En nuestro pasado reciente, todos experimentamos una disminución en varias de nuestras libertades. No podías ir a donde quisieras, cuando quisieras o como quisieras. Podías transitar sólo hasta ciertas horas de la noche. Lo más cercano que podías estar a personas que amabas era a través de una pantalla. En fin, tuvimos una probadita sencilla y dosificada de lo que es estar privado de la libertad a la que estamos acostumbrados.
Si bien, sacamos grandes y buenas lecciones de ese tiempo, creo que casi nadie quisiera volver a vivir una experiencia así. Es difícil estar limitado, restringido o privado de tu libertad. Y es que lo nuestro fue algo temporal y pasajero.
Imagínate qué sería vivir verdaderamente bajo el dominio tirano de alguien más. Realmente eso es “vivir” entre comillas. Pues así estaba el pueblo de Dios en Egipto. Ahí lo dejamos la semana pasada que comenzamos nuestra serie de sermones: ¿Quién como Él? con sermones basados en el libro de Éxodo que tienen el propósito de mostrar cómo el Señor se ha revelado en este libro del Antiguo Testamento, para que al conocerlo más le amemos más y digamos con gran asombro: ¿Quién como nuestro Dios? ¿Quién como Él?
La semana pasada hablamos de Dios como el Dios fiel y hoy nos toca enfocarnos en Dios como el Dios libertador. Dejamos, la semana pasada, al pueblo cautivo y sufriendo bajo el dominio tirano del faraón de Egipto. Y se nos fue presentado un personaje importante: Moisés.
A partir de éxodo y a lo largo del Antiguo y el Nuevo Testamento, Moisés es mencionado por nombre unas 798 veces, de las cuales 266 menciones se encuentran en el libro de éxodo.
Como vemos, el nombre de Moisés resuena en toda la historia bíblica. Definitivamente, Moisés es uno de los grandes. Pero, aunque Moisés tenga el reconocimiento universal, cuando ponemos más a detalle la lupa del análisis nos damos cuenta que detrás de todo ese renombre en realidad está una persona frágil, vulnerable, falible e incluso reemplazable. Entonces, no es Moisés el gran libertador de Israel. En la Escritura, el gran libertador es nuestro Dios.
En éxodo, entre otras cosas, nuestro Dios se va a mostrar como nuestro gran Dios libertador. Por eso decimos este día: Sólo nuestro Dios nos hace verdaderamente libres.
Recordemos un poco quien era Moisés. Su historia comienza en el libro de Éxodo. Nació en un tiempo muy difícil para el pueblo hebreo. La familia de Jacob se había asentado en Egipto gracias a la intervención providencial de José, quien con el favor del faraón había traído a toda su familia y así salvarlos de la hambruna de esos días.
Pero murió José y el faraón que lo conocía y apreciaba, y se levantaron nuevos gobernantes en Egipto que se sintieron amenazados por el rápido crecimiento demográfico de los hebreos y comenzaron a oprimirlos y explotarlos como esclavos. Intentaron darles más trabajo para que no se multiplicaran tanto, pero no dio resultado.
Intentaron matar a todos los varones que nacieran, pero las parteras no siguieron la instrucción de faraón y el pueblo se multiplicó aun más. Por último, mandaron el exterminio de todos los varones nacidos de entre los hebreos, tirándolos al río.
Y en ese contexto de exterminio, nació un bebé cuya madre logró salvarlo del exterminio poniéndolo en una canasta y depositándolo en el río, y la corriente lo llevó justamente a donde la hija del faraón se estaba bañando y en un revés dramático, esta mujer tuvo compasión del niño hebreo y lo adoptó y le pudo por nombre Moisés.
Así comienza el libro del Éxodo, narrando la maravillosa providencia de Dios para salvar de las manos del faraón a este pequeño quien, al final de cuentas, crece en su casa y bajo su protección.
Pero resulta que Moisés, habiendo crecido ya, se mete en problemas al querer hacer algo por los hebreos oprimidos, llegando a asesinar a un egipcio que golpeaba a unos esclavos hebreos. Esto causa que se volviera uno de los más buscados de Egipto y tuviera que salir huyendo y se escondió en la tierra de Madián. En Madián llegó a tener esposa, hijo y trabajo, cuidando los rebaños de su suegro. Parecía que haría su vida en el extranjero, dejando su pasado enterrado en Egipto. Y pasaron los años y la situación del pueblo de Dios empeoraba y empeoraba.
Moisés quizá ya ni quería acordarse de su identidad hebrea, de su pasado en Egipto y de la condición de su pueblo. Pero Dios, que no puede faltar a su pacto, se acordó de su pueblo y su sufrimiento. Y el Señor estaba a punto de hacer algo grandioso para liberar a su pueblo e iba a usar a la persona más inusitada para esto, iba a usar a Moisés para liberar a su pueblo.
El capítulo 3 de Éxodo comienza con Moisés que haciendo sus labores de pastor llegó con su rebaño al Monte Horeb y allí tuvo un increíble encuentro con Dios mismo. Moisés notó que había una zarza, algo muy común en el entorno, en la que estaba pasando algo extraordinario: la zarza estaba encendida, pero por más que estaba en llamas, no se consumía.
Esto llamó poderosamente su atención y se acercó a observar con mayor detenimiento. Y allí le fue dicho por el ángel del Señor que ese lugar era santo porque la presencia de Dios estaba allí.
Dios le dijo en Exodo 3:7-10 NVI: —Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse de sus capataces, y conozco bien sus penurias. Así que he descendido para librarlos del poder de los egipcios y sacarlos de ese país, para llevarlos a una tierra buena y espaciosa, tierra donde abundan la leche y la miel […] Así que disponte a partir. Voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a los israelitas, que son mi pueblo.
Imagínate el escenario. Has tratado de llevar una vida de bajo perfil, tratando de ocultar tu pasado en una zona desértica. Estás en una nueva vida, bastante cómoda porque te permite pasar inadvertido cuidando las ovejas del negocio familiar y de pronto, te dicen que eres parte de toda una estrategia monumental de liberar a toda una multitud de esclavos de la nación más poderosa de la zona, con la que por cierto, tienes cuentas pendientes. ¿Qué hubieras hecho?
Pues precisamente eso es lo que hizo Moisés. Inmediatamente, trata de esquivar tal encargo de ser el instrumento de liberación. Inmediatamente, quiere resaltar su total inhabilidad para la tarea y para esta misión, que le parecía una misión suicida. Y pone todo tipo de excusas, que para Moisés eran razones para que Dios desistiera de llamarlo a él para la tarea.
Moisés, este candidato a libertador, presentó cuatro problemas a Dios que lo descalificaban como la persona idónea. Si él no podía liberarse ni a sí mismo, cómo podría hacerlo con otros. Pero Dios le mostró que, por cada limitación e inhabilidad de Moisés, El Dios libertador mismo se comprometía a suplir todas sus carencias por fidelidad a su pacto, por honor de su nombre, por amor a su pueblo. Porque Él es el Dios libertador. El único que verdaderamente nos hace libres.
Primero, Moisés plantea el problema de Identidad. Éxodo 3:11NVI dice Pero Moisés le dijo a Dios: —¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas?
Y es verdad. Aunque hoy día cuando pensamos en Moisés, lo recordamos como uno de los grandes, en el fondo del asunto, ¿Quién era Moisés como para hacer lo que Dios le estaba encomendando? ¿Cómo se iba a presentar ante faraón, el hombre más poderoso de ese entorno, para decirle que dejara libre a los hebreos que tanto provecho económico le traía a su imperio?
Básicamente, Moisés sabía que era un don nadie como para presentarse ante un poderoso rey. Pero Dios le da respuesta correcta a su limitación e insignificancia: Exodo 3:12 NVI: —Yo estaré contigo —le respondió Dios—.
Ciertamente Moisés, eres un don nadie. Pero no importa quien seas, sino lo importante es quién te está enviando y quién estará contigo cuando hagas estas cosas que son imposibles que las hagas tu solo. Esto hace la gran diferencia. Aunque seamos unos “don nadie” a la vista del mundo, lo importante en la obra del Señor es quién está con nosotros. Y el Dios del pacto ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Nuestras carencias, limitaciones e inhabilidades son suplidas por la presencia de nuestro gran Dios del pacto, el Dios que cuando se ha propuesto libertar a alguien, no hay nada que lo impida.
Pero, Moisés todavía presenta un segundo problema para excusarse de la responsabilidad de la encomienda de Dios y le presenta el problema del propósito: Éxodo 3:13:
Muy bien dijo, Moisés. Voy y les digo que traigo un mensaje y si me preguntan de parte de quién, qué les voy a contestar como para que me hagan caso.
Dios le responde en Éxodo 3:15,(RV60) Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.
Ese nombre que en nuestras biblias en español es escrito como Jehová o Yahvé representa el nombre divino en hebreo que consta de cuatro consonantes: YHWH que tiene su raíz en la palabra Ser, por eso se traduce a veces como Yo soy.
Ese nombre fue considerado tan especial que dejó de pronunciarse y pues es difícil cuales son las vocales que le dan sonido a la palabra. Muchos eruditos evangélicos favorecen más la pronunciación Yawe o Yavé, más que incluso Jehová. Sea como sea, este nombre en este contexto de la historia bíblica muestra algo de Dios muy importante que más adelante veremos.
Moisés debía representar a Yavé, a Jehová, el Dios del pacto. A aquel que había empeñado su palabra a Abraham, Isaac y Jacob de que heredarían la tierra donde abunda leche y miel. Este Dios tenía el propósito de liberar a su pueblo de la opresión egipcia haciendo un tremendo despliegue de poder. Moisés debía confiar que el propósito del Dios del pacto prevalecería a pesar de sus limitaciones.
Nuestras carencias, limitaciones e inhabilidades son suplidas por el propósito de nuestro gran Dios libertador, pues sólo el realmente nos hace libres.
Pero Moisés presenta aun, una tercera excusa para evadir este llamado. Ahora presenta el problema de Credibilidad. En Éxodo 4:1 Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová.
O sea, qué credenciales voy a mostrar para atestiguar que en verdad me estas enviando. Yo no tengo ningún poder especial como para que me crean sólo porque lo digo.
Pero Dios le responde indicándole que tirara al suelo su vara. Al tocar el suelo, la vara se convirtió en una serpiente. Moisés se asustó mucho, luego le indicó que la tomara por la cola y la serpiente se volvió vara nuevamente.
Y acto seguido le muestra una señal más, relacionada con volver su mano de ida y vuelta de la lepra a la sanidad. En pocas palabras, Moisés podía contar con el poder de Dios demostrado en señales que atestiguaran su dicho, así podía tener credibilidad ante el pueblo que iba a liberar.
Aunque en Moisés en sí mismo no era creíble, con el despliegue del poder de Dios, sus dichos serían creíbles.
Nuestras carencias, limitaciones e inhabilidades son suplidas por el poder de nuestro gran Dios del pacto.
Por último, Moisés intenta aun una cuarta excusa para evadir este llamado de Dios. Ahora plantea el problema de la Incompetencia.
En Éxodo 4:10 y 13 NVI —SEÑOR, yo nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra —objetó Moisés—. Y esto no es algo que haya comenzado ayer ni anteayer, ni hoy que te diriges a este servidor tuyo. Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar […] —Señor —insistió Moisés—, te ruego que envíes a alguna otra persona.
Simplemente Señor, no tengo las competencias necesarias, no lleno el perfil de la persona que buscas. Tú quieres un mensajero, un portavoz y yo con trabajo puedo articular dos o tres palabras. Soy totalmente incompetente para la tarea que me quieres encomendar.
Dios le responde: Éxodo 4:11-12 NVI —¿Y quién le puso la boca al hombre? —le respondió el SEÑOR—. ¿Acaso no soy yo, el SEÑOR, quien lo hace sordo o mudo, quien le da la vista o se la quita? Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir.
Dios sabía que Moisés era incompetente, pero su competencia no vendría de él mismo, sino de Dios. Moisés debía confiar en que aquel que lo llamaba había prometido sostener el proyecto supliendo lo que faltara. Además, Dios le había preparado un equipo de apoyo, en la persona de su hermano Aarón, para que usando sus dones en conjunto se lograra el propósito.
Moisés tenía razón. Era incompetente, no era creíble, no tenía las credenciales, en fin, el no podía ser el libertador. Pero lo que no captaba era que el libertador no era él sino sería Dios mismo. Dios mismo iba a liberar a su pueblo de la esclavitud. Lo que ningún hombre podría lograr Dios lo iba a hacer.
En Éxodo 6, Dios deja claro quién iba a liberar a su pueblo.
Éxodo 6:2-3 RV60: Habló todavía Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy JEHOVÁ [YHWH]. Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me di a conocer a ellos.
Aquí vemos la importancia del nombre. A simple vista pareciera que Dios estaba diciendo que el nombre que le gusta o el que quiere de ahora en adelante es el de Jehová o Yahvé. Pero algo más relevante está pasando aquí. El nombre y su significado tiene que ver con el momento histórico que estaba transcurriendo.
La expresión de este nombre, la vemos completa en muchos otros lados de la Escritura. El nombre completo sería “Jehová de los Ejércitos”. Esas cuatro consonantes son la raíz del verbo ser en hebreo y al unirlo a toda la frase: “jehová de los ejércitos”, lo que significa es que Él, es quien hace que existan o sean los ejércitos. De él provienen, él sustenta, el da existencia a los ejércitos. Este nombre así completo lo encontramos unas 274 veces en el Antiguo Testamento. O sea, que decir sólo Jehová o Yahvé, es la forma abreviada del nombre de Dios como Jehová o Yahvé de los Ejércitos.
Recordemos las palabras de David cuando enfrentó a Goliat allá en 1 Samuel 17:45 RV60, Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.
¿Nos vamos dando cuenta por donde va la cosa? El nombre de Dios que lo caracteriza como libertador de su pueblo, como el que defiende a su pueblo, como el que pelea a favor de su pueblo, es Jehová de los ejércitos.
En ese sentido, los hijos de Israel en el éxodo estaban a punto de conocer a Dios como Jehová de los Ejércitos, no sólo como lo conocieron los padres, como el Dios omnipotente. Dios iba a liberar con poder a su pueblo de manos de sus opresores.
Y del capítulo 4 al capítulo 15 de Éxodo, vemos el despliegue de fuerza, de poder, de gloria, de majestad de Jehová de los Ejércitos que barrió con Egipto y toda su supuesta hegemonía.
Jehová de los Ejércitos se enfrentó contra Faraón, contra los dioses de Egipto y sus hechiceros. Y todos salieron apaleados al final.
Las famosas 10 plagas estaban dirigidas como misiles bélicos y certeros para abatanar cualquier resistencia de Egipto.
El río Nilo, la gloria y sustento de Egipto, convertido en sangre. Las ranas, consideradas deidades en Egipto, convertidas en plaga indeseable y luego al morir, en fetidez insoportable. El sustento provisto por los campos egipcios, que en otro tiempo fueron el centro de la abundancia, reducidos a nada por el granizo y langosta. Ulceras, piojos que los hechiceros no pudieron imitar ni parar, al contrario, los inhabilitaron para seguir en la contienda. La oscuridad absoluta en la ciudad donde habitaba el faraón, el supuesto hijo del dios sol. La muerte del primogénito del faraón, su legítimo sucesor.
Todo esto fue un despliegue del Dios Jehová de los Ejércitos que protege, cuida, defiende y libera a su pueblo de sus enemigos.
Así lo reconocieron Moisés y el pueblo cuando después de haber salido libres de Egipto, cruzado el mar rojo y haber visto la estocada final sobre faraón cuando las aguas del mar se cerraron sobre ellos, cantaron diciendo así en Éxodo 15:1-3: Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a Jehová, y dijeron: Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; Ha echado en el mar al caballo y al jinete. Jehová es mi fortaleza y mi cántico, Y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré. Jehová es varón de guerra; Jehová es su nombre.
Después de todo, no Moisés iba a ser el libertador, sino Jehová de los Ejércitos, el varón de guerra, el que pelea a favor de su pueblo, el que protege y procura a su pueblo para sí.
Que no nos quepa duda. No podemos liberarnos a nosotros mismos. Pero tenemos un Dios libertador. Nuestras carencias, limitaciones e inhabilidades son suplidas por la promesa de nuestro gran Dios libertador, varón de Guerra, nuestro Dios. Sólo nuestro Dios nos hace verdaderamente libres.
Así como Moisés no podía liberar a su pueblo, tampoco nosotros podemos liberarnos de la esclavitud del pecado, del diablo y del mundo. Así como Moisés era incompetente para hacerlo, así también nosotros. Pero Dios nuestro libertador, así como lo hizo en el Éxodo en Egipto, lo hizo nuevamente de una manera definitiva por medio de alguien para con quién, Moisés no tiene comparación.
Si pensábamos que Moisés era importante, imagínate este gran libertador del cual todos los escritos de Moisés hacen referencia y apuntan hacia él.
Este gran libertador es aquel que dijo en Juan 8:34-36: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
Lo que es imposible para nosotros, romper nuestras cadenas de esclavitud a este mundo plagado de pecado, nuestras cadenas de esclavitud a Satanás, de esclavitud de las corrientes de este mundo, Dios nuestro libertador lo ha hecho posible por medio de Jesucristo. Somos verdaderamente libres sólo por Jesús.
A través de su vida, muerte y resurrección, Jesucristo, nos ha hecho uno con el Padre, supliendo todas nuestras carencias, inhabilidades y limitaciones causadas por nuestros pecados y nos ha hecho libres para servir con un corazón pleno a nuestro Dios. Si el hijo te ha libertado, entonces, eres verdaderamente libre.
Esta es la gran obra de redención de Dios cumplida en la vida, persona y obra de Jesucristo. Como vemos, Moisés no hubiera podido aportar mucho, es como tú y como yo. Aunque es conocido como uno de los héroes de la fe, al final de cuentas, el verdadero héroe es nuestro Dios que se aseguró de traer el cumplimiento de su promesa de verdadera libertad a través del autor y consumador de la fe, que es Cristo el Señor.
Mi hermano, ¿Quién como nuestro Dios libertador? El es quien pelea nuestras batallas. Él es el que hace la guerra contra los enemigos de su reino. Él es quien provee libertad y vida eterna para siempre. ¿Quién como Él?
Por eso, mi hermano, anímate este día. Nuestro Dios no nos ha dejado abandonados en la esclavitud. Nos ha dado un gran libertador y nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir en él. Si Dios está por nosotros ¿Quién contra nosotros? Si Dios es nuestro libertador ¿Qué nos puede separar de su amor?
Vive aferrado y confiado en nuestro gran Dios libertador, pues Solo nuestro Dios nos hace verdaderamente libres.