A mi generación todavía le tocó crecer con el tema del sexo como algo tabú en las familias. Comenzaba a despertar la consciencia de la educación sexual o de estar informados sobre la sexualidad, pero aun así eran muy escasos los padres que hablaban de estos temas con sus hijos.
En la escuela hasta casi sexto año te empezaban a hablar de la biología de la sexualidad. Pero fuera de eso, tenías que estar cazando información con quien estuviera dispuesto. A falta de Google o Wikipedia, la bolita de amigos que se reunían en la esquina eran los informantes clandestinos de los temas “prohibidos”. Lo malo es que un gran porcentaje de esa información era imprecisa, falsa y hasta engañosa.
Así ibas creciendo y muchos, tropezamos con estos temas y unos cuántos más, enredaron sus vidas por seguir consejos e información falsa al respecto, lejos de la Palabra del Señor.
Las generaciones hoy en día están creciendo de una manera muy diferente. Hay sobre saturación de información, gráfica, explícita y al alcance para todas las personas de todas las edades. Lamentablemente, hay mucha información, pero juntamente con ella se implanta radicalmente un sistema de valores muy distintos a los que enseña la verdad de la Escritura.
Aunque hay mucha información, y ya tampoco la sexualidad es un tema prohibido (estamos hablando de sexualidad en la iglesia), tristemente, muchos padres seguimos sin hablar o atender a consciencia este tema con nuestros hijos desde una cosmovisión cristiana.
Lamentablemente, hemos dejado que alguien más enseñe a la siguiente generación lo que han querido o les ha convenido enseñar al respecto. En nombre de una educación contemporánea, se ha enseñado e implantado una visión distorsionada de la sexualidad con valores ajenos a los valores del reino de los cielos.
Por esto y porque este es un tema muy relevante en nuestros días, este mes estaremos considerando enseñanza bíblica sobre la sexualidad humana. Por supuesto, no podemos abordar todas las aristas del tema, pero sí intentaremos establecer los fundamentos de nuestra perspectiva cristiana y bíblica de la sexualidad.
Cuando hablamos de sexualidad estamos hablando de ese aspecto del ser humano relacionado con el sexo que engloba un universo complejo de elementos biológicos, culturales, sociales y espirituales.
Si bien reconocemos que hay aspectos de nuestra sexualidad relacionados cercanamente con la cultura y la sociedad (como la ropa que usa el hombre y la mujer, los ornamentos con los que se embellecen, algunas tareas prácticas que ejecuta cada sexo, el rol que tienen en algunos rituales culturales etc.) No obstante, al mismo tiempo, afirmamos que en la Escritura se establecen los fundamentos y cimientos de nuestra sexualidad humana, y que estos, no cambian de cultura en cultura, de época en época o de persona en persona.
Por eso, si queremos saber quiénes somos sexualmente como seres humanos, tenemos que acudir a nuestro creador y contemplar el diseño perfecto que hizo para su imagen, que es el ser humano. Este día afirmamos que la sexualidad humana no debe depender de la cultura, la moda o el individuo, sino del diseño de Dios. Es decir, tenemos una sexualidad siguiendo un diseño, el diseño de nuestro creador. Alejarnos del diseño es alejarnos de la voluntad bendita de nuestro creador. Vivir nuestra sexualidad de acuerdo con el diseño es vivir el propósito de nuestras vidas.
Para reflexionar en este importante tema, abriremos nuestra serie considerando un pasaje en el evangelio de Marcos 10.
Marcos 10:2-5 dice: En eso, unos fariseos se le acercaron y, para ponerlo a prueba, le preguntaron: —¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa? —¿Qué les mandó Moisés? —replicó Jesús. —Moisés permitió que un hombre le escribiera un certificado de divorcio y la despidiera —contestaron ellos. —Esa ley la escribió Moisés para ustedes por lo obstinados que son] —aclaró Jesús—.
En la escena se presentan unos fariseos, es decir, integrantes de una secta judía que en general no apreciaba ni quería mucho a Jesús. Y como el texto mismo dice, se acercaron con un solo propósito, ponerlo a prueba. Es decir, querían que Jesús se enredara en algún tema delicado para meterle una zancadilla y así eliminarlo.
Llegaron con una pregunta que tiene que ver con las relaciones e implícitamente también con la sexualidad. Le preguntaron: ¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa? En el pasaje paralelo del evangelio de Mateo (Mt 19), agrega la acotación: ¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa por cualquier causa?
La Escritura enseña lo honroso que es el matrimonio. Enseña la importancia de que el matrimonio se sostenga en su unidad. Pero como siempre, encontraremos versiones alternas a las verdades bíblicas. Versiones forjadas de acuerdo con nuestros propios deseos.
Esto lo vemos con todos los temas y la sexualidad no es la excepción. El ser humano, lejos del Señor, siempre estará buscando nuevas versiones de las cosas distintas a la de Dios. Versiones de la realidad que les favorezcan, que les acomoden, que sean de acuerdo con sus propios deseos.
En este pasaje éste era el caso. Las personas en tiempos de Jesús, estaban buscando ir en contra del diseño de Dios que enfatiza la unión del matrimonio usando una versión más acorde con sus intereses en los que destruir la unión del matrimonio fuera de fácil acceso y ágil desenlace…querían poder acabar con la unidad del matrimonio por cualquier cosa.
Y como suele suceder también hoy, se llenaban de argumentos, incluso tomando datos de la Biblia, para justificar sus deseos que los alejaban del diseño de Dios. En ese caso, traían a colación una instrucción en la ley de Moisés en la que se decía que si alguno repudiaba a su esposa que le diera una carta de divorcio. Es decir, que completara un trámite para que esa mujer quede en libertad de contraer nupcias con alguien más.
Ellos se agarraban de esto para aducir que Moisés mismo había dado esta instrucción, entonces por qué el divorcio no podía ser algo ágil, fácil y accesible para todos, con solo desearlo.
Jesús les aclaró que esa instrucción de Moisés no era una orden positiva para aplicarse en cualquier circunstancia a voluntad, sino más bien que fue necesario darla para regularizar lo que el pecado y los deseos pecaminosos de los corazones de las personas estaba causando. Si dejaban a la mujer así nada más, la estaban vulnerando y dejando en una gran desventaja socialmente, por eso fue necesario hacer oficial el divorcio a través de una carta, para que esa mujer no quedara en estado de vulnerabilidad, sino pudiera contraer nupcias con alguien más.
Jesús les dijo que esa instrucción no era para justificar ninguna acción de acuerdo con sus deseos, sino una instrucción para amortiguar el daño que sus corazones pecaminosos causan. Es por la dureza de sus corazones, dice Jesús.
Y en este contexto, para corregir esta mala interpretación del diseño de Dios, Jesús dice algo muy importante para todos nosotros, dice en Marcos 10:6ª: Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer.
Para corregir la desviación del diseño de Dios, Jesús no se centra en el presente o en el futuro, sino insiste en regresar al pasado. Regresar al principio. ¿Qué principio? El principio de todas las cosas cuando Dios hizo el cielo y la tierra. De hecho, Jesús cita luego un pasaje textual del libro de Génesis.
Entonces, Jesús nos está guiando al principio de todo, al principio de la creación para que entendamos como deben ser las cosas.
Nosotros también, si queremos responder a las preguntas y confusiones actuales, no tenemos que escuchar las versiones actuales hechas a modo que reclaman nuestra atención, sino que para entender nuestra sexualidad tenemos que atender al diseño de Dios presentado desde el principio. Por eso, demos un pequeño salto al libro de Génesis para seguir nuestra reflexión desde ahí.
Claramente, Jesús en el versículo 6 está haciendo a alusión a un versículo de Génesis, específicamente. Génesis 1:27:
Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.
Aquí es a donde nos guía Jesús, para mostrarnos que no podemos hacer lo que se nos antoje conforme a nuestros deseos (como querían hacer con el matrimonio y la sexualidad implícita en él) sino que debemos atenernos a diseño de Dios. Nos lleva al principio y nos dice tres cosas muy importantes para entender lo que nosotros debemos hacer respecto a nuestra sexualidad. Debemos regresar al diseño divino establecido desde el principio.
Primero, nos dice que Dios Creó
Tenemos que ir al principio de todas las cosas. Y el primer versículo de la Escritura en Génesis 1:1 dice: Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra.
Así empieza la historia del universo. Comienza con Dios. Él ha existido por siempre, no tiene ni principio ni final, pero en un momento que fue el principio de la historia, él creó los cielos y la tierra.
El hecho de que Dios haya creado todo lo que hay en el cielo y la tierra, incluyéndonos como raza humana, establece una distinción muy importante que no debemos retirar nunca del centro de toda esta discusión. Dios es el creador y nosotros somos su creación.
El hecho de haber sido creados establece que el creador es quien inventó, estableció y dispuso los parámetros de su creación. El Creador es quien nos define, no nosotros mismos. El Creador es quien tiene el derecho sobre su creación; la creación no tiene derecho de autodefinirse o decidir qué quiere ser: su esencia es definida por el creador.
Y en toda la Biblia esa distinción entre el Creador y la creación se mantiene. Dios nunca cede sus derechos a nadie. Él es el rey cuya voluntad debe ser hecha en el cielo y en la tierra, porque todo fue creado por él y por su poder subsiste.
Dios es el creador e inventor de la humanidad y nos hizo seres con sexos bien definidos y no dejando nada en ambigüedades, o para la inventiva o imaginación humanas.
Puesto que tenemos un creador y nosotros somos su creación, estamos sujetos al plan y diseño original del Creador para su creación.
Segundo, nos dice que Dios creó al ser humano A su imagen
El versículo previo a este, es decir Génesis 1:26 dice: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo».
Esto pone más en perspectiva las cosas. ¿Qué es el ser humano? Es imagen de Dios. Fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Los demás seres fueron creados según su especie, pero el ser humano fue hecho teniendo a Dios como modelo. Y fue puesto en la tierra para que la administrara teniendo la dirección sobre todos los seres de la tierra.
El mismo hecho de haber sido creados a imagen de Dios nos dice, de entrada, dos cosas: 1. Que no podemos entender nuestra vida e identidad apartados de Dios. Somos imagen no somos el original.
Esta mañana antes de venir aquí seguramente te paraste frente al espejo. Lo sé porque todos están muy guapos y guapas. Imagínate que esa imagen que viste reflejada en el espejo quisiera rebelarse y se entercara en quedarse ahí independientemente de que estés parado frente al espejo o no. Esto es inimaginable. La misma existencia de esa imagen depende de que tú estés parado enfrente al espejo.
Así es nuestra vida. Sin nuestra conexión con Dios no tiene sentido alguno nuestra existencia. Si no nos vemos en nuestra conexión ineludible con nuestro creador, todo se distorsiona, todo se tergiversa. No somos un fin en nosotros mismos; somos imagen, fuimos creados para reflejar a alguien más.
El problema hoy día es que el ser humano quiere entenderse a sí mismo a parte de Dios o sin estar en esa conexión con Dios. Esto es tan absurdo como decir que la imagen del espejo quiere tener una existencia independiente del original de quien es un reflejo.
No podemos tener una existencia independiente del Creador de quien somos su imagen. Pero hay una segunda implicación del hecho de haber sido creados a imagen de Dios y es que, como imagen, no nos corresponde definirnos a nosotros mismos, ni nosotros construimos o de-construimos nuestra identidad porque no somos un fin en nosotros mismos, sino somos imagen de alguien más. El original, cuya imagen somos, marca quienes somos y cómo debemos ser.
Esa dependencia de Dios siempre estará implícita en nuestra existencia. Él es quien marca qué es verdad o mentira, él marca quienes somos y cuál es nuestro propósito. No queda esto en nuestro rango de decisión. Por eso, por ejemplo, la ideología de género es una abierta rebelión contra el diseño del creador de quienes somos imágenes. Le estamos diciendo a Dios: “No estamos de acuerdo con tu diseño, es homofóbico, es retrógrada, es para ignorantes” “No nos importa lo que tú digas, nosotros queremos ser lo que queremos ser”. Es una franca rebelión contra el diseño del creador del universo.
La idea de no tener que depender de Dios ni de su diseño, sino vivir en independencia del Creador, es la misma mentira con la que Satanás sigue seduciendo al mundo. La misma mentira que dice: “Dios te está mintiendo”. “Su diseño no es perfecto”. “Al contrario, Dios no quiere que seas independiente de tal forma que tú definas que es bueno y que es malo, porque tiene miedo de que lo derroques de su dictadura sobre ti”. “Dios es este dictador que quiere tenerte sojuzgado y atormentarte privándote de la felicidad”.
¿Qué tan contrario es esto al verdadero propósito de Dios al establecer su diseño para nuestras vidas en la Escritura?
En Deuteronomio 5:29 escuchamos el corazón de Dios con estas palabras: ¡Ojalá su corazón esté siempre dispuesto a temerme y a cumplir todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos siempre les vaya bien!
El Señor no es ningún dictador mezquino, no es ningún aguafiestas, sino ha establecido su diseño y mandamientos para nuestro bien. Cuando estamos alineados con su verdad nuestras vidas tienen sentido porque fuimos hechos para Dios. Cuando vivimos de acuerdo con su diseño encontramos la verdadera felicidad.
Pero, debido a la entrada del pecado al mundo, ahora lo bueno y lo que es para nuestro bien, nos parece imposición, dictadura, opresión. El pecado nubla nuestra visión de la realidad al punto de llamarle a lo bueno, malo y a lo malo, bueno. Esta es la realidad del corazón humano que se rebela contra la autoridad del Rey de la creación.
Pero Génesis 1:27, nos trae una tercera enseñanza clara respecto a la sexualidad divinamente diseñada y esta la encontramos en que Dios hizo a su imagen, como Hombre y Mujer.
Aquí se resume todo lo que hemos venido diciendo, tenemos al Dios que crea; estableciendo la distinción entre el Creador y su creación. También tenemos al ser humano creado a imagen de Dios, estableciendo el papel, identidad y dependencia del ser humano de su creador de quien es imagen. Y agrega algo muy pertinente para nuestro tema: Hombre y Mujer los creó.
El Creador, que hizo al ser humano a su imagen, establece un diseño del sexo del ser humano bien definido, inalterable y específico. No hay variantes ni opciones en estas dos categorías absolutas. Dios hizo al ser humano con la variedad de dos sexos: hizo varones e hizo mujeres. No hay un tercer o cuarto o quinto más. No nos toca a nosotros como su imagen establecer o definir con qué sexo nos identificamos. Hay sólo dos opciones: varón o mujer, los creó.
Regresando al pasaje de Marcos 10, Jesús no sólo hace referencia a Génesis 1:27 sino cita textualmente Génesis 2:24 y hace acotaciones al respecto como dice Marcos 10:7-9,
“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”. Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
No hay más por donde buscarle. El diseño divino desde el principio fue establecido por el Creador cuando los hizo hombre y mujer. Como vemos, estos dos sexos se complementan. Estos dos sexos fueron diseñados, física y espiritualmente, para que puedan unirse en matrimonio en una sola carne y también multiplicar la imagen de Dios en la tierra. Cualquier otro arreglo que queramos hacer se aleja del diseño divino establecido desde el principio y ratificado y endosado por Jesús mismo.
Y estos dos sexos de la imagen de Dios son complementarios. Ambos tienen la misma dignidad delante de Dios, así que ni la idea del que el varón vale más que la mujer ni viceversa son ideas bíblicas. Dios creó a su imagen como varón y mujer. Ambos son imagen de Dios. Ambos tienen la misma dignidad. Ambos deben vivir su sexualidad de acuerdo con el diseño del Creador. Ambos deben ser tratados con el respeto que merece el original de quien son imágenes.
Esta no es ninguna imposición de la iglesia. La verdadera imposición es la que quiere hacer la ideología de género haciéndonos creer que el sexo biológico es distinto a tu género. Si bien es importante reconocer que algunas de las circunstancias externas de cómo ejercemos nuestra sexualidad sí tienen que ver con factores culturales o sociales (por ejemplo, qué ropa usa un varón o mujer, qué tareas prácticas en la casa ejerce cada uno, etc.) tenemos que afirmar al mismo tiempo, que la realidad de lo que soy sexualmente, no está en mí decidirlo, sino ha sido establecido desde la concepción y sólo hay dos categorías: O soy varón con todo lo que implica o soy mujer con todo lo que implica.
Por eso mis hermanos, volvamos al principio, al diseño de Dios para nuestras vidas. La sexualidad humana se vive con base y de acuerdo con aquel que creo al ser humano a su imagen y como varón y mujer. Y nos ha dado el regalo precioso de la sexualidad con los valores correctos para que hagamos buen uso de este precioso y santo don.
Por eso, sigamos explorando la Escritura para entender y aplicar sus principios para nuestra sexualidad.
Si tenemos alguna lucha al respecto de nuestra sexualidad, acudamos al diseñador, el que nos creó y nos redimió para que vivamos en santidad en todas las áreas de nuestras vidas.
Recordemos que el diseño original se distorsionó por el pecado, así que no debemos confiar en nuestras autopercepciones porque vienen de entrada con el impulso del pecado. Y recordemos, que el pecado, se siente y experimenta como algo natural en nosotros. Así que no confíes en tus percepciones, confía en la Palabra del diseñador del sexo.
Los que somos solteros vivamos la sexualidad de acuerdo con la santidad a la que Dios nos llama. Dios te llama a la pureza sexual, no a la inmoralidad sexual. Jóvenes, quizá hoy día se escuche como algo retrógrada y fanático el mantenerte en abstinencia sexual hasta el matrimonio, pero ese es el plan y diseño de Dios para la felicidad sexual. No te dejes engañar por la presión de versiones falsas de la sexualidad con la que eres bombardeado todos los días por todos los medios. Confía en el diseñador del sexo.
Los que somos casados, también nosotros somos llamados a la pureza sexual. Dice la Escritura, que huyamos de la inmoralidad sexual, porque ésta atenta contra la santidad como Dios creó el sexo y atenta directamente contra el núcleo de unidad de tu matrimonio. Recuerda, lo que Dios unió, no lo separe el hombre, es decir, las malas decisiones del hombre, los pecados del hombre. Cuida la santidad y pureza sexual juntamente con tu cónyuge. Vive de acuerdo con el diseño.
Padres, seamos intencionales en enseñar el diseño bíblico de la sexualidad a nuestros hijos. Dejemos de patrocinar su adoctrinamiento sistemático. Si tu no hablas de sexo con tus hijos, alguien más lo está haciendo, y les está llenando la cabeza con ideas que se alejan del maravilloso diseño de Dios para sus vidas.
Hermanos, este mes en la cultura seremos bombardeados con versiones divergentes al diseño divino para la sexualidad. No sólo este mes debemos estar en guardia, ni sólo la ideología de género es la amenaza. Como cristianos a veces, solo estamos reaccionando a las presiones actuales que tienen que ver más bien con las comunidades LGBT y demás. Ciertamente, es lo que está haciendo más ruido últimamente. Pero no debemos restringir nuestra atención sólo a esto. Sino debemos apuntalar nuestros corazones contra todo concepto, idea y práctica que se aleja del diseño de Dios, sea heterosexual u homosexual.
Aún dentro de lo heterosexual hay mucha distorsión del diseño de Dios para el hombre y la mujer. No bajemos la guardia.
La iglesia de Cristo es guiada por la Escritura y debemos sostener la verdad. Lo mejor que podemos hacer por el mundo es declarar y vivir la verdad de Dios. La verdad nos hace libres.
La Escritura nos enseña que la solución a nuestro gran problema es la verdad del Evangelio. Ese evangelio que nos anuncia a Jesucristo, en su muerte y resurrección, que con su obra completada nos reconcilia con el Padre. Y a través de él nuestras vidas son transformadas para vivir, incluso nuestra sexualidad, para la gloria de Dios, tal y como fue diseñada desde el principio.