Oremos Juntos: Cuando pecamos
Esdras 9 y 10
Intro: ¿Habrá algo que no te guste hacer a solas? ¿Habrá algo que, cuando tienes que hacerlo, sientes como que necesitas la compañía de alguien más y que hacerlo a solas te parezca un sin sentido?
En el caso de nuestro matrimonio, a mi esposa no le gusta comer sola. Cuando por alguna circunstancia excepcional tiene que hacerlo, es algo que le cuesta muchísimo. Por el contrario, a mí no me causa ningún problema tener que comer solo. No es que busque hacerlo, pero si por alguna razón se da, no tengo ningún problema.
Pero para mí, un verdadero sin sentido sería ver una película o ir al cine solo. Eso no es algo que haría ni que me pagaran. Pero mi esposa, no tiene ningún problema por disfrutar una película, aunque se encuentra sola.
Somos diferentes y hay cosas que disfrutamos hacer, aunque estemos solos. Pero este mes, en nuestra nueva serie de sermones, queremos enfatizar algo que debemos buscar y anhelar como creyentes en Cristo, más allá de nuestras preferencias y esto es, orar juntos.
Este mes, en nuestra nueva serie de sermones, “Oremos Juntos”, estaremos enfatizando la importancia y la pertinencia de orar en comunidad. Es muy bueno orar de manera individual, pero cuán hermoso y bendecido es orar con otros creyentes, orar en comunidad, orar juntos.
No sé cuál haya sido su experiencia en este tiempo de cuarentena, pero he podido notar en lo personal y a mi alrededor un despertar en nuestra iglesia por la oración. Hay varios varones reuniéndose digitalmente para orar juntos. Las mujeres cada primer domingo de mes lo están haciendo y siguen luego orando unas por otras en parejas. Los grupos pequeños están pendientes de estar orando unos por otros, en fin, si algo podemos decir es que en este tiempo hemos estado orando más y qué bueno, porque orar es vital para nuestro crecimiento, y orar juntos es algo que no sólo nos ayuda a crecer sino nos ayuda a experimentar la realidad de ser iglesia, de ser comunidad, de ser el Cuerpo de Cristo.
Podemos orar juntos en medio de muchas circunstancias y este mes exploraremos algunas de ellas, pero hoy nos vamos a centrar en cómo orar juntos cuando hemos pecado. Cómo ser comunidad en oración cuando el pecado ha azotado a nuestra iglesia. Oremos juntos cuando hemos pecado.
Para poder aprender acerca de esto, exploraremos un pasaje del Antiguo Testamento que se encuentra en el libro de Esdras. Y para poder ubicarnos un poco en este pasaje es necesario que demos un poco de contexto.
El libro de Esdras es la primera parte de un libro, pues los libros de Esdras y Nehemías conforman un solo libro. Es la continuación de una misma historia.
Para entender el contexto de nuestro pasaje en Esdras 9 y 10, necesitamos repasar un poco de la historia del Pueblo de Dios.
Recordemos que la monarquía en Israel comenzó con Saúl, seguido del gran rey David y luego reinó el famoso Salomón. Pero después, con el hijo de Salomón, el reino se dividió en dos: El reino de Norte llamado Israel con capital en Samaria y el reino del sur, llamado Judá, con capital en Jerusalén.
Pero tanto Israel como Judá, al final de cuentas, se rebelaron contra el Señor y Dios trajo juicio sobre ellos. Así que el Norte se fue al exilio a manos de los Asirios en el 722 AC y el sur acabó yéndose al exilio a manos de los Babilonios en el 586 AC. Los babilonios a su vez, en su momento, fueron conquistados por los Medos y Persas y fue el Rey Persa Ciro quién en el año 536 AC decretó que los Judíos podían regresar a Jerusalén, reconstruir el templo y la ciudad.
Así el libro de Esdrás está ubicado en esta época del postexilio. En sus primeros 6 capítulos nos narra las primeras acciones después del decreto de Ciro y cómo se reconstruyó el templo de Jerusalén. Al empezar el capítulo 7, Esdras entra en escena. Cuando él aparece han transcurrido más de 50 años después de la dedicación del templo reconstruido y la llegada del primer grupo de judíos que regresaron del exilio. Ahora el que estaba en el trono del imperio era Artajerjes y estos eventos ocurren en su séptimo año en el trono.
Este Esdras era descendiente directo del mismísimo Aarón, hermano de Moisés, Padre de todos los sacerdotes. Este hecho, lo acreditaba como un auténtico y legítimo sacerdote de Dios, autorizado para oficiar y enseñar la ley del Señor.
Esdras, no sólo era un descendiente de Aarón, es decir, no sólo era sacerdote, sino también era escriba o erudito en la ley de Dios. Pero además, tenía una buena relación con el rey Artajerjes. Tenía acceso a la clase política y dominante.
Con el aval y apoyo del Rey, Esdras viajó a Jerusalén juntamente con otros sacerdotes, levitas, cantores, porteros y sirvientes para el templo de Dios que ya estaba construido.
Esta era una segunda ola de personas que estaban regresando a Jerusalén después del exilio. Habían pasado un poco más de 50 años desde que la primera ola había llegado.
Cuando Esdras llegó a Jerusalén con su delegación de unas dos mil personas, descubrió que el templo había sido reedificado, pero no así las murallas de la ciudad. Y la población se encontraba, en una situación triste, miserable, debido a los casamientos mixtos realizados con los paganos.
Esdras 9:1-2 dice: Después de todo esto, se me acercaron los jefes y me dijeron: «El pueblo de Israel, incluso los sacerdotes y levitas, no se ha mantenido separado de los pueblos vecinos, sino que practica las costumbres abominables de todos ellos, es decir, de los cananeos, hititas, ferezeos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos. 2 De entre las mujeres de esos pueblos han tomado esposas para sí mismos y para sus hijos, mezclando así la raza santa con la de los pueblos vecinos. Y los primeros en cometer tal infidelidad han sido los jefes y los gobernantes».
Los judíos que habían regresado a Jerusalén en la primera ola, en algunos casos se habían casado con personas paganas de los pueblos circunvecinos, cosa que estaba prohibido en la Ley de Moisés. Esto no se trataba de racismo, sino de pureza de la fe. Lo que pasaba era que, si un judío se casaba con una persona pagana, con el tiempo su corazón se desviaba para adorar a los dioses falsos que sus cónyuges adoraban. Y los sacerdotes, los levitas, los jefes y gobernantes habían llevado la delantera en el mal ejemplo.
No sólo eran cuestiones de simples creencias religiosas, sino que esas falsas creencias causaban la práctica de costumbres abominables que eran comunes en esos pueblos paganos. Esdras encontró que la inmoralidad y la idolatría se practicaban desenfrenadamente. Y el estado pecaminoso en que se encontraba la comunidad del postexilio hizo que se sintiera absolutamente abrumado, y angustiado porque el pueblo de Dios había caído una vez más a un nivel tan bajo. Recordemos que apenas unas décadas atrás acababan de regresar el exilio precisamente por pecados semejantes; habían bastado unos cuantos años para que empezaran a desviarse de nuevo. Y esta práctica de los casamientos mixtos era la punta de lanza en el extravío.
Y así en este capítulo 9, encontramos una oración de confesión de pecados de la que podemos aprender muchísimo acerca de lo que pasa cuando oramos en comunidad cuando hemos pecado. Qué pasa cuando como comunidad oramos confesando nuestro pecado.
En esta oración encontramos cuando menos tres rasgos evidentes en el pueblo de Dios cuando oramos en comunidad confesando nuestros pecados. Estos rasgos deben guiarnos para orar juntos confesando nuestros pecados.
En primer lugar,
Nuestra confesión comunitaria debe volverse RENDICIÓN
Esdras 9:6-7«Dios mío, estoy confundido y siento vergüenza de levantar el rostro hacia ti, porque nuestras maldades se han amontonado hasta cubrirnos por completo; nuestra culpa ha llegado hasta el cielo. 7 Desde los días de nuestros antepasados hasta hoy, nuestra culpa ha sido grande. Debido a nuestras maldades, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes fuimos entregados al poder de los reyes de los países vecinos. Hemos sufrido la espada, el cautiverio, el pillaje y la humillación, como nos sucede hasta hoy.
Para Esdras, ante el pecado del pueblo de Dios del posexilio, no hay reclamos a Dios, no hay quejas ni exigencias, sino sólo un profundo sentido de vergüenza y humillación delante del Señor. Se siente avergonzado al punto de ni siquiera tener cara para levantar la mirada hacia el Señor porque el pueblo le ha ofendido grandemente.
Notemos que, aunque Esdras no había cometido de manera personal el pecado particular que se estaba considerando, no por esto se excluye de entre los culpables. Todo lo contrario. Somos culpables, dice, desde nuestros antepasados hasta nuestros días, todos somos culpables grandemente. Ese sentido de comunidad es importante, al orar juntos. El pecado en la comunidad afecta a toda la comunidad.
Entonces, con todo el ser muestra, juntamente con el pueblo, en esta oración comunitaria, un gran pesar por el pecado y un arrepentimiento por las ofensas hechas al Señor. No trata de justificar el pecado, ni de dar explicaciones vanas, sino hay un reconocimiento total de la responsabilidad por los actos cometidos y las consecuencias obtenidas.
En pocas palabras, al orar juntos confesando nuestros pecados debemos rendirnos totalmente ante el Señor. Es decir, entregar las armas, dejar de porfiar o de excusar nuestra conducta, o de atenuar nuestra responsabilidad. La oración comunitaria de confesión de pecados debe volverse una rendición humilde de todo nuestro ser ante el único que es santo y ante quien todo pecador queda mudo y desarmado.
Aquí tenemos que tener cuidado con nuestro corazón orgulloso. No nos gusta pensar que estamos tan mal delante de Dios. No nos gusta pensar que personas tan buenas como nosotros pudieran ofender al Señor grandemente. Pero aquí estamos aprendiendo que si eres parte de la comunidad que está en pecado, no puedes exculparte o deslindarte, sino debes incluirte en ese arrepentimiento y rendición para encontrar verdadera sanidad en nuestro pueblo.
La confesión verdadera proviene de corazones que se rinden total y humildemente ante el Dios Santo, clamando por su perdón.
¿Cuáles serán algunos de nuestros pecados como comunidad de los cuales deberíamos estar orando en confesión comunitaria? ¿Quizá la idolatría de la comodidad? ¿O nuestra confianza total en nuestros recursos económicos o humanos en vez de ponerla plenamente en el Señor? ¿Quizá sea el estar viviendo por algo que no es verdaderamente el propósito de nuestras vidas, persiguiendo un sueño que es nuestro y no el propósito de Dios? ¿Quizá sea el acomodarnos y adoptar las mentiras de este mundo viviendo con un doble estándar en nuestras decisiones y relaciones?
Por la obra completada por Cristo, el Espíritu Santo ha sido enviado a nuestros corazones y es por su obra, anunciada en el evangelio, que podemos tener la dicha del arrepentimiento y la confesión de nuestros pecados como comunidad. Si el Espíritu nos está convenciendo de pecado, no esperemos más.
Oremos juntos hermanos, confesando los pecados de nuestra comunidad y que nuestra confesión se vuelva una rendición total ante el único que merece toda nuestra vida.
Pero nuestra confesión comunitaria no sólo debe volverse rendición, sino como vemos en el mismo pasaje, en segundo lugar,
Nuestra confesión comunitaria debe volverse ADORACIÓN
Notemos en esta oración comunitaria de Esdras que dirige al pueblo a centrase en los atributos de Dios y a exaltarlos a lo sumo. Es decir, aunque hay un sentido profundo de la realidad del pecado del pueblo, a la vez hay un sentido profundo de la realidad del carácter de Dios. Quién es Dios y qué ha hecho Dios se vuelve central al considerar nuestros pecados. Nuestros pecados se ven tan oscuros como son, cuando los contrastamos con los atributos santos de nuestro Dios.
Y hay dos atributos de Dios que exalta en esta oración al punto de la adoración y estos son: La misericordia de Dios y la justicia de Dios.
Esdras 9:8-9 dice: »Pero ahora tú, SEÑOR y Dios nuestro, por un breve momento nos has mostrado tu bondad al permitir que un remanente quede en libertad y se establezca en tu lugar santo. Has permitido que nuestros ojos vean una nueva luz, y nos has concedido un pequeño alivio en medio de nuestra esclavitud. 9 Aunque somos esclavos, no nos has abandonado, Dios nuestro, sino que nos has extendido tu misericordia a la vista de los reyes de Persia. Nos has dado nueva vida para reedificar tu templo y reparar sus ruinas, y nos has brindado tu protección en Judá y en Jerusalén.
A pesar del pecado del pueblo, Dios sigue manifestando su misericordia. Les ha permitido regresar para reconstruir, les ha dado una segunda oportunidad de enderezar el camino. Ha estado con su pueblo aun cuando estaban en esclavitud, nunca los abandonó.
Y sigue diciendo en los versículos 13 al 15: »Después de todo lo que nos ha acontecido por causa de nuestras maldades y de nuestra grave culpa, reconocemos que tú, Dios nuestro, no nos has dado el castigo que merecemos, sino que nos has dejado un remanente. 14 ¿Cómo es posible que volvamos a quebrantar tus mandamientos contrayendo matrimonio con las mujeres de estos pueblos que tienen prácticas abominables? ¿Acaso no sería justo que te enojaras con nosotros y nos destruyeras hasta no dejar remanente ni que nadie escape? 15 ¡SEÑOR, Dios de Israel, tú eres justo! Tú has permitido que hasta hoy sobrevivamos como remanente. Culpables como somos, estamos en tu presencia, aunque no lo merecemos».
¡Qué hermosa oración que reconoce y exalta al mismo tiempo la justicia de Dios y la misericordia de Dios! Nuestro pecado se ve cada vez más oscuro, más perverso, más abominable cuando lo contrastamos con todas las oportunidades y bendiciones que Dios nos da a la luz de su carácter santo.
¡Dios es justo y misericordioso al mismo tiempo! Y esa realidad la manifestó de una vez y para siempre en la persona y obra del Señor Jesucristo, quien recibió la ira y el castigo del Señor en nuestro lugar. Porque Dios es justo el pecado tenía que ser castigado. Pero porque Dios es misericordioso, no fuimos nosotros los que recibimos su ira, sino la descargó sobre su propio hijo quien murió en nuestro lugar. Este es el evangelio. Estas son las buenas noticias para nuestra comunidad.
Cuando confesamos nuestros pecados como comunidad al orar juntos, estamos reconociendo la eficacia de la obra gloriosa de Cristo quien por su sangre nos ha perdonado de nuestros pecados y nos ha reconciliado con Dios. Al confesar nuestros pecados, al orar juntos estamos tomando en serio el pecado, pero también estamos adorando al Señor al reconocer sus atributos santos que brillan y sobreabundan cuando abunda el pecado.
Nuestra confesión comunitaria debe volverse un acto de adoración del único Dios que es justo y misericordioso y que en Jesucristo nos ha hecho su pueblo y merece toda la gloria y honra. Al confesar como comunidad, adoremos la santidad del Padre celestial.
Nuestra confesión comunitaria debe volverse rendición y adoración, pero encontramos algo más en este pasaje.
Nuestra confesión comunitaria debe volverse TRANSFORMACIÓN
Es maravilloso rendirse al Señor totalmente, es excelso adorar la santidad del Señor, pero nuestra confesión no debe quedar tan solo en palabras, sino debe llegar a las acciones. El reconocimiento y confesión de nuestros pecados como comunidad debe traducirse en acciones y actitudes que corresponden al pueblo del Señor. Nuestra confesión debe volverse transformación.
Así sucedió en esa comunidad a la que Esdras estaba ministrando. Al reconocer la justicia y misericordia de Dios, dieron el siguiente paso congruente con el mandamiento del Señor. Rectificaron el camino donde habían errado. Tomaron decisiones radicales y difíciles para mostrar su arrepentimiento y obedecer el mandato del Señor.
Esdras 10:2-3: Entonces uno de los descendientes de Elam, que se llamaba Secanías hijo de Jehiel, se dirigió a Esdras y le dijo: «Nosotros hemos sido infieles a nuestro Dios, pues tomamos por esposas a mujeres de los pueblos vecinos; pero todavía hay esperanza para Israel. 3 Hagamos un pacto con nuestro Dios, comprometiéndonos a expulsar a todas estas mujeres y a sus hijos, conforme al consejo que nos has dado tú, y todos los que aman el mandamiento de Dios. ¡Que todo se haga de acuerdo con la ley!
Difícil…¿No? Una medida drástica ante un tiempo complejo. Era la reconstrucción de la comunidad del pueblo Dios, después de un prolongado exilio, y el pueblo había caído en los mismos pecados del pasado. Esta medida comenzaba a regresar al pueblo de su desvío grave. Y aunque se puede escuchar muy drástico y desgarrador por las familias fracturadas, tenemos que entender que no fue algo automático, sino fueron considerados y juzgados, cada caso en particular. Al final, sí se fracturaron ciertas familias, pero no sin antes considerar todas las aristas y tomar todas las previsiones para que fuera de la manera más justa posible.
Por supuesto, esta fue la medida drástica necesaria para la comunidad del post exilio, y hay que ser cuidadosos de no sacar conclusiones rápidas; no vaya a ser que alguien vaya a querer automáticamente, por escuchar esto, abandonar a su esposo o esposa no cristiana ahora mismo. Hay muchos otros asuntos qué considerar.
Sin embargo, lo que sí es una realidad aún para nosotros hoy día es que el pecado enreda terriblemente las cosas. Después, aunque se trata de remediar y de llegar al mejor escenario posible, no siempre se tiene un final feliz en términos de consecuencias y problemáticas derivadas de nuestros pecados. Sin duda, en ese caso, la separación causó mucho dolor, pero no hay que olvidar que todo fue provocado por el pecado cometido, primeramente.
Por algo el Señor nos advierte del pecado y su Palabra nos aleja de él, porque el pecado sólo va a enredar nuestras vidas grandemente, y no sólo eso, sino más importantemente, ofende a nuestro Dios Santo.
El pecado es tan serio, que parte importante de esa restauración de los pecadores en el tiempo de Esdras, fue que tuvo que morir un carnero como ofrenda y sacrificio por sus pecados. Un inocente murió en lugar de los culpables. Ese es el destello del evangelio.
Por nosotros, también los pecadores culpables, murió el cordero de Dios, el unigénito del Padre, nuestro Señor Jesucristo, y resucitó al tercer día. Y gracias a su obra completada, hoy podemos tener perdón de nuestros pecados y una nueva vida en él.
Por eso, para los que somos parte del pueblo del pacto, nuestra confesión debe traducirse en transformación. Algunas veces, se requerirán medidas que nos parecerán drásticas, pero son necesarias para vivir de acuerdo con la voluntad del Dios que nos amó y nos ama en Cristo.
¿Qué medidas tendremos que tomar como comunidad para corregir nuestro camino? ¿A qué cambios nos está llamando el Señor como comunidad y que han comenzado a ser más evidentes al orar juntos?
Por la gracia del Señor, por la obra de Cristo, Por la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, podemos tener la confianza de que al orar confesando nuestros pecados como comunidad, el Señor seguirá haciendo su obra de gracia en nuestras vidas.
Por eso hermanos, oremos juntos. Oremos cuando haya pecado en nuestra comunidad. Sin duda, nuestra confesión se volverá rendición, adoración y transformación para la gloria de nuestro Señor.