Recuerdo que un día vi a unos jóvenes en el seminario que estaban trabajando en las áreas verdes y estaban cortando algunas ramas de un arbolito. En mi ignorancia del cuidado de la vida vegetal, fui y los reconvine porque estaban destruyendo ese árbol. Su respuesta me dejó confundido por un momento. Me dijeron: “No lo estamos destruyendo. Al contrario, lo estamos podando para que crezca más saludable”. ¡Qué interesante! Para crecer un árbol tiene que ser podado, limpiado, depurado.
En la serie de sermones de este mes, “Unidos a Él”, estamos explorando la naturaleza de nuestra unión con Cristo y sus implicaciones para la vida diaria. Y hoy en particular veremos cómo son depurados, limpiados, podados aquellos que están unidos a Él, de manera semejante a las ramas que están conectadas al tronco de una vid.
El concepto de nuestra unión con Cristo es fundamental para el entendimiento de nuestra vida y fe en el Señor. Por ejemplo, el apóstol Pablo expone bastante esta verdad en sus escritos. Es notorio el uso que hace de la expresión “en Cristo” o “en Él” o “Con Cristo”. Esta forma gramatical se encuentra más de 150 veces en las epístolas paulinas.
Decir que estamos unidos a Cristo es declarar que estamos injertados en él, o adheridos a él, arraigados o plantado en él, y que es por esa unión que participamos de él y nos identificamos con él en toda la obra de la redención y en los beneficios de la misma.
Hay tal vínculo entre Cristo y los creyentes que todo lo que Jesús ha hecho o completado se aplica a los creyentes casi casi como si ellos lo hubieran hecho. Por eso se habla de los creyentes como que han muerto y resucitado con Cristo, o que son participantes de los sufrimientos de Cristo, que siguen la misma pauta de la vida de Cristo de primero humillación y luego gloria, o que cuando la gloria de Cristo se manifiesta también nosotros seremos manifestados en Gloria.
Las Escrituras usan diferentes imágenes para ilustrar esta preciosa unión, no obstante, la más conocida y prominente es la figura de la vid y los pámpanos de Juan 15. Estamos tan unidos a Cristo cómo lo está una rama al tronco.
En el contexto de este pasaje en Juan, Jesús está en la última cena con sus discípulos, han comido la pascua, les ha lavado los pies, y al estarse despidiendo de sus discípulos poco antes de ser aprendido por las autoridades religiosas, les advierte de los tiempos difíciles que se avecinaban para ellos.
Quizá hasta ahora, seguir a Jesús había sido, algo entretenido (ver milagros, aprender de Jesús, comer gratis, etc.) pero ahora él se marcharía y ellos tendrían que enfrentar la oposición del mundo al cumplir la misión, era el momento de enfrentar situaciones difíciles sin el maestro. ¿Qué debían hacer? ¿Cómo podrían vivir en este mundo que se opone a Cristo y a todos los que son sus discípulos?
Jesús comienza en el capítulo 15 con esta enseñanza muy reveladora. El dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador (v. 1a). y “Yo soy la vid y ustedes son las ramas” (v.5a). Cuando Jesús dice “Yo soy la vid verdadera” no debemos pensar que simplemente está usando una metáfora muy vívida en su cultura. Ciertamente es una metáfora, pero es mucho más que eso. Como en los demás casos cuando Jesús dice: “Yo soy”, también esta declaración tiene su trasfondo en el Antiguo Testamento.
Jeremías 2:21: Yo te planté, como vid selecta, con semilla genuina. ¿Cómo es que te has convertido en una vid degenerada y extraña?
En el AT a Israel, como pueblo, se le nombra como una “Vid” o “Viña” (por ejemplo, salmo 80 o Jeremías 2). Todos los que pertenecían a Israel, entonces estaban en la Viña que Dios había plantado. Estaban conectados con Dios por medio de su pacto. Pero esa vid falló, esa vid se corrompió. Abandonó al Dios vivo y verdadero y fue tras dioses falsos.
En ese contexto debemos entonces entender las palabras de Jesús cuando dice: “Yo soy la Vid” y agrega el adjetivo “verdadera”, está diciendo: Yo soy la Vid auténtica, original, que Dios plantó. Israel era un reflejo de mí, Yo soy el nuevo Israel. Todos los que estén unidos a mí, están en pacto con Dios. Yo soy ahora con quien deben conectarse.
Entonces esta metáfora está resaltando la ineludible conexión que hay entre Jesucristo y el creyente. Si no estás conectado a esta vida verdadera, estás conectado a nada. Si no estás en Cristo, en Él, con Cristo, estás desprovisto, descobijado, desconectado, y deberías sentirte desesperado.
Y Jesús aclara los puntos de comparación de la metáfora. El dice, Yo soy la Vid verdadera y mi Padre es el labrador. Es decir, esta vid no salió sola, sino fue el plan del Padre que la ha plantado como la genuina, auténtica y única vid a la que todos deben conectarse si quieren vivir con Dios.
El Padre está involucrado con su vid y la cultiva celosamente para que lleve frutos adecuados. Entonces, tenemos que la vid es Jesús, el Padre es el labrador involucrado en su vid. Y más adelante menciona a los pámpanos o las ramas, y nos dice “ustedes son las ramas”. Ahí se completa la metáfora mostrando nuestro papel en todo esto. Y como ramas, nosotros no tenemos más que una sola instrucción relevante en toda esta metáfora que se repite varias veces: permanezcan en mí.
Jesús es la vid verdadera a la que debemos estar conectados y el dice, lo básico que deben hacer es “permanecer en mí”. Puesto que has sido unido a Cristo, vive toda tu vida en Cristo. Esto quiere decir, que no hay nada en tu vida y en mi vida que no tenga que ver con tu fe en Cristo. No hay decisión, relación o situación que en donde Cristo no tenga injerencia.
Entonces, en esta imagen vívida de la vid (que es Cristo) y las ramas (que somos nosotros) viene una aclaración muy importante y al mismo tiempo, hasta cierto punto inesperada por parte de Jesús en los versículos 2 y 3: “Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado” (v.2-3)
En estos versículos encontramos mucha enseñanza acerca de lo que podemos llamar: “La poda” o la limpieza, o la depuración. Pero pues nos referiremos a esto como “la poda” siguiendo la imagen de la vid y sus ramas.
¿A qué nos referimos con el concepto de la poda? Bueno, básicamente, es esa misma acción que un labrador hace con su vid para que mejore su producción de frutos, quitando aquellas partes que estorban, que no corresponden, que son un lastre para la planta, de tal forma que, al retirar esas partes dañinas, la planta puede tener el camino abierto para una mejor producción de frutos.
Jesús nos dice que eso mismo está pasando con aquellas ramas que están unidas a él, que es la vid. Lo mismo puede esperar aquel que está unido a Cristo. Puede esperar que haya una depuración de su vida, puede esperar que se retiren cosas o asuntos que lo están estorbando para ser más productivo en la fe en Cristo.
Jesús dice que eso les pasa a los que permanecen en él, la Vid verdadera. Somos podados para que demos más fruto. Por supuesto, que a veces, la poda no es algo muy agradable en el momento. Cuando estás sufriendo, cuando tienes que poner en práctica la paciencia, la perseverancia, la confianza. Seguramente, no es muy agradable en el momento la poda. Pero Dios está obrando en ella para que puedas dar más fruto y salgas de esa situación siendo una persona más madura, más paciente, más humilde, más pronta a escuchar, menos tendiente a la ira, más llena de amor a Dios y los que te rodean.
Pero hagamos algunas observaciones de este proceso de Poda en tu vida y en mi vida por el hecho de estar unidos a Cristo.
Primero, observemos que la poda es obra del Padre. Este proceso de depuración de tu vida y mi vida, este proceso de retirar aquello que estorba, no es una iniciativa humana, como tampoco es obra del diablo. Jesús dice que el Padre, que es el labrador, está activamente involucrado en su vid. El Padre retira aquellas ramas que están desconectadas de la vid. Y es también el Padre el que poda las ramas buenas, fructíferas y conectadas al tronco.
Así que, si has sido unido a Cristo, piensa un poco diferente de esa situación que estás viviendo. Si es que dices: por qué ahora que soy cristiano o estoy en una relación con Dios, como que tengo más situaciones estresantes o difíciles.
¿Dónde está Dios ahora que estoy teniendo una nueva vida en Cristo? ¿Por qué estoy siendo confrontado con cosas de mi pasado? ¿Por qué estoy teniendo que pasar por el sufrimiento de repensar cada día hacia donde voy y qué decisiones debo tomar en lo sucesivo? ¿Cómo es que mi vida se ha complicado ahora que estoy poniendo todo de mi parte para ser un fiel discípulo de Jesús?
Bueno, la respuesta es que, si estás en unión con Cristo, el Padre no te va a dejar intacto. El Padre, el labrador, está tan involucrado con su vid, que se dedica a limpiar, depurar, mejorar, acrecentar las ramas que están conectadas con la vid. Así que lejos de pensar que Dios se ha ido de vacaciones, o que está distraído con algo, necesitamos creer lo que dice la Escritura: El Padre limpia las ramas de su vid. El Padre está interesado en que salgas de esta, habiendo sido depurado para ser cada vez más semejante a Cristo.
Entonces, te quiero invitar a que veas esas circunstancias, esas relaciones, esas confrontaciones con mucha esperanza, porque detrás de todo esto, está la mano del labrador, del Padre, cuidando las ramas de su vid.
Segundo, La poda se hace en las ramas que están dando frutos. Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía.
Hay una distinción entre dos tipos de ramas: ramas que no dan fruto y ramas que dan frutos. Esto es muy importante porque hay una acción diferente por parte del Padre, del labrador, al respecto de cada tipo de rama. La que no da fruto es cortada. La que da fruto es podada.
Hay una gran diferencia entre una y otra. Pero aquí es importante notar algo, más adelante Jesús dice que una rama que no está ligada a él, no puede dar fruto. Es decir, aquellas ramas que no dan fruto es porque están desconectadas del tronco. Es imposible dar fruto si no estás conectado. Por tanto, una señal de que no estás conectado a la vid, es precisamente, la esterilidad en los frutos.
Si alguien dice yo soy creyente en Cristo, pero tiene una vida completamente estéril, esta persona no tiene ni una razón para pensar que está unido a Cristo.
Por otro lado, la persona que está unido a Cristo en verdad, será inevitable ver frutos concretos de obras que reflejen el carácter de Cristo y esto es posible únicamente porque está ligado, unido, plantado en el tronco que es Jesús. No estamos hablando de perfección, pues todos estamos en un proceso. Pero sí hay señales de vida porque en diversas situaciones comienzan a notarse esos frutos que sólo el Espíritu Santo puede producir en la persona.
Así que aquellas ramas estériles son cortadas tajantemente del tronco porque no pertenecen a la vid. Pero ¿Qué pasa con las que sí están dando frutos? ¿Se les deja en paz para que vivan como quieran? ¿Pueden vivir como les plazca puesto que se están portando bien?
Vemos que el Padre, es tan sabio, que a aquellas ramas que están fructificando, aquellas ramas que están dando muestras evidentes de su crecimiento y productividad, hace algo maravilloso e inesperado: las limpia, las poda, las depura para que lleven más fruto.
Así que nuevamente, si estás unido a Cristo y estás experimentando crecimiento en el Señor, y los frutos están siendo evidentes en tu vida, no te extrañes de que vengan tiempos de poda cuando estés en tus mejores momentos. No lo tomes a mal. Al contrario, alégrate de que el Padre te haya puesto atención porque está muy interesado en que sigas siendo productivo.
El Señor es tan bueno que traerá situaciones, pruebas, decisiones difíciles, en las que tendremos que confiar y afianzar nuestra fe, en la que tendremos que aplicar y obedecer todo el consejo de Dios en su Palabra, momentos en los que tendremos que dejar de escuchar las mentiras del mundo para escuchar sólo la voz de nuestro Dios en la Escritura. En fin, estas cosas están ocurriendo no porque te hayas portado mal, o porque Dios se está ensañando contigo, o porque se descuidó y le falló el plan. Nada de esto. Todo lo contrario, es precisamente porque eres una rama productiva que tienes toda la atención de parte del labrador que en su diseño te quiere ver más robusto, más fructífero, más semejante a su Hijo Jesucristo.
Tercero, la poda produce más frutos. toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía. La poda de un árbol consiste en recortar, limpiar y retirar lo perjudicial para la planta. Seguramente, que la poda de un árbol no se ha de sentir bonito si fuéramos árboles. Si te estuvieran arrancando partes de ti, no se ha de sentir bonito. Pero es un proceso necesario para el crecimiento.
Así mismo Jesús dice que, aunque a simple vista la poda en nuestras vidas no se vea ni se sienta bonito, el resultado que trae es maravilloso y precioso: El resultado es producir más fruto todavía. El proceso puede ser doloroso, pero el resultado es maravilloso.
Aquí es donde debemos entender algo, no se nos promete, entre la primera y segunda venida de Cristo, una vida libre de sufrimiento, pero lo que sí se nos anima y promete en la biblia para aquellos que están en unión con Cristo, es que pase lo que pase, ese sufrimiento resultará en algo maravilloso y precioso.
La poda puede venir en forma de dolor, puede venir en forma de prueba, puede venir en forma de tiempos estresantes o angustiantes, puede venir en forma de persecución, y en tantas maneras más, pero de lo que puedes estar seguro si estás unido a Cristo, es que saldrás de estas cosas renovado, mejorado, fortalecido, bendecido, y con frutos que reflejen el carácter de Cristo en tu vida y tus relaciones.
Si has sido unido a Cristo, no pienses mal de Dios cuando estés pasando por dificultades. No caigas en la tentación de enojarte en contra de Dios. Si eres una rama unida a la vid, te aseguro que eso que estás pasando tiene un propósito en el plan de Dios y él sabe lo que está haciendo. Él traerá fruto abundante para su gloria a través de tu vida. Y ese es nuestro propósito en la vida: glorificar a Dios y gozar de él para siempre.
Por último, La poda es completada por la Palabra de Dios. Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado. El instrumento que limpia nuestras impurezas, nuestros estorbos, es la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es la espada del Espíritu Santo que penetra hasta lo más profundo del corazón humano.
No es el sufrimiento o los problemas en sí mismos lo que te hará una mejor persona, sino lo que nos transforma es cómo aplicamos la Palabra del Señor al enfrentar esos problemas.
La Palabra completa su obra en nuestros corazones durante la poda cuando hacemos caso al consejo divino en vez de hacerle caso a la mentira del mundo. Cuando obedecemos las instrucciones del Señor en vez de hacer nuestra voluntad. Cuando confiamos en sus mandamientos en vez de confiar en cualquier voz extraña que nos insta a rebelarnos.
Si quieres ver cambio en tu vida, si quieres ver nuevas actitudes, nuevos comportamientos, nuevos hábitos de santidad, si quieres ver tu matrimonio renovado, tenemos que permanecer dependiente de la gracia de Dios en Cristo. Debemos permanecer en la Palabra del Señor que es la que completa la obra transformadora en nuestro ser.
No es posible dar frutos, como cristiano, si no permaneces en Su Palabra. Como una rama que no está conectada al tronco es imposible que fructifique, tampoco nosotros fructificaremos si no somos dependientes de Jesús.
Cristo es tajante en sus palabras: “separados de mí no pueden ustedes hacer nada”. Ilustra: Imagínate a un bebé en formación intrauterina que quiera vivir su vida a parte de su madre. Que le diga a su madre: “No te necesito” o que sueñe con dejar de alimentarse de lo que su mamá lo alimenta. ¿Verdad que es absurdo? Pues así de absurdo es pensar que podemos vivir la vida cristiana sin una total dependencia en Cristo. Somos como ese bebé en formación, sin Cristo nada podemos hacer. Sin su Palabra, nada podemos hacer. Puesto que has sido unido a Cristo, vive toda tu vida en Cristo.
En los versículos 16-17 Jesús dice: No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto que perdure.
Nuestra unión con Cristo, ha sido un acto de gracia de parte de Dios. Nosotros nunca hubiéramos escogido a Cristo porque éramos enemigos de Dios, pero en su gracia, él nos escogió a nosotros. Te escogió y te ha puesto en esa familia en la que estás, en ese centro laboral donde trabajas, en esa colonia en la vives, en ese equipo en el juegas, en esa escuela donde estudias, en esta iglesia donde te congregas para que des fruto que perdure.
Puesto que has sido unido a Cristo, puedes esperar que el Padre limpie, depure, pode tu vida para que produzcas más fruto para la gloria de Dios.
El Padre está podando tu vida. Lo hace porque has estado dando frutos. La poda tiene el propósito de que produzcas aún más frutos. Y esa obra es completada en tu vida y en mi vida por la permanencia de la Palabra de Dios en todo momento en nosotros.
Hemos sido unidos a Cristo, podemos esperar que el Padre siga su maravillosa de transformación de nuestros corazones en cualquier situación u ocasión a través de su Palabra y para su gloria.