Summary: Jesús es el Salvador, Pastor y Rey de su pueblo

Cuando piensas en el nacimiento del rey, ¿Qué imagen viene a tu mente? Creo que es inevitable pensar en la estampa clásica del nacimiento donde está el niño en el centro acostado en el pesebre, rodeado de José y María, y luego están los pastores y en muchos casos, incluso los sabios de oriente. Por supuesto, también se cuelan en la imagen algunos animalitos de corral. Todos muy bien acomodaditos para la foto.

Esta imagen es clásica y ha cautivado nuestra imaginación por generaciones en el occidente. Pero al hacer un análisis a mayor profundidad de la imagen, resulta algo de lo más confuso y sorprendente. Cuando lo piensas no puedes evitar la interrogante ¿Qué hacen estos personajes alrededor del rey que ha nacido? ¿Qué hacen esos jóvenes padres como los responsables de crecer al rey? ¿Qué clase de calidad de vida le van a poder proveer? ¿Qué hacen los pastores ahí? ¿Cómo por qué? Y estos otros personajes enigmáticos que ni siquiera judíos son, ¿qué hacen en el cuadro?

Los que estuvieron alrededor del nacimiento del rey fueron personas de lo más insospechadas e inesperadas. Si Dios iba a enviar a su hijo a la tierra como el rey de los judíos, como que debió haber nacido en alguna de las familias más prominentes de Jerusalén, debió haber sido anunciado a la más alta nobleza de la ciudad y debió haber sido reconocido por la más alta élite académica de los eruditos judíos.

Pero nada de esto ocurrió. Sino personas que no hubieras esperado ni sospechado, fueron protagonistas en esta, que es la más bella historia de las historias, la llegada del rey a la tierra. El rey nació y estuvo rodeado de las personas más insospechadas e inesperadas.

Podemos analizar nuestra postal navideña clásica y quedar maravillados del proceder del Señor en la entrada de su hijo al mundo cuando llegó el cumplimiento del tiempo.

Primero, ¿Qué hacen José y María en este cuadro? Si fueras a seleccionar a la pareja que habría de ser la encargada de recibir y crecer al rey, ¿qué criterios hubieras escogido? ¿Hubieras escogido a un joven carpintero y a su joven prometida? ¿Hubieras escogido a personas sin educación formal y sin una posición prominente en la sociedad?

Pues Dios en su soberana gracia, escogió a estas dos personas, para desempeñar un papel crítico en la llegada del rey. Ambos pasaron por momentos de fe y prueba, y mostraron un corazón dispuesto a servir al Señor.

Mateo 1:18-19 El nacimiento de Jesucristo fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José; pero, antes de unirse a él, resultó que estaba embarazada por el poder del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, decidió romper en secreto el compromiso.

La llegada de un bebé por lo general es una noticia muy agradable. Pero no creo que al principio haya sido algo para celebrar en el caso de José. José sabía muy bien que él no era el Padre del niño que estaba en camino y en su amor por María quiso dejarla secretamente para que no sufriera.

José hubiera podido denunciar a María y ella sufrir un final catastrófico. No me imagino la agonía emocional por la que pasó José en esos momentos cuando se enteró del embarazo y saber muy bien que él no era el padre. Debieron ser tormentos verdaderos, pero al final él decide, por amor, alejarse sin hacer ruido ni alboroto. Una retirada silenciosa iba ser el último acto de amor hacia María.

No obstante, este hombre sencillo, recibe una revelación en sueños que cambió toda su perspectiva de las cosas. Se le dijo que el niño que nacería había sido concebido por el Espíritu Santo de Dios y que debía ser llamado Jesús, porque sería el salvador de su pueblo.

Mateo 1:24 termina diciendo: Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa.

Un hombre sencillo, del linaje de David, aceptó el llamado que Dios le hacía de hacer las veces de padre para el rey que había nacido.

¿Y María? ¿Qué decimos de esta joven mujer que también recibió un llamado nada sencillo de enfrentar?

El ángel Gabriel fue enviado a ella para decirle, como nos dice Lucas 2: 31-33: Quedarás embarazada y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será un gran hombre y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre. Su reinado no tendrá fin.

La noticia de un embarazo para una mujer que desea tener hijos es siempre una buena noticia, pero para una mujer joven que aún no está en un matrimonio consumado debió haber sido algo inquietante. Y más cuando le aclararon que este niño que esperaría no tendría un padre biológico humano, sino que ocurría algo que ni aun hoy podemos entender, esta milagrosa concepción.

No obstante, aún con todo lo inquietante y desconcertante que pudo haber sido este anuncio, María, esta mujer descendiente de David, respondió de esta manera al llamado que Dios le hacía, en Lucas 2:38, —Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él haga conmigo como me has dicho.

Tanto María como José, dos personas sencillas, sin tantos recursos qué ofrecer, creyeron el anuncio y se sujetaron al llamado a la gran responsabilidad de ser los encargados de recibir al rey, al salvador, al hijo de Dios que venía al mundo.

Cuando vemos nuestra postal del nacimiento y los vemos ante pesebre, ante rey, sabemos que son los padres más inesperados e insospechados para el gran rey que nació, no obstante, estuvieron dentro del cuadro del plan de Dios para la redención del ser humano a través de su hijo. Jesús es su nombre, que significa salvador, porque como se les dijo a José y María, él salvaría a su pueblo de sus pecados. Jesús es el Salvador de su pueblo

Pero, si regresamos a nuestra postal navideña, vemos a otros personajes insospechados. ¿Qué hacen los pastores en el cuadro? Los pastores en esos tiempos no gozaban de muy buena aceptación ni religiosa ni socialmente. Como la naturaleza de su trabajo era estar básicamente ausente de la vida religiosa la mayor parte del tiempo, no cumplían con los rituales, las fiestas y otro tipo de ceremonias religiosas, por lo que eran vistos como personas no aceptables religiosamente hablando.

Tampoco gozaban de buena reputación socialmente. En las cortes no se les permitía ser testigos. La palabra de un pastor de ovejas en aquellos tiempos no tenía mucha credibilidad.

Además, imagínate estar todo el día cuidando un rebaño de animales mal olientes a la intemperie. Los pastores no eran el tipo de personas que quizá invitarías a tu cena navideña de esta noche. Cuando un pastor trabajando pasaba junto a ti, no podía pasar inadvertido. En fin, los pastores eran las personas más inesperadas para recibir este anuncio. Lo último que harías sería pensar en dar este anuncio a los pastores.

Pero Dios, no sólo les envía una simple nota sino envía todo un destacamento de ángeles para anunciarles, como nos dice Lucas 2:9-12: “Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.2 Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»”

Dios despliega su gloria ante un grupo de insignificantes pastores y les anuncia que en la ciudad de David (Belén) había nacido el salvador. Que ese día era día de fiesta y celebración. Día de salvación, día de gloria. El Cristo, el Mesías había nacido. El ángel también les da una señal para que identificaran y confirmaran lo que les estaba diciendo.

La señal no sería el lujo de las ropas que tendría el niño. No sería lo majestuoso del palacio donde estaría este rey. No sería el séquito que tendría a su alrededor el pequeño. La señal era algo totalmente inesperado. El niño estaría envuelto en trapos acostado en un pesebre, acostado en un cajón donde se le da de comer a los animales. ¡Qué raro! ¡Qué contraste! ¡Qué paradoja! ¡Qué giros tan inesperados!

¿Pero por qué se da este anuncio tan grandioso a unos sencillos pastores? ¿Por qué no a los eruditos bíblicos? ¿O a la realeza de Jerusalén?

Tenemos que recordar que el niño era el hijo de David, es decir, era descendiente de David, y había nacido al igual que David, en aquella insignificante pero tan relevante Belén de Judea.

El Salmo 78:70-72 nos dice: Escogió a su siervo David, al que sacó de los apriscos de las ovejas, y lo quitó de andar arreando los rebaños para que fuera el pastor de Jacob, su pueblo; el pastor de Israel, su herencia. Y David los pastoreó con corazón sincero; con mano experta los dirigió.” Así como David fue elegido de entre los pastores de ovejas para ser el pastor de Israel, también Jesús, el hijo de David, es anunciado a los pastores porque sería el Pastor de pastores del pueblo de Dios.

Esta es la esperanza reflejada en la época de los profetas del Antiguo Testamento:

El profeta Isaías 40:10-11 dice: “Miren, el SEÑOR omnipotente llega con poder, y con su brazo gobierna. Su galardón lo acompaña; su recompensa lo precede. Como un pastor que cuida su rebaño, recoge los corderos en sus brazos; los lleva junto a su pecho, y guía con cuidado a las recién paridas.”

Y el profeta Ezequiel 34:11-16 “Así dice el SEÑOR omnipotente: Yo mismo me encargaré de buscar y de cuidar a mi rebaño [...] Yo mismo apacentaré a mi rebaño, y lo llevaré a descansar. Lo afirma el SEÑOR omnipotente. Buscaré a las ovejas perdidas, recogeré a las extraviadas, vendaré a las que estén heridas y fortaleceré a las débiles […] Yo las pastorearé con justicia.

La esperanza del pueblo era que vendría un pastor que sería el que guiaría al pueblo de Dios hacia su libertad. Esa noche, los indignos e insignificantes pastores de Belén, recibieron el anuncio de la gloriosa venida del pastor deseado, profetizado y esperado por tantos años. Así que estos pastores en el cuadro de nuestra postal navideña, aunque insospechados e inesperados a la vista del mundo, tienen su lugar en ella por la gracia preciosa de nuestro Dios. Jesús es el Pastor de su pueblo.

Pero al regresar a nuestra postal navideña encontramos a otros personajes insospechados. A unos hombres que son conocidos como los sabios de oriente.

En realidad, por cuestiones de exactitud y precisión, ellos no deberían estar en el cuadro, porque ellos no llegaron el mero día del nacimiento como estuvieron los pastores. Tampoco sabemos cuántos sabios eran, existe la tradición de que eran tres, por los tres regalos que le presentaron al niño, e incluso se les ha puesto nombres, pero nada de esto cuenta con respaldo bíblico.

Pero el hecho inesperado y que en verdad no encaja más que nada es que estos hombres que no eran judíos, sino eran de otras naciones y pueblos, hayan llegado a Jerusalén buscando al rey que había nacido rey de los judíos.

Mateo 2:1-2 dice: Después de que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente. —¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? —preguntaron—. Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo.

Estos hombres eran unos estudiosos, eruditos, científicos que provenían de otras naciones, que no eran judíos o que no vivían bajo las creencias del Antiguo Testamento y, sin embargo, llegan a Jerusalén con una pregunta inquietante, la cual les había hecho viajar muchos kilómetros desde oriente para encontrar la respuesta. Su pregunta era: ¿Dónde ha nacido el rey de los judíos?

Habían llegado a Jerusalén buscando respuesta a su interrogante y por eso se habían dirigido a Jerusalén, la capital del pueblo judío. Y tenían un propósito muy bien definido: Hemos seguido su estrella y hemos venido a adorarlo. Esto es increíble. Estos hombres no judíos habían viajado desde muy lejos y venían con un simple pero firme propósito: hemos venido a adorarlo.

Sin saberlo se encontraban como a 8km. del niño, quien estaba en Belén. Herodes estaba a 8km y no fue capaz de ir a buscarlo. Los eruditos bíblicos estaban a escasos kilómetros y no fueron a buscarlo. Estos hombres enigmáticos e insospechados fueron los únicos que estaban decididamente buscando al rey nacido para adorarlo.

Los que siempre lo tuvieron cerca no llegaron, los que venían de lejos...adoraron. Paradojas de la gracia de nuestro Dios.

Los sabios siguieron su camino hacia Belén, siendo guiados por este fenómeno astronómico que les señaló específicamente el lugar donde estaba el niño. Y cuando llegaron la Escritura nos dice en Mateo 2:11 Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra.

Ya Jesús no estaba en un pesebre, sino en una casa, y cuando vieron al niño se postraron, es decir se inclinaron rostro en tierra, y adoraron. Y presentaron sus regalos: oro, incienso y mirra. Regalos, por su costo, dignos de un rey.

Los hombres habían llegado al final de un largo viaje y habían cumplido su propósito. Viniendo desde los confines del mundo llegaron a Belén a adorar al rey que había nacido, llenos de alegría, le adoraron. Esa imagen no es entendible a simple vista. No es esperada. Pero fue posible, porque el Dios de gracia llama a su reino a personas insospechadas.

No se suponía que unos hombre no judíos estuvieran buscando al rey de los judíos para adorarlo. Pero así es como Dios nos muestra su gracia. Estos hombres insospechados representan a todas las personas de todas las naciones del mundo que nos encontramos a miles de kilómetros de Belen que hemos sido llamados a adorar al Rey de reyes que nació entre los judíos. Porque así lo hace Dios: Dios llama a su reino a personas insospechadas.

Ya lo decía la Escritura en el Salmo 22:27 Toda la tierra reconocerá al SEÑOR y regresará a él; todas las familias de las naciones se inclinarán ante él.

O el Salmo 86:9: Todas las naciones que hiciste vendrán y se inclinarán ante ti, Señor; alabarán tu santo nombre.

En los eventos que rodearon la historia del nacimiento de Cristo no podían faltar representantes de todas las naciones de la tierra que vienen buscando insistente y decididamente al rey para adorarlo. Esta es la realidad de nuestro rey, porque un día toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios padre. Jesús es el rey de su pueblo.

Como vemos, José y María, los pastores, los sabios, son personas insospechadas e inesperadas en el cuadro de Navidad. Y como hemos visto, todas estas sorpresivas apariciones alrededor del nacimiento de Jesús, enfatizan que Jesús es el Salvador, que Jesús es el Pastor y que Jesús es el Rey de su pueblo.

Pero creo que nos falta una aparición igualmente insospechada e inesperada en este cuadro. Cuando vemos más de cerca la persona y obra de nuestro Salvador, Pastor y Rey, podemos ver que hay muchas personas bajo su autoridad y cobijo.

En el cuadro ahí, estamos tú y yo. Está su iglesia. Personas insospechadas e inesperadas. Personas que no deberíamos estar ahí, considerando nuestras vidas y obras, pero que sí alcanzamos a salir en la foto porque hubo un Dios de gracia que cuando el tiempo se cumplió, envió a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley para que redimiese a los que estaban bajo la condenación de la ley. Así es la gracia del Señor. Él llama a su reino a personas insospechadas e inesperadas como nosotros.

Lo indigno del que recibe hace resaltar la gloria del que da. Dios no comparte su gloria con nadie. Nadie más se lleva los aplausos. Nadie más se lleva el crédito. Su gloria resplandece de eternidad a eternidad. Sólo él es nuestra gloria y sólo a él es la gloria por los siglos de los siglos.

Aquí estamos tú y yo, totalmente indignos de haber recibido el regalo más grande de parte de Dios: Su propio hijo. Y todo por su gracia y todo para su gloria.

La Navidad es un despliegue de la gloria de Dios. Nos muestra que su gloria es manifestada en los giros inesperados, en que a pesar de ser tan poco se ha acercado a nosotros.

Tal despliegue de la gloria de Dios, no nos permite quedarnos pasivos. La vida nuestra ha de ser entonces una constante respuesta a la gracia y gloria de Dios.

La navidad es un recordatorio fehaciente que nuestras vidas son para su gloria. Que lo que cuenta en esta vida es hacer a Dios más conocido, más famoso, más reconocido y más adorado.

Esta Navidad, no pienses en ti, en lo que deseas o esperas, al final de cuentas eso es irrelevante. Pon tu mirada y empeño en glorificar a Dios con tus palabras, acciones y actitudes. Vive consciente de todo lo que Dios hace por nosotros y has que tu vida sea un resplandor más de su gloria.