Los maestros son personas muy influyentes en nuestras vidas. Todos hemos tenido algunos maestros que tuvieron algún impacto en nosotros.
Recuerdo que cuando iba a iniciar la preparatoria me inquietaba el hecho de cursar materias relacionadas con números porque nunca han sido mi fortaleza. Así que la materia de física con todas esas fórmulas y cálculos y problemas en realidad me asustaba.
Pero después de la primera clase con mi maestro de física, quedé bastante tranquilo porque había entendido todo y me había fascinado la clase. Ese maestro tenía una manera tan sencilla de explicar las cosas complicadas que hasta me hizo cambiar mi actitud hacia la materia. Admiré mucho a ese maestro y de hecho, muy para mi sorpresa, en el primer examen parcial obtuve un 100 de calificación.
Era tan grato tener a este maestro que un día me percaté de algo curioso. Cuando él borraba el pizarrón con la mano derecha, colocaba su brazo y mano izquierda de cierta manera peculiar que era notoria. Un día me descubrí a mí mismo realizando ese mismo movimiento al estar borrando un pizarrón. ¿En qué momento imité el movimiento peculiar de mi maestro? No lo sé. Sólo sé que ya estaba siendo parte de mí.
Cuando un maestro es de impacto en tu vida, acabas imitando o siendo parecido a él de alguna manera.
Como creyentes en Cristo somos llamados Discípulos de Jesús, y el propósito principal de cada uno de los discípulos de Jesús es ser como el maestro. Ser como él en su carácter, ser como él en su obediencia y sujeción la Padre, ser y pensar como él. Qué sea el maestro que más impacte nuestras vidas.
En esta nueva serie de sermones que hoy iniciamos llamada “Discípulos de Jesús”, estaremos considerando qué implicaciones tiene llamarnos así y cómo debemos seguir las pisadas de nuestro maestro.
Hoy iniciamos hablando de lo que en verdad implica ser discípulos de Jesús. Hoy día usamos con mucha facilidad este término y decimos: soy discípulo de Jesús. Pero en realidad entendemos qué significa y qué implica este título.
¿Soy discípulo porque los domingos asisto a una reunión cristiana o miro una transmisión en vivo de una iglesia?
¿Soy discípulo porque mi familia siempre ha estado en la iglesia cristiana y desde pequeño ha sido una tradición en la familia?
¿Soy discípulo porque tengo mucho conocimiento de datos e información de la Biblia?
¿Soy discípulo porque trato de aplicar una moralidad basada en la tradición judeo-cristiana?
¿Soy discípulo porque me hecho miembro de una asociación religiosa cristiana?
¿Qué es ser un discípulo de Jesús? ¿Qué implica serlo? Si hay algo que debemos entender de lo que implica llamarnos discípulos de Jesús es básicamente esto: Ser discípulo de Jesús, es vivir para él y no para mí.
La mera asistencia regular a una reunión cristiana, haber crecido en una familia cristiana por generaciones, tener un buen acerbo de conocimiento bíblico, procurar una vida moralmente buena y ser miembro oficial de una iglesia cristiana, aunque son cosas muy buenas y grandes bendiciones para quien las posee y practica, no me convierten automáticamente en un discípulo de Jesús, sino como veremos en el pasaje que nos ocupa hoy, lo que hace evidente que eres un discípulo de Jesús es vivir para él y no para ti, con todo lo que esto implique en la vida diaria. Ser discípulo de Jesús, es vivir para él y no para mí.
En el pasaje que acabamos de leer en Mateo 16:21 en adelante, Jesús mismo nos declara lo que implica ser su discípulo y qué debe caracterizarnos.
En el versículo 21 de Mateo 16 se nos dice (RV60): Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
Hubo un cambio en el discurso de Jesús a partir de este momento. Nos dice la Biblia que Jesús comenzó a hablar con claridad de la recta final de su misión. Antes de esto, lo había dicho o sugerido de manera no tan clara, pero a partir de este momento lo dijo con todas sus palabras.
Jesús describe el programa que debía pasar sin alteraciones: 1. Debía ir a Jerusalén y padecer mucho por los ancianos, sacerdotes y escribas. 2. Debía morir y 3. Debía resucitar al tercer día.
Y este programa no era una propuesta o un plan tentativo, sino era algo que tenía que pasar. Jesús dice: “Es necesario”.
¿Cuándo dices que algo se hace necesario? Cuando no hay otro camino, otro medio, otra opción, cuando es la única manera de hacer algo.
Recuerdo que cuando era niño y nos llevaban al ISSSTE a vacunar, mi mamá nos animaba diciendo: “Es necesario para su salud” “Prefiero que lloren un ratito a que luego lloren toda la vida”. Palabras de profunda sabiduría, pero allí estábamos tratando de pensar: Es necesario y de todas maneras dolía igual la inyección. Cuando algo es necesario, no hay otro camino, otro medio, otra opción, es la única manera.
Este programa pactado desde la eternidad debía llevarse a cabo al pie de la letra y era necesario que Jesús se sujetara a él. Era necesario porque nadie más podía ocupar su lugar. No había alguien más que pudiera reemplazarlo en el plan del Padre. No había alguien más a quien delegarle esta pesada tarea. Nadie más podía ocupar su lugar aquel día que caminó al calvario cargando la cruz.
Nuestra condición y Su condición hicieron imprescindible que Jesús dijera: Es necesario que el hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas y que sea muerto y resucite al tercer día”. No había otra forma más que renunciar a sí mismo, negarse a sí mismo, no pensar en él primero y entregarse totalmente por nosotros.
Esta fue la actitud de nuestro maestro y sin duda, es un reto para nosotros sus discípulos, para seguir sus pisadas.
Y aquel día, con el rostro y el cuerpo ensangrentado por los azotes injustos, débil, agotado, abandonado por sus “valientes” discípulos, subió al monte calvario, llevando una cruz a cuesta. Una cruz que no le pertenecía, que no era suya. Una cruz que él eligió llevar.
Y extendió sus brazos y fue clavado infamemente para ser expuesto ante el mundo como el más ruin pecador, siendo el ser más puro que ha pisado la tierra. Y después de haber padecido, exclamó: “Consumado Es”. El plan de redención había sido completado. Más que un grito de derrota, éste es un grito de triunfo porque era necesario que todo esto aconteciese y así sucedió.
Habiendo Jesús dicho con toda claridad que iba a padecer, morir y resucitar, nos relata el evangelio de Mateo que Pedro inmediatamente le contrapuntó diciendo en el versículo 22 de Mateo 16: Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.
Pedro lo lleva a parte, y le comienza a decir: “A ver Jesús…cómo está esto que vas a sufrir y morir en Jerusalén, creo que esta parte del plan no encaja con todo lo demás. Se supone que tú viniste a tener la primacía, no a sufrir y morir. Creo que en esta parte te equivocaste, seguramente no quisiste decir lo que dijiste. No puede ser que esto te ocurra”.
Pero Jesús le responde en el versículo 23: Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Jesús dice...¿Dónde había yo escuchado esto antes? ¿Dónde se me había dicho antes que yo pensara en mí primero? ¿Qué yo buscara primero lo que era más conveniente, cómodo u oportuno para mí? ¿Dónde se me había dicho que yo antepusiera mis deseos a mis responsabilidades? Ah…sí…Satanás me lo había dicho antes.
La perspectiva de las cosas de acuerdo con Satanás se caracteriza por poner la mira en las cosas de los intereses de los hombres en vez de la mira en las cosas o propósitos de Dios.
Jesús aclara que esa manera de pensar no es la que corresponde a un discípulo de Cristo, sino a una persona que habla como habla y piensa, Satanás. Por eso le dice, apártate de mí. Yo no tengo nada que ver contigo y esa perspectiva.
El mundo con su perspectiva que fluye de Satanás nos quiere adoctrinar con la idea de que esta vida se trata de vivir para uno mismo, de gozar y sacar provecho de cada circunstancia para los fines propios y seguir los deseos de nuestro corazón cueste lo que cueste, y caiga quien caiga.
Las palabras que Pedro le dijo a Jesús tienen su eco en versiones más contemporáneas de esa misma perspectiva de la vida, en frases e ideas como: “Tienes derecho de buscar tu felicidad”. “Haz lo que a ti te haga feliz, no importa nada más”. “Sentirse bien, eso es lo que importa”. “Primero tú, luego los demás”.
Tristemente, siguiendo esta manera de pensar, esposos abandonan a sus cónyuges, padres son negligentes con sus hijos, hijos no respetan a sus padres, vecinos viven en conflictos los unos con los otros, iglesias se dividen.
Esta idea se filtra en nuestra perspectiva de lo que significa ser discípulo de Jesús, y tenemos la idea de que haremos y seguiremos los principios de Cristo, siempre y cuando no atenten contra nuestra comodidad, nuestro bienestar, nuestro estatus en la sociedad o lo que consideramos valioso aquí en la tierra.
Qué tan distintos hemos llegado a ser a los primeros discípulos de Jesús que aun en medio de la persecución y de peligrar su vida misma, siguieron estando dispuestos a avanzar con el evangelio y lo siguieron compartiendo con otros, no pensando en ellos mismos, sino en la causa del Reino.
Y nosotros, si el horario es conveniente y no se interpone algo que sea más importante o que me haga más feliz, entonces, participaré en el discipulado de alguien más. Los lunes no puedo porque es la final de survival. El martes tampoco porque es el día que hago ejercicio. El miércoles es dos por uno en el cine. El jueves salgo tarde de trabajar. Los viernes estoy ya muy cansado de toda la semana. El sábado es el día de la familia y el domingo, es el único día que me puedo levantar tarde.
Pero nos repetimos a nosotros mismos las palabras de pedro, “ten compasión de ti mismo”… es decir, piensa en ti primero. No es cómodo…te hará salir de tu zona de confort por la que tan duramente has batallado en conseguir. Mejor sigue con tu religión de conveniencia. Tampoco hay que ser fanáticos.
Ciertamente, vivimos como discípulos en todo lo que hacemos y muchas actividades en sí mismas no son contrarias a nuestra sujeción a Cristo, pero si hay algo que debemos cuestionarnos es cuánto nuestro cristianismo se ha vuelto un cristianismo de conveniencia. Es decir, soy discípulo de Jesús siempre y cuando no me afecten mi comodidad. No me toquen aquellas cosas en las que tengo que dejar de pensar en mí primero, y vivir para él.
Pero Jesús nos aclara lo que significa ser discípulo de Cristo, lo que implica ser como el maestro.
Nos dice el versículo 24: Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Inmediatamente después de anunciarles el programa de redención para el cual era necesario que él padeciera, muriera y resucitara, Jesús indica que, si alguno quiere ser su discípulo, si alguno ha entendido lo que hice por él, si alguno quiere seguirme para siempre, entonces tiene que tener una nueva manera de pensar acerca de sí mismo.
Si antes pensabas que lo único que importaba era tu comodidad, tu bienestar, tu satisfacción, tu felicidad, ahora tienes que comenzar con poner a alguien más en ese lugar. Ya no más tú, sino Cristo. Ya no más tu comodidad sino la gloria de Cristo. Ya no más lo que tú deseas lograr, sino lo que Cristo quiere lograr. Ya no más tu proyecto, sino el proyecto de Cristo. Eso significa ser discípulo, eso significa ser como el maestro. Ser discípulo de Jesús, es vivir para él y no para mí.
Y Jesús es claro y directo al decirlo sin ambigüedades. Ser discípulo de Jesús implica negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirlo. ¿Te das cuenta? Las tres cosas implican dejar de ponerte en el centro, dejar de buscar tu comodidad, tu conveniencia: en pocas palabras es vivir para él y no para mí.
¿No sé si habíamos entendido esto acerca del discipulado cristiano? ¿No sé cómo llegamos a la idea de que esto de ser discípulo de Jesús no se iba a meter con nuestros propósitos, metas, deseos, anhelos, métodos, y cada aspecto de nuestras vidas?
Quizá somos miembros de una iglesia local, pero la pregunta mucho más fuerte y profunda que debemos hacernos es ¿Soy discípulo? Tristemente, en la actualidad lo que debía ser lo mismo, no necesariamente es así. Ser discípulo de Jesús, es vivir para él y no para mí.
El mismo lo aclara en este pasaje y nos dice que hay que morir a uno mismo, hay que estar listo para llevar la cruz y hay que seguir sus pisadas en todo.
Ser discípulo del maestro implica una renuncia total a uno mismo y una entrega total a Cristo.
Ser discípulo de Jesús implica morir a mí mismo. Es cambiar mis deseos personales por Sus deseos. Es cambiar mis metas por sus metas. Es usar Sus métodos, no los míos. Es hablar sus palabras, no las mías. Es vivir de acuerdo con Su estilo de vida, no con el que me dé la gana. Un estilo de vida que no se trate de mí, sino de él.
• Aprender a callar, cuando quiera hablar
• Aprender a hablar, cuando quiera callar.
• Aprender a ser paciente en vez de explotar
• Aprender a ser diligente cuando quiera ser desidioso.
• Aprender a pedir perdón, cuando quiera alejarme en mi orgullo.
• Aprender a compartir en vez de ser egoísta.
• Aprender a decir no a la impureza sexual, cuando sea tentado a macharme con ella.
Ser discípulo de Jesús implica tomar mi cruz. Es decir, estar cada día listo a vivir y a morir por él. Mi vida ya no cuenta, sólo cuenta el que Jesús sea conocido en la tierra y que Dios sea glorificado.
Por eso, esos primeros cristianos tomaron su cruz y estuvieron dispuestos a ser devorados por leones en el circo romano, antes de negar su fe y doblar su rodilla ante alguien que no fuera Jesucristo.
Hasta este momento no sufrimos persecución hasta esos niveles. Lo nuestro se traduce a rechazos, burlas, discriminación, despidos, aislamientos, agresiones verbales e incluso, en algunos casos, físicas por causa de nuestra fe. Pero la Biblia nos advierte que esto puede llegar a pasarnos y a niveles intensos.
Con todas las ideologías que están en boga, no tardará mucho en ser probada nuestra lealtad a Cristo con cosas peores. ¿Cómo responderemos? Diremos: ¿Soy discípulo? o ¿Seguiremos viviendo en una supuesta fe de conveniencia que no está dispuesta a sacrificar su comodidad cuando llegue el momento de prueba?
Ser discípulos de Jesús también implica seguirlo. Regir mi vida por sus preceptos, por su ejemplo, por sus promesas. Seguirlo a donde quiera que me lleve, aunque no sea el camino más fácil, ni el más cómodo, ni el más rápido.
Por su gracia, al seguirlo:
• No tengo que prestar mi boca para chismear, blasfemar, gritar, mentir, adular, engañar.
• No tengo que usar mis ojos para envidiar, para codiciar, para deleitarme en lo prohibido,
• No tengo que usar mis manos para golpear, para destruir, para ofender
• No tengo que usar mi cuerpo como instrumento de iniquidad. No tengo que decirle “sí” al pecado cada vez que toque a la puerta o que me invite a pasear con él.
Al seguirlo, viviré regido por sus preceptos, por su ejemplo, y sus promesas que son mías por su gracia.
Jesús agrega algo más en este pasaje en Mateo 16:25: porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
Ser discípulo de Jesús es perder tu vida, tu comodidad, dejar de ser tú la prioridad, pero al hacerlo estás hallando la verdadera vida y el propósito correcto para vivirla. Cuando lo pierdes todo, hallas todo lo que conforma la vida verdadera y abundante que es sólo en Cristo Jesús.
Jesús no hace publicidad engañosa. Ser su discípulo no es algo glamuroso, cómodo ni fácil. Ser discípulo de Jesús, es vivir para él y no para mí. Pero al perder mi vida, estaré perdiendo sólo aquello que de por sí no valía la pena, comparado con lo que hallaré en una vida vivida sólo para él.
La pregunta importante para cada uno de nosotros es ¿Soy discípulo? ¿He perdido mi vida por causa de Cristo? ¿He hallado la vida verdadera en Jesús? ¿Estoy negándome a mí mismo? ¿He tomado mi cruz? ¿Estoy siguiendo a Jesús por todo camino donde me guíe? ¿Estoy viviendo para él o para mí?
Que el Señor nos ayude y guíe para ir comprendiendo y profundizando en nuestro entendimiento de lo que significa ser discípulos de Jesús. Que el Señor nos saque de nuestra comodidad, es decir, que incomode a los que estamos cómodos y nos lleve a dar pasos de entrega total al único que merece ser seguido y merece toda nuestra lealtad.
Que Dios nos ayude a ser discípulos que entienden que no viven para sí mismos sino para Jesús para la gloria de Dios.