje nos recuerda y nos muestra, dónde debe estar centrada nuestra comunicación con Dios. Qué es lo primero de lo que debemos hablar con Dios en oración.
Nuestro pasaje nos está enseñando que al orar demos evidencia de estar viviendo para el Rey y su Reino. Que “nuestro tema” sea su Reino.
Nos dice que oremos por todos los hombres. Más bien que oremos por todo tipo de personas. ¿Oras por todo tipo de personas? ¿Por quién te costaría orar?
Quizá por el vecino que metió su barda unos centímetros dentro de tu terreno, o por el niño que le hace bulling a los otros niños, entre ellos tu hijo. O quizá por alguna autoridad con la que no compartes el mismo paradigma político o por algún compañero de trabajo que no es amable contigo.
Pablo nos exhorta a orar por todo tipo de personas y eso incluye a nuestra lista de personas por las que no queremos o no se nos ocurría orar. Además, nos dice que oremos por los que están en lugares de autoridad y aclara que oremos por ellos para que podamos vivir quieta y reposadamente.
Pero no nos confundamos, esto de pedir para que vivamos quieta y reposadamente, no se está refiriendo a que vivamos cómodos como cristianos, sino que al vivir en un contexto donde hay paz y seguridad, el evangelio puede ser predicado y extendido con mayor fluidez.
Es decir, no es una petición egocéntrica que busca la comodidad, sino es una petición que busca el avance el reino. Por eso debemos pedir por todos los hombres y por las autoridades para que el evangelio siga corriendo y transformando vidas.
El enfoque de nuestras oraciones debe ser el reino de Dios. Nuestras oraciones deben alinearse con el corazón de Dios que, como dice el texto, quiere que todos los hombres sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad. Si este es el corazón de Dios, también el nuestro debe estar centrado en ello.
En pocas palabras, este Reino es lo que verdaderamente importa. No nuestra pequeña historia personal de nuestro pequeño reino. Hay mucho más allá de nosotros por lo cual vivir por lo cual morir y por lo cual orar. El Reino de Dios permanecerá para siempre y Él nos ha introducido a él a través de la obra del Señor Jesucristo, prometido desde el principio.
Los intereses del Reino deben venir antes que nuestros intereses. Nuestro tema principal, el que nos haga hablar y orar que sea el Reino de Dios. Que nuestras oraciones reflejen que somos, ante todo, ciudadanos de ese reino y que aguardamos la consumación cuando todo ojo verá al Señor como el Rey, toda rodilla se doblará ante él, toda lengua confesará que él es Rey y Señor.
La oración es prioridad, tiene variedad y enfoque, pero también, en cuarto lugar, encontramos en nuestro pasaje, al mediador de la oración.
Dice 1 Timoteo 2:5-7: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad.
En la oración no nos presentamos ante Dios por nuestros propios medios y recursos. No son nuestras palabras o posturas corporales las que nos abren las puertas del trono celestial. La única razón por la que Dios el Padre escucha nuestras oraciones es porque son presentadas en el nombre y por los méritos del único mediador entre Dios y los hombres, que es Jesucristo hombre.
Jesús es nuestro mediador ante Dios. Si no venimos a Dios bajo la mediación de Jesucristo, él no nos recibe. La obra de Jesucristo consistió en dar su vida en rescate por nosotros como atestigua la Palabra del Señor.
Por eso cuando oramos solemos decir: “En el nombre de Jesucristo”. Obviamente, no debemos decirlo como si fuera un amuleto o supersticiosamente, de tal forma que si alguna vez alguien no lo dice digamos: “Hey! No dijo en el nombre de Jesús”.
No son las palabras dichas ritualistamente, sino la actitud y la convicción de que si Dios nos va escuchar en la oración es sólo por nuestro único mediador entre Dios y nosotros, que es nuestro Señor Jesucristo.
Por eso cada vez que oremos, recordemos que tenemos un mediador que nos amó tanto que entregó su vida por nosotros y que por él tenemos acceso seguro al Padre, pues como el dijo: Nadie viene al Padre si no es por mí.
La oración es prioridad, tiene variedad, enfoque y un mediador, pero encontramos en nuestro pasaje también, por último, el respaldo de la oración.
Dice 1 Timoteo 2:8-10: Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo, que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.
Es interesante que el apóstol ahora se dirige por turno y en particular a su audiencia masculina y su audiencia femenina.
Dirigiéndose a los varones les dice que oren en todo lugar levantando manos santas sin ningún tipo de pleitos o enojos, y a las mujeres, por su parte, les dice que su énfasis no sea tanto en su vestimenta externa, sino más bien que se vistan de buenas obras de acuerdo con lo que son como discípulas del Señor.
Es importante notar que no se trata de simplemente practicar la oración como un ritual y ya, sino que detrás de esas oraciones debe haber el sustento y respaldo de una vida de santidad, paz y piedad.
Lo que hablas con Dios en oración debe fluir de una vida genuina de relación real con Dios en el devenir diario de tu existencia. Es decir, de nada sirve orar si ese varón que en público ora muy apasionadamente, en casa maltrata a su esposa, denigra a sus hijos y ofende a sus vecinos. De nada sirve, si una mujer se pone sus mejores galas para venir a la reunión de oración, si no hay una vida de generosidad y compasión que respalde sus palabras floridas al orar.
En pocas palabras, en la oración las palabras deben estar respaldadas por acciones genuinas de santidad, piedad y paz en el evangelio.
Hermanos, queremos ser una iglesia fiel. Una iglesia que practique con constancia los medios de gracia que el Señor nos ha dejado para nuestro fortalecimiento y crecimiento. Hoy hablamos de la oración, de la cual estamos en pañales en la iglesia.
Qué el Señor nos ayude a dar a la oración la prioridad que tiene, que en nuestras oraciones expresemos nuestro corazón en las variadas maneras que hay para comunicarnos con Dios, que nuestro enfoque al orar sean los intereses del reino eterno de nuestro Dios en la tierra, que lo hagamos conscientes de la bendición de contar con un mediador tan maravilloso y que nuestras vidas respalden cada palabra que elevemos a nuestro Padre en oración sólo para su gloria.