Summary: Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, es el único y seguro acceso a Dios.

Nos toca vivir una época en la que, sobre todo, en los países occidentales, los gobiernos o las personas en autoridad muestran mayor accesibilidad hacia sus ciudadanos. Por ejemplo, recuerdo que el ayuntamiento de Mérida solía tener su miércoles ciudadano en el que podías tener una audiencia con el alcalde o con un representante. También nuestro Presidente, todas las mañanas tiene una rueda de prensa en la que responde a preguntas directas de los periodistas.

Creo que este tipo de accesibilidad de los gobernantes la vemos con buenos ojos, e incluso asumimos que debe existir y tenemos la expectativa de que vaya en aumento. Pero hay algo que debemos tener bien claro. Esto no siempre fue así.

En la Antigüedad, los reyes o monarcas estaban lejos del alcance de las personas comunes. Era impensable poder estar cerca de ellos, mucho menos poder hablar o dirigirte a ellos.

Esto es una realidad aún hoy en muchos lugares en el mundo. Imagina por un momento, si esto era y es la realidad entre meros mortales, cuánto más sería ésta una realidad en cuanto a nuestra relación con Dios.

Dios es santo y el ser humano está sumido en el pecado, ¿cómo podrían los dos encontrarse? Nada inmundo puede estar delante de la presencia del Dios que es Santo, Santo, Santo. ¿Cómo podría haber comunicación y comunión directa entre la raza humana pecadora y el Dios santo y soberano?

Era imposible. No había acceso directo. El ser humano pecador no podía acceder directamente a Dios por el pecado. Por eso, Dios estableció en la ley para su pueblo la institución del sacerdocio.

La figura del sacerdote es precisamente aquella de un mediador o intercesor entre los hombres y Dios. El ser humano no podía acceder directamente a Dios, tenía que hacerlo a través de un mediador, intercesor o sacerdote.

No cualquiera podía ser sacerdote, tenía que ser de la tribu de Levi y específicamente de la familia de Aarón. Los sacerdotes eran los únicos autorizados por Dios para presentar los sacrificios por los pecados; Si no había un sacerdote, aunque estuvieran los animalitos enfilados para los sacrificios, éstos no se podían realizar.

Además, eran los que también bendecían al pueblo y tenían la autoridad para declarar a alguien ceremonialmente limpio. Y debían reflejar la Santidad de Dios con su manera de vivir y ministrar. En pocas palabras, eran los mediadores, intermediarios, intercesores. Si querías acceder a Dios, necesitabas un sacerdote.

Quizá esto nos resulta muy extraño porque en esta era cristiana, estamos muy acostumbrados a llegar con familiaridad delante de Dios. Damos por sentado muchas cosas, y pensamos que esto es lo normal. Pero la Biblia nos enseña algo diferente.

No podemos acercarnos a Dios por nosotros mismos, o en nuestro nombre o méritos, ni siquiera ahora, siempre tenemos que acercarnos a través de un mediador, un intercesor, un intermediario, un sacerdote. Estamos muy acostumbrados a elevar oraciones, a cantar en el culto, a leer la Biblia y a dirigirnos a Dios así como si nada, pero no creas que llegas a Dios directamente, la Biblia nos enseña que tenemos que llegar a través de alguien, o en nombre de alguien, o por la intervención de alguien.

Y es precisamente de esto nos habla la epístola a los hebreos que hemos estado considerando este mes en los sermones. La epístola nos habla de la realidad de la necesidad de los sacerdotes y nos muestra quién es nuestro verdadero, único y mejor sacerdote para llegar a Dios.

Por eso esta noche, quiero que te vayas convencido de que: Sólo Jesucristo, nuestro sumo sacerdote, es el único y seguro acceso a Dios.

La epístola a los hebreos habla bastante del sacerdocio y sus funciones con la finalidad de mostrar lo limitado y carente que es confiar en la mediación de los sacerdotes humanos, en contraste con el sacerdocio de Jesucristo.

Por eso en hebreos 7:23 dice, Ahora bien, como a aquellos sacerdotes la muerte les impedía seguir ejerciendo sus funciones, ha habido muchos de ellos. La primera imperfección que tiene cualquier sacerdote intercesor como para confiar en él tu vida y tu acceso a Dios es que tienen un límite en su tiempo de vida.

Tarde o temprano los sacerdotes morían. Y dice el texto que por eso fueron muchos. Generación tras generación de sacerdotes sirvieron en el tabernáculo y en el templo, pero a todos les llegaba su día de partir. Y se tenía que levantar otro sacerdote que acompañaba a otra generación, pero igualmente, un día moría.

El sacerdocio aarónico estaba limitado porque los sacerdotes eran simples mortales. Pero el sacerdocio aarónico tenía otra limitación mucho más grande. Dice hebreos 7:27: A diferencia de los otros sumos sacerdotes, él no tiene que ofrecer sacrificios día tras día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Los sacerdotes aarónicos no podían presentar los sacrificios al Señor sin antes ofrecer sacrificios de purificación para el perdón de sus propios pecados. Ellos eran tan imperfectos como aquellos pecadores por los que ellos intercedían delante de Dios.

Cómo poder confiar en la eficacia de un sacerdote imperfecto. Siempre nos podía quedar la duda ¿y qué tal si no hizo bien su trabajo? Si él no hacía bien su mediación, eso quería decir que uno continuaba en sus pecados. Si los únicos autorizados para fungir como mediadores fallaban, también los representados fallaban.

Los sacerdotes, mediadores, intercesores estaban doblemente limitados: Eran mortales y eran pecadores como nosotros. Necesitábamos un mejor sacerdote, un mejor intercesor, un mejor mediador.

Y este nos fue dado en la persona y obra de Jesucristo. Dice hebreos 7:26: Nos convenía tener un sumo sacerdote así: santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores y exaltado sobre los cielos.

¡Claro que sí necesitábamos un sacerdote así! Los otros sacerdotes eran mortales y pecadores, pero este sumo sacerdote establecido por Dios es muy distinto.

Este sumo sacerdote es santo. Es como el Dios a quien presenta los sacrificios. Este sumo sacerdote en todo aspecto está libre de pecado.

Este sumo sacerdote es irreprochable. Es decir, nadie le puede culpar de pecado o señalar con el dedo por alguna falta. Es totalmente sin culpa. Nadie puede hallar mancha en él.

Este sumo sacerdote es puro. No ha sido contaminado de alguna manera con el pecado, sino irradia el carácter de Dios perfectamente.

Este sumo sacerdote está apartado de los pecadores: Aunque representa a los pecadores, no por esto es como ellos. Él no se comporta como los otros sacerdotes con una doble moral, sino es completamente apartado del mal.

Este sumo sacerdote ha sido exaltado. Se ha sentado a la diestra de la Majestad en los cielos y se le ha dado un nombre que es por sobre todo nombre, para ante él toda rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre.

Este es nuestro sumo sacerdote Jesucristo. Sólo Jesucristo, nuestro sumo sacerdote, es el único y seguro acceso a Dios.

Cualquier otro mediador que tú quieras poner entre Dios y tú, está destinado al fracaso. Como ya vimos, los sacerdotes eran mortales y pecadores, pero Jesucristo es todo lo contrario.

Hebreos 7:24-25 dice: Como Jesús permanece para siempre, su sacerdocio es imperecedero. Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos.

Con Jesucristo como sacerdote está garantizado nuestro acceso perpetuo a Dios, porque él vive para siempre. Nunca tendrá fin su ministración. No es como los otros sacerdotes que tenían que ser muchos para medio hacer el trabajo. Cristo, en cambio, puede garantizar nuestra completa salvación a los que nos acercamos a Dios por medio de él porque vive para siempre y eficazmente desempeña su función de mediador: Él intercede por nosotros.

¡Qué maravilloso! Tienes a Cristo mediando, intercediendo, abogando por ti y por mí para siempre delante de Dios. Él es nuestro único y seguro acceso a Dios.

Pero también Cristo supera infinitamente a cualquier otro mediador porque él no es pecador. Dice hebreos 7:27 A diferencia de los otros sumos sacerdotes, él no tiene que ofrecer sacrificios día tras día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque él ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre cuando se ofreció a sí mismo.

De hecho, el sacrificio de su propia vida por los pecados fue tan eficaz que ya no es necesario ofrecer más sacrificios por el pecado. Bastó su muerte y resurrección, una sola vez y para siempre, para que los pecados hayan sido pagados y perdonados. Ya no necesitamos más sacrificios por los pecados porque nuestro sacerdote se ofreció a sí mismo una vez y para siempre, y eternamente han sido perdonados todos los que creen en él.

Por eso puede salvar por completo a los que, por medio de él, se acercan a Dios. Por eso decimos: Sólo Jesucristo, nuestro sumo sacerdote, es el único y seguro acceso a Dios.

Dice Hebreos 4:14-16: 14 Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. 16 Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.

Nuestra confianza puede estar y tiene que estar en nuestro Cristo supremo que como nuestro gran sumo sacerdote completó su obra de redención. Los que creen en él tienen un Gran Sumo sacerdote que presentó su sacrificio en los cielos.

Y ese gran sumo Sacerdote no está lejano a nosotros, sino todo lo contrario. Puesto que él mismo fue tentado de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado, puede ser empático con nosotros en la lucha. El comprende perfectamente cómo es pasar por eso que estás pasando, porque él paso por ese camino primero. A él no se lo cuentan, porque lo vivió en carne propia.

Entonces, nuestro Cristo supremo, nuestro sumo sacerdote, está cercano a todos los que se aferran a la fe en él. No estamos solos. Tenemos un sacerdote que intercede por nosotros para siempre.

Por la misma obra de nuestro gran sumo sacerdote, podemos tener la confianza de acercarnos al trono donde está nuestro rey lleno de gracia para recibir la ayuda que necesitamos en nuestra

debilidad.

Y esta noche que recordamos esa cena que Jesús tuvo con sus discípulos previamente a su muerte y que estableció como una celebración espiritual y sacramental para que se reflejaran las buenas noticias por medio de emblemas o señales materiales como lo son el pan y la copa, podemos acercarnos a la mesa, confiadamente, pero porque ahora entendemos que no es en nuestro nombre o en nuestros méritos que lo hacemos.

Sino sólo por los méritos y en el nombre de nuestro gran sumo sacerdote Jesucristo, cuyo cuerpo partido está representado en la mesa, cuya sangre derramada está señalada en la copa. Y podemos acercarnos confiadamente porque él es nuestro sacerdote eficaz, inmortal, santo, puro, apartado de los pecadores y exaltado en el cielo, que habiendo presentado el sacrificio de sí mismo, una vez y para siempre, los pecados han sido perdonados para todos aquellos que se acogen a él.

Por eso mis hermanos, puesto que Jesucristo, nuestro sumo sacerdote es el único y seguro acceso a Dios, podemos acercarnos a esta mesa de gracia, a esta mesa de perdón, a esta mesa de restauración, a esta mesa de celebración, a esta mesa de buenas noticias. Hay gracia y misericordia para todo aquel que reconociendo su gran necesidad de un mediador se acoge al único y seguro mediador entre los hombres y Dios, a nuestro Señor Jesucristo. A quién sea la gloria por los siglos de los siglos Amén.