Summary: Vivamos nuestra sexualidad de acuerdo con nuestra redención.

Hace varios años, en una ocasión, un expositor estaba compartiendo una enseñanza con un grupo de jóvenes y nos mostró una rosa blanca recién cortada. Todos quedamos atentos admirando la belleza de la flor. De pronto, sin aviso y con un movimiento abrupto, empezó a frotar sus manos con la flor en medio de ellas, básicamente haciéndola pedazos. Luego nos mostró lo que quedó de la flor y nos dijo: Esto es lo que el ser humano ha hecho con el regalo divino de la sexualidad.

Por supuesto, todos quedamos sin palabras ante esa representación tan gráfica de lo que el pecado ha causado en nosotros y nuestra sexualidad.

En el principio, Dios creó todo lo que existe en el cielo y en la tierra y lo hizo todo bueno, bueno en gran manera. Así que Dios hizo al ser humano a su imagen y semejanza y lo creó en la variedad de dos sexos bien definidos y determinados. Dios hizo al ser humano como varón y como mujer. No había ambigüedad ni confusión ni disforia. Todo estaba perfectamente definido y claro por el diseño del Creador de todo.

Pero, tristemente, Génesis 3 sucedió en nuestra historia y cuando el ser humano se rebeló contra su creador, todo lo hermoso y bello como Dios creó la sexualidad humana fue distorsionado y mancillado con el pecado. Desde entonces, tenemos que hacer una distinción en los asuntos sexuales. Tenemos que hablar de la sexualidad de acuerdo con el diseño de Dios y de la inmoralidad sexual.

Aunque el sexo no es algo malo en sí mismo, (Dios lo creó, lo diseñó y estableció) por causa del pecado ha sido distorsionado y es muy probable que al leer la Biblia nos quedemos con la impresión de que Dios está en contra del sexo, pero nada podría estar más lejos de la verdad.

Dios hizo todo para su gloria y la sexualidad humana no es la excepción. Así que desde nuestra cosmovisión bíblica el sexo de acuerdo con el diseño de Dios es algo que le glorifica y la inmoralidad sexual (todo lo que se sale de su diseño) le ofende y le deshonra en gran manera.

Por eso las advertencias y mandamientos que encontramos en la Escritura que parecieran estar en contra del sexo, no es contra el sexo de acuerdo con el diseño, sino en contra de la inmoralidad sexual.

Por ejemplo, consideremos Hebreos 13:4 (LBLA) donde dice: Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin deshonra, porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios.

Este texto nos dice que hay dos maneras de vivir la sexualidad: una que es honrosa y la otra que será objeto del juicio de Dios. Una se vive de acuerdo con el diseño de Dios en el matrimonio y la otra se sale del diseño de Dios y se practica en inmoralidad y fuera del cobijo del matrimonio bíblico.

Dios circunscribió las relaciones sexuales al matrimonio entre un hombre y una mujer. Pero, como vimos la semana pasada, el ser humano por el pecado, ha extirpado el sexo de su contexto santo y se ha desatado todo el incendio de inmoralidad sexual que va dejando una estela de destrucción, caos y muerte.

La lista es larga…adulterio, relaciones sexuales premaritales, homosexualidad, transgenerismo, violaciones, abuso sexual, acoso sexual, bestialismo, voyerismo, necrofilia, pederastia, exhibicionismo, enfermedades de transmisión sexual, pornografía en todas sus variantes, prostitución, lujuria, pensamientos lascivos, deseos desordenados, confusión de la identidad sexual, conversaciones de doble sentido, bromas con contenido sexual, etc. etc. Todo lo precioso que es el sexo creado por Dios ha sido reducido a un caos desordenado que tanto sufrimiento trae al ser humano.

No obstante, la Escritura no cierra el caso en este punto. Sino, nos trae buenas noticias. Dios no nos dejó en nuestra miseria auto-provocada, sino nos envió la solución a nuestro más grande problema.

Hay buenas noticias, debido a la obra de redención en Cristo Jesús, por su vida, muerte y resurrección, y porque con esto reconcilió todas las cosas con Dios, podemos experimentar renovación real incluso de nuestra sexualidad quebrada y distorsionada.

En Cristo, somos una nueva criatura y todas las cosas son hechas nuevas. Así que hay verdadera esperanza de experimentar el poder del evangelio renovando lo quebrado en nuestra sexualidad por el pecado. Los que están en Cristo no tienen por qué vivir en la inmoralidad con una sexualidad distorsionada, sino pueden vivir en una sexualidad redimida por Cristo Jesús. Por la fe y la gracia del Señor, podemos centrar nuestros corazones en la gloria, en la verdad y en el conocimiento del Señor para caminar en un camino de renovación y santidad en la sexualidad.

Por eso, si estamos en Cristo, podemos y debemos vivir nuestra sexualidad en pureza y santidad, alejándonos de todo aquello que se aparta del diseño del Señor. Si somos hijos de Dios, vivamos nuestra sexualidad de acuerdo con nuestra redención.

Y para seguir reflexionando en nuestra sexualidad redimida por Cristo, consideraremos un pasaje en 1 Corintios 6:9-20.

La ciudad de Corinto era conocida, entre otras cosas, por la vida de libertinaje sexual de sus habitantes debido a la adoración pagana a sus dioses. Como parte de los rituales se practicaba la prostitución en esos templos paganos. En fin, en Corinto, la perversión sexual era muy evidente y normalizada.

Tal parece que la iglesia joven de Corinto no pudo sustraerse del todo de esta mala influencia y el apóstol Pablo se ve en la necesidad de recordar a los Santos de Corinto que ellos habían sido redimidos de todo eso y que debían y podían vivir de una manera muy distinta a como solían vivir en su pasado antes de Cristo. Por eso, este pasaje es muy apropiado para considerar nuestra sexualidad redimida, nuestra sexualidad ahora que estamos en Cristo.

1 Corintios 6:9-11 comienza diciendo: ¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios? ¡No se dejen engañar! Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.

Pablo comienza hablando de una gran realidad: los pecadores no pueden heredar el reino de Dios. Esto es muy importante. Nadie que esté fuera del cobijo de Cristo puede enfrentar el juicio de Dios y ser aceptado como digno del reino de Dios. Y se menciona una lista de pecados escandalosos, varios de los cuales son de índole sexual: fornicarios, adúlteros, pervertidos sexuales y sodomitas. Todas estas categorías nos muestran todo tipo de pecado sexual sea de naturaleza homosexual o heterosexual. Todo lo que se aleje del diseño de Dios, entra en estas categorías.

Pero notemos que no sólo se mencionan pecados sexuales, sino otros pecados que muchas veces no consideramos tan escandalosos tales como: idolatría, avaricia, borrachera, calumnia y estafa. Como que estos pecados no ocuparían los titulares de nuestras publicaciones, no así los anteriormente mencionados. Pero vemos que tanto esos pecados que solemos señalar con mayor severidad están en la misma lista con otros pecados que a veces consideramos “culturales” o “normales”.

Pero aquí vemos que el resultado es el mismo: Nadie que practica estos pecados como estilo de vida puede heredar el reino de Dios. Y ahí cuando todos nos sentíamos perdidos hay una pequeña frase que cambia el panorama, dice: “Y eso eran algunos de ustedes”.

Nota que habla en pasado: “Eso eran”. Eso solían ser algunos de ustedes. Eso quiere decir que ya no son así. Quiere decir que han experimentado una renovación especial en Cristo. Eso quiere decir que ya no tienen que vivir como solían vivir. Quiere decir que son una nueva creación. Y que aquella sexualidad distorsionada a partir de que están en Cristo es una sexualidad redimida.

Esto debe traer mucha esperanza a nuestros corazones necesitados en medio de la lucha en el aspecto sexual. Todos tenemos algún tipo de lucha en este aspecto. Algunos las tenemos más fuertes que otros, pero la verdad de la que partimos es que ahora en Cristo debemos ver estas cosas como algo del pasado. Eso ÉRAMOS algunos de nosotros. Ya no te sigas identificando con tu pecado, sino ahora identifícate con Cristo. Es tu nueva identidad.

Y el texto sigue recalcando la realidad de nuestra identidad en Cristo: hemos sido lavados, santificados, justificados y tenemos la presencia bendita del Espíritu Santo.

Es una nueva vida caracterizada por haber sido lavado de tus pecados por la sangre de Cristo, haber recibido la justicia o rectitud de Cristo a tu favor, estar en un proceso de renovación plena de día en día y contar con la presencia y dirección del Espíritu Santo de Dios. ¿Qué más necesitamos?

Esta es nuestra nueva identidad. Ya no somos lo que solíamos ser. En Cristo ya no eres adúltero, fornicario, sodomita o pervertido sexual, ahora eres puro, santo, justificado y templo del Espíritu de Dios. Este es el punto de partida para ir hacia la victoria sobre el pecado sexual en nuestras vidas.

Dejemos de vernos con la identidad previa a la redención en Cristo (eso éramos), y comencemos a vernos y convencernos de que la obra de Cristo es real para con sus hijos y él nos purifica, justifica, santifica y llena de su Espíritu.

Habiendo establecido esta realidad de la identidad de los hijos de Dios, ahora el apóstol se dedica a combatir el problema de los corazones de los corintios. Habían caído en ciertos errores que los llevaban a vivir en el aspecto sexual como si no fueran nueva creación en Cristo.

Los Corintios habían mal entendido una enseñanza del apóstol Pablo sobre la libertad cristiana. Pablo les había enseñado que Dios hizo el estómago capaz de comer todos los alimentos y que podían comer de todo con acción de gracias. Esto era por las restricciones en cuanto a la comida en la que insistían los judíos. Pero ellos llevando este principio de libertad lo aplicaron, a su conveniencia y por la influencia cultural, al asunto del cuerpo y el sexo. El versículo 13 nos dice: «Los alimentos son para el estómago y el estómago para los alimentos»; así es, y Dios los destruirá a ambos. Pero el cuerpo no es para la inmoralidad sexual sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.”

La lógica de los Corintios era esta: Así como el estómago fue hecho para la comida, así también nuestro cuerpo es para el sexo”. “Así como podemos comer de todo con el estómago que Dios nos dio, así también podemos experimentar cualquier tipo de práctica sexual con nuestro cuerpo que Dios nos dio.”

Había que recordarles a estos cristianos que, si bien Dios dio libertad para poder comer de cualquier tipo de alimento, el asunto del sexo estaba en otra categoría. No podían ponerlo todo en el mismo casillero.

El apóstol les aclara: De ninguna manera, el cuerpo NO es para la inmoralidad sexual. No pueden hacer con su cuerpo lo que les dé la gana. Su cuerpo es para el Señor. Para que lo administren como Dios quiere y manda. El único sexo que pueden practicar es el que glorifica a Dios, lo que es de acuerdo con su diseño y voluntad, no la inmoralidad sexual.

Los Corintios habían llegado al grado de ir con prostitutas y pensar que no le estaban dando un uso pecaminoso a su cuerpo. Después de todo, pensaban, el cuerpo lo destruirá Dios. No es tan importante, puedo hacer lo que quiera. Pero el apóstol aclara que el cuerpo es tan importante que va a ser resucitado por el poder de Dios: 1 Corintios 6:14: Con su poder Dios resucitó al Señor, y nos resucitará también a nosotros.

En tu sexualidad redimida no puedes tratar o pensar que puedes hacer con tu cuerpo lo que quieras, total es algo desechable. Pablo responde, “De ninguna manera”. El cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino es del y para el Señor. Este cuerpo que desprecias experimentará el mismo poder que resucitó a Jesucristo de entre los muertos, ¿Cómo entonces lo vemos y lo tratamos de esa manera tan deplorable?

El versículo v. 15 sigue diciendo: ¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo mismo? ¿Tomaré acaso los miembros de Cristo para unirlos con una prostituta? ¡Jamás!

¡Somos miembros de Cristo mismo! Nuestra identidad en Cristo es la que debe guiar nuestra manera de ver las cosas. Cuando yo mancillo mi cuerpo con inmoralidad sexual no debo pensar que estoy haciendo algo que todos en la cultura hacen, o lo que está de moda o lo que es normal en nuestra sociedad, sino que en cada interacción sexual fuera de lo establecido con Dios estoy ofendiendo y mancillando mi identidad en Cristo.

Todo tú eres parte del cuerpo de Cristo. Nuestros cuerpos no son nuestros son miembros de Cristo. Así que cuando practicamos inmoralidad sexual estamos manchando el cuerpo y los miembros de Cristo infamemente.

Cuando seas tentado al pecado sexual recuerda que sería como que llevaras a Cristo contigo a cometer esos actos. ¡Es impensable! ¡Qué eso nos detenga a cometer tal blasfemia!

Luego el apóstol sigue diciendo en los versículos 16-18: ¿No saben que el que se une a una prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues la Escritura dice: «Los dos llegarán a ser un solo cuerpo.» 17 Pero el que se une al Señor se hace uno con él en espíritu.18 Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo.

Estos versículos nos enseñan que algo pasa más allá de lo físico cuando tenemos relaciones sexuales. De acuerdo con el diseño perfecto de Dios, el sexo fue creado para vincular íntimamente al esposo y a la esposa en el contexto del matrimonio. Está diseñado para que sea no sólo una unión física entre los cónyuges sino una experiencia de unión espiritual.

Las relaciones sexuales fueron diseñadas por Dios para fusionar a los esposos en una sola carne. Para que experimentaran física y espiritualmente la unión de sus vidas. Al sacarlo de su contexto espiritual, el sexo se vuelve un arma destructiva. Como fue diseñado para crear intimidad entre los cónyuges, algo de ti se va yendo en cada ocasión de sexo pecaminoso.

Es interesante observar cómo las personas sumidas en inmoralidad sexual presentan serias dificultades para tener intimidad relacional con otras personas. El pecado sexual es peculiar en sus efectos sobre la persona no tanto en lo físico (que sí lo tiene, enfermedades, etc.) sino en lo espiritual. La inmoralidad sexual te inhabilita para la intimidad.

Piénsalo, un varón esclavizado a la pornografía, se aleja cada vez más de la intimidad con su esposa. Aun cuando tienen relaciones sexuales, las imágenes vistas vienen a su mente y le perjudican para gozar intimidad verdadera con su esposa. Un soltero esclavizado a la pornografía igualmente se ve afectado en cuanto a la intimidad porque crea en su mente un mundo irreal de lo que es el sexo y lo aleja de la verdadera intimidad para la cual Dios diseñó el sexo.

En fin, el sexo no es algo meramente físico, sino que fue diseñado por Dios para ser un vínculo espiritual entre el esposo y la esposa en el contexto del matrimonio. Cuando lo usamos fuera de este contexto causa muchísimo daño y no sólo físico.

Y el apóstol remata su argumento a favor de la sexualidad redimida en Cristo y en contra de la inmoralidad sexual diciendo en los versículos 19-20: ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.

Dos verdades importantes se derivan de aquí de nuestra redención en Cristo: Somos templo y tenemos dueño. Nuestros cuerpos no son nuestros. Son un templo para el Espíritu Santo. No somos nuestros propios dueños. La tercera persona de la trinidad ha hecho su morada en nosotros. Es un santuario para la gloria de Dios.

Cristo vivió, murió y resucitó para comprarnos para que seamos siervos de Dios. Hemos dejado de servir a las tinieblas, ahora servimos al reino de Dios. Ya no puedes estar deshonrando a aquel que te compró para sí usando tu cuerpo inmoralmente.

En resumen, No eres el dueño. El cuerpo es para el Señor. Tu cuerpo es parte de los miembros de Cristo, eres templo del Espíritu Santo, y has sido comprado por un precio. No eres tuyo, eres para Dios…Por lo tanto, tu cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para la gloria de Dios.

En nuestra sexualidad redimida nos aferramos a lo que somos en Cristo y nos apartamos de todo lo que ofende a Cristo.

Si fueras Dios y tuvieras la visión de todo lo que la inmoralidad sexual causa en la vida del ser humano (enfermedades mortales, enfermedades engorrosas, embarazos no deseados, por ende abortos, matrimonios destrozados, niños víctimas de abuso, mujeres violadas, niñas prostituidas, denigración de la mujer, etc.etc.) Si pudieras ver todo esto…cuál sería tu instrucción para el ser humano….¿Le propondrías, usa un preservativo y ten sexo “seguro”? Quizá no…¿verdad? Estoy casi seguro que le dirías…abstente de la inmoralidad sexual.

Pues es precisamente lo que el Señor hace, cuando nos dice en el versículo 18, Huye de la inmoralidad sexual.

En nuestra sexualidad redimida en Cristo no tiene cabida la inmoralidad sexual. Así que demos todos los pasos necesarios para eliminarla de nuestras vidas pues hemos sido lavados, santificados y justificados y el Espíritu Santo habita en nosotros.

En nuestra sexualidad redimida los que somos casados pongamos atención a nuestra vida sexual matrimonial. Hay mucho espacio para seguir creciendo dentro del contexto santo en el que Dios ha colocado el sexo. Tristemente, muchos matrimonios solo hablan del tema para pelear o reclamar. Necesitamos poner atención verdadera a este tema que si hay un tema exclusivo y pertinente para el esposo y la esposa, es precisamente este.

En nuestra sexualidad redimida, luchemos contra la influencia y presión del mundo para que las personas solteras activen su vida sexual fuera del contexto del matrimonio de acuerdo con el diseño de Dios. Hermanos solteros o que estuvieron casados en otro tiempo y ahora no lo están, tengan mucho cuidado de caer presa de la corriente de este mundo que por todos los medios posibles te está diciendo: mientras evitemos una enfermedad y un embarazo está bien tener relaciones sexuales en un contexto diferente al matrimonio. Si los dos se quieren…¿cuál es el problema? Hay mucho problema porque en cada intercambio sexual algo de ti se va y tu capacidad de intimidad se va dañando gravemente, además que ofendes al diseñador del verdadero sexo seguro. ¡Huye!

En nuestra sexualidad redimida cuidemos lo que vemos, lo que consumimos, lo que leemos, lo que hablamos. Que lo que se aleje del diseño de Dios ni aún se nombre entre nosotros.

En nuestra sexualidad redimida tengamos mucho cuidado con la pornografía. La pornografía es una ladrona. Te robará tu relación con Dios, tu capacidad de tener verdadera intimidad relacional y si eres casado, la relación verdadera con tu cónyuge. La pornografía es esclavizante. Jesús nos ha hecho libres, no te sometas a nadie más sino a Cristo.

En nuestra sexualidad redimida, si estás experimentando deseos sexuales fuera del diseño de Dios sean heterosexuales u homosexuales, recuerda que por más que la cultura alrededor te quiera convencer de que es lo más normal y está bien, si tienes una convicción cristiana, no cambies la verdad de Dios por la mentira. Recuerda que el pecado ha afectado todo y lo que se siente “natural” puede ser un deseo pecaminoso camuflagiado de normalidad. Y más en una cultura que está normalizando lo que es pecado. Corre al evangelio, corre a Cristo para ser libre verdaderamente.

Una visión cristiana de la sexualidad toma en cuenta la proveniencia divina y el diseño creacional de la sexualidad; no obstante, también toma en cuenta el efecto catastrófico que la caída en el pecado causo sobre la sexualidad humana. Pero, sobre todo, exalta la gloriosa obra de redención efectuada por Jesucristo que abarca todas las esferas de la vida humana, incluyendo la sexualidad.

La Escritura nos enseña que la solución a nuestro gran problema es la verdad del Evangelio. Ese evangelio que nos anuncia a Jesucristo, en su muerte y resurrección, que con su obra completada nos reconcilia con el Padre. Y a través de él nuestras vidas son transformadas para vivir, incluso nuestra sexualidad, para la gloria de Dios.