En casa de mis padres teníamos piscina. Una parte estaba baja y la otra estaba un poco más profunda. Cuando aun no sabía nadar bien, mi papá me enseñó una técnica de supervivencia. Me dijo que si un día me estaba ahogando que me dejara ir al fondo y pateara con todas mis fuerzas, eso me daría la oportunidad de salir a la superficie y respirar, y luego repetir el proceso hasta ser rescatado.
Un día era el cumpleaños de mi hermana mayor. La piscina estaba llena de adolescentes riendo, empujándose y jugando. Yo entré al agua en la parte baja con un barquito. Pero con el oleaje producido por tanto movimiento en el agua, mi barquito comenzó a navegar hacia la parte onda y yo fui en busca de él.
Cuando me di cuenta ya estaba en la parte onda y no pisaba el fondo. Entonces, recordé la lección de mi papá, me fui al fondo y pateé con todas mis fuerzas. Logré salir por encima de la superficie y grité llamando a mi hermana que estaba a unos cuantos metros, pero no me escuchó. Lo intenté otra vez y otra, pero nadie me hacía caso.
Ya estaba perdiendo las esperanzas cuando en uno de mis últimos brincos, sentí una mano que me tomó del brazo y me sacó del agua. Había tragado mucha agua en mis intentos y después del susto que todos se llevaron, yo más que todos, la fiesta continuó su curso.
Cuando andas en lugares peligrosos o riesgosos es bueno saber qué hacer en caso de complicaciones. Esa instrucción sencilla de mi padre resultó ser muy útil en el momento de la desesperación; además, si no hubiera habido alguien que me rescatara, hoy aquí les estaría hablando otra persona.
Cuando la soga se rompe y llegas hasta el fondo, siempre es bueno saber cómo salir. Siempre es bueno conocer la solución y tener un salvador.
Quizá hoy te encuentras así en el plano espiritual. En tu vida sientes que estás pisando fondo. La soga se rompió y estás en tu momento más bajo. Te encuentras desesperado, estás perdiendo las esperanzas de salir adelante; tomaste malas decisiones que te han llevado en descenso.
Algunas personas en tal situación, tristemente, piensan en acabar con su vida, quizá lo has considerado… haz pisado fondo. O tal vez no se trate de ti, sino de alguien que conoces y te preguntas como ayudar a alguien que ha pisado fondo, la soga no resistió más y se encuentra en el fondo.
Quiero decirte que hubo un hombre hace mucho tiempo que “piso fondo” como tú. Ese hombre se llamaba Jonás. Y en nuestra serie de sermones: Gracia Incansable, estamos considerando varias lecciones del evangelio derivadas de este libro profético del Antiguo Testamento.
Ahora sí, como hacen las series que nos enganchan en las plataformas digitales, hagamos una especie de resumen para entender en dónde estamos en la historia del profeta Jonás.
“Previamente en Jonás…”
Recordemos que la gran ciudad de Nínive era la capital del reino Asirio al norte de Israel. Nínive era una ciudad pagana y ahora le había llegado su momento. Su maldad había colmado al Señor quien ahora le enviaba a su profeta, Jonás, para anunciarles su destrucción. El mensaje era concreto y exacto: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»
No había por donde confundirse. Jonás debía ir a Nínive y dar este mensaje claro y concreto. La maldad de Nínive era grande y Dios estaba trayendo su justo juicio sobre ella. Nínive era culpable. Su pecado era real y sonante. Eran reos de muerte. Eran, como decimos, un caso perdido. Jonás sólo debía cumplir la misión encomendada.
Jonás partió, pero en dirección completamente opuesta. Era como si te hubieran enviado a Progreso y te vas a Campeche. La Escritura nos aclara que Jonás estaba huyendo del Señor y de su misión. Jonás se negaba a realizar la encomienda de Dios. Estaba siendo un profeta rebelde al mandato del Señor.
Ahora bien, hay que entender algo. La negativa de Jonás no era porque era flojo o negligente, o simplemente era un profeta desidioso. Algo más profundo estaba pasando aquí. Los Asirios eran gente que habían sido muy malvada con el pueblo de Israel. Eran enemigos del pueblo de Israel. En varias ocasiones habían invadido el territorio y sanguinariamente habían atacado a la gente, incluso niños y mujeres.
Él huyó del Señor, porque cabía la posibilidad de que, al anunciarles su destrucción, ellos se arrepintieran y Dios los perdonara. Jonás no quería que Dios perdonara a los enemigos paganos del Pueblo de Israel. Él quería que todo el peso de la ley les cayera y pagaran por todas sus fechorías.
Como Jonás quería que la gente de Nínive recibiera su merecido, huyó de la misión que le encomendaban porque sabía que, si la cumplía, cabía la posibilidad de que Dios los perdonara porque él es un Dios de gracia. Él quería que continuaran siendo “casos perdidos” y recibieran su castigo.
Al embarcarse Jonás rumbo a Tarsis, Dios envió una tormenta que daba con tal fuerza contra el barco, que aun los marineros tan experimentados y expertos no sabían qué hacer.
Estos hombres, al fin y al cabo, religiosos, comenzaron a hacer lo que haría cualquier persona común y corriente en una situación de crisis: usar los recursos disponibles. En su caso, tenían sus creencias y también tenían su conocimiento de navegación. Comenzaron a clamar a sus dioses, de acuerdo con sus creencias y comenzaron a aplicar su conocimiento de navegación al aligerar el peso de la embarcación para evitar que se hundiera.
Jonás les dijo que la solución era que lo tiraran al mar. Pero ellos siguieron luchando y remando y batallando hasta que, por fin, llegaron al punto de entender que sus recursos serían insuficientes al final de cuentas e hicieron lo que Jonás les había pedido. Lo lanzaron al mar y la tormenta se calmó.
Al ver esto, estos hombres paganos quedaron maravillados y llenos de temor ante el Señor. Ofrecieron sacrificios e hicieron votos delante de él. Una escena muy emotiva de adoración.
Si me pides mi opinión, aquí pudo haber terminado la historia con un buen cierre: Los paganos adorando y el profeta rebelde recibiendo su merecido en el fondo del mar.
Pero el capítulo 1 del libro de Jonás termina de esta manera,
Jonás 1:17: El SEÑOR, por su parte, dispuso un enorme pez para que se tragara a Jonás, quien pasó tres días y tres noches en su vientre.
Este profeta prófugo experimentó en carne propia al Dios que es bondadoso y compasivo. Sus acciones rebeldes y su actitud obstinada hubieran sido suficientes para que Dios, con todo derecho lo sancionara severamente. Jonás merecía como tu y yo, todo el peso de la ley. Pero Dios da una segunda oportunidad al profeta rebelde, le da una oportunidad de gracia. Su gracia es incansable.
Dios, en su gracia, también preparó un “retiro espiritual” para Jonás en el vientre de un pez por tres días (todo incluido) y desde allí, Jonás fue confrontado con su corazón inmisericorde, clamó al Señor y el Dios de la gracia incansable, le dio una segunda oportunidad, como veremos más adelante. Pudo haber simplemente desechado al profeta, pero en su gracia, lo hizo pasar por un proceso de purificación de su corazón.
El capítulo 2 de Jonás, nuestro capítulo de hoy, comienza con Jonás ya en el vientre del gran pez. Y en este capítulo podemos encontrar y escuchar sus pensamientos cuando pisó fondo, y éstos nos pueden ayudar hoy, si estamos en una situación similar.
Jonás describe su experiencia de pisar fondo de la siguiente manera en Jonas 2:3-6
A lo profundo me arrojaste, al corazón mismo de los mares; las corrientes me envolvían, todas tus ondas y tus olas pasaban sobre mí. Y pensé: He sido expulsado de tu presencia. Las aguas me llegaban hasta el cuello, lo profundo del océano me envolvía; las algas se me enredaban en la cabeza, arrastrándome a los cimientos de las montañas. Me tragó la tierra, y para siempre sus cerrojos se cerraron tras de mí.
Quizá puedes identificarte con estas palabras. Estás experimentando el fondo. Parece que no hay mañana para ti. Las aguas torrenciales han pasado sobre ti y te sientes expulsado de la presencia de Dios en lo profundo del abismo.
Si este es nuestro caso, o si algún día lamentablemente llega a serlo, la Escritura tiene buenas noticias para nosotros.
Hay esperanza, Jonás la encontró en el mismo lugar donde podemos hallarla nosotros también.
Aun en las profundidades de la desesperación, podemos hallar la gracia incansable de Dios.
Jonás 2:2, «En mi angustia clamé al SEÑOR, y él me respondió. Desde las entrañas del sepulcro pedí auxilio, y tú escuchaste mi clamor.
No importa cuán profundo estés y el fondo que se halle bajo tus pies, en tu angustia puedes clamar al Señor, que aún hoy, antes de su segunda venida, es día de salvación. El responde y su gracia es tan maravillosa que saca de las entrañas del sepulcro a todo aquel que humilde y contritamente clama por su misericordia.
Por eso, este día exploremos juntos tres verdades acerca de nuestro Dios que hace posible tener esperanza aun en las profundidades de la desesperación.
La primera verdad es esta:
Las malas decisiones no toman por sorpresa a Dios.
Jonás había desobedecido a Dios y esto había desencadenado una serie de eventos funestos que hubieran podido llevar a la muerte a los que viajaban con él en la embarcación.
Reconociendo su responsabilidad, pide que lo echen al mar y así se calmó la tormenta. Y como hemos leído hace un momento en el capítulo 1 versículo 17, nos dice la Escritura que el Señor por su parte había dispuesto un enorme pez.
Pongamos atención a esas palabras: El Señor, por su parte, dispuso un enorme pez. Dios estaba preparado. Las malas decisiones y acciones de Jonás no tomaron por sorpresa a Dios. El ya tenía preparado algo para Jonás.
Por supuesto, Dios no era el causante o responsable de las malas decisiones de Jonás. Pero las tenía previstas. No lo tomaron por sorpresa. No se estaba rascando la cabeza pensando en que iba hacer ahora que Jonás había tomado tales decisiones. El tenía preparado un pez.
Quizá hoy estás considerando que ya no hay vuelta atrás para ti. Qué con tus decisiones has puesto en jaque a Dios, pero eso es imposible. Dios ya había previsto ese giro aparentemente inesperado y ha preparado un pez también para ti.
Hablando de peces, expertos de la vida silvestre que estudiaban los hábitos migratorios del salmón con dispositivos electrónicos implantados en los animales, quedaron sorprendidos cuando un salmón, sujeto de su estudio, saltó fuera del río y se dirigió tierra adentro hacia las montañas. El veloz pez paró en una cocina junto con otros peces cuando la policía llegó para arrestar a Paul Williams quien se halló culpable por pescar antes de que se levantara la veda del salmón.
Paul, nunca imaginó que justamente el salmón que capturó ilícitamente tenía un dispositivo de rastreo electrónico y no pudo esconder su delito.
En cuanto a nosotros y nuestra relación con Dios, él no necesita dispositivos de rastreo para vigilarnos, él conoce todas las cosas y está en todas partes, todo el tiempo vivimos ante el rostro de Dios. No podemos burlarnos de él ni huir de él.
Por eso, nada toma por sorpresa a Dios. Ni aun nuestras malas decisiones. El tiene algo más que un radar que detecte hacia dónde vamos.
Si estamos en el fondo de la desesperanza, recordemos que Dios no es ignorante de donde estamos por nuestras malas decisiones. Si estamos enfrentando consecuencias de ellas, podemos tener la esperanza de que Dios en su gracia incansable, ha preparado el siguiente paso en tu vida.
En lugar de alejarnos de él, debemos acercarnos aún más buscando su rostro. Porque Aun en las profundidades de la desesperación, podemos hallar la gracia incansable de Dios.
Nuestras malas decisiones no toman por sorpresa a Dios. Esta es la primera verdad que hace posible tener esperanza aun en las profundidades de la desesperación.
Pero hay una segunda verdad acerca de nuestro Dios.
Las malas decisiones no sobrepasan la misericordia de Dios.
Algo muy importante que no hay que perder de vista cuando has pisado fondo es que Dios es lento para la ira y grande en misericordia.
Jonás desde las profundidades de la desesperación no lo estaba pasando bonito, sin embargo, clamó al Señor dela misericordia porque sabía que aún podía hallarla a pesar de sus graves faltas. Dice Jonás 2:8 Los que siguen vanidades ilusorias, su misericordia abandonan.
Una mentira muy grande que quizá estás creyendo es que lo que hiciste o dejaste de hacer ya no tiene perdón de Dios. Que tus malas decisiones han rebasado o sobrepasan la misericordia de Dios. Por eso ni siquiera tocas esa puerta porque piensas que se ha cerrado para siempre.
Este versículo dice que los que se creen esta mentira ilusoria, ni siquiera se acercan a la misericordia de Dios. Y quizá esto esté pasando en nosotros. Ciertamente, somos responsables totalmente de las consecuencias que estemos enfrentando por nuestras pésimas decisiones, pero el camino no es alejarse de Dios, sino acercarse con arrepentimiento verdadero y un corazón humilde y contrito.
El orgullo nos alejará de Dios, pero el arrepentimiento verdadero nos acercará porque él es un Dios de misericordia, como nos muestra todo este libro de Jonás.
Esa misericordia se manifestó en la persona y obra de Jesucristo. Jesús murió por nuestros pecados y resucitó al tercer día. Y en él, Dios ha mostrado su misericordia para con nosotros, pues los pecados fueron castigados, mas no fuimos nosotros, los verdaderos culpables, los que pagamos por ellos; sino fue el santo hijo de Dios, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Por eso, no te apartes siguiendo vanidades ilusorias, sino corre a Jesucristo para hallar misericordia. La Escritura dice en Proverbios 28:13, El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Lo peor que puedes hacer cuando estás en las profundidades de la desesperación por tus males decisiones, es apartarte aun más del Señor. Ciertamente, así te sientes, lejos y apartado, pero el camino de vuelta comienza con humillarte ante Dios, confesando tus pecados y abandonando esa senda. Puedes acercarte a él porque él se acercó a nosotros en Cristo Jesús.
Hay misericordia disponible; las malas decisiones no sobrepasan la misericordia de Dios. Por eso Aun en las profundidades de la desesperación, podemos hallar la gracia incansable de Dios.
Pero hay aún una tercera verdad de nuestro Dios que hace posible tener esperanza aun en las profundidades de la desesperación, y esta es: Las malas decisiones no nos dejan más allá del alcance de Dios.
Jonás 2:6b-9 dice: Pero tú, SEÑOR, Dios mío, me rescataste de la fosa. »Al sentir que se me iba la vida, me acordé del SEÑOR, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo templo. […] Yo, en cambio, te ofreceré sacrificios y cánticos de gratitud. Cumpliré las promesas que te hice. ¡La salvación viene del SEÑOR!»
Había pisado fondo, estaba en el fondo de la fosa, y desde ahí clamó al Señor, pues su única esperanza era la salvación del Señor. Y sucedió algo maravilloso, aun en el fondo, el brazo de Dios llegó con su salvación.
Las buenas noticias son que, aunque estamos en el fondo por nuestras malas decisiones, aún en este tiempo de gracia, no hemos quedado más allá del alcance de Dios. El brazo largo de la gracia incansable de Dios alcanza al que dice: “Ya no hay esperanza para mí”.
Sí la hay, porque aun esa gracia incansable está disponible para todo aquel que clama desde las profundidades y con arrepentimiento y fe se acerca al Señor, pues sólo de Él viene la salvación, que es sólo por medio de la obra y persona de Jesucristo, que alcanza a todo tipo de persona y todo tipo de historia.
Siendo un joven, en una ocasión, estaba dirigiendo la primera reunión de un estudio bíblico de un grupo de jóvenes que recién se estaban acercando a Cristo después de un campamento cristiano. Como primera actividad, todos en el grupo comenzaron a compartir brevemente su testimonio.
Cada uno iba diciendo acerca de lo difícil y complicada que había sido su vida, lo mucho que habían sufrido o lo bajo que habían caído por sus malas decisiones. Cada uno de los compañeros en el grupo tenían una historia de tristeza, sufrimiento y caos, y mientras llegaba mi turno estaba pensando: “¿Qué les voy a decir a estos jóvenes a quien voy a discipular? Mi historia ha sido muy distinta a la de ellos. Desde niño he estado cercano a las cosas de Dios, tuve una familia cristiana temerosa del Señor; procuraba obedecer las reglas y nunca me había metido en problemas serios, tuve buenas amistades sanas y edificantes, etc.” O sea, no tenía un testimonio de vida de caos y sufrimientos extremos. Cómo que no iba a tener autoridad para decirles algo.
Pero entonces me di cuenta de algo y eso les dije cuando me llegó mi turno. Aun con esta vida casi de ensueño, aún y con todas estas bendiciones y oportunidades maravillosas, aún yo estaba y estoy tan necesitado de un salvador para mi vida porque me estaba yendo derechito al infierno por mi pecado aunque nunca había salido de la iglesia.
Todos necesitamos un salvador y la escritura nos enseña este día, que la salvación viene del Señor. Viene a través de la obra y persona del Señor Jesucristo.
Por eso, no te engañes en pensar que eres un caso perdido. En este tiempo en que la gracia de Dios está vigente aún, no hay casos perdidos para este Dios de gracia. Nuestras malas decisiones no nos dejan más allá del alcance de Dios. Por eso,
Aun en las profundidades de la desesperación, podemos hallar la gracia incansable de Dios.
Mis hermanos, Dios es el Dios de las segundas oportunidades, como dice el versículo 10 de Jonás 2: Entonces el SEÑOR dio una orden y el pez vomitó a Jonás en tierra firme.
Comenzamos el episodio con Jonás en el vientre del pez en desesperanza total y terminamos el capítulo con Jonás teniendo una nueva oportunidad para vivir ante el Señor.
Este día, hay una segunda oportunidad disponible para ti que estás en una situación similar. Clama a Dios para salir del fondo y ser rescatado por su brazo salvador.
Cuando estamos en el fondo, lo único que queda es ir para arriba. Dios nos ofrece la oportunidad de salir del fondo. Si nuestras malas decisiones nos han llevado a donde estamos, recordemos: Dios no está paralizado por nuestras malas decisiones, su misericordia es mayor que cualquier mala decisión y su brazo de salvación alcanza hasta lo más profundo del fango; no estamos fuera del alcance de su largo brazo de amor.
La salvación viene del Señor por medio de Jesucristo. No tenemos que quedarnos en el fondo. Clamemos al Señor desde lo profundo, y en Cristo, él nos llevará hasta las alturas de su gracia incansable para Su gloria.