Cuando nuestros hijos eran pequeños y mi esposa y yo teníamos que hablar de algún tema privado delante de ellos, desarrollamos la técnica del cambio de idioma. Es decir, como ambos hablamos un poco de inglés, (ella muchísimo más que yo), comenzábamos a tratar el tema en cuestión hablando en ese idioma. Ellos se quedaban viéndonos con cara de asombro por no entender lo que decíamos.
Nuestra técnica funcionó por un tiempo, hasta que por supuesto, ellos aprendieron inglés y ya hasta nos decían cuando lo intentábamos: “Te estoy entendiendo, papá” y pues ya nos callábamos esperando estar a solas para tratar el tema.
Para entenderse, los interlocutores necesitan estar usando el mismo código verbal y estar en sintonía situacional. El significado de una misma frase dicha a un grupo diverso, puede ser entendida por algunos, y quedar oculto para otros, dependiendo de varios factores.
Este mes hemos estado considerando uno de los recursos de enseñanza más empleados por Jesús en su ministerio y este es la parábola.
El uso que Jesús le dio a las parábolas era este tipo de comunicación que de manera intencional se pretendía que algunos entendieran, pero al mismo tiempo, que quedara ambiguo para otros, dependiendo de quién se tratara.
Las parábolas no son simples relatos o ilustraciones que hacían más entendible la enseñanza, sino que las parábolas eran en sí mismas, una manera de distinguir entre los verdaderos discípulos y los falsos seguidores de Jesús.
Como el mismo Jesús lo explica en Mateo 13:10-13: Los discípulos se acercaron y le preguntaron: —¿Por qué le hablas a la gente en parábolas? —A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos; pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia. Al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Por eso les hablo a ellos en parábolas: »Aunque miran, no ven; aunque oyen, no escuchan ni entienden.
Como vemos, para los verdaderos discípulos, las parábolas les aclaraban más la enseñanza espiritual que Jesús les estaba dando, pero para seguidores falsos o incrédulos, las parábolas sólo los confundían más y endurecían más sus corazones.
Ese mismo efecto siguen teniendo las parábolas en nosotros hoy en día. Los discípulos de Jesús experimentan ánimo, exhortación y enseñanza al escucharlas y estudiarlas, pero los que no lo son, sólo escuchan historias confusas y ambiguas que no tienen mucho sentido.
Hoy estaremos considerando dos pequeñas parábolas contenidas en apenas tres versículos del capítulo 13 de Mateo. Exploraremos las llamadas parábolas de la semilla de mostaza y la de la levadura.
En este capítulo 13 de Mateo encontramos, básicamente, el registro de varias parábolas y todas coinciden en su tema: El reino de los cielos. De hecho, casi todas comienzan con el punto de comparación de la historia, diciendo: “El reino de los cielos es como esto o como aquello.”
¿Qué debemos entender con esta referencia al reino de los cielos? De bote pronto, lo que quizá nos imaginamos al escuchar esta frase es que se nos está hablando del cielo, del ámbito celestial del trono de Dios. Bueno, esto en parte es cierto.
Pero el significado de esta frase es mucho más profundo y abarca todo el desarrollo de la historia bíblica. Desde el principio y hasta el final de la historia bíblica, Dios ha estado desarrollando un propósito concreto en todos sus actos y revelaciones en la tierra.
Este propósito consiste en establecer su reinado soberano en la tierra, de tal modo que el cielo y la tierra sean lo mismo. El proyecto de Dios desde el principio, ha sido que, a través de la agencia de Su imagen, su reino sea establecido en toda la tierra.
La Escritura nos enseña que, en el cielo, en la corte celestial, todas las criaturas le honran con un servicio voluntario e incondicional. Pero en la tierra, desde la entrada del pecado, las criaturas se rebelan y se niegan a reconocer a Dios como Rey, y se levantan reinos malvados para oponerse al Reino de Dios.
La esperanza que la Escritura presenta de principio a fin es que esta disparidad entre el salón del trono celestial y la tierra, un día se eliminará. Dios juzgará a los malvados e introducirá a la humanidad redimida por Cristo a una nueva creación: El cielo nuevo y la tierra nueva. Cuando esta transformación se lleve a cabo, sólo el reino de Dios permanecerá y la obediencia voluntaria se extenderá hasta los confines de la tierra como es en el cielo. Escuchamos ecos de esto en la oración del Padre Nuestro: “hágase tu voluntad, así como en el cielo así también en la tierra”.
Desde el principio Dios tiene el proyecto de que el cielo y la tierra se unieran a través de la agencia de Su imagen, el Adán. Pero el primer encargado de que esto se pusiera en curso, el primer Adán, fracasó y todos sus descendientes, fracasamos, por consiguiente. Pero desde el principio de nuestra historia, hubo esta maravillosa promesa y anuncio de que vendría otro Adán, que no fracasaría, sino que sería certero en cumplir su cometido y establecer finalmente el reino de Dios en la tierra.
Cuando se cumplió el plazo establecido por Dios, cuando en el desarrollo de la historia del Reino de Dios estaba previsto, cuando llegó el momento propicio, Dios envió a su hijo.
Estaba llegando el Mesías, el enviado de Dios, que iba a cumplir con el establecimiento final del reino de los cielos en la tierra. Por eso la proclama fue: “Arrepiéntanse, el reino de los cielos se ha acercado”.
Pero ese rescate no iba a ser cosa fácil. Como estaba profetizado, la serpiente lo heriría en el talón, iba a infligirle sufrimiento. Y así fue, este Hijo de Dios, nacido de mujer, nacido bajo la ley, llevó a cuestas una cruz que no merecía, fue crucificado como el peor de los pecadores, murió y fue sepultado, aparentemente vencido por la serpiente.
Pero al tercer día resucitó de entre los muertos, venciendo la muerte y establecido como el Rey de Reyes y Señor de Señores, y ante quien toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor para Gloria de Dios, Padre.
Entonces, cuando Jesús hace referencia al reino de los cielos está haciendo referencia a toda esta historia de la venida del reino de Dios a la tierra a través de la agencia de él, como la imagen de Dios. Las parábolas de reino están indicando lo que caracterizará esta historia de la fusión del cielo y la tierra a partir de su venida.
Entonces cuando escuchemos en las parábolas la frase “el reino de los cielos” debemos pensar en cómo se están desarrollando las cosas a partir de que se puso en marcha la fase final de la venida del reino de Dios a la tierra con la venida de Jesucristo. Y puesto que aún no llega la consumación, es decir la segunda venida del Señor, estas parábolas no sólo nos hablan de historia, sino nos hablan de nuestra realidad en el año 2021.
Las parábolas de la semilla de mostaza y de la levadura, nos hablan de dos aspectos del desarrollo del establecimiento final del reino de Dios en la tierra: El crecimiento progresivo del Reino y el impacto intensivo del Reino. Estas parábolas son como los dos lados de una misma moneda. Nos dan dos visiones relacionadas del reino.
Consideremos primero la parábola de la semilla de mostaza y el tema del crecimiento progresivo del reino.
Dice Mateo 13:31-32: Les contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas».
El relato es sencillo. Un hombre tomó una semilla de mostaza que es muy pequeña y la sembró en su campo y con el tiempo, esa semilla que se dificultaba tomarla con dos dedos por ser tan pequeña, se ha convertido en un arbolito lo suficientemente grande como para que las aves vengan y aniden en él.
En el relato se marca lo asombroso que es el contraste entre lo que es la semilla y el resultado final que vino de esa semilla tan insignificante. Las plantas de mostaza palestina son largos arbustos que alcanzan algunas veces los 4.5 metros de altura, ciertamente lo bastante altos para que las aves aniden en ellas.
La verdad fundamental que enseña Jesús acerca del desarrollo del reino de los cielos en la tierra es que, aunque el Reino aparenta tener un inicio insignificante con el tiempo se extenderá a todo el mundo. Es decir, nos habla del crecimiento progresivo del reino. Lo que tiene un inicio aparentemente insignificante, se desarrollará para ser un reino robusto y asombroso que abarcará a todas las naciones de la tierra.
La alusión a las aves anidando en las ramas no es de relleno. Sino es una clara alusión de pasajes mesiánicos como Ezequiel 17:23: Lo plantaré sobre el cerro más alto de Israel, para que eche ramas y produzca fruto y se convierta en un magnífico cedro. Toda clase de aves anidará en él, y vivirá a la sombra de sus ramas.
En el contexto, las aves representan a las naciones gentiles encontrando refugio en el Mesías y disfrutando las bendiciones del pacto bajo su reinado. Por eso, el cuadro que pinta la parábola acerca del desarrollo progresivo del reino es maravilloso: El reino de Dios a través del Mesías tuvo un comienzo insignificante en la palestina del primer siglo pero crecerá progresivamente a tal grado que las naciones de la tierra vendrán a cobijarse bajo su soberanía.
En resumen, Jesús enseña que el reino de Dios puede parecer insignificante e irrelevante, especialmente en la galilea del año 28 dC. Pero el evangelio del reino proclamado por el hijo del carpintero tendrá un impacto tremendo en el mundo entero.
Como sabemos, los discípulos de Jesús eran unos pescadores sin estudios a quienes se les dijo que hicieran discípulos a todas las naciones. Estos seguidores encendieron el mundo con el mensaje de salvación, el cual es proclamado hoy en casi todos los idiomas conocidos del mundo.
La pequeña semilla sembrada en Galilea al inicio de la era cristiana ha llegado a ser ese árbol que provee cobijo y descanso a la gente en todos lados. Y aun el árbol no llega a su total madurez, sigue creciendo. Vemos el crecimiento progresivo fenomenal del árbol y sabemos que Dios está trabajando en el desarrollo de su reino.
Tuve la bendición de ser confrontado con esta gran verdad acerca del Reino de los cielos, cuando por la gracia de Dios, tuve la oportunidad de estar en la cima del Monte Arbel y desde allí podía apreciar con mis propios ojos el Mar de Galilea en Israel. El mar de galilea es más bien un lago.
Estando allá nos dieron un mapa para ubicar lugares y nos pidieron que leyéramos los primeros capítulos del evangelio de Marcos de manera rápida para identificar los lugares mencionados por donde se movía Jesús, para luego ubicarlos en la región que nuestros ojos contemplaban. Fue algo revelador mirar cuán pequeña fue la región por donde Jesús se movía con sus discípulos. Sin la ayuda de binoculares, mis ojos alcanzaban a mirar los contornos del lugar.
Y entonces, vino a mí la reflexión: desde esta pequeña región que con mis ojos alcanzo a abarcar, con un pequeño puñado de personas sin muchos recursos de ninguna clase, las buenas noticias salieron y se han expandido a todo el mundo, incluso llegando a miles de kilómetros hasta donde nosotros vivimos. ¿Cómo pudo pasar esto?
De esto está hablando Jesús en la parábola de la semilla de mostaza. El reino crecerá progresivamente, partiendo de unos inicios asombrosamente insignificantes hasta convertirse en el reino que domine todo y a todos en el cielo y en la tierra.
Pero el reino no sólo tiene un crecimiento progresivo, sino también Jesús nos enseña a través de parábolas que el reino tiene también un impacto intensivo en la tierra. Y esto lo hace a través de la parábola de la levadura.
Mateo 13:33 dice: Les contó otra parábola más: «El reino de los cielos es como la levadura que una mujer tomó y mezcló en una gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa».
Nuevamente, el relato es sencillo. Una mujer tomó una pequeña cantidad de levadura y la mezcló con una gran cantidad de harina, como para hacer pan para alimentar como a cien personas. Ese poquito de levadura hizo fermentar toda esa gran cantidad de masa.
Nuevamente, el contraste está en lo pequeña e insignificante que es la cantidad de levadura con su tremendo efecto en una gran cantidad de masa. Es decir, la levadura, parece tener un poder oculto. Una vez mezclada con la masa, no puede encontrarse más, está oculta e invisible, pero sus efectos son visibles para todos. La levadura permea toda masa al punto de que cada partícula es afectada.
Así es el reino de Dios en la tierra. Su reinado permea en el mundo como la levadura permea la masa. El reino de Dios ha tenido un impacto intensivo en la tierra y lo seguirá teniendo. A través de su impacto intensivo el reino de Dios demuestra su poder y presencia en el mundo hoy.
El reino de Dios ha impactado y debe seguir impactando intensivamente todas las esferas de la vida humana. Debe llegar y leudar toda la cultura humana. Los creyentes somos llamados a ser luz y sal de la tierra para que el reino tenga su impacto en la ciencia, en el deporte, en el arte, en la política, en la educación, en la salud, y en cada esfera de la actividad humana.
Hemos sido testigos del impacto intensivo del reino de los cielos a nivel personal, familiar o comunal. Cuando el reino permea en una familia, la va transformando. Cuando el reino permea en una comunidad también hay efectos visibles en cómo vive esa comunidad. Su poder es invisible pero sus efectos comienzan a ser cada vez más visibles e indudables para todos.
Jesús relató a estas dos parábolas y para algunos tuvieron significado esperanzador, pero a otros sólo los confundió más. Para algunos fue aliento y esperanza, pero para otros fue endurecimiento de corazón.
Espero que para nosotros el hecho de entender un poco más del crecimiento progresivo del reino y del impacto intensivo del reino nos afecte para una vida más entregada y dedicada al reino de Dios en la tierra.
Por lo mismo quisiera proponer tres aplicaciones generales al mensaje de estas parábolas del reino.
Primero, asómbrate por el pasado del reino. El Reino de Dios en la tierra tiene un aspecto pasado, porque Dios ha hecho grandes cosas en la historia para traer su reino a la tierra por la agencia de Su imagen, el Señor Jesucristo. Ya todo está listo y establecido. Con su primera venida, Jesucristo estableció el Reino. Está inaugurado y no hay marcha atrás. Podemos vivir confiados de esto y de la victoria de Jesús.
Aunque tuvo unos inicios muy insignificantes e invisibles, el reino de Dios en la tierra ha crecido progresivamente para ser un reino robusto en donde un día las naciones vendrán para buscar cobijo, doblando la rodilla ante el rey. Vive asombrado, agradecido y en adoración por las obras de tu rey en el pasado.
Pero en segundo lugar, Persevera en el presente del reino de los cielos. El Reino de Dios en la tierra también tiene un aspecto presente. Todos aquellos que se identifican con Jesucristo por medio de la fe, los que están en una relación creciente con él, están ya gozando de los anticipos del reino prometido y final. Ya el Espíritu Santo mora en los creyentes. Ya disfrutamos de las bendiciones de ser hijos de Dios. Ya podemos presentar una batalla frontal contra el pecado en nuestras vidas, porque el pecado ya no se enseñorea más de nosotros.
Aunque sufrimos aún, somos fortalecidos por el Espíritu Santo para soportar lo que venga. Ya tenemos el privilegio de anunciar este reino por todos los rincones de la tierra. Por lo tanto, persevera viviendo en su reino en cada aspecto de tu vida. Persevera proclamando al rey en todo lo que digas y hagas. Persevera experimentado su poder e impacto intensivo a tu alrededor.
Por último, Mantén la esperanza en el futuro del reino. El Reino de Dios en la tierra también tiene un aspecto futuro. Aguardamos la consumación. Aguardamos la segunda venida del Señor que pondrá fin a todo lo que queda de maldad en la tierra. Cuando ese día llegue, ya no habrá más muerte, más dolor, más enfermedad, más oposición al Señor, más pecado, más desobediencia. Sólo viviremos como una nueva humanidad, ya totalmente, sin el peso del pecado. Viviremos en la tierra plenamente sólo para la gloria de Dios por la eternidad.
Anhelamos ese día cuando el cielo y la tierra serán lo mismo de manera plena. Cuando la voluntad de Dios sea hecha, así como en el cielo así también en la tierra. Por eso oramos, esperamos y vivimos con la esperanza segura que ese día llegará y Cristo reinará para siempre y viviremos con él por la eternidad.
Jesús les dijo a sus discípulos: A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos. Para ti y para mí, como discípulos de Jesús, ya no es un secreto que el reino tiene un crecimiento progresivo y un impacto intensivo. ¡Qué privilegiados somos! ¡Se nos ha concedido conocer lo que para otros es secreto! Todo por la gracia de nuestro Dios y a él sea la gloria.