Intro: Un día llegué a mi casa y mi esposa, Delia, me dijo que estábamos invitados a una cena esa noche por el cumpleaños de alguien de la iglesia. Llegamos a la reunión y estuvimos platicando, conversando acerca del paso del tiempo, etc. Llegó la hora de la cena y nos invitaron a la mesa.
Me dieron el honor de orar por el cumpleaños, como suele pasar en reuniones donde está el pastor. Comencé a orar por el hermano. Dije en la oración cosas como “bendice a nuestro hermano que hoy cumple un año más de vida. Gracias por su vida y ejemplo...etc”. Cuando terminé de orar por el hermano, Delia me dijo muy gentilmente: “Wilbur, el cumpleaños es de la hermana, no del hermano”. Ya se imaginan qué mal me sentí por tan grande error.
Este tipo de situaciones, me recuerdan que tengo limitaciones, que tengo lados en los que soy débil, que cometo errores, que no soy “Superman”, sino que soy una persona con debilidades y lados flacos (aunque no parezca).
No sé a ustedes, pero a veces a mí se me hace difícil reconocerlo. Es decir, me cuesta reconocer que soy débil, que soy frágil, que no tengo todo arreglado. Que tengo necesidad. Que todavía no soy como quisiera ser.
Cuando se muestra nuestra fragilidad inicia una batalla interna con nuestro orgullo, con nuestra soberbia y otros pecados con los que luchamos en nuestros corazones. Pero esta es una realidad: somos débiles y frágiles. Estamos necesitados y somos dependientes de algo más fuerte que nosotros. Todo esto se vuelve una batalla en nuestros corazones.
Pero sabes, para personas como nosotros que tenemos debilidades, hay buenas noticias. La Biblia nos enseña que estas debilidades, que estas fragilidades, que este estado de necesidad constante tiene también su propósito en las manos de nuestros Dios.
Hubo un hombre, llamado Pablo, que fue un gran siervo de Dios. Y quizá si conocemos un poco su historia, nos lo imaginamos como un hombre de un temple de hierro, de valentía incuestionable a prueba de fuego. Un hombre que no le temía a nada o ni necesitaba nada. Pero aunque lo imaginemos así, la verdad es que Pablo fue como tú y como yo, un hombre con debilidad, un hombre necesitado, un hombre frágil.
El apóstol Pablo fue quien inició la iglesia de Corinto, pero luego, llegaron unos maestros que decían que si uno es cristiano no debe ser débil, frágil, necesitado, que no debe sufrir, que no debe enfermarse, sino siempre debe tener prosperidad, victoria, salud, dinero y cosas semejantes.
¡Nada de sufrir! ¡Nada de fracasar! ¡Nada de ser inadecuado! ¡Nada de errar!
Esto era lo que estaban enseñando estas personas. Y como Pablo tenía un historial de grandes sufrimientos por Cristo, estos hombres lo desacreditaban diciendo que cómo era posible que Pablo fuera reconocido como apóstol de Cristo si su vida estaba llena de incomodidades, necesidades, problemas y dificultades. ¿Cómo puede decir Pablo que Dios está con él si tiene tantas debilidades?
La respuesta del apóstol en 2 de Corintios ante estas críticas fue precisamente algo que no esperarías. Quizá tú y yo nos hubiéramos puesto a publicar nuestro repertorio de fortalezas. Nos hubiéramos propuesto callar la boca de esos detractores mostrando cuán fuertes somos o cuán habilidosos o preparados estamos.
Pero Pablo se enfocó en hacer un inventario de todas las dificultades y debilidades que sufría. En 2 Corintios 11:23-28, Encontramos su respuesta a los que lo acusaban de fracasado o de fraude por todas las cosas difíciles que atravesaba por ser seguidor de Cristo:
23 ¿Son servidores de Cristo? ¡Qué locura! Yo lo soy más que ellos. He trabajado más arduamente, he sido encarcelado más veces, he recibido los azotes más severos, he estado en peligro de muerte repetidas veces. 24 Cinco veces recibí de los judíos los treinta y nueve azotes. 25 Tres veces me golpearon con varas, una vez me apedrearon, tres veces naufragué, y pasé un día y una noche como náufrago en alta mar. 26 Mi vida ha sido un continuo ir y venir de un sitio a otro; en peligros de ríos, peligros de bandidos, peligros de parte de mis compatriotas, peligros a manos de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el campo, peligros en el mar y peligros de parte de falsos hermanos. 27 He pasado muchos trabajos y fatigas, y muchas veces me he quedado sin dormir; he sufrido hambre y sed, y muchas veces me he quedado en ayunas; he sufrido frío y desnudez. 28 Y, como si fuera poco, cada día pesa sobre mí la preocupación por todas las iglesias.
Este era el tipo de debilidades por las cuales Pablo era criticado por estos falsos maestros. Estas eran el tipo de cosas que ellos decían que eran incompatibles con una vida bendecida y respaldada por Dios. Digamos si Pablo viviera en nuestra época no sería un influencer con muchos likes en las redes sociales. No destacaría por su fama y estilo de vida de éxito a los ojos del mundo.
Pero escucha las palabras claves para ti y para mí que tenemos batallas internas con ese sentido de debilidad o fragilidad. 2 Corintios 12:5: 5 De tal hombre podría hacer alarde, pero de mí no haré alarde sino de mis debilidades.
Fíjate qué está diciendo: Esta vida de debilidad, esta vida de fragilidad, esta vida de enfermedad, esta vida de fracasos, esta vida de sufrimiento, esta vida de necesidad, es mi motivo de gozo. En vez de hablar de mis glorias, elijo hablar de mis debilidades.
¿Qué es esto? ¿Por qué? ¿Por qué el apóstol podía decir que su motivo de celebración precisamente eran sus debilidades? ¿Cómo podía decir que se celebraba el hecho de que todavía se enfermaba, que todavía tenía necesidades, que las aflicciones y las debilidades estaban presentes en su vida? ¿Qué estaba viendo él que no nosotros no alcanzamos a ver?
En los versículos 7 al 10 de 2 Corintios nos muestra por lo menos tres verdades que nosotros olvidamos al considerar nuestras debilidades. Tres verdades que de creerlas y aplicarlas a nuestras vidas podremos decir igual que el apóstol “Me gloriaré en mis debilidades”. Pondré en Facebook y en Instagram no las grandes cosas que hago, o lo bonita que es mi vida y como tengo todos los cabos ataditos, sino mostraré la realidad de mi necesidad, mi debilidad, mi fragilidad”. Dice el apóstol: Si voy hacer alarde de algo será de mis debilidades.
¿Por qué?
1. Las debilidades nos ayudan con nuestro orgullo. Dice el versículo 2 Corintios 12:7: Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara.
No sabemos en realidad qué era específicamente a lo que se estaba refiriendo el apóstol cuando habla de esta espina o este aguijón. Hay quienes suponen que era alguna enfermedad, otros alguna lucha de índole espiritual, pero lo que sí podemos leer con claridad es que se trataba de algo que causaba mucho dolor o incomodidad, como cuando tienes una espina o aguijón clavado en la piel. O sea, era algo que molestaba constantemente. Y algo más, el apóstol sabía la procedencia directa de esta circunstancia. Lo llama, un mensajero de Satanás. Un medio por el cual, Satanás me quiere atormentar con sus mentiras.
Pero fíjense que aunque la procedencia directa venía evidentemente de Satanás, Pablo podía ver sobrepasando los propósitos perversos del diablo, Dios estaba logrando algo a través de esta circunstancia en su vida. El díce: Para evitar que me vuelva presumido. Para evitar que me exalte o enaltezca en sobremanera. En pocas palabras, para evitar que me vuelva orgulloso o soberbio.
¡Qué fácil es ser orgullosos y soberbios! Qué fácil es comenzar a sentir que somos una maravilla y nuestro corazón se llene de orgullo.
Comenzamos a envanecernos pensando que somos mejores que los demás. Pensamos que Dios debe estar fascinado de tenernos a su lado. Pensamos que Dios nos necesita a su lado y nos exaltamos y nos enorgullecemos.
Pero, las debilidades, las fragilidades, la necesidad constante nos ayudan a combatir nuestro orgullo. Las debilidades son como una piedrita en el zapato que nos recuerda nuestra realidad. No somos tan grandiosos como pensábamos, todavía nos falta mucho, todavía necesitamos tanto. Todavía somos tan inadecuados, tan frágiles, tan débiles. No hay mucho de qué estar orgullosos en nosotros mismos.
Desde hace 30 años batallo con mi propio aguijón de la carne. He batallado todo este tiempo con la psoriasis. Hay temporadas muy buenas, otras no tanto. Pero como dice el apóstol, esta condición me recuerda que soy frágil, débil y necesitado. Y esto, me ayuda a mantener a raya a mi orgullo, mi vanagloria, mi autoexaltación. Las debilidades nos ayudan con nuestro orgullo.
Pero según, la Escritura, las debilidades también nos ayudan a algo más.
2. Las debilidades nos ayudan a depender totalmente de Dios.
Miremos los versículos del 8-9ª: Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad».
El apóstol refiere haber rogado al Señor, no una o dos, sino tres veces que quitara esta molestia, esta circunstancia, esta espina incómoda. Y es que estamos hablando de alguien que al orar había resucitado muertos. Pero el Señor no contestó la oración en esta ocasión como Pablo rogaba. Le contestó de una manera muy diferente.
El Señor le dijo: Te basta con mi gracia. Mi gracia es suficiente. No necesitas más que mi gracia para esta situación de debilidad.
En pocas palabras, que yo te sea suficiente. Depende totalmente de mí. Aunque no tengas alivio de tu incomodad, aunque esta situación no cambie, aunque tengas que seguir enfrentando espinas en tu vida, recuerda que Yo soy suficiente. Que en tu vida se cumpla la verdad que dice el Salmo: El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Las debilidades nos recuerdan que dependemos totalmente de Dios. Cuando nos sentimos fuertes, aptos, capaces, adecuados, como comenzamos a pensar que podemos afrontar esta vida sin el Señor. Como que nuestros recursos son suficientes para sostenernos en esta vida.
Qué fácil es comenzar a depender de tantas cosas en vez de Dios. Quizá una relación. Quizá nuestra seguridad financiera, nuestra religiosidad, nuestras credenciales académicas, nuestras habilidades, nuestros dones, nuestra salud, nuestros logros, nuestro prestigio y tantas cosas más.
Pero cuando enfrentamos nuestra debilidad es cuando nos damos cuenta que en todo tiempo dependemos de nuestro gran Dios. Y que no hay algo que tengamos en nuestras manos que pueda sostenernos. Que en nosotros mismos estamos en bancarrota. Y es cuando nuestros ojos son abiertos a la infinita e inmensurable gracia de Dios que nos ha sostenido cada momento y que es suficiente.
Mi hermano, hay situaciones de debilidad en tu vida que no van a cambiar. Hay circunstancias en tu vida que el Señor elige no retirarlas de nuestras vidas. Pero con lo que siempre podemos contar sea cual sea la situación, es con su gracia. Y esa gracia nos basta, esa gracia es suficiente. Esa gracia es todo lo que necesitamos. Las debilidades nos ayudan a ver la gracia de Dios en acción y nos ayudan a convencernos que es suficiente.
Pero las debilidades logran algo más en la vida de los hijos del Señor.
3. Las debilidades nos ayudan a experimentar el poder de Dios.
Los versículos 9b-10 dicen: Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. 10 Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Algo pasaba cuando el apóstol experimentaba su debilidad: de manera clara y evidente, se manifestaba el poder de Cristo en su vida. Ahí estaba la clave para su gozo en medio de debilidades. Sabía muy bien que cuando su debilidad se manifestaba, el poder de Cristo estaba a punto de hacerse presente con toda su gloria y majestad.
Entonces, la gloria del apóstol estaba en sus debilidades porque era cuando más era testigo del poder infinito e inagotable del Rey de reyes y Señor de señores.
Es a través de esta convicción que podía gozarse en debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones, angustias porque cuando se reconocía más débil que nunca, era cuando más fuerte era.
Cuando por fin reconocemos que no podemos nosotros solos, cuando reconocemos que hemos sido orgullosos, cuando reconocemos que hemos tratado de vivir la vida cristiana por nosotros mismos, y comenzamos a depender totalmente de Cristo, es cuando se hace manifiesto y evidente el poder de Cristo.
Es muy claro su poder porque sabemos que no podríamos haber controlado nuestra reacción como lo estamos haciendo. Sabemos que no habríamos podido soportar el hecho de tratar bien a quien nos ha tratado mal. Sabemos que no hubiéramos sido capaces de perdonar las afrentas de otros. Sabemos que no hubiéramos tenido el valor de hablar de Cristo como lo hicimos.
Sabemos que no hubiéramos podido soportar estos sufrimientos por los que estamos pasando. En fin, sabemos que nuestra debilidad nos inhabilita para hacer la voluntad de Dios, por lo que si estamos en Él es sólo por su gracia que es suficiente.
Sólo el poder de Dios es el que hace que personas enfermas, necesitadas, débiles, frágiles puedan ser personas que enfrentan con poder y fortaleza las circunstancias más difíciles de la vida para la gloria de Dios. Cuando soy débil, entonces soy fuerte porque el poder de Cristo se manifiesta indubitablemente en mi vida.
No sé por qué batalla interna estés pasando. No sé cómo estás siendo confrontado con tu debilidad. Pero aquí hay una enseñanza muy importante para todos: Para ser fuertes, necesitamos comenzar con reconocer que somos débiles. Tenemos que entregar las armas. Dejémonos de aparentar fuerza que no tenemos en nosotros mismos.
También necesitamos aceptar que necesitamos a Dios. Lo necesitamos cada instante. Dejemos a un lado nuestro orgullo. Y centremos nuestro corazón en Él.
Por eso este día grábate el mensaje de Dios para tu vida: En tus debilidades, Su gracia es suficiente. La gracia de Cristo es suficiente para tu debilidad. Reconócelo, humíllate ante él, aférrate a sus promesas y experimenta Su gran poder.
Cristo Jesús se hizo débil para que nosotros podamos ser fuertes. Él se entregó para que, de su quebranto, fragilidad y vulnerabilidad manifestada en la cruz del calvario, podamos renacer a una vida nueva donde se manifiesta el poder del Espíritu Santo para transformar y hacer todas las cosas nuevas. Ese poder que resucitó a Jesús de entre los muertos al tercer día que está disponible para todo aquel que humildemente reconoce su debilidad y clama: tú gracia es suficiente.
Que el Señor nos ayude a decir y a creer con todo nuestro corazón: Soy débil, pero tu gracia es suficiente para mí y tu poder se manifiesta en mi debilidad. En esto me gozo y me glorío porque Dios es glorificado en mi vida.