Teme al Señor: Su bondad
Intro. Había un canto que desde muy pequeñito me enseñaron en la iglesia y luego lo repasábamos en casa. Decía más o menos así: (no lo voy a cantar), “Cuidadito los ojitos lo que ven, cuidadito los ojitos lo que ven, hay un Dios de amor que mirando está, cuidadito los ojitos lo que ven”. Y así, luego, pasaba a las “Manitas…cuidadito las manitas lo que hacen” y la “boquita lo que dice”, y por último, los piecitos donde van”.
Parecía ser un canto sencillo y sin mucha trascendencia, sin embargo, en el fondo, lo que intentaba remarcar, muy a su manera y en el contexto de la época, era que seamos conscientes de que no importaba donde fuéramos y qué tanto nos escondiéramos, siempre estábamos viviendo ante Dios. Y a Dios no lo podíamos engañar, burlar o evadir. El propósito que tenían estas estrategias musicales era que aprendiéramos a temer a Dios.
Hoy día, el temor no nos parece una buena motivación para hacer las cosas. Queremos hacer las cosas por amor, no por temor. Y es correcto. Pero, aunque las estrategias pasadas o bien, la ausencia de estrategias presentes, pudieran ser cambiadas, no por eso, debemos dejar de enseñar lo que la Biblia llama el temor del Señor.
Ahora bien, la frase “el temor del Señor” puede quizá darnos muchas ideas distintas a los que estamos aquí. Por eso, a manera de introducción al tema, creo que es necesario dar algún tipo de definición funcional para que nos entendamos al hablar de ésta verdad de la Escritura.
Primero, me gustaría que consideráramos, brevemente, algunos pasajes de la Escritura para ir dimensionando esto del temor del Señor y comenzar a tener un sabor de lo que estamos hablando.
Proverbios 1:7 dice: El temor del SEÑOR es el principio de la sabiduría; los necios desprecian la sabiduría y la instrucción. (NBLA)
Si uno quiere ser sabio, lo primero que necesita es tener como base, el temor del Señor. Los necios, no tienen temor del Señor, por eso desprecian la sabiduría e instrucción que hay en él.
Eclesiastés 12:13, Todo este discurso termina en lo siguiente: Teme a Dios, y cumple sus mandamientos. Eso es el todo del hombre. (RVC)
Aquí se define el propósito de la vida del hombre o el todo del hombre como el temer al Señor. El temor del Señor da sentido a nuestras vidas. En ello debemos desgastarnos y ocuparnos. Es el todo del hombre.
Proverbios 8:13 dice: Quien teme al SEÑOR aborrece lo malo; yo aborrezco el orgullo y la arrogancia, la mala conducta y el lenguaje perverso. (NVI)
Temer al Señor es contrario a hacer lo malo. De hecho, quien teme al Señor, desprecia, se aparta, se aleja, aborrece todo aquello que sea contrario con la santidad y perfección del Señor.
Por último, Salmo 128:1, Dichosos todos los que temen al SEÑOR, los que van por sus caminos. (NVI). Aquí se nos presenta el temor del Señor como el camino de la bienaventuranza, de la dicha, de la felicidad, de la vida plena. Casi casi, es envidiable aquel que teme al Señor. No hay nada mejor para tu vida y mi vida que temer al Señor.
Entonces, ¿Qué será esto del temor del Señor? El término en la Escritura, según el contexto en que se encuentre, tiene un amplio rango de significado, que va desde terror, miedo, estremecimiento, pasando por asombro, reverencia, devoción, confianza y llegando a adoración.
Quizá la primera idea que viene es la del terror, pavor, miedo ante el Señor. Y sí, hay ejemplos en la Biblia cuando el temor del Señor se manifestó así en el pueblo o en individuos. Pero, aunque ciertamente, el pecador debería estar así ante el Dios que es santo, santo, santo, debido a su gran misericordia y gracia demostrada a través de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, ahora sus hijos, vivimos el temor del Señor, más bien, en sus últimas acepciones, tales como asombro, respeto, reverencia, devoción, confianza, adoración.
Por dar una definición, aunque imperfecta, que sea funcional, podemos decir que el temor del Señor es una sumisión reverente de todo nuestro ser que conduce a la obediencia, confianza y adoración de nuestro Dios.
El que teme al Señor, obedece al Señor, confía en su palabra y vive para su gloria.
El que teme al Señor, no quiere ofenderle, por eso se aparta del mal. El que teme al Señor toma, cada vez más, mejores decisiones porque lo guía la sabiduría de lo alto.
El que teme al Señor está consciente constantemente que, todo pensamiento, acción y palabra, lo vive ante el rostro santo del Señor de quien no podemos escondernos en ningún sitio en la tierra.
El que teme al Señor celebra su gracia maravillosa en adoración continua porque Jesucristo asumió el justo juicio de Dios en nuestro lugar y llevó sobre sí el castigo que era nuestro.
En fin, el temor del Señor se verá en esa sumisión total reverente ante nuestro Dios que se manifestará en obediencia, confianza y adoración.
Este mes estamos explorando varios salmos para seguir creciendo en el temor del Señor. Los salmos describen de muchas maneras muy vívidas a Dios, y con muchas imágenes nos hacen ver cuán maravilloso y asombroso es nuestro Dios, para que, al conocerlo más, le temamos más. Por eso, los salmos son excelentes maestros del temor del Señor. Es decir, al seguir las pautas de los salmistas podemos seguir creciendo en esa vida de sujeción reverente a Dios, de tal forma que le obedezcamos, confiemos en él y le adoremos con todo nuestro ser.
Hoy consideraremos el Salmo 92 y en él, encontraremos tres pautas a seguir para crecer en el temor del Señor a pesar de vivir realidades contradictorias en nuestras vidas.
No siempre es fácil confiar, no siempre es fácil creer, no siempre es fácil obedecer. Sobre todo, cuando nuestras circunstancias presentes parecen gritarnos cosas contrarias a las verdades de la Escritura. En momentos así, es el temor del Señor el que nos hará mantenernos firmes a pesar de esos embates circunstanciales de la vida.
Es el temor del Señor el que nos mantendrá en obediencia, aunque hacerlo no sea lo más popular, lo más fácil o lo más cómodo. Y en este salmo encontraremos, por lo menos tres enfoques que el salmista tiene, para contrarrestar con el temor del Señor, todo aquello que le sugiere ir en una dirección opuesta.
Por eso este día decimos: Teme al Señor por su carácter y sus obras, aunque tus circunstancias presentes te tienten a hacer lo contrario.
El Salmista nos provee tres puntos de enfoque para mantener el temor del Señor en el lugar de prioridad que debe tener. Lo primero es:
1. Enfócate en el carácter del Señor vv. 1-3
Dice el Salmo 92:1-3: ¡Cuán bueno, SEÑOR, es darte gracias
y entonar, oh Altísimo, salmos a tu nombre; proclamar tu gran amor por la mañana, y tu fidelidad por la noche, al son del decacordio y de la lira; al son del arpa y del salterio!
Cuando estamos pasando por dificultades en nuestras vidas, lo primero que comenzamos a poner en duda es la bondad de Dios. Comenzamos a pensar, siguiendo la sugerencia de nuestras circunstancias difíciles, que quizá Dios no es tan bueno después de todo. Que quizá Dios se olvidó de nosotros, que quizá el Señor nos ha negado su amor.
Cuando comenzamos a ir en esa loma resbalosa, no tardamos mucho en tener un enfriamiento o distanciamiento en nuestra relación con el Señor que resulta en grande perjuicio en nuestras vidas.
Pero el salmista, aunque está pasando algunas circunstancias reales difíciles, que más tarde abordará, comienza reafirmando en su corazón una gran verdad, comienza enfocándose en lo que es verdad y nunca cambia, comienza a enfocarse en el carácter de Dios como se ha revelado en la Escritura.
En vez de comenzar viendo las circunstancias difíciles, comienza enfocándote en el lugar correcto. Comienza enfocándose en Dios y dice: ¡Cuán bueno es entonar salmos al Señor!
Cuando alabas al Señor, tu enfoque está en él, no en las circunstancias. Esa es la estrategia, enfócate en Dios y no en tus circunstancias. Cuánto más veamos primero nuestras circunstancias difíciles, menos vemos la grandeza, poder y bondad de nuestro Dios.
Pero el Salmista no quiere que le pase eso y se enfoca en agradecer, en alabar al Señor con salmos, con verdades reveladas provenientes de la Escritura. Su enfoque está en el Señor.
Pero nos aclara también en qué aspecto del Señor se enfoca. Vemos que su enfoque está en proclamar su amor por la mañana y su fidelidad por la noche.
En pocas palabras, se enfoca en el maravilloso carácter inmutable, perfecto y eterno de nuestro Dios. Dios ama y Dios es fiel.
¡Cuán importante es recordarse a uno mismo esto en momentos difíciles! Los pensamientos mentirosos y contrarios respecto de Dios comienzan a aflorar cuando estamos en dificultades. Esas mentiras necesitan ser eliminadas con la verdad acerca de Dios. Por eso, repítete a ti mismo Su verdad, la verdad acerca de su carácter.
¿Te has descubierto a ti mismo hablándote a ti mismo ya sea mental o audiblemente? Yo sí…muchas veces. La verdad es que todos lo hacemos. Todo el tiempo hay como una voz interna hablando nuestros pensamientos con nosotros mismos. Y decimos cosas como: “Voy a apurarme porque ya es tarde para llegar al culto. No quiero llegar tarde y atravesar enfrente y que todos se den cuenta que llegué tarde…apúrate Wilbur”. ¿Cierto o no?
Pues cuando estemos en circunstancias difíciles, necesitamos enfocarnos en el carácter de Dios según se ha revelado en la Escritura. Repítete a ti mismo cómo es el Señor en verdad, cómo es su gran amor para contigo y cómo ha sido su fidelidad en tu vida.
Y no sólo en un momento del día, sino como dice el salmista, proclama su amor en la mañana y su fidelidad cada noche. Dios es bueno y fiel, pase lo que pase en nuestras vidas.
Cuando salga el sol, alaba al Señor, cuando se ponga el sol y vayas a la cama, alaba al Señor, enfócate en su carácter. Haz de esto un hábito espiritual en tu vida y estarás reforzando el temor del Señor que te libra de la mentira en el tiempo difícil.
Por eso decimos, Dios es bueno y fiel, Teme al Señor por su carácter, aunque tus circunstancias presentes te tienten a hacer lo contrario.
Pero, como dijimos, el salmista nos comparte un segundo punto de enfoque para seguir creciendo en el temor del Señor cuando vengan los embates de las circunstancias complejas y este es:
2. Enfócate en las obras del Señor vv. 4-5
Dice el Salmo 92:4-5, Tú, SEÑOR, me llenas de alegría con tus maravillas; por eso alabaré jubiloso las obras de tus manos. Oh SEÑOR, ¡cuán imponentes son tus obras, y cuán profundos tus pensamientos!
Después de haber reforzado el temor del Señor en su vida, enfocándose en el carácter del Señor, ahora el salmista, pasa a enfocarse en las obras del Señor. La presuposición evidente es que Dios no es pasivo ni distante. Dios ha estado involucrado en el pasado, está activo en el presente y seguirá con su pueblo en el futuro.
Su enfoque está en las obras de Dios y esto lo llena de alegría. Las obras de Dios son motivo de su alabanza jubilosa. Está maravillado por sus obras imponentes.
Cuán importante es que consideremos la profundidad que merece todo lo que el Señor ha hecho en sus obras de creación, providencia y redención.
Cuando estamos en circunstancias difíciles, podemos caer en la tentación de pensar que Dios es un simple espectador en las gradas viendo lo que ocurre en la cancha de la vida, sin intervenir y con una pasividad total. ¡Pero ese no es el cuadro que nos pinta la Escritura!
Dios de eternidad a eternidad está activo e involucrado en su creación y en su mundo, y en nuestras vidas.
Dios fue quien creo todo lo que existe, visible e invisible (esto es su obra de creación). Dios gobierna, sustenta y dirige su creación y sus criaturas (esto es su obra de providencia) y Dios ha reconciliado todas las cosas consigo mismo por medio de Jesucristo (esto es su obra de redención).
Creación, providencia y redención. Con estas tres palabritas resumimos las obras de Dios, pero podríamos ocupar toda nuestra vida, y no sería suficiente, para estudiar las obras de Dios que son imponentes y profundas.
Cuando estemos en circunstancias complicadas es muy importante enfocarnos en las obras de Dios para seguir temiéndole.
Sus obras de creación, providencia y redención deben ser el motivo de nuestra alegría, el motivo de gozo, el motivo de nuestra alabanza.
El enfocarnos en las obras de Dios nos hace recordar que Dios no es pasivo ni distante, que él ha actuado, actúa y actuará siempre porque es un hacedor de maravillas. Dios no ve pasar la vida ante sus ojos, él hace que las cosas sucedan y está dirigiendo la historia para su gloria.
Por eso, no te acuestes cada día sin celebrar las grandes obras de Dios en su Reino y las maravillosas obras de Dios en tu vida. Cuánto más te enfoques en lo que Dios ha hecho, hace y hará de acuerdo con su Palabra, más crecerá en ti el temor del Señor que llenará de gozo tu vida y te ayudará a enfrentar esas circunstancias difíciles, sin ceder a la tentación de temer a alguien o a algo más que a aquel que es tu hacedor, tu sustentador y tu redentor.
Por eso decimos, Teme al Señor por sus obras, aunque tus circunstancias presentes te tienten a hacer lo contrario.
Pero, como dijimos, el salmista nos comparte, aún, un tercer punto de enfoque para seguir creciendo en el temor del Señor cuando vengan los embates de las circunstancias complejas y este es:
3. Enfócate en la realidad final, no solo en la temporal. Vv.6-15.
Dice el salmo 92:6-15, Los insensatos no lo saben, los necios no lo entienden: aunque broten como hierba los impíos, y florezcan todos los malhechores, para siempre serán destruidos. Solo tú, SEÑOR, serás exaltado para siempre. Ciertamente tus enemigos, SEÑOR, ciertamente tus enemigos perecerán; ¡dispersados por todas partes serán todos los malhechores!
Me has dado las fuerzas de un toro; me has ungido con el mejor perfume. Me has hecho ver la caída de mis adversarios y oír la derrota de mis malvados enemigos. Como palmeras florecen los justos; como cedros del Líbano crecen. Plantados en la casa del SEÑOR, florecen en los atrios de nuestro Dios. Aun en su vejez, darán fruto; siempre estarán vigorosos y lozanos, para proclamar: «El SEÑOR es justo; él es mi Roca, y en él no hay injusticia».
¿Qué cuadro se nos pinta con estas palabras? Bueno, por un lado, la realidad de que los impíos parecen estar floreciendo por todas partes. “Aunque broten como hierba los impíos y florezcan todos los malhechores”, dice el Salmista.
Los malos parecen estar ganando el partido. Los que no temen al Señor parecen salirse con la suya. Los que se oponen al pueblo de Dios parecen estar riendo más fuerte. Los que no alaban al Señor por su carácter y sus obras parecen estar saliendo victoriosos y Dios parece estar callado, amedrentado, escondido y ausente.
Esta es una realidad temporal: los que no sirven al Señor también prosperan y mucho. De hecho, muchos están más sanos, más cómodos, más colocados, más privilegiados que los que temen al Señor. Es ahí, donde puede venir la tentación grandísima de pensar que la injusticia prevalecerá para siempre y el bien será vencido por el mal.
Te hace cuestionar qué andas haciendo con esto de querer temer al Señor, que parece un mal negocio. Los impíos vencen y los justos son abatidos. Tenemos que reconocerlo. Esto sí es una realidad…pero temporal. Al medio tiempo del partido, parece que vamos perdiendo o que vamos a perder.
No trataremos de negar que, entre la primera y segunda venida de Cristo, podemos esperar que ésta sea una realidad temporal. No siempre el creyente saldrá victorioso, sino que temporalmente experimentará derrota, enfermedad, crisis, sufrimiento e incluso, muerte. Pero es muy importante entender que aún no termina el partido.
La realidad final es muy distinta a la realidad temporal. Porque en la realidad final dice que los malhechores serán vencidos, esparcidos y destruidos. Dice que veremos la derrota final de los enemigos del reino de Dios. Los que nos oprimen, persiguen y apabullan, encontrarán su justa consecuencia como enemigos de Dios. No prevalecerá la injusticia sino habrá justicia total.
Y los que hoy estamos frágiles, vulnerables y débiles, seremos plantados, no como hierba fugaz que desaparece, sino como palmeras y cedros plantados en la casa de Dios (en la presencia de Dios) para siempre. Y aun cuando no sea lógico ni esperable (aún en la vejez), seguiremos dando frutos de justicia para la gloria de Dios.
Para seguir creciendo en el temor del Señor necesitamos enfocarnos en la realidad final y no sólo fijarnos de la realidad temporal. La realidad final es eterna y es la realidad por la que vale la pena vivir y morir.
Por eso, este día enfócate en el final seguro que tendrá este drama de la historia. El final está seguro porque Jesucristo fue enviado por el Padre y a través de su sufrimiento, su vida, muerte y resurrección, hizo lo que era imposible para los hombres: nos reconcilió con Dios. Nos hizo parte de su familia. Nos incluyó en su mesa por su gracia, cuando nadie lo merecía.
Y gracias a la obra del varón de dolores, experimentado en quebrando, que se entregó por nosotros, que por su llaga fuimos sanados, hoy podemos tener una relación abundante y eterna con Dios de tal manera que aun los sufrimientos temporales no nos separan de él, sino que podemos tener aprendizajes maravillosos del temor del Señor, aguardando como lecciones de vida en nuestros peores momentos.
Aunque nuestra condición o sufrimiento presente no cambie automáticamente y tengamos que padecer algún sufrimiento el resto del tiempo de nuestras vidas en la tierra, debemos recordar, que al final de cuentas, todo esto es temporal.
Lo que está seguro para nosotros es que, gracias a la obra y persona de Jesucristo, es que todo ayudará a bien, todo será parte de un plan, todo estará llevándonos hacia donde Dios en su gracia nos quiere llevar que es ser conformados a semejanza de su Hijo. Aun el sufrimiento es parte del proceso que Dios está usando para completar la buena obra que ha comenzado en nosotros en Cristo Jesús.
Por eso, mis hermanos, no desaprovechemos nuestra vida ni nuestro tiempo. Sigamos creciendo en el temor del Señor.
Temamos al Señor por su carácter y sus obras, aunque nuestras circunstancias presentes nos tienten a hacer lo contrario. Pues después de todo, nuestro final ha sido asegurado por aquel que es el único que debe ser temido y reverenciado en el cielo y en la tierra. Y a él sea la gloria.