Jueves Santo
Cierta jovencita vivía en Mexico ayudando a sus padres. Mañana, mediodía y noche sacaba su bolsita de te de una lata que tenía la foto del ‘Cerro Verde’.
Después de la muerte de sus padres, decidió viajar en autobus a Centro América y de pronto, al dar vuelta el bus por el occidente de El Salvador, vio por la ventana la indicación y la foto de lo que había siempre admirado en la lata del te todos esos años: nada menos que el “Cerro Verde”. Estuvo a punto de gritar, pero se contuvo y se dijo a si misma como en secreto: “¡Existe de verdad! ¡Ha existido todo el tiempo!”
Jesús dijo a Santa Faustina, "Oh si sólo las almas conocieran quién es el que vive en nuestras Iglesias, no habrían tantos ultrajes y tantos irrespetos en estos lugares sagrados” (409).
La razón por la que tales situaciones ocurren es porque el santuario es el lugar objetivo donde sus ministros sagrados ofrecen el sacrificio, pero que en verdad todos los presentes pueden unirse a ellos y ofrecerse a si mismos de corazón en conjunto con el sacerdote oficiante – considerando siempre que esto no significa una falsa desviación ‘al corazón del fiel creyente’ como sucede en la devoción protestante.
En la liturgia católica de la Misa, Jesucristo permanence como el único punto de concentración ya que es El quien se ofrece al Padre en el Sacrificio Eucarístico.
Viernes Santo
En las montañas Kofa de Arizona, que se proyectan majestuosamente del lado del granito de un profundo cañón, se encuentran ciertas palmas exclusivas del lugar que no existen en ningún otro sitio del estado. Se considera un misterio el hecho de que tales plantas tropicales puedan crecer y mantenerse frondosas y lozanas en la oscuridad y casi en forma perpendicular en las laderas estrechas del desfiladero.
El hecho de que el sol las baña apenas dos horas al día hace que su vigoroso crecimiento sea aún más misterioso. Expertos botánicos han finalmente concluido que las paredes de piedra reflejan suficiente luz y calor durante el día como para permitir que estas palmas prosperen en medio de las frías sombras del cañón.
En la oscuridad opresiva del Viernes Santo, la Cruz nos provee con una mucho mayor e infinita cantidad del cálido y celestial amor y vida que necesitamos. En las profundas y restringidas grietas del dolor, podemos descubrir los más hermosos ‘robles de justicia’ (Is. 61:3), en el madero de la Cruz.
La Veneración de la Cruz manifiesta individualmente a cada uno de los fieles la apropriación de su salvación y permite mantener al frente de sus cuerpos, mentes y espíritus la Cruz que nos obtuvo la Salvación.