Hoy iniciamos nuestra nueva serie de Sermones que le hemos llamado: Conexión ADAMI. Si es primera vez que escuchas la palabra ADAMI quizá te parezca algo extraño. Y es que lo es, porque ADAMI es una palabra inventada que forma un acróstico que resume cinco acciones que como iglesia local consideramos fundamentales para el crecimiento de los miembros de la iglesia Shalom y de todos los que consideran esta comunidad como su iglesia.
En esta serie les queremos plantear el desafío de que sigamos creciendo sostenidamente en nuestra relación con Cristo por medio de Adorar, diezmar, Aprender, Ministrar e Influir.
Le hemos llamado conexión ADAMI porque como iglesia deseamos que todas las personas que nos identificamos con esta comunidad local, nos comprometamos con estas cinco acciones que son importantes para nuestro crecimiento en Cristo y como comunidad.
Estas acciones no nos procuran el favor de Dios, ni son nuestra manera de torcerle el brazo a Dios para que haga lo que nosotros queremos, sino son bendiciones que tenemos como creyentes para seguir creciendo en nuestra relación con Cristo. Aceptar estos desafíos, redundarán en un crecimiento en tu vida, que sin duda, impactará a tu familia y a los que te rodean. Porque un corazón comprometido con Cristo es un corazón que crece en el amor y conocimiento del Señor. Por eso, conectémonos comprometidamente con el ADAMI.
Hoy iniciamos hablando de la letra A de nuestro acróstico ADAMI. Hablamos de conectarnos con Adorar a Dios.
Por la gracia de Dios, esta semana estuve en Tuxtla Gutiérrez Chiapas, compartiendo con una iglesia de dicha ciudad y los hermanos muy amablemente me dieron la oportunidad de visitar el cañón del sumidero. Había estado antes allá, pero eso fue hace muchísimos años cuando era un niño, pero en esta ocasión pude tener esta experiencia doblemente especial.
Fue una experiencia doblemente especial porque un día visité el cañón del sumidero desde arriba y vi la vista desde la cima de las cuestas y al día siguiente pude ver el cañón desde la perspectiva de abajo, del nivel del río en el paseo en lancha.
Desde arriba o desde abajo este lugar es impresionante por su majestuosidad, grandeza y su belleza. Desde arriba, ver la vista panorámica te hace ver su extensión y belleza. Desde abajo te hace experimentar la grandeza de esas rocas y te sientes tan pequeñito, tan diminuto ante tal majestuosidad de la creación.
Estando en ese lugar vino una reflexión a mi corazón: Desde arriba o desde abajo este lugar es majestuoso y grandioso y yo soy pequeño y minúsculo, y la Biblia enseña que el creador de toda esta maravilla cuando habla, los montes tiemblan, se derrumban y se derriten ante nuestro gran Dios. O sea, que si esto me parecía inmenso, cuán infinitamente mayor es el que con sólo decirlo, con el poder de su palabra, dio existencia a todo lo que vemos y hasta lo que no vemos en el cielo y en la tierra.
Si quedamos impresionados, boquiabiertos, admirados por la creación, cuánto más deberíamos estar anonadados con el Creador de todas las cosas. Y esto es precisamente lo que es la adoración. No hay nada ni nadie en este universo que deba tener toda nuestra atención, amor, confianza, admiración, adoración.
Para referirnos a esa actitud y acción de reconocer la grandeza de Dios y que se vea esta realidad en nuestras palabras, acciones y pensamiento usamos la palabra adoración. La palabra “Adorar” es una palabra muy fuerte. Adorar abarca muchas ideas: amar, atesorar, glorificar, exaltar, alabar, confiar, obedecer, reconocer, homenajear, servir, respetar, temer, santificar y cosas semejantes. Es la palabra más fuerte que puedes usar cuando te refieres a Dios. Ilustra: como en español: “Te quiero” y “Te amo”.
Adorar es la actitud y acción más importante que un ser humano puede mostrar hacia Dios. De hecho, la adoración define el propósito de nuestra vida. Podríamos decir que fuimos creados para adorar. Fuimos creados para glorificar a Dios.
La adoración no es sólo una cosa más que hago. Quizá pensamos la adoración es una actividad que realizamos en nuestro itinerario tan ocupado. No es así.
La adoración está en todo lo que hago. Adorar no es algo opcional. De hecho, lo que hago y cómo lo hago muestra a quién estoy adorando. Somos adoradores. La pregunta no es si voy a adorar, sino a quién adoraré. Cuando no adoramos a Dios, adoramos a cualquier cosa o persona.
El catecismo menor de Westminster lo resume diciendo: El fin principal del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de él para siempre.
Por eso, como Iglesia local, una de las responsabilidades y desafíos básicos de los que estamos en una relación creciente con Cristo, es la de adorar.
Y para reflexionar en lo que abarca la adoración me gustaría que consideráramos un pasaje en el libro de 1 Crónicas 16 en los versículos 8-12.
Dando un poco de contexto, estamos en el tiempo del rey David en Jerusalén. Y David tiene el deseo de traer el arca del pacto a la ciudad, para lo cual mandó construir una tienda especial para poner el arca.
El arca del pacto era un objeto que tenía la forma de un taburete hecho de oro y madera. Un taburete para descansar o apoyar los pies. Este objeto representaba la presencia de Dios con su pueblo. Era como si Dios estuviera en su trono en los cielos y descansara sus pies sobre este taburete en medio de su pueblo. Cuando el pueblo de Dios marchaba en el desierto camino a la tierra prometida, el arca del pacto iba adelante mostrando la presencia de Dios marchando delante de su pueblo.
Así que en el tiempo del rey David traer el arca a Jerusalén sería un hecho muy importante y David estaba gozoso por ello. Cuando por fin trajeron el arca hubo gran gozo y elevaron alabanzas a Dios en forma de Salmos. Y este capítulo del libro de Crónicas encontramos este salmo que cantaron ese día y que es pertinente para que nosotros sigamos explorando lo que significa adorar a Dios.
En los primeros versículos de este salmo encontraremos varias ideas que resumen qué es adorar.
Primero, el versículo 16:8 dice: «¡Alaben al SEÑOR, proclamen su nombre, testifiquen de sus proezas entre los pueblos!
Esta es la primera idea de lo que significa adorar a Dios. Adorar es proclamar quien es Dios y qué ha hecho. Es decir, testificar del carácter y las obras de Dios. Dice el salmista que proclamemos su nombre y testifiquemos de sus proezas. Y esta proclamación la hacemos ante los pueblos de la tierra. Aquellos que lo conocen y aquellos que no lo conocen.
Dios es verdad, santidad, gracia, soberanía, amor, y tantas cosas más. En su carácter reúne todas las perfecciones posibles. Lo hacen un ser distinto a nosotros y digno de ser adorado.
Dios creo todo lo que existe en los cielos y la tierra. Lo visible e invisible. Dios ha realizado su obra de redención cumpliendo sus promesas por medio de Jesucristo. Y sigue desarrollando sus obras hasta el final de los tiempos. Es digno de ser adorado por todo lo que ha hecho, por lo que hace y lo que hará.
Cuando mostramos quién es Dios y cuando hablamos de sus grandes obras de creación, providencia y redención, estamos adorando.
Pero hay una segunda idea en estos versículos. Y es que adorar es Elogiar a Dios a través de cantos que exalten sus obras. Dice el versículo 9: ¡Cántenle, cántenle salmos! ¡Hablen de sus maravillosas obras!
Muchos salmos en la Biblia nos llaman a cantar a Dios. Notemos que el modo de estas palabras es el imperativo. Es decir, se nos convoca a cantar. Hay algo especial cuando ponemos música a las verdades de la Escritura y hablamos de sus maravillas cantando. El propósito de estos cantos no es satisfacer nuestros gustos o preferencias, sino como dice la Escritura, hablar de las maravillas del Señor.
El pueblo de Dios es llamado a adorar cantando al Señor. Cuando nos reunimos en el culto de adoración tenemos la oportunidad de aplicar esta instrucción. La música en el culto no es para nosotros, sino es para el Señor. La pregunta no debe ser si me gustó o no la música en el culto, sino si pudimos hablar cantando de las maravillas del Señor. El pueblo de Dios adora cuando canta a su Señor.
Una tercera idea acerca de la adoración sería, Adorar es hacer de Dios nuestro mayor deleite en la vida. Dice el versículo 10: ¡Gloríense en su nombre santo!¡Alégrense de veras los que buscan al SEÑOR!
Solemos gloriarnos y alegrarnos en aquello que es nuestro deleite. ¿Qué es lo consume tu tiempo, tu energía, tu deseo? ¿Qué es aquello que es el motivo de tu gozo, de tu deleite? ¿Qué es aquello que da sentido a tu vida?
El Salmista dice que todo eso sea Dios para nosotros. Que aquello que sea lo más importante, glorioso, motivo de gozo y alegría sea Dios.
Cuando la selección mexicana está jugando en un juego decisivo y mete un gol oportuno que pasa en todas las casas donde se está viendo el partido. Un grito de “Gol” retumba en el vecindario. Qué triste que sea para nosotros motivo de más gloria ver a 22 hombres persiguiendo un balón, que vivir ante el rostro del Dios Santo, santo, santo. Que nos alegre más un gol, que tener un encuentro con la presencia misma del rey del universo.
Adoramos cuando Dios es nuestro mayor deleite en la vida.
La cuarta idea es Adorar es confiar plenamente en el Señor. En 1 Crónicas 16:11 dice ¡Refúgiense en el SEÑOR y en su fuerza, busquen siempre su presencia!
Adorar no es sólo cantar o estar en el culto dominical; La adoración abarca cada momento de nuestra existencia. Cuando nuestras decisiones se toman en confianza a la verdad de Dios y no confiando en nuestra propia prudencia, estamos adorando la santidad de Su verdad.
Cuando creemos y confiamos la verdad de Dios en vez de seguir nuestras corazonadas, preferencias o deseos, aunque sea el camino más difícil y menos atractivo en un momento dado, estamos adorando al Señor del cielo.
Dios es adorado cuando su pueblo se refugia en él y confía sólo en él.
La quinta idea sería Adorar es tener siempre presente su obras y mandamientos para obedecerle. 1 Crónicas 16:12 ¡Recuerden las maravillas que ha realizado, los prodigios y los juicios que ha emitido!
El Señor es grandemente adorado cuando su pueblo le obedece. Cuando recuerda poner en práctica sus juicios en la vida diaria, cuando recuerda que vive ante el rostro del Señor.
El rey Saúl pensó que adoraba a Dios ofreciendo sacrificios con animales hermosos que eran parte de un botín de guerra que había tomado aun sabiendo que el Señor había prohibido recogieran botín, sino que debían destruirlo todo. Samuel le aclara que la obediencia a Dios es mejor que muchos sacrificios.
Cuando obedecemos a Dios en sus mandamientos y ordenanzas le estamos dando mayor adoración que si sólo le cantamos de labios, pero vivimos como nos da la gana.
No sirve de mucho cantar diciendo “tu eres mi Señor”, si mi vida no refleja esa verdad a través de mi obediencia a mi Señor. El pueblo de Dios adora a su Señor cuando le obedece.
Y podríamos seguir revisando este Salmo registrado en el capítulo 16 de 1 de Crónicas que fue usado cuando el pueblo estaba lleno de gozo por la llegada del arca del pacto a Jerusalén. Pero basten estas ideas para reflexionar sobre nuestra propia adoración a Dios y su importancia en nuestras vidas.
Como vemos, adorar es más que venir al culto, sino que abarca todos los aspectos de la vida. Adorar implica proclamar a Dios, cantar a Dios, deleitarme en Dios, confiar en Dios y obedecer a Dios, entre muchas cosas más. Por eso hablamos de adoración en un sentido amplio y en un sentido estricto. Cuando hablamos en un sentido amplio nos referimos a la adoración en todo lo que hago, pienso y digo en la vida diaria, toda mi vida debe ser para la gloria de Dios.
Pero también hablamos de adoración en su sentido estricto cuando nos reunimos como iglesia, como comunidad, para adorar al Padre Celestial. En ese momento de manera enfocada y comunitaria exaltamos, proclamamos, alabamos, elogiamos, nos deleitamos, reafirmamos nuestra confianza y obediencia, pero ya no como individuos, sino como cuerpo de Cristo, como iglesia. Esto es lo que pasa cuando nos reunimos para el culto dominical en nuestra iglesia.
Por eso en nuestro ADAMI, está la primera letra A para recordarnos la importancia de comprometernos con la adoración a Dios tanto en su sentido amplio como estricto.
El culto entonces tiene una relevancia sin igual. No lo volvamos una buena actividad que solemos hacer los domingos cuando no haya algo más importante qué hacer, sino debe ser nuestra prioridad porque fuimos creados para adorar, y en su versión estricta, esta adoración sólo tenemos la oportunidad de realizarla este día y a esta hora. Por lo tanto, es una cita impostergable e irremplazable. Que no sea más importante dormir unas horas más o lavar la ropa o arreglar la casa. Cada domingo tenemos una cita como comunidad con nuestro Dios para adorarle.
Al venir al culto de adoración recordemos que en este tiempo el enfoque no somos nosotros, sino el Señor. Esto tiene implicaciones, por ejemplo, los que estamos aquí al frente no somos artistas en un escenario y los que están sentados no son simples espectadores pasivos viendo que adoren los que están aquí arriba. ¡No! Aquí sólo hay una sola audiencia que recibe nuestra adoración y este es el Señor.
Todos somos actores activos de adoración presentando lo mejor a nuestros Señor. Por eso, pon atención a lo que haces durante el culto, pues no eres un espectador pasivo sino un adorador activo junto con tus hermanos. Que no sea más importante lo que vamos a hacer después, que no sea más importante contestar el mensaje de texto, que no perdamos concentración por cosas irrelevantes. Centremos nuestra atención en nuestro Dios porque para él es la adoración.
En ese mismo sentido, recordemos que el culto no es para nosotros. No salgamos de este lugar diciendo cosas como: hoy no me gustó el culto y hoy el culto me gustó mucho. El culto no es para nosotros, es para el Señor. El criterio no son nuestros gustos o preferencias. La pregunta más importante sería ¿Cómo iglesia y cuerpo de Cristo, adoramos al Padre en Espíritu y en verdad? ¿Reconocimos la santidad, gloria, gracia y grandeza de nuestro Dios? ¿Fue exaltado el nombre de Cristo en el culto? ¡Eso es lo importante! El culto no se trata de nosotros, sino se trata de la gloria de Dios.
En fin hermanos, es muy importante seguir creciendo en nuestro entendimiento de lo que significa la adoración de nuestro Dios.
Fuimos hechos para adorar. Fuimos salvados por gracia para adorar. Y los que están en una relación creciente con Cristo, por su gracia, pueden crecer cada día más en el entendimiento y la práctica de la adoración a Dios en comunidad y en la vida diaria.
No cabe duda que la primera “A” del ADAMI (Es decir, adorar) debe tomar prioridad en nuestras vidas.
Que nuestras vidas, pensamientos, acciones y palabras sean sólo para la gloria de Dios, exaltando su carácter santo y sus obras maravillosas, dejando a un lado los ídolos falsos para adorar sólo al Dios vivo y verdadero que reina para siempre. Amén.