Si creciste en la iglesia desde niño o joven, quizá te haya pasado o te esté pasando algo como a mí me ocurrió. Tanto mi esposa como yo, de jóvenes, estuvimos muy involucrados en las iglesias a las que pertenecíamos.
En lo personal, mi vida entre semana básicamente transcurría entre, actividades de la iglesia, escuela y familia. Los domingos, por ejemplo, era asistir a las actividades dominicales matutinas, luego ir a comer a casa de la abuela, descansar un poco en la tarde y luego regresar a las actividades vespertinas de la iglesia. Mi involucramiento con la iglesia o la comunidad de discípulos de Jesús era parte importante de mi vida. Así viví casi los 24 años previos a mi unión matrimonial.
Pero a partir de que nos casamos, casi casi el siguiente domingo de nuestra boda, nos vimos de pronto en una situación inusual. Era domingo y no había nadie apurándonos para estar listos para ir a las actividades de la iglesia. Esa falta de presión amable, aunque al principio su ausencia se sintió como alivio, con el tiempo nos dimos cuenta cuán importante era.
Al paso de las semanas, fuimos relajando cada vez más nuestra rutina, hasta el punto de a veces decir, “hoy no vamos, tengo flojera”. Y así esos primeros meses al estar muy centrados en nuestra nueva vida y sus ajustes, fuimos descuidando nuestra conexión e involucramiento con la comunidad de discípulos.
Al principio es algo sutil y hasta lo racionalizas pensando que ya no tienes tiempo para invertir en tu relación con la iglesia, porque hay muchas cosas que hacer que quizá antes, como soltero, no tenías que hacer, hay que comprar, hay que lavar, hay que arreglar casa, hay tantas otras cosas que te hacen ver cada vez menos importante tu conexión con la comunidad.
Doy gracias al Señor que no nos permitió seguir en esa dirección de relajamiento espiritual, sino nos despertó a la necesidad indudable que todos tenemos, trátese de quien se trate, de estar conectados como discípulos de Jesús con Su cuerpo, con su comunidad, con su iglesia.
Estoy más que seguro, que muchas cosas en este matrimonio de 30 años que hemos vivido con la bendición de Dios, hubieran ido en un rumbo muy diferente de no haber estado convencidos de que, sin una conexión verdadera, viva y constante con la iglesia de Cristo no se puede perseverar, no se puede crecer, no se puede vivir como discípulos de Jesús.
Este mes en nuestra serie: “Discípulos de Jesús” hemos estado reflexionando lo que significa considerarnos como tales. Hemos recalcado en los sermones pasados de que somos discípulos de Jesús y que, por serlo, somos por ende discipuladores que deben hacer más discípulos de Jesús. Y hoy considerando estas realidades queremos enfatizar lo importante y lo crucial que es, para un discípulo discipulador, estar en una conexión total con la iglesia, el cuerpo, la comunidad de los discípulos de Jesús.
Por eso este día decimos que: Dios me unió a la comunidad de discípulos para perseverar.
Es el plan y diseño de Dios que todos los discípulos de Jesús estén unidos y conectados con la iglesia para perseverar en la fe y seguir creciendo en la enseñanza del Evangelio aplicado a sus vidas.
Esto es lo que notamos al considerar el pasaje que hoy nos ocupa. Si tienes tu Biblia puedes tenerla abierta en el capítulo 2 del libro de los Hechos. En particular, estaremos considerando los versículos 41 al 47.
Para entender un poco el contexto de nuestro pasaje debemos decir que Jesucristo, después de su muerte y resurrección, había ascendido al cielo habiendo encomendado a sus discípulos que se quedaran en Jerusalén porque vendría sobre ellos el Espíritu Santo.
Nos narra el capítulo 2 de Hechos que los discípulos estaban orando juntos y de pronto vino sobre ellos el Espíritu Santo y tuvieron la manifestación de poder divino en el sentido de que comenzaron a predicar el evangelio en idiomas que no habían estudiado antes ni conocían, pero la gente que provenía de diversas regiones del mundo, que en aquella ocasión estaba reunida en Jerusalén, podía entenderles en sus idiomas nativos. Esta fue una gran señal de la venida del Espíritu Santo sobre la iglesia.
Pedro tuvo que aclarar la confusión que tenían algunos al pensar que estaban ebrios, y predicó el evangelio presentando a Jesucristo como el Mesías, haciendo un llamado al arrepentimiento y a la fe en el Señor Jesucristo.
Y ese día hubo una gran cosecha de discípulos. Dice Hechos 2:41: Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.
Si yo estaba asombrado cuando nos reunimos 1200 personas en la inalámbrica hace algunos años, imagínate 3000 personas recibiendo la palabra de Dios y bautizándose en Cristo. Esta es la obra poderosa del Espíritu Santo en su iglesia.
Recuerdas la misión para los discípulos de la que hablamos la semana pasada: Jesús había dicho, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y esto era justo lo que esos discípulos a los que se dio originalmente ese mandato comenzaron a hacer aquí. Los nuevos discípulos fueron añadidos a la iglesia a través del bautismo y también, como veremos más adelante, fueron enseñados en la doctrina de Jesús.
Ahora bien, el pasaje continúa diciendo algo muy importante respecto a estas personas que se convirtieron a Cristo. Dice algo que debe marcar un rumbo para nosotros como iglesia. Y, sobre todo, para nosotros que queremos entender cómo vive y actúa un discípulo de Jesús.
Dice Hechos 2:42: Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
Es importante notar que las personas que se convirtieron hacían algo: perseveraban. Perseverar o ser constante o firme en hacer algo es muy importante y una gran evidencia de una genuina conversión.
Antes de la pandemia esta iglesia local llegaba a reunir a unas 800 personas aproximadamente cada domingo en todos los cultos en sus tres sedes. ¿Cuántos han perseverado? ¿Cuántos perseverarán? Han perseverado y perseverarán aquellos que por la gracia de Dios han entendido que, por diseño divino, necesitamos de otros discípulos para ayudarnos a perseverar.
Tristemente, algunos al ver que la participación en la comunión de los creyentes ya presentaba muchos inconvenientes o demandaba un esfuerzo o sacrificio adicional, simplemente optaron por apartarse. Y dice Jesús, que, separados de él, nada podemos hacer. La perseverancia en la comunión con la comunidad de discípulos es vital para el creyente en Cristo.
Quizá podremos considerarnos gigantes de la fe y que no necesitamos a otros discípulos para perseverar, que podemos seguir creciendo en aislamiento de la iglesia del Señor, la verdad es que tarde o temprano seremos confrontados con nuestra pequeñez, debilidad e insignificancia. Porque por algo, Dios me unió a la comunidad de discípulos para perseverar
¿Y en qué perseveraban aquellos que se habían convertido en Hechos 2? ¿En qué eran constantes? ¿Qué hacían con firmeza en esta comunidad de discípulos? En este versículo encontramos tres grandes aspectos en los que estos primeros cristianos perseveraban. Y estos mismos aspectos son importantes para nosotros como discípulos, como iglesia del siglo veintiuno. Son importantes porque nos muestran cómo, en el plan de Dios, la comunidad de discípulos nos ayuda a perseverar en la fe y en el camino de Cristo.
En primer lugar, la iglesia, la comunidad de discípulos nos ayuda a perseverar en la sana doctrina. Dice: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles…” (Hechos 2:42)
La enseñanza cristiana no está vacía de contenido objetivo. No es una experiencia subjetiva y mística. Es un conjunto de artículos de fe que dan sentido a toda la vida. Es una serie de enseñanzas que tienen un referente objetivo que es la doctrina apostólica.
Dice el versículo 43: Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Las señales y milagros que eran hechos por los apóstoles eran sus cartas credenciales de la autoridad que Dios les había dado para traer revelación de su verdad para su iglesia. Los milagros avalaban que lo que los apóstoles decían y enseñaban respecto de Jesucristo era la verdad de Dios para su pueblo.
Por eso la sana doctrina es el legado dejado con la autoridad apostólica en la Escritura. Hacer caso de la Escritura es hacer caso a las voces autorizadas por Dios para traer su verdad.
No podemos interpretar la vida como queramos sino como fue enseñada por el Señor Jesucristo a través del ministerio apostólico. La sana doctrina es la que se apega o está más cercana a lo enseñado en la Escritura.
La primera iglesia del Nuevo Testamento perseveraba en la doctrina apostólica, nosotros también debemos hacer lo mismo.
La iglesia contemporánea está siendo desafiada todo el tiempo por ideas, filosofías y enseñanzas engañosas que vienen no sólo de afuera sino a veces de dentro de la misma iglesia.
Por eso como creyentes de Jesucristo debemos ser diligentes en perseverar firmes en la doctrina de los apóstoles, leyendo, memorizando, estudiando y, sobre todo, viviendo la Escritura.
No seamos llevados por cualquier viento de doctrina. No seamos engañados por ideas apelantes pero falsas respecto del matrimonio, la familia, el sexo, la autoridad, del ser humano, de las relaciones, del dinero, de la vida, de la muerte, del mundo y cada aspecto de la vida.
Es precisamente la iglesia, la comunidad de discípulos, la conexión con el cuerpo de Cristo la que te ayudará a perseverar en la sana doctrina enseñada en la Escritura.
En nuestra iglesia insistimos que todos estemos aprendiendo de la Escritura porque es la única manera en la que podremos seguir creciendo en nuestra relación con Cristo. Si la única exposición que tienes a la Escritura es este momento de predicación en el culto, ya se presencial o virtual, estás teniendo una muy limitada dieta de la Palabra. Necesitas la Palabra todos los días y todo el tiempo.
La Palabra es una luz para nuestros pies y una lumbrera para nuestro camino. La Escritura nos dará cada vez más sabiduría para las decisiones, relaciones y situaciones de la vida.
Una pregunta importante para ti y para mí es ¿Dónde estoy nutriéndome de la palabra de Dios? ¿Soy asiduo lector de la Escritura? ¿Estoy ya estudiando su palabra de manera personal o familiar? ¿Estoy ya en un grupo pequeño para seguir aprendiendo de la Palabra?
Entre otras cosas, por eso no nos cansamos de invitarte para que te conectes con un grupo pequeño si aún no estás y si es que ya estás siendo participante en esta iglesia. La siguiente estación para ti es un grupo de conexión. Al terminar este culto, acércate al módulo de grupos pequeños para pedir más información.
Recuerda que Dios te unió a la comunidad de discípulos para perseverar en la SANA DOCTRINA.
Persevera intencionalmente en tu conexión con la iglesia. Necesitamos a la iglesia para permanecer en la Palabra. No podemos solos.
Pero Dios nos unió a la iglesia de Cristo para perseverar en algo más. La iglesia, en segundo lugar, nos ayuda a perseverar en la comunión. Dice: “Y perseveraban…en la comunión unos con otros” (Hechos 2:42)
Desde el principio, la iglesia es altamente relacional. La fibra misma de lo que constituye la iglesia son personas relacionadas y unidas entre sí por el amor de Cristo. Es imposible tener una relación bíblica y correcta con Dios sin tener una relación creciente con otras personas en Cristo, con otros discípulos de Jesús.
Quizá estás muy interesado en una relación con Dios, pero como que no te interesa tener relación con otras personas que buscan a Dios. Hemos crecido en un mundo que cada día es más individualista. Muchos de nosotros ni siquiera conocemos a los vecinos que han vivido junto a nuestra casa por años.
Pero el plan de Dios para su iglesia no sigue una agenda individualista. La relación con Dios no se trata de una relación entre tú y él y nadie más. Sino esta relación, aunque es personal, se vive y disfruta en el contexto de una relación con otros creyentes. No se puede vivir el cristianismo en solitario. Es por naturaleza, congregacional. Somos llamados a vivir en relaciones providenciales con otros cristianos.
Sabemos que esto de las relaciones no es algo fácil. Donde hay personas pecadoras en restauración, habrá también problemas y conflictos y mucho lugar para mejorar y crecer. Pero, aunque imperfecta en esta tierra, la iglesia, la comunidad de fe, es el único y mejor lugar para que los discípulos experimentemos crecimiento en Cristo en todo sentido.
Es muy importante, entonces, que en la iglesia se procure la unidad, el interés unos por otros y el sentido de familia y comunidad. Los primeros cristianos experimentaron precisamente eso:
Hechos 2:44-46: Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón.
¿Puedes ver lo profundas que eran las relaciones en la primera iglesia del Nuevo Testamento? Estaban tan interesados los unos por los otros que se desprendían de sus posesiones para aliviar las necesidades de otros. Había una unidad indescriptible, tenían un mismo sentir, compartían con generosidad en sus casas la relación y los alimentos.
Quizá nuestra realidad y contexto moderno es otro, pero mucho de lo que los primeros cristianos del primer siglo experimentaron, podemos aun vivirlo en el Cuerpo de Cristo hoy día.
Es en el contexto de relaciones providenciales que Dios va transformando a las personas. La iglesia es necesaria para los discípulos porque precisamente pone en contacto a creyentes con otros creyentes, y es así como vamos recibiendo nuestro crecimiento como cuerpo.
Tú y yo no podemos ni debemos perdernos de la gran bendición de ser parte relacional de la iglesia local. Así como los primeros cristianos perseveraron en la comunión unos con otros, también nosotros debemos perseverar en ello.
En nuestra iglesia local, la mejor estructura ministerial para experimentar esas relaciones providenciales con otros creyentes son los grupos pequeños. Qué diferencia hay entre estar cobijado por un grupo de personas cuando llegan los momentos de dificultad y prueba a cuando te encuentras aislado y desconectado de una vida de comunidad. Créeme que es una experiencia muy distinta.
Recuerda que Dios te unió a la comunidad de discípulos para perseverar en la COMUNIÓN.
Pero Dios nos unió a la iglesia de Cristo para perseverar en algo más. La iglesia, en tercer lugar, nos ayuda a perseverar en los medios de gracia. Dice: “Y perseveraban… en el partimiento del pan y en las oraciones”.
La primera iglesia del Nuevo Testamento era constante, firme y perseverante en ejercitarse en los medios que Dios ha dado para el crecimiento de sus hijos: La palabra, la oración y el sacramento de la Cena del Señor.
Para ellos la oración no era una manguera detrás de un cristal en un edificio con el letrero: “Rómpase en caso de Incendio”. Es decir, la oración no era algo para ser usado en las emergencias. Sino era el recurso cotidiano para relacionarse con Dios.
La cena del Señor era practicada en el contexto de la fraternidad y comunión unos con otros, pero eran perseverantes en ella. Tanto la oración como la cena del Señor, así como la Palabra, son medios que Dios usa para fortalecernos y afianzarnos en la fe.
Si no nos estamos ejercitando en la Palabra, si no estamos orando lo suficiente, si no estamos participando constantemente de la Cena del Señor, sin duda, somos una iglesia débil, vulnerable, estancada y fácilmente derrotada.
En tiempos como los que vivimos, más que nunca debemos retomar con perseverancia los medios de gracia que nos ha dejado el Señor. Es tiempo de orar más allá de cada vez que vayas a comer o a dormir. Es tiempo de hacer una realidad el texto que dice: “Orad sin Cesar”. Es tiempo de hablar constantemente con nuestro Padre Celestial.
Por otro lado, los sacramentos son para nuestra edificación. Se complica un poco ahora con las condiciones presentes, pero como iglesia estamos haciendo todo el esfuerzo posible para que cada vez más personas tengan acceso a ellos. No te quedes fuera de esta bendición que tienes como hijo de Dios.
Recuerda que Dios te unió a la comunidad de discípulos para perseverar en los MEDIOS DE GRACIA.
Los creyentes deben ser perseverantes en la sana doctrina, en la comunión y en los medios de gracia, y la conexión con la iglesia nos ayuda en todo esto. Esto aprendemos de la primera iglesia del Nuevo Testamento, pero hay algo más que es muy importante para notar referente a lo que ocurre con la iglesia perseverante. Dice el versículo 47: Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.
Al principio del pasaje veíamos que el día de pentecostés se añadieron 3000 personas, pero ahora, se nos muestra quién está detrás de todo este movimiento, es el Señor mismo que a través de la predicación del evangelio, añade a su iglesia a los que son salvados.
Y vemos que el Señor los añade no a un club o a una mera asociación humana, sino por diseño intencional y soberano, Dios une a los nuevos discípulos a Su iglesia.
Por eso, más que nunca debemos tener la convicción de que Dios me unió a la comunidad de discípulos para perseverar en la sana doctrina, en la comunión y en los medios de gracia.
Somos llamados a ser esa iglesia que busque alcanzar con el evangelio de Jesucristo a más discípulos. Somos llamados a hacer discípulos que se comprometan con Cristo para transformar su entorno.
Somos llamados a vivir de tal manera de que cada vez más personas lleguen al conocimiento del Señor a través del testimonio y ministerio de la iglesia en el mundo. Los hijos de Dios, los discípulos de Jesús, no pueden darse el lujo de estar desconectados o ajenos al Cuerpo de Cristo, a la comunidad de discípulos.
Hermanos, somos discípulos hechos para discipular a más personas conectándolos con la comunidad de los discípulos de Jesús, la iglesia, para la gloria de Dios.