Nuestra serie de sermones de este mes se llama: Los oficiales de la iglesia. Debemos reconocer que no es un título muy rimbombante, pero el tema es muy importante. Debo reconocer hermanos, que en todos mis años de pastor en esta iglesia no habíamos dedicado una serie de sermones específicamente a este tema. Pero, qué bien que ahora lo estamos haciendo.
Cuando hablamos de “oficiales” estamos refiriéndonos a ciertos funcionarios, cargos o llamados que, bíblicamente, han sido establecidos como parte de la estructura básica de la organización de la iglesia desde los tiempos del Nuevo Testamento.
Es decir, que estos oficios, cargos, o funcionarios son una parte estructural del aspecto institucional de la iglesia establecida desde la época apostólica y que perdura hasta nuestros días.
Como ya hemos mencionado, en los tiempos apostólicos hubo otros oficios o cargos como el de los apóstoles, profetas y evangelistas, pero dichos oficios cumplieron su papel fundacional en la iglesia y pasada esa época de cimentación de la iglesia, desaparecieron, dando lugar a solo dos oficios que perduran hasta el día de hoy en la iglesia.
Estos dos oficios son el oficio de Anciano, Pastor u obispo (como vimos la semana pasada, estos títulos son tres maneras distintas de referirse al mismo oficio) y el oficio de diácono.
El Nuevo Testamento da testimonio de que a medida que la iglesia se extendía por el mundo, estos dos oficios eran los que continuaron en la estructura de organización en las iglesias locales. Así nos lo muestra Filipenses 1:1, Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los creyentes en Cristo Jesús que están en Filipos, junto con los obispos y diáconos.
En la organización más básica de las iglesias locales se contaba con ancianos, pastores u obispos y también con diáconos. Las tareas y funciones de cada uno de estos oficios son distintas, pero complementarias y muy importantes para el buen desarrollo del ministerio del Cuerpo de Cristo.
La semana pasada estuvimos hablando de los ancianos, pastores u obispos y subrayamos que estos oficiales son el cuerpo de autoridad de la iglesia. Los ancianos dirigen, pastorean y enseñan al rebaño del Señor puesto bajo su cuidado en la iglesia local. Son los responsables de la iglesia y los que darán cuenta al Príncipe de los Pastores.
Ahora bien, en la iglesia hay otro oficio muy importante para el desarrollo del ministerio. No son un cuerpo de autoridad, sino de servicio. No tienen una función primordialmente de enseñanza como los ancianos, pero su ministerio en la iglesia refleja y nos muestra el corazón compasivo y de amor de nuestro Dios. Su ministerio no es tanto de Palabra, sino más bien de acción. Hoy estaremos hablando de estos oficiales de la iglesia que son llamados en el Nuevo Testamento: Diáconos.
Para reflexionar sobre este importante oficio vamos a considerar principalmente un pasaje en el libro de Hechos, capítulo 6.
El libro de Hechos nos habla de los albores de la iglesia del Nuevo Testamento. Es un libro histórico que nos muestra cómo, de hecho, algunas cosas se fueron estableciendo y definiendo conforme la iglesia se desarrollaba; y el oficio del diaconado, sin duda, fue una de esas instituciones establecidas en la época apostólica como una respuesta a las necesidades y circunstancias que requería el crecimiento del evangelio en la tierra. Este oficio, no fue una medida temporal, sino permanente para buen desarrollo de la iglesia. Por lo tanto, aun en la iglesia del siglo XXI seguimos teniendo este importante oficio del diaconado.
Se ha debatido entre los intérpretes de la Escritura si Hechos 6, el pasaje que estaremos considerando, es la institución histórica del oficio del diaconado. Pero, aunque reconocemos que es un poco controversial, no obstante, consideramos que tenemos razones para suponer que sí es la institución histórica del oficio. Aunque el término “diácono” no se encuentra en el pasaje, el concepto sí aparece claramente, pues se trata de un cuerpo oficial de siervos (diakonos) quienes devotamente sirven a las necesidades de otros, lo cuál es la esencia de este oficio.
Así que aprenderemos acerca del oficio del diaconado partiendo de este pasaje del libro de Hechos. Subrayaremos cuatro verdades acerca del diaconado en este pasaje en Hechos 6.
Dice Hechos 6:1: En aquellos días, al aumentar el número de los discípulos, se quejaron los judíos de habla griega contra los de habla hebrea de que sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos.
En los capítulos anteriores del libro de Hechos, se nos ha narrado cómo, después de la venida del Espíritu Santo sobre la iglesia el día de Pentecostés, el grupo de los discípulos de Cristo comenzó a experimentar crecimiento en Jerusalén, en Judea, e incluso el evangelio se había extendido hasta Samaria. Tal y como Jesús había indicado que sus seguidores serían testigos de él en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra.
Entonces, esta iglesia incipiente en Jerusalén comenzó a experimentar un crecimiento exponencial. Y con el crecimiento numérico de los discípulos comenzaron también a presentarse ciertas circunstancias que imprimían un tanto de tensión entre las personas. Los sabemos, donde hay gente compartiendo el mismo espacio, las posibilidades que se presenten tensiones no es algo raro.
El problema aquí era que en Jerusalén había dos tipos de judíos que habían creído en Cristo y formaban parte de la iglesia de Jerusalén. Por un lado, estaban los judíos que habían nacido y crecido en Palestina y hablaban ya fuera hebreo o arameo. Pero, por otro lado, estaban los judíos que habían nacido y crecido fuera de palestina y ellos, por haber crecido en alguna otra región del imperio romano, su primer idioma era el lenguaje internacional de la época, que era el griego.
La tensión entre estos dos grupos de judíos cristianos era que tal parecía que las mujeres viudas de los de proveniencia griega no recibían el mismo trato que las viudas de los que habían nacido en Palestina en cuanto al sostenimiento que recibían estas por parte de la iglesia. Tal parecía que había una sospecha de discriminación o elitismo, lo cual era inadmisible dentro de la iglesia.
Esta queja llegó hasta los apóstoles, pues estos al principio eran los que se encargaban casi de todo. Incluso cuando empezó a haber necesitados entre el grupo de discípulos, ellos empezaron a ser los encargados de repartir los recursos entre los que estaban en necesidad.
Así nos parece indicar el libro de Hechos en sus primeros capítulos. Por ejemplo, en Hechos 4:33b-35, La gracia de Dios se derramaba abundantemente sobre todos ellos, pues no había ningún necesitado en la comunidad. Quienes poseían casas o terrenos los vendían, llevaban el dinero de las ventas y lo entregaban a los apóstoles para que se distribuyera según la necesidad de cada uno.
Al principio, cuando la cosa estaba manejable no hubo ningún problema porque los apóstoles se daban abasto para la repartición a los necesitados, pero conforme comenzó a crecer más y más el número de discípulos, y con ellos también los necesitados, por muy buenas intenciones que tuvieran los apóstoles, sus esfuerzos fueron insuficientes y este asunto de carencias en la organización se volvió el contexto para el conflicto.
En respuesta a esta circunstancia, se presentó la ocasión providencial de establecer un nuevo oficio que cubriera a cabalidad esta función de atender con eficacia y rectitud a los necesitados, en este caso a las viudas.
Por eso, lo primero que podemos aprender en este pasaje acerca del oficio del diaconado es que,
Los diáconos son oficiales enfocados en el servicio y atención a los necesitados.
Hechos 6:2 y 4, Así que los doce reunieron a toda la comunidad de discípulos y les dijeron: «No está bien que nosotros los apóstoles descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas. […] Así nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra».
Había una función que los apóstoles habían estado cubriendo que era importante de realizarse (servir las mesas para los necesitados), pero que los estaba llevando a descuidar la tarea prioritaria que tenían que era Predicar la Palabra y abocarse a la oración.
No había alguien más indicado que los apóstoles, en la estructura que Cristo había dejado, para desempeñar esa función de enseñar y establecer la verdad revelada del Señor. Sólo los apóstoles podían realizar esta tarea encomendada por Cristo mismo a ellos como los que establecieron el fundamento de la iglesia.
Y la tarea de servir las mesas, de encargarse de las necesidades físicas de las viudas de la congregación, era también muy importante, alguien debía encargarse diligentemente a desempeñar esta tarea. Por lo tanto, se establece a unos oficiales que se encarguen específicamente de este aspecto del Ministerio.
Como vemos, desde el principio, los diáconos son oficiales con un enfoque particular en atender y servir a los necesitados. Los diáconos no tienen una tarea que tenga que ver primordialmente con la enseñanza, como fue el caso de los apóstoles y posteriormente, los pastores, ancianos u obispos.
De hecho, como veremos más adelante, en los requerimientos para los diáconos no se pide que sean aptos para enseñar, como es el caso de los obispos, ancianos o pastores. Sino su ministerio es la práctica enfocada y diligente de la misericordia y el servicio. Si los ancianos son ministros de la Palabra, los diáconos pueden ser descritos como ministros de Misericordia y servicio.
Con esta división de tareas de estos dos oficios, los ancianos, pastores u obispos dedicados a enseñar, pastorear y dirigir al rebaño, y los diáconos dedicados a atender y servir a las necesidades materiales del rebaño, la iglesia sale muy beneficiada porque cada quien está haciendo diligente y enfocadamente aquello para lo cual Cristo lo ha llamado.
Como vemos, el diaconado no es un peldaño del escalafón para llegar a ser anciano. Hay personas que tienen esa idea equivocada de que el diaconado es un oficio de menor estatus que el oficio de anciano, pero nada podía estar más lejos de la verdad bíblica.
El obispado y el diaconado son oficios distintos, pero no por su importancia, sino son diferentes por su enfoque, ambos son oficiales de la iglesia, con toda la dignidad que merece el llamado de Cristo. En el caso de los ancianos, se enfocan en la dirección, pastoreo y enseñanza del rebaño, y los diáconos son oficiales enfocados en un área del ministerio que está muy cercano al corazón del Señor, como lo son los necesitados, los que sufren, los que pasan necesidad.
Recordemos las palabras de Jesús para aquellos que con un corazón sincero atendieron a los necesitados en Mateo 25:35-40, Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me dieron alojamiento;
necesité ropa y me vistieron; estuve enfermo y me atendieron; estuve en la cárcel y me visitaron”. Y le contestarán los justos: “Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento y te alimentamos o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento o necesitado de ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?”. El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”.
Los diáconos son oficiales cuyo enfoque ministerial esta prioritariamente dirigido hacia aquellos que tienen hambre, sed, no tienen techo, ropa, salud o libertad, aquellos necesitados que cuando los atendemos estamos haciendo algo por Jesucristo mismo.
Pero aprendemos algo más acerca de los diáconos en este pasaje. En segundo lugar,
Los diáconos son oficiales que son elegidos de entre el rebaño con base en su carácter cristiano.
Dice Hechos 6:3, Hermanos, escojan de entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu y de sabiduría, para encargarles esta responsabilidad.
Para atender la importante tarea del servicio y la misericordia, no se nombró a cualquier persona o alguien que estuviera desocupado, o que fuera popular entre la gente, sino se buscó a personas particularmente destacables por su carácter cristiano.
Los diáconos debían ser escogidos de entre el mismo rebaño del Señor, pero lo que debían buscar en ellos eran principalmente que destacaran en tres grandes características. Era indispensable que los nominados cumplieran, por lo menos, tres características de carácter para poder ejercer como ministros de misericordia:
1. De buena reputación
No debe haber manchas en la reputación de aquél que es considerado para este oficio. Sino lo primero que pensemos cuando pensamos en dicha persona sea honestidad, integridad, generosidad y diligencia (componentes de una buena reputación).
2. Lleno del Espíritu Santo.
La llenura del Espíritu se hace notoria al realizar las obras del Espíritu. Y estas obras son descritas por el apóstol Pablo: “el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22). En pocas palabras, que muestre con su vida, palabras y acciones, un reflejo del carácter de Cristo.
3. Sabio.
Sabiduría es más que conocimiento. La sabiduría es el discernimiento entre lo bueno y lo malo, y entre lo bueno y lo mejor. La sabiduría es el fruto de la experiencia de la obediencia a la Palabra del Señor, y desciende directamente de Dios sobre aquellos que van en busca de su voluntad para obedecerla.
Se requieren varones con estas características para “servir las mesas” (Hechos 6:2), es decir para ser los funcionarios u oficiales que ejerzan como ministros de misericordia.
1 Timoteo 3:8-10, amplía y especifica más el perfil de carácter esperado de un diácono: Los diáconos, igualmente, deben ser honorables, sinceros, no amigos del mucho vino ni codiciosos de las ganancias mal habidas. Deben guardar, con una conciencia limpia, el misterio de la fe. Que primero sean puestos a prueba y después, si no hay nada de qué reprenderlos, que sirvan como diáconos.
Alguien podría preguntarse, ¿Todo esto para servir las mesas? ¿Todo esto es necesario para atender a los necesitados? Pues la respuesta bíblica es un gran sí. Es tan importante el servicio y la misericordia para Dios, que no cualquier persona lo puede ejercer en nombre del Señor, sino sólo aquellos que con su carácter reflejen a Cristo mismo, quién es el diácono de diáconos, el que viendo nuestra gran necesidad se entregó por nosotros.
Los diáconos son elegidos de entre el rebaño no por otra razón más importante que porque reflejan el corazón de siervo que Cristo Jesús tiene y la misericordia y amor de nuestro Dios.
Pero hay algo más que aprendemos de Hechos 6 respecto a los diáconos. En tercer lugar,
Los diáconos son oficiales formalmente ordenados para servir en nombre de la iglesia.
Dice Hechos 6:5-6: Esta propuesta agradó a toda la asamblea. Escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, que era de Antioquía y se había convertido al judaísmo. Los presentaron a los apóstoles, quienes oraron y les impusieron las manos.
La palabra Diácono quiere decir “Servidor” o “el que sirve”. En un sentido amplio, todo cristiano debe ser un “diácono”, un servidor. Jesús nos dice que el que quiera ser grande en el Reino de los cielos debe ser el que sirva a los demás, debe ser el diácono de los demás. Si eres creyente eres llamado a servir.
No obstante, lo que hace diferente a estos oficiales del resto de los cristianos en cuanto al servicio, es que estos varones han sido ordenados como tales, para servir en nombre de la iglesia. Representan de manera oficial a la iglesia cuando atienden a los necesitados.
Cuando recibes atención por parte de los diáconos, estás recibiendo atención y cobijo de tu iglesia. Toda acción emprendida por los diáconos, es la iglesia moviéndose a través de estos oficiales.
En Hechos 6, podemos ver que a estos hombres que fueron elegidos para el oficio se les instituyó formal y solemnemente con la imposición de manos. Es decir, esto no era un cargo cualquiera, sino por la imposición de manos se mostraba que estos varones actuarían oficialmente en nombre de la iglesia. Lo que hicieran no lo hacían a título personal, sino representando a la comunidad de discípulos de Cristo.
También es importante notar que esto no fue un nombramiento individual, sino plural. No se ordenó a un diácono, sino se estableció un colectivo, un grupo, una pluralidad de diáconos para que trabajasen como equipo para la tarea encomendada.
De hecho, en otras partes del Nuevo Testamento, se hace referencia a este grupo como “los siete”, parecido como a los apóstoles se les recordaba como “los doce”.
Esta pauta de trabajo en colegiado, en grupo, sigue siendo algo practicado hasta nuestros días. En nuestra iglesia local tenemos actualmente en la junta a 9 diáconos en funciones (la semana pasada ordenamos a 2 hermanos en este oficio), pero continuamos teniendo necesidad de más. Así que sigamos orando para que el Señor llame a más varones para este noble e importante oficio de la Misericordia y el Servicio.
Entonces, hermanos, el hecho de que estos varones tuvieran que llenar requisitos específicos para su selección, que la iglesia o asamblea estuviera involucrada en este proceso selectivo y que hayan recibido el reconocimiento público y oficial por la imposición de manos por parte de los apóstoles, nos indica que estamos ante el establecimiento de un oficio muy importante de la iglesia que iba a estar enfocado a ejercer la misericordia hacia los necesitados en nombre de y con el respaldo total de la iglesia.
Fueron comisionados como un cuerpo o grupo oficial de siervos para la función específica de proveer ayuda al necesitado.
Pero encontramos una cuarta enseñanza acerca de este oficio en este pasaje,
Los diáconos son oficiales que son importantes para el buen funcionamiento de la iglesia.
Hechos 6:7 termina diciendo: Y la palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén e incluso muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.
Comenzamos este pasaje con un problema que amenazaba el avance de la iglesia por causa de problemas prácticos entre los creyentes que los distraían de su enfoque en la tarea de hacer discípulos y al final del párrafo encontramos una iglesia que sigue avanzando al haber quitado de en medio lo que estorbaba el fluir de la Palabra del Señor.
¿Qué contribuyó para ese contraste en los escenarios del principio y el final? El establecimiento del oficio del diaconado para la atención enfocada del Ministerio de la misericordia y el servicio.
Con estos diáconos o servidores que oficialmente ejercen la misericordia en nombre de la iglesia se cubre un aspecto importante de la estructura institucional de la iglesia que es necesaria para que ésta funcione bien y sea eficaz en el cumplimiento de su tarea de hacer discípulos.
Esto es tan así, que como vimos, este oficio sobrevivió la época apostólica y es un oficio de gran importancia para la iglesia en la tierra. Como recalca 1 Timoteo 3:13, Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.
Como hemos visto, desde su origen, el diaconado se trata de la atención, oficial y avalada por la iglesia, de los necesitados.
Los diáconos son los ministros oficiales autorizados de la iglesia que ayudan a sus miembros en necesidad y sufrimiento. Los diáconos deben estar involucrados, fundamentalmente, en un ministerio de compasión hacia el necesitado. De hecho, los diáconos deben imitar el ejemplo de nuestro Señor en su servicio humilde y devoto a los necesitados.
Por supuesto, recalcamos que no sólo los diáconos son llamados al servicio y a la misericordia (Todo el que se llama cristiano lo es), pero ellos son los oficiales responsables de atender estos aspectos importantes para que la iglesia siga avanzando.
Los diáconos tienen el honor de reflejar la compasión de Dios, su bondad, misericordia y amor ante la iglesia local y ante el mundo perdido. Cuando la iglesia local se preocupa compasivamente por las necesidades de las personas, el mundo observa un despliegue visible del amor de Cristo, que llevará a algunos al Salvador. Por eso toda iglesia local requiere diáconos fieles y dedicados (Ministros de Misericordia) que tengan el corazón compasivo de Cristo para con los necesitados.
Por todo esto, iglesia amada, ora por tus diáconos. Apoya decididamente su labor, proveyendo recursos y uniéndote participativamente con tu tiempo y esfuerzo a los proyectos que se hagan en favor de los necesitados. Anímalos y también exhórtalos cuando sea necesario para que continúen fieles en su labor tan cercana al corazón de Dios.
Sabemos que tenemos mucha oportunidad de crecimiento como iglesia en el área de la misericordia y el servicio. Los diáconos han estado haciendo un buen trabajo, pero somos desafiados a hacer aún más. Por eso, con ánimo pronto, oremos e involucrémonos con nuestro diaconado para que a más personas pueda llegar el testimonio fiel del evangelio de Jesucristo a través de acciones concretas y observables que vengan de corazones transformados por el Señor.
Que como iglesia la práctica del servicio y la misericordia sea cada vez más característica en este cuerpo local de creyentes, siendo desafiados por sus ministros de misericordia, por su diaconado para la gloria de Dios.