Todos, alguna vez, hemos hecho algún pacto. He escuchado historias, por ejemplo, de un grupo de adolescentes que, al egresar de la secundaria, hicieron el pacto de volver a reunirse en cierto lugar a cierta hora, diez años más adelante. Por supuesto, sólo llegaron dos o tres que se acordaron de ese pacto. Pero hay otros pactos más serios, como cuando algunos de nosotros dijimos: “sí acepto”, junto al hombre o la mujer que amamos. Los pactos forman parte de nuestra vida.
Pero, aunque los pactos entre nosotros como seres humanos son solemnes e importantes, ninguno se compara con el pacto del que estaremos hablando todo este mes en nuestra nueva serie de sermones llamada: Vida en el Pacto.
Cuando estudiamos la Biblia, nos damos cuenta de que hay un pacto que supera a todos en importancia. Ese pacto es la razón de que exista hoy día una iglesia como la nuestra. Ese pacto es la razón por la que Dios hace lo que hace. Este mes estaremos hablando del pacto de Dios con su pueblo.
Para entendernos mejor, este día me gustaría hacer tres cosas, a manera de introducción a la serie: 1. Clarificar algunas categorías y conceptos. 2. Ejemplificar esto de los pactos con el pacto con Noé. y 3. Aterrizar algunas implicaciones prácticas de la vida en el pacto. Todo el mes estaremos ampliando estos temas.
Primero, entonces, intentemos clarificar algunas categorías y conceptos. Tratemos de definir qué es un pacto, aclarar cuántos pactos hay y describir algunas de sus características.
Tenemos que comenzar diciendo que Dios es un Dios de pactos. A todo lo largo y ancho de la Escritura, vemos a Dios actuando o dejando de actuar por causa de los pactos que él ha hecho. Dios no hace nada si no es por medio de pactos.
Entonces, podemos decir, que el pacto es la manera que tiene Dios de administrar su relación con el hombre. El pacto es el marco conceptual de nuestra relación con Dios; es decir, el Señor hace o deja de hacer cosas con base en lo que ha pactado. Un pacto es una relación solemne divinamente establecida entre Dios y los hombres.
La Biblia nos muestra que toda relación que Dios ha sostenido con el ser humano se ha regido por medio del Pacto.
Imagínate un círculo grande en el que todos los que están dentro de él están en pacto con Dios, mientras que los que están fuera, no lo están. No es lo mismo estar dentro que estar fuera. Los privilegios y las responsabilidades son diferentes. La relación con Dios es distinta cuando se está dentro del círculo pactual a los que se encuentran fuera de él.
Ahora bien, cuando leemos la Escritura vemos que Dios hizo múltiples pactos a lo largo de la historia, o al menos, así se podría notar, pues en varias ocasiones estableció el marco de referencia del pacto con diversas personas en distintas etapas de la historia bíblica. Por ejemplo, hizo un pacto con Adán, con Noé, con Abraham, con Moisés, con David y también se habla de un nuevo pacto.
¿Son estos pactos diferentes sin alguna relación o están organizados de alguna manera formando un todo congruente?
Como iglesia reformada, nosotros sí encontramos una conexión y organización en los pactos mencionados en la Escritura. Y la forma básica como se organizan estos múltiples pactos es por medio de dos grandes categorías: El pacto de obras y el pacto de Gracia.
Cuando escuchamos pacto de obras, podemos erróneamente pensar que se trata del pacto que consistía en la obediencia a la ley de Moisés, mientras que el pacto de gracia es el pacto de Jesucristo en el Nuevo Testamento. Pero esto no es así.
Cuando hablamos del pacto de obras, nos estamos refiriendo al pacto que Dios hizo con Adán antes de que cayera en pecado. Es decir, en el pacto de obras, Adán tendría vida por medio de obedecer perfectamente la ley de Dios que, en ese momento, básicamente, se circunscribía a obedecer la instrucción de confiar en la Palabra de Dios, absteniéndose de comer del fruto del árbol de bien y del mal. Por medio de su obediencia perfecta, Adán tendría vida para siempre. Pero como sabemos, nuestros primeros padres fallaron y como ellos eran nuestros representantes, todos caímos con ellos.
Con la caída en pecado, ese arreglo relacional entre Dios y el hombre quedó terminado, todos quedamos impedidos para vivir por medio de nuestra obediencia, pues quedamos incapaces de salvarnos a nosotros mismos.
Pero en ese mismo momento, Dios estableció lo que ahora llamamos el Pacto de Gracia, en el que, como su nombre lo dice, la gracia (el favor y bendición no merecida) es lo que iba a ser lo esencial. Dios, en su gracia, se acerca al ser humano, que a partir de la caída se había constituido en su enemigo.
Dios por gracia se acerca a nosotros. Entonces, tenemos gracia desde Génesis 3 hasta Apocalipsis 22. El pacto de gracia es lo que encontramos en el desarrollo de básicamente toda la historia bíblica.
Dios hizo pactos universales, como el que hizo con Noé, es decir, porque abarcaban a toda la humanidad, pero también hizo pactos nacionales, que tenían que ver como punto de partida con el pueblo judío y de ahí llegaría la bendición a todos los pueblos del mundo, como los pactos con Abraham, Moisés y David.
Y finalmente, se reveló el pacto de pactos, llamado el nuevo pacto o el pacto renovado, en el cual Jesucristo es la estrella y cumplimiento de toda la historia recorrida a lo largo de las edades.
Todos estos múltiples pactos: universales, nacionales y el nuevo pacto, están dentro de la categoría más amplia que llamamos el pacto de gracia.
Así que no nos confundamos. Al hablar del pacto, aunque hay muchas manifestaciones particulares del mismo en diversas épocas y diversos personajes, hay una conexión básica en todos porque son uno y el mismo pacto de gracia que apunta a Jesucristo, como el cumplimiento del nuevo y mejor pacto en el que vivimos y somos.
La ilustración que usamos es esta: Imagina un árbol frondoso y fructífero, pero para que llegara a ser ese árbol maduro, pasó por varias fases o etapas. Primero fue una semilla, luego una plantita, posteriormente un arbusto, luego un arbolito, hasta que llegó a ser ese árbol grande y maduro. Si comparas el árbol final con la semilla, se verán muy diferentes, pero es el mismo árbol todo el tiempo sólo que en diferente etapa de desarrollo.
Así es el pacto de gracia. A lo largo de toda la historia bíblica encontramos diversas manifestaciones del pacto de gracia en distinta fase de madurez hasta llegar a la madurez total del nuevo pacto en el que Jesucristo es el centro y cumplimiento hacia todo lo que las anteriores manifestaciones del pacto apuntaban.
En resumen, como iglesia reformada concebimos los pactos en la Biblia dividiéndolos en dos grandes categorías: Pacto de obras y pacto de gracia. El pacto de obras duró hasta la caída en pecado en Génesis 3. Pero el pacto de gracia abarca todo el resto de la Escritura. Y todos los pactos, tanto universales como nacionales, así como el nuevo pacto, son manifestaciones del único y el mismo pacto de gracia en el que Jesucristo es el centro, esencia y cumplimiento.
Como vemos, el pacto es un principio rector y unificador de toda la Escritura. Por eso, todo en la Biblia apunta a Jesucristo. La Biblia es una gran historia unificada en la que el pacto guía todo el desarrollo dramático y nos lleva hasta el cumplimiento de todas las cosas en Cristo Jesús. Así que vivimos y somos en el pacto.
Ahora bien, esta relación solemne divinamente establecida por Dios que llamamos pacto, tiene varias características a lo largo de sus manifestaciones en la Escritura. Hoy subrayaremos cuatro, tomando como base textual, el pacto de Dios con Noé. Pero estas características se observan en todas las manifestaciones del pacto de Gracia.
Encontramos el pacto de Dios con Noé en el capítulo 9 de Génesis. Recordemos que acaba de terminar el juicio de Dios por medio del diluvio. Los corazones de los seres humanos eran de continuo solo el mal y Dios trajo su justo juicio sobre la raza humana a través de una inundación que cobró la vida de casi todos los seres humanos.
Pero como sabemos, hubo un hombre para con quien Dios tuvo gracia. La Escritura dice en Génesis 6:8, Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.
Esa palabra “pero” es la más hermosa que podíamos escuchar entre tantas malas noticias. “Pero” hubo alguien que halló gracia ante los ojos del Señor.
Nos acababa de decir que todos los hombres estaban bajo el juicio de Dios, sus pensamientos eran de continuo el mal y que Dios estaba decidido a destruir a la raza humana. Pero Dios extendió su gracia para un hombre llamado Noé.
Noé merecía la muerte tanto como el resto de la raza humana. Pero Dios, por su sublime gracia, decidió preservar a Noé y a su familia. Su obediencia y su fe posterior fue el resultado de ese hecho divino de su gracia en el corazón. La gracia precedió a la fe y la obediencia de Noe. Dios fijo sus ojos en él y como consecuencia Noé se comportó como un varón temeroso de Dios y obediente a sus instrucciones.
Si me preguntas, entonces, cuál es la clave de la vida cristiana, cuál es el ingrediente secreto para crecer en tu relación con Dios, te responderé, un entendimiento claro y bíblico de la gracia de Dios en tu vida. La fe es importantísima, la obediencia es fundamental, pero la gracia es lo que hace todo posible.
Por algo se ha llegado a llamar, el pacto de gracia. Porque la gracia es lo que lo caracteriza.
Y bien, después del diluvio, Dios establece un pacto con Noé. Y en él, notamos, por lo menos cuatro características que aplican a todas las manifestaciones del pacto de gracia.
Génesis 9:8-11 dice: Dios les habló otra vez a Noé y a sus hijos, y les dijo: «Yo establezco mi pacto con ustedes, con sus descendientes, y con todos los seres vivientes que están con ustedes, es decir, con todos los seres vivientes de la tierra que salieron del arca: las aves, y los animales domésticos y salvajes. Este es mi pacto con ustedes: Nunca más serán exterminados los seres humanos por un diluvio; nunca más habrá un diluvio que destruya la tierra».
Primero, notamos que el pacto es divinamente establecido. El pacto no viene de la iniciativa ni la inventiva humana. Dios es el que dio el primer paso para establecerlo. Dios dijo a Noé, como dijo en cada ocasión que el pacto es manifestado: “Yo establezco mi pacto con ustedes”. Las cláusulas, que las encontramos en la Biblia, no están sujetas a discusión. No hay negociación. Todo ha sido establecido por Dios y las estipulaciones están ajenas a la participación y opinión humana. Nuestro gran Dios es quien ha condescendido con nosotros al establecer el pacto.
Segundo, el pacto incluye a los descendientes.
El pacto con Dios incluye o afecta a los descendientes. Dios le dijo a Noé y a sus hijos: Yo establezco mi pacto con ustedes y con sus descendientes. Aunque sólo estuvieron presentes en el momento Noé y sus hijos, no sólo ellos eran a los que el pacto abarcaba, sino también sus descendientes serían afectados por los efectos del pacto. Lo mismo pasa en todas las otras manifestaciones del pacto de gracia.
Por ejemplo, Abraham hizo pacto con Dios y esta decisión afectó a sus descendientes Isaac, Jacob y a la casa de Israel. Lo mismo ocurre con el rey David. Incluso hasta en el nuevo pacto, los efectos del pacto de Jesucristo, los hijos de los creyentes también son incluidos en los beneficios del pacto.
Entonces, el pacto no es un asunto individual sino familiar. Los descendientes se vuelven herederos de las promesas de ese pacto con Dios. No estamos diciendo que nuestros hijos son automáticamente salvos porque nosotros estamos en el pacto con Dios. Estar en pacto con Dios y ser salvo no es lo mismo. Todos los salvos están en pacto con Dios, pero no todos los que están en pacto son automáticamente salvos.
Tercero, el pacto establece límites determinados para la relación. En el caso, de Noé, Dios se comprometió a que no enviaría otro diluvio para destruir al ser humano. El ser humano no será destruido por agua nunca más. En este mismo pacto, Dios se comprometió a una creación estable donde el ser humano podría desarrollar una cultura para la gloria de Dios. En Génesis 8:22 dijo, Mientras la tierra exista, habrá siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, y días y noches».
En el pacto de Dios hay todo un marco de referencia que guía, dirige y prescribe las acciones de los que están en el pacto. Se muestran en maneras de bendiciones que Dios da y también consecuencias de abandonar el pacto.
Y por último, el pacto establece señales y sellos que lo solemnizan. Dios dice a Noé en Génesis 9:12-15: Y Dios añadió: «Esta es la señal del pacto que establezco para siempre con ustedes y con todos los seres vivientes que los acompañan: He colocado mi arco iris en las nubes, el cual servirá como señal de mi pacto con la tierra. Cuando yo cubra la tierra de nubes, y en ellas aparezca el arco iris, me acordaré del pacto que he establecido con ustedes y con todos los seres vivientes. Nunca más las aguas se convertirán en un diluvio para destruir a todos los mortales.
En el caso de Noé, el pacto fue sellado y señalado por medio del arco. Si ves la forma del arco iris es un arco que no está en dirección a la tierra sino en dirección al cielo. Dios en su juicio contra el ser humano usando el diluvio había colgado por fin su arco de juicio ya no en contra del ser humano en la tierra. La señal del pacto estaría presente siempre que hubiera agua de por medio, como una señal y sello solemne de la promesa de Dios de que nunca más destruiría al ser humano por medio de agua.
Así que el arco iris es la señal perpetua del pacto de Dios y no la propiedad de ningún colectivo.
Y así en todas las manifestaciones del pacto de gracia, tenemos esos sellos y señales, tales como la circuncisión en el caso de Abraham, el arca del pacto en el caso de Moisés, o el bautismo y la cena del Señor en el caso del Nuevo Pacto.
Esto caracteriza, entonces, el pacto de gracia del Señor, es divinamente establecido, incluye a los descendientes, establece límites para la relación y establece señales y sellos que lo solemnizan. Esto es consistente a todo lo largo y ancho del desarrollo del pacto de gracia en la Escritura.
Ahora bien, quizá puedes pensar…da lo mismo estar en pacto con Dios a no estarlo. Quiero decirte que ese es un pensamiento muy equivocado.
Efesios 2:12 nos aclara lo que implica estar fuera del pacto con Dios. Recuerden que en ese entonces ustedes estaban separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Estar fuera del pacto con Dios es estar sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel, ajenos a las promesas y estar sin esperanza y sin Dios en el mundo. Las personas que no tienen una relación con Dios por medio de Cristo, están en esta posición.
Pero el mismo pasaje nos aclara lo que implica estar en el pacto con el Señor. En Efesios 2:19-22 nos dice: Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular. En él todo el edificio, bien armado, se va levantando para llegar a ser un templo santo en el Señor. En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu.
Aunque le está hablando a personas que no eran judías, les habla en términos del pueblo del pacto y les habla de tres beneficios o bendiciones del pacto.
1. Identidad
Los que están en el pacto son parte del pueblo de Dios; ya no somos extranjeros o extraños, sino tenemos la identidad que nos da la ciudadanía del reino de los santos. Nosotros y nuestros hijos tenemos esta identidad que nos da el hecho de estar en el pacto.
Cuando has tenido la oportunidad de salir del país, al regresar en los módulos de migración encuentras que hay de dos tipos: para ciudadanos y para visitantes o extranjeros. Qué bien se siente ir directamente al módulo de ciudadanos.
Si estás en el pacto con Dios tienes una identidad muy definida…eres parte del pueblo de Dios. Heredero de las promesas con Abraham, Isaac y Jacob.
Si vives en el pacto con Dios tienes la bendición de una identidad. No tienes que ir imitando costumbres que no corresponden a tu identidad. No tienes que ir por allí sin rumbo o definición…eres del pueblo de Dios.
2. Comunidad
La Segunda bendición del pacto es que el pacto está diseñado para insertarte en una comunidad…en una familia. Dice efesios que somos “miembros de la familia de Dios”.
Una familia es muy importante. Todos necesitamos una familia. Quizá, lamentablemente, no la tuviste con tus padres y hermanos. Pero en el pacto hay una gran familia a la que se te ha dado entrada: la familia de Dios.
El pacto nos bendice con una comunidad. Si estás en el pacto con Dios…no estás solo. Mira a tu alrededor…estamos aquí para apoyarte, sostenerte, cuidarte, exhortarte, animarte, corregirte y amarte. El pacto te bendice con la familia de Dios.
Ahora somos miembros de la familia de Dios. El pacto nos conecta con los santos y los miembros de la familia de Dios. Ya no debemos pensar de manera individualista, sino vernos en conexión con los santos del pasado, del presente y del futuro.
3. Relación creciente
Ahora tenemos una relación que va creciendo y conociendo más al Señor parar ser constituido un edificio, un templo santo para el Señor. Es en conexión con el pueblo del pacto que encontramos nuestro crecimiento en Cristo. Al estar con ustedes, al conversar, al ver lo que Dios hace en sus vidas, al ser exhortado, voy experimentando crecimiento.
Solemos pensar respecto de nuestra relación con Dios de una manera muy individualista. Pero el pacto nos conecta con todo el pueblo del Señor. Cuando escuches de Abraham, no sólo pienses en una historia para relatar a tus hijos, sino piensa en alguien que está relacionado contigo y con ellos por el hecho de estar en el pacto.
Somos parte de algo mucho más grande de lo que podemos imaginar. Estar en el pacto no es lo mismo que estar fuera de él.
El pacto con Dios es el mejor marco de referencia para crecer. Los que están en pacto con Dios experimentan la edificación los unos de los otros sobre el fundamento que es Jesucristo.
Dios es un Dios de pacto. Y estar en el pacto es una bendición. Trae una identidad definida, una comunidad y una relación creciente. Si estás en el pacto anímate y renueva las fuerzas para vivir como parte del pueblo al que perteneces. Si aun no lo estás, considera entrar a este círculo de bendición que existe al abrigo del Dios de Abraham, Isaac y Jacob…el Dios que nos mostró su amor en Jesucristo y en el cual podemos vivir para la gloria de Dios.