Job 2
Estaba platicando con una mujer esta semana que me compartía su experiencia como familia de enfrentar la enfermedad que le diagnóstico a su hijo cuando tenía 4 años y me platicaba todo lo que tuvieron que pasar como familia por un período de tres años, yendo de doctor en doctor y de hospital en hospital, sin muchos recursos y sin que les dieran muchas esperanzas. Fueron años de incertidumbre, consternación y sufrimiento para ellos y su pequeño que hoy día ya tiene trece años y al platicar con él, ni me hubiera podido imaginar por todo lo que como familia habían pasado.
Imaginar a un pequeño de 4 años y a sus padres pasar por todo esto, no es un pensamiento nada agradable. El sufrimiento es una realidad con la que vivimos como seres humanos y como vimos la semana pasada, tenemos que aceptar esa realidad.
Sin duda, es uno de los temas más complejos con los que tenemos que lidiar. No se puede ser simplista con esto del sufrimiento. Tiene muchas aristas que considerar. Por eso, este mes en nuestra serie, En el valle de sombra, estamos considerando varios pasajes de un mismo libro de la Biblia. De hecho, cuando pensamos en el tema del sufrimiento, una parada obligatoria, es el libro en que estamos basando los sermones de este mes.
Hay personajes bíblicos que son conocidos por algo en particular. Si pensamos en fe, pensamos en Abraham; si pensamos en valentía, pensamos en David, pero si pensamos en sufrimiento, tenemos que pensar en Job y el libro de la Biblia que es llamado por su nombre. La temática principal de sus 42 capítulos, es básicamente, el sufrimiento. Son amplias reflexiones sobre por qué razón sufrimos. Y aunque el personaje del libro jamás llega a enterarse o a entender por qué sufrió, al final queda satisfecho, confiando en la sabiduría de un Dios soberano, todopoderoso y bueno.
Y es que como veremos, no siempre vamos a entender la razón específica de nuestro sufrimiento, pero siempre podremos darle sentido a nuestra vida, a pesar de los sufrimientos, si mantenemos nuestra confianza inamovible en el Dios que es más sabio que nosotros, es poderoso y bueno.
Como ya dijimos uno de los libros bíblicos cuyo tema central es el sufrimiento es precisamente el libro de Job. Si haces tu A SOLAS CON DIOS seguramente estarás leyendo varios pasajes de este libro. Una buena idea este mes sería leer una o varias veces todo el libro de Job.
El libro de Job forma parte de la literatura poética de la Biblia. Está ambientado en una región fuera del territorio de Israel llamada Uz; ninguno de los personajes, son israelitas y no sitúa el relato en un período específico o claro de la historia de la humanidad.
Su estructura como libro, está bastante bien definida. Comienza y termina con un prólogo y un epílogo narrativos, y en medio, primero hay una serie de diálogos filosóficos en poesía entre Job y sus amigos, seguidos de unos discursos o monólogos dados por Dios a Job.
En la parte del prólogo, o sea en los dos primeros capítulos del libro, se presenta al personaje principal y sus condiciones de vida y sufrimientos. Y de estos dos primeros capítulos, cuya estructura es muy similar, parece un deja vú, podemos derivar mucha enseñanza acerca del sufrimiento.
Por eso, hablaremos este día, basándonos en los dos primeros capítulos de Job (aunque con un énfasis en el capítulo 2), de cuatro realidades del sufrimiento para el ser humano y del mayor aprendizaje que un hijo de Dios puede tener en sus sufrimientos. Por eso, este día decimos: En el sufrimiento, aprende a confiar en el Dios soberano que siempre tiene un propósito santo, bueno y glorioso en todo lo que hace.
Cualquier persona sabe que el sufrimiento es un contexto ideal para aprender grandes lecciones en la vida. Cuántas veces no hemos escuchado historias maravillosas de aprendizajes insospechados de personas que atravesaron por el valle de sombra. Hay hasta quien agradece a Dios haber pasado por esas situaciones que los han conducido a ser lo que son ahora.
No obstante, aunque todos sufren, no todos aprendemos cosas importantes en la vida. Por eso es necesario que, en nuestro sufrimiento, abramos bien los ojos y el corazón para obtener de esta situación, el mayor provecho posible para crecer en todo sentido.
Pero, primero, veamos cuatro realidades que complican este aprendizaje de cosas importantes en la vida. Derivemos éstas de la experiencia de la vida de Job, registrada en la Escritura.
Primera realidad: Cualquier persona puede sufrir.
Tanto en el capítulo 1, como en el capítulo 2 del libro de Job, se nos describe a este varón en los mismos términos.
Por ejemplo, Job 1:1 En la región de Uz había un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job.
Y en Job 2:3a: —¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? —volvió a preguntarle el SEÑOR—. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal.
Esta descripción nos podría hacer pensar que todo marcharía muy bien en la vida de Job. Tenía una relación con Dios, tenía una hermosa familia y mucha prosperidad material. Job estaba viviendo algo mayor que el sueño americano. ¿Quién podría esperar que algo saliera mal? Si Dios mismo calificaba de esta manera a Job ¿Qué podía salir mal en la vida de Job?
Y es que un pensamiento común es que el sufrimiento es sólo para las personas que se portan mal o que han hecho algo malo o que están lejos de una relación con Dios. Este es un pensamiento muy común.
Solemos pensar que si estamos con Dios no vamos a sufrir. O sea, que nuestro sufrimiento es incompatible con la presencia y poder de Dios en nuestras vidas. Pero esta es una de las primeras realidades sobre el sufrimiento que nos deja el libro de Job: Cualquier persona puede sufrir.
Puedes estar en una maravillosa relación con Dios y aun así, sufrir. Una relación con Dios, entre la primera y segunda venida de Cristo, no te exime o excluye de la posibilidad del sufrimiento.
Si habías firmado a esto del cristianismo porque pensabas que era un escudo o seguro anti sufrimiento, temo desengañarte y decirte que no es así. Entre la primera y segunda venida de Cristo, cualquier persona, en cualquier momento, puede experimentar sufrimiento. Podemos esperar el sufrimiento y de hecho, debemos aceptar esta realidad, puedes sufrir de muchas maneras aunque estés en una correcto y maravillosa relación con Dios.
Entonces ¿Cuál es la diferencia? La gran diferencia entre el creyente que sufre y el no creyente que sufre, no son la intensidad, frecuencia o magnitud de los sufrimientos, sino la esperanza y convicción que podemos tener en medio de nuestros sufrimientos. Y esta esperanza y convicción te hace recibir o aceptar y aprender en el sufrimiento de una manera muy distinta al que no tiene esa misma confianza en nuestro Dios.
Entre la primera y segunda venida de Cristo, ser cristianos no nos hace invulnerables o inmunes al sufrimiento. De hecho, podemos esperar el sufrimiento, hemos sido advertidos en la Escritura del sufrimiento, y por supuesto, nadie se anota para esta experiencia. Pero cuando nos llegue, recordemos que esta es una realidad que todos tenemos que enfrentar.
Pero hay una segunda realidad del sufrimiento mostrada en el libro de Job que nos hace más complicado aprender buenas lecciones de vida cuando estamos en él y esta es Si sufrimos, podemos sufrir aún más.
Hay ocasiones en las que estamos sufriendo en las que pensamos que nada podía pasar que sea peor, pero la verdad, es que las cosas siempre se pueden complicar aún más.
En la vida de Job, en la primera vuelta, en el primer round, como nos revela el capítulo 1, Job acabó perdiendo toda la riqueza que poseía y todos los hijos que había engendrado. Quedó sin riqueza y sin descendencia.
Cuando podíamos pensar que nada podía ser peor que esto, las cosas empeoraron aún más. Nos dice Job 2:7-8, Dicho esto, Satanás se retiró de la presencia del SEÑOR para afligir a Job con dolorosas llagas desde la planta del pie hasta la coronilla. Y Job, sentado en medio de las cenizas, tomó un pedazo de teja para rascarse constantemente.
Job quedó con una enfermedad invasiva de la piel que causaban dolor físico e incomodidad constantes. Ahora no sólo tenía el dolor emocional de haber perdido a sus hijos, la angustia por la necesidad económica, ahora se agregaba un constante malestar físico incesante.
Habiendo padecido enfermedades de la piel yo mismo, no puedo ni imaginar los sufrimientos por los que estaba pasando este hombre.
¡Qué complicado! ¿No? ¡Qué difícil esas situaciones cuando los sufrimientos en vez de menguar, aumentan! ¡Qué complicado es hacer frente a pensamientos negativos o de incredulidad cuando estamos atravesando por momentos así!
Nadie está diciendo que es algo fácil o simple. El sufrimiento es muy complejo. Es algo muy desconcertante, pero aún allá en medio de nuestros más profundos sufrimientos, los hijos de Dios, pueden encontrar lecciones invaluables acerca de Dios y de sí mismos.
Si estás en esta situación, nadie está diciendo que es fácil. Pero si te animamos a que te mantengas firme en las convicciones más básicas que nos sostienen en el evangelio. La intensidad, el número o lo enredado de tus sufrimientos, no necesariamente, son algo único o insospechado. Esto puede pasarle a cualquier persona, incluso a un verdadero hijo de Dios, a un verdadero creyente en Cristo.
Eso no es lo que nos distingue. Lo que nos distingue es que tenemos la gran promesa de que no importa que nos ocurra en la vida, todo es canalizado para nuestro bien en Cristo Jesús. Por eso, somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Mantente firme.
Pero hay una tercera realidad del sufrimiento mostrada en el libro de Job que nos hace más complicado aprender buenas lecciones de vida cuando estamos en él y esta es No siempre vamos a entender todas las aristas de nuestro sufrimiento.
Job 2:3-6 —¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? —volvió a preguntarle el SEÑOR—. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal. Y aunque tú me incitaste contra él para arruinarlo sin motivo, ¡todavía mantiene firme su integridad! —¡Una cosa por la otra! —replicó Satanás—. Con tal de salvar la vida, el hombre da todo lo que tiene. Pero extiende la mano y hiérelo, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara! —Muy bien —dijo el SEÑOR a Satanás—, Job está en tus manos. Eso sí, respeta su vida.
Tanto en el capítulo 1 como ahora en el capítulo 2, aparece en la corte celestial un personaje que se le llama: Satanás, que más que un nombre propio, es una descripción de su función. Es un adversario. Es el que se opone. Y Satanás, este adversario, en ambas ocasiones, inmediatamente contrapuntea a Dios en sus comentarios favorables sobre Job.
Claramente, el adversario está tratando de desacreditar la evaluación de Dios sobre Job, en la primera vez cuestionando la vida de bendición y de ausencia de sufrimiento que Job había llevado. Y en esta segunda vez, proponiendo que, si su cuerpo era tocado con enfermedad, adicionalmente a todo lo que ya le había pasado, eso sería la gota que derramara el vaso y Job abandonaría su fe en el Señor.
Tenemos que reconocer hermanos que este adversario conoce el corazón humano. Debemos reconocer que cuando todo va bien en nuestras vidas podemos pensar que tenemos una gran confianza en Dios, pero es en los momentos de sufrimiento cuando en realidad esa confianza se muestra en su expresión real y evidente.
Una cosa, es decir, Dios es soberano y está presente en nuestras vidas cuando estamos tomando nuestro cafecito rico y caliente en una habitación con aire acondicionado, y otra, cuando hemos experimentado algún tipo de pérdida, hay carencias serias, hay dolor físico intenso o están ocurriendo cosas que no alcanzamos a entender su propósito.
Este adversario conoce cómo funciona el corazón humano y sabe de qué pie cogíamos y con toda la premeditación, alevosía y ventaja pone sobre la mesa estos esquemas para hacer caer a Job y toda la confianza en Dios que representaba.
Entonces tenemos a Job, el varón recto, justo y rico, en un abrir y cerrar de ojos…en la ruina económica total y sin hijos. Y en un abrir y cerrar de ojos, rascándose incesantemente con una teja su cuerpo lleno de llagas supurantes ¿Cómo es que pasó esto? ¿Qué explicación podía tener Job de todo esto? ¿Por qué estaba sufriendo por todo esto?
Sabes, Job, en todo el libro, nunca se enteró de la razón por la cual sufrió. Aún cuando preguntó directamente, nunca se le dio una respuesta concreta y particular. Lo que se le dio, es la dirección en la que debía poner su confianza, aunque no tuviera todo el camino claro y pavimentando. Y al final, eso fue suficiente para él y tuvo grandes aprendizajes en toda esta experiencia.
Podemos contar con ello. No siempre vamos a poder entender todas las aristas de nuestro sufrimiento. En el caso de Job, nosotros sí nos enteramos de por qué sufrió Job. Pero él nunca lo supo.
¿Por qué sufrió Job? La respuesta del pasaje es: Satanás lo hizo. Ah…pero no perdamos de vista el punto más importante. Ciertamente podemos culpar a Satanás de estos sufrimientos particulares de Job (nos lo muestra la Biblia), pero nunca pensemos que él hizo lo que se le dio la gana. ¡No! Él pudo hacer y se sujetó exclusivamente sólo a aquello para lo cual le dieron permiso. La condición de Dios fue que no tocara su vida en la primera vuelta, y que no tocara la vida de Job, en la segunda. Y Satanás respetó al pie de la letra esas restricciones.
Por eso, no importa tanto que entendamos la fuente del sufrimiento que estemos pasando, quizá sea provocado por Satanás mismo, como en este caso, o puede ser causado por el pecado de alguien más en nuestra contra o incluso por nuestras propias malas decisiones o quizá nunca lo entendamos como Job, pero lo que es importante establecer de entrada, como hijos de Dios, es que el Señor siempre está presente y tiene todo bajo su control, aunque nosotros no entendamos las cosas en un momento dado.
En este caso, vemos claramente que Satanás no es un rebelde independiente. Satanás no va a hacer lo que le dé la gana. Antes de causar algún sufrimiento tuvo que pedir permiso a quién sí es el Soberano. ¿Entonces quién tiene el control después de todo?
Satanás no tiene el control, Dios es quien lo tiene. Esto debe traer consuelo y ánimo en medio de tu sufrimiento. Satanás puede hacerte sufrir, pero Dios no se durmió, ni lo engañaron, ni le vencieron. Dios dio permiso porque tiene un propósito para todas las cosas, e inclusive utiliza el sufrimiento para lograr sus objetivos.
Pero hay que hacer una aclaración importante aquí. Ciertamente, Dios tiene toda circunstancia en sus manos, pero él no es quien incita al mal, o es quien hace que las personas pequen. Cada quien es responsable de sus decisiones morales y dará cuenta a Dios por eso.
No podemos justificar el pecado de nadie con esta enseñanza. El pecado siempre estará mal y siempre es condenable, pero en la soberanía de Dios en la vida de sus hijos, aún esas malas decisiones pecaminosas de los agentes morales, son canalizadas o encausadas para que al final, el perfecto plan de Dios y su propósito santo, se cumpla.
Y eso es lo que debemos siempre recordar en medio de nuestros sufrimientos, en medio de nuestros cuestionamientos acerca de dónde está Dios cuando estoy sufriendo y no entendemos todas las aristas.
Aunque no lo entiendas, aunque no lo alcances a ver con claridad ahora mismo, aunque sea complicado enfrentar la vida, recuerda siempre que Él está aquí y ahora. No se fue de vacaciones, ni le rebasó la situación. No huyó y te dejó solo. No se ha dormido. Él está presente y tiene esa circunstancia que estás viviendo, por complicada que sea, bajo su control total y está llevando tu historia hacia dónde él quiere llevarte.
Pero hay una tercera realidad del sufrimiento mostrada en el libro que Job que nos hace más complicado aprender buenas lecciones de vida cuando estamos en él y esta es En nuestros sufrimientos oiremos muchas voces de consejo falso.
Job 2:9 dice: Su esposa le reprochó: —¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!
Sin hijos, sin recursos y ahora con un esposo enfermo de pies a cabeza, la esposa de Job ya no pudo más. Ella tiró la toalla, claudicó, se dio por vencida. Le aconsejó a su esposo que hiciera lo mismo, que no tenía caso seguir confiando en Dios, que no tenía caso la versión de la vida que Dios nos da. ¿Para qué mantenernos confiando en Dios, si de todas maneras sufrimos y sufriremos? Según ella, lo único que Dios merece de nuestra parte es maldición y que le demos la espalda.
Consejos falsos así de directos o incluso más sutiles, recibiremos en momentos de sufrimiento. Voces de engaño que nos indicarán un camino distinto al que nos traza Dios en la Escritura. Y no sólo una vez, sino serán repetidos una y otra vez.
Escucharás cosas como Dios no es bueno. Dios no es poderoso. Dios no se interesa por ti. Dios te abandonó. De qué te sirve confiar en Dios. Dios no puede protegerte. Tienes que salir adelante tu solo. No puedes contar con Dios. No es digno de tu confianza, mira lo que te está pasando, etc.
En nuestros sufrimientos abundarán consejos que nos lleven a apartarnos del Señor. Cuando estamos en esos tiempos, es cuando más debemos aferrarnos a la verdad de la Escritura, asirnos del consejo sabio que viene del temor del Señor y el apoyo de la comunidad de fe que nos anima a no desviar la mirada del Señor en los momentos de angustia. Que la voz del Señor prevalezca en nuestros corazones en medio de las mentiras que tu sufrimiento te grite al oído.
Estas cuatro realidades del sufrimiento hacen complicado que obtengamos las lecciones que hay para nosotros en las circunstancias difíciles. No obstante, Dios en su gracia, cumple siempre sus propósitos en sus hijos.
La mayor lección que podemos aprender en el sufrimiento es una que tiene que ver con una confianza plena en el Señor.
Como dijimos al principio, En el sufrimiento, aprende a confiar en el Dios soberano que siempre tiene un propósito santo, bueno y glorioso en todo lo que hace.
Job fue un hombre, en palabras del Señor, intachable y justo, aún así sufrió. Sufrió más de lo soportable e incluso lo insoportable. Nunca entendió todas las aristas de su sufrimiento e incluso recibió consejo falso de las personas más cercanas a él. No obstante, al menos en estos dos primeros capítulos, mira cómo se calificó la respuesta de Job:
Job 1:22: A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios.
Job 2:10b: A pesar de todo esto, Job no pecó ni de palabra.
Ante estos sufrimientos indecibles, Job mantuvo su corazón donde debía. Mantuvo su confianza en el único que sabía y entendía lo que pasaba en su vida.
Después del primer golpe, el dijo en Job 1:21: «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El SEÑOR ha dado; el SEÑOR ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del SEÑOR!»
Y después del segundo golpe, dijo en Job 2:10a, Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos recibir también lo malo?
¿Qué es lo que estas dos declaraciones tienen en común? En ambas se ve a Dios como el soberano que da y quita. También, en ambas se considera que la sabiduría de Dios es más grande que la nuestra y en ambas se confía en que Dios sabe lo que hace cuando algo nos pasa. Job veía a Dios directamente relacionado con su vida y sus circunstancias y él en el resto del libro estará lidiando directamente con aquel que da y quita, aquel de que quien recibimos todo tipo de circunstancias, de aquel que es bendito pase lo que pase.
El aprendizaje más grande que el sufrimiento puede darnos es una confianza plena, solida y duradera en aquel que es el soberano sobre nuestras vidas y siempre tiene un propósito santo, bueno y glorioso en todo lo que hace, aunque no lo lleguemos a entender en un momento dado.
En el resto del libro vemos la lucha de Job por entender y procesar todo lo que le estaba pasando, pero lo hizo desde el ángulo de la fe, nunca de la incredulidad. Siempre acudió a Dios, nunca tuvo la actitud de su esposa. Aunque Job en momentos en este proceso, tuvo debilidad, duda e incluso cosas de las que luego tuvo que arrepentirse, no desistió en su búsqueda de confianza en el Dios soberano.
En nuestros sufrimientos, es necesario aprender a confiar en nuestro Dios que es tan soberano que puede canalizar todo sufrimiento para el bien de sus hijos.
Y de esto podemos tener certeza. Tenemos un Dios que tiene todo bajo su control, incluso sobre el actuar del diablo. Esto es tan así, que hombres malvados llevaron a su Santo Hijo Jesucristo a la cruz, y aunque todos éstos (y nosotros) somos culpables del derramamiento de la sangre de Cristo, al mismo tiempo estaba cumpliendo su bendito plan eterno de salvación, a través de las decisiones de agentes morales responsables.
Y gracias a la vida, muerte y resurrección de Jesucristo hemos sido reconciliados con el Padre. Si nos asombra la vida de Job, cuánto más debemos quedar admirados y boquiabiertos por la vida de Jesucristo. Gracias a su sufrimiento que estuvo bajo el control de Dios, hoy ha traído para nosotros tan grande salvación. Hermanos, Dios tiene todo bajo su control, podemos confiar en él, aunque no entendamos todo.
Es porque Jesucristo, el varón de dolores, ha vencido que nosotros podemos aspirar a enfrentar los sufrimientos con fe, esperanza y la seguridad de que nada nos puede separar de su amor. Él es nuestro refugio seguro en las tribulaciones.
No se por qué cosas estás pasando este día, pero Dios sí. Y Él te dice en Su Palabra que no pienses que está ausente, ajeno o indiferente. En el pasado, en el presente y en el futuro su obra es perfecta y se cumple en tu vida. Tampoco pienses que el sufrimiento no tiene propósito, es fortuito e inútil. En su plan perfecto, si lo considera necesario, lo incluirá en tu vida con un propósito glorioso.
Por lo tanto, por la gracia de Cristo, donde otros ven problema, nosotros, desde una perspectiva de confianza en Dios, podemos ver oportunidad. Donde otros sólo ven motivo de lágrimas, nosotros podemos ver también motivo de celebración. Donde otros ven retroceso y atraso, nosotros podemos ver transformación y cambio; donde otros ven derrota, nosotros podemos ver victoria, donde otros ven muerte, nosotros podemos ver vida eterna y abundante en Cristo Jesús.
En el sufrimiento, aprende a confiar en el Dios soberano que siempre tiene un propósito santo, bueno y glorioso en todo lo que hace.