Sacrificio Vivo: dones
Romanos 12:6-8
Por la gracia del Señor, el mes pasado cumplí 25 años de pararme aquí al frente para exponer la Palabra de Dios. Varias veces me han preguntado si no me pongo nervioso al hacerlo y mi respuesta es que siempre lo estoy. Quizá he aprendido a disimularlo, pero nunca se va totalmente esa sensación de tensión interna ante la responsabilidad que se tiene enfrente.
Cuando pienso en cómo llegué hasta aquí, tengo que reconocer una y otra vez, que ha sido sólo la gracia y soberanía de Dios. Porque si usted me hubiera conocido en mi adolescencia y hubiera sido su decisión, no me hubiera escogido para esta tarea. Yo tenía serias dificultades para poder expresarme y explicar las cosas. Me daba pánico escénico y me aterraban los micrófonos. Ni a mí se me hubiera ocurrido que un día estaría yo en este lugar.
Había muchos jóvenes de mi generación con mayores habilidades de comunicación que un servidor, con más dones relacionales y más carisma que yo, por lo que cuando comenzó a rondar en mí, la idea del ministerio eclesiástico, yo mismo no me la creía.
Casi le dije al Señor: ¿Yo Señor? ¿Estás seguro? ¿Ya viste a fulanito o menganito qué bien hablan, qué facilidad tienen para expresarse? ¿No será que te estás equivocando en esta?
Pero pues, aún en contra de todos mis pronósticos, el Señor me ha mantenido en este ministerio y ha suplido todo lo que es deficiente en mí, y en su fidelidad nos sostiene para seguir adelante con la tarea.
No me cabe duda, que Dios no sólo me hizo este llamado sino también me dotó con habilidades que no tenía antes, que suplió en mí lo que faltaba para poder hacer su obra encomendada.
Y lo maravilloso de todo esto, es que no sólo lo ha hecho conmigo, sino es lo que hace el Señor con cada uno de sus hijos. Nuestro Señor es fiel para con su iglesia de tal forma que provee de todos los dones que se requieren para que sigamos creciendo a semejanza de Jesucristo en el contexto de su cuerpo, que es su comunidad de gracia.
Si somos creyentes en Cristo y hemos sido conectados con su Cuerpo, con su iglesia, hemos recibido dones que son de bendición para todos en la comunidad de fe.
Por eso decimos este día, El Señor te ha dado dones para que sirvas y edifiques a su iglesia.
Hoy terminamos nuestra serie de sermones: Sacrificio vivo, en la que hemos estado hablando de las implicaciones prácticas de haber recibido las misericordias de Dios, es decir, el evangelio, basándonos en unos versículos del capítulo 12 de Romanos.
La vida del creyente, en virtud de haber sido receptor del evangelio, ha de ser un sacrificio vivo para la gloria de Dios, experimentando una transformación constante en su mente y corazón y estando conectado con el Cuerpo de Cristo.
Hoy exploraremos los versículos del 5 al 8 de Romanos 12, considerando el tema de los dones que el Señor ha repartido a los miembros de su Cuerpo para edificar a su iglesia. De tal forma, que, si somos creyentes en Cristo, veamos esta implicación práctica del evangelio en nuestras vidas, y entendamos la bella responsabilidad que tenemos de servir y edificar a la iglesia con todo lo que hemos recibido por gracia. Porque el Señor te ha dado dones para que sirvas y edifiques a su iglesia.
Nuestro pasaje comienza diciendo en Romanos 12:5:
También nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás.
Existe una gran verdad para todo aquel que ha experimentado las misericordias de Dios de las que nos habla la epístola de Romanos de los capítulos 1-11, como hemos dicho varias veces este mes, y esta verdad es que, si somos creyentes en Jesucristo, estamos unidos al único y diverso Cuerpo de Cristo.
El Espíritu Santo, enviado por el Padre y por el hijo, tiene la misión de incluir a los que son de Cristo dentro de un cuerpo que es la Iglesia.
Esto implica que la relación con Dios no se vive sólo de una manera personal, sino que, por definición, estar en Cristo es estar incluido en el Cuerpo de Cristo, que es la iglesia.
Cada vez que la Biblia habla de nuestra relación con Dios, lo hace en el contexto de la Iglesia. La Biblia nunca nos da la idea de que esto de una relación con Cristo es un asunto que se viva a solas, o en aislamiento. La relación con Dios, ciertamente es personal, pero se vive en el contexto de una conexión relacional con otros creyentes que aman y buscan al Señor.
Quizá te ha pasado que conoces a una pareja en la que el Señor es todo un caballero y bella persona, pero la esposa es muy difícil. Quizá has dicho; “Qué bien me cae ese Señor, ¡ahh! Pero su esposa”. Déjame decirte que eso no podemos hacerlo respecto a Cristo y la Iglesia.
Es inconcebible, desde la perspectiva bíblica, pensar yo quiero a Dios, pero no quiero nada con la iglesia. Yo quiero una relación con Dios, pero solos Dios y yo, sin tener ningún contacto con Su Iglesia. Eso no se puede hacer. El plan de Dios ha sido y es que participes, te congregues, te involucres, te conectes con la iglesia.
Como dice este versículo que acabamos de leer, algo nos debe quedar muy claro respecto a la iglesia es que Jesucristo sólo tiene una sola iglesia. Aunque hablamos de muchas iglesias locales en el mundo, debemos recordar que tan solo son manifestaciones visibles, locales y concretas de la única iglesia del Señor Jesucristo. Y esa unicidad se manifiesta y se vive en la iglesia local cuando a pesar de estar compuesta por muchos miembros, la iglesia local vive en unidad como un solo cuerpo.
Así que cada creyente en Cristo debe verse conectado con el único Cuerpo. Debe sentirse y ser parte activa de la manifestación local del Cuerpo de Cristo. No vivamos en aislamiento, en solitario, lejos de una relación firme y decidida con la iglesia, pues si somos de Cristo ya estamos insertados en el Cuerpo.
Entonces, no hay escapatoria. Si Cristo es nuestro Señor, la iglesia es nuestro hogar. Y Dios siempre provee lo que su iglesia necesita para cumplir su misión. Dios reparte su gracia en su iglesia por medio de dones que tienen la finalidad de que sean usados para la edificación del Cuerpo.
Y en este pasaje veremos 4 características de los dones que el Señor reparte en los miembros del cuerpo para la edificación del mismo. Son cuatro rasgos de los dones que debemos considerar para poder tener una perspectiva correcta de los mismos y a la vez, un ejercicio fiel de los dones para la edificación de la iglesia.
La primera característica la encontramos en Romanos 12:6a: “Tenemos dones diferentes…” Los dones son diferentes en los miembros del cuerpo de Cristo. Esto es característico de los dones: los dones son diferentes.
Lo primero que debemos esperar respecto a cómo Dios atiende las necesidades de su iglesia es que repartió dones diferentes en el cuerpo para que se pueda cumplir la misión.
No todos tenemos el mismo o los mismos dones. A cada uno de los miembros del cuerpo se le ha dado por lo menos una habilidad especial provista por el Espíritu Santo para que sea usada en la edificación del Cuerpo.
Algunos suelen creer y quizá sea tu caso: “yo no tengo ningún don”. Yo no tengo alguna habilidad que pueda ser de utilidad para el Cuerpo de Cristo. Pero la Escritura aquí nos afirma que tenemos dones diferentes. Está implicando que si eres parte del cuerpo, puedes contar con que has sido dotado con algo que debes poner al servicio de los demás miembros del cuerpo.
Esto implica que esto de los dones no es de una o dos personas, sino que “Dios ha dado dones a cada uno” de los que creen en Cristo. Si estás en una relación creciente con Cristo, puedes contar con que Dios te ha equipado para realizar ciertas tareas necesarias para que la iglesia cumpla su misión.
Estoy convencido que Dios pone en cada iglesia a las personas con los dones necesarios para cumplir con la misión de hacer discípulos. Esto es algo que creemos y por eso queremos fomentar que consideres cuál es tu papel en esta comunidad de Cristo.
Todo lo que ves, todo lo que se programa, todo lo que hacemos para cumplir la tarea del discipulado, se puede hacer porque hay personas que han dejado de creer la mentira de que no tienen ningún don y han abrazado la verdad de Dios, creyendo que Dios les ha dado dones para poner al servicio de la comunidad de Cristo. Por eso este día te animamos: el Señor te ha dado DONES DIFERENTES para que sirvas y edifiques a su iglesia.
Porque si tienes una relación con Cristo, también has sido dotado con algún don que se requiere en esta iglesia para cumplir la misión.
Pero encontramos una segunda característica de los dones en este pasaje. No sólo tenemos dones diferentes, sino tenemos dones inmerecidos.
Dice Romanos 12:6b: “Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado”.
Algunos de nosotros tenemos un concepto más alto de nosotros mismos que el que debemos tener al pensar que porque podemos hacer ciertas cosas muy visibles y llamativas somos mejores que los que tienen dones para hacer cosas más sencillas y discretas. Esto los lleva a jactarse de sus dones y a menospreciar a los demás.
La Escritura dice que estos dones son según la GRACIA que se nos ha dado. Los dones son regalos que hemos recibido no porque merezcamos algo en especial, sino porque Dios tuvo la gracia para con nosotros de dotarnos de ciertas maneras.
Respecto a los dones no tiene lugar la jactancia porque todo lo hemos recibido por gracia. El Espíritu Santo ha decidido a quién le ha dado cada cosa. Pero todo lo que el Espíritu Santo ha dado es necesario y útil para el cumplimiento de la misión. Así que no hay dones más importantes que otros, sino que todos se complementan para realizar cualquier trabajo para Dios.
Para todos a los que nos toca ejercer dones muy públicos, como por ejemplo la predicación, tenemos que recordar que detrás de este momento tan público, fue necesario que muchas personas pusieran sus dones a trabajar para que este lugar y este momento se esté desarrollando como se ha desarrollado. Todas estas personas hicieron cosas en el anonimato, pero su trabajo es evidente y sus dones son muy necesarios. Los dones los recibimos por gracia y los debemos compartir de gracia, sin jactancias personales.
Que nunca los dones ejercidos se nos “suban a la cabeza”, sino mantengamos siempre una actitud humilde y de gratitud al Señor por su infinita gracia que nos ha dotado de maneras que no esperábamos ni soñábamos para ejercer una función en el cuerpo.
Cada vez que mi corazón es tentado a pensar que soy más que los demás por los dones que él me ha dado, sólo tengo que recordar al adolescente que no podía articular dos palabras congruentes en público y tenía pavor a los micrófonos. Sé que puedo estarles hablando en esta mañana desde este lugar no por algo en mí mismo, o un mérito mío, sino es sólo por la gracia del Señor. Los dones se nos han dado según la gracia, por lo tanto, son inmerecidos.
Recordemos, entonces, el Señor te ha dado DONES INMERECIDOS para que sirvas y edifiques a su iglesia.
Pero hay una tercera característica de los dones enseñada en este pasaje y es que tenemos dones que deben ser ejercidos con enfoque. Los dones requieren enfoque de nuestra parte.
Dice Romanos 12:6c- 8: Si el don de alguien es el de profecía, que lo use en proporción con su fe; si es el de prestar un servicio, que lo preste; si es el de enseñar, que enseñe; si es el de animar a otros, que los anime; si es el de socorrer a los necesitados, que dé con generosidad; si es el de dirigir, que dirija con esmero; si es el de mostrar compasión, que lo haga con alegría.
Notemos como se enseña en estos versículos que en la repartición de los diferentes e inmerecidos dones a los miembros del Cuerpo, el Señor espera que los que han recibido dichos dones debemos tener una especie de enfoque.
Casi casi nos dicen estos versículos: “no te distraigas” “No pierdas el enfoque del don que te ha sido dado”. Si Dios te dio el don de servir, pues sirve; si te dio el de enseñanza, pues enseña. Si te dio el don de animar, pues anima. Es decir, por qué quieres hacer aquello para lo que Dios no te ha dotado. Es mejor enfocarse en lo que él te ha dado para edificación de su cuerpo.
Es muy importante esta observación porque quizá estamos queriendo ejercer una función en el cuerpo para la cual Dios no nos ha dado los dones indicados, y estamos descuidando el don que sí nos dio para ejercerlo en el cuerpo.
Perdemos con facilidad el enfoque. La Escritura nos está recordando que no descuidemos el enfoque del don que nos ha dado, porque cuando lo hacemos, el cuerpo sufre porque un miembro está ocupando una función para la cual no fue dotado, y a la vez, una función se descuida porque ese miembro no está ejerciendo el don para el cuál sí fue dotado.
Desde pequeño mis padres me hicieron tomar clases de música. Así aprendí un poco de piano, guitarra y acordeón. Medio toco estos instrumentos. Así mismo fui muy estimulado al canto coral. Y en su momento puedo decir que lo hice y lo disfruté mucho, aunque debo reconocer que no soy ni un buen músico ni un buen cantante.
Al principio de mi historia en esta iglesia local, había ocasiones cuando faltaba quien dirigiera o tocara el acompañamiento de los cantos congregacionales y por algún tiempo lo hice. Pero el Señor, en su gracia, proveyó para su iglesia a hermanos dotados para este ministerio de adoración.
Por más que yo me esfuerce y estudie, nunca seré tan buen músico o cantante como aquellos que Dios ha dotado para edificar a su iglesia de esta manera. Y todo ese tiempo que yo dedicaría a tratar de hacer las cosas no tan terribles, harían que descuide el ejercicio de los dones que el Señor sí me dio para la edificación de la iglesia. Esto resultaría en pérdida para todos. Porque la iglesia sufriría por tener muy mala música y también por tener un pésimo sermón.
Por eso, es muy importante el enfoque en el ejercicio de los dones. Si Dios te dio dones de enseñanza…enseña. Sé que te gusta cantar… canta cuando te estés bañando, pero en la iglesia enseña porque cuando enseñas la iglesia es edificada grandemente.
Recuerda, entonces, el Señor te ha dado DONES con ENFOQUE para que sirvas y edifiques a su iglesia.
Pero hay una cuarta característica de los dones en estos mismos versículos 6c-8 de Romanos 12 que leímos hace un momento y esta es que los dones deben ser ejercidos reflejando el carácter de Cristo. Tenemos dones con carácter.
Notamos en estos versículos que al ejercer nuestros dones debemos hacerlo de una manera que se refleje el carácter de Cristo en nosotros. Ese carácter que es el fruto de la misericordia de Dios que nos hace ser un sacrificio vivo, santo y agradable al Señor. Que nos hace no acomodarnos al mundo sino a ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento.
Notemos como dice: Si repartes para los necesitados, hazlo con generosidad, si diriges, hazlo con esmero, si muestras compasión, hazlo con alegría. La actitud con la que ejercemos nuestros dones pone de manifiesto el carácter de Cristo reflejado en sus hijos.
No se trata de meramente ejercer ciertas funciones en el cuerpo. No son meras tareas a cumplir. Sino son funciones que deben en cada momento reflejar para quien vivimos y quien es nuestro Señor. Generosidad, esmero, compasión y alegría son rasgos del carácter del Señor Jesucristo que tiene que ser evidente en aquellos que le siguen y le llaman Señor.
¿Has visto a alguien servir molesto con su playera que dice: “Estoy para servirle”? (Yo sí…en modatelas o en huacho martín). La iglesia no se supone que sea modatelas espiritual. En la iglesia ejercemos los dones diferentes, inmerecidos y enfocados, mostrando el carácter de Cristo en todo lo que se hace para la edificación del cuerpo.
Recuerda, entonces, el Señor te ha dado DONES con CARÁCTER para que sirvas y edifiques a su iglesia.
Por la obra del Señor Jesucristo hemos sido unidos al único y diverso Cuerpo de Cristo, que es su iglesia y se nos han dado dones diferentes, dones inmerecidos, dones con enfoque y dones con carácter.
Y ahora, quizá te estés preguntando… ¿Qué hago con esto de los dones? ¿Por dónde empiezo a poner en práctica lo que estamos considerando? Te quiero sugerir tres pasos básicos:
1. Observa necesidades. Es muy probable que las necesidades que observas en esta comunidad sean más evidentes para ti porque Dios te ha dotado con los dones requeridos para suplirlas. Si ves necesidades ora y comienza a verte como la respuesta que Dios ha dado a esas necesidades. No digas: “Alguien debe hacer esto o aquello”. Si ves la necesidad, casi te puedo asegurar que tú tienes que ver, cuando menos en parte, con la respuesta a esa necesidad.
2. Pregunta por oportunidades.
Como iglesia local, preocupados por el crecimiento de las personas, ofrecemos oportunidades para servir. La manera de servir primordial es invirtiendo tu vida en alguien más en el Cuerpo. A esto le llamamos: Discipulado.
Todos tenemos dones que podemos emplear para ayudar a alguien a seguir avanzando en su relación con el Señor. Esto requerirá que salgamos de nuestra zona de comodidad y caminemos la milla extra, pero podremos invertir tiempo y recursos en apoyar a alguien más a conocer al Señor.
Quizá no puedas pararte en público a hablar del Señor, pero sí lo puedes hacer sentándote, con alguien más que inicia en su caminar con Cristo, a dar el siguiente paso en su crecimiento en la Palabra.
Quizá has estado muchos años ya en el Cuerpo de Cristo, en su Iglesia, y nunca te has animado a invertir tu vida para compartir la palabra con alguien más. Más bien, te has dedicado a recibir de otros. Comprendiendo tu lugar en el cuerpo, es tiempo de que te unas a la tarea dejada a la iglesia de hacer discípulos. Anímate a ejercer tus dones, siendo un discípulo que hace discípulos.
3. Ponte a trabajar.
Cuando ves una necesidad y tienes la disposición para colaborar, lo único que falta es poner a prueba tus dones. La única manera segura de saber si tienes algún don es poniéndolos a trabajar.
Cuando tienes el don en esa área de servicio, la señal es que la gente a tu alrededor será grandemente edificada en su relación con Cristo. Por eso, si no has identificado tus dones, no te de temor intentar en varias áreas de servicio hasta que veas cómo vas siendo de edificación a los demás. En ese proceso, también crecerás grandemente en tu relación con Cristo.
Somos llamados a vivir como un sacrificio vivo en respuesta a las grandes misericordias de Dios mostradas en la vida, muerte y resurrección del Señor Jesús. Dios nos ayude a seguir profundizando en las implicaciones de haber recibido el evangelio y el haber sido insertados en el cuerpo de Cristo, para vivir para la gloria de Dios.