Ibi Roncailoni ganó 5 millones de dólares en la lotería en 1991. Pensó que sus problemas habían terminado. Al enterarse de la noticia, decidió mantenerla para ella sola, y nunca le dijo a su esposo. Comenzó a gastar el dinero. Joseph, su esposo, lo descubrió cuando Ibi le regaló 2 millones de dólares a un hijo secreto que había tenido con otro hombre. Joseph, que era un médico, en venganza la envenenó con analgésicos. Y posteriormente fue hallado culpable de asesinato a sus 72 años de edad.
Lo que Ibi vio como lo mejor que le hubiera pasado, acabó por ser la destrucción de su propia vida y su familia.
Este caso pudiera parecernos muy dramático. Y pudiéramos pensar que, de haber estado nosotros en esa posición de recibir tanto dinero, no hubiéramos procedido de esa manera.
Pero conociendo la Escritura y lo que la Biblia dice de nosotros, deberíamos ser muy cautelosos en nuestras conclusiones al considerar un caso como este. Deberíamos estar muy alertas a lo fácil que es deslizarse por el camino rápido a la destrucción cuando de dinero se trata.
Todo este mes, en nuestra serie de sermones, “Dinero limpio”, estaremos considerando la verdad de Dios que nos hace libres y sabios respecto al lugar, propósito y manejo del dinero o la riqueza para la gloria de Dios.
La Escritura no condena o sataniza el dinero, pero sí nos advierte claramente de la compleja y peligrosa combinación que se puede dar entre el dinero y nuestros corazones pecaminosos. Por eso, hacemos bien en prestar mucha atención a las advertencias del Señor, para poder tener y usar “dinero limpio” que glorifique a nuestro Dios y sea de bendición a nuestras vidas.
Gracias al Señor y su gracia, que no nos deja a merced de las mentiras del mundo y nos da Su Palabra, y por la obra perfecta de redención en Cristo podemos entender y aplicar las verdades del evangelio que nos hacen libres de las perspectivas tramposas e impostoras del mundo.
Con respecto al dinero, existe un punto de partida que es muy importante considerar para tener una ubicación correcta. La primera mentira que tenemos que rebatir, desde una perspectiva bíblica del dinero, es la mentira de que el dinero y la riqueza son nuestras, son nuestra propiedad; que nosotros somos los dueños.
La verdad es que con respecto a los recursos la palabra “nuestro” y “mío” está siempre a la orden del día. Decimos mi casa, mi cuenta, mis inversiones, mis propiedades, mis recursos. La verdad, es que, como nosotros decidimos, actuamos, hablamos, traemos, llevamos, compramos, vendemos, aplicamos, retiramos, etc. cualquiera podría pensar que somos los dueños de estos recursos.
Pero hay una verdad bíblica importante e imperdible para tener dinero limpio: “No somos los dueños”. Alguien más es el dueño. Y ese alguien es Dios. Dios es el dueño absoluto de nuestros recursos, llámese dinero, riquezas, propiedades, y de mucho más como tiempo, relaciones o habilidades. Él es el dueño.
Para algunos, quizá, esto sea difícil de asimilar, pues después de todo, la casa donde vives la compraste pagando, quizá, un crédito para el cual tuviste que trabajar. La Escritura del predio dice que tú eres el propietario. En el estado de cuenta bancario, dice que te pertenecen los fondos en esa cuenta específica, y qué puedes usarlos cómo te convengan. Las facturas de los enseres domésticos o dispositivos electrónicos vienen a tu nombre y el automóvil que conduces, en la tarjeta de circulación, en el rubro de propietario tiene impreso tu nombre.
Tú y yo parecemos los dueños, pero aun así las apariencias engañan. La Biblia enseña que no somos dueños, Dios es el dueño.
En la Biblia se nos enseña directamente esta verdad de que Dios es el dueño de todo, en pasajes tales como el Salmo 24:1, Del SEÑOR es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan.
La tierra y todo lo que hay en ella. El mundo y todos los que lo habitan. Cosas y personas le pertenecen sólo a nuestro Dios. Él es el único que puede decir con toda legitimidad y soberanía la palabra “mío”. Él es el dueño.
Pero la Escritura no sólo nos enseña de manera directa y declarativa esta verdad, sino también nos provee recordatorios en diferentes aspectos de la historia y la vida que nos hacen estar conscientes de esto.
Entre estos recordatorios de que no somos los dueños podemos mencionar, por ejemplo, a Adán en el huerto y la prohibición del árbol del conocimiento del bien y el mal.
Imagina a Adán en el huerto del edén. Imagina que llegamos y nos da un recorrido por el huerto. Y nos dice: “Aquí está el árbol de mango, este es un manzano, este es un naranjo”. Y nos da de comer todas estas frutas.
Estamos asombrados y deleitados de nuestro anfitrión que está compartiendo de su propiedad. Pero llegamos al centro del huerto y le decimos a Adán, “Señor Adán, nos gustaría comer de ese árbol” y el nos dice: “No…de ese no se puede”.
Le respondemos con asombro, “Pero, ¿cómo? ¿Acaso no es usted el dueño?” Un poco ruborizado, nos contesta, “Olvidé decirles que otra persona es el dueño de este huerto y no tengo su autorización para darles de comer de él”. El árbol prohibido era, entre otras cosas, un recordatorio de que Adán no era el dueño. Él tenía que respetar los límites impuestos por el dueño de la tierra y de todo lo que hay en ella.
Otro recordatorio muy visual de que no somos los dueños es lo que llamamos el diezmo. Dios es dueño de todo. Y en la ley, estableció que de ese todo que nos encomienda, tenemos la responsabilidad de separar y entregar, sin negociaciones, la décima parte.
Esa décima parte es un constante recordatorio de que no somos los dueños. De que no podemos hacer lo que nos de la gana con lo que Dios nos encomienda. El diezmo es un acto de obediencia y fe que reconoce a Dios como el dueño absoluto de todo lo que tenemos.
Pero hay aún, un tercer recordatorio que tenemos de que Dios es el dueño y este es la muerte. La Biblia enseña que nada hemos traído a este mundo y sin duda, nada nos podremos llevar. Ese terrenito aquí se queda. Esa empresa, aquí se queda. Esas inversiones aquí se quedan. Nada podremos llevarnos, sino sólo aquellas cosas que hicimos para glorificar a Dios. La muerte es un recordatorio de que no somos dueños de los recursos. Todo es de Dios.
Ahora bien, Si no soy el dueño entonces ¿Por qué parezco el dueño? Soy el que decide, el que compra, vende, ocupa el tiempo, establece prioridades, escoge invertir en un lugar en vez de otro ¿Qué soy entonces?
La Biblia usa una palabra para describir esta función que ocupamos. Es la palabra: “Mayordomo”, una palabra más contemporánea sería administrador general. Un mayordomo es el que administra los bienes de otro para beneficiarlo. No somos los dueños, pero sí somos MAYORDOMOS o administradores de los bienes del dueño y nuestro propósito es invertir bien sus bienes para que produzcan más para él.
Entonces, No somos dueños, SOMOS ADMINISTRADORES de los bienes del DIOS y nuestro propósito es administrar de tal forma que DIOS resulte beneficiado, adorado, conocido, proclamado.
Un administrador, por supuesto, parece el dueño porque toma decisiones sobre lo que está bajo su responsabilidad, pero nunca debe perder de vista su propósito: beneficiar al dueño.
Entonces, todo lo que el Señor te ha dado, te lo ha dado para que lo administres. Hermanos, el dinero es para administrar, no para mal gastar o mal usar. El dinero es para administrar porque daremos cuentas al dueño.
¿Qué tipo de administrador del dueño somos?
Proverbios 21:20 dice: En casa del sabio abundan las riquezas y el perfume, pero el necio todo lo despilfarra.
Hay dos tipos de administradores: El Sabio y el necio. Y hay dos resultados de cada administración: con el Sabio abundan las riquezas y el perfume, pero con el necio: hay despilfarro.
Si hoy diera cuenta final de mi administración de los bienes de Dios, ¿Cómo se me evaluaría? ¿Soy un administrador sabio o he sido necio?
Podemos ver entonces, que esto del dinero no es un tema trivial, sino que es un reflejo de mi crecimiento como persona. La administración que le demos a los recursos dice mucho de nosotros. Si nuestra administración es un desastre, está diciendo mucho más de nosotros que simplemente que somos distraídos. El tema de la administración del dinero refleja nuestra relación con Dios.
Por lo mismo, Jesús hablando del tema de la administración de lo que Dios nos ha dado nos da un principio muy importante: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto” (Lucas 16:10).
Nuevamente, la manera en la que administras refleja la condición de tu corazón delante del Señor. La administración del dinero tiene que ver con nuestra relación con Dios.
Precediendo a esta declaración tan reveladora, comenzando en el versículo 1 de Lucas 16, está una de las parábolas más extrañas de Jesús. Extrañas porque normalmente las parábolas de Jesús mostraban en la misma historia lo que era correcto hacer. Pero esta parábola nos enseña por medio del contraejemplo. Nos muestra lo que es un administrador injusto. Un administrador infiel.
Comenzando en el versículo 1 de Lucas 16, Jesús nos relata de un mayordomo que estaba derrochando los bienes del dueño. El dueño le pide que le entregue cuentas porque ya iba a ser despedido. El mayordomo piensa: ¿Qué voy a hacer ahora que estoy desempleado? Y se le ocurre un brillante plan. Llama uno por uno a los deudores de su patrón y rebaja su deuda a cada uno para ganar su favor. Así cuando estuviera sin trabajo estas personas a quién él “ayudó”, tendrían una deuda de gratitud con él.
Jesús dice en Lucas 16:8 Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
Es decir, se subraya la sagacidad y astucia de este administrador, mas no por ello endosa su comportamiento. El patrón de este administrador se asombra de cuán hábil es para la administración este hombre, ni pensar que toda esa habilidad la utilizaba para hacer fraude y actuar turbiamente. Es un desperdicio de tantos dones de administración si los usas para hacer lo que no agrada al Señor. Es decir, que debemos ser administradores sagaces, inteligentes, entendidos, previsores, pero alineando, por supuesto, nuestro corazón con los intereses del dueño.
Luego Jesús, en un tono irónico dice en Lucas 16:9 Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.
Debemos entender esta frase como una ironía. Que nos quede claro que Jesús no quiere que valiéndonos de metodologías dudosas administremos lo que Dios nos ha dado. ¡De ninguna manera! Está simplemente diciendo: “Es cierto, funciona, ser un administrador injusto o impío, sí funciona”. Seguramente en la historia los beneficiados por este administrador, luego le regresaron el “favor”. Y así podemos decir, ser un administrador corrupto trae resultados agradables para el administrador, pero no por eso son correctos y agradan a Dios. No debemos ser como este administrador que era muy hábil, pero tenía un corazón tan infiel.
Por eso Jesús, afirma en el versículo 16:10: El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.
Aquí está la enseñanza para nosotros que hemos comprendido que no somos dueños, sino administradores de lo que Dios nos ha dado. A nosotros que entendemos que nuestro propósito en nuestra administración sabia de estos recursos es beneficiar al dueño (que el sea adorado, conocido, exaltado, reconocido, bendecido, alabado, etc.):
“SE FIEL ADMINISTRADOR DEL DUEÑO, EN LO POCO Y EN LO MUCHO”.
Sí mi hermano, porque no importa cuánto el Señor te ha dado para administrar, sino lo que importa es dónde está tu corazón para administrar.
Lo más importante es tener un corazón fiel al dueño. La cantidad que administras, es lo de menos. Lo que importa es la calidad de tu corazón.
En esos pocos recursos económicos que manejas a la quincena o al mes, sé un fiel administrador del dueño para que cuando te encarguen más, estés preparado a seguir siendo fiel a él.
Usa todas tus habilidades, capacidades y aptitudes para multiplicar los bienes del dueño para que cuando él te bendiga con más, tu corazón permanezca donde debe estar, centrado en la gloria del dueño de todo lo que tienes.
Piensa cómo esta verdad, impacta tu administración de los recursos que Dios te ha dado: ¿Qué compras? ¿Qué vendes? ¿Cómo inviertes? ¿En qué gastas? ¿Debes seguir pidiendo prestado y no devolviendo a tiempo? ¿Estás diezmando regularmente?
Somos administradores fieles de los recursos de Dios, sean pocos o sean muchos. Por eso, debemos comenzar o continuar comportándonos como tales, porque Dios nos ha dado sus recursos para que los administremos. Por lo tanto:
1. Afirma en tu corazón tu posición como mayordomo. El primer paso es reconocer que no somos dueños. Esto hará que seas más responsable con las finanzas pues estás manejando el dinero de alguien más y un día darás cuentas de todo lo que hiciste con Su dinero. Deja de comportarte como el dueño y comienza a considerar a Dios y Su reino en cada decisión financiera que tomes, no importa si es grande o pequeña. Recuerda que tu propósito es multiplicar la riqueza del dueño. ¿Por qué tener un mejor automóvil? Para que el dueño pueda usarlo en algún proyecto de Su Reino. ¿Por qué anexar una habitación más a la casa? Para que el dueño pueda hospedar a algún hermano que necesite alojamiento. Eres mayordomo y administras los bienes de Dios para enriquecerlo.
2. Lleva un registro escrito de tus gastos. No puedes controlar lo que no puedes medir. Por eso, lleva un registro riguroso de tus gastos para que al final de un período puedas saber en qué gastaste el dinero. No importa cuán insignificante sea el gasto, no olvides anotarlo. De esta manera podrás ejercer mejor control para saber dónde gastar menos, dónde invertir para producir mejores ganancias o lograr ahorros que redunden en el beneficio económico del dueño.
3. Recorta gastos innecesarios. Cuando lleves un registro de los gastos te darás cuenta que quizá estás gastando excesiva o innecesariamente en ciertos rubros en los cuáles puedes reducir o cortar el gasto. “Poda” tus gastos, de esta manera tendrás un insumo que podrás aplicar para pagar deudas o invertir en algo productivo.
4. Paga tus deudas. Las deudas son un dolor de cabeza y si no eres sabio pueden llevarte al fondo del precipicio económico. Por lo tanto,
• No contraigas deudas a la ligera o que sobrepasen tu capacidad de pago. No pienses “Luego vemos como salimos adelante”; normalmente las cosas se van poniendo peores. Cuando estés enredado en deudas tu prioridad es pagarlas y librar tu alma de ellas. Por eso al llegar la quincena, paga primero tus deudas y vive con el resto. Tendrás que hacer sacrificios, pero es una de las consecuencias de entrar a una deuda. No debes gastar lo que no es tuyo. Cuando adquiriste la deuda, en un sentido te pusiste al servicio de tu acreedor. Si no te abocas a pagarlas pronto, seguirán creciendo hasta dimensiones catastróficas.
5. Rechaza las decisiones rápidas
Muchas personas se han metido en problemas económicos porque tomaron decisiones sin haber pensado y orado lo suficiente. Normalmente los timadores te instan a tomar la decisión económica apresuradamente y los incautos caen con facilidad seducidos por las supuestas ganancias cuantiosas que les prometen. Pensar bien las cosas, orar con tu cónyuge, pedir consejo de amigos creyentes maduros son pasos que deben anteceder a las decisiones importantes en el área de las finanzas.
6. Trabaja con diligencia. La Biblia nos enseña que el trabajo diligente es la manera correcta de obtener nuestro sustento. El perezoso es criticado y sancionado en la Escritura. La verdadera prosperidad económica según la Biblia está ligada al trabajo diligente que se hace para glorificar a Dios.
7. Vive de acuerdo con la realidad de tu presupuesto. No puedes vivir una vida de 12 si ganas 9. No trates de impresionar a nadie sino de ser fiel a Dios. Si Él te da 9, vive de acuerdo con esa bendición. Usa sabiamente esos 9 para que se conviertan en 13. Desarrolla tu presupuesto alrededor de lo que realmente ganas y procura no caer en la seducción del consumismo y sus engaños.
8. Haz sacrificios hoy por un mejor mañana. Los pequeños ahorros hacen las grandes fortunas; Siembra hoy para cosechar mañana. Para tener un mejor futuro, tendrás que hacer sacrificios hoy. Como la hormiga que durante el verano guarda su comida preparándose para el invierno, así también comienza hoy a prepararte para enfrentar tu invierno cuando la necesidad sea mucha y los insumos pocos. Todo lo que vale la pena requiere un alto sacrificio.
En pocas palabras, SE FIEL ADMINISTRADOR DEL DUEÑO, EN LO POCO Y EN LO MUCHO
En Jesucristo tenemos la gracia para poder cambiar la historia de nuestras vidas. Tenemos la oportunidad de rectificar el camino para tener dinero limpio. De abandonar las pautas negativas y pecaminosas en nuestra vida y conducta económica. En Cristo podemos ser fieles administradores del dueño, en lo poco y en lo mucho para la gloria de Dios.