En una ocasión recuerdo haber estado platicando con una persona que me estaba hablando de sus aspiraciones de ser oficial de la iglesia. Tenía el deseo de servir a la iglesia desde esas posiciones, pero me aclaró su motivación personal: “Es que veo que ninguno de los oficiales lo hace bien, quiero entrar para mostrarles como hacerlo bien”. Me quedó claro que no estaba listo para ser llamado para el oficio de Anciano o Diácono.
No basta con tener el deseo de ser oficial, sino hay que mostrar ciertas características establecidas por Dios. Podríamos decir que un oficial de la iglesia, más que elegirlo la iglesia, es reconocido por la iglesia. La pregunta no debe ser ¿A quién ponemos como oficial? Sino ¿A quién Dios nos está mostrando que debe ser oficial por su vida, carácter y testimonio? ¿Quién de nuestra congregación muestra las cualidades bíblicas requeridas para los oficiales?
Hoy terminamos nuestra serie de sermones: Los oficiales de la iglesia y durante este mes hemos estado hablando de la estructura básica que la Escritura nos muestra de la organización de la iglesia local. Hemos visto que, desde el Nuevo Testamento, se establecieron dos oficios que perduran hasta nuestros días: El oficio de Anciano, Pastor u Obispo, y el oficio de Diácono.
Hemos explorado, de manera general, el ministerio de los Ancianos y los diáconos. Hemos subrayado que los Ancianos, pastores u obispos son el cuerpo de autoridad de la iglesia y tienen la tarea de dirigir, pastorear y enseñar al rebaño del Señor, son Ministros de la Palabra. Los diáconos, por su parte, son un cuerpo de servicio, dedicado a la atención de los necesitados y al servicio en la iglesia local, son ministros de misericordia y servicio.
Hoy queremos subrayar, una vez más, que estos oficiales no llegan a este llamado por su grado de popularidad, por su abolengo familiar, por habilidades particulares que tengan, por sus logros académicos o su estatus social, sino que el criterio principal para servir en estos casos debe ser la calidad de vida cristiana que muestran, las cualidades de carácter cristiano que son evidentes en su vida diaria en todos los ámbitos.
Como dijimos al principio, no basta con tener el deseo de ser uno de esos hombres, sino hay que SER uno de ese tipo de hombres cristianos descritos en la Escritura para poder ejercer como oficial de la iglesia.
Como dice el apóstol Pablo en 1 Timoteo 3:1-2a: Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible…
Aquí lo vemos con claridad. Si estás pensando o anhelando ser obispo, pastor o anciano, estás anhelando algo maravillosamente bueno. Qué bien que este sea un anhelo de tu corazón. Pero enseguida, el apóstol nos pone los pies sobre la tierra: ¡Qué bueno que quieras, PERO no tan rápido! Hay cosas que considerar. Ese “pero” marca un contraste entre el mero deseo con la gravedad y seriedad del oficio. “Pero” es necesario que el obispo sea de ciertas maneras que, sin duda, descalificarán a varios que han expresado su anhelo.
El oficial de iglesia debe manifestar ciertas características en las que hoy queremos reflexionar para ir cerrando nuestra serie de este mes.
Para esto vamos a meditar en el pasaje que encontramos en 1 Pedro 5:1-4. Hay que reconocer, que en este pasaje se habla específicamente de los Ancianos, pastores u obispos, pero lo que subrayaremos, de manera general, se puede aplicar también a los diáconos. Por eso nos referiremos para su aplicación a los “oficiales” de la iglesia en general.
Encontraremos tres características de vida que deben mostrar los oficiales según la Escritura. Es decir, responderemos ¿Qué tipo de oficiales necesitamos como iglesia? ¿Qué tipo de oficiales debemos ser los que ya estamos en el oficio o anhelamos estar? ¿Qué tipo de oficiales la iglesia debe buscar, fomentar y respaldar con sus oraciones y apoyo?
Primero, necesitamos, debemos ser, debemos buscar, Oficiales que cumplan su responsabilidad.
El apóstol Pedro está escribiendo a un conjunto de iglesias que están pasando por un tiempo de dificultad y persecución por el evangelio de Cristo. Los cristianos no la están pasando bien al sostener su fe en medio de un mundo que se opone al Señor.
Todavía en el capítulo 4, el apóstol ha dicho que los cristianos no deben sorprenderse de esta situación de prueba y persecución. Esto es algo que debe esperar todo discípulo de Cristo en cualquier momento. Es parte del paquete, del combo, de lo que implica ser seguidor de Jesucristo.
Miremos con qué palabras explica este tiempo de prueba que está pasando la iglesia en 1 Pedro 4:17-19: Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador? De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.
Pedro está explicando que la persecución de la iglesia, entre otras cosas, es un tiempo de adelanto de juicio, en el que las personas son probadas en donde están paradas en cuanto al Señor. Dice que el juicio comienza por la “casa de Dios”, por la iglesia misma. Es decir, que la persecución en un sentido, es un tiempo para corroborar quienes son verdaderamente parte del rebaño del Señor.
Y es en este contexto, en el que la iglesia está enfrentando este tiempo de purificación, renovación y prueba, es que llegamos al capítulo 5:1-2, Dice 1 Pedro 5:1-2: Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros.
En nuestra versión en español, no se alcanza a apreciar una palabrita que conecta el capítulo 5 con el 4. En el griego, encontramos la palabra: “Por tanto”. Es decir, el texto diría: “Por tanto, ruego a los ancianos…”.
Es decir, lo que voy a decir a los ancianos, lo digo en el contexto que les acabo de describir en el capítulo 4. Es decir, en vista de que la iglesia está bajo prueba, persecución y sufrimiento; en vista de que el juicio ha comenzado por la casa de Dios, me dirijo a los ancianos para rogarles que hagan algo. Que entiendan que urge que se aboquen a hacer una tarea muy importante.
Este encargo que suplica que se haga, se lo dirige a los “ancianos”, a los presbíteros, que es lo mismo que decir, pastores y obispos como ya vimos; en pocas palabras este encargo está dirigido a los oficiales de la iglesia. Y es hermoso ver que habla a los ancianos que están “entre” ustedes. Es muy significativo que no dice: los ancianos que están “sobre” ustedes, sino “entre” ustedes.
Esto describe perfectamente ese espíritu de servicio que debe caracterizar a los oficiales. Aunque los ancianos son un cuerpo de autoridad, no deben entenderla como la entiende el mundo. Los oficiales son servidores antes que nada y viven entre el rebaño. Son ovejas también, que tienen una gran responsabilidad entre el rebaño.
Y Pedro remarca ese espíritu de servicio que debe reinar en todo oficial de la iglesia, con algunas acotaciones acerca de sí mismo, antes de subrayar el encargo especial que les suplica a los ancianos que desempeñen en este tiempo crítico para la iglesia.
Pedro, no exhibe sus credenciales apostólicas en este caso. Al principio de la epístola se ha identificado con el oficio de apóstol, pero aquí deja a un lado temporalmente este título y se presenta como “yo anciano también con ellos”. En pocas palabras, esto que les voy a decir, me lo digo a mí mismo primero. Yo estoy en el mismo barco que ustedes.
Esto no es algo que les encargo y les digo: “ahí nos vemos”, sino porque soy anciano como ustedes, es algo que no podemos dejar de hacer. ¿Y qué es esta responsabilidad que tienen los ancianos, la cual es remarcada y encomendada por Pedro?
El ruego es que los ancianos apacienten la grey de Dios que está entre ellos, pastoreen el rebaño de Dios que está a su cargo. En pocas palabras, que cumplan su responsabilidad.
Ya hemos dicho que los ancianos son los oficiales encargados de dirigir, pastorear y enseñar a la iglesia, y en tiempo de persecución y prueba, pudiera ser que los ancianos se escondieran, claudicaran o abandonaran sus responsabilidades en la iglesia con tal de salvar el pellejo. Porque es lógico pensar, que en una persecución se irán primero en contra de los líderes.
Por eso Pedro, les recuerda a estos oficiales que como ancianos ellos tienen una responsabilidad y que debían cumplirla sin importar las condiciones o circunstancias que estuvieran viviendo. Esto era tan vital para el rebaño que es un ruego de parte de este apóstol y anciano. Este es el encargo que el mismo Jesús resucitado le dio al apóstol cuando le restauró después de su famosa negación cuando le preguntó: ¿Pedro me amas? y le encargó: “Pastorea mis ovejas”.
Hermanos, necesitamos, debemos ser, debemos buscar oficiales que cumplan su responsabilidad.
Las tareas de los oficiales no son fáciles ni cómodas. Aquellos que aspiran a ser oficiales porque piensan que tendrán reconocimiento, poder o gloria, no saben lo que están pidiendo. Ser oficial de la iglesia es una responsabilidad muy grande que no debemos tomar a la ligera. De hecho, Santiago en su epístola nos recuerda, que el juicio será más severo para aquel que es maestro y enseña a otros.
Así que aquellos que somos oficiales recordemos este día el compromiso que tenemos por parte del Señor y renovemos nuestra responsabilidad en cumplirlo. Los ancianos pastoreen, dirijan y enseñen a la iglesia de Cristo y los diáconos sirvan con alegría y atiendan diligentemente a los necesitados.
Pero el rebaño también debe responder a esta enseñanza. Para empezar, aquellos varones que anhelan ser oficiales, sopesen la seriedad y gravedad de la responsabilidad que están pidiendo tener. Oren para que el Señor les muestre aprobados para tal compromiso. Trabajen con responsabilidad en lo que Dios les esté dando para hacer, por pequeño que les parezca, sabiendo que el que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho.
Hermanos, sabiendo que hay en la iglesia local una estructura de oficiales que velan por nosotros como rebaño, la iglesia debe entonces también responder orando por sus oficiales, apoyando a sus oficiales, respetando a sus oficiales, exhortando a sus oficiales. Como dice el texto, los oficiales no están sobre nosotros, sino entre nosotros. Son ovejas también que requieren todos los cuidados y cobijo de la comunidad de fe a la que pertenecen.
No seamos ovejas rebeldes, conflictivas, chismosas, o traicioneras, sino participativas, colaboradoras, unificadoras y fieles al Señor. Esto sin duda, será de mucha bendición para nuestros oficiales en el cumplimiento de su responsabilidad tan importante dentro del rebaño del Señor.
Pero los oficiales no sólo deben cumplir su responsabilidad, sino también, en segundo lugar, necesitamos, debemos ser, debemos buscar, Oficiales que vivan en santidad.
Dice 1 Pedro 5:2b-3: Cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.
Debe llamar nuestra atención que cuando la Escritura habla de los oficiales, no da tanta prioridad a las habilidades que estos tienen o los conocimientos intelectuales que poseen, sino siempre encabeza la lista de características propias de un oficial de la iglesia aquellas que tienen que ver con rasgos de carácter, es decir el tipo de persona que son.
Nosotros podemos quedar impresionados muchas veces por las habilidades de las personas, por ejemplo, qué buenos comunicadores son, qué buenos son para organizar las cosas, o qué facilidad tienen para conectar con personas que conocen por primera vez. O también nos impresionan los conocimientos que alguien puede tener, o las habilidades intelectuales para manejar información y datos.
Pero, aunque estas cosas son una bendición cuando un oficial de la iglesia destaca en ellas, no pueden sustituir nunca a la realidad interna y de carácter de la persona. Bíblicamente, es más importante lo que una persona es en sí, que lo que una persona es capaz de conocer o tiene la habilidad de hacer.
Y en nuestro pasaje, nuevamente, los rasgos que Pedro destaca para los oficiales, tienen que ver con la manera en la que viven que refleja el tipo de persona que son. Los oficiales deben vivir en la santidad que Dios quiere para su pueblo.
En nuestro pasaje se describen tres pares de rasgos contrastados que deben caracterizar el ser de los oficiales. Nos describe primero lo que no debe estar presente y luego lo que debe verse en la vida diaria.
Los oficiales deben pastorear, primero, “no por fuerza” y se contrasta con la manera correcta que sería “voluntariamente”. Es decir, por convicción personal.
¿Te acuerdas cuando tu mamá te decía, si no te acabas tus verduras, no vas a comer postre? ¿Cómo masticabas aquel pedazo de chayote o brócoli y qué caras hacías? Pues así se ve un oficial que está cumpliendo su responsabilidad sin estar convencido de que es y debe ser en el Señor.
Una persona que no está convencido de su oficio hay que estarlo “empujando” para que haga las cosas, no toma iniciativa, está nada más viendo pasar el tiempo y no pone empeño ni a su relación con Dios, ni a su responsabilidad hacia el rebaño.
En segundo lugar, los oficiales deben pastorear no ambicionando ganancias, sino con ánimo pronto. Ciertamente, algunos oficiales de la iglesia tenemos nuestro sustento económico del desempeño de nuestro oficio, pero, aunque la gran mayoría de los oficiales no están en este caso, de todas maneras, hay ganancias (no necesariamente económicas) que pueden derivarse del oficio, tales como aprecio, reconocimiento, honra, privilegios, etc.
Estás “ganancias” se pueden volver, con mucha facilidad, la motivación única y principal para el desempeño del oficio, tornándose así en ganancias deshonestas. El oficial que ha perdido la brújula, entonces, ya no tendrá un ánimo pronto para desarrollar su oficio si no están presenten esas ganancias idolatradas. En pocas palabras, se metaliza o se llena de codicia por dinero o por otro tipo de cosas que son muy diferentes a lo que marca un carácter santo y piadoso en el creyente.
Y por último, en cuanto este carácter santo de los oficiales, se nos dice que deben pastorear al rebaño no enseñoreándose de él, sino siendo ejemplos para la grey.
Al estar a cargo del rebaño es tan fácil comenzar a confundirse y distorsionar en nuestros corazones el cuidado hacia las ovejas con un control sobre las ovejas. Es fácil comenzar a ver a los creyentes como MIS ovejas, con un sentido posesivo de ellas.
Hay que recordarnos constantemente que no somos dueños de nadie. Él único Señor y dueño del rebaño es el Señor Jesucristo. De Él son las ovejas.
Cuando usurpo el lugar del dueño empiezo a querer controlar, manipular e incluso se puede llegar a abusar de las ovejas. Por eso es muy importante notar que se llama a los oficiales a ser ejemplo de la grey.
Cuando te sientes dueño del rebaño el foco de tu atención está sobre lo que hacen o no hacen las ovejas, pero cuando te ves como ejemplo, entonces el foco de atención está sobre ti, sobre lo que haces y no haces, porque inmediatamente va a impactar la vida de las ovejas.
Entonces, así, como oficiales, estaremos más preocupados en cómo vivo, en cómo llevo mi familia, en cómo llevo mis finanzas, en como trato a mis vecinos, etc. en lugar de estar queriendo controlar, manipular o exceder límites en nombre de un supuesto cuidado de las ovejas.
Si cuando una oveja falla o se está extraviando, y mi afectación, tristeza o incluso, enojo, es más porque me lo hizo a mí, o sus acciones “manchan” mí ministerio, que, porque ofendió a Cristo o se está alejando de Cristo, entonces, tengo que revisar mi vida y arrepentirme porque no estoy viviendo en santidad requerida para el oficio al que el Señor me ha llamado.
Los oficiales deben ser consumidos por una pasión por la santidad. Reflejar a Cristo ante el rebaño debe ser lo que consuma todo nuestro ser.
En 1 Timoteo 3 y en Tito 1 hay más descripciones de esos rasgos de carácter requeridos para los oficiales, adicionalmente a 1 Pedro 5. Pero hay algo que debemos notar como parte del rebaño. Estos no son rasgos que solo deben tener los oficiales de la iglesia. Sino todos somos llamados a mostrar el carácter y la santidad de Cristo en nuestras vidas.
Así que no digamos: “qué mal, mira a esos ancianos o a esos diáconos, no son lo que deberían ser”, como si sólo ellos fueran llamados a la santidad. ¡Para nada! Todos los que nos llamamos discípulos de Cristo debemos ser consumidos por un anhelo y pasión de vivir en santidad para gloria de Dios. Ciertamente, los oficiales deben ser ejemplo de la grey en esto, pero no hay un solo cristiano verdadero cuyo propósito no haya de ser reflejar a Cristo en una vida de santidad.
Pero los oficiales no sólo deben cumplir su responsabilidad y vivir en santidad, sino también, en tercer lugar, necesitamos, debemos ser, debemos buscar, Oficiales que sirvan bajo autoridad
Dice 1 Pedro 5:4, Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.
Aunque los Ancianos son un cuerpo de autoridad en la iglesia local, es bueno recordar y tener presente, que no son la autoridad suprema y final. Hay alguien por encima de todos los ancianos, pastores u obispos y este es el Príncipe de los pastores, la palabra que usa Pedro se leería el “Archipastor”.
El dueño de rebaño, el archipastor, el príncipe de los pastores regresará un día glorioso y entonces, todo lo que se haya hecho en el rebaño saldrá a la luz.
Los oficiales deben ministrar sabiendo que un día el archipastor llegará y rendiremos cuentas del rebaño. Los oficiales deben ministrar sabiendo y viviendo conscientemente que están bajo la autoridad y sujetos a alguien más.
Este principio cristiano de estar bajo autoridad debe regir todas nuestras relaciones y acciones. No hay cristianos independientes, es decir, que no estén bajo la autoridad de alguien más. No hay oficiales independientes, sino deben vivir conscientes que han de rendir cuentas y que con temor y temblor sirvan para entregar buenas cuentas al archipastor.
Una de las cosas que me encanta de la iglesia presbiteriana es precisamente ese sistema en el que todos estamos bajo autoridad. Los miembros de una iglesia están bajo la responsabilidad y autoridad del cuerpo de ancianos local. Los pastores estamos bajo la responsabilidad y autoridad del Presbiterio, que es el cuerpo de gobierno que reúne a los pastores y ancianos de cierto número de iglesias. Y así, nadie queda fuera de estar bajo la autoridad de alguien más, para que no hagamos lo que nos de la gana, sino vivamos sometidos los unos a los otros como dice la Escritura.
Los oficiales también en esto deben ser ejemplo de grey. Tener un corazón gustosamente sujeto a la autoridad que el príncipe de los pastores ha establecido. Pero hay algo más, relacionado con esto de estar bajo autoridad. Un día también los oficiales recibirán la verdadera recompensa de su labor fiel en el rebaño.
Ser oficial de la iglesia puede ser muy desafiante y frustrante. Las ovejas no siempre colaboran, no siempre reconocen la labor desempeñada y muchas veces, se confabulan y lastiman al que con amor quiere cuidarlas. Pero la Escritura aquí nos enseña, que no hay recompensa que recibamos en este siglo que pueda compararse con la que los oficiales fieles recibirán cuando el príncipe de los pastores aparezca: la corona incorruptible de gloria.
Los oficiales que están bajo autoridad reconocerán que no debemos quedarnos con lo que se recibe ahora como si fuera toda la cosecha, sino que podemos esperar algo indescriptible más allá de este tiempo y que esto nos anime a perseverar cumpliendo nuestra responsabilidad, viviendo en santidad, sujetos al que rectamente recompensará en verdad.
Por eso amada iglesia, Dios ha puesto oficiales que cuiden el rebaño del cual somos parte. Sabemos que no son perfectos y requieren de nuestras oraciones, apoyo, ánimo, colaboración y exhortación para que como iglesia sigamos creciendo a semejanza de Jesús.
Hermanos, debemos ser y buscar oficiales que cumplan su responsabilidad, que vivan en santidad y que sirvan bajo autoridad. Pero también debemos ser una iglesia colaboradora y participativa con sus oficiales, una iglesia apasionada por la santidad y una iglesia sujeta a sus dirigentes para cumplir su propósito en la tierra.
Que el Señor nos ayude a seguir creciendo en el entendimiento bíblico y recto del papel de los oficiales y la participación del rebaño de tal forma que nos lleve cada día a ser una iglesia de Cristo santa, firme y discipuladora para la gloria de Dios.